INFECCIONES Infecciones bacterianas Un arma de dos filos Si mantenemos las actuales técnicas de producción, parece inevitable la utilización de antibiótico en los animales de consumo, ya sea como tratamiento, conintención profiláctica o como promotores de crecimiento. La otra cara de la moneda no es sólo la potencial toxicidad debida a residuos de medicamentos sino mucho peor, como revela un reciente estudio, la aparición de microorganismos resistentes frente a los que no vamos a contar con armas eficaces. En Junio del 98 un comité de expertos de la OMS se reunió para valorar el uso de quinolonas en animales de consumo y su incidencia sobre la salud humana. Los datos de que se disponía entonces resultaban insuficientes, pero acaba de publicarse un trabajo que salva algunas de las lagunas que surgieron entonces. En este trabajo se relaciona un incremento entre 1992 y 1998 en la incidencia de infecciones domésticas por Campilobacter, resistente a fluoroquinolonas en el estado de Minnesota. Los investigadores detectaron las mismas cepas resistentes de Campilobacter en humanos en pollos de granja. Estudios previos en Europa, mostraban igualmente un aumento de cepas resistentes de Campilobacter tras la autorización de su uso en animales. Esta nueva publicación confirma por tanto que el empleo de fluoroquinolonas en animales de consumo favorece el desarrollo de bacterias patógenas que pueden llegar al ser humano a través de la cadena alimentaria. En este estudio, los pacientes infectados por cepas resistentes de Campilobacter que fueron tratados con fluoroquinolonas presentaron una diarrea de duración significativamente mayor que los que presentaban cepas sensibles. Si bien la prolongación de la diarrea en pacientes sanos en otros aspectos, sólo supone una leve complicación, las pérdidas en cuanto a productividad laboral son sustanciales ya que el Campilobacter jejuni constituye uno de los agentes etiológicos más frecuentes de la gastroenteritis en los países desarrollados. Pero por otra parte, en pacientes más vulnerables, como aquellos inmunodeprimidos, el fracaso del tratamiento puede ser mortal. la mayor incidencia de viajes internacionales y el comercio de exportación hacen del uso de antibióticos en animales un problema de magnitud mundial. Los resultados de este estudio presentan un mensaje tanto para los veterinarios como para los médicos. El tratamiento de la infección por Campilobacter en humanos con flouroquinolonas se identificó como un factor de riesgode aparición de infecciones resistentes. Por otra parte, debemos aceptar el riesgo de desarrollo de resistencias como respuesta al uso de antibióticos necesarios. Pero existen muy diferentes criterios en los distintos países en cuanto a la prescripción de antibióticos. Mientras que en unos se acepta este tipo de infecciones como procesos autolimitados que no requieren tratamiento en otros se recurre en prácticamente en la totalidad de los casos al tratamiento farmacológico. Este tratamiento debería restringirse a pacientes muy graves o sujetos vulnerables que presentan otros problemas de salud. Tanto los médicos como los veterinarios deberían compartir la responsabilidad de evitar el desarrollo de resistencias en patógenos presentes en los alimentos. Recientemente la preocupación sobre las consecuencias en la salud pública del empleo de antibióticos en animales de consumo va en aumento. Estudios sobre Salmonella typhimurium y ahora sobre Campilobacter, confirman que el incremento en los patógenos resistentes se traduce en una mayor morbimortalidad en humanos. Del mismo modo se han encontrado infecciones hospitalarias intratables por Enterococcus faecium resistente a vancomicina, como respuesta al uso de antibióticos glucopeptídicos en animales. La práctica totalidad de antibióticos disponibles para la terapéutica humana y otras series con altas probabilidades de introducirse en el futuro se emplean en animales de consumo. El desarrollo de nuevos antibióticos se ha enlentecido y se recurre para el tratamiento de los animales a los antibióticos más potentes de que disponemos para humanos, como las fluoroquinolonas o las cefalosporinas de tercera generación. Por otra parte, se está redescubriendo viejos fármacos y algunos de los fármacos que un día no se encontraron eficaces en humanos se emplearon en animales como promotores del crecimiento favoreciéndose la aparición de organismos resistentes. El actual sistema de producción emplea enormes cantidades de antibióticos en los animales, como terapia, profilaxis, como promotores de crecimiento. Podría reducirse desarrollando nuevos sistemas de alimentación y cría que promovieran la salud y bienestar de los animales, como se ha demostrado en países como Dinamarca. Deberíamos limitar el uso de quinolonas en animales si queremos que este grupo de fármacos continúe siendo eficaz en el tratamiento empírico de infecciones gastrointestinales en humanos y no deberían considerarse las carnes que contuvieran microorganismos resistentes a las quinolonas aptas para consumo humano. Wegener HC. The consequences for food safety of the use of fluoroquinolones in food animals. N Eng J Med 1999; 340: 1581-2.