Anthony Giddens escribiò en su libro “Un mundo desbocado”, que

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¿Prevalencia de los derechos de la niñez?
Francisco Taborda Ocampo
Comisión de Seguimiento a la Política Pública frente al desplazamiento
Anthony Giddens escribió en su libro “Un mundo desbocado”, que “En la familia
tradicional no eran sólo las mujeres las que no tenían derechos, tampoco los
niños. La idea de consagrar los derechos infantiles en la ley es, en términos
históricos, relativamente reciente. En períodos premodernos, al igual que en
culturas tradicionales hoy día, no se criaba a los niños por su bien o para la
satisfacción de los padres. Uno podría casi decir que no se les reconocía como
individuos”. Afirma también Giddens que la irrupción del niño como sujeto de
derechos es apenas del siglo XX (aunque la de los adultos tampoco es tan antigua
si contamos del siglo XVIII hacia acá). Y termina el capítulo de su libro en donde
reflexiona sobre este asunto, manifestando que “En una democracia de las
emociones los niños pueden, y deben ser capaces de replicar”.
Creo que algo de esa “democracia de las emociones” y del niño como sujeto de
derechos, es lo que vimos recientemente en la audiencia llevada a cabo por la
Corte Constitucional con niñez y juventud desplazada por la violencia en
Colombia. En efecto, el pasado 28 de Junio en la Sala de Audiencias de la Corte,
30 niños de varias regiones del país tuvieron la oportunidad de decirle a los
magistrados que integran la sala de tutelas que hace seguimiento a la situación
de la población desplazada, que sus derechos no sólo han sido inobservados, sino
también que las vulneraciones persisten y que el Estado no ha trazado una
política diferencial clara para atenderlos. Con una presencia lánguida del
Gobierno, que revela muy bien cómo asume la perspectiva diferencial, los niños y
las niñas hablaron con sinceridad y sin dramatismos o imposturas. En un lenguaje
directo y claro dijeron cuáles derechos eran los que más les vulneraron no sólo al
momento de ser desplazados, sino ahora que viven en tierra extraña.
Dijeron, entre muchas cosas, que el derecho a la educación aún no se les
garantiza de manera adecuada, que las viviendas donde habitan (o sobreviven)
ahora, son indignas de cualquier ser humano, que la alimentación que a veces les
ofrece el Estado es no sólo de baja calidad sino que en ocasiones está vieja, que
a sus padres no se les ofrecen alternativas laborales viables y que por eso tienen
que salir a trabajar en lugar de estar estudiando. Pero hablaron de manera
austera. No se la jugaron a conmover con libretos preparados, a los magistrados.
Fueron concretos y en eso radicó el valor y la importancia de sus intervenciones.
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Le enseñaron a los funcionarios del Gobierno que el asunto de los derechos, más
allá de programas sociales abstractos, es un asunto de personas de carne y hueso
que sufren limitaciones, que tiene voz y que reclaman atención directa y
puntual, no falsas retóricas elusivas.
Ninguno de los funcionarios del Gobierno, ni el ICBF, ni un par de viceministros
que estuvieron, ni Acción Social, ni la misma Directora de Familias en Acción,
que reconoció que el sistema de registro gubernamental no les ha servido,
pudieron dar respuestas plausibles a los interrogantes de los niños y los jóvenes
asistentes. Hablaron sí de los proyectos o programas generales, hablaron de
recursos, hablaron de muchas cosas, pero en estricto rigor jurídico-político,
revelaron muy bien que el Gobierno no ha construido una política diferencial
rigurosa para atender la niñez. Así sucedió con las mujeres en una audiencia
anterior, de lo cual ya se dio cuenta en este mismo semanario hace algunas
semanas1.
Uno no sabe bien si el Gobierno es torpe, o se hace. Uno no sabe muy bien si es
que en efecto no les importa (tiendo más a pensar esto); pero uno no puede, al
menos si fueran funcionarios consecuentes y avisados, darle tan poca importancia
a espacios tan importantes como estas audiencias que está realizando la Corte
para analizar, directamente con las poblaciones más afectadas, la situación real
de sus derechos como personas desplazadas por la violencia. En la audiencia de
mujeres que sucedió hace algunas semanas, hasta el mismo ACNUR, en cabeza de
su Representante para Colombia, se dolió sin apelar a un lenguaje políticamente
correcto, de la falta de representatividad y del bajo perfil de los funcionarios
que atendieron esa audiencia. Pues lo mismo ocurrió en esta. Lo cual comprueba
la arrogancia de ciertos sectores del Ejecutivo para asumir estos temas. Sin
embargo, la Corte no es ni ciega ni sorda, la Corte se percata de estos desatinos
del Gobierno. Ha tenido incluso que regañar a algunos de ellos, recordándoles
que están en un lugar donde se imparte justicia y que están rindiendo cuentas
ante jueces. Así sucedió con la Consejera Presidencial para la Equidad de la
Mujer en la ya mencionada audiencia con mujeres, y así estuvo a punto de
suceder en varios momentos en la audiencia de los niños, porque aunque éstos se
la jugaron a fondo viniendo desde regiones apartadas como Putumayo o Tumaco
o la Costa Caribe, los funcionarios del Gobierno no estuvieron a la altura de las
circunstancias. Entre más importante a nivel simbólico y por supuesto a nivel
político y social fuera un espacio, más importancia deberían darle los
funcionarios. Uno habría esperado una presencia nutrida de funcionarios de alto
nivel, diciéndoles a los niños aquí estamos y estos son los compromisos que
asumimos. Pero no. Además ese mismo día se supo por los medios la tragedia de
los diputados del Valle y eso ciertamente opacó la cita en la Corte. Pero tanto
más hubiera sido clave el mensaje si algunos ministros, a pesar de estar citados a
Palacio a las 11 de la mañana, se hubieran pasado por la Corte unas dos horas y
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Y las mujeres hicieron sentir su voz. Gladys Prada, Abogada, Investigadora de la Consultoría para los
Derechos Humanos y el Desplazamiento, Codhes. Semanario Virtual Caja de Herramientas. Mayo 11 de
2007.
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les hubieran puesto la cara a los niños. Todo mundo habría entendido que
tuvieran que retirarse, pero además habría sido un gesto de responsabilidad con
esta población vulnerable.
Estas situaciones profundizan las dudas acerca de si el mandato constitucional
sobre la prevalencia de los derechos de la niñez, se ha quedado petrificado en el
texto de nuestra Carta, o si realmente se ha ido apropiando por algunas
instituciones en este país. Yo me temo lo primero. Y si a eso se añade que no
estamos hablando de niños privilegiados de algún centro urbano, sino de niños
profundamente vulnerados y victimizados, pues hágame el favor, que la
protección y prevalencia de sus derechos debería ser doble. Campañas hacen
falta para que nos interroguen en la calle, en la plaza, en la oficina, cómo es que
de manera real para nosotros son prevalentes los derechos de la niñez y cómo es
eso del interés superior plasmado en la Constitución. Pero sobre todo para que le
pregunten al Gobierno y a quienes les prestan servicios a la niñez, cómo cumplen
esos derechos. Que le pregunten por ejemplo a las EPS, a los sistemas de
transporte, a las oficinas públicas, a las instituciones privadas, cómo concretan
esos mandatos constitucionales. Que UNICEF por ejemplo haga el ejercicio de
explorar si por lo menos los funcionarios públicos saben qué es eso del interés
superior y de la prevalencia de sus derechos y mucho me temo que la gran
mayoría se rajarían de entradita. Otra vez volvemos a reclamar eso de la
Constitución material y no nos cansamos de hacerlo. Que los derechos en la
Constitución, no sigan siendo retórica académica de especialistas, sino aquello
por donde fluye la vida cotidiana, para usar las palabras de un profesor italiano.
Julio 6 de 2007.
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