EL PUENTE ROMANO Eran las ocho de la mañana. El sol se colaba por la ventana de Caperucita Roja. Tras bostezar, se puso su uniforme y bajó a desayunar. Su madre le estaba esperando. - Caperucita, hoy vuelve pronto de clase, que tienes que llevarle la comida a la abuela, ¿vale? Yo tengo mucho trabajo, así que no podría dársela hasta las nueve – dicho esto, su madre le dio un beso y se fue a la oficina. Al terminar el desayuno, Caperucita cogió el autobús para ir al colegio, como todas las mañanas. A primera hora tenía Historia, su clase favorita. - Los romanos construyeron un bonito puente en el bosque de esta ciudad. Gracias a él, pudieron comerciar con la gente que vivía al otro lado del río – explicaba el profesor. ¡Qué interesante! Caperucita tomaba apuntes sin parar. Las siguientes clases le pasaron muy rápido. Al llegar a casa, vio la cesta con la comida, y se acordó del encargo que le había hecho su madre. La cogió con cuidado y marchó en dirección al bosque, donde vivía su abuela. A mitad de camino, se encontró con un hombre barbudo. - Hola, niñita. ¿A dónde vas? – le preguntó el extraño. A casa de mi abuelita – respondió la niña. Entonces, deberías coger el camino de la izquierda. Si sigues por ahí, te encontrarás con un profundo río, y no podrás llegar a tiempo. Muchas gracias, señor. Caperucita tomó el nuevo camino, pero tras andar cien metros, recordó lo que había aprendido en clase de Historia. Los romanos habían construido un puente en el río, así que sí podía llegar a tiempo por el otro camino. Sin pensárselo dos veces, dio la vuelta y retomó el camino inicial. Pronto llegó al puente románico, hecho de piedra. A los diez minutos, estaba en casa de su abuela. Le dio la cesta, y la anciana se lo agradeció con una tarta recién hecha. Caperucita le contó a su abuela lo que le había dicho el extraño. La señora puso cara de desconfianza. Después, cogió su antiguo teléfono y llamó a la policía. Les informó de lo que le había ocurrido a su nieta, y éstos se pusieron a investigar. Resulta que el otro camino llevaba a un viejo desguace, donde aquel hombre, llamado Anselmo López, secuestraba a niños y los enviaba al extranjero como mano de obra barata. AL enterarse de esto, la abuela cogió a Caperucita en el regazo, la abrazó y le dijo: - Menos mal que sabías lo del puente... Eso es porque voy al colegio, abuela. *FIN*