matr nas Matronas Prof. 2013; 14(3-4): 68-73 profesión Artículo original. Investigación histórica La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX The election of the wet nurses at the upper classes from the 17th century to the 19th century Beatriz Espinilla Sanz Matrona. Hospital Universitario de Burgos RESUMEN ABSTRACT Objetivo: Determinar los requisitos para ser nodriza en las clases ricas, y especialmente en la Corte, durante los siglos XVII al XIX; la consideración social de la lactancia materna y de la «lactancia mercenaria»; el papel que representaban las nodrizas en la sociedad; las razones para su contratación, y las creencias que se tenían sobre el ciclo reproductivo femenino y sobre la fisiología de la lactancia. Material y métodos: Investigación bibliográfica de documentos impresos, decretos reales y libros de medicina, ginecología, higiene y usos y costumbres de los siglos XVII-XIX, elegidos porque contenían información sobre las nodrizas y su situación social. Resultados: Hubo gran demanda de nodrizas en la sociedad. Los motivos para ello fueron tanto médicos como socioeconómicos. Al ser las amas de cría una institución social tan importante, recibieron gran cantidad de alabanzas pero también de críticas. De hecho, a partir del siglo XVII surge una corriente médica que prima la lactancia materna y considera que las nodrizas encarnan todos los vicios y maldades de la sociedad. Los requisitos para ser nodriza en las clases altas, y más concretamente en la Corte, eran muy estrictos: se tenía en cuenta su procedencia, sus atributos morales y físicos y sus condiciones sociales, además de la calidad y cantidad de leche. Conclusiones: Los conocimientos de la época sobre la fisiología del cuerpo femenino, por un lado, y la escala social del infante, por otro, determinaban los requisitos de elección de la nodriza, siendo la ideal aquella mujer de buenas costumbres, sana, con una constitución media, morena o rubia, de pechos medianos y procedente de una población pequeña. El trabajo que presentamos nos alienta a continuar investigando en este campo. Objective: To determine the requirements to become a wet nurse for the rich class, mainly at the Court, from the 17th century to the 19th century; the social consideration of maternal breastfeeding and wet nurse breastfeeding; the wet nurse social relevance and the reasons to hire them, as well as the knowledge about the female reproductive cycle and physiology of lactation. Material and methods: A bibliographical investigation of printed documents, royal decrees, orphanage documentation, and medical, historical, gynecology, hygiene and ways of life books of the centuries mentioned. Results: There was a huge demand of wet nurses on the society due to medical and socioeconomical reasons. The wet nurses were very important so they received great number of praises, but were also strongly criticized; in fact, from the 17th century, a medical current that proclaims the advantages of maternal breastfeeding begins, and considers wet nurses as the worst of the society. The requirements to become a wet nurse in the high class, and especially at the Court, were very strict. The origin, the physical and moral characteristic, the social conditions and the milk quality and amount were considered. Conclusions: The knowledge about physiological changes of the female body and the child social class determinate the wet nurse characteristics. The perfect nurse had good morality, medium constitution and medium breasts, was healthy, blond or dark-haired, and proceeded from a little town. This work gives us the chance to continue researching in this way. ©2013 Ediciones Mayo, S.A. Todos los derechos reservados. ©2013 Ediciones Mayo, S.A. All rights reserved. Palabras clave: Lactancia, historia, antropología cultural, leche humana, relaciones familiares. Keywords: Breastfeeding, history, cultural anthropology, human milk, family relations. Fecha de recepción: 15/01/12. Fecha de aceptación: 15/03/13. Trabajo presentado en forma de comunicación oral en el I Congreso de la Asociación Castellano-Leonesa de Matronas conjuntamente con la FAME. Burgos, octubre de 2011. Correspondencia: B. Espinilla Sanz. Correo electrónico: beazitra@hotmail.com Espinilla Sanz B. La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX. Matronas Prof. 2013; 14(3-4): 68-73. 68 68-73 ART ORIG LA ELECCION.indd 68 12/02/14 16:54 La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX Artículo original B. Espinilla Sanz INTRODUCCIÓN Este trabajo sobre la elección de las nodrizas en las clases altas en general, y en la Corte en particular, durante los siglos xvii al xix trata de recopilar todos los requisitos para ser nodriza en una casa acomodada o rica; sus orígenes; la función que tuvieron las amas de cría en la sociedad de la época; las razones para su contratación; la consideración social de la lactancia materna y de las nodrizas y su «lactancia mercenaria», e incluso las ideas y conocimientos que en esos siglos se tenían sobre el ciclo reproductivo femenino y la fisiología de la lactancia. Lo primero que hay que saber es que una nodriza, también llamada ama o aya de cría o ama de leche, es una mujer que amamanta a hijos ajenos, sea porque su madre no quiere o porque no puede hacerlo. Siempre ha habido nodrizas1,2, bien por dinero, bien como socorro a un niño cuya madre hubiera muerto o estuviera enferma, entre otras razones. Sus actividades están descritas y reguladas desde la Antigüedad3, y las encontramos en Egipto en el papiro de Ebers (1550 a.C.), en Babilonia, y en múltiples documentos que datan de 2.000 años antes de Cristo. En Grecia se tenía a las nodrizas en alta consideración, y en Roma incluso existían mercados de nodrizas llamados lactaria. En la Edad Media sus actividades estaban reguladas por ley en las Siete Partidas de Alfonso X. A partir del siglo xvii fueron tantas las familias que las solicitaban que se convirtieron en una institución social. Como tales, como algo establecido y fundado, entre los siglos xvii y xix (sobre los que versa este trabajo) se las clasificaba en tres tipos4: las que lactaban a los niños de la inclusa, las que se llevaban a los niños a su propia casa y las que estaban internas en la casa de los amos. Este estudio se centrará en las terceras, pues era la opción de trabajo que las clases acomodadas preferían. MATERIAL Y MÉTODOS Se realizó una investigación bibliográfica, en la Biblioteca Histórica de Santa Cruz, la Biblioteca Nacional de España, en bibliotecas universitarias y en otras bibliotecas públicas, de documentos impresos y decretos reales, así como de muchos de los libros de medicina, ginecología, higiene, usos y costumbres, de los siglos xvii al xix. Se eligieron estos estudios porque contenían información sobre las nodrizas y su situación social y doméstica (no sólo en las clases acomodadas, sino también en los hospicios), además de información sobre la lactancia materna y la mercenaria. RESULTADOS Razones por las que «se ponía a los niños en ama» La demanda de nodrizas durante los siglos xvii-xix era muy grande por diversos motivos tanto médicos como socioeconómicos. Desde el punto de vista médico, existían diversas razones para contraindicar la lactancia materna, como por ejemplo que la madre estuviera débil tras el parto o sufriera algún defecto en su constitución (p. ej., algún defecto en los pezones), que tuviera falta de leche o que presentara alguna enfermedad que se pudiera transmitir por la lactancia1,5; incluso se consideraba una contraindicación una desmedida excitabilidad de su sistema nervioso6. Además de todas estas causas anatómicas y psicológicas, había otras totalmente personales, pues se pensaba que para que una mujer viviera más y estuviera siempre más sana no debía dar el pecho a su hijo7. Desde el punto de vista socioeconómico, en cambio, las razones de poner «al niño en ama» eran más variadas y complejas. Una de las causas sociales más importantes para contratar una nodriza era considerar la lactancia como un trabajo; y no hay que olvidar que en estos siglos todo trabajo –excepto el cancilleresco, clerical, intelectual o militar– tenía una consideración negativa, ya que se pensaba que era un castigo divino que recaía sobre las clases innobles8, además de que se veía como una vergüenza. Así, la lactancia materna se entendía como un trabajo gravoso y servil, ajeno a la «gente de forma»1, por lo que se contrataba una nodriza para realizarlo. La lactancia no sólo se entendía como un duro trabajo, sino que, además, se consideraba que las circunstancias sociales de las mujeres de clase rica (es decir, su posición social y la agitación derivada de esa posición y el nivel de vida en que estaban situadas) les impedían dar el pecho correctamente9. Ahora bien, en la Corte los motivos para contratar una nodriza no eran sólo de clase o de relevancia social, sino también políticos; una de las obligaciones de la reina era asegurar la continuidad de la dinastía en el trono, y si no amamantaba a sus vástagos tendría un mayor número de embarazos; por tanto, aumentaría la descendencia y con ello las posibilidades de que algún heredero sobreviviera10. Por todo esto, contratar una nodriza se convirtió en una moda, así como en un signo de ostentación y una marca de posición social8. Había también otra circunstancia para contratar un ama, y se basaba en la creencia, errónea según los conocimientos actuales, de que el tener relaciones sexuales provocaba una irritación genital que desencadenaba la menstruación, y que dicha menstruación hacía que disminuyera la calidad de la leche. Por tanto, durante la 69 68-73 ART ORIG LA ELECCION.indd 69 12/02/14 16:54 Matronas Prof. 2013; 14(3-4): 68-73 lactancia se procuraba la abstinencia sexual, con lo que los maridos preferían que su mujer no amamantara al hijo para así evitarse el tiempo de abstinencia que debía guardar una mujer lactante de la época8. Consideración social de la nodriza Podemos imaginar que las nodrizas, al ser una institución tan antigua –ya que han existido desde siempre– y tan importante –puesto que se encargaban de la alimentación de muchas generaciones nuevas durante años–, han estado muy presentes en la sociedad y por tanto han sido objeto de alabanzas y críticas desde siempre. Por lo general se las tenía como muy valiosas y muy necesarias; y no es hasta el siglo xvii –y con más fuerza en el xviii– cuando los médicos y estudiosos empiezan a verter grandes críticas sobre ellas, ya que están convencidos de que la lactancia materna es el mejor alimento que los niños pueden recibir y de que, como poco, es una aberración poner a los niños en ama. Dichos médicos creen que las madres están obligadas a dar el pecho a sus hijos5,11 por ser lo mejor para ellos y porque repercute de forma positiva en la salud de la madre. Para los médicos de los siglos estudiados, las ventajas de amamantar eran tanto físicas como morales12. Por ello, proclamaban las bondades de la lactancia materna y tenían una visión muy negativa de las nodrizas y de su «lactancia mercenaria», ya que amamantaban a un niño ajeno a cambio de una remuneración económica. Era tanto su rechazo que incluso aducían razones divinas para justificarlo, considerando que el Señor, ante la crueldad de no amamantar a sus hijos, mandaba a las madres amas coléricas, necias, sucias, tragonas, indolentes, etc., cuyo interés radicaba solamente en ellas mismas y no en el niño al que amamantaban11,13-15. Los médicos también intentaban disuadir a las madres de buscar ama contándoles los desvelos que se padecían en Palacio por su culpa, argumentando que si esto sucedía con las amas del príncipe, que se suponía que eran las mejores, podían imaginase lo que tendrían que pasar las madres lidiando con las amas al servicio de un caballero, que era de menor rango social que un rey11. Y cuando dichos médicos analizaban a una mujer que se ofrecía como ama, tampoco encontraban ninguna característica positiva, ya que, según ellos, lo hacía porque se le había muerto su niño –lo que indicaba que la mujer podía tener alguna enfermedad que no se reconociera a simple vista– o porque ya lo había destetado –por lo que el ama ya tendría leche vieja– o, aún peor, porque dejaba sin criar a su propio hijo para criar a uno ajeno, lo que era un signo evidente de ser mala madre y, por lo tanto, peor nodriza2. Si bien todas estas consideraciones negativas sobre las nodrizas pudieran parecer una exageración, los diferentes ambientes y estatus en los que estas trabajadoras mercenarias (así se las denomina en muchos documentos1-4) se ofrecían daban lugar a una mezcolanza de mujeres y, por tanto, a una variada mezcla de motivos, de condiciones de higiene, de moral y de salud. Todo esto indica que en ocasiones sí se producían algunos de los horrores que denunciaban los detractores de la lactancia mercenaria. Por ejemplo, respecto a las nodrizas de las inclusas, Concepción Arenal dice que «la mortalidad es tan elevada que si a ello solo estuviere confiada la conservación de la especie, se extinguiría»3, dado el gran número de bebés que le correspondían a cada nodriza. Y son estos casos los que hacen verdadero el refrán popular de que «amas son llamas»11. A pesar de todos los detractores de la lactancia mercenaria y todas las razones que aducían contra ella, la sociedad de los siglos que estudiamos hizo oídos sordos a sus recomendaciones y siguió contratando amas. En definitiva, fue un gran mercado de nodrizas que no tocaría a su fin hasta la promoción de la leche de fórmula tras la Segunda Guerra Mundial, ya en pleno siglo xx3. Una vez que la madre decidía no dar de mamar a su hijo, comenzaba la búsqueda de la nodriza, siguiendo, siempre, un criterio de excelencia. La elección de la nodriza La elección de las nodrizas para los hijos de familias ricas recaía en la comadre de la zona o en el médico de la familia, que se encargaban de examinar a las candidatas y decidir cuál de ellas era la mejor. Contratar una nodriza era tan habitual que incluso, ya en el siglo xix, el Ayuntamiento de Madrid instituyó a las amas en la «Sección de nodrizas» –incluida en el Negociado de Estadística–. Dicha institución elaboró un reglamento para el servicio higiénico y la salubridad de las nodrizas, y se encargaba, además, de seleccionarlas y de realizarles un reconocimiento médico. En el caso de que cumplieran las condiciones establecidas, se les daba una libreta en la que se sellaban todas las contrataciones y los despidos que habían tenido en diferentes casas. De hecho, estaba prohibido que una mujer ejerciera como nodriza si no tenía la libreta en vigor16. A pesar del interés que pueda tener la elección de nodrizas en las clases acomodadas, vamos a centrar nuestra búsqueda en las amas de cría seleccionadas para amamantar a los hijos de las mujeres de Palacio, porque es en el entorno palaciego donde más curiosidades vamos a encontrar, donde eran más exigentes con las características que debían cumplir las nodrizas y donde más documentación escrita hay sobre todo lo referente 70 68-73 ART ORIG LA ELECCION.indd 70 12/02/14 16:54 La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX Artículo original B. Espinilla Sanz a la elección de las amas de leche. Centrémonos, entonces, en la reina y en su familia. Alguno de los médicos de cámara era el encargado de esta elección, responsabilidad que representaba un gran honor. La procedencia El médico comenzaba la búsqueda de la perfecta nodriza alrededor de 1 mes antes de la fecha probable de parto; y la buscaba preferentemente en pueblos, ya que se consideraba que las pueblerinas eran más honestas, más nobles, más sanas e incluso más trabajadoras que las de ciudad17. La buscaba por pueblos que no estuvieran muy alejados de la Corte. Una vez elegidos los pueblos, se mandaban a los ayuntamientos avisos y bandos que contenían una relación de las condiciones requeridas para ser ama18 y en los que se citaba a todas las mujeres del lugar que, cumpliendo los requisitos, quisieran trabajar en la Corte. Ahora bien, para optar al trabajo, la mujer debía aportar la célula de vecindad que expedía el alcalde del pueblo19. Estadísticamente, hasta 183017 los municipios de donde se elegían la mayoría de las amas pertenecían a Burgos, seguidos de los de las provincias de Toledo y Madrid. Esto demuestra lo erróneo de la creencia de que la mayoría de las nodrizas eran del norte de España, más en concreto de la Vega del Pas, pues los médicos no fueron a buscar nodriza por la provincia de Santander hasta 1831, tras el nacimiento de un hijo de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, cuarta mujer de Fernando VII19. Dado que a partir de ese año la mayoría de las nodrizas se buscaron por el norte de España y, además, fueron las más retratadas por los pintores de la época, ello quedó en nuestra memoria histórica como hecho más reciente y provocó que el imaginario etnográfico colectivo asocie a las buenas nodrizas con el norte de España. Las características Para determinar si una madre podía criar a un hijo del rey debía valorarse si conjugaba ciertas condiciones sociales, físicas y morales. Bien es cierto que en la época en que se centra el presente estudio las características morales y físicas no estaban tan disociadas como ahora, de modo que se consideraba que una mujer de cara bonita y mirar agradable –por ejemplo– sería mejor nodriza, puesto que «la cara era el espejo del alma»13. Atributos morales La búsqueda de atributos morales era fundamental, pues se encontraba generalizada la idea de que a través de la leche se transmitían cualidades morales; y era tal la convicción que hasta en el saber popular, tal como reflejan los refranes, se decía que «lo que en la leche se mama, en la mortaja se derrama»; es decir, que todo lo bueno y lo malo que transmite una mujer al amamantar condiciona los aspectos del futuro modo de ser del lactante en su totalidad6. Esta idea implicaba que la nutriz era el primer resorte del desarrollo físico y moral del recién nacido, por lo que, si tenía virtudes o vicios, esa sería la primera semilla que recibiría el niño2. Por ello, la nodriza debía estar casada; debía ser cristiana y de ascendientes cristianos, para no transmitir herejías10; de carácter alegre y tranquilo, tenía que tener buen corazón y unas mínimas capacidades intelectuales. Había tal exigencia y puntillosidad en las condiciones, que los médicos incluso atendían a que la mujer no se pusiera afeites, puesto que de una mujer demasiado coqueta se sospechaba un alto grado de lujuria13. En definitiva, se exigía que demostrara que era de buenas costumbres, para lo que se pedía al párroco del pueblo que expidiera un certificado de buena conducta, no sólo de la aspirante sino también de su familia. Condiciones sociales Si atendemos a las condiciones sociales, se pedía que la futura ama de cría no fuera primípara, porque una mujer que ya hubiera parido varias veces tendría más experiencia y habría demostrado ya que tenía los pechos realmente preparados para lactar; que tuviera entre 20 y 35 años, y que trabajara en el campo, dado que las mujeres que trabajaban la tierra eran laboriosas, robustas y de brazos fuertes. Se requería, además, que no tuviera la menstruación y que no estuviera embarazada ya que, en ambos casos, la leche sería de peor calidad13,15,20. Características físicas El reconocimiento más amplio era, evidentemente, el de las características físicas, para lo que se examinaba el estado de salud, el aspecto físico o constitucional, las características del pecho y las de la leche. Del mismo modo que el cura garantizaba las cláusulas morales, también para este examen el médico del pueblo debía garantizar las cláusulas físicas, extendiendo un certificado que acreditaba la buena salud de la madre candidata y –si era posible– la del padre también. Todo era importante en este examen y todo se revisaba. En primer lugar, los médicos hacían una revisión general con la que verificaban que las aspirantes siempre habían estado sanas y, a partir del siglo xviii, que estaban vacunadas. También en cuanto al aspecto físico, las preferían robustas, ni flacas ni gordas19 y con el cuerpo bien proporcionado. Como veremos, el reconocimiento físico era realmente exhaustivo, por el hecho evidente de que la no- 71 68-73 ART ORIG LA ELECCION.indd 71 12/02/14 16:54 Matronas Prof. 2013; 14(3-4): 68-73 driza podía introducir en las familias cualquier enfermedad contagiosa. Por ello se inspeccionaban todas las partes de su anatomía, incluso los órganos genitales y el ano, para descartar marcas de afecciones como por ejemplo la sífilis, tan común en los siglos referidos. Después se examinaba la parte superior del cuerpo, la cabeza y el rostro. En la cara se atendía a los ojos y la boca. La boca debía ser saludable, sin mal aliento y con encías sólidas y coloradas. En cuanto a los ojos, se tenían en cuenta la expresión, por lo que se elegía a las nodrizas que tuvieran ojos vivos, y la mirada, por lo que se desechaban las bizcas, puesto que –se suponía– el niño aprendía e imitaba la forma de mirar de su ama de cría13. Al escudriñar el pelo, se buscaban mujeres de cabello fuerte y sin calvas, puesto que las calvas podían ser reflejo de alguna enfermedad, como la tiña. También tenía importancia el color, que podía ser rubio o moreno15 pero nunca pelirrojo (el rechazo supersticioso a los pelirrojos se refleja también en la lengua hablada en refranes del tipo «Ni perro ni gato de aquella color»). Parece ser que los pelirrojos estaban asociados a Caín, a las brujas, al demonio y a la maldad en general en ciertas partes del Imperio Romano y también de la Europa cristiana. La elección no sólo estaba condicionada por el color del pelo sino también por el de la piel, ya fuera de la cara o del cuerpo7, pues se creía que las morenas tenían mejor leche7,9. En la piel también era muy importante que no existieran marcas de enfermedad; incluso era preceptivo que la transpiración no oliera mal, dado que se suponía que la causa de la fetidez eran los malos humores del cuerpo. Descendiendo a lo largo del cuerpo, la siguiente parte que analizaban y juzgaban los médicos cuando buscaban una buena nodriza era el pecho, que se convertía, lógicamente, en el elemento anatómico examinado de forma más escrupulosa. Para entender las características que se requerían para un pecho tan perfecto que sirviera para amamantar al hijo de un rey, es preciso comprender las creencias de entonces sobre la fisiología de la lactancia. Así, en algunos tratados del siglo xvii leemos que la leche está mezclada con la sangre en forma de materia láctea, de la que se separa al pasar por el pecho, después de cocerse en él, apareciendo de este modo la leche7,13. Por esta razón, los médicos buscaban pechos de mediano tamaño, ni grandes ni pequeños, para que cocieran la leche en su justa medida. Además de ello, debían ser elásticos, firmes, sin durezas, redondeados y con gruesas venas patentes. Tras examinar el volumen y la consistencia de los pechos, se analizaba que los pezones fueran de un tamaño proporcionado y de color sonrosado, entre otras cualidades. Por último, a las nodrizas se les analizaba lo más importante, su leche, de la que los médicos valoraban dos aspectos, la calidad y la cantidad, mediante diferentes pruebas. La leche de mejor calidad era la mantecosa, dulce y que no picaba ni despedía ningún olor, homogénea y de color blanco azulado. Así, se comprobaba la bondad de la leche cuando al echar una gota en el ojo no lo irritaba, o al mezclarla con agua se disolvía sin dificultad, o no hacía efervescencia si se mezclaba con ácidos o alcalinos. Para constatar la densidad, los médicos se ponían una gota de leche en la uña, gota que ni tenía que resbalar rápidamente por su superficie ni quedarse pegada. Más cerca de la superstición está la prueba siguiente: basándose en la teoría de que los humores del cuerpo se traspasaban a la leche, se impregnaba de ese líquido un lienzo blanco y se dejaba secar a la sombra. El color que la mancha dejaba correspondía a diferentes humores7, siendo el óptimo el sanguíneo linfático, que apenas dejaba rastro2,20. Estas pruebas apenas variaron a lo largo del tiempo, salvo por la introducción de tecnologías y aparatos como el microscopio en el siglo xix, el lactoscopio, la báscula de Beranger o la cámara de fotos, entre otros10, con los que se analizaban las nuevas características que se descubrían en la leche. La mayor parte de los autores consultados acuerdan que era imprescindible que la mujer hubiera tenido un buen parto, sin complicaciones y a término. Del mismo modo, en la mayor parte de los tratados leídos1,9,13,15 se aconseja que la candidata a nodriza hubiera parido alrededor de la fecha en la que parió la madre, para que la leche del ama tuviera aproximadamente las mismas cualidades que tendría la de la madre. Evidentemente, observando todos los aspectos importantes de la leche de la nodriza, la cantidad de leche que un ama producía era también otro factor que tener en cuenta. Por ello, la leche tenía que estar en su justa medida, ya que si la nodriza tenía poca cantidad de leche el niño se quedaría con hambre y mamaría más a menudo, con lo que a la leche no le daría tiempo a «cocerse» y ello provocaría que el infante mamara sangre apenas mudada en leche13. Pero en cambio, si la mujer tenía demasiada cantidad, la leche estaría cruda y además podría provocar en el ama problemas en el pecho como los «pelos» –que es lo que hoy en día conocemos como mastitis– o podría hacerla adelgazar en demasía21. Tanto es así, que un autor del siglo xix21, citando a Aristóteles, afirma que si los bebés toman demasiada cantidad de leche aumenta la actividad de su cerebro, lo que puede causarles convulsiones. 72 68-73 ART ORIG LA ELECCION.indd 72 12/02/14 16:54 La elección de las nodrizas en las clases altas, del siglo XVII al siglo XIX Artículo original B. Espinilla Sanz DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES BIBLIOGRAFÍA Con este trabajo hemos pretendido hacer un rápido repaso interdisciplinar de una de las tareas u ocupaciones más importantes, tanto para la sociedad como para la mujer, durante los siglos xvii, xviii y xix, y que a pesar de ello no ha tenido tantos estudios como se merece. De esta manera, se abre una puerta a posteriores investigaciones que nos acerquen a otros aspectos de la vida de las nodrizas y nos ayuden a comprender la historia, tan necesaria para entender de dónde procedemos. Los estudiosos de la época observaban los cambios que ocurrían en el cuerpo de la mujer y los explicaban según los conocimientos de entonces. Así, pensaban que la leche estaba diluida en la sangre y debía cocerse en el pecho para separarse de ella; ello determinaba ciertas características físicas, del pecho o constitucionales, y justificaba la creencia de que si la sangre afluía a otros órganos, como al útero en la menstruación o en el embarazo, la cantidad de leche disminuía, por lo que no se deseaban nodrizas en estos estados. También creían que los atributos morales se transmitían por la leche e influían en la futura forma de ser del niño, y por ello querían amas cristianas y de buenas costumbres. Consideraban asimismo que la leche era una fuente de debilidad o de flaqueza, según quién la produjera, y de ahí tanta meticulosidad en determinar las características físicas y morales, así como la procedencia de las nodrizas. La lactancia materna se consideraba un trabajo gravoso, y aunque en los siglos aquí tratados los médicos promovían sus bondades, poder contratar una nodriza era un signo de posición social y económica que todas las familias deseaban ostentar. A su vez, ser nodriza en la Corte era un privilegio. En definitiva, las nodrizas fueron importantes en todas las escalas sociales de los siglos citados, por ser las mujeres que alimentarían a las futuras generaciones, ya fueran niños huérfanos o los vástagos del rey. 1. Bonells J. Perjuicios que acarrean al género humano y al Estado las madres que rehúsan criar a sus hijos, y medios para contener el abuso de ponerlos en ama. Madrid: Imprenta de M. Escribano, 1786. 2. Landais. Disertación sobre las utilidades que se siguen de criar las propias madres a sus hijos. Madrid: Imprenta Real, 1884. 3. Aguilar Cordero MJ. Lactancia materna. Madrid: Elsevier, 2005. 4. Gonzalbo Aizpuru P, Molina Gómez MP. Familias y relaciones diferenciales: género y edad. 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Tres discursos para probar que están obligadas a criar sus hijos a sus pechos todas las madres, cuando tienen buena salud, fuerzas, y buen temperamento, buena leche y suficiente para alimentarlos. Jaén: Imprenta de Pedro de la Cuesta, 1629. 12. Deslandes ML. Compendio de higiene pública y privada ó tratado elemental de los conocimientos relativos á la conservación de la salud y á la perfección física y moral de los hombres. Gerona: Imprenta de A. Oliva, 1830. 13. Toquero. Reglas para escoger amas y leche. Cádiz: Imprenta de F. Rey, 1617. 14. Rabaté C. ¿Eva o María? Ser mujer en la época isabelina (18331868). Salamanca: Universidad de Salamanca, 2007. 15. Iberti J. Método artificial de criar a los niños recién nacidos y de darles una buena educación física. Madrid: Imprenta Real, 1789. 16. Ayuntamiento Constitucional de Madrid. Libreta de nodrizas, 1889. 17. Gacho Santamaría MA. Médicos y nodrizas en la Corte española (1625-1830). Revista de Patrimonio Nacional. 1995; (124): 57-63. 18. 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Francisca Aliaga Martínez Ainoa Biurrum Garrido Rosa Banús Giménez Concha Cuenca Calabuig Florencio Durán Muñoz José Ramón Escuriet Peiró Lidia Francés Ribera M.ª Teresa García García Roser Gol Gómez Mónica Isidro Albaladejo Blanca Jiménez Alcántara Lourdes Margaix Fontestad Encarnación Martínez García Gloria Miralpeix Pomar Esther Muñoz Selles Elisenda Prats Ribera Amalia Puga Martínez Eusebia Romano Santos M.ª Dolores Ruiz Berdun Modesta Salazar Agulló Gloria Seguranyes Guillot Carmen Terre Rull Sonia Uceira Rey Casilda Velasco Juez Mercedes Vicente Hernández Helena Viñas Llebot 73 68-73 ART ORIG LA ELECCION.indd 73 12/02/14 16:54