EL EPULÓN RICO ATORMENTADO EN EL FUEGO ETERNO P. Steven Scherrer “Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado” (Lucas 16, 25). Vemos aquí que no todos son salvos. Algunos son eternamente atormentados en el infierno como el epulón rico aquí, porque “una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (Lucas 16, 26). Vemos la misma cosa en la enseñanza de Jesús sobre el juicio de las naciones. Los que no vivían bien irán al fuego eterno. “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles … E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Matt. 25, 41. 46). No es que el sacrificio de Cristo no ha sido perfecto o que le faltó poder para salvar a todos. Fue poderoso para salvar a todos los electos, es decir, a todos los que Dios predestinó a salvar, que son los que respondieron con fe. Pero ¿por qué fue este epulón rico atormentado en el fuego eterno? Jesús nos dice que él “hacía cada día banquete con esplendidez” (Lucas 16, 19). Y Abraham le dijo que él recibió sus bienes en su vida y ahora está atormentado (Lucas 16, 25). Él vivía una vida indulgente, centrada en los placeres y deleites mundanos, haciendo cada día banquete con esplendidez. Ya ha tenido, pues, su recompensa. Jesús dijo la misma cosa en las bienaventuranzas. “¡Ay de vosotros, ricos! —dijo— porque ya tenéis vuestro consuelo” (Lucas 6, 24). Al contrario, dijo: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios” (Lucas 6, 20). Una vida indulgente, llena de placeres, es una vida dividida en el mejor de los casos, dividida entre Dios por una parte, y el falso dios de los placeres innecesarios de este mundo por otra parte. Es una vida que tiene un corazón dividido, que no vive sólo para Dios con todo su amor (Marcos 12, 30). Los que se dividen así son como un camello tratando de pasar por el ojo de una aguja (Matt. 19, 24). Por eso Jesús dijo que “difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Matt. 19, 24). No sirven sólo a un señor (Matt. 6, 24). No tienen sólo un tesoro (Matt. 6, 19-21). Son como una semilla plantada entre espinos que la ahogan para que no dé fruto (Lucas 8, 14) —“Son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida” (Lucas 8, 14)—. ¡Cuán mejor vivir sólo para Dios, y completamente para él, con todo el amor de nuestros corazones, sin división alguna!