THIS IS THE END Diego Araujo Esa noche, el viento soplaba con

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THIS IS THE END
Diego Araujo
Esa noche, el viento soplaba con fuerza, permitiendo retumbar mi ventana; a este ruido,
se sumaba el silbido exterior y su choque con el antiguo tejado de la casa en junto.
Como comúnmente lo hago, me enterré en la cama que reposa directamente sobre el
suelo, más bien, apenas un colchón, extendí mi mano y a mi izquierda está mi
ordenador, siempre esperando silencioso y frio a que se haga efectiva mi visita, a darle
la vida que solo yo se la he destinado. Irónicamente, la sociedad más amplia está en ella,
mis relaciones, sentimientos, temores, es conocedora de todo, mas, lamentable la
inexistencia de sentimiento, no podría decir amarla, un objeto más, un cotidiano objeto
que poco a poco ha ido formando en mi el inconmensurable universo de lo que no
existe, el mundo de la red.
Esta noche de frio, la encendí con el común ademán de intentar ignorarla preparando
algo para fumar, mientras ella está lista, súpose temerosa, debido a que tardó en
encender; entonces, en esos momentos, mi mente solamente piensa en que un mejor
trato podría haber evitado su fin, y un sentimiento de arrepentimiento, similar a
escalofrío, recorre mi espalda; de hecho esto me ha sucedido tantas veces, que lo siento
como esas cosas, selectas pero al final, también cotidianas. Finalmente, encendió.
Me adentré en los pasajes de siempre, vi un par de notas curiosas, y conversé con las
personas que suelo conversar, de temas que no tienen mayor relevancia, por no
mencionar, el grueso tiempo que gastamos hablando estupideces, so pretexto de dar
rienda suelta a la imaginación. La medianoche estaba próxima, así que decidí empezar
por despedirme de aquellos con quienes todavía conversaba. Mientras mis pensamientos
iban y venían recordando todas aquellas ventanas que había abierto, y lo que en cada
una de ellas hacía, intentando guardar lo innecesario y acumular de más información
este pequeño ordenador, información que quizá nunca más iba a revisar, sin embargo,
era clasificada como “importante” o “interesante” y de potencial uso; como recolectar
basura digital; me encontré con una página de lo más curiosa, al dar un click innecesario
en un espacio que ni siquiera me percaté, sin embargo, la ventana saltó de la nada y
apareció, allí, delante del silencioso observador que se disponía a dormir, con el ruido
del viento fuera, chocando todavía fuertemente en mi ventana, y la luz, llegando más
tenue desde fuera que desde la pantalla, ambas, directamente sobre mi cara. El aspecto
de la ventana era oscuro, opalecente, apenas con pocos gráficos, de tintura gótica o
similar a artes que por ignorancia, me siento incapaz de seguir describiendo; sin
embargo, resaltaba en medio, unas grandes y curvas letras doradas, “This is the end”;
entonces me recordó directamente a la famosa canción del grupo The Doors, y a la
figura del irreverente Morrison, hablando de un evidente final; intente darle click, y
automáticamente, la página se cerró antes de poder acercar el puntero a las letras.
Obviamente, este suceso no pasó de ser un suceso cotidiano más, más allá del drama
que intente enfocar en este relato, en ese momento, no era más que una página viral. La
apagué y nuevamente, a mi izquierda después de ahí colocarla, me recosté a dormir.
Todo se volvió opaco, de repente pude ver mis manos en el sueño, y las cosas
empezaban a tener tal textura que por un momento sentí, había superado la sensación de
realidad, me sentía cansado, el aire era denso, sin embargo, me placía caminar; la
extraña sensación de seguir un rumbo me invadía, a pesar de que conscientemente no
conocía ningún camino, ni siquiera me era familiar el lugar en donde me encontraba;
con lo poco que veía, notaba farotas en las calles, antiguas, y la calle cubierta por
gruesos adoquines, con una uniformidad que el uso, había pasado de una forma
aplanada, a ondulantes, salientes y entrantes de piedra que evidenciaban el frecuente
camino de autos.
Seguí por esa calle, a mi parecer, la hora era precisamente, la hora en la que me
encontraba en el sueño, y por un momento perdí conciencia de estar dormido, debido a
que las sensaciones eran tan reales que hasta podía sentir el frio posarse en mis labios y
luego limpiarlos con mi lengua, pretendiendo mantenerlos húmedos y tibios.
Más allá, llegué a un almacén, no me parecía extraño no haberme encontrado con gente,
debido a la hora en que me encontraba, sin embargo, al llegar acá, me invadió un
profundo sentimiento de soledad, la ciudad aparentaba estar vacía, y la ausencia de
ruido era tal que si prestaba atención, en el silencio que dejaba por lapsos mi respirar,
podía escuchar levemente, el latir del corazón, que poco a poco, se iba acelerando de
inexplicable manera, el corazón latía con más fuerza y la respiración se aceleraba, entre
en un momento de suma desesperación, intenté correr pero no encontraba destino, la
vista perdía su rumbo, entonces, como por intuición, a mi izquierda divisé una pequeña
luz, y corrí hacia allá. Llegué más que apresuradamente, y todavía seguía esa sensación
en mi ser, esa angustiante e inexplicable desesperación que ni siquiera me permitía
gesticular palabra (y es en este momento cuando noto que en realidad, en todo el sueño
no me había escuchado hablar), levanto la cabeza y observo, bajo la luz naranja de un
faro, que describe tan bien su trayectoria al chocar con la bruma, justo debajo del
mismo, está Mariana, mi abuela, a quien no había visto hacia aproximadamente 8
meses; en sus manos estaba mi ordenador; cavilando en estos momentos, y ya con
sentimientos totalmente cambiantes habiendo pasado (nuevamente sin percatarme) de lo
desesperante a lo atónito, recuerdo que de hecho, la última vez que la vi, era antes de
que mis padres me regalaran el computador, extrañamente, desde ese entonces, no volví
a disponer de tiempo suficiente para hacerlo. Mariana, lleva en su mano una navaja, yo
intento hablarle pero no lo consigo, mi voz ha desaparecido, y solo me atrevo a
presenciar el extraño evento que en el ensueño acontece: Toma la navaja, y con la fineza
y dedicación que un ama de casa, corta el filete hasta conseguir pedazos tan finos, de la
misma manera, toma su brazo y con su diestra haciendo un corte longitudinal en su
muñeca, abre sus venas y empieza a desangrar, intento mover mis manos, pies, mi boca
y alcanzarla, gritar, correr pero es inútil, estoy ahí para ser testigo de acto de tal
atrocidad; finalmente, con la poca fuerza e infinita paciencia que todavía denota en su
rostro, marca con sus dedos llenos de sangre sobre el ordenador “this is the end”, en ese
instante, caigo sobre el pavimente con los ojos bien abiertos, observo también ella caer
de su silla y la sangre correr hasta la alcantarilla delante de mi cara, espesa y rojiza
sangre.
Despierto atónito, observo a mi alrededor, lo primero que decido hacer es bajar a por un
vaso de agua, busco a alguien en casa, mi madre no está, tomo el teléfono y llamo a casa
de mi abuela, para mi sorpresa, la voz de mi madre contesta, se escucha ruido y llanto
en el fondo; mi pregunta es directa: ¿Cómo está la abuela?; un silencio en su voz,
demanda para mi lo casi evidente, lo casi presenciado, y el frío por mi espalda vuelve a
recorrer, ahora con más intensidad, y ya no se disipa, sino se contiene contrayendo los
músculos, sensación de la cual, el grito y el llanto, solo ellos, permiten liberarte. Tras la
pausa, finalmente gesticula mi madre: está muerta, aparentemente, se suicidó. Dejo caer
el teléfono e intento dar explicación a tan horrenda pesadilla, no tengo compañía, estoy
solo en esta casa, no quiero salir no puedo hacerlo, vuelvo a mi cuarto, vuelvo a
hundirme en el colchón sobre el suelo, y como por inercia, estiro mi mano hacia mi
izquierda, tomo mi ordenador, y mis dedos que cubren la parte baja del mismo para
levantarlo, sienten la tibieza y humedad de un líquido, con la luz encendida todavía, veo
el rojo en mis yemas, giro el aparato y encuentro tan diabólica frase, marcada con
sangre fresca todavía.
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