Institución Educativa Salesiana “SAN JUAN BOSCO” ÁREA DE COMUNICACIÓN Separata de LITERATURA PERUANA DEL SIGLO XX ALUMNO: ___________________________ GRADO Y SECCIÓN: ______ AYACUCHO - PERÚ 2 014 EL VANGUARDISMO EN EL PERÚ (1920 – 1930) (La más radical revolución del arte y la literatura en la historia) El Vanguardismo es un movimiento artístico que nació en Europa en la segunda década del siglo XX como expresión de rechazo total a la cultura y mentalidad que había producido la Primera Guerra Mundial. Surgió como una violenta reacción contra todo el arte pasado, al que consideró convencional, aburrido y decrépito. Por eso los vanguardistas lo atacaron con violencia y propusieron otras formas de expresiones nuevas e insólitas. La vanguardia se expresó no sólo en la literatura, sino también en las artes plásticas. Además, no fue un movimiento único: tuvo diferentes manifestaciones (ISMOS) en diferentes países de Europa y América: el Surrealismo, el Cubismo, el Dadaísmo, el Impresionismo, el Expresionismo, etc. La poesía de Vanguardia tendrá dos grandes representantes en el Perú: Carlos Oquendo de Amat, con su “5 metros de poemas” y César Vallejo Mendoza. ALGUNOS HECHOS HISTÓRICOS Y CULTURALES QUE SE DIERON EN ESTE PERIODO SON: La presencia económica cada vez mayor de EEUU en nuestro territorio. Influencia de la Revolución Socialista de Rusia en 1917. La fundación de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en 1924 por Víctor Raúl Haya de la Torre. La fundación de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) en 1930 por José Carlos Mariátegui. CARACTERÍSTICAS. Los poetas vanguardistas se caracterizaron por los siguientes rasgos: * Rindieron culto a la novedad y la sorpresa. Para ellos todo recurso era válido para sorprender y escandalizar al lector. En ese mismo afán por innovar la poesía, violentaron la estructura formal del poema y jugaron con la disposición gráfica de los versos. Así aparecieron los caligramas: poemas con forma de dibujos en los que se reproducía el significado del texto. * Renovaron completamente la metáfora, convirtiéndola en una imagen sugerente, que no pretende ser traducida a un enunciado racional. A partir del Vanguardismo, la metáfora abandona la lógica y la razón, y se convierte en una libre expresión del mundo subjetivo del poeta. La siguiente metáfora es un ejemplo: Nos llenamos la cartera de estrellas y hasta hay alguno que firma un cheque de cielo. (Oquendo de Amat) * Destruyeron las reglas de la gramática. No respetaron el orden lógico de los elementos de la oración. Se encuentran palabras sueltas y verbos sin conjugar que parecen, además, estar dispuestas al azar. * Utilizaron un verso absolutamente libre. Los vanguardistas abandonaron la rima, la medida de los versos y la búsqueda del ritmo musical, característico del Modernismo. * Transmitieron sensaciones, no un argumento. Excluyeron el relato, lo anecdótico; no contaron ni pretendieron informarnos de nada. Aparecieron las jitanjáforas: juegos de palabras inventadas que tiene una gran sonoridad. Como estos versos: Laribamba Laribambamositerella Laribambaplanerella Leiramombaririlanla * Introdujeron en sus poemas elementos de los tiempos modernos y del desarrollo tecnológico. En las composiciones vanguardistas se percibe la admiración por las máquinas de escribir, los autos, los aviones. Además, en esta época apareció por primera vez un tema que jamás había sido considerado artístico: los deportes. REPRESENTANTES: – – – – – – César Vallejo Carlos Oquendo de Amat Martín Adán Xavier Abril Emilio Adolfo Westphalen Alberto Hidalgo Juan Parra del Riego : : : : : : : “Trilce” “5 metros de poemas” “La casa de cartón” “Hollywood” “Las ínsulas extrañas” “Simplismo” “Polirritmo a Gradin, jugador de fútbol” CARLOS OQUENDO DE AMAT (Puno, 1905 – Guadarrama-España, 1936) Es considerado uno de nuestros más originales poetas. En el único libro que publicó: “5 metros de poemas”, presenta con admirable maestría, varios recursos típicos del Vanguardismo: El rompimiento de la estructura formal del poema. Utiliza los caligramas. El uso singular de la metáfora. La alusión a adelantos de la tecnología y la vida moderna. “5 metros de poemas” es la obra más representativa del Vanguardismo en el Perú. Constituye además, la única publicación de un poeta que murió joven, entregado a la inspiración, la creatividad y la vivacidad de los hombres geniales. Su única publicación se conforma de 18 poemas, todos ellos en un libro editado en forma de acordeón, es el resultado de las primeras expresiones de la influencia vanguardista de ese tiempo. “5 METROS DE POEMAS” Estos poemas inseguros como mi primer hablar dedico a mi madre y comienza del modo más bello y más sencillo: Abra el libro como quien pela una fruta poema del manicomio Tuve miedo y me regresé de la locura Tuve miedo de ser una rueda un color un paso PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS Y mi corazón un botón más de mi camisa de fuerza Pero hoy que mis ojos visten pantalones largos veo a la calle que está mendiga de pasos r é c l a m Hoy la luna está de compras Desde un tranvía el sol como un pasajero lee la ciudad las esquinas adelgazan a los viandantes y el viento empuja los coches de alquiler Se botan programas de la luna (sedará la tierra) película sportiva pasada dos veces Los perfumes abren albums de miradas internacionales El policeman domestica la brisa y el ruido de los clacksons ha puesto los vestidos azules. r Novedad o Todos los poetas han salido de la tecla U. de la Underwod s n e c s a n u compró para la luna 5 metros de poemas e CÉSAR ABRAHAM VALLEJO MENDOZA CALIFICATIVO: “El Cholo” / “El poeta del dolor metafísico” E T A P A S D E S U P R O D U C CI Ó N LI T E R A RI LOS HERALDOS NEGROS Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma ... ¡Yo no sé! PARÁFRASIS DEL POEMA Son pocos, pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma, de alguna fe adorable que el destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre... ¡Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! PARÁFRASIS DEL POEMA MASA Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: “¡No mueras; te amo tanto!” Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: “¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida! Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien mil, quinientos mil, clamando: “¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”. Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: “¡Quédate hermano!”. Pero el cadáver, ¡ay! siguió muriendo. Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver, triste, emocionado; incorporose lentamente, abrazó al primer hombre; echose a andar... PIEDRA NEGRA SOBRE PIEDRA BLANCA Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París –y no me corro– tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro. También con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos... PARÁFRASIS DEL POEMA P LOS PASOS LEJANOS Mi padre duerme. Su semblante augusto figura un apacible corazón; está ahora tan dulce... si hay algo en él de amargo, seré yo. Hay soledad en el hogar; se reza y no hay noticias de los hijos hoy. Mi padre se despierta, ausculta la huida a Egipto, el restañante adiós. Está ahora tan cerca; si hay algo en él de lejos, seré yo. Y mi madre pasea allá en los huertos, saboreando un sabor ya sin sabor Está ahora tan suave tan ala, tan salida, tan amor. Hay soledad en el hogar sin bulla, sin noticias, sin verde, sin niñez. Y si hay algo quebrado en esta tarde, y que baja y que cruje, son dos viejos caminos blancos, curvos, Por ellos va mi corazón a pie. PARÁFRASIS DEL POEMA LA CENA MISERABLE Hasta cuándo estaremos esperando lo que no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos nuestra pobre rodilla para siempre... Hasta cuándo la cruz que nos alienta no detendrá sus remos. Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones por haber padecido... Ya nos hemos sentado mucho a la mesa, con la amargura de un niño que a media noche, llora de hambre, desvelado... Y cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos. Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde yo nunca dije que me trajeran. De codos todo bañado en llanto, repito cabizbajo y vencido: hasta cuándo la cena durará. Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla, y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara de amarga esencia humana, la tumba... Y menos sabe ese oscuro hasta cuándo la cena durará! PARÁFRASIS DEL POEMA LOS DADOS ETERNOS Dios mío, estoy llorando el ser que vivo; me pesa haber tomádote tu pan; pero este pobre barro pensativo no es costra fermentada en tu costado: tú no tienes Marías que se van! Dios mío, si tú hubieras sido hombre, hoy supieras ser Dios; pero tú, que estuviste siempre bien, no sientes nada de tu creación. Y el hombre sí te sufre: el Dios es él! Hoy que en mis ojos brujos hay candelas, como en un condenado, Dios mío, prenderás todas tus velas, y jugaremos con el viejo dado... Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte del universo todo, surgirán las ojeras de la Muerte, como dos ases fúnebres de lodo, Dios mío, y esta noche sorda, oscura, ya no podrás jugar, porque la Tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de inmensa sepultura. PARÁFRASIS DEL POEMA EL INDIGENISMO (1930 – 1950) A MODO DE DEFINICIÓN. Contrario a la corriente “INDIANISTA”, que ve al indio como espectáculo, como motivo de explotación literaria, como elemento netamente decorativo; surge el “indigenismo revolucionario”, que ve al indio como problema. Es una vertiente de la literatura hispanoamericana inspirada en el mundo andino. Si bien el tema del indio había sido tratado antes en la literatura peruana (recordemos Clorinda Matto de Túrner con su novela Aves sin nido, o algunas tradiciones de Ricardo Palma), es en estos años cuando brota el Indigenismo. El indigenismo agrupa a todos aquellos intelectuales, artistas, políticos, maestros, etc. que desde diversas posiciones y perspectivas coincidieron en denunciar la situación de miseria y de explotación de la población indígena, y en revalorizar lo indígena como elemento básico de la nacionalidad. A través de las obras literarias del Indigenismo, se busca transmitir el mensaje de que debe existir igualdad entre los individuos sin importar su condición, raza, credo o costumbre. Esta corriente tiene tres características principales: Plantea la reivindicación del indígena y posee cierto afán de lucha o denuncia. Niega las formas románticas e idealistas de la literatura anterior, en las que el indio aparecía como un ser exótico, pintoresco, o era tratado de un modo sentimental o paternalista; a veces era angelical, a veces malvado, pero siempre era un personaje idealizado, borroso y poco logrado. Expresa “desde adentro”, desde el propio mundo narrado, una proximidad con el habitante de la sierra: conoce de cerca sus costumbres, su cultura, su lenguaje y su forma de pensar. El Indigenismo tiene como precursora a Clorinda Matto de Túrner y se considera iniciador de este movimiento a Enrique López Albújar. Representantes: – – – _ _ Enrique López Albújar (Iniciador): “Matalaché”, “Cuentos andinos” Ciro Alegría (Épica andina) José María Arguedas (Indigenismo Psicológico) Manuel Scorza: “Redoble por Rancas” Julio Garrido Malaver: “Los buitres” CIRO ALEGRÍA BAZÁN (1909 – 1967) Nace en la hacienda de Quilca, Huamachuco, departamento de La Libertad, y cursa estudios primarios en la escuelita de San Juan, en donde tiene como profesor al poeta César Vallejo. Ingresa a la Universidad de Trujillo y participa en la fundación del Partido Aprista. Estando por Cajamarca, promueve un levantamiento armado, es encarcelado en la Penitenciaría de Lima, pero al ser amnistiado sale en libertad y sigue su labor política, actividad por la cual es deportado a Chile en donde se origina lo mejor de su producción, así sale su cuento Marañón, que luego se convierte en La serpiente de oro (1935). Escribe, luego, Los Perros Hambrientos (1938), que gana un segundo lugar en un concurso de la Editorial Zig Zag. Pero luego, en 1941, su novela El mundo es ancho y ajeno obtiene el primer lugar en el Concurso Latinoamericano de Novela auspiciado por la Editorial neoyorquina Farrar and Rivehart. Luego pasa por EE.UU., Puerto Rico y La Habana. Se casa con Dora Varona y llega a Lima el 4 de diciembre de 1957. Es elegido diputado por Lima y posteriormente la muerte corona una agitada vida intelectual en 1967. PRINCIPALES OBRAS: NOVELAS: – La serpiente de oro – Los perros hambrientos – El mundo es ancho y ajeno – Lázaro – La novela de mis novelas CUENTOS: – Siete cuentos quirománticos – Duelo de Caballeros (sobresale el cuento “Calixto Garmendia”) – La ofrenda de piedra – La Panki y el guerrero ENSAYOS: – Sueño y verdad de América – Gabriela Mistral, íntima RESEÑA LITERARIA DE SUS OBRAS. La serpiente de oro: Tema: la lucha cotidiana del hombre con la naturaleza. Los hechos se ambientan en un pueblo ribereño del río Marañón, que es el centro de la obra, llamado Calemar. Allí habitan los balseros más temerarios de la región, que son los únicos capaces de domar al río turbulento en las épocas de crecida. La historia lo narra un "Cholo" llamado Lucas. Los perros hambrientos: Tema: La sequía despiadada que asola hombres y bestias. Fue escrita mientras se encontraba internado en un hospital, dado que el médico que lo atendía le había recomendado como terapia el escribir para rehabilitarse de una parálisis que lo tenía postrado. Trata, como la anterior, aunque en otro contexto, de la lucha del hombre con la naturaleza; en este caso, contra la sequía prolongada en que los perros pastores fieles se ven obligados a abandonar a sus amos y volverse fieros para sobrevivir. La Antuca es la pequeña pastora, que sufre por sus perros Wanca, Zambo, Güeso y Pellejo. El mundo es ancho y ajeno Tema: Denuncia las injusticias y la lucha por la posesión de la tierra. Fue inicialmente un capítulo de la novela Los Perros Hambrientos, pero como cobró importancia se convirtió en una novela aparte. En esta novela, la mejor, la trama gira en torno del conflicto entre los comuneros de Rumi con el malvado hacendado don Álvaro de Amenábar, propietario de la hacienda Umay. El anciano alcalde de Rumi, Rosendo Maqui no puede evitar el despojo de las tierras a los comuneros y muere en la cárcel por su extrema confianza en la justicia, que es manejada por Amenábar. Los comuneros se mudan a la puna y se establecen en la meseta de Yana Ñawi, rechazando la propuesta del hacendado de evitar el desalojo siempre que los comuneros acepten trabajar para él y ya no por cuenta propia. Pasado el tiempo, Yana Ñawi progresa al influjo del nuevo alcalde, Benito Castro, hijo político de don Rosendo Maqui, y que ha vivido largo tiempo en Lima en donde ha tenido oportunidad de estudiar y de ligarse con movimientos sociales. Es en esas circunstancias que Amenábar logra, a través de sobornos, demostrar que las tierras de Yana Ñawi también son de él y ponen en práctica un nuevo desalojo; pero esta vez los comuneros deciden defender sus tierras incluso con sus vidas. Así es como la novela concluye con una masacre general propiciada por Amenábar en el desalojo. JOSÉ MARÍA ARGUEDAS (1911 – 1969) Nació en Andahuaylas en 1911, de padre abogado e itinerante, donde el pequeño José María pasó una etapa conociendo lugares distintos. Su padre se casa con la hacendada Grimanesa Arangoitia. Arguedas estudia en Lucanas, pero su madrastra lo odiaba tanto que lo manda a vivir con los indios a los que ella odiaba y maltrataba, es allí donde el autor conoce el idioma y la psicología andina. Así que, cansado de los maltratos huye junto con su hermano Arístides hacia la hacienda Viseca en donde pasó un tiempo. A los 20 años ingresa a la Universidad de San Marcos, en 1932 aparece su primer cuento “Warma Kuyay”. A los 24 años publica “Agua”. Termina sus estudios de literatura y es preso político, posteriormente trabaja como profesor en el Cusco, publica “Yawar Fiesta”. Con la tesis “La evolución de las comunidades andinas” obtiene el grado de Bachiller en Etnología y enseñando en la Universidad Agraria publica “La agonía de Rasu Ñiti”. Obtiene el grado de Doctor en San Marcos como etnólogo con la tesis “Las comunidades de España y el Perú”. Se divorcia y se casa con la dama chilena Sybila Arredondo. Lamentablemente en el año 1969, con un balazo ante un espejo decidió acabar con su vida atormentada. Fue la tarde del 28 de noviembre, murió días después, el 2 de diciembre. EN LO LITERARIO MERECIO DOS PREMIOS: En 1958, ganó el premio Nacional de la Cultura Javier Prado, con su tesis titulada “La evolución de las comunidades indígenas”. En 1959, ganó el Premio Nacional Ricardo Palma, con su novela “Los ríos profundos”. PRODUCCIÓN LITERARIA: CUENTOS: – Agua (sobresalen los cuentos: Agua, Los escoleros y Warma Kuyay) Amor, mundo y otros cuentos – Diamantes y pedernales – El sueño del Pongo – La agonía de Rasu Ñiti – NOVELAS: – El Sexto : Novela urbana, trata sobre la vida de Gabriel (Arguedas) en una cárcel de Lima. – Yawar fiesta : Habla de la corrida de toros en el pueblo de Puquio (Ayacucho). – Los ríos profundos : Narra la vida del niño Ernesto (Arguedas) en un internado de Abancay. – Todas las sangres : Trata de la paulatina desaparición de las comunidades indígenas por la intromisión del capitalismo norteamericano. – El zorro de arriba y el zorro de abajo (obra póstuma) : Aborda el problema de las migraciones en el interior del Perú. Se encuentran sus Cartas íntimas donde explica los motivos de su suicidio. NO OLVIDAR: Arguedas tuvo un conocimiento profundo del indígena, porque al vivir en las comunidades campesinas asimiló sus costumbres y asumió su cultura; en tal sentido, se resolvió a cuestionar al indianismo exótico y sentimental para superar y corregir su adulterada visión del mundo andino y ofrecernos una visión fidedigna de él. Es que Arguedas no vio al indio desde la posición de juez (Albújar), ni tampoco la cómoda posición de hacendado; lo vio desde dentro, en sus vivencias y conflictos. CALIXTO GARMENDIA (Ciro Alegría) que el Perú tenga justicia, será grande». No dudaba de que la habría y se torcía los mostachos con satisfacción, predicando: «No debemos consentir abusos». Déjame contarte —le pidió un hombre llamado Remigio Garmendia a otro llamado Anselmo, levantando la cara—. Todos estos días, anoche, esta mañana, aún esta tarde, he recordado mucho... Hay momentos en que a uno se le agolpa la vida... Además, debes aprender. La vida, corta o larga, no es de uno solamente. Sus ojos diáfanos parecían fijos en el tiempo. La voz se le fraguaba hondo y tenía un rudo timbre de emoción. Blandíanse a ratos las manos encallecidas. —Yo nací arriba, en un pueblito de los Andes. Mi padre era carpintero y me mandó a la escuela. Hasta segundo año de primaria era todo lo que había. Y eso que tuve suerte de nacer en el pueblo, porque los niños del campo se quedaban sin escuela. Fuera de su carpintería, mi padre tenía un terrenito al lado del pueblo, pasando la quebrada, y lo cultivaba con la ayuda de algunos indios a los que pagaba en plata o con obritas de carpintería: que el cabo de una lampa o de hacha, que una mesita, en fin. Desde un extremo del corredor de mi casa, veíamos amarillear el trigo, verdear el maíz, azulear las habas en nuestra pequeña tierra. Daba gusto. Con la comida y la carpintería teníamos bastante, considerando nuestra pobreza. A causa de tener algo y también por su carácter, mi padre no agachaba la cabeza ante nadie. Su banco de carpintero estaba en el corredor de la casa, dando a la calle. Pasaba el alcalde. «Buenos días, señor», decía mi padre, y se acabó. Pasaba el subprefecto. «Buenos días, señor», y asunto concluido. Pasaba el alférez de gendarmes. «Buenos días, alférez», y nada más. Pasaba el juez y lo mismo. Así era mi padre con los mandones. Ellos hubieran querido que les tuviera miedo o les pidiese o les debiera algo. Se acostumbran a todo eso los que mandan. Mi padre les disgustaba. Y no acababa ahí la cosa. De repente venía gente del pueblo, ya sea indios, cholos o blancos pobres. De a diez, de a veinte o también en poblada llegaban. «Don Calixto, encabécenos para hacer ese reclamo». Mi padre se llamaba Calixto. Oía de lo que se trataba, si le parecía bien aceptaba y salía a la cabeza de la gente, que daba vivas y metía harta bulla, para hacer el reclamo. Hablaba con buena palabra. A veces hacía ganar a los reclamadores y otras perdía, pero el pueblo siempre le tenía confianza. Abuso que se cometía, ahí estaba mi padre para reclamar al frente de los perjudicados. Las autoridades y los ricos del pueblo, dueños de haciendas y fundos, le tenían echado el ojo para partirlo en la primera ocasión. Consideraban altanero a mi padre, quien no los dejaba tranquilos. El ni se daba cuenta y vivía como si nada le pudiera pasar. Había hecho un sillón grande, que ponía en el corredor. Ahí solía sentarse, por las tardes, a conversar con los amigos. «Lo que necesitamos es justicia», decía. «El día Sucedió que vino una epidemia de tifo, y el panteón del pueblo se llenó con los muertos del propio pueblo y los que traían del campo. Entonces las autoridades echaron mano de nuestro terrenito para panteón. Mi padre protestó diciendo que tomaran tierra de los ricos, cuyas haciendas llegaban hasta la propia salida del pueblo. Dieron de pretexto que el terreno de mi padre estaba ya cercado, pusieron gendarmes y comenzó el entierro de muertos. Quedaron a darle una indemnización de setecientos soles, que era algo en esos años, pero que autorización, que requisitos, que papeleo, que no hay plata en este momento... Se la estaban cobrando a mi padre, para ejemplo de reclamadores. Un día, después de discutir con el alcalde, mi viejo se puso a afilar una cuchilla y, para ir a lo seguro, también un formón. Mi madre algo le veía en la cara y se le prendió del cogote y le lloró diciéndole que nada sacaba con ir a la cárcel y dejarnos a nosotros más desamparados. Mi padre se contuvo como quebrándose. Yo era niño entonces y me acuerdo de todo eso como si hubiera pasado esta tarde. Mi padre no era hombre que renunciara a su derecho. Comenzó a escribir cartas exponiendo la injusticia. Quería conseguir que al menos le pagaran. Un escribano le hacía las cartas y le cobraba dos soles por cada una. Mi pobre escritura no valía para eso. El escribano ponía al final: «A ruego de Calixto Garmendia, que no sabe firmar, fulano». El caso fue que mi padre despachó dos o tres cartas al diputado por la provincia. Silencio. Otras al senador por el departamento. Silencio. Otra al mismo Presidente de la República. Silencio. Por último mandó cartas a los periódicos de Trujillo y a los de Lima. Nada, señor. El postillón llegaba al pueblo una vez por semana, jalando una mula cargada con la valija del correo. Pasaba por la puerta de la casa y mi padre se iba detrás y esperaba en la oficina del despacho, hasta que clasificaban la correspondencia. A veces, yo también iba. «Carta para Calixto Garmendia?», preguntaba mi padre. El interventor, que era un viejito flaco y bonachón, tomaba las cartas que estaban en la casilla de la G, las iba viendo y al final decía: «Nada, amigo». Mi padre salía comentando que la próxima vez habría carta. Con los años, afirmaba que al menos los periódicos responderían. Un estudiante me ha dicho que, por lo regular, los periódicos creen que asuntos como ésos carecen de interés general. Esto en el caso de que los mismos no estén en favor del gobierno y sus autoridades, y callen cuanto pueda perjudicarles. Mi padre tardó en desengañarse de reclamar lejos y estar yéndose por las alturas, varios años. Un día, a la desesperada, fue a sembrar la parte del panteón que aún no tenía cadáveres, para afirmar su propiedad. Lo tomaron preso los gendarmes, mandados por el subprefecto en persona, y estuvo dos días en la cárcel. Los trámites estaban ultimados y el terreno era de propiedad municipal legalmente. Cuando mi padre iba a hablar con el Síndico de Gastos del Municipio, el tipo abría el cajón del escritorio y decía como si ahí debiera estar la plata: «No hay dinero, no hay nada ahora. Cálmate, Garmendia. Con el tiempo se te pagará». Mi padre presentó dos recursos al juez. Le costaron diez soles cada uno. El juez los declaró sin lugar. Mi padre ya no pensaba en afilar la cuchilla y el formón. «Es triste tener que hablar así —dijo una vez—, pero no me darían tiempo de matar a todos los que debía». El dinerito que mi madre había ahorrado y estaba en una ollita escondida en el terrado de la casa, se fue en cartas y en papeleo. A los seis o siete años del despojo, mi padre se cansó hasta de cobrar. Envejeció mucho en aquellos tiempos. Lo que más le dolía era el atropello. Alguna vez pensó en irse a Trujillo o a Lima a reclamar, pero no tenía dinero para eso. Y cayó también en cuenta de que, viéndolo pobre y solo, sin influencias ni nada, no le harían caso. ¿De quién y cómo valerse? El terrenito seguía de panteón, recibiendo muertos. Mi padre no quería ni verlo, pero cuando por casualidad llegaba a mirarlo, decía: «¡Algo mío han enterrado ahí también! ¡Crea usted en la justicia!» Siempre se había ocupado de que le hicieran justicia a los demás y, al final, no la había podido obtener ni para él mismo. Otras veces se quejaba de carecer de instrucción y siempre despotricaba contra los tiranos, gamonales, tagarotes y mandones. Yo fui creciendo en medio de esa lucha. A mi padre no le quedó otra cosa que su modesta carpintería. Apenas tuve fuerzas, me puse a ayudarlo en el trabajo. Era muy escaso. En ese pueblito sedentario, casas nuevas se levantarían una cada dos años. Las puertas de las otras duraban. Mesas y sillas casi nadie usaba. Los ricos del pueblo se enterraban en cajón, pero eran pocos y no morían con frecuencia. Los indios enterraban a sus muertos envueltos en mantas sujetas con cordel. Igual que aquí en la costa entierran a cualquier peón de caña, sea indio o no. La verdad era que cuando nos llegaba la noticia de un rico difunto y el encargo de un cajón, mi padre se ponía contento. Se alegraba de tener trabajo y también de ver irse al hoyo a uno de la pandilla que lo despojó. ¿A qué hombre, tratado así, no se le daña el corazón? Mi madre creía que no estaba bueno alegrarse debido a la muerte de un cristiano y encomendaba el alma del finado rezando unos cuantos padrenuestros y avemarías. Duro le dábamos al serrucho, al cepillo, a la lija y a la clavada mi padre y yo, que un cajón de muerto debe hacerse luego. Lo hacíamos por lo común de aliso y quedaba blanco. Algunos lo querían así y otros que pintado de color caoba o negro y encima charolado. De todos modos, el muerto se iba a podrir lo mismo bajo la tierra, pero aún para eso hay gustos. Una vez hubo un acontecimiento grande en mi casa y en el pueblo. Un forastero abrió una nueva tienda, que resultó mejor que las otras cuatro que había. Mi viejo y yo trabajamos dos meses haciendo el mostrador y los andamios para los géneros y abarrotes. Se inauguró con banda de música y la gente hablaba del progreso. En mi casa hubo ropa nueva para todos. Mi padre me dio para que lo gastara en lo que quisiera, así, en lo que quisiera, la mayor cantidad de plata que había visto en mis manos: dos soles. Con el tiempo, la tienda no hizo otra cosa que mermar el negocio de las otras cuatro, nuestra ropa envejeció y todo fue olvidado. Lo único bueno fue que yo gasté los dos soles en una muchacha llamada Eutimia, así era el nombre, que una noche se dejó coger entre los alisos de la quebrada. Eso me duró. En adelante no me cobró ya nada y si antes me recibió los dos soles, fue de pobre que era. En la carpintería, las cosas siguieron como siempre. A veces hacíamos un baúl o una mesita o tres sillas en un mes. Como siempre, es un decir. Mi padre trabajaba a disgusto. Antes lo había visto yo gozarse puliendo y charolando cualquier obrita y le quedaba muy vistosa. Después ya no le importó y como que salían del paso con un poco de lija. Hasta que al fin llegaba el encargo de otro cajón de muerto, que era plato fuerte. Cobrábamos generalmente diez soles. Déle otra vez a alegrarse mi padre, que solía decir: «Se fregó otro bandido, diez soles!» A trabajar duro él y yo; a rezar mi madre, y a sentir alivio hasta por las virutas. Pero ahí acababa todo. ¿Eso es vida? Como muchacho que era, me disgustaba que en esa vida estuviera mezclada tanto la muerte. La cosa fue más triste cada vez. En las noches, a eso de las tres o cuatro de la madrugada, mi padre se echaba unas cuantas piedras bastante grandes a los bolsillos, se sacaba los zapatos para no hacer bulla y caminaba medio agazapado hacia la casa del alcalde. Tiraba las piedras, rápidamente, a diferentes partes del techo, rompiendo las tejas. Luego volvía a la carrera y, ya dentro de la casa, a oscuras, pues no encendía luz para evitar sospechas, se reía. Su risa parecía a ratos el graznido de un animal. A ratos era tan humana, tan desastrosamente humana, que me daba más pena todavía. Se calmaba unos cuantos días con eso. Por otra parte, en la casa del alcalde solían vigilar. Como había hecho incontables chanchadas, no sabían a quién echarle la culpa de las piedras. Cuando mi padre deducía que se habían cansado de vigilar, volvía a romper tejas. Llegó a ser un experto en la materia. Luego rompió tejas en la casa del juez, del subprefecto, del alférez de gendarmes, del síndico de gastos. Calculadamente, rompió las de las casas de otros notables, para que si querían deducir, se confundieran. Los ocho gendarmes del pueblo salieron en ronda muchas noches, en grupos y solos, y nunca pudieron atrapar a mi padre. Se había vuelto un artista de la rotura de tejas. De mañana salía a pasear por el pueblo para darse el gusto de ver que los sirvientes de las casas que atacaba, subían con tejas nuevas a reemplazar las rotas. Si llovía era mejor para mi padre. Entonces atacaba la casa de quien odiaba más, el alcalde, para que el agua le dañara o, al caerles, los molestara a él y su familia. Llegó a decir que les metía el agua a los dormitorios, de lo bien que calculaba las pedradas. Era poco probable que pudiese calcular tan exactamente en la oscuridad, pero él pensaba que lo hacía, por darse el gusto de pensarlo. El alcalde murió de un momento a otro. Unos decían que de un atracón de carne de chancho y otros que de las cóleras que le daban sus enemigos. Mi padre fue llamado para que hiciera el cajón y me llevó a tomar las medidas con un cordel. El cadáver era grande y gordo. Había que verle la cara a mi padre contemplando al muerto. Él parecía la muerte. Cobró cincuenta soles adelantados, uno sobre otro. Como le reclamaron el precio, dijo que el cajón tenía que ser muy grande, pues el cadáver también lo era y además gordo, lo cual demostraba que el alcalde comió bien. Hicimos el cajón a la diabla. A la hora del entierro, mi padre contemplaba desde el corredor cuando metían el cajón al hoyo, y decía: «Come la tierra que me quitaste, condenado; come, come». Y reía con esa su risa horrible. En adelante, dio preferencia en la rotura de tejas a la casa del juez y decía que esperaba verlo entrar al hoyo también, lo mismo que a los otros mandones. Su vida era odiar y pensar en la muerte. Mi madre se consolaba rezando. Yo, tomando a Eutimia en el alisar de la quebrada. Pero me dolía muy hondo que hubieran derrumbado así a mi padre. Antes de que lo despojaran, su vida era amar a su mujer y su hijo, servir a sus amigos y defender a quien lo necesitara. Quería a su patria. A fuerza de injusticia y desamparo, lo habían derrumbado. Mi madre le dio esperanza con el nuevo alcalde. Fue como si mi padre sanara de pronto. Eso duró dos días. El nuevo alcalde le dijo también que no había plata para pagarle. Además, que abusó cobrando cincuenta soles por un cajón de muerto y que era un agitador del pueblo. Esto ya no tenía ni apariencia de verdad. Hacía años que las gentes, sabiendo a mi padre en desgracia con las autoridades, no iban por la casa para que las defendiera. Con este motivo ni se asomaban. Mi padre le gritó al nuevo alcalde, se puso furioso y lo metieron quince días en la cárcel, por desacato. Cuando salió, le aconsejaron que fuera con mi madre a darle satisfacciones al alcalde, que le lloraran ambos y le suplicaran el pago. Mi padre se puso a clamar: —«¡Eso nunca! ¿Por qué quieren humillarme? ¡La justicia no es limosna! ¡Pido justicia!» Al poco tiempo, mi padre murió. FICHA DE LECTURA 1.-Obra: _______________________________ 2.-Autor: _______________________________________ 3.-Género literario: 4.-Especie literaria: ______________________________ ___________________ 5.Forma de composición: _______________________ 6.-Escuela literaria: ______________________________ 8.- La estructura de la obra: 7.- Época: ______________________________________ ___________________________________________________________________________ 9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________ 10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 11.- Ambiente: ___________________________________________________ 12.- Acciones principales: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 13.- Tiempo: __________________________________________________________________________ 14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________ 15.-Temas: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 16.- Argumento: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ WARMA KUYAY (Amor de niño) Noche de luna en la quebrada de Viseca. Pobre palomita, por donde has venido, buscando la arena, por Dios, por los suelos. -¡Justina! ¡Ay, Justina! En un terso lago canta la gaviota, memorias me deja de gratos recuerdos. -¡Justinay, te pareces a las torcazas de Sauciyok’! -¡Déjame, niño, anda donde tus señoritas! -¿Y el kutu? ¡Al Kutu le quieres, su cara de sapo te gusta! -¡Déjame, niño Ernesto! Feo, pero soy buen laceador de vaquellas y hago temblar a los novillos de cada zurriago. Por eso Justina me quiere. La cholita se rió, mirando al Kutu; sus ojos chispeantes como dos luceros. -¡Ay Justinacha! -¡Zonzo, niño zonzo! –habló Gregoria, la cocinera. Caledonia, Pedrucha, Manuela, Anitacha… soltaron la risa, gritaron a carcajadas. -¡Niño zonzo! Se agarraron de las manos y empezaron a bailar en ronda, con la musiquita de Julio el charanguero. Se volteaban a ratos, para mirarme, y reían. Yo me quedé fuera del círculo, avergonzado, vencido para siempre. Me fui hacia el molino viejo; el blanqueo de la pared parecía moverse, como las nubes que correteaban en las laderas de “Chawala”. Los eucaliptos de la huerta sonaban con ruido largo e intenso: sus sombras se tendían hasta el otro lado del río. Llegué al pie del molino, subí a la pared más alta y miré desde allí la cabeza del “Chawala”: el cerro, medio negro, recto, amenazaba caerse sobre los alfalfares de la hacienda. Daba miedo por las noches; los indios nunca lo miraban a esas horas y en las noches claras conversaban siempre dando la espalda al cerro. -¡Si te cayeras de pecho, tayta “Chawala”, nos moriríamos todos! Al medio del Witron Justina empezó otro canto: Flor de mayo, flor de mayo, flor de mayo, primavera, por qué no te libertaste de esa tu falsa prisionera. Los cholos se habían parado en círculo y Justina cantaba al medio. En el patio inmenso, inmóviles sobre el empedrado, los indios se veían como estacas de tender cueros. -Ese puntito negro que está al medio de Justina, y yo la quiero, mi corazón tiembla cuando ella se ríe, llora cuando sus ojos miran al Kutu. ¿Por qué, pues, me muero por ese puntito negro? Los indios volvieron a zapatear en ronda. El charanguero daba vueltas alrededor del círculo, dando ánimo, gritando como porto enamorado. Una paca-paca empezó a silbar desde un sauce que cabeceaba a la orilla del río; la voz del pájaro maldecido daba miedo. El charanguero corrió hasta el cerco del patio y lanzó pedradas al sauce; todos los cholos le siguieron. Al poco rato el pájaro voló y fue a posarse sobre los duraznales de la huerta; los cholos iban a perseguirle, pero don Froylán apareció en la puerta del Witron. -¿Largo! ¡A dormir! Los cholos se fueron en tropa hacia la tranca del corral; el Kutu se quedó solo en el patio. -¡A ese le quiere! Los indios de don Froylán se perdieron en la puerta del caserío de la hacienda y don Froylán entró al patio tras de ellos. -¡Niño Ernesto! –llamó el Kutu. Me bajé al suelo de un salto y corrí hacia él. -Vamos, niño. Subimos al callejón por el lavadero de metal que iba desmoronándose en un ángulo del Witrón; sobre el lavadero había un tubo inmenso de fierro y varias ruedas, enmohecidas, que fueron de las minas del padre de don Froylán. Kutu no habó nada hasta llegar a la casa de arriba. La hacienda era de don Froylán y de mi tío; y el resto de la gente fueron al escarbe de papas y dormían en la chacra, a dos leguas de la hacienda. Subimos las gradas, sin mirarnos siquiera, entramos al corredor, y tendimos allí nuestras camas para dormir alumbrados por la luna. El Kutu se echó callado; estaba triste y molesto. Yo me senté al lado del cholo. -¡Kutu! ¿Te ha despachado Justina? -¡Don Froylán le ha abusado, niño Ernesto! -¡Mentira, Kutu, mentira! -¡Ayer no más le ha forzado; en la toma de agua, cuando fue a bañarse con los niños! -¡Mentira, Kutullay, mentira! Me abracé al cuello del cholo. Sentí miedo; mi corazón parecía rajarse, me golpeaba. Empecé a llorar, como si hubiera estado solo, abandonado en esa quebrada oscura. -¡Déjate, niño! Yo, pues, soy “endio”, no puedo con el patrón. Otra vez, cuando seas “abogau”, vas a fregar a don Froylán. Me levantó como a un becerro tierno y me echó sobre mi catre. -¡Duérmete, niño! Ahora le voy a hablar a Justina para que te quiera. Te vas a dormir otro día con ella ¿quieres, niño? ¿Acaso? Justina tiene corazón para ti, pero eres muchacho todavía; tienes miedo porque eres niño. Me arrodillé sobre la cama, miré al “Chawala” que parecía terrible y fúnebre en el silencio de la noche. -¡Kutu, cuando sea grande voy a matar a don Froylán! -¡Eso sí, niño Ernesto! ¡Eso sí, mak’tasu! La voz gruesa del cholo sonó en el corredor como maullido del león que entraba hasta el caserío en busca de chanchos. Kutu se paró; estaba alegre, como si hubiera tumbado al puma ladrón. -Mañana llega el patrón. Mejor esta noche vemos a Justina. El patrón seguro te hace dormir en su cuarto. Que se entre la luna para ir. Su alegría me dio rabia. -¿Y por qué no matas a don Froylán? Mátale con tu honda, Kutu desde el frente del río, como si fuera puma ladrón. -¡Sus hijitos, niño! ¡Son nueve! Pero cuando seas abogau ya estarán grandes. -¡Mentira, Kutu, mentira! ¡Tienes miedo como mujer! -No sabes nada niño. ¿Acaso no he visto? Tienes pena de los becerritos, pero a los hombres no los quieres. -¡Don Froylán! ¡Es malo! ¡Los que tienen hacienda son malos hacen llorar a los indios como tú; se llevan las vaquitas de los otros, o las matan de hambre en su corral! ¡Kutu, don Froylán es peor que toro bravo! ¡Mátale, no más, Kutucha, aunque sea con galga, en el barranco de Capitana. -¡Endio no puedes niño! ¡Endio no puede! ¡Era cobarde! Tumbaba a los padrillos cerriles, hacía temblar a los potros, rajaba a látigos el lomo de los aradores, hondeaba desde lejos a las vaquillas de los potros cholos cuando encontraba a los potreros de mi tío, pero era cobarde. ¡Indio perdido! Lo miré de cerca; su nariz aplastada, sus ojos casi oblicuos, sus labios delgados, ennegrecidos por la coca. ¡A este le quiere! Y ella era bonita, su cara rosada siempre estaba limpia, sus ojos negros quemaban, no era como las otras cholas, sus pestañas eran largas, su boca llamaba al amor y no me dejaba dormir. A los catorce años yo la quería; sus pechitos parecían limones grandes, y me desesperaban. Pero ella era de Kutu, desde tiempo; de este cholo con cara de sapo. Pensaba en eso y mi pena se parecía mucho a la muerte. ¿Y ahora? Don Froylán la había forzado. -¡Mentira, Kutu! ¡Ella misma, seguro ella misma! Un chorro de lágrimas saltó de mis ojos. Otra vez el corazón me sacudía, como si tuviera más fuerza que todo mi cuerpo. -¡Kutu! Mejor la mataremos los dos a ella ¿quieres? El indio se asustó. Me agarró la frente; estaba húmeda de sudor. -¡Verdad! Así quieren los mistis. -Llévame donde Justina, Kutu! Eres mujer, no sirves para ella. ¡Déjala! -¡Cómo no, niño, para ti voy a dejar, para ti solito. Mira en Weyrala se está apagando la luna. Los cerros ennegrecieron rápidamente, las estrellitas saltaron de todas partes del cielo; el viento silbaba en la oscuridad, golpeándose sobre los duraznales y eucaliptos de la huerta; más abajo, en el fondo de la quebrada, el río grande cantaba con voz áspera. Yo despreciaba al Kutu; sus ojos amarillos, chiquitos, cobardes, me hacían temblar de rabia. -¡Indio, muérete mejor. O lárgate a Nazca! ¡Allí te acabará la terciana, te enterrarán como a perro! Pero el novillero se agachaba no más, humilde, y se iba al Witron, a los alfalfares, a la huerta de los becerros, y se vengaba en el cuerpo de los animales de don Froylán, al principio yo lo acompañaba. En las noches entrábamos, ocultándonos, al corral; escogíamos los becerros más finos, los más delicados; Kutu se escupía las manos, empuñaba duro el zurriago, y rajaba el lomo a los torillitos. Uno, dos, tres…cien zurriagazos; las crías se retorcían en el suelo, se tumbaban de espaldas, lloraban, y el indio seguía encorvado, feroz. Y yo me sentaba en un rincón y gozaba. Yo gozaba. -¡De don Froylán es, no importa! ¡Es de mi enemigo! Hablaba en voz alta para engañarme, para tapar el dolor que encogía mis labios e inundaba mi corazón. Pero ya en la cama, a solas, una pena negra, invencible, se apoderaba de mi alma, y lloraba dos, tres horas. Hasta que una noche mi corazón se hizo grande, se hinchó. El llorar no bastaba; me vencían la desesperación y el arrepentimiento. Salté de la cama, descalzo, corrí hasta la puerta; despacito abrí el cerrojo y pasé al corredor. La luna ya había salido; su luz blanca bañaba la quebrada; los árboles rectos, silenciosos, estiraban sus brazos al cielo. De dos saltos bajé al corredor y atravesé corriendo el callejón empedrado, salté la pared del corral y llegué junto a los becerritos. Ahí estaba “Zarinacha”, la víctima de esa noche, echadita sobre la bosta seca con el hocico en el suelo ; parecía desmayada; me abracé a su cuello; la besé mil veces en su boca con olor a leche fresca, en sus ojos negros y grandes. -¡Ninacha, perdóname! ¡Perdóname, mamaya! Junté mis manos y, de rodillas, me humillé ante ella. -Ese perdido ha sido, hermanita, yo no. ¡Ese Kutu, canalla, indio perro! La sal de las lágrimas siguió amargándome largo rato. Zarinacha me miraba seria, con su mirada humilde, dulce. -¡Yo te quiero, ninacha; yo te quiero! Y una ternura sin igual, pura, dulce, como la luz en esa quebrada madre, alumbró mi vida. A la mañana siguiente encontré al indio en el alfalfar de Capitana. El cielo estaba limpio y alegre, los campos verdes llenos de frescura. El Kutu ya se iba, tempranito a buscar “daños” (9) en los potreros de mi tío, para ensañarme contra ellos. -Kutu vete de aquí . En Visecas ya no sirves. Los comuneros se ríen porque eres maula. Sus ojos opacos me miraron con cierto miedo. -¡Asesino también eres, Kutu! ¡Un becerrito es como una criatura. ¡Ya en Viseca no sirves, indio! -¿Yo no más, acaso? Tú también. Pero mírale al tayta Chawala: diez días más atrás me voy a ir. Resentido, penoso como nunca, se largó a galope en el bayo de mi tío. Dos semanas después, Kutu pidió licencia y se fue. Mi tía lloró por él, como si hubiera perdido un hijo. Kutu tenía sangre de mujer; le temblaba a don Froylán, casi a todos los hombres les temía. Le quitaron su mujer y se fue a ocultar después en los pueblos del interior, mezclándose con las comunidades de Sondando; Chacrilla … ¡Eres cobarde! Yo sólo me quedé junto a don Froylán , pero cerca de Justina, de mi Justinacha ingrata. Yo no fui desgraciado. A la orilla de ese río espumoso, oyendo el canto de las torcazas y de las tuyas , yo vivía sin esperanzas; pero ella estaba bajo el mismo cielo que yo, en esa misma quebrada que fue mi nido; contemplando sus ojos negros oyendo su risa, mirándola desde lejitos, era casi feliz, porque mi amor por Justina fue un “Warma kuyay” y yo creía tener derecho todavía sobre ella; sabía que tendría que ser de otro, de un hombre grande, que manejara ya zurriago, que echara ajos roncos y peleara a látigos en los carnavales. Y como amaba a los animales, las fiestas indias, las cosechas, las siembras con música y jarawi, vivía alegre en esa quebrada verde y llena de calor amoroso del sol. Hasta que un día me arrancaron de mi querencia para traerme a este bullicio, donde gentes que no quiero, que no comprendo. El Kutu en un extremo y yo en otro. Él quizá habrá olvidado: está en su elemento, en un pueblecito tranquilo, aunque maula, será el mejor amansador de potrancas, y le respetarán los comuneros. Mientras yo, aquí vivo amargado y pálido, como un animal de los llanos fríos, llevado a la orilla del mar, sobre los arenales candentes y extraños. (José María Arguedas) FICHA DE LECTURA 1.-Obra: _______________________________ 2.-Autor: _______________________________________ 3.-Género literario: 4.-Especie literaria: ______________________________ ___________________ 5.Forma de composición: _______________________ 6.-Escuela literaria: ______________________________ 8.- La estructura de la obra: 7.- Época: ______________________________________ ___________________________________________________________________________ 9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________ 10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 11.- Ambiente: ___________________________________________________ 12.- Acciones principales: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 13.- Tiempo: __________________________________________________________________________ 14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________ 15.-Temas: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 16.- Argumento: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ EL SUEÑO DEL PONGO José María Arguedas Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas viejas. - Trota de costado, como perro - seguía ordenándole el hacendado. El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna. El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia. El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo. - ¡Regresa! - le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor. - ¿Eres gente u otra cosa? - le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio. Humillándose, el pongo contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie. - ¡A ver! - dijo el patrón - por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! - ordenó al mandón de la hacienda. Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina. El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza-, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo. El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. - Sí, papacito; sí, mamacita-, era cuanto solía decir. Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, también porque quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa -hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo. Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara. - Creo que eres perro. ¡Ladra! - le decía. El hombrecito no podía ladrar. - Ponte en cuatro patas - le ordenaba entoncesEl pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies. El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado. Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio, como viento interior en el corazón. - ¡Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! - mandaba el señor al cansado hombrecito. - Siéntate en dos patas; empalma las manos. Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas. Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor. - Recemos el Padrenuestro - decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila. El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie. En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda. - ¡Vete pancita! - solía ordenar, después, el patrón al pongo. Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos. Pero... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía un poco espantado. - Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte - dijo. El patrón no oyó lo que oía. - ¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? - preguntó. - Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte - repitió el pongo. - Habla... si puedes - contestó el hacendado. - Padre mío, señor mío, corazón mío - empezó a hablar el hombrecito -. Soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos: juntos habíamos muerto. - ¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio - le dijo el gran patrón. - Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos. Los dos juntos: desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco. - ¿Y después? ¡Habla! - ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad. - Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pensando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío. - ¿Y tú? - No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo. - Bueno, sigue contando. - Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca más transparente-. - ¿Y entonces? - preguntó el patrón. Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos. - Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro. - ¿Y entonces? - repitió el patrón. - Ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre-, diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente. - Así tenía que ser - dijo el patrón, y luego preguntó: - ¿Y a ti? - Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro Gran Padre San Francisco volvió a ordenar: - Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano-. - ¿Y entonces? - Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. Oye viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel -, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!-. Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando... - Así mismo tenía que ser - afirmó el patrón. - ¡Continúa! ¿O todo concluye allí? - No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro Gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: -Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora ¡lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo-. El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora: sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera. FICHA DE LECTURA 1.-Obra: _______________________________ 2.-Autor: _______________________________________ 3.-Género literario: 4.-Especie literaria: ______________________________ ___________________ 5.Forma de composición: _______________________ 6.-Escuela literaria: ______________________________ 8.- La estructura de la obra: 7.- Época: ______________________________________ ___________________________________________________________________________ 9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________ 10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 11.- Ambiente: ___________________________________________________ 12.- Acciones principales: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 13.- Tiempo: __________________________________________________________________________ 14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________ 15.-Temas: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 16.- Argumento: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ LA GENERACIÓN DEL 50: EL URBANISMO O NEO-REALISMO CONTEXTO HISTÓRICO SOCIAL. Sucediendo a la Literatura indigenista, tras la decadencia de la agricultura descuidada por los gobiernos de turno, emerge a partir de los años 50 la narrativa urbana. Los narradores de la Generación del 50 registraron personajes y problemas visibles en esa época, producto de las grandes migraciones campesinas y el crecimiento vertiginoso y desordenado de Lima. El gobierno militar del general Odría inicia una abultada labor de construcciones (Grandes Unidades Escolares, hospitales, etc.) valiéndose de grandes préstamos. La oferta laboral y la supuesta posibilidad de una vida mejor “con salud, educación y trabajo” atrae ingentes cantidades de provincianos, gente de campo que además de emplearse en albañilería, irá a engrosar las filas del proletariado fabril de Lima. El migrante se convierte en mano de obra barata para el comercio y la industria. La ciudad que no había sido preparada para un crecimiento tan vertiginoso se tuguriza e inicia su expansión por efecto de las urbanizaciones por un lado y las invasiones, por el otro. Los terrenos de cultivo son sembrados con fierro y cemento (“aparecen las grandes selvas de cemento”), los arenales y las faldas de los cerros cobijan a quienes no pueden acceder al mercado inmobiliario. La fisonomía de la ciudad se altera dando lugar a la formación de un gigantesco sector suburbano: barriadas, asentamientos humanos o eufemísticamente llamados pueblos jóvenes. CARACTERÍSTICAS. 1. 2. 3. 4. 5. El escenario y foco de la narración es la ciudad. Enfatiza el tema urbano: privilegiando la visión de las barriadas. El personaje principal es el migrante provinciano. Estudia los problemas de la clase media. Favorece el psicologismo como punto de vista del autor. REPRESENTANTES. NARRATIVA: Desarrollo de las siguientes corrientes: • NEOINDIGENISMO: – Manuel Scorza (Redoble por rancas) – Eleodoro Vargas Vicuña (Taita Cristo) – Carlos Eduardo Zavaleta (Los Ingar) • REALISMO URBANO: – Oswaldo Reynoso (Los inocentes, En octubre no hay milagros) – Enrique Congrains (Lima, hora cero) – Julio Ramón Ribeyro (La palabra del muro) POESÍA: Predominantemente social. • Alejandro Romualdo (La Torre de los alucinados) • Washington Delgado (Un mundo dividido) • Blanca Varela (Canto Villano) TEATRO: • Enrique Solari Swayne (Collacocha) • Sebastián Salazar Bondy (El fabricante de deudas) JULIO RAMÓN RIBEYRO (Lima, 1929 – Lima, 1994) Escritor peruano, figura destacada de la llamada Generación del 50 y uno de los mejores cuentistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Realizó sus estudios escolares en el Colegio Champagnat de Lima, para posteriormente ingresar a la Universidad Católica del Perú (1946), donde siguió estudios de Letras y Derecho. Abandonó los estudios jurídicos en 1952, cuando se encontraba en el último año de la carrera, al recibir una beca para estudiar periodismo en Madrid, adonde se trasladó en noviembre del mismo año. En julio de 1953, y después de ganar un concurso de cuentos convocado por el Instituto de Cultura Hispánica, viajó a París para preparar una tesis sobre literatura francesa en la Universidad La Sorbona, pero de nuevo decidió abandonar los estudios y permanecer en Europa realizando trabajos eventuales, y alternando su estancia en Francia con breves temporadas en Alemania (1955-56, 1957-58) y Bélgica (1957). En 1958 regresó al Perú, y en septiembre del año siguiente viajó a la ciudad de Ayacucho, para ocupar el cargo de profesor y director de extensión cultural de la Universidad Nacional de Huamanga. En octubre de 1960 regresó a Francia. En París trabajó como traductor y redactor de la agencia France Presse (1962-72). En 1972 fue nombrado agregado cultural peruano en París y delegado adjunto ante la UNESCO, y posteriormente ministro consejero, hasta llegar al cargo de embajador peruano ante la UNESCO (1986-90). Hacia 1993 se estableció definitivamente en Lima. En el Perú fue distinguido con el Premio Nacional de Literatura (1983) y el Premio Nacional de Cultura (1993), habiendo sido galardonado también en 1994 con el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo, uno de los galardones literarios de mayor prestigio en el ámbito cultural hispanoamericano. En 1994 se le otorgó el Premio Juan Rulfo. En ese mismo año fallece en Lima. OBRAS: 1. Novelas • Crónica de San Gabriel (1960) • Los geniecillos dominicales (1965) • Cambio de guardia (1976) 2. Cuentos • La palabra del mudo (Colección de cuentos) • Sólo para fumadores (1985) 3. Ensayos • La caza sutil (1975) • Prosas apátridas (1975) 4. Teatro • • • Santiago, el pajarero (1965) Confusión en la prefectura (1968) Atusparia LA PALABRA DEL MUDO La palabra del mudo es una compilación de los cuentos de Julio Ramón Ribeyro en el que, asimismo, figuran prólogos del autor. Fue publicado por primera vez en 1973 y posteriormente, han surgido nuevas ediciones que han ido incrementando la cantidad de los relatos compilados hasta abarcar su obra cuentística completa. ¿Por qué la palabra del mudo? En una carta del autor al editor, fechada el 15 de febrero de 1973, Ribeyro escribía: “¿Por qué LA PALABRA DEL MUDO? Porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de la palabra, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias”. En el mundo representado por Ribeyro observamos una dicotomía fundamental: oficialidad y marginalidad, donde el mundo oficial agrede insistentemente al mundo marginal. La palabra del mudo contiene los siguientes libros de cuentos: Los gallinazos sin plumas (1955) Cuentos de circunstancias (1958) Las botellas y los hombres (1964) Tres historias sublevantes (1964) Los cautivos El próximo mes me nivelo (1972) Silvio en El Rosedal (1977) Sólo para fumadores (1987) Relatos santacrucinos (1992) Algunos de sus cuentos más celebres son: “Alienación”, “La insignia”, “La botella de chicha”, “El jefe, El profesor suplente”, “Los gallinazos sin plumas”, etc. LOS GALLINAZOS SIN PLUMAS Don Santos, un anciano cojo, y sus dos nietos: Efraín y Enrique, habitan el mismo corralón, junto a un cerdo (Pascual), al cual Efraín y Enrique tienen que conseguir comida a como dé lugar. Todo el cariño de Don Santos está dirigido al cerdo en quien ve su fortuna, es por ello que obliga a los niños a trabajar aun estando enfermos. Cuando Efraín enferma y no se puede levantar a cumplir su diario martirio, el despiadado abuelo envía a Enrique a los muladares. Cuando los dos muchachos enfermos y cansados no pueden cumplir con los cada vez más exigentes requerimientos del abuelo, este sin ningún miramiento coge a Pedro, el perro de los niños y lo arroja al chiquero. Al regresar Enrique con los cubos llenos de comida, se da cuenta de que el perro está siendo devorado, indignado, se acerca al abuelo y le golpea el rostro con una vara, el viejo retrocede y cae de espaldas al chiquero. Luego fugará junto con su hermano. TEMA: El maltrato social CRÍTICA Es un excelente cuento que refleja la miserable existencia del provinciano (migrante) que está obligado a vivir en medio de los lupanares por su paupérrima situación económica, naturalmente como consecuencia de un orden social injusto e inhumano; donde existen clases sociales, viviendo el rico a costa del trabajo y sufrimiento del pobre. Pascual, el cerdo, representa metafóricamente la posibilidad de desarrollo socioeconómico de una familia, pero también representa la urbe que sacrifica y oprime al migrante provinciano. Los marginales de esta urbe limeña, tienen que vivir realizando trabajos deshonestos y peligrosos. Ellos son los explotados, los olvidados por una política centralista e inhumana, que no protege a la niñez. La lucha entre Enrique y el abuelo, en ese sentido, desemboca en el fracaso en la cancelación de una esperanza, temas claves en la obra de Ribeyro. No hay salida, es necesario seguir viviendo en otros basurales para encontrar algo que comer. (Arequipa, 1931…) Oswaldo Reynoso nació en Arequipa el 10 de abril de 1931. Es primo del senderista Abimael Guzmán Reynoso. Estudió en la Universidad Nacional de San Agustín de su ciudad natal y en la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle "La Cantuta", en Lima. Con su título de Profesor de Lengua y Literatura ejerció allí el magisterio, al tiempo que desarrollaba una intensa labor literaria. Empezó con su poemario "Luzbel” (1955), pero conoció el éxito a partir de la prosa, siguiendo el realismo urbano que dominaba la escena literaria del Perú en los años 50. Es un escritor que ha tenido un papel importante en la narrativa nacional al adentrarse en el mundo de la delincuencia juvenil, la violencia callejera e incorporar por primera vez en la literatura peruana del siglo XX el lenguaje de los jóvenes de las grandes urbes. Su obra estuvo en un primer momento influida por su ideología comunista, que aglutinó a un importante grupo de escritores en los años 70, entre los cuales también destaca Miguel Gutiérrez. Entre sus novelas destacan sobre todo "En Octubre no hay Milagros", "Los eunucos inmortales" y "El escarabajo y hombre". Luzbel (Poemas, 1955) Los eunucos inmortales (1995) Los inocentes o Lima en Rock (1961) El goce de la piel (2005) En octubre no hay milagros (1966) Las tres estaciones (2006) El escarabajo y el hombre (1970} En busca de la sonrisa encontrada (2012) En busca de Aladino (1993) Reynoso ha destacado asimismo por su labor como docente; ha dictado cátedra en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle "La Cantuta", la Universidad Nacional Federico Villarreal, y también en Pekín, (China). En la actualidad es uno de los escritores más leídos, y una de las figuras más destacadas de la literatura peruana. EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS La obra nos relata la dura vida de Lima en el ámbito social y psicológico, mostrando con desesperación y violencia a sus personajes. Asimismo, nos muestra las costumbres religiosas y celebraciones populares de las diferentes barriadas y quintas. Don Manuel un empresario homosexual que desde los trece años sintió esa atracción hacia los hombres, ya de adulto para tapar eso decidió casarse y tener un hijo al cual llamó Miguel, Manuel no gustaba de la pobreza, ni de los negros, ni indios y cholos, sin embargo, sí gustaba de sus hombres sobre todo si eran bien fornidos y olían a sudor, fue así que una tarde conoció a Tito un chico moreno alto, agarrado y sudoroso el cual pertenecía a esas pandillas, Manuel con su Cadillac para y le dice a Tito si quiere trabajar para él, Tito no lo duda y acepta. Ya en su casa, le invita un par de tragos y de trago en trago le dice la verdad le ofrece departamento para su mamá y Tito acepta ser su amante, luego escaparía. Manuel pensaba que iba a ser como los otros empleados que el tenía que no se iba enamorar de él, sin embargo, cuando se fue, se tornó triste, él estaba enamorado de Tito, pero jamás compraría su corazón porque el dinero no lo compra todo. Tito regresaría, pero tiempo después se marcharía. Mientras tanto su esposa en Europa tiene intimidad con españoles o ingleses, una mujer con mucha libertad, y el que toma el peso de la familia verdaderamente es su hijo Miguel que por no tener un modelo a seguir se emborracha sufre por dentro, la melancolía de no contar con una persona mayor quien le pueda dar aunque sea consejos pequeños, peor fue cuando descubre a su padre teniendo relaciones íntimas con uno de sus empleados, es ahí que no lo puede ver a su padre, y se marcha, y es donde decide escupir la imagen del Señor Moreno, al intento de escupir los guardias lo asesinan. MANUEL SCORZA (Lima, 1928 - Madrid, 1983) Fue un novelista, poeta y editor peruano de la Generación del 50, atento a los fenómenos sociales y auscultador de problemas del momento de la nación peruana. Uno de los más altos narradores perteneciente al Indigenismo o Neo indigenismo peruano, junto con Ciro Alegría y José María Arguedas, cultivador del realismo mágico. Ganó los dos primeros premios en los Juegos Florales del IV centenario de la Universidad Autónoma de México (1952) y obtuvo el Premio Nacional de Poesía José Santos Chocano (1956). En 1983, al retornar al Perú con el propósito de colaborar en las campañas políticas de la Izquierda Unida, el avión en el que venía sufrió un accidente, falleciendo a los 54 años. OBRAS LITERARIAS: Novelas. Ciclo de novelas "La Guerra Silenciosa": – Redoble por Rancas (1970) – Historia de Garabombo el Invisible (1972) – El jinete insomne (1977) – Cantar de Agapito Robles (1977) – La tumba del relámpago (1979) Poesía: - Las Imprecaciones. - Los Adioses. - Desengaños del Mago. - Réquiem para un Gentilhombre. REDOBLE POR RANCAS En el pueblo de Rancas, el juez de primera instancia, Francisco Montenegro es temido y odiado por sus malas acciones. Un buen día llega al pueblo la Cerro de Pasco Corporation, creando mucha confusión en la población, pues presienten los comuneros que serán despojados de sus tierras para entregarlas a la empresa minera norteamericana. Los comuneros eligen a Héctor Chacón para matar al abusivo juez Francisco Montenegro por todo el daño que ha cometido. Al cabo de un tiempo llega a Rancas un tren repleto de alambres de púas para cerrar los terrenos de los comuneros que sería de la empresa norteamericana. Los trabajos de cercado que hicieron fue de más de mil kilómetros de largo con el apoyo de la guardia civil, las autoridades y el párroco del pueblo. Los comuneros fueron notificados que desalojen las tierras. Las ovejas que comían pasto en los terrenos cercados fueron degolladas como una muestra de intimidación. La Guardia Civil emprendió una cacería implacable para captura a Héctor Chacón, el Nictálope, porque se enteraron de que quería matar al juez Montenegro. Los comuneros se sublevan armados de palos, picos y piedras; pero llegó la guardia de asalto. El enfrentamiento entre la guardia de asalto y los campesinos fue cruento y desigual. Murieron muchos campesinos al mando de Fortunato, defendiendo sus tierras. Tema: el abuso de las autoridades hacia los campesinos y la intromisión del capitalismo extranjero. NARRATIVA DE LOS 60 Y 70 MARIO VARGAS LLOSA ÉPOCA (1936…) : Contemporánea. MOVIMIENTO LITERARIO: Urbanismo. Boom literario latinoamericano. GENERACIÓN: Generación del 60. CALIFICATIVO: “El Arquitecto de la Narrativa Urbana”. Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936. Meses antes, por cosas del destino, sus padres se habían separado, de tal manera que la primera infancia del niño transcurre alejada de la autoridad paterna. De 1937 a 1945, vivió en Cochabamba, Bolivia, y estudió en el Colegio La Salle. Posteriormente regresa con su familia al Perú y se instalan en Piura, al ser nombrado, el abuelo, prefecto de esta ciudad. En 1947, sus padres se reconcilian y se establece la familia en Lima, en donde es matriculado en el Colegio La Salle. Este encuentro con el padre, después de diez años de ausencia, afectó seriamente el espíritu de este niño, que no quería cambiar las caricias de la madre por la férrea disciplina paterna. A partir de ese momento, empieza la ruptura con la realidad por parte del escritor que prefiere encerrarse en su habitación, leyendo novelitas de aventura, a tener que aceptar la rigidez del padre. En 1950, su padre decide ingresarlo al Colegio Militar Leoncio Prado, acontecimiento que marcará la sensibilidad del escritor y que posteriormente recreará en una de sus primeras novelas. Por una parte, el orden y la disciplina de la institución castrense, y por otra la violencia, la discriminación y el machismo imperante al interior le hacen tomar conciencia de la compleja y dolorosa realidad peruana. A partir de ese momento, surgen en el escritor los móviles que van a definir su existencia: la creación de un mundo irreal más aceptable y armonioso a través de la literatura, y el ansia de libertad que marcarán sus ensayos políticos. Ingresa en San Marcos en 1953 para estudiar Letras y Derecho. Por aquella época, escribe cuentos y artículos periodísticos "con gran inseguridad y mucho esfuerzo" como reconoce el propio autor y trabaja como redactor de noticias en una radio. En 1955, contrae matrimonio con Julia Urquidí, su tía política, catorce años mayor que él. Tres años después viaja a Francia por muy breve tiempo, con motivo de la premiación de su cuento "El desafío" por parte de La "Revue Francaise". Este viaje le permitió concluir que Europa era el ambiente adecuado para su vocación de escritor. Y a este continente regresó acompañado de su reciente esposa, en busca de un ambiente más estimulante para la creación. Pero el año que marca el inicio de una carrera dirigida hacia la cima de las letras castellanas es 1962, año en que es galardonado con el Premio Biblioteca Breve, otorgado por la editorial Seix Barral, en mérito a la novela "La ciudad y los perros", originalmente titulada "Los impostores". En esta primera novela, Vargas Llosa recrea el mundo de los adolescentes y sus conflictos en el Colegio Militar "Leoncio Prado", haciendo uso de una técnica literaria impecable, lograda de la lectura de los autores de la llamada Generación Perdida, como es el caso de William Faulkner. En 1964, se separa definitivamente de Julia Urquidí y al año siguiente retorna a Lima por un breve periodo y se casa con su prima hermana Patricia Llosa. Posteriormente, retorna a Europa y radica en Londres. Su consagración como escritor se realiza en 1967, año en que es galardonado por su novela "La casa verde" con el Premio "Rómulo Gallegos", en cuya ceremonia de premiación fue ovacionado como ningún otro escritor latinoamericano. En 1970, se traslada a Barcelona, España, y permaneció en esta ciudad por cuatro años. A mediados de 1974, retornó al Perú y durante un buen tiempo alternó su estancia entre nuestro país y Europa. En 1987, después del discurso presidencial del entonces mandatario García Pérez, decide incursionar en la política a raíz de la pretendida Estatización de la Banca y a partir del año siguiente inicia una carrera política que lo llevará a ser candidato a la presidencia del país para las elecciones de 1990 (su contendiente fue Alberto Fujimori). Ante su fracaso electoral, se retira a España, en donde inicia la escritura de sus memorias como fruto de esta experiencia política. mundo de las letras hispanas. En 1993, se nacionaliza español y partir de ese momento se inicia una relación conflictiva con el Perú a raíz de una campaña tendenciosa realizada por la prensa de nuestro país. En 1996, es incorporado a la Real Academia Española, pronunciando un discurso sobre la vida y obra de José Martínez Ruíz, "Azorín", confirmando con este hecho su presencia y participación activa en el Actualmente radica en España y ocasionalmente viene al país. PRODUCCIÓN LITERARIA. A. NARRATIVA: 1959: "Los jefes". 1962: "La ciudad y los perros". 1966: "La casa verde". 1967: "Los cachorros". 1969: "Conversación en La Catedral". 1973. "Pantaleón y las visitadoras". 1977: "La tía Julia y el escribidor". 1981: "La guerra del fin del mundo". (Novela total) 1984: "Historia de Mayta". 1986: "¿Quién mató a Palomino Molero?" 1987: "El hablador". 1988: "El elogio de la madrastra". 1993: "Lituma en los Andes”. “El pez en el agua". 1997: "Los cuadernos de don Rigoberto". 2000: "La fiesta del chivo". OTRAS NOVELAS: “El paraíso en la otra esquina”: “La verdad de las mentiras” “Travesuras de la niña mala” “El sueño del celta” “El héroe discreto” (última novela 2013) B. ENSAYO: 1971: "García Márquez historia de un deicidio e historia secreta de una novela". 1975: "La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary". 1983: "Contra viento y marea". 1997: “La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del Indigenismo”. 1988: "La cultura de la libertad". 1998. "Cartas a un novelista". C. TEATRO: 1952: "La huida del inca". 1981: "La señorita de Tacna". 1983: "Kathie y el hipopótamo". 1986: "La chunga". 1996: "Ojos bonitos, cuadros feos". PREMIOS Y DISTINCIONES. En 1959 gana el Premio Leopoldo Alas por Los jefes. En 1962 obtiene el Premio Biblioteca Breve con la Ciudad y los perros. Con esta misma novela obtiene en 1963 el Premio de la Crítica Española y el segundo puesto del Prix Formentor. En 1967 obtiene los premios Nacional de Novela del Perú, el Premio de la Crítica Española y el Rómulo Gallegos por su novela La casa verde. En 1977 es nombrado miembro de la Academia Peruana de la Lengua y ocupa la Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de Cambridge. En 1982 recibe el Premio del Instituto Ítalo Latinoamericano de Roma. En 1985 obtiene el Premio Ritz París Hemingway por su novela La Guerra del fin del mundo. 1986 es galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras En 1988 recibe el Premio Libertad en Suiza, otorgado por la Fundación Max Schmidheiny. En 1989 recibe el Premio Scanno en Italia por su novela El hablador. En 1990 gana el Premio Castiglioni de Sicilia en mérito a su obra novelística y es nombrado Profesor Honoris Causa de la Universidad Internacional de Florida en Miami. Es también Doctor Honoris Causa de la Universidad Hebrea de Jerusalén, del Connecticut College en Estados Unidos, del Queen Mary College, de la Universidad de Londres y de la Universidad de Boston. En 1993 obtiene el Premio Planeta por su novela Lituma en los Andes. En 1994 fue galardonado con el Premio Cervantes, en reconocimiento a su trayectoria como escritor e intelectual. El 24 de marzo de 1994 es elegido Miembro de la Real Academia Española. Este mismo año le fue otorgado el Premio Literario Arzobispo San Clemente de Santiago de Compostela por Lituma en los Andes. En 1995 le fue concedido el Premio Jerusalén. En 1996 el Gremio de Libreros Alemanes le otorga el Premio de la Paz. En abril de 1997 se le otorga el Premio Mariano de Cavia, que concede el diario ABC, por su artículo "Los Inmigrantes", publicado en El País. En mayo de 1999 recibió el Premio Ortega y Gasset de periodismo en mérito a un artículo sobre el Sensacionalismo de la Prensa. En julio del mismo año se le otorgó el Premio Internacional Menéndez Pelayo, en reconocimiento a su trayectoria literaria. En el 2010: _______________________________________________________________________________ LA CIUDAD Y LOS PERROS (1962) Es la primera novela de Vargas Llosa y la que se hace internacional al ganar el Premio Biblioteca Breve. Describe la vida del Colegio Militar Leoncio Prado, particularmente la de un grupo de adolescentes cadetes que se enfrentan al riguroso y autoritario orden militar. Dentro del colegio se ha formado una asociación clandestina denominada El Círculo cuyo líder es El Jaguar, un muchacho rubio de gran destreza en la pelea cuerpo a cuerpo quien será el que dirija los proyectos de ésta, asimismo es el asesino del cadete Arana apodado El Esclavo. I. Género : Narrativo II. Especie : Novela III. Personajes: – Jaguar : Líder del círculo – El Rulos : Cadete – El Esclavo : Cadete Arana – Gamboa : El – El Poeta : Cadete Alberto Fernández Teniente – El Serrano : Cadete Cava – Garrido : El Capitán – El Boa : Cadete – Paulino : Propietario de la Perlita IV. Estructura: Dos partes y epílogo. Fue publicada inicialmente con el nombre de «Los Impostores». V. Escenario: Colegio Militar Leoncio Prado y otros lugares de la Capital. VI. Argumento: La obra comienza cuando se sortea con unos dados, quien debe robar la prueba, es elegido es el serrano Cava. La autoridades se dan cuenta de la pérdida de las pruebas y determinan que el Colegio quede acuartelado y ejecutado en virtud de las órdenes del círculo, secta que ejerce su mandato clandestino entre los cadetes, las sospechas recaen sobre sus componentes, generando una progresiva tensión que se resuelve con la muerte de Ricardo Arana, apodado El Esclavo, en el transcurso de unas maniobras o ensayos. Y aunque la versión oficial consagra el hecho como un accidente, los rumores señalan al Jaguar, jefe del círculo, se trataría de un acto de venganza contra el delator. Alberto lo denuncia, pero su acusación cae en el vacío, porque las autoridades se cierran en su decisión de evitar el escándalo que caería sobre la institución en su totalidad. Es este el momento en que la impostura se revela en toda su magnitud: el poeta es chantajeado, ya que se sabe que es el autor de las novelistas pornográficas que vende a sus compañeros; el teniente Gamboa pierde la posibilidad de un ascenso y es destinada finalmente a una guarnición remota del Perú profundo. La versión oficial se mantiene y el epílogo muestra la partida de los cadetes y las condiciones de su reinserción a la sociedad, que ha confiado la custodia y formación de los jóvenes a la institución. VII. Tema Principal. Los esquemas impositivos y autoritarios en la enseñanza castrense. Temas Secundarios: – La rebeldía ante el sistema castrense. – La agresividad como método de subsistencia. ALFREDO BRYCE ECHENIQUE (1939…) ÉPOCA : Contemporánea. MOVIMIENTO LITERARIO: Urbanismo. GENERACIÓN : Generación del 70. Nacido en Lima, de familia acomodada, estudió en colegios norteamericanos e ingleses para luego ingresar en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En 1964 viajó a Francia y estudió en la Universidad de La Sorbona de París donde se doctoró en Letras y desde 1968 dicta cursos en varias universidades francesas sobre literatura y cultura latinoamericana. Tras “una corta vida feliz del anónimo escritor Alfredo Bryce”, como el mismo la ha llamado, pública su primer libro “Huerto cerrado” (1968), colección de cuentos premiados con una mención por la Casa de las Américas de Cuba. Sin embargo, es con la publicación de su primera novela “Un mundo para Julius” (1970) que Bryce se convierte junto con Arguedas, Ribeyro, Ciro Alegría y Vargas Llosa en uno de los escritores contemporáneos más importantes del Perú. En 1972 la Junta Militar de Juan Velasco Alvarado le otorga el “Premio de Fomento a la Cultura Ricardo Palma” porque su novela, “Un mundo para Julius”, criticaba a la oligarquía peruana. Bryce Echenique es uno de los autores hispanoamericanos más publicado y traducido del momento. La obra narrativa de Bryce es una de las más importantes en la actualidad: en sus novelas fundamentales logra auscultar con agudeza, humor y desenfado la vida disoluta y extranjerizante de la oligarquía limeña que él muy bien llegó a conocer. SUS NOVELAS: • • • • • • • "Huerto cerrado" (Cuentos, 1968) “Un mundo para Julius” (1970) “Tantas veces Pedro” (1977) “La vida exagerada de Martín Romaña” (1981) “El hombre que hablaba de Octavio de Cádiz” (1985) “La última mudanza de Felipe Carrillo” (1988) “Dos señoras conversan” (1990) • • • • • • “No me esperen en abril” (1995) “Reo de nocturnidad” (1997) “Permiso para vivir” (Antimemorias) “La amigdalitis de Tarzán” (1998) "Guía triste de París" (Cuentos 1999). “El huerto de mi amada” CARACTERÍSTICAS DE SU OBRA: 1. El estilo característico de Bryce, es la oralidad; es decir, trasladar el lenguaje oral a la novela, de tal manera que la obra parezca un diálogo con el lector. 2. Por otro lado, la presencia de un tono triste y melancólico en todo el relato nos transmite un sentimiento de compasión para el personaje principal de la obra. 3. Alfredo Bryce Echenique pertenece a la narrativa de la década del "70, época en que todos los escritores van a aprovechar las nuevas técnicas introducidas por el "Boom Latinoamericano", tales como : el tiempo circular, el monólogo interior y el narrador parcialmente omnisciente. UN MUNDO PARA JULIUS (1970) Es una novela que describe de un modo realista, sobre todo humanístico, el mundo de la vieja oligarquía limeña con su vida muelle, producto de sus valores insustanciales y equivocados ideales. El autor contrasta además la vida sencilla de los criados con la vida hueca, elegante y superficial de los ricos, pasada en cocteles, en campos de golf y en viajes a Europa. Un mundo para Julius narra la vida de un niño rico, Julius, entre las edades de cinco y once años. Sus padres –Susan, la madre, glamorosa, muy linda como una actriz de cine, de deliciosa frivolidad–; Juan Lucas, el padrastro (el padre real ha muerto al comenzar el libro) afanado al golf, adinerado en alianza con los intereses financieros estadounidenses– pertenecen a lo que en el Perú se llama la oligarquía. Julius tiene dos hermanos mayores, Santiago, el mayor, Bobby, el menor. Son los productos de una educación recibida tanto en el hogar y en la escuela como también en “la sociedad” que se adhiere a los valores de aquella oligarquía: dinero, apellidos, “elegancia”, evitamiento de la seriedad de la tristeza, la tragedia, la pobreza en breve es una educación adscrita a los valores o falta de valores de una frivolidad generalizada. Julius difiere de los otros miembros de su familia en que es sensible (su madre también lo es pero suprime su sensibilidad). Su crianza está confiada a los sirvientes que lo adoran. Aquí la novela muestra una gran simpatía por las gentes humildes y desvalidas que aparecen a lo largo de la novela (Vilma, Celso, Nilda, Carlos), acercándose a ellas con singular ternura y consigue por eso penetrar en su interior, en su alma, en su psicología. La hermana de Julius, Cinthia, a quien él quiere mucho, casi demasiado pronto muere de tuberculosis. Este fallecimiento, junto con la muerte de una de sus sirvientas y, ya antes, la muerte de su propio padre, despiertan en el muchachito varias crisis y una lenta toma de conciencia que se alimenta de aquellos aspectos de la vida que su familia pasa por alto. En resumen: La novela nos presenta de manera realista e irónica la vida delicada de la burguesía, el mundo de la infancia y la adolescencia (Julius no solamente es el protagonista del libro sino también el instrumento de su exploración). De otro lado, también expresa el mundo de la debilidad física y la frustración, de la clase alta limeña y la postergación social de los criados. LOS MORIBUNDOS Julio Ramón Ribeyro A los dos días que empezó la guerra comenzaron a llegar a tocaba por todas partes, para ver si no estaba herido, Paita los primeros camiones con muertos. Mi hermano Javier sorprendida de que viniera de la guerra sin que le faltara un me llevó a verlos a la entrada del hospital. Los camiones se brazo o por lo menos un dedo. detenían un momento frente al portón y los enfermeros salían para echarles una ojeada. A veces encontraban a un -Déjame que me haces cosquillas -se quejaba Marcos y moribundo entre tanto cadáver, lo ponían en una camilla, lo seguía contando la batalla de Zarumilla y la captura de Puerto metían rápidamente al hospital y el camión seguía rumbo al Bolívar. Algunos vecinos habían venido para escucharlo. cementerio. -¿Es verdad que lanzamos paracaidistas? -le preguntaron. -Los que tienen polainas son los ecuatorianos -decía Javier-. -Lanzamos seis. Uno de ellos cayó en el mar y fue recogido Los que tienen botas son los peruanos. por una lancha ecuatoriana. Pero los otros cinco capturaron el puerto. Pero estos detalles me tenían sin cuidado, pues lo único que me interesaba era ver cómo los muertos, al morir, trataban de -¿Y esta guerra, la ganamos o no? abrir la boca y de enseñar los dientes, aunque fuera los dientes rotos a través de los labios rotos. Me llamaba la -Ya está ganada. atención la risa de los muertos, una risa que yo encontraba, -¡Viva el Perú! -gritó uno de los vecinos... no sé por qué, un poco provocadora, como la risa de aquellas personas que lo hacen sin ganas, solamente por fastidiarnos Nadie le hizo caso. la paciencia. Otra impresión no me producían los muertos, quizás porque había demasiados y su misma abundancia Al día siguiente mi padre llegó a la casa muy campante: destruía ese efecto patético que produce el muerto solitario. -Hoy he metido siete heridos en la parroquia y cuatro en la Ya no parecían hombres los muertos en camionadas. casa de Timoteo Velázquez, que tiene huerta. ¡Y que no me Parecían cucarachas o pescados. frieguen mucho ni me miren de reojo en la calle porque les meto heridos en su casa! -¿Y por qué los traen hasta aquí? -le pregunté a Javier- ¿Por qué no los dejan en Tumbes o los entierran en la frontera? Nuestro turno no tardó en llegar. Fue la misma noche que -No sé -me respondió-. Yo creo que los traen vivos, pero que Marcos regresó al frente y que mi hermana se arrastró por la se mueren en el camino. casa dando de gritos. Ya la habían calmado y todo estaba en silencio cuando tocaron la puerta de la calle. Alguien decía en Cuando regresábamos a casa me enseñó dos tiendas que la calzada: estaban con las puertas cerradas. En ambas habían pintado con tiza la palabra mono. -Requisición de cuartos vacíos. -A los ecuatorianos les dicen monos -me explicó-. Estas tiendas son de monos, que no abren porque tienen miedo o porque se han ido. En Paita y en Tumbes hay bastantes monos. A nosotros en Ecuador nos dicen gallinas, porque hemos perdido todas las guerras, la con Chile, la con Colombia,... qué sé yo... Pero esta sí que no la perdemos. En la casa: mi hermana Eulalia estaba llorando porque a su novio Marcos, que es teniente, lo habían destacado a la frontera. Esa mañana había recibido una carta de él desde Tumbes, en la que contaba la batalla de Zarumilla y la captura de Puerto Bolívar. Mi mamá le daba valeriana para calmarle los nervios y encendía velas a todos los santos. Mi papá, en cambio, no hacía sino renegar de la mañana a la noche. Las clases del Colegio Nacional, donde es profesor, habían sido suspendidas a causa de la guerra y por esta razón andaba ocioso por la casa, sin saber qué hacer con su enorme mañana en blanco. -¿A mí qué me importa la guerra? exclamaba--. Si todos supieran bien su cartilla y su tabla de multiplicar no tendrían por qué estarse matando. ¡Y yo que pensaba aplazar esta semana a Pérez en botánica. Pronto los muertos no entraron ya en el cementerio ni los heridos en el hospital. A los muertos comenzaron a enterrarlos cerca del río y a los heridos a guardarlos en el municipio y en el Colegio Nacional. Mi papá salió muy alborotado cuando se enteró de esto, para ver qué iba a pasar con su salón de clase. Todos esperábamos que regresaría rabiando, pero llegó muy orondo, con un brazalete rojo en la manga de su camisa. -Pertenezco al cuerpo de requisición de cuartos vacíos -dijo-. Tengo que regresar esta tarde al colegio para ver dónde metemos a los heridos. Hoy han llegado siete ambulancias. Esa noche vino Marcos del frente. Lo habían mandado a Paita con una misión especial. Lo primero que hizo fue venir a casa y se estuvo allí hablando hasta tarde. Mi hermana lo Después sentí que mis padres caminaban por la sala. -¿Pero tú habías declarado que teníamos cuartos? – preguntaba mi mamá. -Dije sólo que teníamos un depósito desocupado. Estos heridos me los debe haber mandado Timoteo Velázquez en venganza. -Habrá que recibirlos, pues, ¿Son peruanos o ecuatorianos? Mi hermano Javier se levantó y entreabrió la puerta para espiar. Yo lo imité y ambos vimos como atravesaban la sala los enfermeros, llevando dos parihuelas. Mi papá, en pijama, los guiaba por el corredor que conduce a la cocina. -Dentro de un rato iré a ver quiénes son los heridos -dijo Javier poniéndose las pantuflas-. Tú no te muevas de acá. Cuando sentimos que los enfermeros se iban y que los viejos se acostaban, Javier salió del dormitorio con su linterna. A los cinco minutos regresó. -¿Son peruanos o ecuatorianos? -le pregunté. -No sé -me respondió confundido-. No tienen botas ni polainas. Están descalzos. Al día siguiente me desperté muy temprano. La presencia de esos soldados me causaba cierta opresión, como si al fin la guerra hubiera metido sus zarpas en nuestra casa. Apenas mi madre partió para la misa de seis, me levanté y me fui corriendo al depósito. Sin el menor miramiento abrí la puerta de par en par y quedé plantado delante de los heridos. Los habían tirado en dos colchonetas de paja y ambos, a pesar de la hora, estaban con los ojos abiertos mirando fijamente las vigas del techo. Uno de ellos estaba color ceniza y sudaba y el otro tenía un brazo vendado fuera de la cama y las mejillas hundidas. Aparte de esto no vi en ellos nada especial. Parecían dos pastorcitos cajamarquinos o dos de esos arrieros que yo había visto caminando infatigables por las puntas de Ancash. -"Son peruanos" -pensé-. "; los ecuatorianos deben ser más peludos". Me iba a retirar, un poco decepcionado, cuando uno de ellos dijo algo. Al volverme vi que el pálido movía los labios: -Agua... Al decir esto sacó una pierna por debajo de las sábanas y me mostró su rodilla: una herida se abría redonda y violácea como una hortensia en toda su floración. Yo corrí a la cocina, sintiendo una especie de vértigo y allí me encontré con mi hermana que ponía la tetera en el fogón. -¿Qué pasa? -me preguntó- ¡Se te ha ido la sangre de la cara! -Uno de los heridos quiere agua -le respondí-. Tiene un tumor horrible en la rodilla. -¡No se la des! -chilló Eulalia-. Que se mueran de sed, que revienten esos pestíferos. ¡Son ecuatorianos! Ellos son los que disparan contra Marcos. ¿Por qué los han traído acá? ¡Si no se van de la casa me voy a tirar al mar! Ya comenzaba a llorar y yo no sabía qué hacer. -¿Quién te ha dicho que son ecuatorianos? -le pregunté. -No sé. Anoche oí algo cuando me iba a dormir. ¡Ay virgencita mía, nuestra casa con los asesinos de Marcos! Yo serví un vaso de agua y no supe si dárselo a Eulalia para calmarla o si llevársela al herido. Por último me lo bebí. En ese momento apareció mi padre. -¿Qué haces tú sin zapatos? gritó y se llevó a mi hermana a zamacones. Poco después regresó. Yo estaba inmóvil, con el vaso vacío en la mano. -Seguro que has estado viendo a los heridos -me dijo- ¿No se nos ha muerto ninguno por la noche? -El que está medio cojo quiere agua. -Vamos a dársela -me respondió. Cuando entramos al depósito los heridos parecían dormitar. -Ese es el peruano -dijo señalando al que había pedido aguaEh, tú abre los ojos, ¿no quieres refrescarte un poco? Cuando el soldado abrió los ojos, mi padre, que avanzaba el brazo, se contuvo. -Creo que me he equivocado, este es el ecuatoriano. -¡Caramba, ayer me dijeron cuál era cuál! Ya me olvidé. ¿De dónde eres tú? El soldado no respondió: se limitaba a mirar el vaso que mi padre sostenía en la mano. -Toma -dijo-. Me dirás después de dónde erres. El soldado bebió y recostándose con la almohada se volvió contra la pared y se echó a dormir. -Pregúntale al otro -dije. El otro había abierto los ojos y nos miraba o trataba de mirarnos, como si fuéramos sombras o pesadillas. Sus mejillas se le hundían bajo los pómulos y el mentón se le caía, dejando ver la punta de una sonrisa. enfermeros para que los reconozcan. Ellos sí saben de dónde son. Los enfermeros vinieron sólo en la tarde. Estaban muy atareados y decían que se les estaba acabando las medicinas. Cuando los condujimos al depósito convertido en enfermería examinaron a los heridos. A los dos les pusieron termómetros en el ano y les tomaron la presión. -El de acá puede todavía curarse- dijo uno de los enfermeros señalando al de la pierna herida-. Pero el otro creo que se nos va. Al decir esto lo descubrió para que viéramos: tenía un tapón de algodones rojos en la axila y la sábana estaba toda manchada de sangre. -¿Ese es el peruano? preguntó mi padre. Los enfermeros se miraron entre sí, consultaron unas fichas y quedaron mirando a mi padre desconcertados. -¿Usted no lo sabe? Con todo este lío se han perdido los documentos de identidad. Se lo averiguaremos en el hospital. Al día siguiente la radio dijo que los ecuatorianos habían capitulado: había sido una guerra relámpago. Hubo una parada en la ciudad y a los escolares nos obligaron a desfilar con una banderita peruana en la mano. Por la noche se realizó una ceremonia en la Municipalidad, en la cual mi padre habló, en nombre de la defensa civil. Y mientras tanto los heridos, olvidados ya se seguían muriendo en nuestra casa. Por una confusión de la burocracia militar, esos heridos no figuraban en ninguna planilla y las autoridades querían desentenderse de ellos. En medio del regocijo del armisticio, los moribundos eran como los parientes pobres, como los defectos físicos, lo que conviene esconder y olvidar, para que nadie pueda poner en duda la belleza de la vida. Mi padre había ido varias veces al hospital para que enviaran un médico, pero sólo le mandaron de vez en cuando a un enfermero que venía a casa, les ponía una inyección y se iba a la carrera, como después de cometer una fechoría. A la semana los heridos formaban parte del paisaje de nuestra casa. Mi hermano había perdido el interés por ellos y prefería irse por las playas a cazar patillos y mi madre, resignada había asumido la presencia de los soldados, entre jaculatorias, como un pecado más: Una mañana me llevé una enorme sorpresa: al entrar al depósito encontré a uno de los soldados. El de la pierna herida estaba de pie, apoyado contra la pared. Al verme entrar, señaló a su compañero: -Se está muriendo, niño. Todita la noche ha llorado. Dice que ya no puede más. El del brazo herido parecía dormir. -Yo ya me quiero ir, niño -siguió-. Yo soy del Ecuador, de la sierra de Riobamba. Este aire me hace mal. Ya puedo caminar. Despacito me iré caminando. Al decir esto, dio unos pasos cojeando por el depósito. -Que me den un pantalón. Ya no tengo calentura. Déjenme ir, niño. -¿Tú eres peruano? -preguntó mi padre. El soldado abrió más la boca, parecía que se iba a reír ya, como los moribundos del camión, peor sólo dijo una palabra que no entendimos. -¿Qué demonios dice? -preguntó mi padre-. Parece que tuviera un nudo en la lengua. Esperamos que vengan los Como avanzaba hacia mí, me asusté y salí a la carrera. Mis padres se habían ido al puerto a buscar pescado fresco, pues esa noche le daban una comida a Marcos. El soldado salió hasta el corredor y desde allí me seguía llamando. Por suerte mi hermano Javier llegaba en ese momento de la calle. -Ya sé cuál es el ecuatoriano! -dije, señalando al corredor¡Dice que quiere irse! Al ver al soldado, Javier buscó su honda en el bolsillo. -¡Tú eres nuestro preso! -gritó- ¿No sabes que la guerra la hemos ganado? ¡Regresa a tu cuarto! -¿Cómo sabes? -Yo entiendo, señor. Mi papá lo miró sorprendido. El soldado vaciló un momento y regresó al depósito, apoyándose en la pared. Javier avanzó por el corredor y puso una tranca en la puerta. Después me miró. -Montaré guardia -dijo-. De aquí nadie se nos escapa. Mucha gente importante de la ciudad fue invitada a la comida de esa noche, entre ella, el comandante de la zona y un ecuatoriano que era dueño del "Chimborazo", el bar más grande de Paita. Marcos, que iba mucho a ese bar, había querido que lo invitaran, pues dijo que era una comida de "fraternidad". En medio de la comida llegaron los gritos del depósito. Después de interrumpirse un momento, los invitados siguieron conversando. Pero como los gritos se repitieron mi papá se levantó. -Tenemos unos heridos -dijo excusándose-. Vamos a ver qué pasa -y mirando al dueño del "Chimborazo" agregó-. Uno es paisano de usted, según me he enterado esta mañana. El ecuatoriano se hizo el desentendido y le llenó la copa al comandante, mientras la conversación empezaba de nuevo. Yo me levanté para seguir a mi papá. Al entrar al depósito encendimos la luz: el peruano había aventado su ropa de cama y estaba extendido de través sobre el colchón, moviendo las piernas en el aire, como si hiciera gimnasia. Pero bastaba mirarle la cara para darse cuenta que esos movimientos no tenían nada que ver con él y que eran como de otro hombre que estuviera metido dentro del tronco. Mi papá se agachó para sujetarle las piernas y el herido lo agarró con su mano sana de la corbata. Sus ojos miraban con terror. Sus labios comenzaban a moverse y por ellos salían sus palabras tan amontonadas que parecían formar un canto sin fin. -¿Qué quieres? -le preguntó mi papá- ¿Quieres agua? ¿Quieres que te echen un poco de aire? ¡Pero habla en castellano, si quieres que te entienda! De Jauja, sí, ya sé que eres de Jauja, pero ¿qué más? El herido seguía hablando en quechua. Mi papá salió rápidamente y se dirigió al comedor. -¿Alguno de ustedes sabe quechua? -oí que preguntaba. Algo respondió Marcos y los invitados se echaron a reír. Mi padre reapareció. El moribundo había dejado de mover las piernas y sus palabras eran cada vez más lentas. El ecuatoriano, que había estado todo el tiempo completamente cubierto con su sábana, sacó la cabeza. -Quiere escribir carta -dijo. -Él y yo hablamos la misma lengua. Mi padre me mandó traer papel y lápiz. Cuando regresé, le decía al ecuatoriano: Díctame, pero claro. Que yo pueda escribir palabra por palabra. Mi papá comenzó a escribir. Tenía la nariz colorada, como cuando se emborrachaba. El otro soldado le dictaba: -En la cuadra hay tres caballos dice...el caballo del teniente dice...matadura en el anca del caballo del teniente dice... Tulio dice... -¿Quién es Tulio? -preguntó mi papá. -¡Vivan los patriotas! -gritó alguien en el comedor. -¡Cierra bien la puerta! -me ordenó mi papá. -Tulio es su hermano -dijo el soldado-. Siga usted: ya no puede más dice... en el campo galopa rápido caballito dice... caballito de todos los colores caballito lindo dice... ay mi estomaguito dice... ay cólico le dio al teniente florcita dice... al galope voy montando dice... por campo va dice... ya no puedo más dice... diarrea dice... diarrea le dio al teniente dice... diarrea diarrea... El moribundo dejó de hablar y comenzó nuevamente a mover las piernas. Mi papá quiso sujetárselas. Sentimos un mal olor. Vimos que el colchón comenzaba a ensuciarse. El soldado se había zurrado. Cuando mi papá le levantó la cara de los pelos, vimos que reía. Estaba ya muerto. Los tres quedamos callados. Mi papá enderezó al soldado y la tapó con la frazada. Después quedó mirando el papel que había escrito y lo leyó varias veces. -Habrá que mandar esto -dijo- Pero ¿a quién? ¿Para qué? Doblando el papel en cuatro se lo guardó en el bolsillo. En el comedor alguien lanzaba vítores por Marcos. -¿Cuándo me iré de aquí? -preguntó el ecuatoriano-. Este aire me mata, señor. Ya puedo caminar. Mi papá no le respondió. Regresamos al comedor, donde estaban sirviendo el postre. El dueño del "Chimborazo" descorchaba el champán que había traído de regalo. -¿Qué ha pasado? - preguntó mi mamá por lo bajo, al ver que mi padre estaba de pie junto a la mesa, con su nariz más colorada que nunca. -Nada - respondió y se sentó en su silla, mirando fijamente la medalla nueva que brillaba en el pecho del comandante. FICHA DE LECTURA 1.-Obra: _______________________________ 2.-Autor: _______________________________________ 3.-Género literario: 4.-Especie literaria: ______________________________ ___________________ 5.Forma de composición: _______________________ 6.-Escuela literaria: ______________________________ 8.- La estructura de la obra: 7.- Época: ______________________________________ ___________________________________________________________________________ 9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________ 10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 11.- Ambiente: ___________________________________________________ 12.- Acciones principales: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 13.- Tiempo: __________________________________________________________________________ 14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________ 15.-Temas: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 16.- Argumento: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ EL HERMANO MENOR Mario Vargas Llosa Al lado del camino había una enorme piedra, y, en ella, un sapo; David le apuntaba cuidadosamente. la cascada. Él sabe que por aquí podrían verlo: siempre pasa alguien por el camino. -No dispares -dijo Juan. -Como quieras -dijo Juan. David bajó el arma y miró a su hermano, sorprendido. -Puede oír los tiros -dijo Juan. Y un momento después preguntó: -¿Y si hubiera mentido el tipo ese? -¿Estás loco? Faltan cincuenta kilómetros para la cascada. -A lo mejor no está en la cascada -insistió Juan-, sino en las grutas. -No -dijo David-. Además, aunque estuviera, no pensará nunca que somos nosotros. El sapo continuaba allí, respirando calmadamente con su inmensa bocaza abierta, y, detrás de sus lagañas, observaba a David con cierto aire malsano. David volvió a levantar el revólver, apuntó con lentitud y disparó. -No le diste -dijo Juan. -Sí le di. Se acercaron a la piedra. Una manchita verde delataba el lugar donde había estado el sapo. -¿Quién? -El que nos dijo que lo vio. -¿Leandro? No, no se atrevería a mentirme a mí. Dijo que está escondido en la cascada, y es seguro que ahí está. Ya verás. Continuaron avanzando hasta entrada la noche. Una sábana negra los envolvió, y, en la oscuridad, el desamparo de esa solitaria región sin árboles ni hombres era visible sólo en el silencio, que se fue acentuando hasta convertirse en una presencia semicorpórea. Juan, inclinado sobre el pescuezo de su cabalgadura, procuraba distinguir la incierta huella del sendero. Supo que habían alcanzado la cumbre cuando, inesperadamente, se hallaron en terreno plano. David indicó que debían continuar a pie. Desmontaron, amarraron los animales a unas rocas. El hermano mayor tiró de las crines de su caballo, lo palmeó varias veces en el lomo y murmuró a su oído: -¿No le di? -Ojalá no te encuentre helado, mañana. -Sí -dijo Juan-, sí le diste. -¿Vamos a bajar ahora? -preguntó Juan. Caminaron hacia los caballos. Soplaba el mismo viento frío y punzante que los había escoltado durante el trayecto, pero el paisaje comenzaba a cambiar: el sol se hundía tras los cerros, al pie de una montaña una imprecisa sombra disimulaba los sembríos, las nubes enroscadas en las cumbres más próximas habían adquirido el color gris oscuro de las rocas. David echó sobre sus hombros la manta que había extendido en la tierra para descansar, y luego, maquinalmente, reemplazó en su revólver la bala disparada. A hurtadillas, Juan observó las manos de David cuando cargaban el arma y la arrojaban a su funda: sus dedos no parecían obedecer a una voluntad, sino actuar solos. -¿Seguimos? -dijo David. Juan asintió. El camino era una angosta cuesta, y los animales trepaban con dificultad, resbalando constantemente en las piedras, húmedas aún por las lluvias de los últimos días. Los hermanos iban silenciosos. Una delicada e invisible garúa les salió al encuentro a poco de partir, pero cesó pronto. Oscurecía cuando avistaron las grutas, el cerro chato y estirado como una lombriz que a todos conocen con el nombre de Cerro de los Ojos. -¿Quieres que veamos si está ahí? -preguntó Juan. -No vale la pena. Estoy seguro que no se ha movido de -Sí -repuso David-. ¿No tienes frío? Es preferible esperar el día en el desfiladero. Allá descansaremos. ¿Te da miedo bajar a oscuras? -No, bajemos, si quieres. Se sentaron uno junto al otro. La noche estaba fría, el aire húmedo, el cielo cubierto. Juan encendió un cigarrillo. Se hallaba fatigado, pero sin sueño. Sintió a su hermano estirarse y bostezar; poco después dejaba de moverse, su respiración era más suave y metódica, de cuando en cuando emitía una especie de murmullo. A su vez Juan trató de dormir. Acomodó su cuerpo lo mejor que pudo sobre las piedras e intentó despejar su cerebro, sin conseguirlo. Encendió otro cigarrillo. Cuando había llegado a la hacienda, tres meses atrás, hacía dos años que no veía a sus hermanos. David era el mismo hombre que aborrecía y admiraba desde niño; pero Leonor había cambiado: ya no era aquella criatura que se asomaba a las ventanas de La Mugre para arrojar piedras a los indios castigados, sino una mujer alta, de gestos primitivos, y su belleza tenía, como la naturaleza que la rodeaba, algo de brutal. En sus ojos había aparecido un intenso fulgor. Juan sentía un mareo que empañaba sus ojos, un vacío en el estómago, cada vez que asociaba la imagen de aquel que buscaban al recuerdo de su hermana, y como arcadas de furor. En la madrugada de ese día, sin embargo, cuando vio a Camilo cruzar el descampado que separaba la casa-hacienda de las cuadras, para alistar los caballos, había vacilado. -Salgamos sin hacer ruido -había dicho David-. No conviene que la pequeña se despierte. Estuvo con una extraña sensación de ahogo, como en el punto más alto de la Cordillera, mientras bajaba en puntas de pie las gradas de la casa-hacienda y en el abandonado camino que flanqueaba los sembríos; casi no sentía la maraña zumbona de mosquitos que se arrojaban atrozmente sobre él, y herían, en todos los lugares descubiertos, su piel de hombre de ciudad. Al iniciar el ascenso de la montaña, el ahogo desapareció. No era un buen jinete, y el precipicio, desplegado como una tentación terrible al borde del sendero que parecía una delgada serpentina, lo absorbió. Estuvo todo el tiempo vigilante, atento a cada paso de su cabalgadura y concentrando su voluntad contra el vértigo que creía inminente. -¡Mira! Juan se estremeció. esforzándose por ver en las tinieblas al asaltante. Entonces reconocería su voz: "¿Qué has hecho, canalla?""¿Qué has hecho, perro?" Juan oía a David, y se daba cuenta que lo estaba pateando: a veces sus puntapiés parecían estrellarse no contra el indio, sino en las piedras de la ribera; eso debía encolerizarlo más. Al principio, hasta Juan llegaba un gruñido lento, como si el indio hiciera gárgaras; pero después sólo oyó la voz enfurecida de David, sus amenazas, sus insultos. De pronto, Juan descubrió en su mano derecha el revólver, su dedo presionaba ligeramente el gatillo. Con estupor pensó que si disparaba, podía matar también a su hermano; pero no guardó el arma, y, al contrario, mientras avanzaba hacia la fogata, sintió una gran serenidad. -¡Basta, David! -gritó_. Tírale un balazo. Ya no le peques. No hubo respuesta. Ahora Juan no los veía: el indio y su hermano, abrazados, habían rodado fuera del anillo iluminado por la hoguera. No los veía, pero escuchaba el ruido seco de los golpes y, a ratos, una injuria o un hondo resuello. -Me has asustado -dijo-. Dreía que dormías. -David -gritó Juan-, sal de ahí. Voy a disparar. -Es él -dijo David-. ¿Ves? Un instante, las frágiles lenguas de fuego habían iluminado un perfil oscuro y huidizo que buscaba calor. Presa de intensa agitación, segundos después repitió: -Suéltalo, David. Te juro que voy a disparar. Tampoco hubo respuesta. -¿Qué hacemos? -murmuró Juan, deteniéndose. Pero David no estaba ya a su lado: corría hacia el lugar donde había surgido ese rostro fugaz. Juan cerró los ojos: imaginó al indio en cuclillas, sus manos alargadas hacia el fuego, sus pupilas irritadas por el chisporroteo de la hoguera; de pronto algo le caía encima, y él atinaba a pensar en un animal, cuando sentía dos manos violentas cerrándose en su cuello y comprendía. Debió sentir un infinito terror ante esa agresión inesperada que provenía de la sombra; seguro que ni siquiera intentó defenderse; a lo más, se encogería como un caracol, para hacer menos vulnerable su cuerpo, y abriría mucho los ojos, Después de disparar el primer tiro, Juan quedó un instante estupefacto; pero de inmediato continuó disparando, sin apuntar, hasta sentir la vibración metálica del percutor al golpear la cacerina vacía. Permaneció inmóvil; no sintió que el revólver se desprendía de sus manos y caía a sus pies. El ruido de la cascada había desaparecido; un temblor recorría todo su cuerpo, su piel estaba bañada de sudor, apenas respiraba. De pronto gritó: -¡David! -Aquí estoy, animal -contestó a su lado una voz asustada y colérica-. ¿Te das cuenta que has podido balearme a mí también? ¿Te has vuelto loco? FICHA DE LECTURA 1.-Obra: _______________________________ 2.-Autor: _______________________________________ 3.-Género literario: 4.-Especie literaria: ______________________________ ___________________ 5.Forma de composición: _______________________ 6.-Escuela literaria: ______________________________ 8.- La estructura de la obra: 7.- Época: ______________________________________ ___________________________________________________________________________ 9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________ 10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 11.- Ambiente: ___________________________________________________ 12.- Acciones principales: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 13.- Tiempo: __________________________________________________________________________ 14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________ 15.-Temas: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 16.- Argumento: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ EL NIÑO DE JUNTO AL CIELO (Enrique Congrains) Por alguna desconocida razón, Esteban había llegado al lugar exacto, precisamente al único lugar..., Pero, ¿no sería, más bien, que "aquello" había venido hacia él? Bajó la vista y volvió a mirar. Sí, ahí seguía el billete anaranjado, junto a sus pies, junto a su vida. ¿Cuánto tiempo estuvo contemplándolos? ¿Un cuarto de hora? ¿Media hora? ¿Una hora, acaso dos? Todos los chicos se habían ido, todos menos uno. Esteban quedó mirando mientras su mano dentro del bolsillo acariciaba el billete: -¡Hola, hombre! ¿Por qué, por qué él? -Hola... -respondió Esteban susurrando, casi. Su madre se había encogido de hombros al pedirle él, autorización para conocer la ciudad, pero después le advirtió que tuviera cuidado con los carros y con las gentes. Había descendido desde el cerro hasta la carretera y, a los pocos pasos, divisó "aquello" junto al sendero que corría paralelamente a la pista. El chico era más o menos de su misma edad y vestía pantalón y camisa de un mismo tono, algo que debió ser kaki en otros tiempos, pero que ahora pertenecía a esa categoría de colores vagos e indefinidos. -¿Eres de por acá? -le preguntó a Esteban. Vacilante, incrédulo, se agachó y lo tomó entre sus manos. Diez, diez, diez, era un billete de diez soles, un billete que contenía muchísimas pesetas, innumerables reales. ¿Cuántos reales, cuántos medios, exactamente? Los conocimientos de Esteban no abarcaban tales complejidades y, por otra parte, le bastaba con saber que se trataba de un papel anaranjado que decía "diez" por sus dos lados. Siguió por el sendero, rumbo a los edificios que se veían más allá de ese otro cerro cubierto de casas, Esteban caminaba unos metros, se detenía y sacaba el billete de su bolsillo para comprobar su indispensable presencia. ¿Había venido el billete hacia él -se preguntaba- o era él, el que había ido hacia el billete? -Sí, este... -se aturdió y no supo cómo explicar que vivía en el cerro y que estaba en viaje de exploración a través de un millón de cabezas. -¿De dónde ah?- se había acercado y estaba frente a Esteban. Era más alto y sus ojos inquietos le recorrían de arriba abajo -¿De dónde, ah? -volvió a preguntar. -De allá, del cerro- y Esteban señaló en la dirección en que había venido. -¿San Cosme? Cruzó la pista y se internó en un terreno salpicado de basura, desperdicios de albañilería y excremento; llegó a una calle y desde allí divisó al famoso mercado, el Mayorista, del que tanto había oído hablar. ¿Eso era Lima, Lima, Lima...? La palabra le sonaba a hueco. Recordó: que su tío le había dicho que Lima era una ciudad grande, tan grande que en la ella vivía un millón de personas, ¿La bestia con un millón de cabezas? Esteban había soñado hacía unos días, antes del viaje, en eso: una bestia con un millón de cabezas y ahora, él con cada paso que daba iba internándose dentro de la bestia. Se detuvo, miró y meditó: la ciudad, el Mercado Mayorista, los edificios de tres y cuatro pisos, los autos, la infinidad de gentes -algunas como él, otras no como él- y el billete anaranjado, quieto, dócil en el bolsillo de su pantalón. El billete llevaba el "diez" por ambos lados y en eso se parecía a Esteban. El también llevaba el "diez" en su rostro y en su conciencia. El "diez años" lo hacía sentirse seguro y confiado, pero sólo hasta cierto punto. Antes cuando comenzaba a tener noción de las cosas y de los hechos la meta, el horizonte, había sido fijado en los diez años. ¿Y ahora? No, desgraciadamente no. Diez años no era todo. Esteban se sentía incompleto aún. Quizá si cuando tuviera doce, quizá si cuando llegara a los quince. Quizá ahora mismo, con la ayuda del billete anaranjado. Estuvo dando algunas vueltas, atisbando dentro de la bestia, hasta que llegó a sentirse parte de ella. Un millón de cabezas y ahora una más. La gente se movía, se agitaba, unos iban en una dirección, otros en otra y él, Esteban, con el billete anaranjado quedaba siempre al centro de todo, en el ombligo mismo. Unos muchachos de su edad jugaban en la vereda. Esteban se detuvo a unos metros de ellos y quedó observando el ir y venir de las bolas; jugaban dos y el resto hacía ruedo. Bueno, había andado unas cuadras, y por fin encontraba seres como él, gente que no se movía incesantemente de un lado a otro. Parecía, por lo visto, que también en la ciudad había seres humanos. Esteban meneó la cabeza negativamente. ¿Del Agustino? -¡Sí, de ahí! -Exclamó sonriendo. Ese era el nombre, y ahora lo recordaba. Desde hacía meses cuando se enteró de la decisión de su tío de venir a radicarse en Lima, venía averiguando cosas de la ciudad. Fue así como supo que Lima era muy grande, demasiado grande, tal vez; que había un sitio que se llamaba Callao y que allí llegaban buques de otros países; que habían lugares muy bonitos, tiendas enormes, calles larguísimas... ¡Lima…! Su tío había salido dos meses antes que ellos con el propósito de conseguir casa. Una casa. ¿En qué sitio será?, le había preguntado a su madre. Ella tampoco sabía. Los dos corrieron, y después de muchas semanas llegó la carta que ordenaba partir. ¡Lima...! ¿El cerro del Agustino, Esteban? Pero él no lo llamaba así. Ese lugar tenía otro nombre. La choza que su tío había levantado quedaba en el barrio de Junto al Cielo. Y Esteban era el único que lo sabía. -Yo no tengo casa... -dijo el chico después de un rato. Tiro una bola contra la tierra y exclamó: -Caray, no tengo. -¿Dónde vives, entonces? -se animó a inquirir Esteban. El chico recogió la bola, la froto en su mano y luego respondió: -En el mercado, cuido la fruta, duermo a ratos... - Amistoso y sonriente, puso una mano sobre el hombro de Esteban y pregunto: -¿Cómo te llamas tú? -Esteban... -Yo me llamo Pedro -tiró la bola al aire y la recibió en la palma de su mano-. Te juego, ¿ya Esteban? Las bolas rodaron sobre la tierra, persiguiéndose mutuamente. Pasaron los minutos, pasaron hombres y mujeres junto a ellos, pasaron autos por la calle, siguieron pasando los minutos. El juego había terminado. Esteban no tenía nada que hacer junto a la habilidad de Pedro. Las bolas al bolsillo y los pies sobre el cemento gris de la acera. ¿A dónde, ahora? Empezaron a caminar juntos. Esteban se sentía más a gusto en compañía de Pedro, que estando solo. casas en la cumbre del cerro. Habían subido y una vez arriba junto a la choza que había levantado su tío Esteban contempló a la bestia de un millón de cabezas. La “cosa” se extendía y se desparramaba, cubriendo la tierra de casas, calles, techos, edificios. Más allá de lo que su vista podía alcanzar. Entonces Esteban había levantado los ojos, y se había sentido tan encima de todo -o tan abajo, quizá- que había pensado que estaba en el barrio de Junto al Cielo. Dieron algunas vueltas. Más y más edificios. Más y más gentes. Más y más autos en las calles. Y el billete anaranjado seguía en el bolsillo. Esteban lo recordó. -Oye, ¿quisieras entrar en algún negocio, conmigo? Pedro se había detenido y lo contemplaba, esperando respuesta. -¿Yo...? -titubeando preguntó: -¡Mira lo que me encontré! -lo tenía entre sus dedos y el viento lo hacía oscilar levemente. -¡Caray! -exclamo Pedro y lo tomó, examinando al detalle¡Diez soles, caray! ¿Dónde lo encontraste? -Junto a la pista, cerca al cerro -explicó Esteban. Pedro le devolvió el billete y se concentró un rato. Luego preguntó: -¿Qué clase de negocios? ¿Tendrían otro billete mañana? -¡Claro que sí, por supuesto? -afirmó resueltamente. La mano de Esteban acarició el billete y pensó que podría tener otro billete más, y otro más y muchos más. Muchísimos billetes más, seguramente. Entonces el "diez años" sería esa meta que siempre habían soñado. -¿Qué piensas hacer, Esteban? -¿Qué clase de negocios se puede, ah? -preguntó Esteban. -No sé, guardarlos, seguro… -y sonrió tímidamente. Pedro sonrió y explicó: -¡Caray, yo con una libra haría negocios, palabras que sí! -¿Cómo? Pedro hizo un gesto impreciso que podía revelar, a un mismo tiempo, muchísimas cosas. Su gesto podría interpretarse como una total despreocupación por el asunto -los negocioso como una gran abundancia de posibilidades y perspectivas. Esteban no comprendió. -Negocios hay muchos... Podríamos comprar periódicos v venderlos por Lima: podríamos comprar revistas, chistes... hizo una pausa y escupió con vehemencia. Luego dijo, entusiasmado: -Mira, compramos diez soles de revistas y las vendemos ahora mismo, en la tarde, y tenemos quince soles, palabra. -¿Quince soles? -¿Qué clase de negocio, ah? -¡Cualquier clase, hombre!- pateó una cáscara de naranja que rodó desde la vereda hasta la pista; casi inmediatamente pasó un ómnibus que la aplanó contra el pavimento-. Negocios hay de sobra, palabra que sí. Y en unos dos días cada uno de nosotros podría tener otra libra en el bolsillo. -¡Claro, quince soles! ¡Dos cincuenta para ti y dos cincuenta para mí! ¿Qué te parece? Convinieron en reunirse al pie del cerro dentro de una hora; convinieron en que Esteban no diría nada, ni a su madre ni a su tío; convinieron en que venderían revistas y que de la libra de Esteban, saldrían muchísimas otras. -¿Una libra más? -preguntó Esteban asombrándose. -¡Pero claro, claro que sí...! -volvió a examinar a Esteban y le preguntó: - ¿Tú eres de Lima? Esteban se ruborizó. No, él no había crecido al pie de las paredes grises, ni jugaba sobre el cemento áspero e indiferente. Nada de eso en sus diez años, salvo lo que ese día. -No, no soy de acá, soy de Tarma: llegué ayer… -¡Ah! -exclamó Pedro, observándolo fugazmente- ¿De Tarma, no? Había dejado atrás el mercado y estaban junto a la carretera. A medio kilómetro de distancia se alzaba el cerro del Agustino, el barrio de Junto al Cielo, según Esteban. Antes del viaje en Tarma, se había preguntado: ¿Iremos a vivir en Miraflores, al Callao, a San Isidro, a Chorrillos, en cuál de esos barrios quedará la casa de mi tío? Habían tomado el ómnibus y después de varias horas de pesado y fatigante viaje arriban a Lima. ¿Miraf1ores? ¿La Victoria? ¿San Isidro? ¿Callao? ¿A dónde Esteban, a dónde? Su tío había mencionado el lugar y era la primera vez que Esteban lo oía nombrar. Debe ser algún barrio nuevo pensó. Tomaron un auto y cruzaron calles y más calles. Todas diferentes pero cosa curiosa, todas parecidas también El auto los dejó al pie de un cerro. Casas junto al cerro, casas en mitad del cerro, Esteban había almorzado apresuradamente y le había vuelto a pedir permiso a su madre para bajar a la ciudad. Su tío no almorzaba con ellos, pues en su trabajo le daban de comer gratis, completamente gratis, como había recalcado al explicar su situación. Esteban bajó por el sendero ondulante, saltó la acequia y se detuvo al borde de la carretera, justamente en el mismo lugar en que había encontrado, en la mañana, el billete de diez, soles. Al poco rato apareció Pedro y empezaron a caminar juntos, internándose dentro de la bestia de un millón de cabezas. -Vas a ver qué fácil es vender revistas, Esteban. Las ponemos en cualquier sitio, la gente la ve y, listo, las compran para sus hijos. Y si queremos, nos ponemos a gritar en la calle el nombre de las revistas, y así vienen más rápido... ¡Y vas a ver qué bueno es hacer negocios... -¿Queda muy lejos el sitio? -preguntó Esteban, al ver que las calles seguían alargándose casi hasta el infinito. Qué lejos había quedado Tarma, qué lejos había quedado todo lo que hasta hacía unos días había sido habitual para él. -No, ya no. Ahora estamos cerca del tranvía y nos vamos gorreando hasta el centro. -¿Cuánto cuesta el tranvía? -¡Nada, hombre! -y se rio de buena gana- Lo tomamos no más y le decimos al conductor que nos deje ir hasta la Plaza San Martín. Más y más cuadras. Y los autos, algunos viejos, otros increíblemente nuevos y flamantes, pasaban veloces, rumbo sabe Dios dónde. -¿Adónde va toda esa gente en auto? Pedro sonrió y observó a Esteban. Pero, ¿a dónde iban realmente? Pedro no halló ninguna respuesta satisfactoria y se limitó a mover la cabeza de un lado a otro. Más y más cuadras, Al fin terminó la calle y llegaron a una especie de parque. -¡Corre! -le gritó Pedro, de súbito, El tranvía comenzaba a ponerse en marcha. Corrieron. Cruzaron en dos saltos la pista y se encaramaron al estribo. Habían llegado al lugar. Tras un portón se veían un patio más o menos grande, puertas, ventanas, y dos letreros que anunciaban revistas al por mayor. -Ven, entra- le ordenó Pedro. Esteban entró. Desde el piso hasta el techo había revistas, y algunos chicos como ellos, dos mujeres y un hombre, seleccionaban sus compras. Pedro se dirigió a uno de los estantes y fue acumulando revistas bajo el brazo. Las contó y volvió a revisarlas. -Paga. Esteban vaciló un momento. Desprenderse del billete anaranjado era más desagradable de lo que había supuesto. Se estaba bien teniéndolo en el bolsillo y pudiendo acariciarlo cuantas veces fuera necesario. Una vez arriba se miraron sonrientes. Esteban empezó a perder el temor y llegó a la conclusión de que seguía siendo el centro de todo. La bestia de un millón de cabezas no era tan espantosa como había soñado, y ya no le importó estar siempre, aquí o allá en el centro mismo, en el ombligo mismo de la bestia. -Paga- repitió Pedro, mostrándole las revistas a un hombre gordo que controlaba la venta. Parecía que el tranvía se había detenido definitivamente, esta vez, después de una serie de paradas. Todo el mundo se había levantado de sus asientos y Pedro lo estaba empujando. Oprimió el billete con desesperación pero al fin terminó por extraerlo del bolsillo. Pedro se lo quitó rápidamente de la mano y lo entregó al hombre. -¿Es justo una libra? -Sí, justo. Diez revistas a un sol cada una. -Vamos -dijo jalándolo. -Vamos, ¿qué esperas? -¿Aquí es? -Claro, baja. Descendieron y otra vez a rodar sobre la piel de cemento de la bestia. Esteban veía más gente y las veía marchar -sabe Dios dónde- con más prisa que antes. ¿Por qué no caminaban tranquilos, suaves, con gusto como la gente de Tarma? -Después volvemos y por estos mismos sitios vamos a vender las revistas. -Bueno -asintió Esteban. El sitio era lo de menos, se dijo, lo importante era vender las revistas, y que la libra se convertiría en varias más. Eso era lo importante. -¿Tú tampoco tienes papá? -le preguntó Pedro, mientas doblaban hacia una calle por la que pasaban los rieles del tranvía. -No, no tengo... -y bajó la cabeza, entristecido. Luego de un momento, Esteban preguntó: -¿Y tú? -Tampoco, ni papá ni mamá. -Pedro se encogió de hombros y apresuró el paso. Después inquirió descuidadamente: Se instalaron en la Plaza San Martín y alinearon las diez revistas en uno de los muros que circunda el jardín. Revistas, revistas, revistas señor, revistas señora, revistas, revistas. Cada vez que una de las revistas desaparecía con un comprador, Esteban suspiraba aliviado. Quedaban seis revistas y pronto de seguir así las cosas, no habría de quedar ninguna. -¿Qué te parece, ah? -preguntó Pedro, sonriendo con orgullo. -Está bueno, está bueno... -y se sintió enormemente agradecido a su amigo y socio. Revistas, revistas. ¿No quiere un chiste, señor? El hombre se detuvo y examinó las carátulas. ¿Cuánto? Un sol cincuenta, no más... La mano del hombre quedó indecisa sobre dos revistas. ¿Cuál, cuál llevará? Al fin se decidió. Cóbrate y las monedas cayeron, tintineantes al bolsillo de Pedro. Esteban se limitaba a observar, meditaba y sacaba sus conclusiones: una cosa era soñar allá en Tarma, con una bestia de un millón de cabezas, y otra era estar en Lima, en el centro mismo del universo, absorbiendo y paladeando con fruición la vida. Él era el socio capitalista y el negocio marchaba estupendamente bien. Revistas, revistas, gritaba el socio industrial, y otra revista más que desaparecía en manos impacientes. ¡Apúrate con el vuelto!, exclamaba el comprador. Y todo el mundo caminaba aprisa, rápidamente. ¿A dónde van que se apuran tanto?, pensaba Esteban. -¿Y al que le dices "tío"? -Ah... Él vive con mi mamá, ha venido a Lima de chofer... – calló, pero enseguida dijo: -Mi papá murió cuando yo era chico... -¡Ah, caray...! ¿Y tu "tío", que tal te trata? -Bien: no se mete conmigo para nada. -¡Ah! Bueno, bueno, la bestia era una bestia bondadosa, amigable aunque algo difícil de comprender. Eso no importaba: seguramente con el tiempo, se acostumbraría. Era una magnífica bestia que estaba permitiendo que el billete de diez soles se multiplicara. Ahora ya no quedaban más que dos revistas sobre el muro. Dos nada más, y ocho desparramándose por desconocidos e ignorados rincones de la bestia. Revistas, revistas, chistes a sol cincuenta, chistes... Listo, ya no quedaba más que una revista y Pedro anunció que eran las cuatro y media. -¡Caray, me muero de hambre, no he almorzado... prorrumpió luego. -¿No has almorzado? -No, no he almorzado... -observó a posibles compradores entre las personas que pasaban y después surgió: envoltura de un chocolate. El papel era amarillo con letras rojas y negras, y él lo había notado cuando se instalaron, hacía más de dos horas. Entonces, ¿no se había confundido? ¿Y Pedro, y los quince soles, y la revista? Pedro sacó un sol de su bolsillo y explicó: Bueno, no era necesario asustarse, pensó. Seguramente se había demorado y Pedro lo estaba buscando. Eso tenía que haber sucedido, obligadamente. Pasaron los minutos. No, Pedro no había ido a buscarlo: ya estaría de regreso de ser así. Tal vez había ido con un comprador a conseguir cambio. Más y más minutos fueron quedando a sus espaldas. No, Pedro no había ido a buscar sencillo: ya estaría de regreso, de ser así. ¿Entonces...? -Esto es de los dos cincuenta de mi ganancia, ¿ya? -Señor, ¿tiene hora? -le preguntó a un joven que pasaba. -Sí, ya sé. -Sí las cinco en punto. -¿Ves ese cine? -preguntó Pedro señalando a uno que quedaba en la esquina. Esteban asintió-. Bueno, sigues por esa calle y a mitad de cuadra hay una tiendecita de japoneses. Anda y cómprame un pan con jamón o tráeme un plátano y galletas, cualquier cosa, ¿ya Esteban? Esteban bajó la vista, hundiéndola en la piel de la bestia y prefirió no pensar. Comprendió que de hacerla, terminaría llorando y eso no podía ser. Él ya tenía diez años, y diez años no eran ocho, ni nueve. ¡Eran diez años! -¿Me podría ir a comprar un pan o un bizcocho? -Bueno-aceptó Esteban, inmediatamente. -¿Tiene hora, señorita? -Ya. Recibió el sol, cruzó la pista, pasó por entre dos autos estacionados y tomó la calle que le había indicado Pedro. Sí, ahí estaba la tienda. Entró. -Deme un pan con jamón -pidió a la muchacha que atendía. Sacó un pan de la vitrina, lo envolvió en un papel y se lo entregó. Esteban puso la moneda sobre el mostrador. -Sí –sonrió y dijo con una voz linda-. Las seis y diez y se alejó presurosa. ¡Y Pedro, y los quince soles y la revista…! ¿Dónde están? Desgraciadamente no lo sabía y solo quedaba la posibilidad de esperar y seguir esperando... -¿Tiene hora, Señor? -Un cuarto para las siete. -Vale un sol veinte- advirtió la muchacha. -Gracias. -¡Un sol veinte...! -devolvió el pan y quedó indeciso un instante. Luego decidió: -Deme un sol de piletas, entonces. Tenía el paquete de galletas en la mano y andaba lentamente. Pasó junto al cine y se detuvo a contemplar los atrayentes avisos. Miró a su gusto y, luego, prosiguió caminando. ¿Habría vendido Pedro la revista que le quedaba? Más tarde, cuando regresara a Junto al Cielo, se sentiría feliz, absolutamente feliz. Pensó en ello, apresuró el paso, atravesó la calle, espero que pasaran unos automóviles y llegó a la vereda a veinte a treinta metros más allá había quedado Pedro. ¿O se había confundido? Por qué ya Pedro no estaba en ese lugar, ni en ningún otro. Llegó al sitio preciso y nada, ni Pedro, ni revistas, ni quince soles, ni... ¿Cómo había podido perderse o desorientarse? Pero, ¿no era ahí donde habían estado vendiendo las revistas? ¿Era o no era? Miró a su alrededor. Sí, en el jardín de atrás seguía la ¿Entonces...? Entonces. ¿Ya Pedro no iba a regresar…? ¿Ni Pedro ni los quince soles, ni la revista iban a regresar entonces…? Decenas de letreros luminosos se habían encendido. Letreros luminosos que se apagaban y se volvían a encender; y más y más gente sobre la piel de la bestia. Y la gente caminaba con más prisa ahora. Rápido, rápido, apúrense, más rápido aún, más, más, hay que apurarse muchísimo más, apúrense más... Y Esteban permanecía inmóvil, recostado en el muro, con el paquete de galletas en la mano y con las esperanzas en el bolsillo de Pedro... Inmóvil, dominándose para no terminar en pleno llanto. Entonces, ¿Pedro lo había engañado...? ¿Pedro, su amigo, le había robado el billete anaranjado...? ¿O no sería más bien, la bestia con un millón de cabezas la causa de todo…? Y, ¿acaso no era Pedro parte integrante de la bestia...? Sí y no. Pero ya nada importaba. Dejó el muro, mordisqueó una galleta y desolado, se dirigió a tomar el tranvía. FICHA DE LECTURA 1.-Obra: _______________________________ 2.-Autor: _______________________________________ 3.-Género literario: 4.-Especie literaria: ______________________________ ___________________ 5.Forma de composición: _______________________ 6.-Escuela literaria: ______________________________ 8.- La estructura de la obra: 7.- Época: ______________________________________ ___________________________________________________________________________ 9.- Los personajes principales: __________________________________________________________________________ 10.- Los personajes secundarios: _______________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 11.- Ambiente: ___________________________________________________ 12.- Acciones principales: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 13.- Tiempo: __________________________________________________________________________ 14.- Tipos de narrador: ________________________________________________________________________________ 15.-Temas: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ 16.- Argumento: ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________ ___________________________________________________________________________________________________