b R3 LATERCERA Domingo 10 de julio de 2016 Director de La Tercera: Juan Pablo Larraín Medina Subdirector: Víctor Cofré Soto Editor de Política: Francisco Torrealba. Editor de Reportajes: Alejandro Trujillo. Subeditor: Gloria Faúndez. Periodistas: Francisco Artaza, Andrés Muñoz, Hernán López, Ignacio Bazán, Francisco Siredey, Francisca Miranda, Cristóbal Palacios y Tamy Palma. Columnistas: Alvaro Vargas Llosa, Fernando Villegas, Sebastián Edwards, Eduardo Engel, Ernesto Ottone, Mario Vargas Llosa, Ascanio Cavallo y Héctor Soto. Editora Gráfica: Constanza Bertolone H. Subeditor de Diseño: David Hernández P. Diseño: Miguel Vargas. Editor de Fotografía: Matías Recart. Fotógrafo coordinador: Patricio Fuentes COLUMNA DE OSCAR CONTARDO El lazo del ex ministro Insunza y su abogado C FOTO: PATRICIO FUENTES Creemos que el silencio es una cosa inocua, como una burbuja que se eleva sin siquiera perturbarnos. Creemos que no pesa, que no deja rastro, que el silencio no es capaz de herir, porque es algo fronterizo con la nada. Creemos eso, lo creíamos incluso cuando vimos una noche, hace un par de años, a un hombre de mediana edad en un programa de televisión, tratando de lucir cómodo en una poltrona que debía sostenerlo a él y a su historia. Ese hombre en ese estudio de televisión era Ernesto Lejderman, y su propia vida había estado herida por silencios desde que una patrulla militar mató a sus padres en frente suyo. A él le perdonaron la vida -¿qué podría contar un niño de dos años? - y se lo llevaron. Lejderman estaba solo en un país extranjero, en manos de los hombres que dieron muerte a sus padres. ¿Qué estaría sintiendo ese niño que pasó de unas manos a otras y acabó al cuidado de unas mujeres que no conocía? El resto de la vida de Lejderman ha consistido, en gran medida, en reconstruir lo que sucedió durante esos días. Para hacerlo debió enfrentarse al silencio, uno pesado, oscuro y frío, como la cobardía, hipócrita como las coartadas que se tejieron para esconder una matanza escrupulosamente calculada. La trama que logró rescatar con los años era dura, pero simple. Hubo un hombre argentino y una mujer mexicana huyendo con un niño hacia la cordillera. Hubo un grupo de militares tras ellos, que lo- graron alcanzarlos y asesinarlos. Hubo alguien que recibió a ese niño y luego lo entregó y no dijo nada sino hasta muchos años después, cuando las evidencias lo alcanzaron. “Yo le pido a Cheyre que rompa los pactos de silencio”, dijo Lejderman esa noche sentado en ese estudio de televisión con la vista mirando hacia un punto distante. Lo dijo así, como pidiéndole a un mensajero invisible que le hiciera llegar a quien tenía en frente -el propio Juan Emilio Cheyre- su solicitud. Evitó mirarlo, como si hacerlo de algún modo lo dañara. Lo que Lejderman nos dijo a todos esa noche con una voz rotunda fue que el general en retiro, aquel que la transición elevó al estatus de ícono, no estaba contando todo lo que sabía o debió haber sabido sobre las muertes y torturas ocurridas en aquel regimiento de La Serena durante el paso de la llamada Caravana de la Muerte. Después de esa noche, Ernesto Lejderman volvió a su casa -cruzó la cordillera como no lo pudieron hacer sus padres- y nos dejó con la inquietud de su frase zumbando en el ambiente. Al día siguiente, nuevamente pasó lo que suele pasar en nuestro país: un coro de voces se apuraron en empatar los hechos y arropar al oficial en retiro aludido para protegerlo de algo que consideraban injusto; pedirle a él -un hombre culto, un hombre serio, un académico, un hombre que dijo “nunca más”- que deje de guardar silencio. ¿Cómo es posible? Era una injusticia. Ninguna palabra para quienes están esperando respuestas desde hace tanto tiempo, sino más bien una especie de reconvención velada, parecida a esa suerte de regaño que se les hace a quienes con sus quejas arruinan la armonía alcanzada en una reunión tensa. Hemos querido por tanto tiempo que nuestro pasado sembrado de crímenes cometidos por agentes del Estado permanezca hundido por el peso de algunas palabras de reconocimiento y un par de gestos ceremoniales, que nos hemos olvidado que todavía vivimos rodeados de silencios, que como burbujas de agua tóxica, cada tanto estallan y nos remecen. Entonces, cuando eso sucede, nos damos cuenta de que aún hay muchos hombres y mujeres que -como Lejderman- viven día a día soportando el peso de una historia inconclusa, una historia que los líderes de nuestra democracia han querido dar por cerrada, pero que está aquí, es parte de nuestra convivencia y nos emparenta casi imperceptiblemente con el filo amenazante de quienes callaron cuando debían haber hablado, de quienes usaron el recuerdo del miedo -cuidado con decir algo que les pueda molestar, cuidado con preguntar dónde están- como un refugio cómodo, un escondite hasta el que la justicia no llegaría. El sitio ideal para esperar que el paso del tiempo haga el resto y el silencio quede sellado por la muerte de los responsables, los que nunca dieron la cara, los que se burlaron de las víctimas y disfrazaron su crueldad salvaje de patriotismo.R Al igual que Carlos Ominami, el ex ministro Segpres Jorge Insunza optó como defensor público por Carlos Mora para enfrentar las indagatorias en su contra por presuntos delitos de cohecho y negociación incompatible. Pero mientras el ex senador Ominami no conocía a Mora, el lazo que une a Insunza con el abogado es estrecho. El ex diputado PPD hizo la práctica para convertirse en abogado pocos meses después de salir del gabinete en la Corporación de Asistencia Judicial, lugar donde Mora fue su jefe. La exclusión de Golborne en libro sobre el gobierno de Piñera “El rescate de los 33” se titula el capítulo del libro La historia se escribe hacia adelante, en que Mauricio Rojas conversó con el ex Presidente Sebastián Piñera sobre el accidente en la mina San José y los principales hitos de su paso por La Moneda. A diferencia de los demás pasajes del texto, en el que nueve ex ministros abordaron el principal tema de su cartera, Rojas optó por el testimonio del ex mandatario en lugar del de Laurence Golborne, entonces titular de Minería. Cercanos al ex candidato presidencial sostienen que no fue contactado por el autor. El libro -que será lanzado mañana en la Municipalidad de Vitacura- contará con la presentación de Max Colodro y David Gallagher. FOTO: ARCHIVO El peso del silencio