ENFOQUE FILOSÓFICO-MÉDICO ACERCA DE LA BIOÉTICA Pa ra

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ENFOQUE FILOSÓFICO-MÉDICO
ACERCA DE LA BIOÉTICA
Para Federico Ortíz Quezada
Hay distintas clases de conflictos entre teorías. Un tipo frecuente
de conflicto es aquél en el que dos o más teóricos ofrecen soluciones diferentes al mismo problema. En los casos más simples,
sus soluciones son rivales en el sentido de que si una de ellas es
verdadera, la otra es falsa. Naturalmente con frecuencia la cuestión resulta confusa hasta cierto punto, ya que cada una de las
soluciones propuestas es en parte correcta, en parte errónea, en
parte incompleta o nebulosa. No hay nada que lamentar en la
existencia de desacuerdos de esta clase. Aun si a la postre todas
las teorías rivales, salvo una, sufren total destrucción, de todas formas su confrontación resulta útil para probar y fortalecer los argumentos que ofrece la teoría sobreviviente. De hecho, así ha
evolucionado favorablemente la medicina. Así es como se genera el conocimiento nuevo, así es factible percibir la presencia de
un instituto de nueva creación, que prescribe formas y métodos
de vida o de enseñanza, el que instituye, en fin, el que resuelve
conflictos entre teorías.
Con frecuencia surgen conflictos entre teorías o, más generalmente, entre líneas de pensamiento, que no son soluciones rivales del mismo problema, sino, más bien, soluciones o intentos de
solución que, no obstante referirse a problemas distintos, parecen irreconciliables entre sí. El pensador que adopta una de ellas
parece estar lógicamente comprometido a rechazar la otra, pese
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al hecho de que las teorías han surgido de investigaciones cuyas
metas eran desde un principio ampliamente divergentes. La bioética, ante estos problemas, se presenta como una alternativa de
gran fuerza, entre otros aspectos, por su carácter interdisciplinario en la solución de esos conflictos, precisamente una de las tareas sustantivas que un instituto examina.
Ryle4 dice que lo importante es que, por raro que parezca, un
hombre inteligente puede saber perfectamente cómo hacer que
un concepto funcione en la forma acostumbrada en su campo de
empleo apropiado y tener así un dominio completo de sus deberes y, sin embargo, ser completamente incapaz de determinar la
lógica externa o pública de dicho concepto. Puede, quizá, pensar
lúcidamente como geómetra y sin embargo, confundirse con las
relaciones entre los puntos geométricos y los puntos marcados
con lápiz en el papel o con las moléculas o con los átomos; o
bien, quizá puede pensar lúcidamente como economista y sin
embargo, confundirse acerca de la identidad o no identidad de
un agricultor marginado, con este o aquel pequeño propietario
empobrecido. Frecuentemente, la potencia misma de la lógica
doméstica de una teoría o disciplina bien organizada, y es lo que
engendra los litigios entre ella y otras teorías o, quizá con más
frecuencia, entre ella y el conocimiento común. Bajo este aspecto, el médico puede ver con claridad absoluta la prescripción médica a seguir; sin embargo, puede perder el entorno económico y
social del impacto de su influencia. Esto es porque ninguno de
ellos se ha acercado a la bioética, o bien porque tampoco ha
reparado en la importancia de los derechos humanos.
En ambos conceptos existe un punto de encuentro, tanto en la
filosofía de los derechos humanos como en la bioética, éste se
denomina dignidad de la persona humana.
El concepto dignitas, en derecho romano, se refiere a la autoridad, grandeza, dignidad social. En latín clásico se refiere a ser
4
2000.
Ryle, Gilbert, The Concept of Mind, Chicago, Chicago University Press,
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valioso, confiable; tener buen nombre, ser honorable. En español, dignidad significa respeto de sí mismo, funciones elevadas,
cargo o título eminente.
La Constitución española, en el artículo 10, párrafo 1, cita a la
dignidad como el valor espiritual y moral inherente a la persona
que se manifiesta singularmente en la autodeterminación consciente y responsable de la propia vida y que lleva consigo la
pretensión al respeto por parte de los demás.
Adame Goddard,5 en el Diccionario jurídico, menciona que:
“La palabra dignidad (del latín dignitas-atis) significa entre otras
cosas, excelencia, realce. Al hablarse de dignidad de la persona
humana se quiere significar la excelencia que ésta posee en razón de su propia naturaleza. La noción de dignidad de la persona
humana está ligada, lógica e históricamente, con el tema de las
limitaciones del poder público”.
Con base en la noción de dignidad de la persona humana, fundada en la naturaleza racional y espiritual del hombre, se han hecho las diversas declaraciones de derechos humanos. La Declaración de los Derechos del Hombre, votada por la Asamblea de
las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, dice en su
preámbulo que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los
derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la
familia humana”.
Además, continúa, “todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad”. El Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos, así como la Convención Americana sobre Derechos
Humanos hablan de que “las personas deben ser tratadas con el
respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”.
El derecho constitucional mexicano, aunque no ha reconocido
expresamente la noción de dignidad de la persona humana como
fundamento de los derechos humanos o “garantías individuales”,
5
Adame Goddard, Jorge, Diccionario Jurídico Mexicano, México, Porrúa-UNAM, 1987.
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de hecho la acepta implícitamente al proteger (título 1o. de la
Constitución) los derechos individuales y sociales del ser humano. En derecho internacional, México ha suscrito la Declaración
de Derechos del Hombre, aprobada por la Asamblea de las Naciones Unidas en 1948 (ratificada en 1981), y los Pactos Internacionales de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, adoptados en 1966. Estos instrumentos internacionales sí hacen
referencia expresa al concepto de dignidad de la persona humana, y como han sido ya ratificados por el Senado, forman parte
del orden jurídico mexicano (artículo 133 constitucional). En ese
orden jurídico y bioético es donde se inscribe y desenvuelve el
Plan Nacional de Salud 2001-2006.
Al respecto, y en particular sobre la tutela de los derechos humanos, y por tanto, la vigencia de la dignidad humana, el doctor
Fix-Zamudio,6 investigador emérito de la UNAM, señala:
No es suficiente la consagración de los derechos humanos en los
textos de las Constituciones para que su eficacia quede asegurada
en la práctica, sino que se requiere del establecimiento de instrumentos procesales para prevenir o reparar la violación de los propios derechos. La violación de los derechos fundamentales, de la
persona humana, tanto en su aspecto individual y con mayor razón en su dimensión social, trasciende la esfera jurídica de los titulares de los propios derechos, afectando, según su gravedad, [a]
un sector de la comunidad o, inclusive, a la sociedad en su conjunto.
Aquí nuevamente emerge la presencia de la bioética; veamos
un ejemplo que cita Javier Saldaña.7 Comenta, refiriéndose a la
Ley General de Salud, que por más buenos principios que contenga, no ha podido aminorar las condiciones en las que viven
6 Fix-Zamudio, Héctor, Protección procesal de los derechos humanos,
“Protección jurídica de los derechos humanos”, 2a. ed., México, CNDH, 1999,
pp. 88 y 89.
7 Saldaña, Javier, Problemas actuales sobre derechos humanos, México,
UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1997.
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LA BIOÉTICA COMO TEMA JURÍDICO
miles de personas que son ingresadas a centros de atención psiquiátrica en los que los enfermos mentales son atendidos al margen de la dignidad y los derechos que como pacientes les son
inherentes.
Estos seres humanos, ¿tienen algún derecho? Si la respuesta
es afirmativa, ¿qué tipo de derecho es el que tienen, no sólo como personas sino también como enfermos mentales? ¿El calificativo de derechos humanos los alcanza o están excluídos de éste? ¿Existe un tratamiento especial en el terreno de la legislación
civil o de la penal que recoja su particular condición de enfermo
mental, para, en su caso, atribuir alguna responsabilidad jurídica? En el supuesto de que estos enfermos mentales ingresen a los
referidos centros psiquiátricos, ¿decidieron voluntariamente por
sí o por su representante legal su ingreso al hospital? ¿Fueron informados, ellos o sus representantes legales, sobre las normas
que rigen el hospital, así como sobre el diagnóstico y tratamiento
recibidos? ¿Son tratados con humanidad y con pleno respeto a su
dignidad y a su calidad de seres humanos? ¿Son atendidos dentro de las normas éticas de los profesionales del área de salud?
¿Son protegidos de todo tipo de explotación, abuso, tratos degradantes, algún posible daño o represión de cualquier tipo? ¿Qué
legislación es la que contempla todos estos derechos?
La respuesta a todas estas interrogantes nos hace ver con toda
claridad cómo las personas que padecen de alguna enfermedad
mental han sido uno de los grupos más vulnerables y desprotegidos de la sociedad. Su calificación de enfermos mentales los hace un grupo particularmente indefenso y, lo que es más grave, no
les permite estar en capacidad de reclamar sus derechos.
Ciertamente debemos conocer el avance de la ciencia, así como brindar los elementos necesarios para comprender el problema de la justicia en salud y la distribución de recursos. De los
problemas cotidianos de la práctica clínica, el grave analfabetismo en México se convierte en factor de riesgo ya que la cifra de
muertos en la población analfabeta es cuatro veces mayor que
entre los alfabetizados; los abusos de la investigación clínica en
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poblaciones vulnerables, y muchos más dilemas bioéticos, políticas, decisiones reproductivas, consecuencias de la autonomía. La
racionalidad es la piedra fundamental del concepto kantiano de
autonomía. Federico Ortiz Quezada ha fundado el Instituto de
Bioética en la Escuela Ramón y Cajal, y ha tomado sus propias
decisiones porque es un ser racional; en eso baso mi aseveración: que este espacio sea un ámbito del florecimiento de la
bioética.
Unas palabras finales sobre esa figura científica universal que
representa don Santiago Ramón y Cajal. A decir de Isaac Costero,8 Cajal es una de las más altas cumbres de la cultura española.
Figura con rango de primer orden en la ciencia universal por sus
fundamentales trabajos sobre la arquitectura del tejido nervioso
y cualidades del hombre mismo. El mismo que explicaba la histología hasta las ventanas de la amplísima aula abarrotada de estudiantes, algunos distraídos, pero todos respetuosos ante la bondad y sabiduría del maestro. De esas aulas salieron Pío del Río
Hortega, Fernando de Castro, Nicolás Achúcarro, Rafael Lorente
de No, cada uno capaz de ser líder de grupo, como de hecho lo
fueron.
De esa escuela, de ese círculo, arribó a México don Isaac Costero, el científico que describió en forma muy amplia y generosa
el producto de su sabiduría en su libro dedicado a nuestro país.
Él escribió sobre el eminente médico mexicano, doctor Manuel
Velasco Suárez, y le dedica su obra Homenaje, en 1964, con el
estudio morfológico de cultivos in vitro de meningiomas.
He dejado con todo propósito al final de mis reflexiones un
pensamiento sobre un gran hombre del cual guardo un recuerdo
entrañable, el maestro Manuel Velasco Suárez. Él señaló un momento significativo en el desarrollo de la bioética, sus discípulos
estuvimos alrededor de él formando un círculo; las discusiones
regulares, los seminarios y congresos eran los foros en donde se
8
2002.
Costero, Isaac, Revista Española de Patología, vol. 35, núm. 4, España,
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LA BIOÉTICA COMO TEMA JURÍDICO
mostraban los resultados de temas imbuidos en la nueva
disciplina que se llama bioética.
Los miembros de ese Círculo Mexicano de Bioética incorporaron a espíritus afines, y su influencia ha sido notable. Si
bien nunca se pretendió establecer analogías con el Círculo de
Viena con su marcada tendencia contra la metafísica, círculo estructurado por positivistas lógicos como Wittgenstein o Karl
Popper quien luego abandonaron el círculo que se rompió por el
surgimiento del nazismo; o bien el círculo de Münich que, con
el desarrollo de la fenomenología vinculado al círculo de Gotinga, proyectó el pensamiento de Edmund Husserl y a su mayor
exponente, Martín Heidegger —El mundo de la experiencia vivida—, a otros círculos de investigación de altos estudios. Hoy, la
inauguración de este Instituto9 que coloca a la investigación en
bioética en el centro de su atención, inicia una misión trascendente, comprometida a formar una masa crítica de investigadores
que permita generar conocimiento nuevo y que, en su desarrollo
y diferenciación como un Instituto, se sume a ese Círculo Mexicano de Bioética en ciernes, herencia que nos ha legado el maestro Manuel Velasco Suárez.
9
Comisión Nacional de Bioética.
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