JUZGANDO INTENCIONES Juzgando intenciones Todo pecado que se comete contra el prójimo, es una violación de la regla de oro (Mat. 7:12) y de la ley real (Stgo. 2:8). Y en las reacciones comunes de los hombres, la mayoría impugna los motivos del corazón de otro, y como si fuesen omniscientes usurpan el trono de Cristo para reaccionar en contra de las motivaciones ocultas que creen reconocer en los demás. En el ejercicio de los pseudo-omniscientes es común oír expresiones como las siguientes “el hizo tal cosa porque me tiene envida” “el actúa así porque me quiere destruir” “usted se cree muy perfecto y por eso actúa así conmigo”, etc. En los ejemplos anteriores, el que juzga admite conocer el corazón del otro, y en vez de juzgar algún acto en particular, simplemente se dedica a juzgar las motivaciones del prójimo como si fuera Dios. En esto, hay una lección que hasta hermanos en Cristo no han aprendido, sólo Dios conoce los corazones y las motivaciones ocultas de las personas. Dios dijo a Samuel “…No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Sam. 16:7). Si somos honestos, debemos admitir la limitación que Dios nos impuso, no podemos mirar los corazones, sino solamente lo que está delante de nuestros ojos, los hechos y la evidencia (cf. Jn. 20:30-31). Para señalar a quien Dios escogería como sucesor de Judas, los discípulos oraron diciendo “Tú, Señor, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has escogido” (Hech. 1:24). Tocando el mismo punto, el apóstol Pedro comentó lo sucedido a Cornelio y su casa: “Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros” (Hech. 15:8). El apóstol Pablo enseñó “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Cor. 4:5). Nosotros no podemos juzgar las intenciones de los corazones, y Dios no espera que lo hagamos, Él jamás ha pedido que evaluemos el corazón de los demás. Por esto, sólo Dios puede anunciar “al hombre su pensamiento” (Am. 4:13). La omnisciencia y omnipresencia de Dios “Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender” (Sal. 139:1-6). La omnisciencia es el “Conocimiento de todas las cosas reales y posibles, atributo exclusivo de Dios” (RAE). “Ciencia universal, uno de los atributos de Dios” (Larousse). La palabra omnisciencia proviene del latín “omnis” todo, y “scientĭa” ciencia, y simplemente alude al “todo conocimiento” de Dios. *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 1 JUZGANDO INTENCIONES El salmo 139 es un texto que elocuentemente presenta la omnisciencia de Dios, como el conocimiento completo de Dios, y la omnipresencia de Dios, como toda la creación está delante de Él sin poder escapar de su presencia. Los primeros 6 versículos del salmo 139 presentan varios elementos del conocimiento de Dios, de lo cual aprendemos que Dios conoce al hombre mejor de lo que el hombre se conoce a sí mismo: “has conocido mi sentarme y mi levantarme... mis pensamientos... mi andar y mi reposo... mis caminos... aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí… tú la sabes toda” (Sal. 139:2-4), a lo cual el salmista exclamó “Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender” (v.6). Según lo que aprendemos en el Salmo 139: Dios conoce todas las acciones del hombre: “Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme” (v.2a). Dios conoce los pensamientos del hombre: “Has entendido desde lejos mis pensamientos” (v.2b). Dios conoce al hombre en todo tiempo: “Has escudriñado mi andar y mi reposo…” (v.3a). Dios conoce los hábitos y palabras del hombre “…y todos mis caminos te son conocidos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (v.3a, 4). Dios rodea al hombre y es su Señor: “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano” (v.5). Dios es omnipresente (v. 7-12) y el autor de cada detalle de nuestro ser (v. 13-18), lo cual debe movernos a un celo para Dios al rechazar el pecado (v.19-22) inclusive si la maldad está en nosotros (v. 23-24). Conclusión Debemos juzgar los hechos (Jn. 7:24), no las intenciones. El juicio de las intenciones pertenece a Cristo (1 Cor. 4:5), y no debemos usurpar su lugar, ¿por qué? “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mat. 7:2), “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio” (Stgo. 2:13). La misericordia bíblica se expresa a todos los hombres, no tan solo a los amigos (Luc.10:36-37). Pedro dijo a Cristo “Señor, tú lo sabes todo” (Jn. 21:17), Juan dijo que Cristo “conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Jn. 2:24,25), Pablo dijo que “es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo” (2 Cor. 5:10), el autor a los hebreos dijo que “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Heb. 4:13). Debemos reflexionar sobre el conocimiento que el Señor tiene de nosotros (Sal. 139:1-6) y de su omnipresencia de la cual no podemos escapar, porque “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Sal. 139:7). *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 2