® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International Información Legal y Tributaria mayo 2015 ÁREA FISCAL ¿Es posible regularizar la situación de los contribuyentes que no se acogieron a la “amnistía fiscal” sin temor a la aplicación del riguroso sistema sancionador que se deriva? Daniel Tarroja, Abogado Gerente del Departamento Fiscal Barcelona daniel.tarroja@crowehorwath.es Silvia Revelles, Abogada Departamento Fiscal Barcelona silvia.revelles@crowehorwath.es El pasado 31 de marzo finalizó el plazo de presentación del Modelo 720, de declaración informativa sobre bienes y derechos situados en el extranjero del ejercicio 2014, y pese haberse introducido la indicada obligación a los contribuyentes, en el año 2012 a través de la Ley 7/2012, de 29 de octubre, de prevención y lucha contra el fraude, su regulación continúa siendo objeto de discusión y preocupación para aquellos posibles afectados que no se acogieron a la denominada “amnistía fiscal” de 2012. Recientemente la Comisión Europea se ha pronunciado sobre la posible ilegalidad de la declaración del Modelo 720, por cuanto su régimen sancionador e imprescriptibilidad podría contravenir el Derecho de la Unión Europea. Por ello, ha manifestado su intención de proponer la incoación de un procedimiento de infracción al respecto. Pero más allá de cuestionar la vulneración del Derecho comunitario y esperar a la posible imposición de la sanción al Estado, debemos plantearnos si existen actualmente posibilidades para atacar la controvertida normativa para así facilitar la regularización voluntaria de los bienes situados en el extranjero no declarados y mitigar sus consecuencias. En efecto, existen en la vigente normativa numerosas lagunas jurídicas que permiten defender que su aplicación supone una infracción del ordenamiento jurídico así como de los principios generales del Derecho. Cierto es que la voluntad del legislador con la normativa aprobada mediante la Ley 7/2012 de medidas contra el fraude fiscal era conseguir atemorizar a los defraudadores para que efectuasen voluntariamente su regularización, so pena de aplicación de gravísimas sanciones en caso de seguir ocultando las rentas y patrimonios en el extranjero. Por ello, es necesario preguntarse ¿qué ocurrirá con todos aquellos contribuyentes que decidieron (acertadamente o no) no acogerse a la denominada “amnistía fiscal”? ¿Es posible regularizar la situación de los contribuyentes que no se acogieron a la “amnistía fiscal” sin temor a la aplicación del riguroso sistema sancionador que se deriva? Amén de las sanciones previstas por presentación de la declaración de forma incorrecta o inexacta, así como por el incumplimiento de la obligación de informar, la Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (LIRPF), así como la Ley del Impuesto sobre Sociedades (LIS), recogen una suerte de imprescriptibilidad, al considerar ganancia patrimonial no justificada las rentas o bienes no declarados, que serán imputables al periodo impositivo más antiguo entre los no prescritos susceptibles de regularización, en el que hubiese entrado en vigor la Ley 7/2012 de prevención y lucha contra el fraude. En primer lugar, de la lectura del precepto se desprende una clara retroactividad de la norma, al imputar la renta aflorada a un ejercicio anterior, lo que contraviene frontalmente el principio constitucional de seguridad jurídica ÁREA FISCAL 2 >> El Tribunal Supremo avala la imprescriptibilidad de las facultades de la inspección tributaria ÁREA LABORAL 3 >> Distribución irregular de la jornada: una gran desconocida >> Teletrabajo, ¿una evolución en las relaciones laborales? ÁREA PROCESAL Y ARB. 5 >> Precauciones en un transporte multimodal entre la UE y los EE.UU. ÁREA PENAL-CONCURSAL 9 ÁREA DERECHO DEPORTIVO10 CROWE HORWATH PLM AUDITORES11 ACTIVIDADES CORP. 12 e irretroactividad de las normas sancionadoras no favorables, que prohíbe aplicar una nueva norma aprobada a ejercicios anteriores a su aplicación. En aplicación estricta del régimen de irretroactividad de las normas tributarias contenido en el artículo 10 de la LGT, existe una salvedad al régimen introducido por la Ley 7/2012, pues pretende imputar las ganancias patrimoniales no justificadas a un ejercicio, el 2012, en el que todavía no son aplicables las obligaciones introducidas a través de la Ley 7/2012, puesto que al ser el IRPF y el IS impuestos periódicos, la LGT determina de forma genérica la irretroactividad de las normas tributarias así como que las normas tributarias son aplicables al periodo impositivo que se inicie desde el momento de su entrada en vigor. ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International De igual forma, conviene poner de manifiesto la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva y al principio de capacidad económica al establecer la norma que “en todo caso” se considerará ganancia patrimonial no justificada las rentas no declaradas, limitándose así el derecho del contribuyente a probar que la renta aflorada proviene de un ejercicio prescrito, pudiéndose gravar un patrimonio que realmente no ha generado renta, como podría suceder en el supuesto de tratarse de rentas exentas o proceder los bienes o derechos de una herencia o donación prescrita. Asimismo, cabe sostener la vulneración del principio de culpabilidad y el derecho a la presunción de inocencia al definirse el hecho sancionable no por la conducta del contribuyente sino a través de una presunción que no admite prueba en contrario, lo que contraviene frontalmente la CE y la jurisprudencia del Tribunal Supremo, que impide sancionar por el mero resultado sin atender a la conducta del presunto infractor, que incluso es sancionado pese a presentar voluntariamente su declaración y sin haber mediado requerimiento previo por parte de la Administración. Hacienda ya ha iniciado las actuaciones sobre los presentadores extemporáneos del modelo 720, con las primeras comunicaciones de comprobación de los indicados modelos, así como de las sanciones que se derivan. A aquellos contribuyentes que no se acogieron a la regularización voluntaria recordarles que recientemente el Estado ha manifestado su voluntad de adoptar el acuerdo multilateral de Intercambio Automático de Información por parte de las entidades financieras elaborado por la OCDE con la colaboración del G-20 y la Unión Europea, que permitirá a los Estados contratantes acceder a un sistema de intercambio de información automática y estandarizada de las cuentas financieras sin necesidad de requerir a las autoridades fiscales extranjeras sobre casos individualizados por haberse encontrado indicios de fraude. Esto permitirá a la Administración finalmente poner coto a la ingeniería fiscal y combatir el fraude fiscal transfronterizo y la evasión fiscal, por lo que sólo queda la opción de regularizar y hacerlo lo antes posible, habida cuenta que siempre es mejor regularizar voluntariamente que hacerlo por exigencia de la Administración tributaria. ÁREA FISCAL El Tribunal Supremo avala la imprescriptibilidad de las facultades de la inspección tributaria Daniel Tarroja, Abogado Gerente del Departamento Fiscal Barcelona daniel.tarroja@crowehorwath.es El Tribunal Supremo ha dictado recientemente tres sentencias que afectan directamente a la doctrina vigente en nuestro ordenamiento jurídico tributario sobre la prescripción de la potestad de la Administración para comprobar e investigar las obligaciones tributarias (5 de febrero de 2015, 19 de febrero de 2015 y de 26 de febrero de 2015). A ningún jurista le escapa que estas Sentencias dictadas por el Alto Tribunal guardan una estrecha relación con el Proyecto de Ley de reforma de la Ley General Tributaria (LGT) que se está tramitando actualmente en el Congreso de los Diputados. La más controvertida novedad propuesta por el Ejecutivo para reformar la actual LGT es la incorporación de un nuevo artículo 66 bis que establece literalmente: “No prescribirá el derecho de la Administración para realizar comprobaciones e investigaciones conforme al artículo 115 de esta ley”. Propuesto por el poder Ejecutivo, redactado por el poder Legislativo y, ya avalado antes de su aprobación por el poder Judicial, poco o nada podremos oponer los amplísimos sectores de la doctrina que consideramos que, si ya con la instauración de la doctrina del “doble tiro” se dio una estocada casi mortal a la seguridad jurídica de nuestro ordenamiento jurídico, la imprescriptibilidad de la capacidad de comprobar e investigar (y con ello de recalificar jurídicamente negocios jurídicos celebrados hace años) supone el golpe de gracia a nuestro ordenamiento y, en concreto, a la seguridad jurídica que emana de cualquier Estado de Derecho. El principio de seguridad jurídica consagrado en el artículo 9.3 de la Constitución Española es la suma, como dispone el tenor literal del mismo, de otros principios como son el de legalidad, el principio de jerarquía normativa, el principio de publicidad de las normas, el principio de irretroactividad de las normas no favorables y de la prohibición de interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos. Y es esta seguridad jurídica la que exige que las decisiones adoptadas, bien por los órganos administrativos, bien por los Tribunales, puedan ser revisadas fuera de los cauces previstos por la normativa y, menos aún fuera de los plazos legalmente previstos. Piénsese si los órganos jurisdiccionales de nuestro país avalarían la posibilidad de que los ciudadanos pudiesen impugnar aquellos actos dictados por la Administración, contrarios al ordenamiento jurídico, que son firmes por no haber sido recurridos en tiempo y en forma, ¿aceptarían el Tribunal Supremo poner en igualdad de condiciones al ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International 2 ciudadano frente al actuar de la Administración? ¿Habilitaría la posibilidad de prolongar el plazo de prescripción para que un ciudadano, que no lo hizo en tiempo, pudiese reaccionar contra el acto administrativo que es contrario al ordenamiento jurídico? Si ha prescrito la posibilidad de que la Administración pueda reaccionar o no ha usado las amplísimas facultades que tiene atribuidas para corregir el acto fraudulento, no es aceptable jurídicamente que el Tribunal Supremo pretenda corregir la desidia u error administrativo socavando el ordenamiento jurídico. Pues validando esta posibilidad, que atenta directamente contra la propia Constitución, cuando dispone que los ciudadanos y poderes públicos están sujetos a la ley y a la Constitución, y que ambos son iguales ante la ley, no parece que la adopción de este criterio, así como de su futura aprobación en sede parlamentaria, deje tanto al ciudadano como al Estado de Derecho en muy buena posición. ÁREA LABORAL Distribución irregular de la jornada: una gran desconocida Javier Abelló, Abogado Departamento Laboral Barcelona javier.abello@crowehorwath.es La distribución irregular de la jornada de trabajo es una medida de flexibilidad interna de la que dispone el empresario para adaptar el tiempo de trabajo de sus empleados a sus necesidades operativas, sin que ello altere el salario del trabajador. El Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (ET), dispone que “la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo será de cuarenta horas semanales de trabajo efectivo de promedio en cómputo anual”, pero establece asimismo que “se podrá establecer la distribución irregular de la jornada a lo largo del año”. Ello habilita la posibilidad de que -respetándose el máximo de horas de trabajo establecido por el ET, el convenio colectivo de trabajo aplicable o el acuerdo con el trabajador que establecieran una jornada inferior- pueda el empresario disponer que la jornada de su empleado varíe en función de las necesidades productivas de la empresa, ampliándose o reduciéndose en función de la variación de dichas necesidades. Así, se puede establecer, por ejemplo, una duración de jornadas semanales superiores a cuarenta horas, compensándolo con otras semanas en que las jornadas sean inferiores, de tal forma que, no superándose el límite de horas trabajadas en cómputo anual, los excesos en la jornada no tengan la consideración de horas extraordinarias. El establecimiento de la distribución irregular de la jornada puede hacerse mediante convenio colectivo o por acuerdo entre la empresa y los representantes legales de los trabajadores, si bien el empresario puede imponer unilateralmente la medida de no existir previsión convencional o no alcanzarse el acuerdo con los trabajadores. Esta concreta facultad empresarial está, no obstante, sujeta a ciertas limitaciones y condiciones legales que previenen contra el ejercicio arbitrario y caprichoso de esta facultad por el empresario. Y es que, como en toda relación contractual, deben trazarse las lindes de los derechos de las partes, para evitar que la dinámica contractual pueda comportar la vulneración de los mismos, particularmente los de conciliación de la vida per- sonal, familiar y laboral del trabajador. La distribución irregular de la jornada es una herramienta de la que dispone el empresario para la optimización de sus recursos operativos, por adaptación de los mismos en el tiempo, a las necesidades productivas de la empresa, pero esta medida empresarial debe estar motivada por razones de tipo operativo, conexas con el funcionamiento de la empresa, aspecto éste susceptible del correspondiente control judicial. Una de las limitaciones a la distribución irregular de la jornada es que, en defecto de pacto entre los trabajadores y la empresa, ésta no puede distribuir de manera irregular a lo largo del año más del diez por ciento de la jornada de trabajo. Nada obsta a que la distribución irregular de la jornada alcance a un porcentaje mayor, siempre y cuando ello sea fruto de la negociación colectiva o por acuerdo con los trabajadores. Otra de las limitaciones de la distribución irregular de la jornada es el respeto de los períodos mínimos de descanso diario y semanal previstos en la Ley. En relación con el descanso diario, el ET establece, por una parte, que entre el final de una jornada y el comienzo de la siguiente deben mediar, como mínimo, doce horas y, por otra, que siempre que la duración de la jornada diaria continuada exceda de seis horas, debe establecerse un período de descanso durante la misma de duración no inferior a quince minutos; descanso que en el caso de los trabajadores menores de dieciocho años debe tener una duración mínima de treinta minutos siempre que la duración de la jornada diaria continuada exceda de cuatro horas y media. Por lo que se refiere al descanso semanal, el ET establece que los trabajadores tienen derecho a un descanso mínimo semanal, acumulable por períodos de hasta catorce días, de día y medio ininterrumpido que, como regla general, debe comprender la tarde del sábado o, en su caso, la mañana del lunes, y el día completo del domingo. La norma establece asimismo que la duración del descanso semanal de los menores de dieciocho años debe ser, como mínimo, de dos días ininterrumpidos. En materia de jornada y descanso es frecuente una regulación distinta de la establecida por el ET, con ampliaciones o limitaciones en la ordenación y duración de ® 3 Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International estos aspectos, para aquellos sectores y trabajos que por sus peculiaridades así lo requieran. Así, por ejemplo, en la aviación civil y el trabajo en el mar, pero también en ámbitos más comunes, como el comercio, la hostelería, los servicios del hogar familiar y los trabajos en régimen de turnos. Por otra parte, la empresa debe preavisar al trabajador con, al menos, cinco días de antelación, respecto del día y la hora de la prestación de trabajo resultante del establecimiento de la distribución irregular de la jornada. Se trata de una previsión legal de mínimos, por lo que este plazo no es susceptible de modificación a la baja por virtud de la negociación colectiva. Por lo demás, el número de horas ordinarias de trabajo efectivo no puede ser superior a nueve diarias, salvo que por convenio colectivo o, en su defecto, por acuerdo entre la empresa y los representantes de los trabajadores, se establezca otra distribución del tiempo de trabajo diario. La jornada diaria para trabajadores menores de dieciocho años es de de ocho horas de trabajo efectivo, incluyendo, en su caso, el tiempo dedicado a la formación y, si trabajasen para varios empleadores, las horas realizadas con cada uno de ellos. La compensación de las diferencias, por exceso o por defecto, entre la jornada realizada y la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo legal o pactada es exigible según lo acordado en convenio colectivo o, a falta de previsión convencional al respecto, por acuerdo entre la empresa y los representantes de los trabajadores. En defecto de pacto, las diferencias derivadas de la distribución irregular de la jornada deberán quedar compensadas con descanso, en el plazo de doce meses desde que se produzcan. En definitiva, la distribución irregular de la jornada es una herramienta de adaptación del tiempo de trabajo a las necesidades productivas de la empresa que conjuga el combate del absentismo presencial en jornadas de bajos niveles de actividad en el centro de trabajo con la pretensión empresarial de evitar, en lo posible, las horas extraordinarias, cuando la Empresa más necesidades tiene. ÁREA LABORAL Teletrabajo, ¿una evolución en las relaciones laborales? Xavier Murciano, Abogado Departamento Laboral Barcelona xavier.murciano@crowehorwath.es El teletrabajo se configura como una forma particular de organización del trabajo que tiene como finalidad favorecer la flexibilidad en la organización del trabajo de las empresas, basado en el uso intensivo de las nuevas tecnologías, según describía el Acuerdo Marco Europeo sobre el Teletrabajo de 16 de julio de 2002. La creciente implantación en los últimos años del trabajo a distancia -como lo denomina la redacción vigente del artículo 13 del Estatuto de los Trabajadores- está profundamente ligada, justamente, al avance de las nuevas tecnologías y a su facilidad de uso y acceso. Tanto es así que hoy en día, una gran mayoría de hogares disponen de conexión a internet de gran velocidad, así como de dispositivos y aparatos electrónicos que permiten la realización de trabajos de tipo ofimático, y hacen posible una comunicación cada vez más rápida y eficaz. Y es que este avance tecnológico en la comunicación y desarrollo de las tareas nos está llevando a cambios constantes en nuestra vida cotidiana que, indudablemente, también afectan a nuestros modos de trabajar. Las razones que pueden conducir a una empresa a acabar implantando sistemas para el trabajo a distancia, pueden ir desde la falta de espacio donde ubicar a los empleados en un centro de trabajo en crecimiento, hasta la necesidad de realizar una movilidad geográfica o de despedir a trabajadores por cierre del centro de trabajo -por el elevado coste de mantenimiento-, pasando por la pretensión de mejora en la productividad con el objetivo de conseguir una mayor eficiencia; sin olvidarnos que además se trata de una fórmula que, en potencia, permite en mayor medida conciliar la vida personal y familiar con la laboral. Todo ello puede conllevar, asimismo, un ahorro en los costes de actividad para la compañía empleadora. Se trata de un modelo de trabajo que, pese a no resultar nuevo para la mayoría de empresas, en España es aplicado en menor medida que en otros países, en los que es frecuente ofrecer esta opción de trabajo al empleado. Estados Unidos, país puntero en este tipo de organización del trabajo, cuenta con cerca de tres millones de trabajadores por cuenta ajena que prestan sus servicios desde su domicilio. Un estudio de la Universidad de Stanford de julio del 2012 reveló que los trabajadores a distancia son un 13% más productivos que los trabajadores tradicionales. Ese mayor índice de productividad se atribuye, según el citado artículo, al menor desgaste laboral y a la mayor satisfacción profesional; de hecho, conforme concluye ese mismo estudio, tal forma de prestación laboral comporta un claro incremento en la disponibilidad de los empleados, que tienden a trabajar más horas. Se trata de conocer los recursos de los que se dispone para poder administrarlos correctamente y así optimizar en los resultados. Desde una perspectiva práctica, la empresa debe poner a disposición del trabajador todos los instrumentos necesarios para asegurar su acceso efectivo a la formación profesional necesaria para su trabajo, a fin de favorecer su ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International 4 promoción en la compañía en las mismas condiciones a las que tendría en caso de estar prestando sus servicios desde la sede de la empresa. Asimismo, a fin de facilitar la movilidad y promoción, se debe informar a los trabajadores a distancia de la existencia de puestos de trabajo vacantes en el centro de trabajo, brindándoles la posibilidad de ocupar un puesto de trabajo presencial en la empresa, para el caso que éstos deseen modificar su condición. En cuanto a la formalización del acuerdo contractual sobre teletrabajo, se debe incorporar en el contrato inicial, o bien en un anexo, si el pacto fuera posterior al comienzo de la relación laboral; lo mismo ocurre en el caso de rescisión del mismo por cambio a trabajo presencial. De todas formas, sean cuales sean las circunstancias que motiven la inclusión del trabajo a distancia en el contrato, las reglas de aplicación al mismo son aquellas contenidas en la copia básica del contrato de trabajo. En cualquier caso, la negativa de un empleado a trabajar a distancia para la empresa no constituye, de por sí, una justa causa de despido. De igual modo, la eventual imposición, por parte de la empresa, de un sistema de teletrabajo podría no considerarse, según las circunstancias, modificación sustancial de condiciones de trabajo, sino mera facultad directiva del empresario en el ejercicio regular de sus funciones. En este sentido lo ha venido señalando la jurisprudencia en ocasiones, dado que, por ahora, la regulación contenida en la normativa estatal y en algunos convenios colectivos sobre esta figura es muy escasa. Lo cierto es que el desarrollo que se ha hecho en nuestro país del Acuerdo Marco Europeo sobre el Teletrabajo de 16 de julio de 2002 es, a fecha de hoy, claramente insuficiente. Quizás esto explique las reticencias de la mayor parte de las empresas a implementar estas políticas de trabajo a distancia. En interés de la seguridad jurídica, y en beneficio de todos -empleados y empleadores- convendría desarrollar -por ejemplo, por vía de la negociación colectiva, sea intraempresarial o bien sectorial- regulaciones más concretas sobre aspectos fundamentales, como la duración de la jornada de trabajo, los pluses salariales, los descansos,… o incluso su configuración legal como una auténtica relación laboral de carácter especial. La evolución de la tecnología propicia nuevas formas de trabajar e, inevitablemente, de concebir las relaciones laborales. Debemos entender esta variedad de organización del trabajo como un paso adelante que, no obstante, sigue adoleciendo de una insuficiente regulación específica en nuestro ordenamiento jurídico laboral. Por ello, no será hasta el momento en que el legislador desarrolle con más profundidad esta figura y se vaya adquiriendo la costumbre de implantar este modo de trabajo, cuando podremos concebir la figura del teletrabajo como una evolución en las relaciones laborales. ÁREA PROCESAL Y ARBITRAJE Precauciones en un transporte multimodal entre la UE y los EE.UU. Seguimundo Navarro, Abogado Socio del Departamento Procesal y Arbitraje Madrid seguimundo.navarro@crowehorwath.es Celia Altable Departamento Procesal y Arbitraje Madrid celia.altable@crowehorwath.es Mediante el presente trabajo se pretende analizar las precauciones que una mercantil radicada en territorio europeo debe tener en cuenta a la hora de contratar un transporte multimodal con una empresa domiciliada en los Estados Unidos. A través de la comparación entre la regulación internacional y la nacional de países a ambos lados del Atlántico sobre este tipo contractual, se ha llegado a la conclusión de que deben utilizarse instrumentos legales que limiten la responsabilidad de los sujetos que participan en el transporte, para evitar la aplicación extensiva que hacen los tribunales estadounidenses de la ley reguladora del transporte marítimo. La internacionalización del comercio es el fiel reflejo de la globalización de la economía, lo que conduce, inevitablemente, al traslado de mercancías entre distintos países y al uso de diferentes medios de transporte entre el origen y el destino. En las relaciones mercantiles se conoce como transporte multimodal a aquél que cuenta con, al menos, dos formas distintas de traslado de mercancías. Este tipo de transporte se encuentra regulado principalmente por el Convenio de Naciones Unidas sobre el Transporte Multimodal Internacional de Mercancías de 1980 (1) , que sirve como referencia sin perjuicio de las regulaciones internas de los países y los instrumentos internacionales que operen entre los actores de una relación comercial, si es que existen. El núcleo de la cuestión que vamos a analizar radica en la diferencia existente entre las regulaciones de países europeos y Estados Unidos en relación al contrato de transporte multimodal, así como las consecuencias y precauciones que hay que valorar para la celebración del citado contrato referido a mercancías que tengan que ser enviadas de uno a otro continente. ® 5 Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International Pensemos en un contrato de transporte que tiene como origen el puerto de Ferrol (Galicia-España) y como puerto de destino el puerto de Nueva York (Nueva York-EE.UU.). El viaje no termina ahí, sino que las mercancías son trasladadas por vía terrestre (carretera o ferrocarril) a una nave situada en San Diego (California-EE.UU.). En este caso el contrato de transporte multimodal celebrado entre una empresa española y otra norteamericana, contiene un único conocimiento de embarque o bill of lading. Imaginemos que durante el tramo terrestre, el vehículo que transporta sufre un accidente y como consecuencia del mismo la mercancía sufre daños que la hacen inservible. En primer lugar, hay que saber cuál es la legislación aplicable en cada tramo —terrestre y marítimo— del contrato multimodal. La complejidad de este contrato de transporte radica en la existencia de un único bill of lading, dado que si contásemos con dos conocimientos de embarque, uno de ellos regulador del tramo marítimo y otro del terrestre, no habría duda sobre la ley aplicable. Por otro lado, en esta figura contractual es necesario dejar claro el momento de transmisión del riesgo y la responsabilidad de cada uno de los sujetos participantes en el transporte multimodal, es decir, quién respondería por los daños que hubiera sufrido la mercancía en el accidente. En un caso similar, el caso Norfolk Southern R. Co. v. James N. Kirby (2) , el Tribunal Supremo de Estados Unidos (TSEU, en adelante), decidió que era de aplicación la legislación marítima cuando en un transporte multimodal existía un único bill of lading para todos los tramos. Lo anterior nos lleva a responsabilizar al operador marítimo que hubiera firmado el conocimiento de embarque de lo sucedido en tramo terrestre, ya que según el TSEU la naturaleza de las mercancías es marítima y será de aplicación la ley COGSA (3) , ley del mar en el transporte internacional de mercancías. Sin embargo, en el ámbito europeo, y en concreto en la legislación española, la solución que han ido adoptando nuestros tribunales ha sido contraria a la estadounidense. La jurisprudencia ha establecido que, con independencia de que exista un único conocimiento de embarque, en el intervalo terrestre será de aplicación la legislación sobre transporte terrestre y en el tramo marítimo lo será la Ley de Navegación Marítima. Aplicando la legislación europea, el responsable del accidente ocurrido en recorrido terrestre sería el conductor del vehículo encargado de transportar las mercancías desde el puerto de Nueva York hasta la nave en San Diego. En lo referente a la delimitación de las responsabilidades en la contratación de un transporte multimodal, en el cual toman parte numerosos sujetos (4) , es necesario establecer en qué momento empieza y termina la responsabilidad de cada uno de ellos. Resulta conveniente hacer referencia a la Enmienda Carmack (5) , ley terrestre estadounidense, que es bastante flexible a la hora de determinar la responsabilidad. Tal Enmienda, fijó por primera vez una limitación de la responsabilidad del transportista terrestre en caso de ofrecer el transportista una rebaja en su tarifa publicada (6) , unreleased rate. Al contrario de lo que sucede con la legislación terrestre americana, la ley COGSA limita monetariamente(7) la responsabilidad. En consecuencia, en el presente caso al contar con un único conocimiento de embarque sería de aplicación esta última norma desde la carga de las mercancías en el buque hasta su entrega en la nave, según la jurisprudencia norteamericana. Según las Reglas UNCTAD/ICC aplicables al contrato de transporte multimodal, la figura del operador es esencial en la celebración y cumplimiento del contrato. En virtud de lo dispuesto en la regla núm. 5 como presunción iuris tantum, el operador sería el responsable de los daños o pérdidas de la mercancía, excepto que se pruebe culpa o negligencia por parte del consignatario o capitán del buque. El operador dejaría de ser responsable cuando el expedidor tuviera bajo su custodia las mercancías. Por tanto, en un transporte multimodal la carga y descarga se encuentran bajo el paraguas de responsabilidad del operador. En relación con la responsabilidad del porteador, ésta se fundamenta en la obligación de desplazamiento y transporte de la mercancía, y la obligación de custodia de la misma. Asimismo, cada una de ellas se subdivide a su vez entre las obligaciones de antes, durante y después del viaje. Respecto a las obligaciones anteriores al comienzo del transporte, el porteador tiene la obligación de comprobar la navegabilidad del buque, controlar la carga y controlar la estiba. Durante el trayecto, deberá guardar y custodiar la mercancía y seguir la ruta pactada (contrario sensu). Y finalmente, la entrega de las mercancías, momento en el que es importante diferenciar entre la descarga y la entrega en cuanto a limitación de la responsabilidad. Con base en lo expuesto en el párrafo anterior, cabe deducir la existencia de una culpa presunta por parte del porteador por los daños, pérdidas y retrasos que sufra la mercancía. Es por ello que podríamos afirmar la existencia de una responsabilidad objetiva por parte del porteador. No obstante, el porteado podrá exonerarse en caso de que pruebe que ha actuado con diligencia. Con independencia de lo anterior, las partes podrán establecer limitaciones a la responsabilidad más allá de las excepciones recogidas en el art. 4.2 de las Reglas de La Haya-Visby. Es importante hacer referencia a la aplicabilidad de los incoterms en el transporte marítimo. Los incoterms son un conjunto de términos internacionales que reflejan las reglas y usos comúnmente aceptados en el comercio internacional, establecidas por la Cámara de Comercio Internacional (ICC), encargadas de determinar las cláusulas comerciales incluidas en un contrato de compraventa internacional, como sucede en este caso. Los incoterms se encuentran divididos en cuatro grupos (E, F, C y D), ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International 6 dependiendo del lugar de entrega y el responsable del pago. Los referidos al transporte marítimo son: FAS (Free Carrier), FOB (Free On Board), CFR (Cost and Freight) y CIF (Cost Insurance and Freight)(8). La finalidad de los incoterms es la determinación del punto exacto en el cual se traslada el riesgo y la responsabilidad del vendedor al comprador, pero nunca determinan la propiedad de las mercancías. Además pueden estipularse otras condiciones del transporte, como quién es el pagador de cada parte del transporte internacional, quién contrata y paga el transporte y el seguro internacional, qué documentos tramita cada parte, y quién se hace cargo de su coste. No podemos olvidar los daños morales a la persona jurídica y el prestigio comercial de la empresa encargada de llevar a cabo el transporte multimodal. En este sentido, tanto el Tribunal Supremo(9) como el Tribunal Constitucional(10) han dejado claro, de modo explícito, que las personas jurídico-privadas —en concreto una sociedad mercantil— son titulares del derecho al honor del art. 18.1 CE. Asimismo, recientemente el Tribunal Supremo (11) ha ratificado esa línea jurisprudencial confirmando la titularidad del derecho al honor y propia imagen de las personas jurídicas. Por consiguiente, cabría admitir la imposición de una indemnización por daños morales y prestigio comercial a la empresa encargada del transporte multimodal, en el supuesto de daños a la mercancía que impidiese el buen fin del envío y afectaran a la reputación comercial de la operadora o incluso del destinatario final, si fuera una comercializadora de los bienes. Por otro lado, hay que tener en cuenta lo dispuesto en art. 7 del Reglamento Bruselas I-bis, que dispone que en casos de compraventa de mercancías serán de aplicación la legislación del estado en donde éstas deban ser entregadas, es decir, la Ley de Estados Unidos en este caso. En conclusión, si quisiéramos celebrar un contrato de transporte multimodal del tiempo al que nos hemos referido al inicio con un desplazamiento de mercancías desde Europa continental hasta los Estados Unidos, tendríamos tres opciones para evitar la aplicación extensiva de la Ley COGSA y poder limitar la responsabilidad que permite la Enmienda Carmack. La primera de ellas es celebrar el contrato de transporte emitiendo varios bill of lading, uno de ellos regulador del tramo marítimo y otro del tramo terrestre, de este modo evitaríamos hacer responsable a la empresa española como operadora del transporte multimodal de los daños que sufre la mercancía en territorio estadounidense. La segunda opción sería incorporar expresamente en el contrato una cláusula de sumisión expresa a la jurisdicción española, que como ha venido reiterando, haría una diferenciación entre las leyes aplicables dependiendo del tramo en el que se viese afectada la mercancía. Y una tercera opción consistente en incluir una cláusula de limitación de la responsabilidad en el contrato de transporte multimodal. (1) Tienen como antecedente las Reglas de Hamburgo, que fueron creadas en la conferencia internacional celebrada en la ONU el 31 de marzo de 1978 y que entraron en vigor en 1992. Posteriormente en 2008 se adoptaron las Reglas de Rotterdam, «Convención sobre el contrato de transporte internacional de mercaderías total o parcialmente marítimo», abierta a la firma el 23 de septiembre de 2009 en Rotterdam, ratificadas por 20 países. Sin embargo, seguirán siendo de aplicación las Reglas de La Haya-Visby y las Reglas de Hamburgo. (2) Norfolk Southern Ry. v. James N. Kirby, Pty Ltd. (02-1028) 543 U.S. 14 (2004) 300 F.3d 1300, caso de la Corte Suprema de los Estados Unidos que analiza la influencia de los conocimientos de embarque marítimo sobre los tramos no marítimos en el transporte de mercancías, y las cláusulas para la exclusión de responsabilidad. (3) Carriage of Goods by Sea Act, de 1986. Incorpora las Reglas de La Haya-Visby y la Ley Harter 1983. (4) Principalmente operador, porteador, expedidor y consignatario. (5) Enmienda de la Ley Carmarck 1935, conocida como la ley terrestre estadounidense. (6) DIMINNO, J. Anthony, Common Carriers-Limitations of Liability as to Value of Property, St. John’s Law Review, Volumen 19, Art. 2, julio 2013: «Thus, the Carmarck Amendment restates the commonlaw rule against exemption from liability, and provides an uniform method for permiting limitation of liability. The statute takes cognizance of the importance of the value of the article in rate construction; the charge should bear some reasonable relation to the care to be exercised over the property. The Schedule of rates must be reasonable and may not represent an attempt to limit to an arbitrary amount». (7) COGSA, Título 46, Capítulo 28 § 1304, 5, Amount of liability; valuation of cargo: «Neither the carrier nor the ship shall in any event be or become liable for any loss or damage to or in connection with the transportation of goods in an amount exceeding $500 per package lawful money of the United States...» (8) Publicación ICC núm. 715, Incoterms, septiembre 2010, entrada en vigor 1 de enero de 2011. (9) STS 395/1992, de 15 de abril (LA LEY 44855-JF/0000). (10) STC 139/1995, de 26 de septiembre (LA LEY 2596-TC/1995). (11) STS núm. 826/2013 de 11 de febrero. ® 7 Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ÁREA PROCESAL Y ARBITRAJE Inclusión indebida de datos personales en los “registros o ficheros de morosos”: obstáculo para acceder al crédito o a la contratación de servicios, imagen de solvencia patrimonial y profesional afectada, y deuda de pequeña cuantía Miguel Ángel Serrano, Abogado Socio del Departamento Procesal y Arbitraje Madrid mangel.serrano@crowehorwath.es El artículo 9.3 de la Ley Orgánica 1/1982 establece una presunción “iuris et de iure” de existencia de perjuicio indemnizable cuando se haya producido una intromisión ilegítima en el derecho al honor, como es el caso del tratamiento de datos personales en los denominados “registros o ficheros de morosos” sin cumplir las exigencias que dispone la Ley Orgánica de Protección de Datos de Carácter Personal. Este perjuicio indemnizable ha de incluir el daño patrimonial, y en él, tanto los daños patrimoniales concretos, fácilmente verificables y cuantificables1, como los daños patrimoniales más difusos pero también reales e indemnizables, al igual que los daños derivados del desprestigio y deterioro de la imagen de solvencia personal y profesional causados por la inclusión indebida de dichos datos en el registro o fichero. E igualmente, la indemnización ha de resarcir el daño moral, entendido como aquel que no afecta a los bienes materiales que integran el patrimonio de una persona, sino que supone un menoscabo de la persona en sí misma, de los bienes ligados a la personalidad, por cuanto que afectan a alguna de las características que integran el núcleo de ésta, como es la dignidad. Pues bien, la reciente jurisprudencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo está ponderando, entre los criterios para la fijación de la indemnización conforme al citado artículo 9.3 de la Ley Orgánica 1/1982, los supuestos en los que la indebida inclusión de los datos personales en los “registros o ficheros de morosos” imposibiliten o dificulten el acceso al crédito o a la contratación de servicios por parte del afectado2, así como los mencionados de desprestigio y deterioro de la imagen de solvencia patrimonial y profesional, aun cuando el importe de la deuda sea de pequeña entidad, y a la luz, asimismo, de que no son admisibles las indemnizaciones de carácter meramente simbólico en estos casos de intromisión en el derecho al honor. A este respecto, debe tenerse presente que la información sobre incumplimiento de obligaciones dinerarias incluida en los mencionados registros o ficheros va destinada a las empresas asociadas a estos últimos. Se trata de empresas que facilitan crédito o servicios y suministros, bien porque se trate de entidades financieras, o bien de entidades que realizan prestaciones periódicas o de duración continuada y que facturan periódicamente sus servicios al cliente3, por lo que para ellas es importante que se trate de un cliente solvente y cumplidor de sus obligaciones de pago. Y por ello, estos registros o ficheros son consultados por las empresas asociadas para denegar financiación, o para denegar la facilitación de suministros u otras prestaciones periódicas o continuadas, a quien no merezca confianza por no haber atendido sus obligaciones dinerarias. Es más, en ciertos casos, estas empresas no deben facilitar crédito si consta que el solicitante se encuentra incluido en uno de estos registros o ficheros4. Por tanto, la inclusión de los datos personales en los referidos “registros o ficheros de morosos” y su divulgación es apta para afectar negativamente al prestigio e imagen de solvencia del afectado y para impedirle la obtención de financiación o la contratación de prestaciones periódicas o continuadas tales como las de telefonía o seguros, por citar algún ejemplo. 2 Estos supuestos se incluirían entre los referidos daños patrimoniales más difusos, pero igualmente reales e indemnizables. 3 Como es el caso, por ejemplo, de las empresas de telefonía y servicios de internet. 1 Así, por ejemplo, el derivado de que la persona afectada hubiera tenido que pagar un mayor interés por conseguir financiación al estar incluidos sus datos personales en uno de estos registros o ficheros. 4 En los casos de lo que se ha llamado “crédito responsable”, destinado a evitar el sobreendeudamiento de los particulares, a que hacen referencia la Ley 16/2011, de 24 de junio, de Contratos de Crédito al Consumo, la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible, y la Orden EHA/2899/2011, de 28 de octubre, de transparencia y protección del cliente de servicios bancarios. ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International 8 Y en cuanto a que se trate de deudas de pequeña cuantía, no debe olvidarse que la inclusión de los datos personales en los citados registros o ficheros es correcta y congruente con la finalidad de informar sobre la insolvencia del deudor y el incumplimiento de sus obligaciones dinerarias. En este sentido, no cabe duda de que dicha inclusión evidencia que el deudor no ha podido atender siquiera las obligaciones de pago de pequeñas deudas, o bien su falta de formalidad en el pago de cualesquiera obligaciones dinerarias. De ahí que el impago de una deuda de pequeño importe, siempre que la misma sea cierta, exacta y no esté sujeta a una controversia razonable, pueda ser indicativo de la insolvencia del deudor, con más razón –si cabe– que el correspondiente a una deuda de elevada cuantía. Ahora bien, de lo que acabamos de exponer se concluye que no puede aceptarse el argumento relativo a que si la indebida inclusión de datos personales en un “registro o fichero de morosos” se refiere a esas deudas de pequeña entidad, esta circunstancia no supone una intromisión ilegítima en el derecho al honor de una trascendencia considerable y que, en consecuencia, no puede dar lugar más que a una ínfima in- demnización. Así, debe tenerse presente que la mencionada inclusión indebida no responde a un problema de solvencia, sino a una actuación incorrecta del acreedor y que ésta entraña, no obstante y a su vez, que quienes consultan el citado registro pueden suponer legítimamente que ese acreedor ha cumplido con las exigencias del principio de calidad de los datos y que, por tanto, es cierto que la persona afectada ha dejado de cumplir sus obligaciones dinerarias. Resulta palmario, pues, que la escasa cuantía de la deuda no disminuye la importancia de los daños patrimoniales y morales que puede sufrir aquella citada persona por su inclusión indebida en los tan mencionados registros o ficheros. En definitiva, de lo expuesto se concluye que la obstaculización para acceder al crédito o a la contratación de servicios, así como el desprestigio y deterioro de la imagen de solvencia patrimonial y profesional, incluso cuando pueda tratarse de una deuda de escasa cuantía, no resultan baladíes a la hora de fijar la indemnización por la intromisión ilegítima en el derecho al honor como consecuencia de la indebida inclusión de los datos personales en los “registros o ficheros de morosos”. ÁREA PENAL-CONCURSAL La responsabilidad penal de las personas jurídicas en el delito contra los derechos de los trabajadores. La inoperancia del principio “non bis in idem” Melani Simón, Abogada Departamento Penal-Concursal Barcelona melani.simon@crowehorwath.es La reforma de la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal (en adelante CP) ha quedado definitivamente aprobada y su entrada en vigor está prevista para el próximo mes de julio de 2015. De entre las múltiples modificaciones que ha sufrido el texto normativo, destaca en cuanto aquí interesa, el perfeccionamiento en la regulación de la responsabilidad penal de las personas jurídicas, determinándose el contenido del “debido control” que deben exhibir en sus actuaciones. Nos encontramos ante un escenario donde las personas jurídicas van a responder penalmente por los actos punibles que puedan cometer sus empleados (en nombre de la empresa) o por el hecho de no contar con las oportunas medidas de control y supervisión necesarias para detectar dichos actos y/o evitarlos. Por lo tanto, estando más supervisadas, resulta elemental la contratación de planes de prevención penal que diseñen sistemas que prevengan las conductas delictivas. No obstante, resulta cuanto menos chocante que el legislador no haya incluido, dentro del catálogo de delitos que prevén expresamente la responsabilidad penal de las per- sonas jurídicas, un delito tan representativo como lo es el delito contra los derechos de los trabajadores, que toda vez se trata de un tipo delictivo cuya comisión revelaría de forma ejemplar la ausencia del debido control que se les exige a aquellas. Pues bien, sólo cabe concluir que la razón que ha llevado a desestimar la inclusión de dicho tipo penal dentro del listado de delitos sobre los que recae la responsabilidad penal sobre las personas jurídicas, se debe a la recaudatoria visión de la propia Administración Pública. Establece el no modificado artículo 318 del CP que: “Cuando los hechos previstos en los artículos de este título se atribuyeran a personas jurídicas, se impondrá la pena señalada a los administradores o encargados del servicio que hayan sido responsables de los mismos y a quienes, conociéndolos y pudiendo remediarlo, no hubieran adoptado medidas para ello”. Este anterior precepto redirige la responsabilidad a los administradores o garantes encargados de la persona jurídica implicada, se aplica para todos los delitos contra los derechos de los trabajadores y, en especial, siendo uno de los más perseguidos en la práctica, el cometido en su modalidad de infracción de las normas de prevención de riesgos laborales. ® 9 Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International Conforme el anterior precepto, se deriva la imputación a los administradores de la empresa o encargados correspondientes. Añadir que de forma simultánea a la incoación del procedimiento penal, se inicia un procedimiento administrativo-sancionador por parte de la Inspección de Trabajo que sí puede dar lugar a la imposición de una sanción a la empresa. En consecuencia, impune la persona jurídica por este delito en la vía penal, nos encontramos ante un procedimiento administrativo-sancionador que sí sancionaría a la empresa como sujeto infractor. Resultaría inaplicable el principio non bis in idem que todo abogado defensor invocaría por no coincidir en los dos procedimientos, en apariencia, los sujetos condenados/sancionados. Si bien es cierto que, en virtud de la prejudicialidad penal, el expediente sancionador quedaría paralizado hasta obtener una Sentencia del Juzgado de lo Penal que deba conocer del asunto, con posterioridad, éste se reanudaría, procesándose nuevamente los hechos sobre los que ya se habría pronunciado el tribunal del orden penal y terminando con la imposición de una nueva sanción administrativa respaldada por la Ley sobre Infracciones y Sanciones en el Orden Social, y recaída, esta vez, sobre la empresa. Ante esta situación, nos encontramos con distintos procedimientos abiertos por unos mismos hechos. Esta circunstancia supone que la conducta que ya nos han castigado en la vía penal, vuelva a sancionarse en sede administrativa, observándose un doble castigo por idénticos hechos e idénticos fundamentos contra quien, en esencia, es un mismo sujeto. Es decir, por la vía penal se castiga por unos mismos hechos al administrador o responsable, y por vía administrativa se sanciona a la empresa, de modo que aparentemente parece tratarse de dos sujetos a condenar/sancionar diferentes, resultando inoperante el principio non bis in idem. Este principio opera como una garantía propia del Estado de Derecho que no puede ausentarse en ningún ordenamiento jurídico que tenga por objeto la protección de los derechos fundamentales y que simplificadamente viene a decir que no puede condenarse a un sujeto dos veces por unos mismos hechos. Para desplegar sus efectos se requiere la concurrencia de una triple coincidencia de hechos, sujetos y fundamentos entre sendos procedimientos. La ausencia de alguna de estas coincidencias dejaría inoperativa la aplicación de este recurrido principio. En este sentido, basta con acudir al artículo 133 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, que sostiene lo siguiente: “No podrán sancionarse los hechos que hayan sido sancionados penal o administrativamente, en los casos en que se aprecie identidad del sujeto, hecho y fundamento”. Idénticos términos se prevén en el artículo 5.1 del Reglamento del procedimiento para el ejercicio de la Potestad Sancionadora, así como en reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo (véase Sentencia de 11 de febrero de 2014 dictada por la Sala de lo Contencioso-Administrativo, RJ/2014/912). Todo hace pensar que nos hallamos ante una situación donde se castigan unos mismos hechos, con igual fundamento, contra un mismo sujeto; sin embargo, al hilo de lo que hemos anticipado cuando alertábamos lo incomprensible que resulta no incluir el delito contra los derechos de los trabajadores en el catálogo de delitos cuyo responsable lo puede ser la persona jurídica, vemos que a través de esta medida se desvirtúa la eficacia del principio non bis in idem castigando por vía penal al administrador o encargado del servicio, y por vía administrativa a la empresa/persona jurídica, de tal suerte que resultará imposible observar la triple coincidencia exigida para la aplicación de dicho principio por faltar la concurrencia de misma identidad en los sujetos afectados. Todo ello comporta la imposibilidad de anular el acto administrativo sancionador, haciendo desmerecer todo intento de aplicar el non bis in idem y evitar la sanción administrativa que, en el fondo, comportará una duplicidad de sanciones/condenas. ÁREA DERECHO DEPORTIVO La Ley de Segunda Oportunidad se olvida del Deporte Antonio Orús, Abogado Departamento Derecho Deportivo Madrid antonio.orus@crowehorwath.es A la décima, tampoco va la vencida. El pasado 28 de febrero, fue publicado en el BOE el Real Decreto Ley 1/2015, de 27 de febrero, de mecanismo de segunda oportunidad, reducción de carga financiera y otras medidas de orden social. Este Real Decreto Ley modifica varios artículos de la Ley Concursal, con la finalidad de introducir el llamado “mecanismo de segunda oportunidad” para deudores concursales que sean personas “naturales”. Una nueva decepción, sin embargo, para quienes nos dedicamos al Derecho Concursal-Deportivo: después de 10 reformas de la Ley Concursal desde la publicación de la Ley 38/2011, que introdujo la famosa Disposición Adicional Segunda Bis, seguimos sin atisbar el texto normativo que la desarrolle, hecho que alimenta, sin solución de continuidad, la polémica generada entre nuestros Tribunales de Justicia relativa a su interpretación y aplicación. Recordemos el texto de la polémica: Disposición adicional segunda bis Régimen especial aplicable a las situaciones de insolvencia de las sociedades deportivas. ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International 10 En los concursos de entidades deportivas que participen en competiciones oficiales, se aplicarán las especialidades que para las situaciones concursales prevea la legislación del deporte y sus normas de desarrollo. En todo caso, la sujeción a la presente ley de dichas entidades no impedirá la aplicación de la normativa reguladora de la participación en la competición. El Gobierno, dentro de los seis meses siguientes a la entrada en vigor de la presente ley, deberá remitir a las Cortes Generales un proyecto de ley sobre especialidades del tratamiento de la insolvencia de las sociedades y asociaciones deportivas profesionales, calificadas así por la Ley 10/1990, de 15 de octubre, del Deporte, y de los créditos salariales de sus deportistas. En mi opinión, es necesaria una norma que clarifique, en concreto, las relaciones entre el ordenamiento jurídico-deportivo y la Ley Concursal, independientemente de cuál sea la postura final que se adopte. Son numerosas las especialidades que diferencian el deporte, sobre todo el profesional, de otros sectores de la economía. La cuestión es si son suficientes para redactar una Ley de Insolvencias propia. La especificidad se basa en muchas y variadas razones (la aleatoriedad de los resultados deportivos puede influir en “la buena marcha de la compañía”, y en consecuencia, en cuál será el resultado al cierre económico de cada ejercicio). Por no hablar de la “aparición en escena” de organizaciones internacionales privadas, que influyen no solamente en la buena marcha de las competiciones oficiales españolas, sino también en la aplicación a sujetos de derecho privado de nacionalidad española del propio ordenamiento jurídico estatal. Como ejemplos, podemos ver los casos del Real Mallorca, en fútbol, o el del Fórum de Valladolid, en baloncesto. A todo esto, debemos añadir la delicada situación económica por la que están atravesando muchos clubes y sociedades anónimas deportivas. Muchas de estas entidades deportivas se han visto en la obligación-necesidad de atravesar un procedimiento de concurso de acreedores. Finalmente, tras mucho esfuerzo, la mayoría han logrado que sus acreedores aprueben una de las propuestas de convenio planteadas en el Concurso, evitando así la temida por todos (acreedores y aficionados) disolución y liquidación. Sin embargo, casi por casualidad, dentro de este sin fin de reformas de la Ley Concursal (10 desde la Ley 38/2011, 22 en total), existe algo novedoso y temporal, de lo que apenas se ha dado publicidad, ya que fue aprobado antes de esta “Ley de la Segunda Oportunidad”, y a lo que pueden recurrir las entidades deportivas que han aprobado un Convenio en sus respectivos concursos. El Real Decreto Ley 11/2014, de 5 de septiembre, en su DT 3ª, permite plantear una modificación de los convenios aprobados, en el caso en el que los mismos no puedan cumplirse dentro de los dos años posteriores a la entrada en vigor de este RDL (es decir, hasta el 7-9-2016). Esto supone que tanto el deudor concursado, como aquellos acreedores que representen al menos el 30% del pasivo total existente al tiempo del incumplimiento, podrán solicitar la modificación del convenio, para evitar la liquidación de la entidad deportiva. Se trata, en definitiva, de una medida que no está confeccionada específicamente para el Deporte, pero a la que podrán recurrir aquellos clubes y SAD que hayan pasado por un proceso concursal, hayan aprobado un convenio, y ahora estén en serias dificultades para cumplirlo. Seguiremos aguardando tiempos mejores. CROWE HORWATH PLM AUDITORES La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) como disciplina de gestión La RSC como herramienta de comunicación ha caído en desgracia. Hoy debe ser vista como una disciplina de gestión a la luz de los progresos legislativos en materia social ambiental y de gobierno corporativo, por un lado, y para reducir los riesgos de introducir en el público mensajes que no necesariamente tienen el debido sustento en procesos de la organización. corporativa, pero lo que sí sabemos es que contar buenas noticias aisladas del negocio principal es una tarea útil. Los públicos interesados en la información de la empresa ya no valoran que una organización “haga las cosas correctas”, puesto que hacer lo correcto es condición necesaria pero no suficiente. Además de esto la organización debe mostrar integridad, coherencia y además ser eficiente. Durante muchos años las memorias de RSC fueron un objeto de diseño atractivo, con fines de comunicación corporativa. Las memorias se completaban con historias sobre situaciones positivas de la organización pero que rondaban frecuentemente sobre lo filantrópico o caritativo. No sabemos si lo que ha cambiado es la RSC o la comunicación Por supuesto, las compañías en el marco voluntario de la RSC adoptan distintas estrategias, pero muchas de estas estrategias subestiman a la rigurosidad del gobierno corporativo, la responsabilidad de los administradores y las consecuencias civiles y penales que hoy tienen las personas físicas y jurídicas respecto de su comportamiento. ® 11 Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ® Legal y Tributario Member Member Crowe Horwath International Hoy la RSC debe estar vinculada más a los negocios que a lo filantrópico, aunque aún muchas compañías, incluso de las más grandes, tienen instrumentos desafinados en este concierto de las “nuevas formas de gestionar de manera sostenible las organizaciones” que se han instalado en la agenda de la post-crisis. Esta combinación implica un cambio de paradigma. La RSC tradicional se pensaba para que las compañías contaran qué hacían con su dinero y hoy tiene más que ver con explicar cómo hacen su dinero. En línea con esto, no hay desconexión entre los términos de Sostenibilidad, RSC, Buen Gobierno y Responsabilidad de los Administradores. En efecto, todo esto podría resumirse en un concepto: el de Estrategia. Si la organización piensa estratégicamente no debería omitir ninguno de estos aspectos, y algunos más, como por ejemplo comprender de manera rigurosa qué les preocupa a los grupos de interés de la organización, como por ejemplo clientes, comunidades locales, reguladores, proveedores de capital financiero, empleados y otros grupos. Desde la perspectiva de la implementación, el principal punto en la agenda es alinear lo que presentan las guías para la gestión de la RSC, Sostenibilidad e Informes Integrados. Guías como la de Global Reporting Initiative (GRI), la más usada a nivel global, o la de Informe Integrado del International Integrated Reporting Council ayudan a definir y desmarañar el concepto hoy bastante ambiguo de qué es y qué implica la RSC. Un enfoque normativo claro como el que provee GRI sirve para que las personas en la organización comprendan que la RSC no es una mera colección de actos filantrópicos, sino comprender estratégicamente el rol de la organización en la sociedad, como agente que administra recursos de todo tipo: financieros, ambientales, intelectuales, humanos, relacionales y tecnológicos y finalmente transformar esto en sistemas y procesos que lleven a la organización a madurar en su gestión, tanto de RSC en particular como estratégicamente en general. En este sentido, Crowe Horwath dispone de la división de Global Sustainability Services (GSS), conformado por un equipo de profesionales expertos y certificados en la preparación de informes de sostenibilidad e informes integrados. Luis Piacenza Managing Director de Global Sustainability Services (GSS) ACTIVIDADES CORPORATIVAS Alter Mútua reconocida con la Creu de Sant Jordi que otorga la Generalitat de Catalunya El Socio de nuestra firma, José Félix Alonso-Cuevillas, Presidente de Alter Mútua desde hace 10 años, recogió de la mano del Molt Honorable Senyor Artur Mas, Presidente de la Generalitat de Catalunya, la Creu de Sant Jordi otorgada a esta prestigiosa mutua de previsión social para abogados, en un acto que se celebró el pasado 4 de mayo en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Esta institución, una de las más relevantes del mutualismo en Cataluña, y con una historia de más de 175 años, tiene como principales valores, la solidaridad, la ayuda mutua y la consciencia colectiva. Representada en todos los colegios de abogados catalanes para la previsión social de sus miembros, ejerce una modalidad aseguradora de carácter voluntario, alternativo y complementario al sistema público de la Seguridad Social. La Creu de Sant Jordi, uno de los mayores reconocimientos que concede la Generalitat de Catalunya, tiene la finalidad de distinguir a las personas o entidades que, por sus méritos, hayan prestado servicios destacados a Catalunya, en defensa de su identidad o, más generalmente, en el plano cívico, cultural y social. ® Legal y Tributario Member Crowe Horwath International Legal y Tributario Member Crowe Horwath International ® Avda. Diagonal, 429, 5ª planta 08036 Barcelona Tel. + 34 932 448 900 Fax + 34 932 651 971 barcelona@crowehorwath.es P.º de la Castellana, 130, 7ª planta 28046 Madrid Tel. + 34 918 270 010 Fax + 34 918 334 028 madrid@crowehorwath.es Depósito legal: B-5.968 - 2005. 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