LA CONGREGACIÓN DE NTRA. SRA. DE LA COMPASIÓN FUNDA EN TARAPOTO (PERÚ)-1956 Era el año de 1956, cuando el avión de la Compañía Faucett, se acercaba al aeropuerto de Moyobamba, en pequeña escala, antes de aterrizar en Tarapoto. El aeropuerto, como el de Tarapoto, en aquel entonces, era natural, es decir, un campo verde, no muy allanado, en el que las personas que esperaban a los viajeros, podían acercarse hasta las escalerillas del avión. Entre las personas presentes, se podía ver aun desde el avión, la figura señera, de Monseñor Martín Elorza (1953-1966). Alto, distinguido, con su semblante risueño, esperaba nuestra llegada. Si entre todos los presentes descollaba por su figura de aspecto exterior, era mucho más fuerte y profunda su riqueza espiritual, que sin pretenderlo, traslucía al relacionarse con él. Monseñor Martín Fulgencio Elorza, primer Obispo de la Prelatura de San Martín, se había encontrado con un campo inmenso, en el que, si bien Dios precede a todos nuestros intentos de sembrar la Palaba, no había recibido aun la llegada del mensaje evangélico. Su celo apostólico, siempre indesmayable, veía la necesidad de brazos misioneros, dispuestos a recorrer caminos vírgenes, para que la Palabra llegara hasta los lugares más recónditos, donde habitaban los hermanos más pobres, en aquel tiempo, olvidados de todos. Estos valientes misioneros, tenían en él, el ejemplo constante, heroico diríamos, del Pastor celoso de sus ovejas, que sin pensar en dificultades, cansancios, incomprensiones, enfermedades… se entrega con total decisión a la obra misionera, en las más difíciles circunstancias. Una de sus grandes preocupaciones, era la educación. Había poquísimos centros educativos, y en ellos, no solamente se olvidaban los valores cristianos sino que se impartía, poca calidad. A lo largo y ancho de toda la Prelatura, una multitud de niños y jóvenes están abandonados a su suerte. Monseñor Elorza, toca muchas puertas buscando una comunidad de Religiosas que se dedicaran a la educación cristina. Al fin llegó a las puertas de la Congregación de Ntra. Sra. de la Compasión. Quería que nos dedicásemos a la educación, trabajando juntamente con él y sus misioneros, en este hermoso y desconocido campo de la Prelatura. Su solicitud encontró el eco en el corazón Misionero de nuestra Congregación. En la primera comunidad se fueron gestando y consolidando los primeros pasos de un quehacer educativo, nuevo, debido a las circunstancias, más no desconocido; de un quehacer anhelado, cargado de esperanzas, que se presentaba ante nuestra mirada, con características de drama y reto. Era ese vasto campo de acción, donde gran cantidad de niños y jóvenes, esperaban la palabra y acción educativa impartida desde a fe. Primero fue la Escuelita N° 1996, después convertida en la 215 que en aquel momento -1956- contaba escasamente con 86 alumnas. Al año siguiente -1957- pasaban de las 200. Dos años más tarde -1958- el Gobierno solicitaba imperiosamente a la Congregación el que se hiciera cargo de la Escuela Normal, y la respuesta fue afirmativa. En 1960 se amplía el campo de la educación, con la Dirección del Instituto Nacional de Comercio N° 38. Y aun hay otra instancia de parte de las autoridades de Educación. Insisten a la Congregación Compasionista, se haga cargo del Colegio Nacional de Mujeres, conocido hoy, con el nombre de “Ofelia Velásquez” En 1965, será Lamas, la ciudad de los tres pisos, quien solicite nuestros servicios en educación, con la regencia del Colegio Nacional “La Sagrada Familia” La responsabilidad en educación es inmensa. No solamente se circunscribe a ese elevado número de alumnas que llena nuestros planteles, sino que se preocupa también, por los otros aspectos de este mismo campo: Profesores, Padre de Familia, Comunidad local. Por otra parte se acepta gozosamente la invitación del Sr. Obispo de llevar la catequesis parroquial. Toda esta actividad en la vivencia gozosa de vida comunitaria, no hubiera podido ser igual, sin la presencia de Mons. Elorza, siempre solícito a nuestras necesidades. Visitándonos e interesándose por todo a pesar de las dificultades de aquel tiempo, de la ausencia de carreteras, y los medios de transporte. Eso no le impedía visitarnos frecuentemente haciendo sus viajes desde Moyobamba, a veces en mula, cruzando ríos y demás, y algunas veces en avioneta. Siempre cercano, siempre Pastor bondadoso. Pero no sólo él, ¡cómo olvidar a los queridos y recordados Padres: Atanasio Amundarain, Isidro Berruete, y Andresito Asenjo. De cada uno de ellos conservamos los más gratos recuerdos. Pero para no alargarnos, citaremos solamente un párrafo de la carta de despedida del Padre Atanasio. Dice así: “Al dejar definitivamente la Prelatura, pido de veras a la Virgencita de Tabalosos, que hizo posible la venida de los primeros Pasionistas en 1913, según expresa declaración de Monseñor Lissón, que los trajo; y que en su VISITA A TARAPOTO en 1955, para recepcionar, como Patrona de estas tierras, a la VIRGEN PEREGRINA, me otorgó el milagro de que Monseñor desistiera de llevarlas a Uds. a Moyobamba y prefiriera Tarapoto. Mis queridas Madrecitas, quiera la buena Madre CONFIRMARLAS EN SU AMISTAD Y GRACIA Y HACER FECUNDO SU APOSTOLADO” La historia pasa y no en vano… Hasta la realización del concilio Vaticano II 1962-1965- la vida Religiosa en general, transcurría de una manera estructurada. Todo estaba legislado, bastaba con someterse a tal orden, a tal persona. Hacer lo que siempre se había hecho. Medellín trató de recoger el dinamismo renovador del Vaticano II y aplicarlo a nuestra realidad latinoamericana. Explicita la toma de conciencia de una “iglesia” de los pobre es y hace clara opción por la liberación de las mayorías oprimidas y marginadas de nuestro pueblo. Este llamado de la Iglesia en la voz de nuestros Obispos, nos empujó hacia la apertura en otros frentes: a salir hacia los pueblos en misión por quince días, haciéndonos así presentes en Saposoa, Bellavista, Sisa… a establecer nuestras comunidades en zonas rurales, como Picota…¸ a responsabilizarnos con la dirección de algunas Parroquias y a preocuparnos por la creación y acompañamiento a animadores; a atender las necesidades de la falta de salud tanto en Tarapoto como en el ámbito rural; a no esperar que vengan a nosotras los necesitados, quedándonos en nuestro lugar sin constatar no sólo la pobreza sino también esa riqueza de la acogida, de un sufrimiento vivido con valor, de una vida marginada, que no oculta un hambre sincero de Dios. Descubrimos que no solamente habíamos venido a servir sino era mucho lo que recibíamos. Es verdad, los pobres nos evangelizan. Tanto Mons. Venancio Orbe como Mons. Santos expresan así su comprensión y cercanía con respecto a nuestra actividad educativa y pastoral, en este tiempo pos-conciliar: Dice Mons Venancio Orbe Uriarte (1967-1998): …“Sin minusvalorar ninguna de las otras actividades que desarrollan las Religiosas Compasionistas en la Prelatura, quisiera fijarme nada más que en tres acciones desarrolladas por las Religiosas, que mejor señalan a mi entender un camino de su colaboración y participación en la vida de nuestra Iglesia. Educación, Catequesis y Formación de Comunidades Cristianas Educación. Sería de verdad interesante y aleccionador, evaluar el fruto que se ha logrado en la niñez, juventud, familias, profesorado, en el tiempo que han tenido bajo su responsabilidad institucional los centros educacionales. En todos esos largos años de incesante labor educativa en servicio a la Prelatura, sirvan para mirar con gozo y agradecimiento al pasado, con responsabilidad y dedicación el presente, y con ilusión y esperanza la labor paciente y generosa en la educación Catequesis. Indiscutiblemente, la prioridad que han dado las religiosas Compasionistas en su colaboración parroquial, ha constituido la labor de catequesis de niños y jóvenes, sea en forma tradicional, renovada o renovadora, conforme a las exigencias de los tiempos. La pastoral catequética nace en las religiosas como una proyección apostólica de su vida religiosa, como una vinculación eclesial a la Comunidad Parroquial y como una tarea pastoral para la que se sienten especialmente preparadas por su capacitación educativa. Comunidades Cristinas Esta nueva expresión y proyección misionera de las religiosas, no estaba seguramente en los pronósticos iniciales, porque ha sido fruto de la renovación del Concilio Vaticano II. Las religiosas Compasionistas fueron las primeras en sentir esta inquietud eclesial y lanzarse en equipo a la evangelización de los pueblos, obedeciendo a las urgencias pastorales de la zona rural y a la vez, a suplir la falta de sacerdotes en la Prelatura…” Por su parte Monseñor Santos Iztueta (1998-2007), con quien desde los inicios tuvimos una relación tan estrecha, se expresa así: …”Hace ya muchos años que os conocí y desde entonces ha compartido muchas horas de alegrías y trabajo con vosotras, son años de inolvidables recuerdos. Confieso con toda sinceridad que siempre encontré en vosotras acogida, apoyo y comprensión. Vuestra entrega y dedicación al trabajo de la enseñanza y pastoral, el ambiente comunitario de oración y caridad que brotaba de vosotras y vuestra disponibilidad para cualquier servicio pastoral en la parroquia, me sirvieron de testimonio edificante. Me sentía animado en mi sacerdocio…. … De todo corazón os expreso mi profunda y sincera gratitud” No queremos terminar sin expresar nuestro profundo agradecimiento, tanto a Mons. Orbe como a Mons. Santos, por su apertura, por su comprensión, por su cariño y cercanía. Siempre, a lo largo del tiempo, nos acompañaron, nos dieron amplia libertad en el trabajo de misión. Que Dios y nuestra Madre de Compasión los premien en su gloria Hna. Mª Jesús Iriarte cc Nota de la webmaster: Después de haber leído el testimonio de Sr. Clarisse sobre las Hermanas de la Compasión en Camerún, y lo que Hna. Mª Jesús nos acaba de compartir sobre la vida de las Hermanas en la Selva del Perú, no me resisto a copiar a continuación, un Poema de Florentino Ulibarri, que me ha estado rondando todo este tiempo por el corazón… Dice así: TAMBIÉN LLEGARON MUJERES SABIAS Y aunque no lo digan las crónicas, también llegaron mujeres sabias desde los cuatro puntos cardinales. El fuego ardía en su seno mucho antes de ver la estrella en el cielo. Caminaban en oscuridad fiándose de que la tierra se iluminara cada noche con la luz de las lucernas más humanas. Llegaron mujeres sabias libremente y por propia autoridad, sin ocultarse y desafiando las costumbres, sin pedir permiso a ningún rey, siguiendo sus intuiciones y sueños su anhelo y el ritmo de su corazón, cantando canciones de esperanza y abriendo camino a la dignidad. Llegaron en silencio, de puntillas, sin ruido, sin parafernalia, sin provocar altercados ni miedos, sonriendo a todos los peregrinos. Llegaron de forma contracultural, no les quedaba otro remedio. Nadie levantó acta con sus nombres, pero dejaron huella y recuerdo imborrable. Llegaron y trajeron regalos útiles: agua que limpia, fuego que ilumina, pan de la tierra y leche de sus pechos. Llegaron con mantas para envolver, frutos secos para compartir, aceites para curar y ungir y nanas tiernas en sus gargantas para alegrar y dormir al que iba a nacer. Ayudaron a María a dar a luz, y cuando gemía con dolores de parto le susurraban bendiciones de su pueblo. Se quedaron en Belén muchas lunas, y encontraron para la familia un lugar digno. Y enseñaron a otras su arte y oficio, con paciencia, ternura y tino hasta que surgió una red de solidaridad. Llegaron mujeres sabias y alzaron su voz, sus brazos, su sabiduría, su cuerpo, su espíritu contra la matanza de inocentes. Y se marcharon por otro camino, igual que lo hacen siempre, sin prestar atención a los cantos triunfales, para proteger a los hijos más débiles. Se marcharon a su tierra. Pero vuelven una y otra vez en esta época y en todos los momentos importantes, cargadas de dones, risas, besos de vida, canciones y paciencia Dicen que es su trabajo y oficio; pero no, son nuestro sacramento y nuestros sueños mágicos despiertos. Vestidas sin llamar la atención están ahí, al borde del camino, en los cruces y duelos de la vida, en los oasis y en los desiertos, en el límite de nuestro tiempo, en los campos de refugiados, en el umbral de la conciencia, ofreciéndonos lo que más necesitamos. Danos ojos para verlas ahora, antes de que se marchen por otro camino, y sólo sean sombra para nosotros. Déjanos sentir el aroma de su presencia, la sonrisa de su rostro, la leche de sus senos, el calor de su espíritu y de su regazo y toda la ternura de sus corazones vivos. Déjanos abrazarlas para no olvidarlas. Siempre llegan mujeres sabias, oportuna y solícitamente, a Belén y al reverso de la historia, y son los mejores reyes magos de las crónicas evangélicas no escritas. Florentino Ulibarri