las garantias constitucionales en general

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Garantías constitucionales del proceso penal
Autoras
Chiama, Romina
Gonzalez, Maria Magdalena
Estudiantes UBA
En un estricto sentido técnico jurídico, se entiende por garantía constitucional el
conjunto de instrumentos procesales, establecidos por la norma fundamental, con el objeto
de restablecer el orden constitucional cuando el mismo sea transgredido por un órgano de
autoridad-política.
No obstante ello, al término garantía, referido al derecho constitucional, se le ha
dado diversos significados, entre los cuales podemos destacar a SAGüES, cuando nos
ilustra afirmando “...el derecho constitucional se ocupa de la organización fundamental
del estado y eso obliga a definir su estructura y fines. Aparentemente el enunciado de los
derechos de los habitantes, sería un tema accesorio y hasta ajeno a aquellos objetos.
Algunas constituciones incluso han omitido las descripciones de tales derechos. Sin
embargo el constitucionalismo y el derecho constitucional nacen, entre otras metas
esenciales, para reconocer ciertos derechos personales básicos y para poner topes al
estado. Por tal motivo la organización de ese estado comprende tanto enunciar sus
órganos y atribuciones como proclamar los derechos de los particulares frente a él. Desde
un punto de vista técnico, el subprincipio constitucional de distribución exige que se
delimiten las competencias de las autoridades públicas y los derechos de los habitantes;
desde una perspectiva axiológica, la declaración de los derechos de las personas y grupos
en la Constitución se presenta hoy como condición de legitimación del estado de derecho:
si no hay un adecuado régimen constitucional en materia de derechos y garantías el
estado del caso no tiene justificación, ni es un auténtico estado constitucional”
Conforme a lo antes expuesto podemos inferir que como consecuencia del
contrato social, los integrantes de una Nación – luego Estado – decidieron acordar la
formación de la organización superior, perfilando su estructura fisonómica, al tiempo de
señalar y fundamentalmente delimitar las pautas que regirían al estado y cada uno de los
acordantes del contrato es decir de los habitantes. Concretamente, la noción expresa que la
GARANTIA CONSTITUCIONAL es nada menos que la idea plasmada en el texto
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constitucional del ámbito de libertad de los contratantes y su consecuente imposibilidad de
vulneración por parte de los órganos vitales del estado.
En consonancia con lo expuesto, Humberto QUIROGA LAVIE, al analizar el
trascendente artículo 19 de nuestra Carta Magna, específicamente en cuanto al principio de
reserva se refiere, expresa “la reserva de la ley es como la tipicidad constitucional, no hay
obligación penal ni civil sin ley. En sentido correspondiente todo lo no prohibido está
permitido y a veces está permitido expresamente, sin que por ello cambien los efectos
jurídicos de la permisión.
Frente a esta regla de oro del ordenamiento constitucional, existe otra según la cual
todo lo que no le está expresamente permitido a los poderes públicos, o que no se
encuentra implícito, como medio necesario para llevarlo a cabo, debe considerarse que le
esta prohibido, es decir sujeto a la inconstitucionalidad o nulidad, según los casos.
Los derechos enunciados, en una constitución, como los incluidos en los catálogos
habituales de derechos humanos, están sostenidos por una o más ideologías políticas. No
existen derechos constitucionales neutros o asépticos políticamente. La dimensión
ideológica política de los derechos constitucionales y humanos es de gran trascendencia
porque definen la cantidad y cotización de las garantías constitucionales. En el supuesto
que nos ocupa y como aspirantes a la existencia de un estado de derecho en su total
dimensión deberemos concluir afirmando la vigencia del principio de reserva del art. 19 de
nuestro ordenamiento constitucional nacional, permitiendo, cuando la interpretación de la
cláusula a alguna situación se presente necesaria, el favorecimiento al derecho y
consecuente respeto al margen de libertad del individuo por sobre la pretendida eficiencia
del estado
GARANTIAS CONSTITUCIONALES EN EL PROCESO PENAL
La estructura jerárquica de nuestro sistema jurídico, en virtud de la supremacía
constitucional derivada del artículo 31 de la Constitución Nacional, exige que la
legislación de fondo y la de forma en materia penal, reflejen la normativa fundamental,
adoptando en consecuencia, dicho sistema de garantías.
Así, de la armonización entre el Derecho Penal y el Derecho Constitucional, se
deriva la premisa de que los institutos procesales penales vigentes, deberán ser coherentes
o funcionales con el ordenamiento constitucional y, en consecuencia, no deberán ser
incompatibles entre sí.
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Nuestro sistema consagra en el artículo 18 de la C.N. (Esta disposición que
consagra el “principio de inocencia” y el “debido proceso”, reconoce sin duda su origen en
la Carta Magna de los Estados Unidos. Cfr. en ésta sus Enmiendas V y XIV.) las siguientes
garantías penales: a) legalidad; b) reserva; c) ley previa; d) irretroactividad.
Sostiene Cafferata Nores ,que existe una proyección procesal de las garantías
penales, que le indicarán al Estado, cuándo y cómo podrá condenar a una persona a
cumplir determinada pena y cuándo y cómo no podrá hacerlo, ya que el Derecho Penal
actúa mediante la gestión judicial, acordándole al imputado, garantías procesales. Sobre
éstas últimas, Ferrajoli sostiene que, el “principio de jurisdiccionalidad”, es la principal
garantía procesal penal, asignándole al mismo dos significados. Uno de ellos, en sentido
lato que comprende la tesis “nullum poena, nullum crimen, nulla lex poenalis, nulla
necessitas, nulla iniuria, nulla actio, nulla culpa sine iudicio”; el otro, en sentido estricto
que expresa con la fórmula latina “nullum iudicium sine accusatione, sine probatione y
sine defensione”.
Estas garantías penales, que tienen jerarquía constitucional, serán enunciadas a
continuación:
1-Auto incriminación
El artículo 18 de la Constitución Nacional establece que "... nadie puede ser
obligado a declarar contra si mismo."
Se halla contemplada esta garantía, también en la Carta Magna de los Estados
Unidos.
*Declaraciones bajo juramento
Esta garantía se vería afectada al exigir juramento al imputado, a quien se va a
interrogar ya que esto constituiría una manera de obligarle a declarar en su contra.
Toda declaración de quien es juzgado por delitos, faltas o contravenciones, debe
emanar de la libre voluntad del encausado, quien no debe verse siquiera enfrentado con un
problema de conciencia, cual sería colocarlo en la disyuntiva de faltar a su juramento o
decir la verdad. (Fallo Mendoza, CSJN, 1:350)
*Identificación en rueda de presos e intimación a entregar documentación.
Una vez establecida la garantía el enfoque pasa a ser su alcance.
En Estados Unidos el alcance de esta garantía se refiere a las "comunicaciones
verbales" del acusado, y no abarca cosas tales como pedirle que camine de determinada
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manera, se preste a obtención de huellas digitales, identificación de su mano hábil,
obtención de un mechón de pelo, etc.
La jurisprudencia argentina permite la intimación al acusado a la entrega de
documentación relativa a las operaciones tildadas de defraudatorias por parte del Juez de
Instrucción. (Fallo CSJN, 249:530)
*Testigo que declara falsamente para no incriminarse
Diversos Tribunales Inferiores han sentado el criterio de que la garantía de no ser
obligado a declarar contra uno mismo protege al testigo que declare falsamente a fin de no
incriminarse. Si de las preguntas formuladas en juicio puede derivar responsabilidad
personal para el testigo, ha de entenderse que declara en causa propia y por lo tanto no le
es exigible la verdad de los hechos mencionados en el interrogatorio.
*Exhortación al imputado a decir la verdad.
Lo que la Constitución rechaza es cualquier intento de obligar a un imputado a
declarar en su contra y que la declaración de quien es juzgado por delitos, faltas o
contravenciones, debe emanar de la libre voluntad del encausado.
Le debe quedar claro al acusado que no tiene ninguna obligación de declarar, que
no hacerlo no perjudica sus posteriores chances de demostrar su inocencia, y que esa
negativa tampoco afecta otros derechos suyos tales como, por ejemplo, la obtención de una
excarcelación.
Por ello, la opinión de la doctrina sostiene que sería de suma importancia el
reconocimiento constitucional del presente derecho del imputado.
*No hacerle saber al imputado su derecho a negarse a declarar
Actualmente, al parecer, lo constitucionalmente exigible es que se le brinde al
imputado la posibilidad de "oponerse" al acto, sin que exista obligación ninguna de
comunicarle que él goza de ese derecho.
*La garantía en al ámbito extrajudicial
Las declaraciones policiales "espontáneas"
En el Código vigente, art. 286, se consagra la obligación del policía que ha
practicado una detención sin orden judicial, de presentar al detenido inmediatamente en un
plazo que no exceda las seis horas ante la autoridad judicial competente.
Sin embargo sería ingenuo negar que pese a ésta aparente intención del legislador,
la policía desarrolló durante muchísimos años la costumbre de tomar declaración a las
personas detenidas, llamadas "declaraciones espontáneas", las cuales debido a la estricta
privacidad, resulta imposible determinar el grado de "espontaneidad".
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En el caso Montenegro, la defensa interpuso contra la sentencia condenatoria un
recurso extraordinario, el cual fue admitido por la Corte afirmando que la discusión sobre
la validez de una confesión extrajudicial obtenida mediante apremios ilegales, constituía
una cuestión federal. El Alto Tribunal anuló la condena impuesta y ordenó a la Cámara el
dictado de un nuevo pronunciamiento que prescindiera de tomar como elemento de cargo
esa confesión inválida.
Esta exclusión de la confesión de Montenegro significó el escalón inicial sobre el
que por años después apoyaría la Corte su doctrina de invalidación de prueba obtenida
como consecuencia de un allanamiento ilegal, aun cuando hubieren prestado utilidad para
la investigación.
El Código Procesal Penal opta por una solución drástica. Su artículo 184 establece
que:
"Los funcionarios de la Policía... no podrán recibir declaración al imputado. Solo
podrán dirigirle preguntas para constatar su identidad, previa lectura que en ese caso se
le dará en alta voz de los derechos y garantías..."
Para evitar caer en la violación de esta garantía, cuando la policía ha detenido a un
individuo, solo deberíamos aceptar como válidos los dichos incriminatorios del detenido
bajo la órbita policial a condición de que:
•
éste haya sido alertado de que tiene el derecho constitucional a no contestar
ninguna pregunta, incluyendo su identidad.
•
el imputado sepa que será llevado inmediatamente ante el juez para prestar
la declaración que desee, previo a lo cual podrá entrevistarse con su abogado.
•
la policía no transforme su derecho a indagar la identidad en un
interrogatorio, en cualquier otro tipo de indagación.
•
quede a cargo del Estado demostrar que estos principios fueron respetados
para poder utilizar en el procedimiento cualquier dicho incriminatorio por parte del
imputado, ya sea por confesión o por los dichos del policía que los escuchó.
Son la obtención de huellas dactilares, un mechón de pelo del acusado, o la
extracción de sangre de su cuerpo violaciones a esta garantía
El caso "Aranguren" se pronuncia a favor de la licitud de estos procedimientos.
Alega que el procesado está sujeto a la revisada corporal de modo "activo" aun contra su
voluntad si es realizado por persona idónea y no presenta peligro para su persona.
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Un límite razonable al alcance de esta garantía respecto a este punto serían las
"comunicaciones verbales" del acusado, dejando fuera los supuestos de las requisas
corporales.
2-Juicio Previo
El art. 18 de la Constitución Nacional establece que “…ningún habitante de la
Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso”.
Si bien se trata de una disposición que generalmente ha sido relacionada exclusivamente
con el proceso penal, entendemos que ella es aplicable a todo tipo de proceso judicial en
donde se analiza la restricción y limitación de los derechos de una persona, aunque no
revista naturaleza criminal.
Así es, en todos los casos, cualquiera sea la naturaleza jurídica de la relación social
conflictiva, es indispensable un juicio previo fundado en ley para hacer efectiva una
restricción o limitación de los derechos constitucionales del hombre.
Todo acto generado por una exigencia estatal o particular por el cual se concrete en
forma definitiva una restricción para las libertades constitucionales del hombre y con
referencia a un caso concreto, debe estar fundado en ley y dispuesto en el curso de un
juicio previo o, al menos, tener la posibilidad de someter su revisión a la autoridad de un
magistrado judicial y en un proceso judicial.
La garantía del juicio previo evita el ejercicio abusivo de los derechos, los excesos
del poder y la arbitrariedad en la solución de las controversias. Toda persona a la cual se
pretende privar de alguno de sus derechos o de limitar sus contenidos, tiene la potestad
inviolable de exigir que tales pretensiones se materialicen en un proceso judicial. Una
restricción definitiva para las libertades sólo puede ser dispuesta por un juez competente
dentro de un proceso judicial y sobre la base de una ley anterior.
3-Irretroactividad de la ley penal – procesal
Conforme al precepto constitucional, nadie puede ser sancionado penalmente por la
comisión de un hecho delictivo si al tiempo de su producción no estaba tipificado como tal
por una ley del Congreso. Asimismo, la pena aplicable debe ser la contemplada por la ley
anterior al hecho y no la contenida en una norma posterior.
Estos principios están regulados por el Código Penal. En su artículo 2º dispone.
‘Si la ley vigente al tiempo de cometerse el delito fuere distinta de la que existía al
pronunciarse el fallo o en el tiempo intermedio, se aplicará siempre la más benigna. Si
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durante la condena se dictare una ley más benigna, la pena se limitará a la establecida
por la ley’.
En todos los casos del presente artículo, los efectos de la nueva ley se operarán de
pleno derecho.
A su vez el art. 3º establece que en el cómputo de la prisión preventiva se
observará separadamente la ley más favorable al procesado.
La Corte Suprema de Justicia Nacional, efectuando una distinción entre las normas
constitucionales y las contenidas en el Código Penal, ha establecido que el principio de la
irretroactividad de la ley penal es absoluto y de naturaleza constitucional.
En cambio, el principio de la aplicación de la ley penal más benigna posterior al
hecho delictivo es de naturaleza legal y no constitucional, pudiendo ser dejado sin efecto
por una ley general o especial.
No compartimos esta última conclusión por entender que la aplicación de la ley
penal más benigna posterior al hecho delictivo no tenía solamente fundamento legal sino
constitucional, por estar contenida en tratados internacionales sobre derechos humanos
mencionados en el artículo 75 inciso 22 de la Constitución.
Así, el art. 9 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que,
si con posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más
leve, el delincuente se beneficiará de ello.
Cláusula similar está contenida en el art. 15 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos.
Conforme a estos principios, cabe efectuar la siguiente sistematización:
1.
La ley que establece un delito no es aplicable a los hechos producidos antes
de su entrada en vigencia.
2.
Las penas más severas establecidas por ley no son aplicables a los hechos
producidos antes de su entrada en vigencia. (art. 18 CN)
3.
La ley nueva que priva de su carácter delictivo a un hecho tipificado por una
ley anterior, es aplicable con efecto retroactivo por tratarse de la norma más benigna,
siendo aplicables a las causas pendientes, a las penas pendientes de cumplimiento en las
causas concluidas y a las causas pendientes de iniciación.
4.
La ley nueva que establece penas más benignas que una ley anterior, es
aplicable con efecto retroactivo a las causas pendientes y a las penas pendientes de
cumplimiento en las causas concluidas.
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Habrá entonces retroactividad de la ley penal más benigna y ultra-actividad de la
ley penal más benigna. Se consagra el principio de la benignidad de la ley penal,
considerando que no es necesario para le defensa de la sociedad mantener bajo pena más
gravosa determinado tipo de conducta. De modo que en beneficio de la libertad, y no para
restringirla en cuyo caso sí es aceptable la aplicación retroactiva de la ley penal más
benigna.
Se plantea una situación particular con las leyes penales temporarias, que son
aquellas que proveen su vigencia durante un lapso determinado en la norma. La ley penal
temporaria no puede ser retroactiva, en virtud de lo dispuesto por el artículo 18 de la
Constitución. Sin embargo, se ha entendido que a su respecto no rige el principio de la
benignidad de la ley penal, sí ella prevén su ultra-actividad para hechos cometidos durante
su vigencia y juzgados con posterioridad a su derogación automática.
Las leyes procesales que regulan la organización judicial y el procedimiento que se
debe seguir en el curso de los procesos judiciales, son normas de orden público cuya
aplicación se opera a partir del momento de su entrada en vigencia y sobre relaciones
procesales no concluidas hasta ese momento.
La aplicación de las nuevas normas procesales a las instancias no concluidas de un
proceso judicial iniciado con anterioridad, no importa asignarles efectos retroactivos a
aquellas en la medida que no alteren las posiciones procesales concluidas y, el principio de
la cosa juzgada. Sistematizando las diversas situaciones que se pueden presentar con
motivo de la aplicación retroactiva de una ley especial, cabe sostener:
•
Es viable la aplicación retroactiva de las leyes procesales, siempre que no
afecten derechos adquiridos y las restantes garantías constitucionales, en particular la que
impone el juzgamiento por los jueces naturales.
•
Son aplicables, desde el momento de su entrada en vigencia, a las relaciones
procesales pendientes, siempre que no alteren los efectos de los actos procesales cumplidos
o retrotraigan al Estado procesal de las causas judiciales vulnerando el derecho de defensa
o la posición procesal alcanzada por las partes en los juicios contradictorios.
•
Si bien las leyes sobre procedimiento y competencia son de orden público y
que, en consecuencia, conforme a la doctrina de la CSJN, las nuevas leyes que se dictan
pueden aplicarse a las causas pendientes, no es menos cierto que el principio se limita a los
supuestos en que no se venga a afectar con ello actos ya concluidos, o siempre que no se
deje sin efectos lo actuado de conformidad a las leyes anteriores. Por ende, las leyes que
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organizan los procedimientos son de inmediato aplicables a los juicios en trámite, en tanto
no se invaliden actuaciones cumplidas con arreglo a las leyes anteriores.
•
Las garantías constitucionales no sufren menoscabo alguno cuando, de
consecuencia de las reformas introducidas por la ley, ocurre alguna alteración en las
jurisdicciones establecidas, atribuyendo a nuevos tribunales permanentes cierto tipo de
causas que antes conocían otros tribunales que se suprimen por lo cual, la interpretación
contraria sería un obstáculo para toda reforma que propiciara una mejora en esta materia.
•
En ningún caso pueden alterar el principio de cosa juzgada. En este sentido,
el art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos establece que el inculpado
absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos
hechos. Disposición similar la encontramos en el art. 14 del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
4-Inviolabilidad de la defensa en juicio
El art. 18 de la Constitución Nacional establece que “…es inviolable la defensa en
juicio de la persona y de los derechos”. Consagra así la garantía de la inviolabilidad de la
defensa en juicio, que consiste en la facultad reconocida a toda persona para ejecutar, o
solicitar la ejecución, de todos aquellos actos razonablemente necesarios o convenientes
para participar en el proceso, ser oído por el juez, producir las pruebas que hacen a su
derecho y obtener una respuesta justa con arreglo a la ley.
Esta garantía no es absoluta en cuanto a los medios, formas y plazos en que puede
ser ejercida. Ella debe estar sujeta a una razonable reglamentación, porque si cada uno
pudiera invocarla en juicio, porque sí, se caería en la anarquía procesal, en la
desnaturalización de la garantía del debido proceso, y se privaría de efectividad a la
administración de justicia.
La garantía de inviolabilidad de defensa en juicio si no es ejercida por voluntad o
negligencia de la persona de cuya protección se trata, la omisión no puede acarrear la
nulidad de los procedimientos judiciales realizados, ni retrotraer el estado procesal del
juicio. No puede ser suplida por el juez, ya que alteraría el equilibrio procesal de los
litigantes y en desmedro del derecho de defensa de la contraparte generando una
desigualdad arbitraria que no se compare con el art. 16 de la Constitución Nacional.
Uno de los principios que garantiza adecuadamente la vigencia de la inviolabilidad
de la defensa en juicio es el que impone obligatoriamente la asistencia letrada de las partes
en un proceso judicial, llegando a imponer al Estado el deber de ofrecer unos patrocinios
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gratuitos a todos aquellos que no designan a sus letrados. Otro tanto acontece con el
principio de la rapidez razonable del proceso, ya que su dilación injustificada, además de
pervertir la seguridad jurídica, desnaturaliza la eficiencia de la garantía de defensa en juicio
y de la función jurisdiccional del Estado.
Ambos principios están establecidos en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (art. 18) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 14).
En síntesis, esta garantía requiere que se otorgue a los interesados la oportunidad
adecuada y razonable para ser oídos por el juez, de producir y presentar sus cargos y
descargos, demandas y contestaciones, de ofrecer y producir todas las medidas de prueba
autorizadas por la ley dentro de los plazos y con las modalidades por ella exigidas, de
sustanciar los recursos previstos por la ley, de contar con los medios coercitivos que
permitan la producción de ciertas pruebas y que todas esas constancias resulten
debidamente valoradas por el juez en su sentencia. Asimismo, la garantía se cumple si los
jueces se ciñen al objeto del litigio y a las pretensiones de las partes, asegurando la
necesaria primacía de la verdad jurídica objetiva por sobre todo.
5-Derecho a contar con un abogado defensor
Esta garantía no está redactada directamente en la Constitución Nacional. Se halla
implícita dentro del principio de inviolabilidad de la defensa, en el artículo 18 de la misma.
Algunas reglas generales fueron enunciadas en el caso "Rojas Molina".
•
El juez debe hacerle saber al imputado el derecho a nombrar un defensor,
•
De no hacerlo el acusado, el juez nombrará un defensor letrado,
•
Si no lo hace, se le nombrará un defensor de oficio.
•
El tribunal de segunda instancia debe nombrar defensor al procesado que no
lo tuviere. El término para expresar agravios sólo corre desde la aceptación del defensor.
El juez podrá entonces imponer al acusado un abogado, contra su voluntad, si su
autodefensa obstaculizara la buena tramitación de la causa.
En un principio la Corte entendió que la obligación de los tribunales a nombrarle
defensor a quien no lo tuviere no se aplica a instancias extraordinarias ("Méndez")
Sienta un criterio diferente al arriba mencionado el reciente caso "Gordillo", donde
el abogado nombrado en segunda instancia se presentó ante la Alzada manifestando que no
hubo tiempo material para preparar la defensa, el tribunal revocó la designación del
abogado y Gordillo interpuso el recurso extraordinario federal.
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La Corte entendió que el tribunal debió darle al abogado la posibilidad real
traducida en tiempo suficiente a organizar la defensa, o haberlo reemplazarlo por otro. La
omisión de cumplir éstas opciones constituye una violación al derecho de defensa.
Límites de esta garantía
Surgen respecto a los civiles juzgados por tribunales militares, donde éste derecho
desaparece. Este criterio es fuertemente cuestionado.
Otro límite también discutido es el de declaración ante autoridad policial sin
asistencia letrada habiéndole informado al imputado su derecho a oponer defensas y
presentar descargos en ese acto.
Ligado a esta situación se encuentra la de la incomunicación de los detenidos
debido a que el tiempo de incomunicación no es apenas momentáneo. Pueden transcurrir
de cuatro a cinco días.
El nuevo Código Procesal Penal señala que la incomunicación no impedirá que el
imputado se contacte con su defensor antes de realizar cualquier acto de intervención
personal, como por ejemplo; declarar.
Cabe mencionar que esta garantía no es de cumplimiento formal sino efectivo. El
Alto Tribunal se pronunció al respecto en el caso "Rojas Molinas"
"... Se han violado reglas esenciales del procedimiento; el acusado ha sido
condenado sin ser oído, puesto que el defensor que se le designó no ha dicho una sola
palabra en defensa del acusado... Toda la estructura del Código de Procedimientos
demuestra la necesidad de una defensa efectiva".
Si se presenta el caso donde el acusado y su defensor no están de acuerdo, en
principio la voluntad del procesado es la suprema. Sentó éste precedente el caso "Mac
Leod"
Paralelamente los tribunales deben arbitrar los medios para que la voluntad del
acusado de recurrir una sentencia se cumpla (caso "López").
Ese respeto a la voluntad tiene límites arriba mencionados: el Estado puede
imponerle al procesado un abogado aun contra su voluntad, tanto en primera, como en
segunda instancia, supliendo incluso la negligencia del letrado designado.
6 -Derecho a exclusión de la prueba obtenida ilegalmente
Para nuestro sistema jurídico los medios de prueba obtenidos en violación a
garantías constitucionales no son admisibles como prueba de cargo.
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La fundamentación a este criterio se basa en que aceptar una prueba obtenida en
violación a estas garantías equivale a otorgar valor al resultado de un delito y a
comprometer la buena administración de Justicia.
Los tres primeros casos que dieron solidez a esta garantía son: "Charles Hermanos",
"Montenegro" y "Fiorentino".
En los tres, la policía obtuvo pruebas de la comisión del delito a partir de
procedimientos con violación de preceptos de jerarquía constitucional.
En "Charles Hermanos" y "Fiorentino" a través de un allanamiento ilegal. En el
caso "Montenegro" por medio de una confesión bajo tortura.
Gracias a estas pruebas se corroboró la comisión del delito cometido por los
acusados. Sin embargo la Corte Suprema excluyó del procedimiento estas pruebas. Su
fundamento fue de carácter ético.
La garantía del "Debido Proceso" y la de "Juicio Previo" se verían menoscabadas si
se permite que se utilice en contra de un individuo pruebas obtenidas en violación a sus
derechos básicos.
La crítica que recibe esta garantía es que entorpece la acción de Justicia
descalificando pruebas concluyentes en la comisión de un delito.
Alcances
La doctrina del "Fruto del árbol venenoso" nace en Estados Unidos. Es aplicada en
nuestro país.
Esta teoría nos indica que si el procedimiento inicial es violatorio de garantías
constitucionales, tal ilegalidad se proyecta a todos aquellos actos que son su consecuencia
y que se ven así alcanzados o teñidos por la misma ilegalidad.
Resultan inadmisibles las pruebas directas de la ilegalidad así como también las
indirectas, "fruto" de la ilegalidad originaria.
En la Argentina las aguas con respecto a esta teoría están divididas.
Se puede anular todo el procedimiento por culpa de la obtención de la prueba ilegal,
o sólo los frutos ilegales de esa prueba ilegal.
Estamos hablando de una interpretación limitada de esta teoría si en un
procedimiento donde una prueba es obtenida ilegalmente y se ha llegado al imputado a
través de ella; pero a su vez también se ha podido, o pudo haberse podido llegar a él por
otro medio independiente de esa prueba "venenosa". (Caso” Losada”).
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Por otro lado, estamos en presencia de una interpretación amplia de esta misma
teoría si en un procedimiento donde una prueba es obtenida ilegalmente, cae todo el
procedimiento. Este es caso dominante. (Caso "G.E.J.M.")
Otro alcance es la invocación de esta garantía por terceros, gracias al fallo "Rayford
y otros".
Este es el caso donde, por ejemplo, en el procedimiento inicial se obtiene una
prueba mediante tortura y se llega a un tercer implicado en la comisión del delito. Este
tiene la facultad de invocar esta garantía.
Excepciones
Las excepciones a esta garantía son:
•
La existencia de una fuente independiente. Si hay un cauce de investigación
distinto del que culmina con el procedimiento ilegítimo, de resultas de lo cual pueda
afirmarse que existía la posibilidad de adquirir la prueba cuestionada por una fuente
distinta o autónoma. No requiere la efectiva adquisición por un medio independiente, sino
tan sólo la posibilidad de que ello hubiera ocurrido en el caso concreto.
•
Actuación de la policía de buena fe, y en cumplimiento de una orden
judicial aun cuando luego se determine que estuvo mal redactada.
•
Cuando la "seguridad pública" requiera acción inmediata por parte de la
policía.
7-Inviolabilidad del domicilio y los registros privados
El artículo 18 de nuestra constitución nacional establece que “…el domicilio es
inviolable, como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley
determinara en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y
ocupación”.
Esta garantía constitucional tiene como objetivo proteger al individuo contra la
búsqueda de información concerniente al ámbito privado sin una autorización expresa por
parte de juez.
Es importante destacar que el vocablo domicilio, debe ser interpretado en forma
extensiva y debe entenderse por tal, tanto a la vivienda particular, como así también al
ámbito donde se desarrollan las actividades comerciales o profesionales inherentes a la
actividad personal regular.
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La búsqueda de información en los anteriormente mencionados ámbitos privados,
solo es admisible ante la presencia de una orden de allanamiento o registro en la cual se
encuentre precisado el lugar que será objeto del registro y lo que se desea encontrar.
Las excepciones a esta garantía acontecen en los casos en que la situación o riesgo
de muerte amerite
el ingreso de la autoridad a un domicilio privado sin la orden
correspondiente.
Con respecto al allanamiento de lugares públicos existe un régimen especial cuando
este se produzca dentro de los horarios en que el público concurra a dichos lugares. Pero es
importante destacar que la excepción no incluye la facultad de registrar a las personas que
se encuentren allí.
En el eventual caso de que se necesite buscar algo sin efectuar interferencia en las
actividades regulares de las personas y en los casos en que no se afecte la intimidad de las
mismas, la autoridad no necesitará contar con la mencionada orden.
No debemos olvidar la protección de esta garantía con respecto a la
correspondencia y documentos privados, los cuales no son susceptibles de ser examinados
sin una orden expresa del juez.
Se encuentran protegidos por esta garantía las cartas, documentos, comunicaciones
telefónicas, faxes y registros informáticos.
Tampoco pueden ser utilizadas en proceso penal las comunicaciones entre el
abogado defensor y el imputado ya que se estaría impidiendo el derecho de defensa del
imputado.
Por consiguiente, de lo precedentemente expuesto, se desprende la inadmisibilidad
del allanamiento del domicilio o de documentos privados en el proceso penal llevado a
cabo.
8-Principio de inocencia o de no culpabilidad
El artículo18 de nuestra Constitución Nacional establece entre otras garantías, que
“…ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley
anterior al hecho del proceso”.
Del citado mandato constitucional, se desprende que ningún individuo debe ser
calificado como culpable sin una sentencia que lo declare como tal, la cual debe ser el
resultado de un proceso judicial acorde y adecuado a las disposiciones legales.
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Por consiguiente toda persona es inocente y de dicha forma debe ser considerado y
tratado por el Estado y por la sociedad hasta tanto no sea declarada su culpabilidad en un
debido proceso judicial.
Todas las garantías expuestas por el artículo 18 de la Constitución Nacional y el
principio de inocencia, actúan como derechos que auxilian a las personas contra eventuales
abusos de poder.
La importancia de este principio es fundamental para prevenir situaciones tales
como las planteadas por ciertas tendencias procesales un tanto autoritarias, las cuales no
admitían la validez de este principio, principalmente con respecto a determinados
imputados considerados peligrosos o reincidentes.
Como se mencionó con anterioridad, todo individuo es inocente hasta tanto una
sentencia judicial declare su culpabilidad. Pero dicha declaración debe ser fundada, de
acuerdo con las exigencias republicanas y principios de Justicia. En la situación hipotética
de la inexistencia de la mencionada fundamentación o cuando exista algún grado de duda,
no se debe declarar la culpabilidad ya que se estaría afectando, sin un alto grado de certeza,
uno de los derechos fundamentales de las personas, la libertad, la que constituye un pilar
fundamental del constitucionalismo y del principio republicano.
Es por ello que el Estado, como órgano de persecución, debe procurar agotar todos
los procedimientos a su alcance con el objetivo de recolectar la mayor cantidad de
información para incorporarla al proceso judicial y arribar a una solución acorde a los
hechos acaecidos.
Del punto precedente y con relación al mismo es necesario destacar que no está a
cargo del imputado demostrar su inocencia ya que de no acontecer esto, toda persona que
se encontrara en el seno de una sociedad autoritaria o represiva se encontraría en
permanente riesgo de ser considerada ¨sospechosa¨.
9-Juez natural y prohibición de comisiones especiales
La Constitución Nacional en su artículo 18 establece que “ningún habitante de la
Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni
juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del
hecho de la causa”.
El objetivo al que apunta la garantía constitucional precedentemente citada es el
resguardo de la imparcialidad en el proceso judicial.
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Si nos remitimos al origen histórico de esta garantía, nos es posible advertir que
nació como una forma de defender al individuo contra la parcialidad de los sistemas
monárquicos y feudales.
Pero también apuntaba a que el juez natural conociera la vida local y las costumbres
del lugar donde ocurrían los hechos y donde serían juzgados.
Este criterio y su consecuente aplicación podría prevenir determinadas injusticias
que acontecen dentro del sistema judicial cuando la brecha social existente entre el juez y
el imputado, no permite que el primero comprenda los valores y criterios de vida del
procesado, sin tener en cuenta los valores culturales por el cual se rige.
La evolución histórica de estas garantías ha desembocado en el concepto de
predeterminación legal del juez, lo cual significa que su competencia para entender sobre
determinado caso, debe ser determinada o establecida por ley.
Es por consiguiente el legislador el que tiene a su cargo la determinación de la
competencia de los jueces y otro punto de suma importancia es el que ésta debe ser previa
al hecho que produjo la intervención judicial.
La mencionada predeterminación legal de la competencia judicial apunta a impedir
cierto grado de parcialidad del juez con respecto a algunas de las partes, lo que violaría el
principio de igualdad ante la ley.
El artículo 18 establece también la imposibilidad de que un individuo sea juzgado
por comisiones especiales. Esta garantía se propone evitar la creación de órganos no
jurisdiccionales creados por alguna designación especial de los dos restantes poderes de la
Nación que pudiese desembocar en algún grado de parcialidad.
Este criterio es sustentado también por el artículo 109 de nuestra Carta Magna, el
cual establece que en ningún caso el presidente puede ejercer funciones judiciales,
arrojarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas.
Por último cabe destacar que el concepto de ¨ juez natural ¨ tiene como objetivo
asegurar las condiciones necesarias para que el juez comprenda las circunstancias
históricas, culturales y sociales que rodearon el hecho a juzgar.
REFERENCIAS DOCTRINARIAS
Algunos autores, entre ellos Nino, sostiene que “El debido proceso y las garantías
vinculadas a él hacen a la forma en que un acto de coacción estatal –que, por ser tal, es
prima facie, atentatorio de un derecho individual y, por lo tanto, debe ser especialmente
justificado- pueda ser ejercido contra una persona determinada.”;y se ha ocupado de
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analizar las garantías constitucionales de temática penal, como lo es la del artículo 18 de la
C.N., destacando la necesidad de que las mismas deben ser respetadas en un Estado de
Derecho. Sin embargo, no analiza lo atinente a las consecuencias del cambio de paradigma
en el ordenamiento jurídico penal, donde se advierte una negociación en esta materia como modo de participación en un modelo de “re-apropiación” del conflicto penal-, que
posibilita la “disponibilidad de las garantías penales procesales”. Tampoco se detiene en la
coherencia o funcionalidad de este modelo, con el modelo Garantista de Derecho Penal.
Por su parte, Carrió señala que “...valores como los establecidos en la sección de
Declaraciones, Derechos y Garantías de la Constitución Nacional deben ser respetados en
forma prioritaria...Las garantías...están allí, aguardando, en el texto de la Constitución.
Es sólo cuestión de aplicarlas”. se avoca a la temática de las garantías constitucionales
desde la perspectiva jurisprudencial, ya que analiza el tratamiento de las distintas garantías,
a través de algunos Fallos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. A pesar de ello, en
su análisis, no hace referencia a la implicancia de la tendencia legislativa que incorpora un
modelo de negociación en materia penal que permite la disponibilidad por parte del
imputado de dichas garantías y la relación de ello con el modelo Garantista de Derecho
Penal.
Ferreyra, Raúl G. también se concentra en el tópico de las Garantías
Constitucionales, sosteniendo que “constituye una “garantía de la Constitución”, de
primer orden, las disposiciones normativas constitucionales que ordenan la auto
aplicabilidad de los “derechos fundamentales”, sin realizar un análisis relacionado a la
coherencia o ponderación de los modelos que se relacionan en este trabajo.
El tema de las garantías procesales, es abordado por Hendler, Edmundo S., quien
efectúa un enfoque histórico comparado de dicho tópico. Por su parte, Cafferata Nores, si
bien se detiene en el desarrollo de las garantías penales y la proyección procesal de las
mismas, no se pronuncia sobre la funcionalidad entre: la negociación como modo de
participación en el modelo de “re-apropiación” del conflicto penal, donde el imputado
“dispone” de dichas garantías -a los fines de favorecerlo con determinados “beneficios
procesales”-, y el modelo Garantista de Derecho Penal.
Ferrajoli se refiere sólo a algunos de los tópicos aquí planteados. Entre ellos,
analiza las garantías penales y procesales en el marco de un modelo garantista de Derecho
Penal. En otro capítulo de su obra, se refiere brevemente a los acuerdos sobre la pena y
sobre el procedimiento, -que caracterizan a los procedimientos especiales-, sin analizar
específicamente cuales son los institutos procesales que integran el abanico de procesos
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diferenciados del procedimiento ordinario. En esta temática de los acuerdos penales,
solamente enuncia al “Principio de inocencia” como la garantía que se vulnera con los
procedimientos especiales, sin hacer referencia al “juicio previo o debido proceso legal”,
que es otra de las garantías procesales penales que se afectan con estas modalidades
transaccionales. Como consecuencia de las alteraciones en el sistema penal, por los
procedimientos alternativos, sólo cita la ampliación desmesurada de la tasa de
discrecionalidad de la administración de justicia penal; la marginación de la faz oral del
juicio y la creciente divergencia entre pena legalmente prevista, pena impuesta y pena
cumplida. Sin embargo, cabe señalar que no incorpora como consecuencia de estos
cambios de paradigma, la disponibilidad o renuncia de esas garantías, que realiza el
imputado de un delito para acceder a un sistema premial procesal; Circunstancia ésta, que
se considera de importancia relevante a los fines de averiguar la coherencia o
funcionalidad de ello, con el modelo garantista de Derecho Penal. Este autor tampoco
propone una solución específica a la vulneración de las garantías, que se produce con los
procedimientos alternativos o alternativas al proceso penal.
De la búsqueda bibliográfica, resulta que los análisis doctrinarios se refieren
solamente a algunos de los temas que en este trabajo se pretenden abordar. Los estudios
realizados por diferentes doctrinarios demuestran, principalmente, que no se han detenido a
examinar las implicancias que en el marco de un modelo garantista de derecho penal,
acarrea la disponibilidad de garantías penales procesales, como condición para acceder a
un sistema de premios procesales. Es decir, no se ha analizado la naturaleza o esencia
misma de las garantías plasmadas en nuestro ordenamiento jurídico.
Sobre la naturaleza o esencia de dichas garantías corresponde señalar que el artículo
19 inciso 1º y 2º de la Constitución Alemana, dispone que cuando a tenor de la Ley
Fundamental pueda limitarse un derecho (fundamental) por una ley o en virtud de ella, ésta
deberá tener carácter general y no regir exclusivamente para un caso singular, debiendo tal
ley hacer mención expresa del derecho fundamental limitado y del artículo de la Ley
Fundamental que lo establece, aunque en ningún caso podrá verse afectado el contenido
esencial del mismo.
En nuestro ordenamiento jurídico existe una disposición similar en el artículo 28 de
la Constitución Nacional, el cual establece la inalterabilidad de normas constitucionales.
Dicha disposición legal, que ha sido tomada del artículo 20 del proyecto de Alberdi,
expresa: “Las leyes reglan el uso de estas garantías de derecho público; pero el Congreso
no podrá dar ley que con ocasión de reglamentar u organizar su ejercicio, las disminuya,
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restrinja o adultere en su esencia”. La nota de Alberdi a este artículo y la remisión que en
ella se hace a las Bases, Caps. XVI, XVII, XVIII y XXXIII, da la clave de su razón de ser
del artículo 28 de nuestra Constitución.
Resulta profusa la bibliografía existente en relación al instituto del Juicio
Abreviado -figura procesal que se ha tomado a los fines de evidenciar la disponibilidad
mencionada-. No obstante, la opinión doctrinaria sobre esta clase de procedimiento, se
encuentra dividida. Hay quienes se manifiestan favorables, tal la opinión de Cafferatta
Nores y Tarditti , como también la de Clariá Olmedo, Vivas Ussher entre otros.
Cabe destacar, que según Vivas Ussher, este procedimiento especial “...relativiza
algunos principios férreamente sustentados por los modelos de origen continental
europeo, como el de legalidad y verdad real, a la vez que exalta el de autonomía de la
voluntad del individuo, ...todo ello sin violentar el ideario político constitucional y normas
inferiores”
Por su parte, Magariños y Bovino se pronuncian de manera contraria a los
anteriores al sostener la inconstitucionalidad del procedimiento del juicio abreviado.
En relación a ello, el último autor citado, señala que “...aún si se considera
renunciable el derecho de toda persona inocente a mantener ese estado jurídico hasta que
una sentencia condenatoria dictada en el “juicio previo” que garantiza el artículo 18 de la
Constitución Nacional, la regulación vigente del juicio abreviado resultaría, de todos
modos, inconstitucional”.
En este sentido es necesario realizar dos aclaraciones. La primera de ellas es que no
existe intención alguna, en concentrar el análisis solamente en la constitucionalidad o no de
cada uno de los institutos que se han incorporado como integrantes del nuevo paradigma
del ordenamiento jurídico penal. Es efectuar un análisis más allá de una posible
inconstitucionalidad de figuras procesales ahondar tanto en la
“disponibilidad” de
garantías procesales penales, siendo que es esto posibilita analizar la coherencia de un
sistema normativo. La segunda aclaración consiste en destacar que la tendencia legislativa
que tiende a impulsar la negociación del proceso penal, apuntará a pensar sobre la
funcionalidad de este modelo con el modelo garantista de Derecho Penal.
VALORES AXIOLÓGICOS IMPLICADOS
Entendemos que no quedaría medianamente completo este trabajo sin que
dijéramos algo sobre la dimensión axiológica del "derecho al proceso penal”
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Entre los principales valores comprometidos, se destaca, en primer término, el valor
justicia, el cual nos conduce a la noción rectora del "proceso justo”. En esta línea de
reflexión, tenemos que todo proceso penal se inserta en la sociedad, desde el Estado, como
"institución jurídico-política". Precisamente, es en tal entidad donde cualquier persona
tiene derecho a ser oída públicamente y "...con justicia..." para el examen de una acusación
dirigida contra ella en materia penal. Sólo así se podrá realizar -en el ámbito del
enjuiciamiento penal- el principio supremo de la justicia, el cual, pasando de lo individual
a lo personal, posibilita al imputado una esfera de libertad para su defensa integral y
efectiva.
En tensión dinámica con el valor justicia se realiza el valor seguridad que, al igual
que aquél, exige la existencia de un derecho positivo.
El proceso penal, en cuanto constitutivo de un fenómeno social, está sometido, a un
ordenamiento normativo particular de índole técnico-legislativa: los códigos de la materia,
existe una reglamentación previa para arribar a la obtención del "justo concreto", aspecto
éste visceral de la sentencia de mérito desde el punto de vista valorativo. Esta
reglamentación previa, además, permite una mayor celeridad en la obtención de ese "justo
concreto". La sola existencia de esa previa reglamentación implica, en sí misma, un modo
de seguridad, ya que el justiciable sabe de antemano "a qué atenerse" sobre el camino que
se habrá de seguir y el tiempo estimado para la decisión del objeto materia del proceso que
-aquí sí como amenaza- lo involucra.
A su vez, justicia y seguridad se conectan con el valor utilidad, por lo pronto
vinculado con las ideas "utilitaristas" como ingrediente cultural del proceso penal de la
modernidad.
CONSIDERACIONES FINALES
Somos plenamente conscientes de que lo expuesto no agota la problematicidad del
tema abordado. Quedan, por cierto, abiertas importantes cuestiones a contemplar: el
alcance de las eventuales suspensiones del derecho y sus garantías -art. 27 inc. 2
de la
Convención Americana
El art. 7, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos" estatuye el
derecho de toda persona "...a ser juzgada...". Ahora bien, el proceso penal al que se tiene
derecho y donde se obtendrá aquel juicio, tendrá que ser, por tanto, aquél rodeado de todas
las garantías, previstas en el artículo 8 de esa Convención, como también en todas y cada
una de las normas coincidentes y complementarias con jerarquía constitucional
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Entonces, el derecho al proceso cobra un perfil definido; se convierte en derecho
"condición" o derecho "presupuesto" del "juicio" y de las garantías que deberán existir
durante el desarrollo procesal para obtenerlo; tales garantías se pueden imaginar como
incorporadas a la englobante del "debido proceso"
Es que el Estado, no sólo "deberá" al ciudadano un proceso penal tramitado "como
es debido", es decir con todas las garantías, sino que "lo debe" sin más y ello ya constituye
una garantía por sí misma Aceptando entonces la necesaria distinción entre derecho y
garantía podemos aventurar este corolario: será el "derecho" al proceso el que posibilitará,
prácticamente, la efectividad de la "garantía" al debido proceso, ello en una suerte de cierre
del círculo hermenéutico.
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