Pero, ¿qué hago aquí? Y ¿qué significará “I want to break free”? Primer día de clase. Un grupo de personas, jóvenes en los ochenta, espera sentado la entrada del profesor. Cuando llega, con puntualidad inglesa, buena parte del grupo constata que es bastante más joven que ellos. No obstante, impone mucho. Paco y Paca se sientan delante y no pueden ver las caras de susto del resto de sus compañeros de clase. Piensan que los demás saben “defenderse” con el inglés. No como ellos. El profesor se dirige por primera y única vez al grupo en español para preguntar a cada uno por qué está allí. Empieza un turno de palabra y Paca se abstrae en sus pensamientos, única vez que podrá hacerlo durante este curso. Eso digo yo,- piensa-. ¿Qué hago yo aquí a mis …nta y tantos? No trabajo en un centro bilingüe, no necesito currículo, no tengo amigos ni familiares anglófonos (por ahora). ¿En qué estaría pensando para matricularme otra vez en la Escuela de Idiomas? Clases, dos tardes por semana. Exámenes, cada trimestre pero te lo juegas todo en junio. Si te queda una competencia en septiembre, repites el curso completo. Tareas…”a lot”. También querrá que leamos en inglés y que veamos películas subtituladas, series, que escuchemos canciones… ¡Me canso sólo de pensarlo! ¿Y si me levanto discretamente y me voy ahora que todavía estoy a tiempo? No me he presentado, no saben quién soy… Al menos, -sigue pensando ensimismada buscando una respuesta adecuada-, cuando me preguntaron esto mismo en clase de francés no tuve dudas. Estoy aquí porque me encantan la cultura y la lengua francesas, y me gusta acabar lo que empiezo - dije entonces-. Aunque tampoco necesitaba estudiar francés, tenía garantizado disfrutar porque sólo escuchar y hablar ya era satisfactorio en sí mismo. Pero ahora…, ahora es diferente. El inglés me resulta “seco” y un tanto desabrido frente a la dulzura del francés. Es el idioma de los negocios y no del amor, esto es significativo. Además, casi no se conjuga pero la gramática es para volverse locos. No hay reglas de pronunciación y tampoco es que me atraiga mucho la cultura anglosajona… ¡Paca, tu turno!- el profesor se dirige a ella, sacándola súbitamente de sus reflexiones-. ¿Por qué estás estudiando inglés? Eh…-responde dubitativa-. Porque…porque…eh… (Ella no lo sabía aún, pero ese alargar las palabras para tener más tiempo para pensar, se repetiría muchas veces a lo largo del curso, en cada “speaking”). Porque quiero poder comunicarme con el resto del mundo- responde finalmente con cierto rubor-. Quiero viajar con la tranquilidad de resolver 1 cualquier situación que pueda surgir. Además -añade-, me encantaría comprender las canciones de Queen y de los Beatles. De repente ha comprendido mientras las verbalizaba, que esas eran sus razones. Se ha convencido a sí misma y esa es su verdadera motivación. Inmersa como estaba en sus pensamientos, no ha prestado atención a las respuestas de sus compañeros. Si las hubiera escuchado, habría sabido que no es la única que está allí digamos que por gusto. O, al menos, sin un interés meramente curricular. Por ejemplo Paco, algo mayor que ella y pensando ya en la cercana jubilación, está allí para no depender de la traducción de su hija cuando viajan a Londres a visitarla y María, porque su hermana se fue a vivir a Cambridge y ella va de vez en cuando. Su cuñado y sobrinos solo hablan inglés y no quiere perder la oportunidad de comunicarse con ellos. Y así, uno tras otro van contando por qué renuncian dos tardes por semana a pasear por la playa o hacer cualquier otra actividad de verdadero ocio. Pero Paca, esto, no lo ha escuchado. A partir del segundo día, ni una palabra en español. “Nothing”. Paco y Paca llegan a pensar que deberían estar repitiendo primero, que segundo tiene un nivelito que promete ser duro. El profesor aprovecha cada segundo de las dos horas y cuarto de clase. Con reiterada puntualidad inglesa y organización alemana va llevando a Paco y Paca junto con el resto de la clase a construir algo parecido al inglés. Para animar al grupo, el profesor (“teacher” en lo sucesivo), asegura que llegará el día en que todo encaje como un rompecabezas y que, a partir de ahí, se producirá un “despegue” en el idioma que marcará un antes y un después. Pero Paco y Paca lo ven tan lejano y tan difícil que lo viven como si el “teacher” les hubiera dicho que son astronautas y en breve van a salir con un cohete hacia la Luna. Igual. El español, lengua facilísima para nuestros protagonistas que no entienden cómo el inglés puede resultar tan difícil, tiene numerosos refranes en su refranero, como el que dice que “el roce hace el cariño”. Paca nunca estuvo de acuerdo con esta afirmación porque no hay que sufrir para apreciar algo, y la verdad es que roces y rozaduras, con el inglés, los hay. Pero a pesar de ello, poco a poco, el cariño va llegando. Paco y Paca entregan el primer “writing” del curso con poco más que frases sueltas e inconexas y, aunque con más verde que en Irlanda (color elegido por nuestro “teacher” para no traumatizarnos con las correcciones, pues se trata de una persona sensible), para sorpresa de ambos resulta APTO. ¡Un subidón! Sigue el curso. No pierden ni una clase, ni un punto, ni una coma. Casi no respiran si no les pregunta, para no perder ni un fonema. Anotan todo. Día a día, semana a semana, “little by little”, el idioma se va construyendo y ya son capaces de dirigirse al “teacher “en inglés aunque con más “eh…eh…eh”…que otra cosa. Todavía no producen los fonemas correctos pero, al menos, tampoco arrastran vicios de pronunciación mal aprendida, ya que nunca antes estudiaron inglés. 2 A veces, en el corto “break” (ya nadie le llama descanso allí), Paco y Paca comentan lo difícil que resulta aprender un idioma de mayores. Pero luego llegan a la conclusión de que tiene otras ventajas. Ellos tienen ganas, motivación, capacidad de organización y experiencia. Eso debería compensar la disminución de la capacidad de aprendizaje que de forma inevitable acompaña al paso de los años. Esto es lo que se dicen, más para consolarse que por convicción. También es cierto que se avanza mucho en muy poco tiempo, por lo que cuesta más asentar los conocimientos que cuando se estudian lentamente y en espiral, repasando cada año contenidos de cursos anteriores,- le dice Paco para animarla-. Llevan más de medio curso y el consabido despegue no llega. Paco y Paca se defienden por escrito pero el “listening” y el “speaking” no fluyen. Están preparando su examen de “speaking” y se dan cuenta de que pueden hablar de cosas que se preguntan mutuamente, sin haberlas pensado antes. Esto es nuevo. ¿Estará encajando el rompecabezas?-se pregunta Paca. De vuelta a casa, Paca escucha en el coche la canción de Queen que, inevitablemente, le trae la imagen de Freddie Mercury con una minifalda negra, una camiseta rosa y una peluca, pasando la aspiradora. De repente, el puzle de letra y música, encaja: “I want to break free”, ¡claro! -se dice -. ¡Quiero liberarme! Y las canciones empiezan a contarle cosas. Laly Valiente Gómez 3