Signature numérique de CONTRACLAVE DN : cn=CONTRACLAVE, o=Contraclave, ou=Revista Educativa, email=contracl@contraclave. org, c=ES Date : 2008.03.27 13:17:11 +01'00' Tusell, Javier (1990): Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957. Madrid, Alianza Universidad. RESEÑA de © Javier Valera Bernal 1. PARTE INFORMATIVA 1.1. Ficha bibliográfica: Tusell, Javier, “Franco y los católicos. La política interior española entre 1945 y 1957”. 461 páginas, editorial Alianza Universidad, Madrid, 1990, género ensayo histórico, presenta índice, prefacio, bibliografía, índice de nombres y notas sobre las fuentes. 1.2. Estructura del libro: resumen ordenado de los capítulos INTRODUCCIÓN: Franquismo y catolicismo: la crisis de 1945 1. El franquismo y los católicos (1936-1945) 2. La crisis de julio de 1945 PRIMERA PARTE: Transformación política, aislamiento exterior, Monarquía (1945-1951) 1. El programa político de Martín Artajo 2. El fracaso del programa de transformación 3. El “gran argumento”: la defensa católica del régimen de Franco 4. La cuestión monárquica (1945-1947) 5. Colaboracionistas versus antifranquistas (1947-1951) 6. El control de prensa (1946-1951) 7. Primeros conflictos con la Acción Católica Obrera 8. La crisis de 1951 SEGUNDA PARTE: “Proyecto Catedral”: la gestación del Concordato de 1953 1. Ruiz Jiménez, en Roma. El primer proyecto de Concordato 2. Castiella, embajador ante la Santa Sede 3. La fase final de la negociación del “Proyecto Catedral” 4. El Concordato de 1953 como símbolo TERCERA PARTE: En el ápice del franquismo (1951-1956) 1. El grupo “católico” en el franquismo consolidado 2. El enemigo inesperado: la Reforma de las enseñanzas medias 3. La primera apertura (1951-1953) 4. La Iglesia: concordia y conflictos Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal 5. De nuevo, la Prensa 6. La cuestión sindical 7. Hacia la crisis de febrero de 1956 CUARTA PARTE: La batalla de las Leyes Fundamentales de Arrese (1956-1957) 1. Arrese, las Leyes Fundamentales y los católicos 2. Martín Artajo contra Arrese 3. Alternativas de los proyectos. La crisis de 1957 CONCLUSIÓN: Una época de la Historia de España 1.3. Contenido: breve resumen de lo tratado en los apartados de estudio. INTRODUCCIÓN: Franquismo y catolicismo: la crisis de 1945 En esta introducción, Javier Tusell nos centra en el tema de estudio, hablándonos en primer lugar de varios tipos de catolicismo, el catolicismo liberal y como excepción más frecuente el catolicismo social popular pero paternalista, diciendo que “estas dos reacciones resultaron coincidentes en el tiempo pero incompatibles”. De estas dos posibilidades nacerá el catolicismo político. El autor se pregunta si existe una peculiaridad española y dice que a lo largo del primer tercio del siglo fueron repetidas las ocasiones en las que la colaboración o coincidencia con el catolicismo social y político pudo producir el principio de un advenimiento de la derecha moderna. En el caso del catolicismo político español, su trayectoria en las tres primeras décadas del siglo veinte fue la de una modernización fallida y su experiencia va a circunscribirse a la época de la Segunda República. El autor de esta movilización fue Ángel Herrera, inspirador de El Debate. El presente libro, según plantea el mismo Tusell en sus páginas de introducción, trata de narrar la colaboración entre Iglesia y Estado, el sentido del colaboracionismo católico dentro del contexto de nacional-catolicismo, la relación con la Jefatura del Estado y las alternativas de este sector con respecto a otras familias del franquismo. El autor pretende llegar a la definición del papel jugado por uno de los sectores del franquismo y contribuir a su mejor 2 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal conocimiento y lo hace partiendo de esta experiencia política del periodo anterior, porque como apunta, “sólo el conocimiento del periodo bélico entre 1936 y 1945 da sentido a lo acontecido a partir del mes de julio de este último año”. 1. El franquismo y los católicos (1936-1945) En mayo de 1936 se publicaba el Informe sobre el comunismo en España, una copia del cual quedó en el archivo de Martín Artajo. De él se extraía la conclusión de que el peligro no venía del comunismo, sino del “socialismo sovietizado”, dado que el primero carecía de organizaciones robustas, si bien su redactor decía que “contra el comunismo hay que luchar en campos ajenos a la política”, matizándose que lo importante de este documento es que muestra una actitud no propicia a la conspiración militar ni informada de ella, posiblemente defendida por representantes del catolicismo político de la CEDA y otros que quizás rompan con la tendencia, como Serrano Súñer o Francisco Herrera, que sí sabrían de la conspiración, como Gil Robles. Estos personajes los define el autor con dos términos: marginación y mimesis. De algunos de ellos, los que jugaron un papel relevante en los años cuarenta y cincuenta (José María Gil Robles, Ángel Herrera) habla Tusell en varias páginas del libro, si bien hace una excepción en los casos de Manuel Giménez Fernández y Luís Lucía, claramente marginados del antiguo catolicismo político y social. Hablar de marginación o de persecución nos lleva a hacerlo también de mimesis. Para ejemplificar la identificación, el autor elige a Fernando Martín Sánchez Juliá, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas desde 1935 y su vinculación desde un principio a la causa franquista, a la falangistización del régimen bajo Serrano Súñer, a la identidad nacionalcatólica de todos los sectores que pululaban alrededor de Franco y a la mentalidad de “cruzada”, incluso apoyada por Gomá. Pero hay que matizar, porque las relaciones no fueron todo lo sencillas que puedan parecer, hubo 3 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal choques y tensiones en las relaciones Iglesia-Estado durante la guerra civil y la mundial, representadas por la “creciente reserva” de Gomá, que desapareció con la victoria de Franco. Quizás, como apunta Tusell, la razón principal del alejamiento fue la fascistización del régimen y ese sometimiento al mismo. Pone ejemplos en los estudiantes católicos y en la Confederación Nacional Católico Agraria, pero el instrumento principal en el terreno político era la prensa y Tusell bucea en estas páginas en los avatares de la Editorial Católica y en los que sufrió el diario El Debate hasta su desmantelamiento. En este contexto, el autor se detiene a examinar dos casos, el de Ibáñez Martín y el de José Larraz. El primero, era catedrático de Instituto y persona vinculada al catolicismo social, ministro de Educación desde 1939 y persona que desarrolló una importante labor haciendo la Ley de Ordenación Universitaria, si bien se caracterizó por tratar de “recristianizar” todos los grados de la enseñanza. No trata Tusell de hacer un estudio de los discursos de Ibáñez Martín, sino de “testimoniar su perfecta adecuación a las circunstancias políticas de 1939-1943… hasta el final de sus días”. El caso de José Larraz es diferente porque se trataba de un técnico en cuestiones financieras que asumió el ministerio de Hacienda, pero como él mismo confesaba, no era político, por eso dimitió (parece ser que fue el único caso de dimisión con Franco). Larraz no conectó con Falange como sí lo hizo Ibáñez Martín. ¿Cuál fue entonces el verdadero colaboracionismo católico?, ¿De quién partió? ¿Cuándo se inició? Desde luego no de los ministros antes mencionados. Tusell repasa1 a las personas que contactaron y colaboraron, fue tras finalizar la guerra mundial. La respuesta la da el autor enseguida: fue Martín Artajo, cuando llegó al gobierno en julio de 1945, momento en que se producen cambios importantes que luego son revisados. 1 A partir de la página 36 4 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Alberto Martín Artajo, aventajado discípulo de Ángel Herrera, redactó parte de las leyes sociales del primer franquismo y del Fuero de los Españoles. La guerra civil le “sorprendió desprevenido” -apunta. Como discípulo de Herrera, Martín Artajo había sido periodista de El Debate en temas sociales. La razón que movió a Franco a nombrar a Martín Artajo ministro residió en su papel relevante en el seno de las organizaciones laicas de apostolado. En los años veinte había sido vicepresidente de la Confederación de Estudiantes Católicos y había tenido un papel decisivo en llamada “Pax romana”, pero sobre todo en la reorganización de Acción Católica en el año 1931 en la que fue nombrado Secretario General y Vicepresidente. Puede decirse que en el momento de su nombramiento era la cabeza visible del apostolado seglar español y “la figura más representativa del catolicismo que Franco hubiera podido elegir para ministro”. Tusell dice que este libro cubre una etapa caracterizada prácticamente por la época de Martín Artajo. La figura de Ángel Herrera, fundador de El Debate fue decisiva. El autor dice de él que su carácter tenaz y emprendedor le dio autoridad y fue la razón del éxito de sus empresas, porque ilusionaba a quienes le rodeaban. Lo que interesa recalcar de Herrera es que es mucho más religioso que político, aunque nunca creyó en las actitudes políticas partidistas. No obstante Herrera habló de unión, de la necesidad primordial de que los católicos españoles estuvieran contra la campaña antiespañola que se hacía desde el exterior. Este cierre de filas implicaba en Herrera una acción positiva de apoyo al Jefe del Estado. Podemos decir que Herrera se mantuvo entre una defensa del poder constituido, el deber de colaborar con el poder establecido y por otro lado que los católicos, en base a sus principios, debían ejercer una crítica constructiva para el bien común, pero siempre dentro de los cauces señalados por el Estado. Herrera fue el inspirador ideológico del colaboracionismo y Martín Artajo su ejecutor pero, para Tusell, faltan dos personajes de relevancia: Joaquín Ruiz Giménez y Fernando Martín Sánchez Juliá. 5 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Estos cuatro personajes fueron principales protagonistas del colaboracionismo con el franquismo y lo son también del libro de Tusell. Como ejemplo de los tiempos iniciales del franquismo, su posición en el seno de la España de Franco era relevante, pero la situación cambió a partir de la Segunda Guerra Mundial, en 1943. El abandono del poder por parte de Serrano Súñer, en noviembre de 1942, tuvo como consecuencia una marginación parcial del componente más fascista del régimen, la Falange, y el mayor peso de la derecha conservadora tradicional se identificó con militares de alta graduación. La crisis de 1945 se fraguó en los últimos meses de 1944, cuando empieza a “transparentar” el régimen, como lo llama Tusell. El autor apunta algunos ejemplos del cambio producido: la Asociación Católica Nacional, Ecclesia, órgano de Acción Católica, en el que Martín Artajo habla de libertad, de expresión de ideas y de legítima libertad de propaganda. Resultaba previsible una entrada en el gobierno de ministros del sector católico. Estamos ante un proceso de desfascistización, el régimen se desliza a partir de esa crisis hacía el nacional-catolicismo. 2. La crisis de julio de 1945 La crisis que llevó al Ministerio de Asuntos Exteriores a Alberto Martín Artajo fue larga y complicada y, para Tusell tuvo antecedentes directos a mediados de marzo de 1945. Las características de la misma, las muestra el autor en este apartado. Varios manifiestos y discursos hicieron el principio, el de Lausanne, en el que D. Juan de Borbón exigía el paso a una monarquía tradicional que el mismo representaría y el discurso de Fernando Martín Sánchez con motivo de su homenaje en la Asociación de Propaganditas, en el que habló de la unanimidad en el momento actual y de la reacción de la nación española con respecto a su relación con Europa en un momento de finalización de la guerra. Poco después, hablaba también de la unidad católica. 6 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal En este clima empezó a ajustarse la crisis de julio de 1945. En marzo empezaron las reuniones de personajes relacionados con los medios católicos oficiales que tendrían una participación importante en el futuro del régimen, como Joaquín Ruiz Giménez o Fernando María Castiella y por supuesto Martín Artajo. Existía la preocupación por ver como Alemania perdía la guerra y la evolución posterior de la situación internacional. Había que hablar con Franco y el primer interlocutor fue Martín Artajo. En la conversación, Franco adoptó una postura de resistencia porque Artajo le pidió la desaparición de los signos externos que identificaban a España con los ya perdedores de la Guerra Mundial. Había que evolucionar, pero Franco no estaba dispuesto ni a un cambio de régimen ni de personas. Otro posible interlocutor era Don Juan de Borbón, pero resultaba difícil una entrevista. Era importante entonces la figura de Martín Sánchez, que adquirió un papel relevante en la Organización Internacional Católica de Estudiantes. La entrevista entre Martín Artajo y D. Juan de Borbón en la que éste le dice no tener prisa en relevar a Franco, resulta fundamental, pero como quien tiene que hacer los cambios de gobierno es Franco, Martín Artajo se entrevista con él en mayo de 1945, le comenta la conversación con Don Juan, siendo poco satisfactorio el resultado porque Franco veía en Don Juan sólo un pretendiente y a la Falange como el mejor de los instrumentos del régimen. Lo sorprendente es que Franco tenía una idea muy precisa de lo que iba ser el futuro político del régimen y sus planes se cumplieron en los años inmediatos. No obstante, apunta Tusell, que es difícil negar la importancia de esa entrevista que tanto hace prever el posterior destino político de España. Pero para comprender la totalidad de los factores en juego es necesario hacer aparecer uno nuevo: la propia posición de la jerarquía eclesiástica, que no tardó en expresarse mediante una carta pastoral del arzobispo Primado tan sólo dos semanas después de la conversación entre Franco y Artajo y con ocasión del fin de la Guerra Mundial. La pastoral era un juicio sobre la Guerra Mundial, sobre la guerra civil española y un conjunto de consejos para construir la paz interior y exterior. Se abordaban varias cuestiones, entre ellas el comunismo y 7 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Rusia, la situación de Polonia, que la paz interna de España se consolide mediante una cruzada; así se entiende que el Primado colaborara en la redacción del Fuero de los Españoles y lo votara como procurador. Mientras esto sucedía, Martín Artajo había seguido con sus conversaciones políticas: con el cardenal Primado, Duque de Alba y Gamero del Castillo. En junio, Carrero Blanco le comunica a Artajo que va a ser ministro de Asuntos Exteriores, pero Artajo ve un problema: no es libre porque se debe a Acción Católica. Carrero le dice que precisamente esa condición es la que se ha tenido en cuenta para proponerlo en el cargo, es decir, se le quería hacer ministro por lo que representaba. Esas frases impulsaron a Artajo a pedir asesoramiento a su amigo Ángel Herrera, al cardenal Primado etc. Artajo entraría en el gobierno como representante del catolicismo. El gestor de la crisis fue Carrero, quien dijo a Artajo que Franco estaba dispuesto a nombrarle y a alguno más de su grupo, pero Martín Artajo puso condiciones: tener hilo directo con el Jefe del Estado y que el gobierno tuviera la dirección política y no la Falange. La respuesta de Carrero fue positiva y se citó entre otros a personas que irían con Martín Artajo como Oriol, Areílza o Larraz. Martín Artajo trató de sumar colaboradores pero la actitud abstencionista de ciertas personalidades del catolicismo le afectó seriamente como también el impacto de los argumentos de quienes le habían hecho ver el inconveniente de mezclar Acción Católica con la política del régimen. Carrero prometió a Martín Artajo comunicar a Franco esa preocupación. Merece la pena tener en cuenta las notas de la conversación mantenida por Martín Artajo con Ángel Herrera el 15 de julio. El 16 de julio Franco se entrevista con Martín Artajo, se barajaron nombres propuestos por Artajo como los de la Areílza y Oriól, entre otros. Definitivamente el 17 de julio, Martín Artajo era ya ministro de Asuntos Exteriores en todas las previsiones y el desenlace sería, como no, el 18 de julio. El 21 se publicaba en prensa la constitución del nuevo gabinete, sólo tres días después de la reunión de Postdam, en la que las potencias ganadoras de la guerra recomiendan a Naciones Unidas la ruptura de 8 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal relaciones con la España de Franco. Pero lo decisivo era la llegada de Martín Artajo al cargo de ministro, la prensa católica y la Asociación de Propagandistas la dieron como algo positivo. Puede comprobarse cómo se estaba fraguando un ambiente propicio para identificar régimen y catolicismo. Dice Tusell que Martín Artajo no escribió nunca con claridad sobre sus intenciones pero sí lo hizo en una carta de agradecimiento al cardenal Tedeschini, en la que le cuenta el proceso de crisis política que había llevado a su nombramiento, los consejos que había seguido y los propósitos que le animaban2. El colaboracionismo de Martín Artajo y de Ángel Herrera era evidente, la identificación explícita entre el régimen y la Iglesia Católica lo eran igualmente. Varios documentos, entre ellos uno de Gil Robles, hacían ver que a finales de 1945 y comienzos de 1946 se había producido una escisión en el catolicismo político español. Finalmente Tusell realiza una conclusión del apartado3. PRIMERA PARTE: Transformación política, aislamiento exterior, Monarquía (1945-1951) 1. El programa político de Martín Artajo Si nos preguntamos, como hace Tusell, si había realmente un programa político tras el acceso al poder de Martín Artajo y en qué consistía, podemos decir que sí, porque hay un documento fechado el 11 de julio en el que se habla de tratar de restablecer en España un régimen representativo sin disminuir la autoridad, advirtiendo sobre la representación individualista, los partidos políticos y la ilimitada libertad de prensa o de expresión. Los instrumentos con los que había que abordar esa tarea serían: una monarquía tradicional, un órgano representativo, otra cámara que represente los intereses morales de la sociedad española, y una ley de expresión del pensamiento que defina el justo límite de los derechos del individuo. Aunque hubo otro 2 3 Página 70 Páginas 78 y 79 9 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal documento diferente al que acabamos de comentar, éste no emanaba del político sino de ciertas organizaciones sindicales. Martín Artajo, en los primeros meses del poder, parece demostrar querer un cambio significativo en el régimen político franquista, pero su fórmula de expresión variaba según el auditorio que la recibía. Varios documentos presentados por Tusell lo atestiguan. Martín Artajo insistía en que España, por lo menos en cuanto a posibilidad, tenía una estructura política semejante a la europea y calificaba la postura española con el exterior como pacífica. Era evidente la posición de Martín Artajo con respecto a los cambios que había que producir en el interior y a la imagen que había que dar en el exterior. 2. El fracaso del programa de transformación El programa de transformación llevado a cabo por Martín Artajo sería aprobado a fines de 1945 y comienzos de 1946 aunque perdiendo su coherencia porque una parte del mismo se desvaneció en proyectos irrealizables. Las reuniones del Consejo de Ministros prueban que al menos se era consciente de que había que transformar la imagen del régimen en el exterior y, por lo tanto, se podían aceptar las tesis del ministro de Asuntos Exteriores. Hay una fuente para comprobar todo esto: se trata de las notas que Martín Artajo tomaba en los Consejos de Ministros, pero las notas desaparecen en 1947 cuando Franco decide que no se tomasen y tampoco que existiesen actas. A partir de ellas, Tusell construye el apartado centrándose sobre todo en los Consejos de Ministros y en sus deliberaciones. En los de julio de 1945, Franco los abría hablando de una nueva etapa y minimizando el peligro de la situación exterior del régimen, pero centrándose en ganar el mundo católico, mencionando la necesidad de hacer concesiones no esenciales a la población, anunciando una convocatoria de elecciones y que la representación del Estado no recayera en la Falange. Entonces Franco coincidía con Artajo, quien tenía 10 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal un papel de suma relevancia política en el gabinete. El comienzo era prometedor para la política interior, pero esta política estaba muy unida a la exterior y la formación del nuevo gobierno español coincide con la primera ofensiva exterior en su contra. A comienzos de agosto las grandes potencias vencedoras de la guerra acuerdan en Postdam solicitar a la ONU el no ingresó de la España franquista, lo que motivó una protesta del gobierno español. Por eso, los diplomáticos españoles se esforzaron en presentar a los extranjeros una imagen de homologación, como apunta Tusell. En los primeros días de agosto de 1945, Artajo recibe a los principales representantes diplomáticos destacados en España y el tema de conversación siempre era la evolución política de España. Todos los diplomáticos se movían entre el escepticismo y la incredulidad, incluido el portugués. El propósito final de Artajo era la restauración de la Monarquía porque era conveniencia de España y porque culminaba el régimen, y además porque borraría los signos de identidad con el Eje. Insistió Artajo en la reaparición de El Debate, pero estos planteamientos para el cambio chocaban con otros que pedían continuidad y que el cambio fuera simplemente un maquillaje. Este era el caso de Félix de Lequerica, que dirige un escrito a Franco que constituía un ataque directo a Martín Artajo. Pero mayor influencia que él tenía Carrero Blanco, quien redactó varios informes para Franco que llegarán a constituir el centro de la postura de éste en el inmediato futuro. Éstos textos centraban las siguientes cuestiones: sí tenía que haber evolución, es decir, la pone en duda, no estaba de acuerdo con la monarquía de Don Juan y sí con una monarquía católica y tradicional, aparte de otros textos en los que enjuiciaba la actitud de los anglosajones. Era evidente la diferencia de tono con respecto a Martín Artajo: Carrero quería aguantar, Artajo insistía en la evolución. Estos textos fueron remitidos a Franco pero las primeras intervenciones de éste en los Consejos de Ministros de septiembre seguían dando la sensación de que una transformación política del Régimen era posible. Franco siempre iniciaba los consejos con la expresión “ofensiva masónica” e insistía en que las características del régimen eran distintas y en que era preciso 11 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal fundamentarlo en lo común al movimiento. Se tomaron varias medidas, una de ellas a petición de Artajo: la supresión del saludo fascista, con la oposición de ministros falangistas, así como la emisión de la práctica del culto no católico. En cuanto al tema electoral hubo una amplia deliberación, las notas de Artajo dan una buena idea del propósito de la medida que era simplemente asegurar el carácter administrativo. Todas las medidas iban a ser publicadas en el Boletín Oficial en el mes de septiembre pero se ratificaba el Fuero de los españoles como el supremo texto constitucional, incluyendo la sumisión a referéndum de la cuestión sucesoria, en la que insistió Franco en todo momento, es decir, planteaba una Ley de Referéndum y posteriormente aplicar una Ley de Sucesión. Se habló también de medidas de indulto y de legislación en prensa. Franco pareció apoyar el programa transformador de Artajo pero había divergencias entre él y el Jefe del Estado en el anuncio de las medidas políticas, porque Franco quería hablar de ellas lo menos posible. Los resultados de la reunión del Consejo de Ministros aparecieron en prensa en octubre y se enviaron a las Cortes los nuevos proyectos de ley pero, como dice Tusell, “las apariencias no deben engañar al historiador” porque, al lado de quienes propiciaban una transformación política del régimen, había otros que planteaban la resistencia, y el más decisivo fue Carrero Blanco. Carrero decía que la situación exterior se caracterizaba por ataques al régimen y proponía a Franco acciones basándose en la disyuntiva “Franco o el comunismo” y en cuanto al tema interior pedía mano dura para quienes no se habían mostrado demasiado cerca de Franco y para los que habían hecho explícita su adhesión a Don Juan. En cuanto a las medidas de carácter político, Carrero parecía aceptarlas pero con meditación, sobre todo las de prensa y referéndum. Lo que dijo Carrero se llevó a cabo y lo que se sometió a referéndum fue una cuestión como la Ley de Sucesión, no obstante los intentos de cambio del régimen de prensa quedaron en nada. Martín Artajo observó cómo crecían sus dificultades en los Consejos de Ministros y cómo se centraban en otros temas para desviar la atención de los puntos importantes. Estaba claro que empezaba a languidecer la voluntad de transformación del régimen, así lo anotaba Artajo en sus notas con la palabra “alarma”, hasta un texto de Artajo fue recortado por 12 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Fernández Cuesta. El tema de las elecciones fue abordado de nuevo pero los ministros falangistas preguntaron el porqué tenía que haber elecciones, pedían un plebiscito, su triunfo fue arrollador. Estas ofensivas no se llevaban a cabo únicamente en Consejo de Ministros, sino a través de notas al propio Franco, como la redactada por el ministro falangista Carlos Rein. Puede decirse que en este momento Artajo resiste e insiste en plantear a Franco sus propuestas, pero todo parece indicar que las perspectivas de transformación del régimen habían caído en crisis. En enero de 1946 se habló de nuevo del tema de las elecciones, de la renovación de las Cortes, de los tipos de procuradores y de si se suprimía el Consejo Nacional. La llegada de Don Juan a Portugal y los apoyos de muchas personalidades españolas va a contrariar a Franco, favoreciendo una actitud defensiva a ultranza. Artajo comprueba como Franco no le apoyaba en los consejos y su apreciación se ratificó en el mes de marzo. En definitiva, lo curioso es que las medidas propuestas por Martín Artajo a pesar de su no aplicación en este momento, resucitaron periódicamente a lo largo del franquismo, eran medidas liberalizadoras, porque según apunta Tusell, “de haberse aplicado en 1945, lo más probable es que ni hubieran sido aceptadas por las democracias como evidencia de las transformación del régimen, ni hubieran hecho otra cosa, a estas alturas, que aumentar la conflictividad política interior en el seno del régimen”. 3. El “gran argumento”: la defensa católica del régimen de Franco La imagen de Martín Artajo traslucía hacia el exterior, era la del catolicismo oficial español del momento y de esta manera el catolicismo resultó un arma de Franco, muy importante en su estrategia. José María Pemán había sacado la conclusión, tras hablar con Artajo, de que Franco era quien llevaba la política internacional y Artajo era simplemente el apuntador, pero según Tusell, esto es inexacto porque Artajo jugó un papel importante en la aceptación del 13 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal franquismo exterior y lo que interesa es el papel del catolicismo político como defensor del régimen de Franco. La jerarquía eclesiástica española siempre esperó de este apoyo exterior la contrapartida de la transformación política interior, pero el Vaticano no la apoyó demasiado aunque la varió en los años cincuenta. La jerarquía española, con Pla y Deniel, dio su apoyo a Artajo y a Franco, sobre todo en la pastoral de 28 de agosto en la que muchas de las posiciones coincidían con las de Martín Artajo, pero para el autor del libro, “la Iglesia española de 1945 no era ni estatista ni totalitaria”. La verdad es que era la defensa de una clase de reforma del régimen idéntica a la que Artajo había patrocinado en el momento de convertirse en ministro. La Iglesia no quería una vuelta atrás y siempre fue la misma la postura del Primado aunque había algunos prelados que eran aún más afines al régimen, como el obispo de Orense. Martín Artajo llegó a dirigirse a Pla solicitándole prudencia y que persuadiera al obispo orensano para que suprimiera algunos pasajes de su pastoral. Artajo intentó otra fórmula para lograr un apoyo al régimen por el catolicismo exterior, se trataba de lograr embajadores vinculados con movimientos católicos y a la CEDA. Propuso a García Pizarro, mencionó a Areílza, pero Franco optó por Lequerica, al que antes he hecho alusión. Estaba claro que el poder de Artajo estaba limitado. Los contactos con el Vaticano se sucedieron, sobre todo con el cardenal Tedeschini, enviando a Ángel Herrera a Roma, de cuya estancia sabemos por José María Pemán. De su texto podemos extraer algunas conclusiones: el carácter instrumental que Franco daba al colaboracionismo del sector católico, que el Papa compartiera su obsesión antimasónica y que coincidiera con muchos de los puntos de vista del régimen español. Cabe destacar que el gobierno, en estos momentos, insistirá en la restauración de la cultura católica, aunque el órgano de Acción Católica dijese que no eran políticos, pero lo que sí es cierto es que empezó a ser bastante habitual en los discursos de los dirigentes franquistas el recurso a la religión católica. Ruiz Giménez presidente de “Pax romana” tenía una profunda base 14 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal cristiana y sus viajes servían políticamente al régimen, hizo mucho porque hubiese un reconocimiento exterior y reafirmó que éste no podría venir sino a través de catolicismo, incluso su actuación fue muy relevante en la organización del Congreso Internacional de la Pax Romana celebrado en Salamanca y El Escorial. Era evidente que en los primeros años de 1946 estaba quedando diseñada parte de la estrategia de perduración del régimen que tenía a personas e instituciones vinculadas con el catolicismo dentro de su organización. Esto se notaba fundamentalmente en el lenguaje del propio Franco, vez más clerical, más mesiánico. Incluso se le nota también a Martín Artajo en un discurso en las Cortes, en el que apuntaba la perfecta armonía, casi ideal, entre el Estado y la Iglesia española. Era el momento crucial, sobre todo por la incomprensión que según el franquismo se daba en el exterior hacia el régimen, y porque el comunismo era visto igualmente como enemigo amenazador. De ello hay muchas pruebas entre los papeles de Martín Artajo. Dice Tusell, que para Franco el carácter supuestamente católico del régimen era el gran “argumento” de cara al exterior, al romper con el aislamiento diplomático en el que vivía España. Y con respecto al Vaticano puede decirse que la actitud no podía identificarse con la del régimen aunque cuestiones como la internacionalización de los Santos Lugares y otros fueron uniendo a ambos. Y respecto a la Iglesia española, la relaciones con el régimen fueron invariablemente estrechas, es más, la presencia de Martín Artajo en el ministerio de Exteriores contribuyó a normalizar la situación de los nombramientos episcopales, incluso llegó a crear una promoción de prelados, aunque hubo algún conflicto circunstancial, por ejemplo en los casos de los cardenales Segura y Garay. En definitiva, el aislamiento exterior no sólo separó al catolicismo oficial y político del régimen sino que cimentó su unión. 15 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal 4. La cuestión monárquica (1945-1947) La Monarquía era la pieza más importante en el esquema político de Artajo. Esta cuestión excluía por parte de Franco a Don Juan, aunque sería posible una transición desde el régimen. Esta línea la mantuvo Artajo a lo largo de toda su vida: la Monarquía era deseable y posible pero solamente se convertiría en la institución política fundamental en el caso de que se lograra la colaboración estrecha y sincera entre Franco y Don Juan. Si bien se produjeron abandonos en el seno del régimen de ciertos monárquicos, siguiendo las instrucciones de Don Juan (caso del duque de Alba), hubo un tiempo en que pareció posible una transición política desde el régimen franquista a la Monarquía, por tanto era preciso poner en contacto a Franco y a Don Juan, y a esto se dedicó Artajo, como se desprende de diferentes conversaciones mantenidas con Ángel Herrera. En diciembre de 1945 se llegó a un principio de acuerdo, Franco no pondría dificultades para que Don Juan se trasladase a Portugal y mantener una entrevista, pero otra cosa distinta sería el criterio para el contenido de la misma. Artajo, encargado de preparar el viaje y alojamiento en Portugal de Don Juan, pronto se vio decepcionado, porque en enero de 1946, Franco se posicionó claramente ante el tema y escribió a Don Juan. Ahora no quería que hiciese el viaje, acabando pronto la ruptura entre ambos, a pesar de los intentos de Nicolás Franco de una reunión secreta. Franco observaba cómo la posible presencia en Portugal iba a traer consigo el conocido “saluda”, firmas de muchas personalidades de la derecha española dando la bienvenida a Don Juan. Este “saluda”, publicado en febrero, hizo a Franco reaccionar con indignación, reunió el Consejo de Ministros, observándose mediante las notas de Artajo la violencia extraordinaria con que se manifestó en él: habló de “blanduchería”, “conspiración masónica”, de quitar los cargos a quienes lo firmaron, etc. Los ministros aplaudieron su postura, Artajo propuso moderación pero esto le llevó a un progresivo declinar político. 16 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Se pregunta Tusell sobre lo que representaba en este momento la solución monárquica. Las bases de Estoril fueron oportunistas y Franco decidió resistir. En este panorama en el que empezaba a verse el papel de sostenimiento interior del régimen por el catolicismo colaboracionista, Artajo comienza a caer en desgracia y pasa, como afirma Tusell, “de ser inspirador de una transformación política a un secretario de despacho en precario”. Diferentes personalidades relacionadas con la Monarquía fueron increpadas por falangistas, tal fue el caso del catedrático de Historia, Pabón, firmante del escrito de adhesión a Don Juan, que renunció a su puesto. La “cuestión española”, planteada en diciembre de 1946 en la ONU, fue el momento culminante de la presión exterior sobre el régimen. España hacía caso omiso de los acuerdos, ignorando el resultado condenatorio del régimen y afirmándose en el mantenimiento de la independencia española, posición de Franco y apoyada incluso por Roma. El régimen debía mostrar estabilidad, así lo pensaba Martín Artajo, que en estos momentos estaba escribiendo de alguna manera el epitafio de su programa político. El 18 de diciembre se comenzaban los trabajos para la ponencia que estudiaría los proyectos de trasformación política del régimen, parece que había llegado el momento de la aplicación de todo lo que se había venido discutiendo antes de la crisis de 1945, aunque todo se había inclinado hacia la cuestión sucesoria, centro del escrito en cuestión, porque era preciso un sistema sucesorio y éste debía ser la Monarquía, pero aportada por el generalísimo de acuerdo con el príncipe pretendiente. No obstante la ruptura entre Franco y Don Juan impulsaba a los monárquicos a llegar a un acuerdo con las izquierdas, el enfrentamiento era inevitable y comenzó a hacerse más virulento en febrero de 1947 porque Artajo recibió órdenes de Franco para que Don Juan desmintiera sus contactos con la izquierda. En este ambiente se llevó a cabo la elaboración de la Ley de Sucesión, su proceso de redacción fue breve, interviniendo algunos ministros, el 17 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal presidente de las Cortes y con un papel importante del propio Martín Artajo. Esta ley consistirá en la declaración de España como Reino, con una Jefatura del Estado ilimitada en manos de Franco y la creación de un Consejo de Regencia, y con un Jefe del Estado que podría poner en cualquier momento la persona de su sucesor. España quedaba proclamada como Reino, los círculos monárquicos verían en esta ley la negación de la monarquía hereditaria, lo que condujo a una manifestación pública de protesta monárquica en el mes de abril, que condenaba a un Franco vitalicio que había destruido lo fundamental de lo que representaba Don Juan. Las reacciones de la prensa del régimen no se hicieron esperar, Arriba identificaba a los exiliados de Estoril con la izquierda. Otro incidente alejó más aún a Don Juan de Franco, las declaraciones del primero al diario inglés Observer en las que identificaba una vez más a la monarquía con las fórmulas democráticas europeas, con las libertades para todos los grupos políticos y respecto a la peculiaridad de las regiones. Iban a suponer una auténtica tormenta en el interior de España. Era el momento de organizar un referéndum para la Ley de Sucesión, se insistió en la responsabilidad del voto, se dirigió el voto por parte de la prensa, y el propio Primado llegó hablar de obligatoriedad. Como era previsible, éste llegó de forma abrumadora a las urnas y así quedó convertido en monárquico el estado de Franco, que fue apoyado sin fisuras por el catolicismo colaboracionista, pero ¿hasta cuándo iba a darse ese abrazo dentro del propio catolicismo? 5. Colaboracionistas versus antifranquistas (1947-1951) Frente a la voluntad colaboracionista de Artajo, Herrera o Martín Sánchez, hubo un sector que desde el exilio, con Gil Robles, se mantuvo al margen del mundo oficial, se trataba de dos líneas antagónicas. La fecha clave fue octubre de 1947, si embargo los antecedentes de la ruptura se dieron en el verano de este mismo año cuando Gil Robles visitó al Papa y le entregó una 18 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal carta de Don Juan expresando su opinión acerca de las relaciones entre el catolicismo y el régimen de Franco y sus consecuencias. La situación cambió en ese mes de octubre y tuvo como referente una entrevista de Prieto y Gil Robles, importante por el hecho de haberse celebrado y por la nueva situación que creaba en el seno del antifranquismo y respecto del régimen. Era una vuelta a las dos Españas en el momento en que Herrera hacía su entrada como obispo en Málaga y señalaba la necesidad de aplicar normas sociales si se quería una sociedad auténticamente cristiana. La situación era complicada, mucho más al filtrarse una noticia de agencia en la que se informaba que Don Juan había autorizado los contactos, lo que hizo que la cuestión saltara a la prensa española el 22 de octubre, haciendo reaccionar a los falangistas y produciendo un conflicto entre Artajo y Gil Robles, casi irreversible. En uno de sus escritos a Martín Artajo, Gil Robles aseguró que no había admitido ni gobierno provisional ni plebiscito para la Monarquía, pero Artajo le criticó duramente en un escrito de respuesta4 en el que se evidenciaba la diferencia de actitud de los monárquicos del exilio y los del interior, especialmente si éstos eran colaboracionistas. Dice Tusell que se asistía a un “diálogo de sordos” y que la polémica fue subiendo de tono aunque no fuese puramente personal. No obstante lo que ocurrió tuvo una consecuencia en el seno del mundo del catolicismo político, Gil Robles se colocaba al margen del régimen y juzgaba severamente a Artajo. Pero lo que nos interesa señalar es el carácter colectivo de esa ruptura y eso fue lo que ocurrió, que su actitud produjo un desgarramiento en el seno del catolicismo político español. A lo largo de 1948 y 1949 se observa un esfuerzo de unidad en el seno de la Asociación de Propagandistas, sobre todo por Martín Sánchez, no obstante Herrera, con su llegada al episcopado, quedaba un tanto al margen de la actividad política aunque se mantuvo como consejero de Artajo, es más le llegó a decir, aún admitiendo un espíritu de cruzada, que no se podía calificar como infieles a los adversarios. 4 Página 171 19 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal La presencia en España de Don Juan Carlos de Borbón para completar su educación demostraba que Franco se lo tomaba con calma y que la última apariencia de transformación política del régimen se centraría en septiembre de 1948, poco después de que tuviera lugar la entrevista entre Franco y Don Juan. Las elecciones siempre habían estado en el calendario de Artajo y finalmente, el 2 de septiembre de 1948 se anunciaba su celebración para el mes de noviembre, constituyéndose en febrero de 1949 los nuevos ayuntamientos. Resulta obvio que en 1950 el programa político de Artajo estaba lejos de cumplirse y que su fidelidad personal hacia Franco era sincera. Y, por otra parte, los jóvenes falangistas considerarían al sector católico como infiel al régimen, produciéndose ataques de los medios falangistas, particularmente contra Artajo, un ministro cuyos proyectos políticos parecía que se remataban, fundamentalmente el de la cuestión monárquica que puede calificarse como detonante de la división del catolicismo político. La entrevista tanto tiempo ansiada entre Franco y Don Juan se produjo en unas condiciones nuevas y diferentes, pero ya era demasiado tarde, a pesar de que el catolicismo colaboracionista manifestó su satisfacción por las conversaciones. Con ella se inició un nuevo período en las difíciles relaciones entre Franco y Don Juan, pero más que este cambio, interesa el papel de los católicos colaboracionistas con la causa monárquica y el papel desempeñado por Artajo. Éste era monárquico, colaboracionista e instrumento fiel y principal del régimen. Su carácter mediador entre Don Juan y Franco se veía no obstante cercenado desde la Subsecretaría de Presidencia, con notas de prensa atacando a los monárquicos de Don Juan y viendo, partir del verano de 1949, que sus posibilidades eran inexistentes, pero Artajo no cejaba y el 10 de julio de 1951, Don Juan escribía a Franco manifestándole su adhesión al movimiento y pidiendo tratar con él. 6. El control de prensa (1946-1951) 20 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal La política de prensa jugó un papel de primera importancia y un cambio de orientación en su política tenía como objetivo la reaparición del órgano principal de la Editorial Católica, con plena libertad de expresión. Las personas sobre las que recayó la responsabilidad de prensa fueron propuestas por Martín Artajo, pero quien tenía en sus manos la alta dirección en la materia era Ibáñez Martín. La responsabilidad directa y fundamental correspondió sin embargo a personas propuestas por Artajo: Luís Ortiz y Tomás Cerro. Jugaron también un importante papel Ángel Herrera y Martín Sánchez. Sea como fuere, el resultado final distó mucho de conseguir cambios significativos en la materia, aunque en los primeros meses hubo algunos intentos: desvincular de la Dirección General de Prensa los periódicos del Estado, etc. Las disposiciones modificativas de la vigente Ley de Prensa entraron en vía muerta, aunque se intentó resolver el problema del nombramiento de los directores de periódicos, que correspondería a la persona natural o jurídica propietaria del mismo. A corto plazo, la modificación del sistema de prensa quedó reducida a nada en el terreno legal y no se prescindió de la censura, autorizándose a la Dirección General de Prensa para ejercerla con mayor amplitud o atenuarla. La censura activa tuvo siempre límites y, por supuesto, no se aplicó a las grandes cuestiones de política nacional; tampoco desapareció el régimen de consignas, como lo atestigua el propio Director General de Prensa, que escribió algún artículo en el que expresaba que el punto de vista oficial era negociado con los directores de las publicaciones, lo que indica el control de la prensa por el régimen, sobre todo en los momentos de dificultades; tal fue el caso de la campaña periodística del referéndum sobre la Ley de Sucesión, a mediados de junio de 1947, y el del final de la Segunda Guerra Mundial, etc. Además hay que apuntar la rápida transición de una tímida apertura a una actitud defensiva a ultranza. Los crecientes incidentes producidos entre la administración y la prensa a partir de 1947 y 1948 no son tan distintos de los que acontecieron a partir de la puesta en práctica de la Ley de Prensa de 1966, como apunta Tusell. Como 21 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal tampoco fueron pocos los incidentes entre el sector católico y la Falange en materia de prensa, véase por ejemplo en el caso de Sí, de carácter falangista, en el que se atacaba a comienzos de 1948 a la Asociación Católica de Propagandistas. Se pedía censura, que dependía de Ibáñez Martín, y que Franco mediara. Siempre hubo una diferencia muy notable entre el colaboracionismo católico y el falangismo radical, Tusell dice que éste era más demagógico y menos monárquico. En noviembre de 1947 aparece la revista Criterio, que trataba de inspirar el catolicismo político español del momento. Sus pautas eran colaboracionistas pero moderadas y proporcionaban un barniz cultural al catolicismo político de la época, con artículos de Gerardo Diego, Eugenio D’Ors, Manuel Fraga, etc., pero la revista no estuvo carente de problemas y se fue apagando hasta desaparecer a mediados de 1950. Estuvo cerca de enlazar con Ya, recuperado en 1952 por la Editorial Católica. En septiembre de 1946 el obispo de Pamplona quiso publicar una pastoral en la que hacía mención a los atrasos en los pagos de las pensiones a los huérfanos de la guerra civil en su diócesis y fue prohibida, lo que unido a referencias que aparecían en libros sobre espectáculos considerados amorales, nos ayuda a comprender las palabras de Pemán: “no puedo comprender que una movilización como debiera ser la Acción Católica se emplee hoy en día en España en tres objetivos: el baile, la moralidad de las plazas y el cine”. En 1950 el propio Pla y Deniel protestó ante el Director General de Prensa por la mención en los periódicos del centenario de Balzac, lo que ponía en un grave enfrentamiento al episcopado con las autoridades civiles en materia de prensa, a las que acusaba de laxitud. Aunque los enfrentamientos más graves se produjeron entre las autoridades y la prensa relacionada con la rama obrera de acción católica, con el periódico Tú, órgano de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC). Junto a la suspensión del director de un periódico asturiano, Región, y las medidas 22 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal tomadas contra ABC, fueron éstas las decisiones más graves tomadas en materia de prensa en estos años. La relación entre el órgano principal de la prensa monárquica, ABC, y la Dirección General de Prensa eran en teoría excelentes, sin embargo, a partir de la Ley de Sucesión se hicieron malas, hasta el punto de que constituyó el caso de enfrentamiento más evidente entre la prensa y la administración, algunos de cuyos incidentes fueron realmente importantes, como la corrección hecha en el periódico ABC aludiendo a “El Rey” por “El Príncipe” de Maquiavelo. Del 16 al 19 de febrero de 1950 se realizó el III Congreso Internacional de la Prensa Católica en Roma. El ambiente era favorable a la situación del régimen jurídico de la prensa en España pero la intervención del Papa dejó escapar discrepancias entre lo que describía como una situación ideal y la realidad española, llegando a decir que lo peor sería los países en los que la opinión publica permaneciera muda. Esta declaración tuvo una gran repercusión en España. La crisis gubernamental gestada desde comienzos de año estaba en la fase final de su desarrollo y muchos aspectos la habían hecho posible. Martín Artajo duró en su puesto y los que volvieron a prensa fueron los que estaban antes de 1946: Arias y Aparicio. 7. Primeros conflictos con la Acción Católica Obrera Los primeros conflictos surgidos entre una las publicaciones de las hermandades obreras de Acción Católica y la dirección general competente iniciaron el enfrentamiento entre Iglesia y Estado. A finales de 1947 y comienzos de 1948 se implantó esta rama de Acción Católica en los centros industriales, surgiendo sus órganos de propaganda, como el Boletín de Militantes de la HOAC. Su promoción corrió a cargo del propio Primado, cardenal Pla, que fue llamado “cardenal de los obreros”. La existencia de HOAC llevaba al planteamiento de la cuestión de la libertad sindical y al empleo 23 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal de un lenguaje reivindicativo que chocaba claramente con los reducidos niveles de permisividad existentes en el momento. La mayor conmoción creada por la HOAC se debió a protestas sobre la situación de la clase trabajadora, pero la organización no tenía un ideario preciso ni vertebrado, publicaba documentos de los obispos, de apostolado extranjero, se trataba por igual al capitalismo y al marxismo, se repudiaba la identificación entre catolicismo y capitalismo, pero no se criticaba el orden político. El tono reivindicativo aparecía siempre en Tú. Este lenguaje llevaba a conflictos con las autoridades de prensa y con el orden público. El enfrentamiento se hizo más reivindicativo a fines de 1950 y comienzos de 1951, jugando luego un papel importante en la posterior crisis política del mes de julio. El Papa había hecho una alusión a esas “instituciones” que ayudaban a la formación de los trabajadores haciéndolos buenos trabajadores y buenos cristianos, al tiempo que en Barcelona se produjo una grave situación alimentaria que condujo a una huelga espontánea que generó una falta de diálogo entre la población de Barcelona y sus autoridades, y a un enfrentamiento entre la Falange local y el gobernador civil, lo que llevó a la represión. Pronto esta carestía de aprovisionamiento se extendió al País Vasco y a Madrid, obligando a Ruiz Giménez, desde Roma, a pedir a Artajo que ahora había que actuar con firmeza. Los diferentes sectores del régimen se enfrentaron recriminándose, en especial los católicos y los falangistas, incluso en el propio Consejo de Ministros. Artajo envió una carta a Franco en la que le sugería subliminalmente hacer desaparecer el aparato del partido único, lo que llevaría implícita una transformación política del régimen. La modificación del régimen no se produjo y Artajo creía que la pasividad por parte de las autoridades eclesiásticas al tratar el problema fue el detonante. Esta pasividad fue aludida por Artajo en la carta que envió a Ruiz Giménez, El Primado estaba dispuesto siempre a apoyar a la HOAC y defendía la independencia de Acción Católica. 8. La crisis de 1951 24 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Varios hechos condujeron a la crisis de 1951: los acontecimientos de Barcelona y su repercusión posterior, la Guerra Fría, y el desgaste de algunos ministros por los enfrentamientos internos, todo ello da la sensación de que Franco pudiera concebir un cambio político. Martín Artajo jugó un papel importante en el relevo ministerial, la crisis tuvo una gestación larga, Artajo pidió consejo a Ruiz Giménez sobre algunos nombres para ser ministros. Pero lo importante en la mente de Artajo era limitar o destruir la influencia de la Falange como partido único del régimen. Entre los objetivos estaba crear un Ministerio de Gobernación se asumiría el papel de la antigua Secretaría General del Movimiento. Los nombres propuestos como ministrables eran de la familia política de Artajo, con lo que parece claro el propósito de marginar al sector falangista y seguir desmontando el aparato del partido único inserto en el Estado. Ruiz Giménez coincidía en los nombres de los ministrables con Martín Artajo, pero a medida que fue avanzando la crisis parece que el desarrollo no era el pensado por él y por Ruiz Giménez, porque ni se marginó a la Falange ni desaparecieron sus cabezas de fila. Al sector católico le correspondió una cartera identificada con él, la de Educación, para la que Artajo propuso a Castilla, pero éste no aceptó y Artajo propuso entonces a Ruiz Giménez, concluyendo con esto la crisis del sector católico en 1951. Artajo continuó en su puesto pero no se produjo el desmantelamiento del partido único, y la antigua Secretaría General, vacante desde 1945, se cubrió con el falangista Fernández Cuesta. El poder seguía estando donde siempre, en Franco y en hombres fieles como Carrero Blanco, ahora ministro. El sector católico seguía teniendo puestos clave, aparte de Artajo, Ruiz Giménez y Castiella, que jugarían un papel muy destacado en la siguiente etapa. SEGUNDA PARTE: “Proyecto Catedral”: la gestación del Concordato de 1953 Lo que aquí se trata se centra en la posibilidad de contrarrestar la campaña antiespañola, de pasar al ataque informando tenazmente y señalando los riesgos y las promesas del futuro, de llegar a la firma de un nuevo 25 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Concordato, y que desde Roma se hiciese una campaña urgente e incesante de adhesiones a la Patria. 1. Ruiz Giménez, en Roma. El primer proyecto de Concordato Ruiz Giménez llegó al Vaticano y pronto pudo detectar el “ambiente”, lo que unido a las dificultades personales, marcaron su primera etapa en Roma. Su primera prueba de fuego fue durante la presentación de sus credenciales ante la Santa Sede el 12 de diciembre de 1948, de la que salió airoso si tenemos en cuenta lo que Franco le comentó a Martín Artajo: que el embajador había estado muy hábil en este primer contacto con el Papa. Pero, pese a esa euforia, había una realidad que emanaba de la respuesta papal a la intervención del embajador: que había una distancia entre el ideal católico y la forma cómo se practicaba en España. Aunque después el embajador y el Papa conversaran y éste hiciese elogios de Franco, el primer contacto no fue considerado grato por Ruiz Giménez, que escribió a Martín Artajo una carta en la que se lo contaba.5 Tusell se pregunta: “¿en qué instrumentos pensaba Ruiz Giménez para avanzar en el estrechamiento de las relaciones entre la Iglesia y el Estado español?”. Las máximas jerarquías eclesiásticas y Martín Artajo serían buenos elementos para usar, pero las circunstancias internacionales facilitaban la aproximación del Vaticano a la peculiaridad del catolicismo español. En ese clima se inicia la gestión del nuevo embajador, con conversaciones con el secretario de Estado, monseñor Tardini, al que señaló factores que a su juicio facilitarían acuerdos en todas las materias, incluyendo familia y enseñanza. Pero había negociaciones pendientes, las del convenio de demarcación de nuevas diócesis, temas que se abordaron. Se estaban produciendo hechos que demostraban la voluntad española de mejorar las relaciones con Roma, fundamentalmente en la identidad de 5 Página 234 26 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal posiciones en política exterior, sobre todo en el tema de la internacionalización de los Santos Lugares. Fue monseñor Tedeschini quien mantuvo un papel básico para el régimen de Franco, apoyando a España y comunicando al Papa su resurgir religioso, social y cultural, incluso el Osservatore Romano publicó la fotografía en la que el cardenal aparece abrazado a Franco. Tedeschini, en un acto celebrado en el Colegio Español de Roma, aseguró que en pocas naciones del mundo, el catolicismo estaría tan a salvo como en España, que “nos enseña a gobernar en católico”. Si la visita de Tedeschini a España fue importante, también tuvo trascendencia la que Martín Artajo realizó a Roma con motivo del Año Santo. Eran serios intentos por parte española para mejorar las relaciones entre la Iglesia y el régimen, y que impulsarán las negociaciones de otros temas, como el de la jurisdicción castrense. Pero Ruiz Giménez no centraba toda su gestión en negociaciones concretas, sino en el propósito de realizar el Concordato, del que no estaban del todo convencidos ni Herrera ni Martín Artajo, pero Ruiz Giménez insistía ante Tardini en la necesidad de un acuerdo concordatario de carácter general. Este tema fue presentado ante el Papa por Ruiz Giménez de forma oficial y lo hizo en los términos extensamente expuestos, que Tusell transcribe6. La elaboración de un primer proyecto de Concordato se produjo a lo largo de 1950, siendo febrero el mes en el que las autoridades vaticanas dieron su conformidad para el comienzo del diálogo sobre la materia. Ruiz Giménez había redactado en marzo un primer proyecto de Concordato que trataba cuestiones como la enseñanza, la colaboración con el Estado, etc. Martín Artajo estuvo de acuerdo con las líneas generales de la tesis de Ruiz Giménez y presentó el proyecto a Franco que lo aprobó, pero el embajador quería un Concordato estable, por ello una comisión interministerial iba a añadir observaciones de los miembros de la jerarquía eclesiástica, la ponencia la formaban Artajo, Fernández Cuesta e Ibáñez Martín y la presidía Franco. A fines de 1950, Ruiz Giménez tenía redactado un borrador y el 16 de abril 6 Página 242 27 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal entregaba al Papa el texto de la propuesta española de Concordato, pero la negociación no había hecho más que empezar. 2. Castiella, embajador ante la Santa Sede Joaquín Ruiz Giménez fue sustituido por Castiella y éste, a diferencia de lo sucedido con el anterior embajador, se quejó ante la Santa Sede expresándose en términos mucho más diplomáticos. En su discurso protocolario hizo una vaga alusión al mejor servicio de España y de la Iglesia y, de forma indirecta, introdujo la cuestión de la situación de marginación internacional de España. Castiella se quejó más de la prensa oficial católica italiana y de su actitud de desvío con respecto al régimen español, porque había una diferencia marcada de sensibilidad religiosa entre el embajador español y el clima predominante en Roma, donde no se veía con ningún entusiasmo a las instituciones españolas, es más, la visión sobre España estaba sesgada por la “orientación democrática” del Vaticano. En estas circunstancias, sólo la capacidad de trabajo de Castiella y la coyuntura internacional iban a hacer progresar las negociaciones con el Vaticano, lo que unido a los viajes a Roma de Martín Sánchez Juliá y Ángel Herrera, personas bien vistas por Roma, abrirían el camino. Además el Congreso Eucarístico de Barcelona facilitó la mejora de las relaciones, mejora que en gran parte debemos a la tenacidad de Castiella que recibió del Papa, pasado el tiempo, la condición honorífica de noble en la corte Pontificia. A mediados de enero de 1952 monseñor Tardini había devuelto parte del articulado del Concordato en la versión de la Santa Sede al representante español, iniciándose así la negociación del mismo, pero el cambio de sintonía entre los dos poderes no se dio hasta junio de 1952, cuando el cardenal Tedeschini declaraba que el recuerdo del congreso de Barcelona sería imborrable y el Papa agradeció la consagración a España a la causa católica hecha por Franco en ese congreso. A partir del mes de julio, Artajo y Castiella 28 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal comenzaron a llamar al proyecto de Concordato, “proyecto Catedral”. El mismo día en que Castiella quedaba sorprendido por el giro de posición del periódico Osservatore Romano se recibió la noticia de que Tardini prometía formalmente el texto para el 30 de julio, lo que no quería decir que existiese aún un acuerdo completo. En octubre, Tardini había trabajado con Castiella sobre el texto del posible acuerdo; el final iba a llegar en noviembre de 1952, momento en que fueron elevados al cardenalato el nuncio de España y los arzobispos de Tarragona y Santiago de Compostela. 3. La fase final de la negociación del “Proyecto Catedral” Esta fase se dio en los últimos días de 1952 y los primeros meses de 1953. Los indicios de que el tema avanzaba se empezaron a percibir en la entrevista entre Castiella y del Papa Pío XII, en diciembre de 1952. Pronto surgió el primer problema con la regulación de Acción Católica española. Castiella veía en Acción Católica había elementos no abiertos al régimen y observó que el Papa estaba dispuesto a que no se tratara este tema en el Concordato, opinión que gustó a Castiella. Esto impulsó la negociación, que se fue haciendo cada vez más positiva, según el embajador, aunque también ayudaron razones de política exterior (ruptura de relaciones de Tito en Yugoslavia con el Vaticano), pero la decisiva confirmación la obtuvo Castiella en los primeros días de marzo con ocasión del aniversario de exaltación de Pío XII, en el que la intervención del cardenal Ottaviani sobre “Iglesia y Estado”, supuso un inesperado elogio al Fuero de los Españoles, siendo obvio que el cardenal hablaba con la aprobación del Pontífice. Dicho discurso fue publicado en italiano y en español porque su importancia era crucial para las relaciones, unas relaciones que querían impulsar con rapidez los trabajos sobre el Concordato, pero sin embargo el Vaticano los fue demorando. Para agilizar las conversaciones, Castiella preparó un texto del Concordato en la versión española que entregó a monseñor Tardini. No parecía haber dificultades de fondo aunque éstas hicieron su aparición en la última fase de la negociación. Por tanto era ahora preciso que las autoridades políticas españolas no dilatarán 29 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal el examen de los textos, pero los deseos de Artajo y Castiella no se vieron cumplidos por parte de Roma que volvió a recaer en lo que Castiella denominaba como “pachorra”. Sin embargo esto no fue así, sino que se pudo deber a la morosidad con la que los prelados españoles examinaron algunas de las cuestiones. A principios de junio la Santa Sede disponía ya de las observaciones de la jerarquía eclesiástica española. El Primado, Pla y Deniel, consideraba muy acertado el proyecto y no presentaba ninguna objeción de fondo. El 25 de junio de 1953, Castiella comunicó a Artajo que había llegado a un acuerdo sobre el texto completo salvo tres artículos que el Papa quiso retener, los referentes a Acción Católica y su reconocimiento, cuestión ésta que la Santa Sede había conseguido colocar pero en términos restrictivos, otras cuestiones mixtas, y la redacción de los primeros artículos del Concordato. En los convenios de 1941 y 1946 se mencionaba la disposición del Estado español a mantener vigentes los cuatro primeros artículos del Concordato de 1851, que suponían la confesionalidad católica de España con exclusión de cualquier otro culto, el carácter católico de la enseñanza y el alto patronazgo del Estado respecto a las jerarquías eclesiásticas, pero la mención del Concordato de 1851 en el texto de 1953 devaluaba el contenido del último, suponía el planteamiento de la cuestión de la tolerancia en unas términos en los que no se recibía respaldo de Roma y la no mención en el Concordato del Fuero de los Españoles. El enfrentamiento de las posiciones fue duro, pero el embajador comunicó a Madrid que la entrevista mantenida con el Papa tuvo resultados positivos y manifestó su satisfacción. El preámbulo del Concordato hacía mención a que con él se completaban y asumían convenios anteriores pero no se mencionaba al Concordato de 1851, lo que significaba que se había logrado lo deseado por Martín Artajo. Quedaba un tema final: que constara la posibilidad en el Concordato de plantear objeciones de carácter político al nombramiento de prelados por razón de su condición, por ejemplo de separatistas, pero nada apareció en el texto. Puede comprobarse que el último mes antes de la firma del Concordato fue 30 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal especialmente movido, sobre todo por la jerarquía española y más concretamente por Pla y Deniel, aunque no es seguro que la dilación en el acuerdo fuera de los obispos españoles sino más bien del Vaticano; era evidente que para la Santa Sede, el Concordato era menos importante que para la parte española, para la que constituía un factor justificativo de existencia. Una buena prueba fue la premura en acelerar su firma por parte de Castiella en Roma y de Martín Artajo en Madrid. El 26 de agosto se autorizó en Madrid y al día siguiente se firmaba en Roma la difusión de su contenido. Ese mismo día, Martín Artajo fue recibido por el Papa y después se firmaba en la embajada española el Concordato entre Tardini y Martín Artajo. 4. El Concordato de 1953 como símbolo El Concordato de 1953 quería ser llevado desde el Vaticano con discreción, pero la España oficial lo recibió con entusiasmo. La portada del diario Ya de 28 de agosto de 1953 incluía la foto de los firmantes y del propio Franco y las editoriales eran expresivas manifestando su inmenso júbilo. Había una distancia entre el contenido propio del acuerdo y el entusiasmo que del mismo se deriva. Ese entusiasmo se centró sobre todo en el sector católico del régimen que atribuyó al Concordato una importancia absolutamente trascendental en la historia de las relaciones entre Iglesia y Estado. No obstante, aunque ese entusiasmo no era general en la jerarquía eclesiástica española, y hubo ciertos matices diferenciales, los especialistas en Derecho Canónico lo elogiarán (López Ortiz dijo que era extraordinario), etc. El Concordato se abría con la declaración de confesionalidad religiosa del Estado y el reconocimiento de la Iglesia como sociedad perfecta, el Estado hace las fiestas eclesiásticas, los sacerdotes españoles rezarían diariamente por el Jefe del Estado y por España, la enseñanza se ajustaría al dogma católico y la religión aparecería en todos los grados educativos; éstos son algunos de los aspectos más llamativos. En Roma la prensa vinculada a la 31 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Acción Católica consideró lo sucedido como el acontecimiento religioso más importante de los últimos años, Tedeschini señaló a Artajo su alegría. Pero el Concordato fue una iniciativa no de la Iglesia, sino del Estado español, del sector católico del régimen franquista, y más concretamente de Joaquín Ruiz Giménez. Quizás haya que atribuir la gestación del Concordato al deseo de autoafirmación del catolicismo que se practicaba y éste se convirtió, después de firmado, en un símbolo de gloria, pero el Concordato ni salvó al régimen del aislamiento internacional, ni transformó arzobispos en franquistas, ni sometió a la Iglesia al poder del Estado, representaba mucho mejor el espíritu de 1945 que el de 1956. TERCERA PARTE: En el ápice del franquismo (1951-1956) Suele decirse que el régimen de Franco logró en 1953 con el Concordato y los pactos con Estados Unidos, tenía un reconocimiento internacional, pero lo cierto es que a pesar de todo, le seguía siendo escatimado y lo único verdaderamente estable en el franquismo era Franco. Es ahora, después de la consolidación del régimen, cuando no van a estar presentes en la política los grandes temas protagonistas de la época anterior, sino cuestiones secundarias o colaterales. 1. El grupo “católico” en el franquismo consolidado El sector político católico se había convertido para Franco en una pieza útil pero carente de significación y trascendencia. Los protagonistas de este sector los conocemos, pero merece la pena resumir algunas de sus actitudes a largo de este periodo. Fernando Martín Sánchez en un personaje que dentro del catolicismo social y político había hecho declaraciones explícitas de colaboracionismo con el régimen y utilizaba con frecuencia en sus argumentaciones citas de Ángel 32 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Herrera. Este, igualmente colaboracionista, es diferente, su nombramiento como obispo y su actuación en el terreno estrictamente político desapareció en la práctica, era consejero de Martín Artajo pero estaba alejado de la vida política, no obstante sus juicios eran de carácter pastoral o tenían un contenido social y se referían a aspectos concretos del régimen franquista. Alberto Martín Artajo ha sido el hilo conductor que Tusell ha utilizado como columna vertebral del presente libro, diciendo este autor que su presencia en el gobierno fue para “preparar una trasformación política del régimen que diera paso a la Monarquía en un plazo corto de tiempo”. El propio Martín Artajo había perdido gran parte de su fuerza política no sólo por el cambio de las circunstancias políticas internas, sino por enfrentamientos en temas protocolarios con la familia del dictador, convirtiéndose definitivamente en un ministro de Asuntos Exteriores destinado a dar la imagen de que el régimen era mejor de lo que las apariencias mostraban. Pero Artajo siguió defendiendo en el seno del franquismo una posición ideológicamente cercana a una democracia orgánica y que tenía como adversarios a los falangistas. Su papel fue en declive, sobre todo en su influencia en la política interna española. Y por último, cabe hablar de Joaquín Ruiz Giménez, quien mantuvo siempre una cierta reticencia de fondo con los falangistas y fue la figura más brillante del sector católico, siendo su papel de suma importancia a partir de 1951 dentro de la política interior española. 2. El enemigo inesperado: la Reforma de las enseñanzas medias Uno de los principales colaboradores de Ruiz Giménez fue José María Sánchez de Muniain, que llevó a cabo una reforma de las enseñanzas medias que mereció el repudio de un sector tradicional de la Iglesia española, de tal modo que se produjo la paradoja de que tuviera lugar un enfrentamiento del sector católico con una parte de la jerarquía. Además se estaba poniendo la base de la apertura cultural y la cuestión de las enseñanzas medias fue un preámbulo de esa apertura; su desarrollo se gestó al mismo tiempo que tenía lugar la negociación con el Vaticano de la firma del Concordato. 33 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal José María Sánchez de Muniain vio como una parte del mundo eclesiástico se opuso a sus medidas. El régimen de Franco había llevado a cabo desde 1938 en que se aprobó una reforma de bachillerato, una entrega de la enseñanza secundaria a la Iglesia. El sistema de reforma lo planteaba Sánchez en forma de decretos pero Ruiz Giménez le indujo a una disposición más general, indicando éste último con respecto a la enseñanza privada, que se respetarían todos sus derechos pero que era indispensable el mejoramiento de algunos centros. En noviembre de 1951 Sánchez expuso en el Ateneo de Madrid el contenido de la reforma de bachillerato, en el que habló de la máxima necesidad de libertad, responsabilidad y cooperación entre la enseñanza pública y privada, señalando incluso la división del bachillerato en dos etapas, que podría resultar beneficiosa a una parte de los centros privados. La reforma levantó ampollas, siendo una las contestaciones más airadas la que realizó la Comisión Episcopal de Enseñanza presidida por el arzobispo de Valencia, que relató una declaración de principios en materia de educación. Olaechea era un prelado muy tradicional y su lenguaje debió ser terrorífico, teniendo que intervenir Ruiz Giménez ante las autoridades máximas de la Iglesia española, solicitando que el folleto en el que se contenía la declaración del prelado fuera desautorizado y retirado. Dada la situación, se decidió expresamente que la reforma se elaboraría de común acuerdo entre ambos poderes, porque Ruiz Giménez, aparte de las presiones eclesiásticas, recibió también las de Martín Artajo, lo que indicaba que era necesario negociar el contenido de la reforma. Por eso en marzo de 1952, Ruiz Giménez entregó el texto legal al Primado, al Vaticano y a otro prelado como Garay, presidente de la Comisión de Enseñanza. Está conferencia de metropolitanos examinó el proyecto y le hizo algunas observaciones que obligaron a reelaborarlo. La cuestión se trasladó a Roma donde fue objeto de una larga y difícil negociación a partir del verano de 1952. Sánchez decía a Ruiz Giménez que resultaba necesario mantener el proyecto 34 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal en sus términos y en septiembre de 1952 con la firma de Pla se abrió la puerta a la solución del contencioso. En enero de 1953, el proyecto se presentó ante la comisión en Cortes presidida por Garay y Ruiz Giménez y fue votada por unanimidad en el pleno. Sánchez comunicó a Herrera que estaba asombrado porque “había logrado introducir el curso preuniversitario”. En febrero de 1953, la nueva ley fue publicada en el Boletín Oficial, entre sus puntos destacaban las fórmulas de inspección de enseñanza, la corresponsabilidad de las pruebas de grado, la creación de tribunales mixtos y el establecimiento de las bases para la protección de la enseñanza no oficial. Sánchez acabó dimitiendo después de la puesta en marcha de la reforma en octubre de 1954 y Ruiz Giménez nombró para sustituirlo a un falangista, Fernández Miranda. 3. La primera apertura (1951-1953) Puede decirse que de la gestión ministerial de Ruiz Giménez lo más relevante fue la apertura cultural que inició, por ella sería recordado y le permitiría enlazar con el mundo de la oposición. Su preocupación intelectual como catedrático de Universidad le hizo hacer nombramientos de personas como Laín Entralgo y Antonio Tovar como rectores. La responsabilidad política y administrativa fundamental en materia universitaria y cultural recayó en Joaquín Pérez Villanueva, catedrático de Historia Moderna, falangista vinculado a medios intelectuales, quizás nombrado por Ruiz Giménez para darse la colaboración del falangismo intelectual, prestigioso en el mundo cultural que había en España. El nombramiento como rectores, de Tovar en Salamanca, Fernández Miranda en Oviedo y Laín en Madrid, iba a abrir una puerta a la cultura, además, buena parte de ellos, iban a desempeñar en el futuro de España un papel muy relevante en el terreno político e intelectual. La Ley de Ordenación Universitaria de 1943 fue producto del momento y había que evolucionar en esa política. En 1950 se planteó, en el seno de la política española, una polémica acerca de la posible constitución de una universidad libre o católica. Ecclesia se pronunció desde la óptica de una 35 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal universidad católica con el argumento de que la enseñanza universitaria no podía ser monopolio del Estado. Esta polémica junto a la de política cultural y de investigación supuso un potencial de conflicto. La principal tarea en el terreno de investigación del ministerio Ibáñez Martín fue la constitución del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que correspondió a José María Albareda. El consejo era un privilegiado instrumento de política que tenía un órgano de expresión, la revista Arbor, cuyo director fue Calvo Serer. Desde aquí saltó la polémica al final de la década de los cuarenta con Laín. La postura de ambos era diferente, la de Calvo era la ortodoxia, la de Laín, de apertura. La polémica enfrentaba a un heredero de la Falange con otro de Acción Española. La crisis de 1951 fue la que convirtió la polémica intelectual en un acontecimiento político. El Ministerio de Educación perdió ciertas competencias que pasaron a Información y Turismo, gran parte en materia cultural, como las relativas a libros, al Ateneo etc. Arias, que administró el nuevo ministerio, no se caracterizaba por su sensibilidad intelectual. A principios de septiembre de 1951, el primer curso bajo mandato de Ruiz Giménez, se aprobó en Consejo de Ministros una nueva composición de los tribunales de acceso a cátedras. Las respuestas pronto se sucedieron y el ministerio debió contestar a las acusaciones, de que había suficientes garantías para impedir el acceso de personas ideológicamente no deseables. A ello se unió la posible reforma de la enseñanza de Religión en la universidad, tema que constituyó una verdadera obsesión para Ruiz Giménez en su paso por el ministerio. El cardenal Segura, en una de sus pastorales, afirmaba que los estudios de Religión en la universidad eran más importantes y de mayor trascendencia de los de carácter político, pero Ruiz Giménez no quiso problemas con la Iglesia y mantuvo una extrema discreción. Lo cierto es que de instituciones como el Ateneo madrileño partió la renovación cultural española de estos años, disponiendo de la pluma de Jorge Vigón, antiliberal, antifascista y antitotalitario. En abril de 1952, en el primer número de Revista, Dionisio Ridruejo hizo una proclamación solemne, brillante 36 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal y agresiva con un artículo titulado “Excluyentes y comprensivos”, en la que iba contra Calvo Serer. 1953 fue el año de la apertura de Ruiz Giménez en el Ministerio de Educación, año en el que sus responsables tuvieron las más brillantes iniciativas en el terreno cultural, como refleja un observador como José María Pemán, a quien Tusell cita7, que alude a dos anotaciones de su diario referidas al grupo de monárquicos representado por Calvo Serer y Pérez Embid. Ruiz Giménez adoptó medidas concretas en ese espíritu de apertura cultural, medidas en las que participaron Pérez Villanueva, Laín, Tovar y Ridruejo. La política universitaria avanzó poco, sólo en la modificación de los tribunales de oposiciones, aunque se pretendió que en el futuro respondiese a tres principios: autonomía corporativismo y apertura. En esta línea, el Ministerio de Educación creó los Congresos de Poesía a partir del primero en Segovia, que supusieron una oportunidad de diálogo libre, por lo que puede deducirse que la apertura cultural fue sobre todo de gestos y de declaraciones, más que de disposiciones. La universidad española no podía prescindir de los legados de Menéndez Pelayo, del pensamiento de Unamuno y de Ortega y Gasset, intelectual éste último que debería ser una referencia de calidad. Calvo Serer había redactado varios borradores de un escrito en que describía la situación política y cultural de la España de Franco, era evidentemente uno de los representantes que se enfrentaba a la política aperturista de Ruiz Giménez, pero lo que interesa a Tusell es su difusión, lo que provocó la difusión de ese escrito y el artículo escrito por el mismo autor en la revista Arbor sobre el papel del Iglesia y la vida pública española. Al texto de Calvo Serer se refiere extensamente Tusell8, pero para el autor de este libro, “ese texto debe ser considerado, ante todo, como un instrumento defensa…, 7 8 Página 322 Página 330 37 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal que no solo contribuyó a la defensa de la parcela de poder de su sector, sino que acentuó la cerrazón del régimen y, por supuesto, potenció el papel arbitral de Franco”. La repercusión en España del artículo de Calvo Serer coincidió con un incidente en Salamanca relacionado con un homenaje que el sector aperturista en lo cultural había querido dar a Unamuno, a quien el obispo de Las Palmas calificó en una carta pastoral como “hereje máximo”, pastoral que publicada en Ecclesia causó inmediata conmoción, lo que unido a la prohibición de la obra de Unamuno, Soledad, a últimos de noviembre, suponía una importante censura. Esta ocasión no podía ser desaprovechada por los opositores a la apertura, la revista Arbor hizo una disección de la política desarrollada por el equipo de Ruiz Giménez en un artículo que, junto al de Calvo Serer y a la intervención del Primado, supuso el final de la apertura cultural de 1952-1953. La postura de Ruiz Giménez fue de angustia porque tenía que nadar entre la fidelidad al régimen y el cumplimiento de un programa que le parecía positivo; quizás esa angustia fuera antecedente directo de lo que sentiría años después. 4. La Iglesia: concordia y conflictos A finales de febrero de 1924, en presencia del gobierno, Franco recibía la Orden Suprema de Cristo, máxima distinción del Vaticano. Las declaraciones del cardenal Quiroga y del propio Franco durante la fiesta de Santiago se podrían calificar de intercambiables porque la distinción entre lo religioso y lo político fue nula, la colaboración entre ambos poderes era evidente y el nombramiento del Jefe del Estado como doctor honoris causa de la Universidad de Salamanca, así lo atestiguaba. En los mismos momentos en que estaba produciendo un giro del Vaticano con el nuevo Papa, Pablo VI, empezaban a existir tímidos indicios de lo que en el futuro sería un catolicismo crítico en el terreno político aunque la cuestión de mayor importancia fue la relacionada con el protestantismo español, que sin embargo no creó un conflicto de altura, conflicto que sí generó 38 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal el cardenal Segura, cuyas intervenciones eran cada vez más frecuentes y conflictivas, llegando el prelado a no recibir a Franco en Sevilla en abril de 1953. Ello supuso una protesta ante la Nunciatura en Madrid y ante la Santa Sede, donde fueron bien recibidas y Roma resolvió el tema. Franco nombró nuevo cardenal a Bueno Monreal, pero no por eso el cardenal Segura no siguió dando que hablar. Lo sucedido reafirmará la estabilidad en la relación entre la Iglesia y el Estado en estos momentos, el lenguaje utilizado entre ambos siempre se acompañaba con adjetivos agradables para uno y otro, siempre con la excepción que supuso el caso Segura. 5. De nuevo, la Prensa En estos momentos, Franco parece haberse guiado, a la hora de decidir a los responsables en materia de prensa, por el criterio de la máxima fidelidad, nombrando como Director General de Prensa a Juan Aparicio y como ministro de Información a Arias. José María Pemán comentó que se había producido “un endurecimiento ideológico, con un recrudecimiento de la censura, fundamentalmente dirigida por Carrero, Aparicio y Arias”. Pero la misma coyuntura política hacía necesario replantear una nueva legislación de prensa que reconociera la libertad a la Iglesia para tener prensa católica. El sector católico llevó la iniciativa por encargo de Pla y Deniel y la Junta Nacional de Prensa inició la redacción del proyecto, cuyo primer borrador quedó listo en febrero de 1952, constaba de una docena de artículos y se basaba en el Fuero de los Españoles, pero parecía especialmente favorecedor de la llamada prensa católica. Serían inatacables la religión católica, el Jefe del Estado, la unidad de la patria y los institutos armados, los delitos de prensa serían juzgados por un tribunal especial, etc. Esta ley despertó reticencias, sobre todo cuando Franco atendió una petición de la Editorial Católica para incluir al diario Ya en su seno, pero en el periódico no faltaron los problemas que derivaban de la censura de prensa que 39 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal se seguía manteniendo con criterios del pasado y que incluso se endureció en más de un aspecto, aunque el periódico creció en circulación y en influencia. Estaba claro que la ley debía ser modificada y que así lo había pedido la jerarquía española, por lo que no tenían ningún sentido las prevenciones y los ataques de Arias con respecto a los que querían nueva legislación de prensa. De todo los medios, Ecclesia, órgano de Acción Católica española, fue la única revista que no tenía censura y que disponía de un apoyo fundamental en la España de Franco, la del Primado, apoyo que no faltó en ocasiones puntuales como la que se produjo en mayo de 1954 y tuvo como protagonista a Iribarren, que habló del subsuelo cristiano, juzgando peligrosa la confusión entre las esferas religiosa y política en España y la mezcla entre gobernadores y obispos. Las reacciones al artículo fueron inmediatas y de gran trascendencia, sobre todo desde la jerarquía eclesiástica, pero también hubo reacciones políticas dentro de España y fuera de la misma. El incidente provocado por este artículo hizo nacer en los medios oficiales del régimen el sentimiento de la necesidad de volver a plantear la cuestión de una nueva legislación sobre prensa, aunque los proyectos del ministerio no hacían sino plantear una vuelta atrás o incluso empeorar el contenido de la ley de 1938. A comienzos de 1955 se produjo una intervención de Ángel Herrera, inspirador máximo del colaboracionismo católico, y cuyo interés por la prensa era evidente. En una pastoral publicada en el boletín de su diócesis decía que ni todas las ideas del discurso ni el régimen actual de prensa se acomodan al ideal ofrecido, defendido y querido por la Iglesia en esta materia. Herrera juzgaba que había dos aspectos en el régimen de prensa español que vulneraban las enseñanzas católicas: la censura, por el modo en que se practicaba, y las consignas, como principio, pero Herrera no se oponía a la censura, quería verla sometida a normas jurídicas. Durante los primeros meses de 1955, se reanudaron las discusiones en el mundo católico oficial acerca de la Ley de Prensa pero todo iba a quedar en nada. 6. La cuestión sindical 40 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Lo que mayor enfrentamiento podía crear entre Iglesia y Estado era que desde la primera se criticara la acción del segundo, que se consideraba asimismo, en materia social, no sólo la expresión misma del catolicismo, sino el paradigma del avance social. Esta frase de Tusell abre este capítulo, que plantea que los problemas empezaron a finales de 1953 con los suscitados en Bilbao, al hablarse de la licitud de huelga en el caso de que fuera el único medio para los obreros, de defender sus derechos y que el sindicato tenía un fin social que no podía ser sometido al de carácter político. Esto hizo que Franco reaccionara inmediatamente y entregará a Artajo una nota, claramente influida por Carrero, para ser entregada a las máximas autoridades eclesiásticas; el escrito llama la atención a estas autoridades al decir que las clases trabajadoras se han venido “descristianizando” y apartando del cumplimiento de los deberes religiosos. Incluso Herrera, de forma oficial, manifestaba su no oposición a la situación del sindicalismo español bajo régimen de Franco. Tusell cita una carta dirigida a Artajo9 en la que indicaba la importancia de organizar socialmente España. Incluso un prelado, claramente situado al margen del régimen, el obispo de Las Palmas, Antonio Pildain, publicó una pastoral a fines de 1954 en la que denunció que los sindicatos españoles no se ajustaban a las enseñanzas papales. Martín Artajo intentó que el obispo de León, asesor de los sindicatos oficiales respondiera a Pildain, pero aquel se negó a hacerlo de forma pública. En estas condiciones la pastoral de Pildain quedó reducida a un pronunciamiento aislado de un prelado nada influyente, que insistirá en Roma donde no fue recibido por el Papa. Vista la inanidad de la crítica e incluso de todo el debate teórico sobre la catolicidad de los sindicatos, no puede extrañar que cuando como consecuencia de las condiciones de vida existentes, se produjeron huelgas espontáneas durante la primavera de 1956, la situación en que quedaron las organizaciones de apostolado católico, fue muy precaria. 9 Página 362 41 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal 7. Hacia la crisis de febrero de 1956 No puede pensarse que se produjera una censura durante el último mes de 1953 en la gestión de Ruiz Giménez. La lectura de las revistas que habían protagonizado un redescubrimiento de Unamuno y Ortega a partir de 1951, Alcalá y Revista, es indicio indudable de un desvaimiento de la brillante beligerancia aperturista de los años anteriores a 1954. Pero lo que al mismo tiempo aumentó en progresión geométrica fueron las protestas por supuestas irregularidades en la reintegración de catedráticos heterodoxos porque procedían del exilio y las quejas por favoritismos en las oposiciones a cátedra. Algunos ejemplos de esta situación son la normalización intentada por Ruiz Giménez consistente en la reincorporación a sus puestos docentes de personalidades marginadas por razones políticas, como es el caso del internacionalista Miaja de la Muela, Llorca en enseñanza universitaria, Carmen Castro en enseñanza secundaria, el físico Arturo Duperier, etc. Del libro Ortega y tres antípodas se decía que estaba dirigido contra los jesuitas y que la tesis doctoral de Julián Marías había sido aprobada con irregularidades administrativas. Este tipo de textos se convirtieron en una verdadera presión contra Ruiz Giménez, pero la cuestión estaba en que la apertura cultural producida era un fenómeno difícilmente controlable en un régimen como el español, aunque Ruiz Giménez ya había sufrido otras presiones paralelas, como la insuficiencia de medios y la crisis de confianza en el seno mismo del gabinete y entre sus miembros, siendo en los primeros meses de 1955 cuando la crisis definitiva de la apertura cultural se propiciaba desde el poder por Ruiz Giménez. La situación de la apertura cultural en España incomodaba al propio Primado. La muerte de Ortega, en octubre de 1955, señaló la inmensa distancia existente entre los momentos que se vivían ahora con los que se habían visto en 1952 y 1953. Ruiz Giménez asistió al entierro del filósofo pero 42 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal no puede decirse que la España oficial demostrara una actitud generosa con respecto al fallecido. Aunque ya antes del fin de año, después de la muerte del filósofo, empezó a catalizar una oposición universitaria claramente al margen del régimen, que había obligado a convocar algunos Consejos de Ministros para dedicarlos a la llamada “subversion universitaria”. Las últimas semanas del ministerio Ruiz Giménez presenciaron un esfuerzo por parte suya y de sus colaboradores por controlar la situación, y el Ministerio de Educación concretó en hechos su deseo de encauzarla. Artajo había sugerido a Ruiz Giménez que Laín pasara a la presidencia del Instituto de Estudios Políticos, a lo que Ruiz Giménez se negó, pero la crisis estaba abierta y producirá cambios en los ministerios. En febrero de 1956 comenzaron los incidentes estudiantiles, hubo refriegas, como la que se produjo en la celebración del aniversario de Matías Montero, estudiante falangista caído en la República, en la que un falangista, Miguel Álvarez, recibió un tiro la cabeza. Franco llamó a Ruiz Giménez al Pardo, donde hubo un enfrentamiento entre Ruiz Giménez y el ministro de Gobernación teniendo que mediar el Jefe del Estado. Al día siguiente, el Consejo de Ministros suspendió la vigencia de parte del Fuero de los Españoles. Los intelectuales aperturistas y miembros de la administración estaban en peligro, manteniéndose la tensión durante los días siguientes. Pero el 13 de febrero, un nuevo Consejo de Ministros iba a poner a Ruiz Giménez fuera del gabinete. Esto se produjo al día siguiente, sintiéndose la inminencia de la crisis. Artajo hacía sus cábalas y sus propuestas para la remodelación que se veía venir y daba ya por supuesta la vuelta de Arrese a la Secretaría General del Movimiento. La crisis tuvo una profunda repercusión en la prensa, Franco prescindió de Ruiz Giménez, lo que demostraba que el Jefe de Estado no necesitaba ya al grupo católico colaboracionista que había entrado en la crisis de julio de 1945. 43 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal CUARTA PARTE: La batalla de las Leyes Fundamentales de Arrese (1956-1957) La crisis política de febrero de 1956 fue una de las de carácter excepcional y no de las planeadas por Franco en uno de sus relevos periódicos, suponía, de hecho, una pérdida de influencia del sector católico del régimen. Fue el intento de Arrese de reconfigurar el régimen franquista lo que produjo una vuelta de Martín Artajo a la política interna. Ruiz Giménez, por su parte, evolucionó netamente hacia la oposición democrática. Arrese intentó que se aprobaran unas leyes fundamentales cuyo contenido tendría como consecuencia una especie de “refalangistización” del régimen de Franco. 1. Arrese, las Leyes Fundamentales y los católicos Dice Tusell, que para el conocimiento de los proyectos de Arrese se dispone de una fuente valiosa: las propias memorias del Secretario General del Movimiento aparecidas bajo el título “Una etapa constituyente”. Arrese, de pasado azul, jugó un cierto papel en la primera redacción del Fuero de los Españoles, y atribuía a Castiella la redacción definitiva del mismo, cuando en julio de 1945 abandonaba el poder. Arrese, en el momento de su nombramiento como ministro, veía graves peligros en el mundo universitario, donde Ortega se había convertido en el mejor parapeto y apreciaba debilidad en el liderazgo de la Falange. Franco estaba incómodo con una Falange que se le iba de las manos, por eso Arrese veía posibilidades de institucionalización del régimen con las Leyes Fundamentales, leyes que empezó a preparar a petición de Franco. Contó con el asesoramiento de prestigiosos del mundo intelectual falangista, como Lamo de Espinosa, Javier Conde, Fraga, etc., pero existieron discrepancias contra el 44 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal texto en el seno de la ponencia redactora del mismo en la que junto a Arrese había dos ministros del gobierno, Iturmendi y Carrero. El mes de octubre se hizo muy cuesta arriba para Arrese porque la oposición a sus planteamientos había llegado al propio Franco. En noviembre de 1956 se había establecido en torno a Arrese un debate político absolutamente inusitado en un régimen franquista: era la primera vez que había una reflexión política del régimen sobre sí mismo. Los proyectos de Arrese eran varios y lo que despertaron fue, sobre todo, una polémica por cuestiones de poder. La Ley de Principios fue redactada en último lugar y rápidamente, y atribuía un papel relevante al movimiento nacional. Para los adversarios de las Leyes Fundamentales de Arrese el problema residía en la configuración del Movimiento nacional, no se citaba ni una sola palabra acerca de la Monarquía, el Secretario Nacional del Movimiento, aunque nombrado por el Jefe del Estado, sería elegido previamente por el Consejo Nacional. De establecerse en el gobierno al que pertenecía, actuaría como una especie de comisario político que tan sólo dependería del Consejo Nacional. El anteproyecto de Ley de Ordenación del Gobierno también trajo problemas: se obligaría a decidir la separación de la Jefatura del Estado y la del Gobierno, y una vez producida la sucesión, tanto gobierno como su jefe estarían en manos de la estructura del Movimiento, el gobierno sería responsable ante el Jefe del Estado, pero también ante el Secretario y el Consejo Nacional que podía obligarlo a dimitir mediante tres votaciones de censura sucesivas. Era un sistema en que se atribuía un enorme poder al Movimiento, concebido desde la óptica falangista. Da la sensación de que había un intento de una generación falangista para adquirir un protagonismo exclusivo en la vida política de cara al futuro, y contra esto reaccionó el sector católico con Martín Artajo a la cabeza. La posición de Artajo fue diametralmente opuesta a la de Arrese, planteando ante Franco su oposición a las Leyes Fundamentales, al tiempo que estaba estudiando el contenido de unos textos que consideraba 45 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal muy graves. Artajo trabajará con su sector político, con sus colaboradores, consultando con todos ellos: con Ruiz Giménez, Sánchez Muniain, Martín Sánchez, Laín, etc., que con diferencias de posición, mantuvieron una postura común. Cabe destacar a un joven colaborador de Martín Artajo, Villar Arregui que dijo que los proyectos de Arrese no eran sino un intento de volver a la unificación llevada a cabo en plena guerra civil, y que era malo un monopolio de un solo sector, porque la imagen que surgía, tal y como la habían planteado el grupo de colaboradores de Arrese, era la de un gran consejo fascista, porque quedaban en su poder una organización burocrática capaz de influir en la vida cotidiana de todos los españoles. Ya se ha comentado que hubo matices personales entre los colaboradores de Martín Artajo, como los planteados por Ruiz Giménez, Antonio Garrigues y Castiella, que se alejaban del texto de Arrese, pero otros, los de Martín Sánchez y José María Sánchez de Muniain eran más ceñidos a los propósitos de éste. La actitud de la familia católica tenía el temor a la monopolización falangista, al pretender ésta convertir una dictadura personal en otra instituida como tal. 2. Martín Artajo contra Arrese La lucha política en el seno del régimen franquista por las leyes fundamentales propuestas por Arrese se inició en octubre de 1956 pero se planteó en diciembre de ese mismo año y las primeras semanas de 1957. Martín Artajo transcribió un despacho con Franco en relación con las Leyes Fundamentales porque el dictador era el supremo decisor del tema. Tusell cita textualmente el escrito10. De él podemos extraer las siguientes conclusiones: Franco no compartía el entusiasmo de los partidarios de Arrese por sus reformas, mostró una oposición a la configuración del Consejo Nacional, porque Franco tenía una misión arbitral y pretendía que las disposiciones satisficieran a la mayor parte de las familias que cobijaba el régimen. 10 Página 409 46 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal El ministro de Asuntos Exteriores insistía en el carácter totalitario que habría de desprenderse de la aplicación de las Leyes Fundamentales de Arrese, caso de ser aprobadas. Artajo había ordenado su juicio respecto a los proyectos de Leyes Fundamentales en tres apartados: leyes fundamentales existentes, crítica a los proyectos imaginados por Arrese, y propuesta de una solución institucional distinta. Pretendía que se tradujera en medidas concretas. La crítica del proyecto de Arrese era más que evidente, no obstante Artajo aceptó la posibilidad y necesidad de una Ley de Ordenación del Gobierno, aunque lo que más interesa a Tusell es el sistema institucional perfilado por Artajo como réplica al de Arrese, que articuló en seis puntos, algunos de ellos citados por el autor11. Artajo se refirió también a una Ley Orgánica del Gobierno que perfilaría las funciones de éste, existiendo una separación entre la jefatura del gobierno y la responsabilidad de los ministros. Hubo Ley Orgánica, incluso con el tiempo separación de Presidencia del Gobierno y Jefatura del Estado; el Consejo del Reino adoptó una estructura similar a la pensada por Artajo y no se creó un movimiento de partido único, propuesto por el sector falangista, pero volviendo a 1956, observamos que hubo otros intentos de impugnación de los proyectos de Arrese. Los hubo desde dos sectores, los tradicionalistas y los monárquicos juanistas, representados por Iturmendi y Vallellano, respectivamente. Existieron puntos de coincidencia entre los de Iturmendi y Martín Artajo en la forma y en el fondo. Con ser de una enorme trascendencia la posición del sector católico del régimen respecto de las Leyes Fundamentales de Arrese y también la de esos otros grupos aludidos, un carácter más decisivo tiene que atribuirse a la posición de la Iglesia. El Papa se refirió a la necesidad de que la legislación española en todos los terrenos, y también en el constitucional, se inspirara en criterios cristianos. Como ejemplo, a mediados de diciembre de 1956, visitaron a Franco tres cardenales españoles, que eran la máxima representación de la 11 Paginas 413 y 414 47 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal jerarquía eclesiástica, se trataba Pla, de Arriba y Castro y de Quiroga, que se mostraron contrarios a las Leyes Fundamentales de Arrese y entregaron un documento al dictador, fechado el 12 de diciembre de 1956, en el que aparece clara su postura: la obligación de la jerarquía eclesiástica de expresar su opinión acerca de los proyectos, porque en los principios del nacionalcatolicismo la acción de la Iglesia está ligada a la historia patria. Las leyes que se necesitaban no eran, por tanto, las pensadas por el equipo de Arrese. Todo lo contrario, los proyectos surgidos del sector falangista estaban en desacuerdo con las doctrinas pontificias y, además, la totalitarización del régimen tenía poco que ver con la tradición española. El texto de la jerarquía eclesiástica era diferente, menos totalitario, criticable por supuesto, y como dice Amando de Miguel, suponía un “tercerismo utópico”. Lo que es evidente es la fundamental coincidencia de criterios entre Artajo como líder político católico y la actitud de la jerarquía eclesiástica, que vieron un peligro totalitario en las leyes de Arrese y propusieron un idéntico camino de desarrollo institucional basado en el Fuero de los Españoles. 3. Alternativas de los proyectos. La crisis de 1957 Reconoce Arrese que no había prestado excesiva importancia en un primer momento a la oposición eclesiástica, pero lo que existió realmente fue una identidad de fondo entre el cardenal Pla y Artajo. Arrese no tardó en enterarse de la gestión de los cardenales y cuando se dio cuenta de su trascendencia, entendió el significado que podía tener, porque Franco no podía prescindir del sector católico dentro del régimen, y además que todo tendría un final, su cese, por eso dimitió ante Franco. Sin embargo, Arrese vio renacer su esperanza en varias entrevistas mantenidas con el dictador a partir del 7 de enero, en las que logró interesarle en sus proyectos, al plantearle que atenuaría la refalangistizacion del régimen, proponiendo un Tribunal de Garantías Constitucionales formado por el Consejo del Reino y el Consejo 48 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Nacional, pero la idea de Franco era otra, la de que Arrese aceptara permanecer en el nuevo gabinete que se gestaba. Los intentos de Arrese de modificar las Leyes Fundamentales, aceptadas por la opinión de los metropolitanos, fueron inútiles y su destino estaba sentenciado. Artajo intentó, a mediados de diciembre de 1956, un acercamiento a Arrese, sobre todo porque, ante la inminencia de una crisis, él pudiera ser cesado. En las memorias del ministro de Exteriores, cuenta que tenía los días contados ante la inminencia de esa crisis y vivió la oposición a los proyectos de Arrese hasta los últimos momentos de su vida en el ministerio. La situación en el seno del gabinete había llegado a ser tensa porque era manifiesta y pública la división del gobierno con respecto a los proyectos de Arrese, que incluso habían llegado a la calle y se habían producido manifestaciones falangistas en su favor. El propio Arrese tenía su casa sometida a vigilancia y su teléfono intervenido por un compañero de gabinete con la autorización de Franco. En estas condiciones era previsible el estallido de una conmoción política en el seno del régimen que sólo se podía resolver con una crisis ministerial. Si Arrese permaneció en el poder fue precisamente porque había sido derrotado; si, en cambio, Martín Artajo fue desplazado, la razón estriba en que había sido el vencedor, al menos en términos relativos. Artajo no jugó el más mínimo papel en el desenlace de la crisis porque quien la hizo fue el de siempre, Carrero Blanco. Martín Artajo recibió la noticia de su cese por parte de Franco de la manera en que éste siempre lo hacía y Artajo le escribió una carta manifestándole su dolor por la forma en la que le había despedido12. La crisis de febrero de 1957 es la más importante de la historia del régimen franquista y se mire por donde se mire, el factor más decisivo de la misma fue el abandono del poder por Martín Artajo. CONCLUSIÓN: Una época de la Historia de España 12 Página 430 49 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal Y Tusell concluye su libro con un repaso del mismo, de sus protagonistas, de sus momentos, tratando de hacernos comprender sus puntos de vista con respecto a su metodología de estudio. Ha narrado una historia del franquismo que, como él mismo dice, “ocultaba diariamente su realidad”, y lo ha hecho con “frialdad y distanciamiento para enfrentarse a los acontecimientos”, porque Javier Tusell “ha dejado hablar a los protagonistas”, a veces usando la ironía, pero intentando que para el lector sean algo más comprensibles. 2. PARTE CRÍTICA 2.1. Análisis 2.1.1. Científico El régimen de Franco se identificó con la Iglesia y el empuje de ésta para que se mantuviese y permaneciera hasta el final. La Iglesia ha sido la causa de que la gran mayoría de los proyectos y tratados con referencia al franquismo, hagan referencia a esa unión de trono y altar, a la boda Iglesia-Estado, como una relación en la que ha habido disputas que se han tratado de minimizar, sobre todo cuando Franco ha intervenido como mediador y padre “amantísimo” de todas sus familias, incluida la falangista. El profesor Tusell, ha tratado de revisar la formulación tradicional, apuntando que hubo tensiones, como indican muchas intervenciones del propio Primado acerca de la HOAC, no demasiado bien vista por Franco, por lo que representaba de muro de contención del estamento eclesiástico español que la defendía contra viento y marea. La labor del dictador fue fría y calculadora y así la ha sabido retratar Tusell, quien en una parte de la conclusión de su libro hace una cita del propio Franco que opina sobre la persona de Martín Artajo: “Es un buen ejecutor cuando se deja dirigir”. Es, según el autor de “Franco y los católicos”, una de las frases más crueles de la historia contemporánea”, lo que indica el “uso” que el Jefe del Estado hacía de sus personajes (ministros, secretarios de Estado, etc.). 50 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal El uso de las fuentes es acertado porque trata de beber en archivos personales, en notas, en prensa, en telegramas, en discursos y en obras que le sirven de forma puntual, al tiempo que quedan muy bien adaptados a la estructura espacio-temporal del libro en los diferentes pasajes. Son excelentes porque su nivel de ilustración mental en el lector le hacen ver esa realidad que como decía el propio Tusell, trataba de ser escondida a diario. 2.2.2. Estético El libro es de lectura compleja por la cantidad de datos que el historiador aporta: fechas, nombres, fuentes, etc. Lo es también porque la secuencia temporal se va yuxtaponiendo en los diferentes capítulos, pero resulta que, en esa amalgama de cifras y datos, hay una línea de claridad lectora que emana de la utilización de personajes guía, como es el caso de Martín Artajo y del propio Franco. 2.2. Juicio valorativo: reflexión personal sobre el libro y su temática Javier Tusell ha sido uno de los historiadores españoles que más ha destacado por sus estudios sobre el franquismo, sobre todo por la utilización que ha hecho de la historia para explicar el origen y las características del régimen y por la consideración de la dictadura como consecuencia de la guerra civil, que supuso el nacimiento de una mentalidad característica en los vencedores de la misma, y por su insistencia en señalar de qué manera durante el periodo franquista se establecieron una serie de circunstancias socioeconómicas y culturales que favorecieron el establecimiento de una democracia con posterioridad. La actitud adoptada por los principales dirigentes del catolicismo político en el seno de la España franquista pululó entre lo que Tusell ha llamado “marginación y mimesis” y yo añadiría que se movió de forma “sibilina” entre los entramados de poder, palabra ésta que marca el objetivo de las familias adictas 51 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal al régimen. Para conseguirlo, se utilizaba todo lo imaginable, siempre teniendo en cuenta que unas palabras hacia Franco podrían decantar hacia uno u otro lado la balanza, pero sin darse cuenta de que Franco los usaba porque los conocía, al tiempo que los necesitaba. Ese cúmulo de trayectorias quedan reflejadas magníficamente en esta obra por el profesor Tusell, que ha explicado claramente en cada capítulo el devenir de los hechos y siempre lo ha hecho manteniendo esa “columna vertebral” que recorre la obra de arriba a abajo, me refiero a personajes como Martín Artajo, el ministro de Asuntos Exteriores al que Franco llamó “buen ejecutor”. Su personalidad recorre las páginas del libro, apareciendo como segundo mediador en los temas de Iglesia, pero también en los de política interior, donde su papel fue realmente relevante, aunque no lo pareciese. Lo que ocurre es que en el libro se le cita más que a otro personaje que se ocultaba, pero que ejercía de mano de Franco, quizás de ambas manos, hablo de Carrero, a quien Tusell retrata muy bien en varios pasajes. En definitiva, la obra, que refleja bien a las claras esas luchas dentro del régimen, que suponían para Franco poca cosa, muestra la posición del autor acerca precisamente de eso, de que hubo tensiones y de que todo no fue de color de rosa y “púrpura” 3. OTRAS OBRAS Y CONCLUSIONES 3.1. Otras obras • Sociología electoral de Madrid (1969). • La segunda República en Madrid (1970). • Las elecciones del Frente Popular en España (1971). • La reforma de la Administración local en España (1973). • Historia de la Democracia Cristiana en España (1974). • La España del Siglo XX (1975) • La oposición democrática al franquismo 1939-1962 • El caciquismo en Andalucía (1976). 52 Reseña de “Franco y los católicos” (Javier Tusell). Javier Valera Bernal • Franco y Mussolini. La política española durante la segunda guerra mundial (diciembre de 1985), del que es coautora su mujer. • La derecha española contemporánea (1986), con Juan Avilés. • Radiografía de un golpe de Estado (1987). • La URSS y la perestroika desde España (1988). • La España de Franco (1989). • La dictadura de Franco (1989). • Retrato de Mario Vargas Llosa (1990). • Manuel Giménez Fernández: precursor de la democracia española (1990), con José Calvo. • El secuestro de la democracia (junio de 1990), del que es coautor el periodista Justino Sinova. • Franco en la Guerra Civil, una biografía política (1992). • Maura y el regeneracionismo, una biografía política (1993). • Carrero. La eminencia gris del régimen de Franco (1993). • Franco, España y la II Guerra Mundial (1995). • Juan Carlos I (1995). • Alfonso XIII, el rey polémico (2001), realizado en colaboración de su esposa. • Breve historia del siglo XX. Los momentos decisivos (2001). 3.2. Conclusiones La obra de Tusell, “Franco y los católicos”, plantea cómo el catolicismo político se acogió al poder luchando contra la “falangistización” e imponiendo su “cristianización” y lo hizo con Franco como mediador y con Martín Artajo como personaje relevante en la política. La obra refleja esas luchas dentro del régimen y muestra la posición del autor acerca de las tensiones habidas en su seno. 53