“BENDIJO, ROMPIÓ Y DIO” (Mc. 14, 22) (εειλογησας, εδωκε, ειπεν”) Gestos y palabras de Jesús en una Cena de amigos. Ahorradme las palabras, habría dicho. ¿Puede el fuego guardarse en una arqueta? Despojad de artificio este milagro de Hombre en despedida. Y quedaron sus manos en un gesto de cascadas y mar en precipicio, un cosmos encerrado en una hogaza que se parte en silencio. Dos manos que aún estaban casi intactas. (Pedro Miguel Lamet, SJ) “BENDIJO, ROMPIÓ Y DIO” (Mc. 14, 22) (εειλογησας, εδωκε, ειπεν”) Gestos y palabras de Jesús en una Cena de amigos. Mtra. Rosa María Moreno Rodríguez, F.Sp.S. INTRODUCCIÓN El tema de este Congreso invita en este momento histórico de la humanidad del siglo XXI a retomar con seriedad, profundidad y compromiso, la certeza de que “Comer juntos constituye la victoria sobre la barbarie”. Hoy, las sociedades bárbaras están fuera del tiempo histórico de la salvación ya que no responden a criterios de civilización, cultura, humanidad y piedad. El principio de la intrínseca dignidad de todo ser humano, hijo de Dios, y la convicción de que los conceptos de construir la “Civilización del Amor” y de la Paz (Paulo VI) son ya imposible disociarlos del respeto de los derechos humanos fundamentales y del rechazo a la barbarie 1. El “comer juntos” significa una invitación a desenterrar el ansia y el deseo de comer, de alimentarse, de amar y de vivir que cada persona lleva en su identidad. Compartir la comida es un signo importante de cercanía y pertenencia afectiva entre las personas. En la cultura hebrea que es muy especial en lo que respecta a los alimentos, el invitar o ser invitado a “comer” supone halago y responsabilidad. Es un parteaguas en la relación: si se contesta que sí, la relación de amistad se fortalece; si se contesta que no, entonces la relación se rompe y se entiende que el desaire es una falta de respeto y signo de enemistad 2 Hablar de la comida, de la cena, del banquete de la Eucaristía como rito del “comer juntos” en torno a la invitación de Jesús a sus discípulos implica sumergirnos en el mundo de lo simbólico con consecuencias de responsabilidad personal y social. La Eucaristía es Pan y Vino compartidos con sabores y gritos humanos y divinos, es amistad y fiesta celebrada sin exclusiones; es Palabra y oído, es Sangre y Cuerpo sacrificados; es Amor hasta el extremo. Memorandum de amor gratuito. Es presencia y compañía, Alianza, noviazgo, intimidad. Es banquete que anticipa los Tiempos Nuevos. Es asamblea. Familia que celebra la vida hacia la Vida. Es memoria provocativa para continuar la encarnación del Reino. Es Carne en harina insertada en la historia. Es creadora de comunidades. Es alimento para mantener los sueños y la lucha. Es tierra fructificada por Gracia y fatigas humanas. Hablar de comida y bebida, fiesta y banquete, desde el planteamiento de lo simbólico, implica no ceder a la frivolidad teológica que borda grandes y bellas reflexiones eucarísticas al margen de una realidad de hermanos nuestros que 2 tienen hambre de ser excluidos del Banquete de la Vida digna, o que también cierra los ojos ante Eucaristías pervertidas por el comercio, la magia, la rutina espiritualoide o por la transformación en pretexto social elitista de un rito vacío. El rito simbólico de Jesús de “bendecir, romper y dar su Cuerpo y su Sangre” es memorial de consecuencias liberadoras con sabor a Amor y a Reino. Y el Pan de esta Comida Ritual es Pan para todos, Providencia de Dios y solidaridad fraterna con la humanidad 3 1. SÍMBOLO Y PALABRA. El ser humano está hecho de tal manera que todo lo realiza desde su espíritu interior y desde su corporeidad: no sólo alimenta sentimientos e ideas en su interior, sino que los expresa exteriormente con palabras, gestos y actitudes. Estos mismos sentimientos no son del todo humanos, ni completos, hasta que se expresan… Hasta que la idea no se hace palabra, no es plenamente realidad humana. Y es que el fondo del ser humano no es una dualidad sino una unidad: es “cuerpo-espíritu” y desde su totalidad se expresa y realiza, con palabras y gestos. El simbolismo es una categoría religiosa universal: El ser humano, no sólo para su propia expresión, o para su actividad social, sino también y sobre todo para su relación con la divinidad, se sirve del lenguaje simbólico, expresando y realizando con signos y gestos corporales la comunión religiosa con lo Invisible. La dinámica de los signos religiosos funciona de muchas maneras: sacrificios, palabras, cantos, objetos sagrados, acciones, reverencias, comidas, fiestas, templos... Para los cristianos el motivo fundamental de estos signos es el teológico: el mejor modelo de actuación simbólica lo tenemos en el mismo Cristo Jesús. En su misma persona. El es el lenguaje más expresivo de Dios, que nos quiere mostrar su Alianza, su cercanía y su perdón. Y también es Cristo el lenguaje mejor de la humanidad en su respuesta a Dios: nuestra alabanza y nuestra fe han quedado plasmadas en Cristo, cabeza de la nueva humanidad. O como dijo Pablo en su segunda carta a los corintios: Cristo es el “sí” más claro de Dios a los hombres y el “sí” también más concreto de los hombres a Dios. Además Cristo utilizó continuamente el lenguaje de los gestos simbólicos en su actuación salvadora: palabras, acciones, contacto con sus manos, la incisividad de su mirar, los milagros. El rito que Jesús hace en la Cena de despedida de sus amigos es un símbolo y ágape misterioso que en un proceso de pasión, muerte y vida, evoca un espacio nuevo, abierto pare decir lo Inefable. El recurso al símbolo no es meramente accesorio o retórico y embellecimiento del lenguaje, sino necesidad intrínseca al mismo sujeto para explorar, redescubrir e iluminar zonas de la realidad más ocultas, pero no por ello menos reales e importantes para aquel que vive “vida de Dios” y “siente las cosas como Dios las siente” 3 El símbolo es alusión y evocación de algo o de alguien. El símbolo guarda un poder de significación complejo y multiforme y ninguna interpretación agota las potencialidades semánticas inscritas en él. El símbolo quiebra las coordenadas del lugar, tiempo, permite acordar las contradicciones. El símbolo tiene algo de: Biopsíquico, energía pulsional de donde fluyen los sueños y sus construcciones, las energías psicovitales y los conflictos de los deseos y las necesidades. Los poderes indefinidos del instinto se abren paso yendo a la búsqueda de una explicación de la amalgama vital en formas simbólicas. Hazaña del símbolo es ordenar e integrar la fuerza pulsional de la vivencia. Logos, por cuanto se da como hecho de palabra y es un medio de conocimiento y comunicación que permite el acceso a las realidades ocultas mediante las visibles. El símbolo es mediado por y mediador de lo concreto. El símbolo da que pensar y provoca la interpretación. Nomos, ya que tiene algo de común, de normativo y de reconocible en toda comunidad que se identifica a sí misma mediante los símbolos propios y los acepta como explicativos y expresivos de su arcano. Mithos, en cuanto que el símbolo es poder interpretativo de la interioridad oscura, de la realidad mundana en su totalidad y de la trascendencia. El símbolo es el germen del mito y del rito. Tehos, el símbolo tiene algo de ser vivo y trascendente. Se da en la matriz cultural y por el movimiento simbólico conduce a la divinidad En los símbolos hay un valor “integrador” de los elementos humano-divinos. Al contemplar el símbolo, al captarlo como un objeto de meditación, contemplamos nuestra propia trayectoria espiritual, nos induce a seguir un camino, hay en él una voz, una llamada, una respuesta, indica la dirección debida, la trayectoria del movimiento hacia el que confluyen todos los seres 4 Y respecto a la palabra X.L.Dufour añade una tradición testamentaria, la de los discursos de despedida de Jesús a sus discípulos en Jn. y Lc. después de la cena. Es importante tener en cuenta que para un semita le interesaba más la función y el destino de una cosa que su ser en sí misma 5. Para el griego, el lenguaje expresaba el objeto, el mundo exterior, la realidad objetiva. Los significados del verbo “legein” hablar y pensar son una actividad similar, mientras que para el hebreo las cosas son muy distintas. El lenguaje no expresa el objeto, sino el sujeto, su captación de las cosas, su posición en medio de ellas y el dominio que ejerce imponiéndose a ellas. En hebreo, palabra es también acción, acontecimiento y el término “dabar” contiene esta doble acepción. El que habla no permanece pasivo ante las cosas, sino activo. Su lenguaje no manifiesta lo que las cosas son, sino las 4 que el sujeto hace de ellas, lo que devienen. Es una imagen de Yahvé que, después de crear el mundo, lo ha ordenado con su palabra y continúa dirigiéndola mediante ella. DABAR es realmente actividad, potencia, agente histórico, causalidad. 2. GESTOS Y PALABRAS DE JESÚS EN UNA CENA DE AMIGOS. Hacer “memoria” de Jesús es adentrarnos en el “Misterio de la Fe” con una actitud de amigo enamorado de aquel Hombre, Jesús de Nazareth, que en la experiencia de “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el fin (Jn. 13, 1), y que como comenta Fray Luis de Granada, como si el amor de Cristo, hubiera estado detenido y represado, y en este momento le abrieran las compuertas y le dieran permiso de llegar hasta donde quisiera. Todo es posible para cualquier ser humano en víspera de morir... Y, en torno a él, doce amigos que le miran sin atreverse a creer que están asistiendo a las horas fundamentales en la historia de la humanidad: “El Señor Jesús, la noche en que fue entregado” (1 Cor. 11,23) instituyó el Sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía” (EE, 11a) 2.1 Ubicación histórica y literaria del texto: Mc. 14, 22 Juan Marcos, autor del segundo evangelio (40 d.C.), cristiano de origen judío, de lengua griega y discípulo de Pedro, sitúa el recuerdo de las palabras y de las acciones del Señor, sensibilizado y vinculado estrechamente a Palestina. El encuadre en el que Marcos ha situado la vida de Jesús, es muy simple: en Galilea, en viaje, en Jerusalén. Marcos no fue un testigo ocular. Sin embargo, poseía sólidas convicciones a propósito de la vida de la Iglesia y se dejó guiar por sus preocupaciones de índole eclesial, tratando de exponer las verdaderas intenciones eclesiológicas de Jesús En el texto de Mc. 14, 22 se dice expresamente que la última cena de Jesús fue una cena pascual, la cual tenía que realizarse dentro de los límites de la ciudad de Jerusalén. El evangelista comienza el relato con la referencia de Jesús al traidor aludiendo al texto del Salmo 41, 10 “Hasta mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar”. Después ya no habla más. Cena pascual en la que el hijo del hombre se va a recorrer el camino señalado por Dios. En la descripción de esta cena el evangelista subraya solamente los gestos y las palabras de Jesús que son básicas en el “misterio” celebrado posteriormente en las comunidades cristianas. Cena en la que él mismo es la víctima, el Cordero inmolado cuya sangre sella un pacto con la humanidad entera. Cena de hermandad que compromete a fondo en la lucha contra todo lo que discrimina a las personas y a los grupos humanos. 5 2.2 Una celebración, una fiesta 6 “Con ansia he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios” (Lc. 22,15) Celebrar significa decir un sí a la Vida y a la propia vida. En la celebración se expresa al mismo tiempo el anhelo de absoluta plenitud y la promesa consumación. La celebración toma el pasado en el presente y lo lanza hacia un futuro que quiere y espera ser mejor, conforme a su dignidad esencial. Celebrar es sumergirse en el misterio de la vida y beber de su fuente inagotable para recrearnos y renovar las fuerzas que permitan seguir andando y construyendo un futuro que es promesa de plenitud. En cada celebración se expresa la dignidad divina de la vida, su grandeza más allá de cualquier pequeñez y su trascendencia a pesar de todas las muertes parciales. La fiesta permite intuir lo que es el ser humano y lo que está llamado a concretar. En referencia a este sentido de la celebración, los acontecimientos de la celebración de la cena pascual hasta el momento de la resurrección, propician tal vez el que se haya volcado sobre la existencia nazaretana y sobre la psicología misma de Jesús cargas apabullantes de dramatismo. Se ha dado a la relación con Dios un sentido trágico y se le aplica a cada paso de la trayectoria de Jesús. Quizá se habla así para compensar la respuesta debilísima de los amigos de Jesús al misterio asombroso de su cercanía 7 La Pascua era una fiesta alegre, radiante, un brindis a la libertad, sin embargo los suyos no sabían si “llorar o alegrarse”, por un lado la mesa está lista, el alimento saciaría el hambre y despertaría el “placer”. Por otro, había en el aire una “tristeza insoportable”, el maestro había anunciado que iba a partir 8 Jesús esperaba ardientemente aquella Pascua porque ella representaba el capítulo final de su historia, expresaba su plan trascendental. En la fiesta de la liberación de Israel, él iría a morir por la libertad de la humanidad. La humanidad quedaría libre de sus dolencias existenciales. Los discípulos todavía no entendían lo que estaba sucediendo. No aceptaban la idea de separarse de aquel que les dio un nuevo sentido de vida, de aquel que les enseñó a recitar la poesía del amor. Una buena parte de sus seguidores eran pescadores, sólo pensaban en barcos y pescados, sin embargo, había pasado alguien cerca de ellos y les provocó la mayor transformación interior. Alguien que les abrió los horizontes de la vida discurriendo sobre los misterios de la existencia, sobre los secretos de la eternidad, enseñándoles a amarse los unos a los otros y a darse los unos por los otros. La visión de esos jóvenes galileos se expandió, la vida tuvo otro significado. Por eso era insoportable la partida del maestro. Y en esa celebración, los discípulos en torno a Jesús, su amigo y su maestro, quieren estar “alegres” (¡están celebrando una fiesta!), pero algo “estrangula 6 sus corazones”. Quieren “entender”, pero saben muy bien que cuanto está ocurriendo les “desborda”. La muerte gira sobre sus cabezas. Esta cena de esta noche se habrá convertido en uno de los ejes de sus vidas. Jesús recurre al símbolo para que el lenguaje gane expresividad La palabra simbólica con su polisemia parece la más adecuada para expresar el exceso y el derroche que hay en su experiencia que ha superado “toda ambivalencia”: Sobre la mesa están los restos de la cena pascual... (la pregunta del más joven ¿Qué es o qué se está celebrando? Qué significan el cordero, las hierbas amargas y la salsa rojiza, el pan sin levadura...) Con seguridad el mismo Jesús siguió con puntualidad los ritos de este ágape misterioso, pero hay en todos sus gestos un tono nuevo, el de quien los hace por primera o última vez, el temblor que hay en la primera misa de un nuevo sacerdote y en la última comida de un condenado a muerte. Una pascua que se inserta en la hebrea pero que cobra un significado y un contenido totalmente diverso. El cordero, que constituye el centro de la cena no aparece; sólo se habla de una única copa, y el hecho de que Jesús ordene los preparativos de esta cena, hace pensar que lo que va a suceder es algo previsto y conscientemente aceptado por el Maestro. Jesús se manifiesta como señor de los acontecimientos. Y Jesús, abstraído, en otro mundo, recogido y orando, no parece tener prisa... Sus palabras entonces toman un calor especial, el del “espíritu y la vida” que pone en juego (Jn. 6, 6). Su mirada se eleva al cielo; su rostro se ilumina; sus gestos adquieren una nobleza especial; parece que hasta sus manos son más bellas; es como si estuviera más vivo; como si multiplicase su existencia. Años más tarde recordarán temblando su modo de actuar en esos momentos, su inconfundible manera de “partir el pan” que les haría reconocerlo entre miles de gestos. Lc. 14, 22 ´Y comiendo ellos, habiendo tomado pan, habiendo recitado la bendición, (lo) rompió, Y (lo) dio a ellos y dijo: “´TOMAD: ESTE ES MI CUERPO”. 23 Y habiendo tomado una copa, Habiendo dado gracias, se (la) dio, y bebieron de ella todos. 24 Y les dijo: “ESTA ES MI SANGRE DE LA ALIANZA, QUE ES DERRAMADA POR MUCHOS”. 7 Repasando el texto se pude diferir lo siguiente: Jesús se comporta como el Maestro del grupo de amigos que se sienta con él a la mesa. Su gesto es el del cabeza de familia hebreo. Y la expresión “Dijo” nunca puede separarse de la acción. La cena representa el culmen, el punto de llegada de toda la vida de Jesús y la explicación del significado de su existencia en tanto que “donada”, “dada por”. Una vida entregada, expropiada en beneficio de todos “ser para”. Realmente la cena es la revelación de la tensión que ha presidido toda la vida de Cristo, una vida como don, es un misterio de la Encarnación y una clave de lectura de la historia de la salvación como una historia de comunión. El término “Cuerpo” se refiere a todo el ser humano. Por lo tanto quiere significar la presencia de la persona de Cristo bajo el signo del pan partido y repartido. Una presencia salvífica que se experimenta durante la comida. El gesto de Jesús también precisa el significado de su muerte inminente. Y esto mediante el paralelismo con “la Sangre que va a ser derramada por muchos” (amor fiel hasta la muerte), con el que se subraya el aspecto sacrificial de su muerte. Podría parafrasearse de este modo: “Este soy yo que me entrego”. La vida de Jesús es una vida entregada, ofrecida en sacrificio. “Muchos” equivale a “todos”. La trayectoria de la vida de Jesús es puesta bajo el signo de la comunión y de la solidaridad. De esta forma los discípulos que “toman y comen ese pan” son asociados a la vida y destino de Jesús. Su muerte no se inserta en un destino ciego sino que, es anticipada por la ofrenda, injertada en un dinamismo de amor. “El don procede a toda voluntad de captura” (J. Cardonnel). No basta afirmar que Cristo está presente en el pan y el vino: hay que descubrir en ellos la presencia de una vida como don y tomar parte en ella. El don es anterior a la traición. Comer y comulgar con ese “Cuerpo” significa recibir todo lo que ese cuerpo ha padecido y saber que por su resurrección ese “Cuerpo glorioso” demuestra que la victoria del amor está sobre toda traición, violencia e insultos. Para la comunidad cristiana, comer y comulgar con ese “Cuerpo” significa asimilar el poder de su amor y su capacidad de perdón y lleva consigo el compromiso concreto de estar presentes dondequiera que el ser humano sufra. Comer el “Cuerpo de Jesús” es Cristo invadiendo nuestra vida. Para poder vivir, el ser humano tiene que alimentarse, comer y beber… Y 8 Cristo se ofrece como verdadero alimento porque El es la Vida y el dador del amor, de la amistad y de la comunión siempre creciente. Finalmente en esta cena de amigos Jesús culminó su misión:”Y él que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el final” (Jn. 13, 1b) Jesús ha atribuido un nuevo simbolismo al pan dándole una función que deja de ser la de un simple alimento físico para sumir la de hacer presente su persona en medio de la comunidad de los creyentes. La cena de Jesús se proyecta hacia el futuro, es “memoria”. 3. HACIA UNA RESOLUCIÓN DE LA AMBIVALENCIA: Conflicto Acercamiento-Evitación. El concepto de Ambivalencia se refiere a la presencia simultánea, en la relación con un mismo objeto, de tendencias, actitudes y sentimientos opuestos, especialmente amor y odio, deseo y temor. También se refiere como la complejidad de sentimientos y fluctuaciones de actitudes (afirmación y negación simultáneas e inseparables), oposición que puede encontrarse en distintos sectores de la vida psíquica9. La noción fue creada por Bleuler (1910) quien consideró la ambivalencia normal en tres terrenos: Volitivo (la persona quiere al mismo tiempo comer y no comer); Intelectual (el individuo enuncia simultáneamente una proposición y su contraria) y Afectiva (ama y odia en un mismo movimiento a la misma persona) Más tarde, Bleuler remite al lector a su artículo de 1915, aparecido en el Jahrbuch für Psychanalytische Forschungen, con el título de «La resistencia sexual». De modo que, en su pensamiento, la ambivalencia aparece como complementaria de la represión; es el sentimiento que acompaña a la represión. Sin embargo, precisa Bleuler, esas tonalidades de sentimientos ambivalentes son excepcionales en las personas que disfrutan de buena salud. Así mismo, S. Freud recurrió a esta noción, cuya importancia en los diferentes registros del funcionamiento psíquico no dejó de subrayar, tanto para dar cuenta de conflictos intrapsíquicos como para caracterizar ciertas etapas de la evolución libidinal, y hasta el aspecto fundamentalmente dualista de la dinámica de las pulsiones. La coexistencia, en un sujeto, de tendencias afectivas opuestas hacia un mismo objeto induciría la organización de ciertos conflictos psíquicos que le imponen al sujeto actitudes perfectamente contradictorias. En este mismo sentido, M. Klein menciona la actitud fundamentalmente ambivalente del sujeto en su relación con el objeto, que le aparece cualitativamente clivado en un «objeto bueno» y un «objeto malo». El amor y el odio constituyen a este respecto una de las oposiciones más decisivas en el advenimiento de tales conflictos. La ambivalencia aparecería 9 también como un factor constitutivamente ligado a ciertos estadios de la evolución libidinal del sujeto, en los que coexisten al mismo tiempo mociones pulsionales contradictorias. Como, por ejemplo, la oposición amor -destrucción del estadio sádico-oral, o actividad-pasividad del estadio sádico-anal. En este sentido, la ambivalencia está entonces directamente articulada con la dinámica pulsional. Por lo general, es el odio, la agresividad y violencia la que queda reprimida o bloqueada en favor del amor. La idea de una ambivalencia intrínsecamente ligada al dinamismo de las pulsiones se vería reforzada, además, por el carácter oposicional de las pulsiones mismas: pulsiones de autoconservación -pulsiones sexuales, y más nítidamente aún en el dualismo pulsiones de vida - pulsiones de muerte. Un aporte significativo fue también el de K. Lewin (1933) en su abordaje simbólico respecto a la personalidad y la conducta humanas. Al tratar temas como necesidad, tensión, equilibrio/desequilibrio, barreras y obstáculos, nivel de aspiración, etc. señaló el tema del “conflicto” trazando tres tipos fundamentales de conflicto: acercamiento-acercamiento (la persona desea dos cosas y le es difícil decidir entre ellas); evitación-evitación (el individuo no desea ninguna de las oposiciones), y acercamiento-evitación (existe el deseo de lograr una meta, pero para ello es necesario pasar por un período doloroso)10 Este es el acercamiento que descubre una de las características de la personalidad de Jesús en el momento de la cena con sus amigos, ante la tensión y el conflicto de acercamiento-evitación, no de ambivalencia: logra mantener su apetito intacto sabiendo que en pocas horas iría a sufrir intensamente, y , finalmente a morir. En esta situación sólo habría espacio para llorar y desesperarse, sin embargo, el Maestro comparte la cena con sus amigos. Comió y bebió con sus discípulos. ¿Cómo puede no deprimirse alguien que está a punto de ser clavado en la cruz? ¿Cómo puede alguien que va a pasar por un espectáculo de vergüenza y dolor ante el mundo, tener estructura emocional para relacionarse de manera agradable con sus íntimos frente a una mesa? Jesús debió recorrer, en lo psíquico, el proceso de resolución de las confusiones en lo imaginario, consigo mismo, con los demás y con el Padre. No podemos pensar que este proceso se haya realizado sin un trabajo interno sumamente difícil y doloroso, vivido desde la “corporalidad sexuada, carente, humana”11 Otro aspecto relevante es constatar que los ideales y proyectos de vida de las personas son condicionados desde el mundo interno del deseo y se van configurando a partir de la estructura libidinal y de sus demandas concretas, conscientes o inconscientes, que a su vez pueden favorecer y potenciar la realización de esos proyectos e ideales, o también pueden entorpecer o cuestionar la dirección y el sentido de los proyectos vitales 12 10 El término “pasión”, “ephitymia” designaba originariamente el impulso directo hacia la comida, la satisfacción sexual o el deseo en general. En este sentido se aplica el término a Jesús cuando se refiere a su “pasión” por el reino. Jesús se presenta polarizado por la consecución de un “objeto”. A partir de su conducta, se percibe una orientación de su situación sexual hacia la “pasión” que lo absorbe y le libera, que canaliza toda su energía psíquica y que se convierte en la esencia de su gozo y de su realización personal. A partir de esta “pasión”, la conducta de Jesús se revela como la del hombre que ha logrado plenamente la libertad ante ella. Sus relaciones interpersonales manifiestan abiertamente esta libertad ganada 13 En este nuevo orden de relaciones que inaugura Jesús, hace un rompimiento con los roles, estableciendo una vinculación entre la fraternidad y el servicio mutuo. Relación de igualdad, ni represión ni sumisión, una relación de “amistad” en donde la distancia entre el yo real y el yo ideal es muy corta. En esta relación no cabe ninguna ley: “Desde ahora los llamaré amigos...” (Jn. 15, 15 b) En esta relación de amistad, como comenta Domínguez Morano (1992), “la relación se mantiene o se rompe por el solo impulso de la decisión libre que brota de la persona misma y que tiene su razón de ser en la amistad como tal. Es el amor que brota de la libertad, que crece por la libre atracción y se mantiene hasta el fin por la sola fuerza de la fidelidad libremente aceptada y otorgada entre quienes se sienten vinculados por esa forma ejemplar de relación humana. Es el amor gratuito; por eso “No hay amor más grande que el dar la vida por el amigo. (Jn. 15, 13) Porque la cima del amor coincide con la cima de la libertad” 4. CONSECUENCIAS DE COMER LA CARNE Y LA SANGRE DE JESÚS: Dios que alimentó a su pueblo en el desierto con el maná como su Señor providente, comenta Martínez Ávila 14, es en la persona misma del Hijo el nuevo pan del cielo. Dios mismo se da como alimento y a través de la fe y de la acción física de comer su carne y beber su sangre se obtiene la comunión con el Padre y la Vida eterna. Entrar en la dinámica de Dios que se hace alimento cambia el acento de aproximación psicológica del ser humano a Dios. No se trata de elementos simbólicos externos que edifican y manifiestan la relación con Dios, sino de elementos simbólicos íntimamente ligados a la presencia de Dios-con-nosotros, como prolongación de la Encarnación, que son consumidos y a la persona la asimilan dejando de ser otra cosa para ser ella misma en Cristo Jesús. Carne de todos, carne para todos. La sencillez de la hogaza de pan, la humildad de su apariencia encierra un tesoro imposible de agotar, en su manufactura discurren las manos del hombre y la misma naturaleza se unen para hacer vida , porque tener pan es tener vida, signo evidente del amor de Dios. “Sólo en el humilde signo del pan y del vino, transformados en su cuerpo 11 y en su sangre, Cristo camina con nosotros; El sabe que el hombre tiene hambre y se queda en el pan, convirtiéndose en nuestra fuerza y nuestro viático” (Juan Pablo II) Comer el Cuerpo de Jesús y ser invadidos de su Vida conlleva la vida compartida con los hermanos en: comunidad, solidaridad, fraternidad, libertad e igualdad. Comer juntos el Cuerpo de Jesús es la experiencia del pan que se comparte simbolizando el amor y la unidad. Ojalá que esta carne y sangre del Señor Jesús no se queden en la mesa del altar o en la sacristía. ¿Cómo hacer que se convierta en alimento, en identidad personal y relaciones comunitarias y fraternas, en condiciones laborales dignas, en educación, en justicia y paz? ¿Qué hacer para que las comunidades cristianas potencien este Pan de Vida para todos? 5. A MANERA DE CONCLUSIÓN. Es interesante que el relato de Marcos esté colocado junto a la historia de María de Betania. En él Jesús enseña a los discípulos que él les estaba haciendo a ellos lo que María había hecho a él. Ella había traído un precioso frasco de alabastro y lo había roto. Les dijo “mi cuerpo es ese frasco y voy a ser roto por vosotros”. Ella derramó el frasco con todo el ungüento que había en su interior, de manera que la fragancia que había en él llenó toda la habitación, como ha llenado toda la tierra en los siglos que han transcurrido desde entonces. Y Jesús dijo: “derramaré el frasco de mi cuerpo y de mi sangre, todo él, para que su fragancia pueda llenar la vida de todos mis hermanos”. Cuando “comemos juntos” de la mesa del Señor, Jesús dice: “mirad, Soy Yo el que rompe el frasco de su propio cuerpo, para derramar sobre ustedes el precioso ungüento, para que comprendan que ya no es la ley la que gobierna sus vidas, es el AMOR”. “Sobre el blanco paisaje en Palestina, un crepúsculo rojo está cayendo. Todo es fiesta. Una ola de voces baja, sube. Y en silencio el Cenáculo: Dos manos... Todo un mundo me cerca indiferente, Suenan claxons, de lejos vienen voces. Hay un grupo de luz. En torno amigos, y en mis manos, Señor, vuelves herido” (Pedro Miguel Lamet, SJ) 12 1 Carrillo Salcedo Juan Antonio (1999) Dignidad frente a barbarie, La declaración Universal de los Derechos Humanos cincuenta años después, Colección Mínima Trotta. España. 2 Martínez Ávila Salvador (2006) Muchos son los invitados y pocos los escogidos, Desde la Fe, Organización Editorial Mexicana, México 3 López R. Ricardo y Landgrave G. Daniel (2004) Pan para todos, Estudios Bíblicos Mexicanos No. 2, Coedición Qol y Departamento de Publicaciones de la Universidad Pontificia de México, A.C., México, D.F. 4 Castro Martínez Gabriel (2003) Simbolismo y lenguaje en la mística cristiana, I Congreso Internacional de Mística, Münsterschawarsach, Alemania. 5 Pronzato Alessandro (1984) Un cristiano comienza a leer el evangelio de marcos, Ediciones Sígueme, Salamanca. 6 Martín Descalzo José Luis (1992) Vida y Misterio de Jesús de Nazareth, Ediciones Sígueme, Salamanca. 7 Javierre José María (2002) Busco a Jesús de Nazareth, Ediciones Sígueme, Salamanca. 8 Cury Augusto Jorge (2001) El Maestro de la Emoción, Ediciones Paulinas, Colombia. 9 Reber Arthur S. and Reber Emily (2001) The Penguin Dictionary of Psychology, Third Edition, England. 10 Bischof Ledford S. (1977) Interpretación de las teorías de la personalidad, Trillas, México. 11 Blanco Beledo Ricardo, Conferencia “Aproximación Psicoanalítica al estudio de la personalidad de Jesús de Nazareth”, México. 12 Domínguez Morano Carlos (1992) Creer después de Freud, Ediciones Paulinas, Madrid. 13 Moreno Rodríguez Rosa María (2003) Taller de Sexualidad, Educar Pastoral 7, SEMARO, México. 14 Martínez Ávila Salvador (2004) Dios alimento de su pueblo, Pan para todos, Coedición Qol y Departamento de Publicaciones de la Universidad Pontificia de México, A.C., México. 13