Deleitar denunciando - Biblioteca Virtual Universal

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Deleitar denunciando:
La narco telenovela de Gustavo Bolívar “Sin tetas no hay
paraíso”
marca el pulso de la sociedad colombiana
Aldona Bialowas Pobutsky
Oakland University
pobutsky@oakland.edu
Resumen: Este estudio examina la conexión entre la telenovela colombiana Sin tetas no hay
paraíso y la narcocultura en Colombia, identificando las maneras en que la producción se nutre de
los eventos reales y de los chismes pertenecientes a la prensa amarillista, así convirtiéndose en una
crónica
de
la
actualidad
colombiana.
Palabras clave: Sin tetas no hay paraíso, Gustavo Bolívar, narcocultura, mujeres en narcotráfico
El crítico de investigación mediática, Jesús Martín Barbero, opinó en una ocasión que la producción
colombiana de telenovelas podría ganarse un público más allá de sus fronteras siempre que profundizara las
diferencias expresivas y se acercara a las referencias nacionales y locales (Televisión 74). Este comentario va
a contrapelo de la tendencia general reciente, donde la gran mayoría de las telenovelas latinoamericanas imita
recetas exitosas en otros lugares o suprime elementos regionales y el habla local precisamente con el
propósito de cautivar al público transnacional, por lo menos al hispanoparlante.
Pero resulta que las palabras de Martín Barbero han sido proféticas, ya que una de las últimas
narcotelenovelas colombianas conquistó a las masas, no sólo en Colombia sino también en el extranjero, a
pesar de centrarse en un referente nacional. Sin tetas no hay paraíso, basada en el libro epónimo de Gustavo
Bolívar, cuenta los pormenores de las jóvenes prepago de Pereira que aspiran a operarse los senos con el
propósito de atraer a los traquetos, y así poder beneficiarse de su fortuna; es decir, se trata de los sueños de
riqueza conseguidos a través del uso del cuerpo juvenil, bello y operado. Además de contar con una gran
teleaudiencia, la narcotelenovela ganó siete premios, como India Catalina en 2007 y dos de TV y Novelas
destinados a la mejor serie nacional y la mejor canción. Dichos premios atestiguan el valor de una producción
que también ha sido fuertemente criticada por su superficialidad, su cruda temática y por la imagen
denigrante de la mujer, en particular de la pereirana.
Los críticos de Sin tetas podrían argüir que su triunfo radica en la materia narco, un tema que está de boga
entre el público internacional o, aún más precisamente, gracias a la exuberancia física de las protagonistas y
de sus pronunciados escotes. Pero aparte de estos incentivos innegables, Sin tetas goza también de un humor
irreverente y se caracteriza por el espejismo narrativo que le permite al público colombiano relacionarse con
la producción y revivir su propia realidad nacional en las aventuras de los personajes. Para empezar, Sin tetas
no sólo representa a las adolescentes vanidosas y a los nuevos ricos narcotraficantes, sino que también exalta
y parodia la estética cursi de la narcocultura, que se ha extendido por todos los sectores de la sociedad. Desde
el presidente del país, quien amenaza a sus socios con expresiones sacadas de las películas de la mafia, [1]
hasta otros sectores que compran camionetas grandes y blindadas, casas ostentosas al estilo de Miami y que
se lucen con mujeres despampanantes como si fueran un trofeo: rubias, voluptuosas a más no poder y llenas
de silicona. Héctor Abad Faciolince encuentra las raíces de la estética narco en una mezcla curiosa del
nuevorrico gringo con el estilo del ganadero local y en el goce-más bien universal-de poder ostentar, lo que
conduce a una desmesura donde “[l]a gran riqueza repentina de la mafia permitió la explosión del
exhibicionismo del dinero, la ostentación de los objetos, el gigantismo, la estridencia, el apogeo de la plata
como valor supremo, que cuando es ganada por puñados y con facilidad, propicia más el derroche, lleva al
éxtasis el consumismo más ramplón” (514). Más aún, Abad Faciolince encuentra esta estética popularizada
en la arquitectura, la pintura y la literatura reciente con el surgimiento del nuevo género de la novela
sicaresca. También la ubica en el auge de los libros testimoniales “light”, narrados por bandidos, criminales,
los socios y sus amantes o por las víctimas de alguna injusticia, es decir, por los participantes y testigos de
eventos históricos, auxiliados por periodistas que les prestaron sus servicios para poner en orden estas
reflexiones. Para su gran disgusto, la nula formación literaria de estos “autores” no obstruye las ventas
impresionantes de tales textos, inspiradas más bien por la curiosidad morbosa del público lector que por el
valor literario de estas publicaciones. [2] De manera similar, Omar Rincón hace resaltar la presencia de la
estética narco en el lenguaje, en la música y, más que nada, en la televisión colombiana que ha propagado y
socializado el gusto mafioso en muchas producciones recientes. Rincón interpreta este estilo como una
versión melodramática y popular de la historia actual de Colombia, una época desolada por las masacres
paramilitares, por los escándalos relacionados con los “falsos positivos”, y por la predominante estética del
billete que justifica varios fines. Asimismo, Sin tetas encaja bien dentro de esta visión cínico-irónica de la
Colombia de hoy en día ya que, según Rincón:
[La telenovela] documenta que para ser exitosas en Colombia las mujeres deben ser hembras y
mamacitas, usar la silicona y no tenerle miedo a la cama; [es un] relato de celebración de las
mujeres “mantenidas” que se venden a punto de sexo y cirugías; justificación pública de que en
este país el cuerpo en las mujeres y el crimen en los hombres son maneras válidas de salir de
pobres; historia de cómo, sin importar clase o región o religión, lo único válido es tener billete y
gozar (160).
Pero hay que notar que además de resaltar la moda ostentosa al estilo narco, la telenovela ha ido mucho
más lejos, documentando y denunciando varios males sociales y sacando los trapitos al sol, ya que da a
conocer los escándalos y los secretos nacionales que se han venido secreteando a través de los años. Y como
la novela profundiza el tema de las prepago, enfocándose en las chicas que aspiran a prostituirse con la mafia,
los rumores a voces incluidos en Sin tetas penetran los vínculos entre la mujer atractiva y el mundo del
narcotráfico, haciendo referencias a varios episodios popularmente conocidos en Colombia que hasta ahora
han pertenecido a la prensa amarillista.
La prostitución ha existido desde siempre, pero el término prepago cuenta con una breve historia de apenas
diez años, ya que su origen se debe a ciertos teléfonos celulares cuya utilidad de anonimato tampoco existía
antes. [3] El nombre denota cierta clase de servicios que se aleja de la prostitución clásica, típicamente
motivada por necesidad, la pobreza o la desesperación. Al contrario, según las estadísticas y estudios
sociológicos, las damas prepago pocas veces son pobres y en su gran mayoría son jóvenes universitarias y
escolares de las clases media y media alta que ejercen el oficio de la prostitución para conseguir lujos,
experimentar una aventura, pagar sus estudios universitarios o para promover su carrera profesional. [4] Estas
acompañantes asociadas con los narcos convierten su cuerpo en objeto de mercadería para poder participar en
el consumismo desenfrenado y en el derroche, facilitados por las riquezas del narcotráfico.
Tal es el caso de la protagonista de Sin tetas, Catalina-una adolescente de 17 años mucho más humilde que
la típica prepago de clase acomodada-cuyo dilema principal es que aunque luce bella, la joven carece de
pecho. En vista de los gustos cursi de los traquetos, cuyo prototipo ideal de la mujer se asimila a una
voluptuosa actriz de las producciones porno, Catalina simplemente no cumple con las expectativas a pesar de
su gran entusiasmo y su frescura juvenil. Yésica, otra joven que trabaja de celestina para los narcos, le enseña
una lección de sobrevivencia donde el tamaño sí importa y la naturalidad bien poco, al comentarle que los
senos: “pueden ser de caucho, de madera o de piedra, de lo que sea (…) lo importante es que sean grandes”.
Catalina se olvida de su novio Albeiro, quien sintiéndose abandonado, empieza una relación sexual con su
casi-suegra, y la joven va en busca de algún patrocinador que le financie la cirugía de los senos. Sus
peripecias son chocantes a veces, pues son presentadas de una manera satírica y poco compasiva. La joven
está representada como una tonta y hasta ingrata al enfocarse en su propósito de ser una mantenida con el
cuerpo realzado por esa silicona que se le filtrará por el resto de su vida, como muestra la historia. Las
violaciones, las críticas y las humillaciones que sufre son mitigadas por el humor irreverente que rescata la
historia del estatus de una tragedia. Mientras tanto, sus aventuras se hacen eco de los escándalos que ocurren
en la vida real, añadiendo el valor morboso y sirviendo de catársis mediática para sus espectadores.
La telenovela se enfoca en las chicas de la clase baja, pero hace varias referencias a las mujeres más
lujosas, disponibles por un precio mucho más alto. Por ejemplo, en una parte de la historia, un traqueto rico
contrata a Yésica para que ésta le procure a una mujer famosa de la farándula que hasta ahora se había
negado a acostarse con él. Yésica tiene éxito y ese traqueto se lleva a la bella estrella durante un fin de
semana de placer a cambio de un coche lujoso. Pero ya molesto por la inaccesibilidad anterior de la mujer y
su actitud de superioridad, el traqueto decide enseñarle una lección. La engaña, robándole el mismo coche
que le había ofrecido cuando estaban partiendo juntos y se mofa de su estafada víctima cuando ésta va a
pedirle ayuda.
Este episodio muestra los vínculos entre las celebridades de la vida real y la mafia, una relación expuesta
en las publicaciones de segunda que nos hacen pensar en lo que Abad Facciolince llamó en una ocasión
“basurero editorial” (516). Una publicación de la casa editorial Oveja Negra titulada ¿Las Prepago?
Revelaciones de Madame Rochy al periodista Alfredo Serrano Zabala (2007) causó un escándalo por su tema
y la crudeza chocante con la que acusa a varias mujeres famosas de la farándula de haberse prostituido con
narcotraficantes en el pasado. La misteriosa Madame Rochy, que más tarde se identificó como Carolina
Duarte, afirma haber sido la alcahueta de muchos narcotraficantes y de haberles procurado más de cinco mil
mujeres bellas y famosas para las fiestas ofrecidas los fines de semanas por criminales tan conocidos como
Alfredo Tascón, Luis Fernando Rebellón y Víctor Patiña Fómeque o para que ellas los visitaran en la cárcel
durante la permitida visita conyugal. En 2009, Rochy publica con la misma casa editorial el segundo volumen
titulado ¿Amores Prepago? Nuevos relatos de reinas, modelos y de algunas prepago…, beneficiándose del
escándalo causado por su primer libro. También Óscar Escamilla en su libro de anécdotas,
Narcoextravagancia: Historias insólitas del narcotráfico, se refiere a los albumes de bellezas semi-desnudas
que se ofrecían para un fin de semana en el Caribe por un precio alto. Los mismos catálogos supuestamente
circulaban entre los narcos que, desde la misma cárcel escogían a las bellezas por un par de días (44-5).
Mi propósito aquí no es repetir los chismes y popularizar los recientes textos escandalizadores, sino
mostrar cómo la narco telenovela llegó precisamente en el momento del auge de tales historias amarillistas,
como si sus proveedores presintieran la demanda de un público que quizás se haya cansado de historias
oficiales y que había resuelto a buscar la información a través de fuentes no tradicionales. Aunque Natalia
París, la famosa modelo colombiana mencionada en el libro ¿Las prepago, demandó judicialmente con éxito
a Carolina Duarte y previno la distribución del libro, no pudo impedir que la celestina tuviera su propio sitio
web, se hiciera un documental sobre el tema y se presentara una serie en RCN y hasta se produjera una
película que será producida por Sierralata Entertainment Group con sede en Miami. Dichos logros muestran
que los medios de comunicación y los televidentes se fascinan por conocer el lado privado de la narco
realidad, lo que crea una gran demanda. [5]
Hay otra explicación para la popularidad de lo que llaman en el mundo editorial “los instant books,” es
decir libros que se venden mucho al principio pero que tienen una corta vida en las estanterías y en el
imaginario colectivo; textos que se pueden casi confundir con reportajes periodísticos por su enfoque en
temas de actualidad, como los que abordan el tema del narcotráfico, la prostitución prepago, la corrupción del
gobierno o el secuestro. En la opinión de Moisés Melo, director de la Cámara Colombiana del Libro, la
resonancia de tales textos se debe a los cambios en el reglamento de la prensa donde se redujo
significadamente la crónica y el análisis para abordar las noticias del día de una manera fugaz. Esta
transformación, en cambio, creó la demanda por estudios realizados más a fondo acerca de los temas de
actualidad. Asimismo, Gabriel Iriarte, el director editorial de Norma opina que los libros “instant” llenan
dicho vacío informativo, ya que el público quiere profundizar su conocimiento de algunos eventos y
situaciones de la historia del país que la prensa no les dedica debida atención (“El libro”).
Hoy en día ciertas editoriales, como Oveja Negra por ejemplo, se especializan más en libros que tratan de
temas contemporáneos y muchas veces escandalosos, ya que ellos les aseguran ganancias instantáneas. José
Vicente Kataraín, editor de Oveja Negra, dice haber inventado un nuevo género de “libros audiovisuales”, o
sea textos escritos directamente para ser convertidos en series de televisión, con el propósito de asegurar de
tal manera más público y ser más rentables. Sin tetas no hay paraíso de Bolívar es precisamente lo que
Kataraín describió como “el libro inaugural de los audiovisuales” (“El libro” 108), cuyo modelo ha sido
repetido con Las muñecas de la mafia de Andrés López López y ahora se espera lograrlo con el reciente
bestseller llamado Diario de una prepago adolescente, que ha sido editado por Catarina Boham. Hay dos
incentivos principales que motivan la publicación de libros como Sin tetas: tanto la curiosidad morbosa de las
masas por conocer los detalles de esta realidad soez como las fuerzas del mercado que responden a la
demanda para beneficiarse económicamente explotando los escándalos de moda.
La conexión que tiene la telenovela con la cultura oral le permite, según Martín Barbero, “explotar el
universo de leyendas y […] historias de misterio”, [6] que sin duda incluyen rumores y leyendas urbanas
circulando de boca en boca en cada comunidad. Este vínculo también forma la experiencia cultural popular a
través de la teatralización, la modernización y la degradación. Por degradación Martín Barbero entiende la
descripción de lo popular, como la de las clases bajas que se caracterizan por la pereza, el sentimentalismo y
la programada humillación de la mujer (“Memory” 279). Tal degradación, el humor irreverente, el sexo y lo
morboso inspiran la crítica de las elites, que encasillan las formas populares como “el entretenimiento
desprovisto de valores culturales destinado a las masas urbanas cada vez más pronunciadas” (López 260).
Pero, como nos mostró Mijail Bajhtin, es precisamente el humor corporal del bajo estrato, como las
blasfemias y la risa festiva, lo que ha atraído a las masas a través de los siglos, proporcionándoles una auto
imagen satisfactoria, sea por su tono irreverente o por su mensaje subversivo, resistiendo así a otras
representaciones hegemónicas y regenerando a través de la burla. Asimismo, Sin tetas se construye al amparo
de las osadías legitimadas por lo carnavalesco, ya que explota los rumores populares, recreando chismes y
mofándose tanto de las mujeres prepago como de los hombres que las codician. La telenovela se ríe de las
familias pobres y disfuncionales que hacen la vista gorda a la ruina emocional de sus hijos a cambio de
beneficios materiales que trae el vicio de éstos; sea el oficio de sicario para los jóvenes o la actividad de
acompañante prepago para las hijas. Sin tetas también se burla de las bellezas privilegiadas de estratos más
altos que se venden por dinero, poder o fama.
El segundo grupo emergió en la telenovela cuando Catalina, en cierto punto casada con un narco y
adinerado viejo llamado Marcel, entró en el mundo de la pasarela con el propósito de postularse para ser reina
de belleza. Con un pecho gigante y dinero de sobra, Catalina todavía parecía insatisfecha e insoportable,
haciéndose eco de las afirmaciones de Jacques Lacan, según quien “el goce como plenitud es imposible” (7)
o sea el deseo nunca se satisface por cambiar de referente justo en el momento cuando uno llega a punto de
experimentarlo. Asimismo, ávida de poder, Catalina presiona a su marido que le asegure el primer premio en
el concurso de belleza. Es decir, la telenovela ni pretende mantener las apariencias de una competición justa,
donde debería ganar la mejor candidata escogida con imparcialidad. En cambio, se sobreentiende que la chica
respaldada por el narco más generoso, dispuesto a ofrecer el soborno más grande, será elegida reina. Con el
dinero de Marcel, Catalina tiene seguridad de realizar su nuevo sueño. A través de manipulaciones poco
honestas, llega a representar un departamento que jamás ha visitado y se pone en ridículo en una entrevista
cuando desconoce la capital de su supuesta provincia natal. A pesar de este error garrafal, Catalina es una de
las finalistas. Sin embargo, termina perdiendo ya que otra joven cuenta con un narco benefactor aún más
generoso con el jurado. El veredicto final indigna a Catalina, provocando una balacera que pone fin al evento.
Más tarde, Marcel se venga del organizador del reinado, dejando su cuerpo acribillado por balas al lado de
una carretera.
Otra vez, el subargumento de la telenovela les permite a sus televidentes rememorar los escándalos que
sacudieron la nación cuando los concursos como el famoso Concurso Nacional de Belleza en Cartagena-el
opio para las masas por así decirlo-se empañó con el dinero del narcotráfico. [7] Históricamente, el Reinado
Nacional de Belleza en Cartagena paralizaba todo el país cada noviembre, eclipsando inclusive tragedias
nacionales como la toma del Palacio de Justicia en Bogotá en 1985 o el asesinado de los candidatos
presidenciales (1989, 1990), [8] porque los televidentes se distraían de los asuntos políticos para evaluar las
medidas y el modo de andar de cada candidata (Darling). El libro de Eccehomo Cetina, Jaque a la reina.
Mafia y corrupción en Cartagena, expone la corrupción desenfrenada de los concursos de belleza, cuyo auge
tuvo lugar a mediados de los años ochenta, cuando los nuevos ricos narcotraficantes empezaron a infiltrarse
en la alta sociedad a través de patrocinar tales concursos, ya que éstos les proporcionaban la visibilidad, el
acceso a las mujeres más bellas y también la oportunidad del lavado de dinero ilícito.
Según Cetina, las bellas jóvenes se convirtieron en una forma de bien, accesible a través de videos y
catálogos compuestos por los organizadores de estos eventos, los peluqueros, los estilistas y los diseñadores
encargados de preparar a las candidatas, porque preparase para tal evento es mucho más costoso de lo que la
mayoría de las candidatas podría pagar. Cetina menciona a un estilista de Bogotá, Elías Bustos, quien
supuestamente tenía una red de mujeres de lujo para la mafia que no pudo confirmar ni desmentir tales
chismes, porque fue acribillado antes de reunirse con el periodista en 1994.
Muchos narcos dedicaban tiempo y dinero organizando fiestas para las candidatas de los reinados, quienes
salían generosamente recompensadas por su asistencia. Una modelo anónima le confesó a Cetina que las
narco fiestas eran frecuentadas por las modelos en parte por los abundantes regalos y en parte porque
asociarse con los traquetos no llevaba el estigma que esta relación conlleva hoy (89). Por ejemplo, Gonzalo
Rodríguez Gacha, alias El Mexicano, financió innumerables fiestas con las candidatas y, como cuenta Cetina,
Hugo Hernán Valencia patrocinó a varias jóvenes en el Concurso Nacional de Belleza de Cartagena entre
1984 y 1987 (91). Tal como Marcel-el personaje ficticio de la telenovela Sin tetas no hay paraíso de BolívarValencia sobornaba a los camareros del Club Naval de Cartagena para poder sentarse más cerca del jurado
con el propósito de comprarlo. Su muerte, probablemente causada por la gente de Pablo Escobar, impactó el
reinado de varias maneras.
En primer lugar, la alianza festiva entre los concursos de belleza y las narco fortunas se atenuó al
convertirse en un espectáculo de violencia, y en segundo lugar, los organizadores de los concursos de belleza
se sintieron presionados para mandar informes a los medios de comunicación desmintiendo el papel del
narcotraficante en las decisiones del jurado (95), corroborando así los chismes que ya circulaban entre ciertos
sectores de la sociedad. Asimismo, Pablo Escobar y sus lugartenientes han servido de benefactores para las
candidatas. De hecho, cuando el ejército se apoderó de la cárcel La Catedral, el penal construido por y para
Escobar, quien convenientemente lo abandonó justo antes de su toma, allí se han encontrado varias fotos de
candidatas del famoso concurso de 1992. Una, de la Señorita Guajira, Claudia Azcárraga, fue particularmente
comprometedor porque su dedicatoria contenía un agradecimiento por el dinero y los regalos y una promesa
de futuros reencuentros.
La lista de escándalos prosigue, implicando una multitud de mujeres y empañando varios reinados, a la
larga mostrando que la conexión entre el narcotráfico y el negocio de belleza sigue siendo fuerte. La
corrupción involucró no sólo sobornos y amenazas dirigidas para los jueces y estilistas o el financiamiento de
ropa y maquillaje para la mujer, sino también la manipulación de los departamentos a los que ellas
representarían sin ser originarias de los mismos, condición imprescindible. Cetina expone cómo los
diseñadores subastaban los departamentos, haciendo broma del proceso oficial de selección de las mujeres.
Justamente como Catalina, la protagonista de la telenovela Sin tetas no hay paraíso que entró ilegalmente en
el concurso, muchas candidatas en la vida real también representaron departamentos a los que no pertenecían,
como lo hicieron tres mujeres en 1993, todas oriundas de Bogotá, representando las regiones de Guainía,
Guaviare, Arauca y Vaupés respectivamente (33-34).
El último vínculo entre la telenovela Sin tetas y la vida real se caracteriza por la relación más compleja
entre el hecho y sus consecuencias, al referirse a la polémica entre los ciudadanos de Pereira y el autor de la
telenovela. La historia de Catalina y sus amigas prepago estimuló la indignación de la población de esta
ciudad, cansada de la difamación de la mujer de Pereira quien se destacó en la telenovela de Bolívar por su
vanidad y accesibilidad a cambio de lujos. Algunos patrocinadores amenazaron con retirar sus anuncios, y el
alcalde de Pereira, Juan Manuel Arango Vélez, amenazó con demandar al canal de televisión Caracol, de tal
manera añadiendo al escándalo que acompañaba la telenovela. De hecho, se organizó una “Marcha del
orgullo pereirano” para rechazar el estigma que acompaña a las mujeres de esta ciudad y, en palabras del
alcalde, como “un gesto de autoestima colectiva” (“Los pereiranos”). Asimismo, Eric Duport Jaramillo,
presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio, cuestionó los motivos detrás la telenovela, opinando que
“explotar el morbo valiéndose de estereotipos, no sólo atenta contra la dignidad de la mujer y en especial las
de mi ciudad, sino que se convierte en un modo facilista de ganar audiencia y pesos” (“Los pereiranos”).
Bolívar se defendió en varias entrevistas, diciendo que situó su obra en esta ciudad, porque era allí donde
había conocido a las dos jóvenes que inspiraron los personajes de Catalina y Yésica durante una feria de
libros. Más aún, le asombró la indignación de la ciudad que, como sugiere, debería preocuparse más por el
efecto dañino del narcotráfico en sus jóvenes, en vez de atacar su obra, es decir una producción cultural y en
gran parte ficticia. [9]
Pero el asunto es mucho más complejo, ya que la indignación pública resucita sensibilidades no
necesariamente limitadas a la telenovela sino también relacionadas con los estereotipos arraigados en la
sociedad colombiana, los que ponen en tela de juicio la elección de Pereira por parte de Bolívar como pura
coincidencia. Es que Sin tetas consolida la mala fama de la mujer pereirana, ya dañada por la estigmatización
al nivel nacional como un estereotipo de la mujer fácil. Pereira, una ciudad relativamente joven conocida por
su mezcla racial, fue fundada en 1863 por liberales radicales, en gran mayoría hombres solos, colonos y otros
grupos que no se sentían cómodos en la cercana Manizales, ciudad homogénea, blanca y muy conservadora.
De este ambiente surgieron mujeres mestizas y muy bellas, popularmente consideradas cariñosas,
extrovertidas y exuberantes. En algún momento esta imagen se convirtió en un estereotipo que tildó a las
pereiranas como las mujeres más sensuales y fáciles del país. El historiador José Danilo Trujillo Arcila
vincula este mito erróneo y denigrante con la historia de la ciudad, cuyos hombres se fueron en busca de
trabajo en la naciente industria de confección, dejando atrás a sus mujeres que tuvieron que arreglárselas
solas. Esto, en cambio les dio a las pereiranas un espíritu independiente nacido de la necesidad histórica,
malinterpretada por el resto de la sociedad como promiscuidad y falta de moral (Hernández).
Sin duda, esta imagen no seguiría vigente si no fuera reforzada en los medios de comunicación y en el
habla popular. El chiste fácil repetido por todos atestigua a la promiscuidad de las pereiranas al decir que
“Las pereiranas son sordas, cuando les piden que se sienten, se acuestan).” En la industria nacional porno,
circulan cantidades de películas tituladas “Pereiranas” o “Las mujeres de Pereira,” que sin poder comprobar
el origen de sus actrices, se aprovechan del mito de la mujer sensual, banalizando este estereotipo aún más.
Un incidente difamatorio y relevante surgió también en el programa “El Poder del 10” (en RCN), la versión
colombiana del programa estadounidense “Power of Ten,” cuyos participantes deben acertar el porcentaje de
personas que responden una pregunta sobre varios temas, según encuestas realizadas por este programa. Una
de tales preguntas fue precisamente sobre la promiscuidad de las pereiranas, motivando a los ciudadanos de
Pereira a defender la fama de su mujer otra vez. Duport Jaramillo criticó las prácticas de la televisión en una
carta abierta, diciendo “Lo triste del caso es que los realizadores de los programas de entretenimiento han
creído que en este tipo de formatos todo se vale, hasta ir en contra del honor y la honra de las personas”
(“Protestan”).
En vista de la estigmatización a nivel nacional no debe de extrañar la reacción de la comunidad pereirana
que se ha cansado del mal gusto de la televisión colombiana y sus prácticas de buscar atraer al público a
través de la explotación de las opiniones sexistas y perjudiciales. Un grupo de artistas encabezado por Rabel
Ortiz organizó un evento titulado “Fácil,” donde unos dieciocho letreros con dichos dañinos acerca de la
mujer de Pereira fueron exhibidos por un mes en una de las fachadas del Banco de la República, en el centro
de la ciudad. Como resultado de un estudio de fuentes orales, audiovisuales y escritas de las últimas décadas
se recopilaron dichos como “Soy de Pereira pero no ejerzo”, “Eso dicen que cargan la estera bajo el brazo” o
“Yo soy pereirana de colchón de algodón” que chocaron con la sensibilidad de la comunidad, estimulando así
un diálogo sobre la destructividad de los clichés. [10] Este evento cultural llega en el momento oportuno, ya
que en la época de la globalización lo local se transforma fácilmente en lo transnacional, en parte por
diseminación mediática y en parte por la migración de diferentes grupos demográficos.
Así que, desgraciadamente, la mala fama de las pereiranas se ha solidificado en los medios de
comunicación, aunque es también cierto que muchas mujeres del Eje Cafetero ejercen la prostitución en
Colombia y fuera del país. Un reportaje desde España de 2002 sobre la trata de blancas también lleva a su
autora, Salud Hernández, a la ciudad de Pereira. Citando cifras asombrosas de 50.000 mujeres colombianas
que ejercen la prostitución fuera de su país de nacimiento, Hernández expone el abuso sufrido por las
adolescentes latinoamericanas sin recursos económicos que terminan atrapadas en el tráfico humano en
Europa o Asia. De éstas, la mitad aproximadamente es de Pereira y sus alrededores (el llamado Eje Cafetero)
con el importador más grande siendo Japón y España. Las protagonistas del reportaje regresan del infierno
destruidas física y emocionalmente, muchas veces adictas a sustancias entumecedoras. Otras que cuentan con
aún menos suerte desaparecen de la faz de la tierra, atraídas por las promesas de buen trabajo en el extranjero
y tragadas por el mundo criminal del hampa. Hernández cuenta que las redes transnacionales de prostitución
no podían pasar desapercibidas en Colombia, donde el conflicto armado impidió el desarrollo del turismo
internacional. Por lo tanto sus miembros comenzaron a obligar a las mismas mujeres que ellos ya estaban
prostituyendo a enganchar a otras chicas de su propio vecindario y así poder pagar su “deuda” más temprano.
De esta manera Hernández justifica la concentración pronunciada de las pereiranas en el extranjero, pero el
título sensacionalista de su reportaje socava sus buenas intenciones, ya que marca la ciudad de Pereira como
la cuna de las prostitutas, repitiendo el estereotipo pero esta vez para el público lector europeo.
La asociación entre Pereira y la prostitución surge otra vez en 2009, con la llegada del libro titulado
Atrapada por la mafia yakuza, que forma parte de los exitosos libros “instant.” Es un testimonio de una
pereirana sin preparación literaria que narra sus experiencias de un episodio doloroso de ser parte del
submundo de mercado humano por un período de dos años. Presionada por la penuria económica en su casa,
la chica cae víctima de las redes de prostitución y viaja a Japón donde termina ejerciendo la profesión más
antigua en el sórdido mundo del mercado de sexo japonés; un infierno lleno de proxenetas sin escrúpulos,
mafiosos sádicos y toda la escoría de la sociedad transnacional. Sus primeras palabras atestiguan la
estereotipización de la pereirana en el mundo del hampa muy lejos de Colombia y los efectos económicos y
culturales de la globalización mundial que lanzan a las víctimas de la pobreza al mercado asiático, muy lejos
de su tierra natal: “Ahora me encuentro parada en la calle Ikebukuro, en Tokio, Japón. Estoy rodeada de unas
veinticinco o treinta mujeres (…) y el resto colombianas de diferentes ciudades de país, pero muchas dicen
que son de Pereira sin serlo, porque a los hombres les parecen más calientes en la cama, y para ganar más
clientes y más dinero dicen que son de allá” (7).
En vista de la estigmatización de mujer pereirana no solamente al nivel nacional sino también en el
mercado de sexo internacional (y tomando en cuenta la crisis económica que empujó a varias jóvenes a
buscar las oportunidades de trabajo fuera de su propio contorno, donde muchas terminaron atrapadas en las
redes de prostitución), es lógico asumir que la indignación de los ciudadanos de Pereira por la imagen de su
mujer en “Sin tetas no hay paraíso” va más allá de su sentido de decencia ofendido por los escotes o el título
pícaro y audaz. Más bien, la telenovela despierta emociones fuertes porque sus críticos sienten que generaliza
injustamente a las mujeres pereiranas con apelativos degradantes, de tal manera exacerbando los estereotipos
dañinos que objetivizan y degradan a su mujer. Es decir, no se trata únicamente de la imagen más bien
generalizada del efecto destructivo del narcotráfico sobre la sociedad colombiana, sino que la telenovela se
adentra mucho más en las tensiones culturales internas, exponiendo estigmas y clichés que antes circulaban
dentro del país. Por lo cual, se puede tratar la telenovela como una crónica de males sociales que han afligido
la sociedad colombiana; a pesar de ser distorsionada y exagerada, y de contar con el argumento simple, Sin
tetas comunica una variedad de tensiones socio-culturales causadas por el narcotráfico, por la pobreza y por
la modernización. A fin de cuentas, muchos han criticado Sin tetas no hay paraíso, pero no se puede negar su
fuerte resonancia entre el público colombiano que ha estimulado miles de comentarios acerca de los
problemas sociales como la prostitución prepago, la narco estética que infectó varios sectores de la sociedad y
la preponderancia de las cirugías plásticas, con frecuencia realizadas sin licencia y con el riesgo mortal. De
esta manera, Sin tetas ha logrado estimular los sitios de la memoria colectiva, entablando a la vez un diálogo
entre varios sectores de la sociedad sobre los problemas socio-culturales que se necesita investigar con más
profundidad. Por lo tanto, Sin tetas cumple, por lo menos, con dos propósitos: como la catársis mediática para
los televidentes que han vivido la realidad infectada por el narcotráfico y como la invitación a un debate
sobre las consecuencias del susodicho fenómeno en la sociedad actual del consumismo.
Notas:
[1] Escuchen la famosa conversación entre Uribe y el ex-funcionario del Palacio, Luís Fernando Herrera
Zuluaga, uno de sus amigos caído en desgracia, donde el Presidente lo amenaza con frases como “¡Le
pego en la cara, marica!” Antonio Caballero considera la grabación de esta conversación y su
aparición en los medios calculada por el gobierno, con el propósito de atestiguar la firmeza del
carácter de Uribe y de añadir a su atractivo macho y populista tan apreciado por las masas. Caballero
opina que la conversación es una muestra de la grosería malentendida por la franqueza, donde el
Presidente lanza palabrotas e insultos cuando le faltan argumentos y el símbolo de “la categoría
definitoria de lo que es el uribismo”, el cual el autor define como “falta de respeto a la verdad, a la
justicia, a la inteligencia”.
[2] Abad Faciolince se refiere a las hazañas delictivas de personajes como Carlos Castaño, Mancuso,
Pablo Escobar, o los recuerdos de “El Osito” o “Popeye”. También incluye en este grupo Sin Tetas de
Bolívar por su temática criminal y por lo que llama “culto sórdido a la vulgaridad y a los hampones o
a sus hembras de plástico” (517).
[3] Celis afirma que la forma de prostitución “prepago” se hizo conocida a través de los medios desde
comienzos del 2000 y que su actividad (tal como sugiere su nombre) está ligada a la popularización
del teléfono celular, más específicamente al sistema de tarjetas cuyo precio es elegido y cancelado de
manera previa a su uso.
[4] Bermúdez Pabelón, Celis Albán, Badel y “Las prepago, diosas de la noche”.
[5] “Por orden” detalla los pormenores de la demanda interpuesta por Paris contra Carolina Duarte.
[6] “Memory” 276; mi traducción.
[7] Chica Med es otro concurso de modelaje popularmente asociado con la narco corrupción que, según
se rumorea, fue patrocinado por el ya extinto capo del Cartel del Norte del Valle, Wilber Alirio
Valera alias “Jabón”. De hecho, varias ex-reinas de belleza fueron citadas por la Fiscalía en 2008, ya
que las autoridades están verificando si los bienes que están a nombre de estas mujeres le pertenecen
al capo. Vea “Famosas” de Quevedo.
[8] Se trata de Carlos Luís Galán del Partido Liberal Colombiano, que muere el 18 de agosto de 1989 y
Carlos Pizarro, candidato de Alianza Democrática M-19, el 26 de abril, 1990.
[9] Entrevista con Bolívar titulada “Gustavo Bolívar Moreno: Sin tetas no hay paraíso (esta noche en
teatro).”
[10] Todas las anécdotas acerca de la estereotipización de la mujer de Pereira se encuentran en el ensayo
de Chávez, en “Lanzan campaña,” “Protestan contra,” y “Prostitución/Chicas para España” de
Hernández.
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Badel, Luis José. “Las chicas prepago: amantes y acompañantes.” El Tiempo el 5 de noviembre,
2004. Sección: Información General.
Bermúdez Pabelón, Ángela, Ana Milena Gavina Gómez, y Hamilton Fernández Vélez. “Estilos
Psicológicos de Personalidad en un Grupo Mujeres Adultas Jóvenes Dedicadas a la Prostitución
‘Prepago” en la Ciudad de Medellín.” Terapia Psicológica 25.1 (2007): versión en línea.
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Escamilla, Óscar. Narcoextravagancia. Historias insólitas del narcotráfico. Bogotá: Aguilar, 2002.
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Rochy, Madame. ¿Amores prepago? Nuevos relatos de reinas, modelos y de algunas prepago…
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Sin Tetas no hay paraíso. Serie de televisión dirigida por Luis Alberto Restrepo. Caracol TV, 2006.
© Aldona Bialowas Pobutsky 2010
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid
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