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DE LA CONTRACULTURA
AL ESTUPOR
En el verano de 1973 Quim Monzó, acompañado del cineasta Albert Abril, decide irse a pasar el mes de agosto al
sudeste asiático. Son los últimos días de la guerra del Vietnam y en las calles de Phom Penh y Saigón se respira un
cambio de época. En las crónicas que escriben para el diario tefe/eXprés,siguiendo el modelo del nuevo periodismo
americano, Monzó y Abril retratan el ambiente de la calle,
ven las guerreras y latas de comida militar en venta en el
mercadillo y constatan que la ofensiva final sobre Camboya ya no generará obras de arte, poemas ni baladas.
La carrera literaria de Monzó empieza ahí, con la quiebra del modelo contestatario de los sesenta, y se desarrolla paralelamente a las aventuras culturales de la Barcelona que en los últimos años del franquismo vive también
un cambio de época. Entre 1973 Y 1977 toma parte en
todo tipo de iniciativas, vinculadas a la literatura experimental y a la prensa marginal. Su nombre figura entre los
colaboradores de la revista Ajoblanco,que empiezaa pub1icarse en octubre de 1974 (Monzó es el diseñador de la
primera cabecera, con las letras que parodian el10gotipo
de la cocacola). Sus intervenciones buscan siempre la
provocación y la paradoja. En la revista Tecstualpublica
un «Capítulo de novela» que es una simple traducción de
una novela del oeste de Marcial Lafuente Estefanía. En la
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sesuda Revista de literatura,reproduce, como si se tratara
de un exquisito texto experimental, una de las plantillas
de texto figurado en latín macarrónico utilizadas en el diseño gráfico. También colabora en la prensa política (Canigó)y musical (Discoexprés),con viñetas y fotografías manipuladas, al estilo de los cómics situacionistas o de los
collages del Monty Phyton's Flying Circus, y con una serie de relatos semipornográficos protagonizados por una
jovencita llamada Tutifruti. Con el mismo espíritu provocador participa como guionista et¡.la película de Antoni
Martí, Hic Digitur Dei, un musical sobre la muerte de
Franco, en el que el marqués de Villaverde -Xabier Elorriaga- opera al Caudillo entre enfermeras descocadas
(más tarde, en el funeral, las águilas de los escudos tienen
la cara del Pato Donald).
Este primer Monzó -gamberro, irreverente y burlón- es
el Monzó esencial. Literariamente bebe de fuentes muy
diversas. En uno de sus primeros cuentos, «Enfilall» «<Sarta»), enumera sus afinidades artísticas y literarias, que en
esta época van de Julio Cortázar a Woody Allen, de Joan
Brossa a Robert Crumb y de Samuel Beckett a Frank Zappa. Su primera novela, publicada en 1975, L'udoldelgrisoal
cairedeks clavegueres
[El aullido del gris al borde de las cloacas], es la historia de un grupo de jóvenes revolucionarios, que dividen su tiempo entre la música, el cine y la política. La historia principal -las primeras escapadas por el
barrio chino, los recuerdos de Londres, París y Dar es Salaam, la vida cotidiana en Barcelona y la evocación del
amigo muerto- está salpicadade breves sketchessurrealistas, protagonizados por Jean Seberg y Jean-Paul Belmondo, Bob Dylan, Peter, Paul & Mary, Groucho Marx y otros
iconos de la cultura popo En 1977 publica sus primeros
cuentos en un volumen escrito a cuatro manos con el ma-
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~
llorquín Biel Mesquida, Selfservice
(1977). Mientras que la
novela está construida a partir de episodios encadenados,
con diálogos directos e insertos de frases lapidarias, como
en las películas de Jean-Luc Godard, los cuentos se dilatan por improvisación y tanteo. El estilo busca el máximo
artificio a través de largas secuencias de frases abarrocadas
que envuelven al lector en un carnaval abrumador de imágenes pop o psicodélicas, realistas y oníricas al mismo
tiempo, como pinturas de aerógrafo.
Entre 1973 y 1978, entre el final de la guerra del Vietnam
y las primeras elecciones democráticas, Barcelona vive un
período de gran intensidad creativa. Surge una cultura libertaria que, a partir del modelo del mayo del 68 Y la contracultura norteamericana, propone un cambio en las formas de vida, y que a través de la imitación de formas y
estilos, anticipa los nuevos aires de la posmodernidad.
Monzó es uno de los protagonistas de este momento, junto a dibujantes como Mariscal o Nazario, artistas como
Robert Llimós o Perico Pastor, escritores como Marcelo
Cohen o Enrique Vila-Matas, cineastas como Bigas Luna
o Francesc Bellmunt, periodistas como Jordi Vendrell y Ramon Barnils, que anuncian un cambio de mentalidad, desde el compromiso antifranquista, hasta un nuevo individualismo, que en el caso de Monzó conlleva una toma de
posición radical ante cualquier tipo de consigna gregaria.
El cuento que da título a esta antología, «Splassshf», es
muy significativo. Relata las vivencias de un joven en
Lloret de Mar, en la Costa Brava, desde que a media tarde se cansa de la playa y se va a dar una vuelta por el salón recreativo, hasta que por la noche, con sus amigos,
consigue ligar con unas chicas del extrarradio barcelonés. Monzó utiliza un procedimiento similar al de Tom
Wolfe en «El coqueto aerodinámico roncanrol color ca9
,,¡i
ramelo de ron». Se recrea en la manera de hablar de los
Uf,dijoél (1978), representa una estilización de los procedimientos de esta primera etapa contracultural. Algunos
de los cuentos del libro, como «Historia de un amor», proponen una carnavalización de la realidad. Los personajes
-dos amantes dispuestos al coito- llegan a la mansión en
un carruaje, vestidos con indumentarias extremadas y
anacrónicas. Aceptada la convención del vestuario, el carruaje y los salones, la historia sigue sus propias reglas,
rompiendo todas las leyes de espacio y tiempo. Otros relatos, como el que da título al libro -«Uf, dijo él»-, parten
del tedio cotidiano (un hombre y una mujer aburridos
mastican abúlicos pedazos de tarta y discuten por nada).
Un gesto fuera de control «<Ellatiró la cucharita sobre la
mesa y el golpe fue suave, blando, de color naranja») abre
una grieta en este mundo gris. Cuando termina el programa de televisión, mientras duermen en los sillones,
entran en la habitación palomas rosadas, gallos de cañamiel, ciervos dorados, gaviotas de lapislázuli, hiedras
multicolores y jirafas de heliotropo: es el triunfo de la
fantasíafrente al sopor. «La creación»,el último texto de
Uf, dijo él seleccionado para esta antología, es la parodia
de un relato bíblico. A partir de un pretexto mínimo,
Monzó pone en juego asociaciones de ideas y juegos de
palabras, el cuento encadena a toda velocidad imágenes
chocantes y situaciones absurdas. La referencia final al
«oratorio de La creaciónde Haydn» remarca la distancia
que separa mentalmente a Monzó del «gran Arte».
Su segundo libro de relatos, Olivetti,Moulinex, Chaffoteaux et Maury (1980), representa un paso más en el camino que le aleja de los grandes ideales y de las causas
colectivas, ahora a partir de un realismo de línea clara.
«Redacción» pone al descubierto el desajuste entre la
realidad y el lenguaje. La redacción escolar saca a la luz
una verdad oculta, que nada tiene que ver con las fantasías de palacios y pájaros multicolores de «Uf, dijo él». Se
ha producido un asesinato, pero la manera de explicarlo,
siguiendo las convenciones de la narración escolar, tiende a enmascarar los hechos, que sólo conocemos a través de deslizamientos de sentido. El cuento plantea una
preocupación subyacente en toda la obra de Monzó: el
niño que relata cándidamente una realidad atroz representa al escritor en su afán de explicarse el mundo, de
dominarlo a través de las palabras. Pero es la realidad la
que domina, las palabras son simplemente un placebo.
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personajes, una jerga personal plagada de onomatopeyas
y extrañas combinaciones de palabras. Los nombres de
las chicas, las bebidas, las músicas que suenan en el tocadiscos: todo es de lo más chabacano. La intención se
ve mucho mejor cuando se sabe que Monzó lo escribió
para un número especial de Ajoblancodedicado al viaje.
A mediados de los setenta, las revistas contraculturales
como Ajoblancoo Star acostumbraban publicar almanaques y números especiales deditados a los viajes de mochila. El destino de estos viajes eran ciudades como
Arnsterdam y París, o lugares exóticos de Marruecos o
Turquía, Katmandú, India o Ceilán. Los protagonistas de
«Splassshf», en cambio, veranean en la Costa Brava de la
sangría y los bloques de hormigón. Monzó se burlaba así
del componente elitista y esnob de la contracultura. Pero
al mismo tiempo definía como objetivo fijar la contemporaneidad, con insobornable realismo.
Un golpe suave, de color naranja
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En «Thomson, Braun, Corberó, Philishave...» o en «En
punto», Monzó crea un personaje, desbordado por la
mecánica de la existencia cotidiana, indefenso ante las situaciones a las que se expone por el mero hecho de vivir.
Ambos cuentos parten de un planteamiento humorístico
(los electrodomésticos en fuga, y las entradas y salidas de
los amigos volubles e impuntuales, provocan una serie
de situaciones de comedia cinematográfica). El plan se
estropea, todo se complica y, ante el desorden, el protagonista se siente incapaz de escribir una página o de culminar un encuentro. El joven Monzó pretendía cambiar
el mundo, y ahora el mundo le zarandea como al pobre
hombre de las películas mudas. Desde un punto de vista
parecido, «Cacofonía» relata la conversión de los ideales
de antaño en una monería. Después de una de sus derivas por la ciudad, el escéptico A llega a su cita con la impenitente B. Siempre ha deseado subir en contradirección una de las calles principales. Cuando por fin se
decide a contravenir la norma (B se ha pasado la noche
hablando de las claudicaciones de amigos y conocidos),
cogen el coche, suben en contradirección, es muy tarde,
de madrugada la calle está casi desierta y no pasa nada.
el cual nada se puede hacer. Una estancia en Nueva York,
en 1981, agranda la brecha. Los protagonistas de su novela Gasolina(1983)son dos artistas catalanesque se instalan en Nueva York. Helena Sorrenti, la galerista de
moda, les monta una exposición y les catapulta al estrellato. En este momento de máxima expectación estalla la
crisis creativa. Cada una de las dos partes de la novela se
inicia con un sueño angustiante que abre un período de
vagabundeo en busca del orden perdido (HeribertJulia se
interroga sobre el nombre que corresponde a cada cosa,
la obsesión por la exactitud desemboca en la parálisis;
Humbert Herrera se lanza a un vértigo de intuiciones
creativas incompatible con cualquier tipo de realización
concreta). Una vez más, los personajes de Monzó fracasan en su intento de dominar el mundo a través dellen-
sentan el anverso y el reverso de una misma situación. En
el primer libro, Monzó describe un mundo encasquillado, que encuentra una vía de fuga en el sueño, en la imaginación o en el amor, que transportan a los personajes a
espacios de maravilla. En el segundo, describe una realidad alienada, sometida a un mecanismo grosero, contra
guaje, y ante la imposibilidad de abarcar su complejidad,
vuelven a empezar desde cero, aprendiendo a utilizar de
nuevo las palabras y a realizar los gestos más sencillos.
A mediados de los ochenta, Monzó ha creado un estilo
personal, reconocible para la mayoría de los lectores. Sus
historias captan el espectáculo de la vida urbana a través
de personajes corrientes, con un ligero toque excéntrico
que disimula su ejemplaridad. Monzó sabe despertar la
curiosidad mediante detalles y maneras de decir interesantes, con una absoluta precisión en el control del tiempo narrativo. Sus cuentos tienen la virtud de captar la
transformación en las costumbres siguiendo las recomendacionesde TomWolfeen El nuevoperiodismo,cuando animaba a los escritores a fijarse en los detalles que definen
el estatus personajes, para que el lector pueda reconocer
«sus propias ambiciones, inseguridades, deleites, desastres,
además de las mil y una humillaciones y golpes que su
condición recibe en la vida cotidiana». Sin proponérselo,
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N o esté tan seguro
Uf, dijo él y Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et Maury repre-
Monzó escribe la crónica del paso de la utopía contracultural al individualismo y al escepticismo. Pero trasciende
las experiencias de su generación y extrae de ellas enseñanzas universales. Algunos cuentos llevan títulos de tratado moral o de manual de urbanidad «<Sobrela no comparecencia a las citas», «Sobre la volubilidad del espíritu
humano», «Sobre la futilidad de los deseos humanos»).
Son títulos irónicos, claro está, pero tras el humorismo
benigno, subyace el deseo de definir nuevas
I categorías de
comportamiento. La mayoría de estos relatos se pueden
leer como historias ejemplares sobre el amor y la amistad,
sentimientos que en los cuentos de Monzó no pueden separarse del interés o el capricho.
Este equilibrio entre realismo y fabulación, entre la situación tomada directamente del natural y la historia
ejemplar que expresa una moral destilada, da a los libros
de relatos de Monzó su arquitectura característica.
La isladeMaians (1987) presenta distintos tipos de cuentos, distribuidos en apartados y subseries, siguiendo un
orden minuciosamente estudiado. El cuento que abre el
libro, «Barcelona», transcribe y comenta la conversación
entre un hombre y una mujer, él emplea a fondo el doble lenguaje del amor interesado. «La calidad y la cantidad», en cambio, se basa en una situación típica de comedia, con dos vecinos que se observan por la ventana y
compiten sexualmente. Junto a estos relatos, que parten
de observaciones más o menos directas de la realidad,
Monzó cultiva el cuento fantástico, con vocación filosófica, a la manera de los clásicos, Gógol, Kafka, Stevenson
o Wells, o de la serie de televisión «The Twilight Zone».
Monzó se sirve de metamorfosis, saltos temporales y vagas reminiscencias animistas para crear historias que representan en lo individual lo que los mitos para lo co-
lectivo. El protagonista de «Casa con jardín» es el típico
empleado que al regresar a su hogar descubre que todo
ha cambiado, la casa le resulta extraña, no encuentra a su
familia. Las cosas son tan rutinarias que todo lo que
compone nuestro entorno es intercambiable, parece decir Monzó ¿Todo? La perspectiva de acostarse con una
mujer desconocida dispara el deseo. En «Halitosis» o
«No esté tan seguro», el mal olor de boca o la capacidad
de leer el pensamiento se exageran. Las metáforas del
apestado y el vidente nos hablan de dos fenómenos paralelos: la inadaptación a la sociedad y el acceso a las cimas
de poder, como formas de individualismo extremo. En diversos momentos de la trayectoria de Monzó el saberse
diferente dará origen a personajes singulares, en el límite
de la exclusión social, a causa de una erección vergonzante (La magnitudde la tragedia)o de una altura muy superior a la media «<Anteel rey de Suecia»).
En La isladeMaians, incorpora por primera vez versiones modernas de cuentos tradicionales y clásicos de la literatura, historias que forman parte del imaginario colectivo, a las que todo el mundo recurre cuando se habla
de la justicia, la honestidad, la nobleza o la astucia. Monzó las manipula y las expande, las actualiza y las confronta a la realidad, inventa continuaciones y segundas
partes, que cuestionan su moral complaciente. En El porqué de las cosas(1994), elabora un arte de amar a partir de
observaciones de la realidad y de versiones contemporáneas de cuentos como «La bella durmiente» o «La ce-
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nicienta», que utiliza para desmontar la leyenda de la
bondad y el amor puro. «La fe», «La sensatez» o «Los celos» plantean las relaciones entre hombres y mujeres en
términos de posesión y violencia, de engaño y disimulo.
La insistencia en estos valores, que rigen las relaciones
f.
T
teatro), la acción se dispara, sigue un período de gran
excitación, un vagabundeo acelerado, que rompe todo
equilibrio, la euforia desemboca en una crisis de identidad que puede acarrear la muerte. En cierto modo, la
trayectoria completa de Monzó como escritor encaja en
este esquema. Empieza con una primera etapa de viajes
y exploraciones que culmina en Uj dijo él.A principios
de los ochenta con Olivetti, Moulinex, Chaffoteaux et
Maury, Gasolinay La isla de Maians se fragua un cambio
de valores que afecta la relación con el mundo y la propia creación. Con La magnitud de la tragediay El porquéde
las cosas, su literatura alcanza un clímax voluptuoso y
carnal, aunque al final, la propia aceleración le empuja
al vacío. Guadalajara(1996) escenifica el ocaso, el declive, el laberinto sin salida que insinúa la muerte. Los
cuentos se suceden al ritmo de la ranchera que suena
machaconamente en ascensores y restaurantes. Los más
realistas tratan de un deseo fugaz o de una ocasión perdida. Las fábulas plantean angustiosas situaciones sin
salida en laberíntico s inmuebles y macabras celebraciones familiares. Las versiones de la historia del caballo de
Troya o de la metamorfosis de Kafka hablan de cálculos
erróneos y falsas expectativas, del acomodo en la rutina
y de una profunda insolidaridad. En este clima de tedio
sostenido, «El día de cada día» representa una afirmación del poder, la ficción frente a la vulgaridad de la
vida. Guadalajaracierra un ciclo. Poco después Manzó
reescribe y reordena todos sus cuentos, a la manera de
los grandes narradores norteamericanos, en Ochentay
seis cuentos(1999).
Con El mejorde los mundos (2001), su mejor libro, encuentra una salida a esta situación de impasse.A partir
de una lectura del Cándido de Voltaire, vuelve a plantearse la relación entre la realidad y el lenguaje. Cándido es un joven que toma al pie de la letra la lección del
filósofo Pangloss. «Todo es óptimo en el mejor de los
mundos posibles», dice el maestro. Ante las mayores
adversidades (la expulsión de un castillo, la condena
de la Inquisición, la pérdida de un rebaño), Cándido
aplica sin dudar la receta: todo está bien empleado, las
cosas son como son y no podrían ser mejores. Da lo
mismo que la experiencia cotidiana desmienta a cada
paso la~ promesas de los amantes, los discursos de los
políticos y las zalamerías de los padres. Para cada accidente existe un enunciado que lo justifica y embellece,
y que funciona como una eficaz herramienta de control
social.
N unca como hasta ahora Monzó se había mostrado
tan cruel y desesperado. Sus cuentos describen un mundo del que ha desaparecido cualquier piedad. La historia
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entre hombres y mujeres desde tiempos ancestrales,
pone en entredicho el nuevo orden familiary la revolución sexual.«Lamicología»,«Elsapo» o «Lamonarquía»
hablan de la incapacidad de elegir, del desencanto y la infidelidad, que se dan también en condiciones ideales, entre seres perfectos.
Todo es óptimo en el mejor de los
mundos posibles
I
A diferencia del cuento, que desarrolla un episodio ce-
rrado, un sketch o una conversación recortada, las novelas de Monzó, Gasolina y La magnitud de la tragedia
(1989), describen un ciclo completo. A partir de una revelación inicial (un sueño premonitorio o la aparición
de una vedette deslumbrante en un enorme cartel de
!
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del chico disecado o la del feto en la bolsa de plástico de
el Corte Inglés, están contadas con naturalidad aparente
para conseguir el mayor impacto sobre el lector. Superado el primer shock,funcionan como una metáfora sobre
la dependencia, el lastre del pasado personal y las ilusiones perdidas. Atrapado por la imperfección, indefenso
ante inercias superiores, el individuo difícilmente podrá
preservarse. El personaje que en «Thomson, Braun, Corberó, Philishave...» se encontraba a merced de los electrodomésticos, como Chaplin en fa fábrica de Tiempos
modernos,es el mismo que aparece en «El accidente» vapuleado y mutilado por la horda.
«Mamá» es un cuento característico de esta manera de
i¡iiiIJ'
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ver las cosas que atribuye al lenguaje la capacidad de modelar la realidad. Por creer las palabras de un amigo, el
protagonista entra en una espiral de sospechas, desconfía
de 10 que ve, y porque el amigo le ha llamado «hijo de
puta» piensa que su madre realmente es puta. La historia
confirma plenamente 10que en un primer momento era
una simple proyección mental. Si «Redacción» tendía a
ocultar la realidad tras los convencionalismos de la prosa
escolar (inútilmente: el lector podía seguir el relato, a través de un negativo, hasta el desenlace), en «Mamá» las
palabras están dotadas de un poder taumatúrgico, inciden y modifican la visión del mundo y el mundo mismo.
En los cuentos de El mejorde los mundos protagonizados
por niños y adolescentes -«Mi hermano» o «Mamá»-, el
lenguaje sugiere un fondo escabroso, un aspecto de la realidad abominable, como en la famosa obra de Dalí, El espectrode SexAppeal, en la que el niño vestido de marinero
contempla en la playa la aparición de una carroña.
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Todos venimos de ese cielo de pipermint
A 10 largo de los últimos treinta años, Monzó ha tenido
una presencia constante en la vida cultural de Catalunya.
Sus cuentos han contribuido a recuperar el gusto por la
narrativa breve conectando con los corrientes más modernos de entreguerras. En Ochentay seis cuentosha refinado su lenguaje desde el barroquismo inicial hasta formas de decir esenciales, y ha marcado un hito en el
catalán literario, que en sus obras y traducciones alcanza registros plenamente contemporáneos. Las valoraciones críticas en torno a su obra sacan a relucir los nombres de Fran<;oisRabelais y Truman Capote, Franz Kafka
y Adolfo Bioy Casares. Monzó se sitúa en un cruce de influencias entre la literatura europea y norteamericana,
descubre continuamente libros, películas y programas de
televisión, realiza lecturas originales y las adapta a su
propia personalidad.
Las novelas de Monzó, que han obtenido un éxito
comparable al de sus libros de cuentos, están en cierto
modo por descubrir. Representan uno de los principales
intentos de actualizar el género, adaptando su tiempo interior al ritmo de la vida de hoy. Sus artículos periodísticos, desde las primeras tentativas contraculturales a las
colaboraciones que publica regularmente en La Vanguardia, revelan una curiosidad universal que anula las fronteras entre la alta y la baja cultura, entre la literatura de
creación y el comentario de actualidad. Reunidos en
ocho volúmenes desde El dia del senyor(1984) hasta El
tema del tema (2003), retratan el paso de la desobediencia
divertida a la contemplación resignada, de la utopía al estupor. Gracias a una labor continuada como guionista y
colaborador en radio y televisión, Monzó ha desarrollado
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una extraordinaria capacidad para la comunicación literaria, que le permite escribir al margen de cualquier elitismo, de manera inteligente y respetuosa con el lector.
Sus reportajes sobre Israel durante la segunda intifada o
sobre Nueva York después del ll-S -publicados en Catorce ciudadescontandoBrooklyn (2004)-, introducen una
mirada sin prejuicios sobre aspectos desatendidos de la
crónica política. Su literatura ha conseguido tirajes inhabituales y ha sido traducida a numerosos idiomas. En el
caso de Monzó, esta repercusión internacional es algo
más que una floritura en el currículo. Sus libros se reeditan y generan lecturas que 10 interpretan en el contexto
de distintas tradiciones críticas. Monzó ha sido un modelo para los jóvenes escritores y un maztrea penserpara las
sucesivas generaciones salidas del franquismo que encontraron en sus libros 10que no ofrecía una sociedad literaria esclerótica, más interesada en obtener privilegios
de un montaje editorial sobredimensionado que de abrir
nuevas vías para abordar la realidad contemporánea.
«A estas alturas daría por bueno 10que ha pasado hasta ahora a cambio de ver, otra vez, el cielo color de pipermint y las estrellas que chisporrotean en el cesto de
tus ojos», se lee en el encabezado de «Historia de un
amor», que abre también esta antología. Parafraseando
10que escribió Dostoievski a propósito de «El capote» de
Gógol: todos venimos de ese cielo de pipermint.
JULIA GUILLAMON
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