José Rafael Pocaterra: literatura crítica de la burguesía, el imperialismo y la dictadura Caracas, 17 Dic. AVN .- El 18 de diciembre de 1889 nació en Valencia, estado Carabobo, el escritor y periodista José Rafael Pocaterra, cuyas obras reflejan una fuerte crítica a la sociedad burguesa del siglo XX y a las dictaduras militares impuestas en Venezuela por Juan Vicente Gómez (1908-1935) y Marcos Pérez Jiménez (1953-1958). Hijo de Jaime Demetrio Pocaterra y de Mercedes Mac Pherson, Pocaterra realizó sus estudios en la escuela Elemental de su ciudad natal. En 1907, a la edad de 18 años, colaboró en el periódico Caín, medio impreso abiertamente opositor al gobierno del presidente Cipriano Castro. El contenido de sus textos es tan crítico contra Cipriano Castro y su administración, que todos los redactores de la publicación son encarcelados en el Castillo de Puerto Cabello. El castigo es motivado, entre otras cosas, porque Pocaterra publica una lista de candidatos presidenciales para las elecciones de ese año en la que incluía presos políticos y opositores del gobierno. Posteriormente es traslado al Castillo de San Carlos, en Maracaibo, donde fue encarcelado durante un año. En su año de cautiverio, aprendió latín, griego e inglés, y se aplicó a leer los autores clásicos que el comité de censura de la prisión le permitía. Asimismo se enriqueció al compartir las experiencias de sus compañeros de celda, provenientes de disímiles regiones y estratos sociales, cuyo único punto común era la expresión de su descontento con la gestión de los gobernantes y sus intentos por combatirlos. Gracias a la petición que realiza una de las hijas del historiador González Guinán al presidente Castro, durante una recepción, a finales de 1908, el escritor es liberado de prisión. A pesar de su experiencia en la cárcel, Pocaterra continúo criticando la gestión de Castro. Entre los años de 1911 y 1912 colaboró con el periódico Patria y Unión, y escribió su primera novela, Política feminista, que luego fue editada por la Imprenta Cultural de Caracas. A finales de 1912 regresó a Caracas, donde escribió Veladas oscuras e incursionó en la vida militar, al trabajar como secretario de un general. En 1915 colaboró con el diario El Fonógrafo, donde publicó artículos de opinión y relatos en la columna Lectura del sábado. Durante ese mismo año asumió la dirección del diario junto a Eduardo López Bustamante hasta 1916. No tardará en notarse su influencia: el diario rápidamente toma posición crítica ante el imperialismo y la intervención norteamericana. Ese mismo año empieza a escribir uno de sus libros de mayor trascendencia: Cuentos Grotescos. En Cuentos Grotescos, Pocaterra supo plasmar en ellos la esencia del venezolano, no solo del ambiente, de las personas y del lenguaje sino lo venezolano en el pesimismo, en la intuición y en la sensibilidad. Cada cuento que conforma el libro, retrata de manera sarcástica y aguda, la realidad social venezolana y tiene como tema central alguna situación social, como explica María Joséfina Tejera en el prólogo de la novela edición de Cuentos Grotescos, publicada en 1989 por Monte Ávila Editores. La preocupación por los problemas del país fue tema constante en las narraciones de Pocaterra. Desde el primero conocido: Ecce–Homo, empieza a hacer crítica política. El personaje central es un general andino, quien mediante revueltas y alardes de fuerza, y a pesar de su ignorancia, llega a Caracas a ejercer el cargo de Ministro de Instrucción Pública y de Vicepresidente de la República, haciendo alusión con estas descripciones a algunos de los partidarios de Juan Vicente Gómez. En Patria, la mestiza, explica Tejera, Pocaterra hace alusión a la consigna del gobierno dictatorial de Gómez: Paz y trabajo. La ansiedad patriótica del protagonista de este cuento, simboliza la inconformidad de la juventud contra el régimen de Gómez, haciéndose evidente el paralelismo que quiere resaltar Pocaterra entre la situación contemporánea a él y las guerras de independencia. En otros cuentos hay alusiones a la decadencia de las clases dirigentes cuyos antepasados se habían destacado en las guerras independentistas. Este el tema de Familia prócer y El retrato, donde a pesar del orgullo que ostentan los miembros de ambas familias, su decadencia y debilidad los conduce al incesto, la prostitución y la desvergüenza. En Las frutas muy altas, presenta los dos niveles sociales más evidentes en Venezuela, separados por una gran distancia de educación y de circunstancias. José la O, el muchacho montaraz, está comparado con los animales por su vida elemental y su actitud estática y observadora frente a la naturaleza, mientras que la señorita, miembro de la clase elevada, es comparada con una rosa por la delicadeza de sus vestidos y el color de su piel. El muchacho campesino es víctima y juguete de la niña rica: ella es símbolo de la sociedad alta que abusa y juega con los humildes sin mejorar la situación de las personas de bajo nivel social. En este relato Pocaterra resalta la injusticia social, el olvido y el abandono en que permanecen los campesinos. La historia de Panchito Mandefuá, está dedicada al burgués feliz, tranquilo y satisfecho, con la intención de inquietarlo y de despertar en él amor hacia los niños desvalidos. Hacia la iglesia también dirige Pocaterra su crítica. En el Matasano subraya el papel de un sacerdote español, que alza de pronto la voz para condenar a Valencia por un pecado común. Asimismo censura el fanatismo cuando presenta la violencia de una turba contra uno de los personajes del relato, concluye Tejera. En 1919 se involucró en una conspiración junto a los redactores de Pitorreos y fue apresado en la cárcel La Rotunda. Allí vivirá, en la celda número 41, tres años de terribles torturas, castigos y soledad y será testigo de varias muertes. De esos días obtuvo vivencias fundamentales para escribir años más tarde uno de los testimonios más agudos de la represión: Memorias de un venezolano de la decadencia. Mientras permanece en La Rotunda trabaja en la primera parte de la novela Juan de Abila (que luego llevará por título La casa de los Abila). Lo que escribe, lo hace en hojas de papel diminutas que son enrolladas para que puedan salir armadas como cigarrillos. El cabo de los presos, Macedonio Guerrero, se convierte en su salvación: se ofrece como "correo" de la obra que escribe y más adelante permite la entrada de libros a la cárcel. Es liberado en enero de 1922. Descansa algunos días y luego se ocupa en un nuevo proyecto: fundar dos meses más tarde una pequeña empresa editorial junto a Arvelo Larriva, donde llegará a publicar las primeras páginas de la novela Ifigenia de Teresa de la Parra. El tiempo en la cárcel, sin embargo, en nada cambia sus convicciones: su disconformidad con el régimen no cesa, tal como lo demuestra en una publicación clandestina conocida como La vergüenza de América. Muy pronto su vínculo con esta publicación es descubierto, así que decide establecerse en Nueva York. A bordo del barco conoce a quien será su esposa en agosto del mismo año: Mercedes Conde Flores. La fecha de encuentro la recordará en su poema Diario de abordo. En Estados Unidos continúa escribiendo. Una vez más, un texto lo llevará a cambiar de residencia: la delegación de Venezuela en ese país le crea problemas luego de un artículo publicado en el diario La reforma social. Se traslada entonces, en 1923, a Montreal, Canadá para ocupar el cargo de director del departamento hispano de la Sun life Insurance and Co. También dicta clases de español en la Universidad de Montreal y publicó los primeros capítulos de Memorias de un venezolano de la decadencia, al tiempo que colaboró con varios periódicos latinoamericanos; desde allí trató de continuar su persistente campaña contra Gómez. Retornó al país a mediados de 1938. Estando en Venezuela, se incorporó al Congreso en abril de 1939 y ejerció varios cargos públicos, incluso después de la salida de Eleazar López Contreras de la presidencia. Isaías Medina Angarita, además de la presidencia del estado Carabobo, le confiará una serie de misiones diplomáticas. En el gobierno de Rómulo Gallegos se desempeñó como embajador en Brasil y después en Estados Unidos. Cuando Román Delgado Chalbaud es asesinado en 1950, regresa a su casa en Montreal. Durante estos años se dedicó a realizar algunas traducciones y escribir poemas, algunos reveladores de su estado de ánimo como Elegía de otoño, que parece reflejar cercanía con la idea de la muerte. Fue invitado a la celebración de los cuatrocientos años de su ciudad natal en 1955 para pronunciar un discurso. Su vitalidad polémica sigue viva: en sus palabras no duda en cuestionar el gobierno de Marcos Pérez Jiménez. Esta sería su última visita al país pues muere el 18 de abril de 1955 en Montreal. El gobierno no le rinde homenaje, pero sí lo hicieron algunos escritores e intelectuales. Fuente: www.biografiasyvidas.com. Powered by TCPDF (www.tcpdf.org)