Summer Celebration El segundo programa que el Birmingham Royal Ballet trae a Granada, tras su reciente estreno en la ciudad en la que reside, reúne tres obras de estilo muy diferente que muestran de forma clara las cualidades técnicas e interpretativas que caracterizan a esta emblemática compañía que desde 1990 tiene su sede en el teatro del Hipódromo de Birmingham. La historia de este Ballet, sin embargo, se remonta a 1931, cuando la bailarina, coreógrafa y empresaria irlandesa Ninette de Valois, conocida de todos, debido a su rigor en el trabajo, como ‘Madam de Valois’, fundó una compañía de ballet que, por compartir sus presentaciones entre el Sadler’s Wells Theatre y el Old Vic Theatre de Londres, fue conocida como Vic-Wells Ballet. La primera pieza de la velada, The Grand Tour, gira en torno a las vicisitudes que tienen lugar en un trasatlántico de lujo durante un viaje transoceánico; una temática de gran actualidad este año debido al centenario del hundimiento del Titanic. Su coreógrafo, el célebre director de Broadway Joe Layton, fallecido en 1994, se basó para esta pieza en la vida y en las canciones del actor, dramaturgo y compositor británico Noël Coward, con el que ya había trabajado en el musical Sail Away en sus dos producciones de Nueva York y Londres. Layton, que siempre había albergado el deseo de coreografiar para un gran ballet, propuso seis proyectos a la dirección del por entonces denominado Royal Ballet y la pieza elegida fue precisamente The Grand Tour. En ella se recrea de algún modo la edad de oro que, allá por los años 30 del pasado siglo, vivieron los viajes por mar y, de modo especial, las líneas oceánicas que comunicaban el Reino Unido con el continente americano. En este trabajo, el propio Coward –que en realidad había realizado su primera visita a Nueva York en barco en 1921 y había escrito para el teatro algunas piezas de tema náutico, como Cavalcade (1933)– aparece como el personaje principal de la pieza, un artista que viaja rumbo a Europa junto a otras figuras tan conocidas como Gertrude Stein, Mary Pickford, George Bernard Shaw y otros famosos personajes de la época. Como fondo, Layton utilizó ocho de las más de trescientas canciones compuestas por Noël Coward –entre ellas, las conocidas I’ll See You Again y Mad Dogs and English Men y una grabación del propio compositor cantando Half-Caste Woman– que fueron adaptadas libremente por el arreglista Hershy Kay quien, amén de proporcionarle las pausas necesarias para las evoluciones de los bailarines –y en muchas ocasiones, para las risas del públicoañadió algunos sonidos náuticos como la sirena que acompaña a la nave a su salida del puerto. The Grand Tour fue estrenada en febrero de 1971 mientras que fue en mayo del mismo año cuando se produjo su estreno londinense en el Sadler’s Wells Theatre. Más tarde, la coreografía de Layton fue interpretada en América por el Houston Ballet y, en febrero de este mismo año, ha sido llevada a la escena por el Sarasota Ballet de Florida. Take Five, la más reciente de las coreografías que se presentan, fue creada en 2007 por el coreógrafo británico David Bintlley, director artístico del Birmingham Royal Ballet desde 1995. En su base se encuentra el amor del creador por la música americana de jazz; un amor que le había llevado ya a realizar una trilogía inspirada en la música del inolvidable Duke Ellington y que aquí gira en torno a Take Five, una de las composiciones más aplaudidas –la primera pieza de jazz instrumental que logró vender un millón de copias– del célebre Cuarteto que el pianista californiano Dave Brubeck, entre otras cosas alumno de Darius Milhaud, mantuvo entre 1951 y 1967 con músicos de la categoría del saxofonista Paul Desmod. Con su elegancia habitual, Bintley realiza un ballet lleno de vitalidad adaptando las puntas de sus bailarinas al ritmo de 5/4 que domina la partitura de Brubeck. Por último, The Dream, una coreografía de casi una hora de duración que es fruto del encuentro entre un trío de verdadera excepción: Frederick Ashton (1904-1988), el gran coreógrafo británico de origen ecuatoriano, Félix Mendelssohn, quien escribió la obertura de ésta pieza con tan solo diecisiete años (y que ha contado con los arreglos del compositor especialista en danza John Lanchbery), y el grandísimo dramaturgo William Shakespeare, a quien se debe el argumento, basado en su comedia satírica El sueño de una noche de verano. En este Sueño, el mundo mágico de las hadas y el mundo de los humanos se entrelazan a causa del amor. Así en el bosque donde habitan, Oberón (rey de las hadas), que ha reñido con Titania (reina de las hadas) a causa de un paje, pide al duendecillo Puck que le procure una cierta flor mágica cuyo jugo, vertido en los ojos de Titania mientras duerme, hará que se enamore del primer ser a quien vea cuando despierte. Por las burlas del destino, éste no será otro que el tejedor Bottom, que lleva puesta una cabeza de asno porque está ensayando un drama que se escenificará en las bodas del duque reinante. Del mismo modo, la magia de los seres sobrenaturales alcanzará a personajes mortales como Hermia que, enamorada de Lisandro, se niega a casarse con Demetrio, contraviniendo así el deseo de Egeo, su padre. Personajes mortales con los que comparten escenario si bien éstos nunca –salvo Botton– llegan a ver a las criaturas sobrenaturales que giran constantemente a su alrededor. Este gran ballet, que a primera vista puede parecer bastante convencional, contiene un enorme trabajo de síntesis de Asthon quien, bajo una capa de romanticismo, ha condensado la difícil trama de una forma brillante, además de clara, centrándose sobre todo en las diferencias entre Oberón y Titania. Junto a la influencia clasicista e innegable de Marius Petipa, Asthon presenta una coreografía cambiante y llena de círculos en la que las hadas se presentan a veces de forma poco ortodoxa, Botton utiliza zapatillas de puntas (tal vez para imitar el trotar del asno) y los mortales adquieren tintes verdaderamente cómicos. El culmen del ballet es sin duda la reconciliación final de los protagonistas, hecho que le llevó a componer uno de los más hermosos pasos a dos de todo su repertorio. En él, Titania trata de alejarse repetidamente de su cruel amante hasta que, finalmente, ambos logran danzar al unísono y ella, de nuevo confiada no se sabe por cuánto tiempo, acaba durmiéndose en sus rodillas. © Rosalía Gómez