ClOÍ) artística AÑO XXIX -<- BARCELONA 15 DE AGOSTO D E 1910 ->i- Nú^r. 1.494 OBRAS CLASICAS D E LA P I N T U R A MENDIG-O CON UN B3PBJO, cuadro de Ribera (1588-1666) qae figuró en ia Ex.Q^sloBn retrospectiva recientemente celebrada en los salones de Pedro Reig ó hijo, de e s t a ciudad ^—-—^ L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 522 ADVERTENCIA NÚMERO 1.494 ridad ó al viento de la secularización, Nada d e esto. pido como un meteoro y cruzó todo el amplio horiFué un doctor de la Iglesia católica y escribió cons- zonte de Europa. C;)n el próximo número repartiremos í los sefior«s subscrip' tantemente dentro de ella, aunque no limitándose t o r e s d e la E I Ü L I O T E C A U N I V E R S A L I L U S T R A D A el t e r c e r á ella. Hablaba desde el templo, pero su voz alcantomo d e la presente serie, que será ' • • *"• zaba hasta mucho más allá del templo. Puso empeño Porque ningiín español durante el pasado siglo, singular en que no quedase aislada y como muerla ni antes ni después de Balmes, adquirió tan rápidaG U I L L E R M O II Í N T I M O - dentro de la comunión de ios fieles, por extensa y mente el pleno aire europeo. Desde el primer día obra interesantísima por referirse al soberano rinemás h a ocu- general que se presentara entonces. Comprendió la subió á las alturas del pensamiento universal, se homp a d o la atención pública en n u e s l i a época y á quien el libro gravedad del conflicto que se abría para el principio breó ccn las grandes inteligencias, trató los grandes q u e publicamos presenta especialmente en su vida piivada, en cristiano y no se encerró, en suma, ni en el claustro, problemas transpirenaicos, mereció la amistad de el seno d e su familia, en sus diversiones, en su trato particu- ni en la sacristía, ni en la congregación devota, sino todos los grandes hombres y respiró el aire de las que levantó la voz por encima de ellas y para que re- cumbres de la humanidad, saludando ó siendo salular, etc. * sonara mucho más lejos; en toda la nación, en la dado desde ellas, viendo ó siendo visto. Sus obras Ilustran el tomo numerosísimos g r a b a d o s . sociedad viva, en el mundo civiliíado. fueron inmediatamente vertidas á todos los idiomas Cierto que antes de Balmes la revolución había europeos y en ellos andan y se reimprimen todavía. SUMARIO suscitado ya en la península una legión de defenso- Se incorporó al patrimonio de la cultura universal y T e x t o . — D t Bareehna. Crónicas fugaces, por M . S . Oliver, - res de las creencias é instituciones tradicionales. De el mundo le reconoce por suyo. ¿Verdad que bay algo Sin ¡iíeratura, c u e n t o de K. Kamírez Ángel. - E¿ finler fi- i S i o á 1S14 habían salidoá la palestra el P. Alvara- de ironía en este destino, en esta reputación que ninlipino Fabián de ia Rosa. - SS. MM. ios reyes de España gún nombre de la izquierda superó en España? tu Francia y en Inglaterra. — Mito te dt¡ amador Kinet. — do, el P. Vélez, el P, Stranch. Mas éstos se manteSe ha presentado al vii^atanismo como el compenEl record de la altura en Europa. — Ccujliíío entre España nían en los límites de una defensa del estado posesoy la Santii Sede. — Problema de ajedrez. — El misterio del rio y de una disputa con la Enciclopedia, que acaba- dio de todas las lepras rurales, cerriles y atávicas. De cuarto a«Jf;7/ij(novelaÍluHtrada;continuaciún), - Valencia. ba de hacer franca y tardía irrupción en nuestro país. Vich salió Balmts y salló en plena Europa y fué el Fiesta de lai gmpas. Carreras de Joyas, fuegos Florales. Vivían dentro del siglo xix, pero hablaban todavía español más universal del siglo xix, por su vasta caLa gran revista naval inglesa ¡¡ue pasÓ el rey forgc Ven Ter el lenguaje de la centuria anterior. A juzgar por mu- pacidad y por su extensa nombradía. De Vich salió Bay, en 26 de julio i'iHiino, G r a b a d o s . — M e n d i g o con un espjj, c u a d r o d e R i b e r a . - chas manifestaciones de esta apologética se diría que también Verdaguery fué el catalán que haya llevado Dibujo de Lui>a Vidal que ilustra el cuento Sin ¡iteíatura. no habían cruzado por el horizonte español ni Isla más lejos, á la otra parte de la frontera, el nombre - Keirato d;l pintor filipino Fahiúnde la Rosa. - Flirl, ViUa ni Feijóo. Es la escolástica que discute todavía con literario de su patria. Ante esos ejemplos es cosa de Birghese, c u a d r o s d e FabiAn d e la Rosa. - Arquitectura roel filosofismo francés; el siglo XVÍÜ dialogando con vacilar un poco, pensando si es preferible tener vim ¡íil:a en CatahiHa Uám'ma), - SS, MM. ¡os reyes de Espa^atans conocidos en todo el planeta ó europeizantes ña en /'"ra-zeia y en Inglaterra, (siete fotograbados). - Retrato el mismo siglo xvni. d! unJjVíH, Retrato ds una anciana. El eííu-dian/e, cua.áros Pero mientras en España el espíritu religioso sufre acérrimos conocidos tan sólo en Vich. d e R e m b r a n d t . — El juicio de Salomen, c u a d r o de Kubens. el primer ataque formal, Euiopa está ya de vuelta. Dos grandes popularidades conoció y sostuvo Es— El aviador Kinet. - El aviador Chavea. — Afonseiior Vico, Nuncio di S. S. el papa PÍO X en Bspaila. - E¡ Exc'i.c, Se- Mientras aquí ensayamos la revolución, el mundo pana en la primera mitad del siglo pasado: Balmes ñor D. E. dt OJida, embajador de España cerca del V:.tica- entero siente el hastío de la revolución y hasta una y Jui^aro. Las sostuvo en una forma inequívoca é no. — Valencia. Primero, segundo y tercer premio. Carroza especie de repugnancia física por sus tiltimos horre- inusitada entre nosotros: pagándolas con esplendiaUgírica. Grupa de niños. La centenaria María Pedrés. El res y por el encharcaraiento de sangre de que quedez. Larra cobró grandes sueldos, inverosímiles hoy presidente de la sociedad íLo Raí Penal.1^ D. S. Ctlirián, premiado con ¡a Jl-jr natural. D. A. Zimora, mantenedoi- dan hiSmedas las ciudades y los campos de batalla, día, y se vio disputado por editores y empresas. BalMientras aquí se intenta el primer asalto contra la mes enriqueció" en poco tietnpo; una simple revista de los juegos florales. La reina de la fiesta Señorita Doña Pilar Moníerde. — Los buques de la escuadra inglesa haciendo Iglesia, Napoleón se consagra aparatosamente como semana), El fe usa?}! te uto de la N'ación, le dejaba un salvas al paso del yate real.—El aviador Grahaví White Carlomagno, restablece el culto en Nuestra Señora beneficio de más de tres mil duros por año. El uno velando encima dt 'as escuadras diircnte las maniobios. de París, arregla el concordato con Roma. Mientras desde la ortodoxia, el otro desde el escepticismo coinaquí se escriben y se leen las Carias del FiH'sqfo ra/i- cidieron en muchos puntos: en la esterilidad de la cio, la Apo¡o\!,¡a del Altar y el Trono, las Memorins revolución española, en su falta de substancia y conD E BARCELONA.—CRÓNICAS FUGACES del abate Barruel, producto de una táctica defensiva tenido, en'Ja necesidad de dar una base nacional dX - Dentro de pocos dias la ciudad de V¡ch y toda y de un sistema de ¡deas que se ve cercado por to- nuevo Estado integrando en él á las fracciones reCataluña cotimemorarán el centetiario de Jaime Eal- das partes, hace ya muchos años que corre por el beldes y de protesta, en escribir, fuera de los partitnes.,. Balmes nació en i S i o y falleció eti 184S. Su mundo fui Genio del Cristianismo, producto de una dos y por encima de ellos, para el círculo más vasto vida ptíblica fué breve; no duró más allá de siete táctica nueva, de un impulso agresivo y de reconquis- y libre de la opinión. años. Entre su labor de publicista y nuestro tiempo, ta. Hace tiempo que Europa experimenta un temblor median ya unos setenta. E l mapa espiritual de Es- desconocido y que pasa por ella una corriente sentipaña ha sufrido desde entonces una modificación mental extraordinaria y poderosa; el romanticismo. importantísima, que es insensato negar. El estado de Balmes tuvo, adema?, una influencia más alta y hecho en que Balmes conoció á la sociedad españobienhechora que la del nudo talento: la elevación de la y que le sirvió de punto de partida, se ha alterado carácter, la generosidad. Sus anhelos de mediación profundamente desde entonces. Algunos de los prinNo; la restauración religiosa y espiritualista, que entre lo histórico y lo moderno, su espíritu de concipios de su constitución interna, que él encontraba constituye una de las principales fases del romanti- ciliación, su creencia de que evolucionando continuavivos y apenas arañados en la superficie, como el de cismo y que se caracteriza en Alemania por una es- mente es como se hace abortar la revolución perióla unidad religiosa, han sufrido después ataques ru- pecial acentuación católica aun en los escritores que dica y aquel proyecto de matrimonio de la reina Doña dos y el menoscabo consiguiente en los grandes cen- no desertaron prácticamente del protestantismo, y Isabel I I con el conde de Montemolín para poner tros de población, donde ya se hallaba planteada la en Francia por la aparición de grandes apologistas un término de amor á nuestras deshonrosas discorlucha. Esta lucha, en fin, ha empezado á invadir las seglares; esa restauración no fué una cosa facticia, ni dias civiles, son tentativas, frustradas, sí, pero que ciudades secundarias y los campos. un movimiento simulado, ni la obra de una jerarquía hacen tanto hcnor á un hombre como deben llenar ahora de pesadumbre al pueblo que no estuvo en dis¿Será posible comprender al insigne vicense en me- teocrática. dio de la subversión de espíritu en que vivimos ahoFué, por manera muy clara y perceptible, un mo- posición de secundarle. ¿Quién no ve, como perspecra? Vivimos en un momento de pasión, de encono \'imienío hondamente popular, espontáneo, de abajo tiva lejana, entre las ideas que Balmes expuso y semdoctrinal muy agudo. Los combatientes de uno y arriba. No consistió tanto en el esfuerzo de la Iglesia bró con tanta copia, esa solución, á la vez moderna otro lado, es posible que juzguen á Balmes, segiín su para recobrar el dominio d e las almas y de las socie- y cristiana, d e la Bélgica d e nuestros días? respectiva escuela y parcialidad, como enemigo ó dades, como en un retorno de las sociedades y las La actividad de aquel pensador insigne no puede como aliado, afectando desconocer !as otras excelen- almas, llenas de espanto y confusión, en busca d é l a menos de causar asombro. Escribir libros tales como cias en que se funda su derecho á la gratitud de los Iglesia. La sociedad misma dio alientos á Chateau- la Filosofía fundamental i El Criterio, El Frofesiaii' españoles, como tales españoles y por encima de todo briand, á De Maistre, á Bonald. Las más fuertes y iismo, al mismo tiempo que colmaba las páginas de partido, de todo sistema filosófico y aun estoy por elevadas manifestaciones del espíritu se tiñeron en- las revistas y de los periódicos; pasar en una hora decir que de toda filiación religiosa ó confesional. tonces del matiz de la contrición y de la fe. desde la lucha candente de los partidos á la esfera^ Porque el rasgo supremo de esta figura fué el punDe las entrañas de la sociedad laica surgieron los impasible de la abstracción, son cosas al parecer into de vista constantemente nacional, esencialmente acentos de querub y el arpa angélica de Lamartine, conciliables y sobrehumanas. H e aquí como le pii^' patriótko, que adoptó y inantuvo, con heroica per- en la cual se presentaron ornadas d e virginal juven- tan sus biógrafos, moviéndose entre la mejor sociesistencia, desde el principio al fin de su campaña y tud la poesía cristiana y las más puras elevaciones del dad madrileña en los días de su gran proyecto: de de sus días. Glorías francesas, no simplemente glorias neoplatonismo. E n esa corriente se alimentó la pri- estatura elevada, delgado de cuerpo, escaso de musde partido, ha declarado la posteridad á los escrito- mera musa de Víctor Hugo; y hasta cuando suscita- culatura. Tenía la tez pálida y fina, los labios u_n res magnánimos de la familia espiritual de Balmes. ba un incrédulo incurable, un pobre «hijo del siglos poco abultados, los dientes blanquísimos y la nariz Los grandes publicistas de la restauración católica como Musset, era en forma tal que el espectáculo regular, con rastros de una herida que se causó en l* pertenecen al gran piiblico, más allá de los Pirineos, de su desolación de espíritu fuese más ejemplar y niñez, rodando una escalera. En Madrid solía vestir y su gloria no se limita al círculo de los correligiona- persuasivo que el de todas las piedades. La incredu- de seglar, con muy esmerada severidad: levita ó garios. En España somos más estrechos de criterio y lidad misma se hacía apologética, á su modo, ofre- bán de paño fino, chaleco de raso, guantes y bastón. más suspicaces é inflexibles. «¡Bab! Un escritorneo,S' ciéndose como el famoso pelícano de las leyendas Imponíase por un aire distinguido, mezcla de supedirán algunos. Otros se lo figurarán como «un cam- zoológicas, desgarrándose el pecho, mostrando sus rioridad sin petulancia y reserva sin desabrimiento. peón de la buena causa,í> en el sentido rutinario, y entrañas dilaceradas y sangrientas, señalando el ve- Su muerte fué edificante y pura como su vida, con es posible que un tercer grupo de gentes desconfia- neno de Voltaire como origen de la catástrofe de cuatro días de diferencia respecto de Chateaubriand» das le tenga por un sospechoso precursor del moder- Rolla, como larva acechando la pureza de la virgen con dos meses d e diferencia respecto d e Fiferrer. t-' nisiiio eclesiástico, que anduvo bordeando los linde- en la Mansarde, inolvidable publicista perteneció al ciclo de aqueHo^ ros de la apostasía. En esa escuela y ese ambiente se forjaron las figu- jóvenes ilustres de la generación romántica que Ca' ras culminantes del futuro sacerdocio y los seglares taluña no pudo conservar hasta la madurez, coifo * que consagraron su pluma y su elocuencia á tan pro- Cabanyes, el poeta, como Cuyas, el mt5sico, cotn^ * * funda remoción espiritual. Así surgieron en Francia tantos y tantos ingenios malogrados en ñor por uoa No hay que desfigurar su carácter ni presentar á Lamennais, Lacordaire, Mojüalembert. Así resonó ráfaga siniestra que deshojó, en la noche, los jardiBalmes como un publicista laico que escribiera vuel- en la Gran Bretaña la voz profélica de Daniel O'Con- nes de la patria. M I G U E L S . OLIVEK. to de espaldas á su ministerio y de cara á la popula- nell. Asi apareció Balmes en España, brillante y rổ NÚMERO 1.494 L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA SIN LITERATURA^ 523 CUENTO DE E . RAMÍREZ ÁNGEL Joven, en buena posición social, soltero y gallar^Oi Domingo Arévato sentíase á los veintiocho años sumido en esa dolencia moral que condujo á lord ^yton hacia Mísoloughi y puso en la impaciente iiiano de Larra un arma cobarde. l^sspistado ó rendido, necesitaba una palabra para su dolencia. Vino un médico y se la brindó: «Neu"•^stenia í> Arévalo, al oiría, sonrió escépticamente y abonó la minuta de honorarios del buen hombre, "menguado en ciencias, pero ducho en palabras. Como el famoso mánchelo, Domingo dio en la ^ i n í a de leer vorazmente, Era un mozo razonable; pero no supo digerir ese alimento traidor de la letra '.fiipresa. Desatendió aquella frase que. presintiendo ^ estos hombres febles de hoy, escribió Kempis: ^Qüien atiade ciencia, aiíade dolorS' La vida de Arévalo deslizábase monótonamente, Y, tembloroso, encendió una cerilla •^orasada su alma en una sed de ideal que ninguna ^yjer había encarnado. Ni aquellas heroínas de ourget, de D'Annunzio, de Prévost, ni estrotas, an- todo cuanto sus manos solícilas atienden. ~ N o sé. Debe de estar descompuesta la llave. ^gónicas, de Balzac, ni aun aquella soñada por nues—¿Te divertiste mucho?, preguntó ella sentándose Acudió ] domingo y dio una nueva vuelta al con" o dulce Fray Luis de León. á discreta distancia de su primo. mutador, con igual fracaso. Fueron los dos primos á otras habitaciones y hallaron, con el natural asomArévalo hizo un gesto ambiguo. —¡Bah! Me he aburrido extraordinaríamenle, sun- bro, que no se obtenía la codiciada luz. II tuosamente, como un monarca sin corte. Aquello es — iQué contrariedad!.., muimuraba Isabel hondaArévalo tuvo iioticía de la llegada de Isabel, una demasiado frivolo. mente preocupada. ¡Y esa criada iniprevisora que no i inia suya á quien había dejado de ver hacía años. tiene ni un mal paquete de bujías!., Isabel le miró, incrédula. *ué á visitarla, impulsado, más que por un deber Arévalo procuraba atajar el mal humor de su pri—¿Aburrirte tú?.. Joven, rico y—perdona el piro^ afectOj por una curiosidad de mozo mujeriego. po sin malicia, en honor á la verdad—inteligente y ma. Al íin, para charlar honesta y sosegadamente, "arlaron frivolos. La prima regresaba de Santander, buen mozo?.. Eso es una de tantas «posturas» espi- como ellos, no se requería iluminación artificial de l^^en aún, pero tocada con la aureola de una viudez rituales de buen tono que adoptáis los hombres de ninguna especie. Pi'ematura. Domingo, al terminar la entrevista, salió ahora. ¿Qué diría yo, sola, desamparada y, por añaSin embargo, sonreía, acatando á ¡a obscuridad PS'isandü: «Es bonita; muy bonita...^ didura, mujer?.. como á una colaboradora que podía favorecer sus propósitos. ÜC05 días después resolvió verla de nuevo. La E Isabel, ingenuamente melancólica, suspiró. —Menos mal que eres de confianza, exclamó Isa^versación hubo de prolongarse media hora más. ^ T e lo he repetido varias veces, repuso Arévalo. bel suspirando. De todos modos, no me gusta estar leron; evocaron... Arévalo, camino del Círculo, Estoy enfermo... Gravemente enfermo. P-nsó levemente optimista: «Es inteligente; muy inPero Isabel, mirándole de hito en hito, exclamó: á obscuras. ^^l'gente...^ & > J —Y sin embargo, ¡es tan poético!,., dijo Arévalo. —¿Sabes lo que es todo eso? Empacho de literata 1 ^^gresar del veraneo, Domingo resolvió visi- turas. Un ataque agudo de romanticismo, Debías La media luz, cuando no la sombra, protegen todas aquellas expansiones que el corazón no se resolvería últ'* ^^''^ ^^^' *^'3nsiderándoía como una sabrosa y haber vivido el año treinta. á hacer bajo la cruda luz del sol, Víctor Hugo ha Soltó la carcajada y añadió: I "^^ "Conquista que ahuyentara su inexplicada do— Créeme: debes irte otra temporada al campo y hablado de las almas crepusculares. Yo creo que hay lí! enamorarte de cualquier rústica, llena de salad, con también ocasiones crepusculares que son para la una frente estrecha y un corazón sin domar. Te lo confidencia y acercamiento. Hora de amistad, de reciert^"'^ ^^^^~^ ^'^'^> "^"^ ^"^ antigua fámula, en aseguro. Yo conocí á un poeta muy exquisito, muy fugio; de soñar en algo que nos eleve un poco por encima de la estdpida vida cotidiana. ¿No crees, al^^ a silenciosa calle de la corte: una de esas calles romántico..,, que se casó con su criada. ma, que?.. —¡Eres cruel, prima!.. QQ ^P-^'^'^O provinciano, que tienen algún caserón —¡Y tú muy bobo, primo!.. Exaltándose gradualmente, Arévalo empezó á rebol ''^"'^^ abas, silencio de hogares bienaventurados, La sana risa de Isabel no desconcertaba á Aréva- mover lecturas, sensaciones brumosas é incoherenyp j ^ ""^""adas en los balcones y hierbajos, siempre lo. Sin inmutarse, creyendo afectada la jovialidad de cias sutiles de h ¡peres tés ico. Al principio, Isabel pre^L^es, entre el empedrado. tir¿ ^..'"^^'atío la tarde. Cuando Domingo dio un BU prima, meditó el ataque. Domingo sabía que no tendió mirarle, asombrada. Sencilla y natural, no fiísa ^''^*^'-*^^o ¿ la campanilla—que repiqueteó con- le había sido indiferente á Isabel. Su instinto de comprendía aquella sarta de frases, dichas con voz trémula y teatral afectación. Había leído poco y con Isah"^!^'^^^^'^^ por las larguras del pasillo—la propia conquistador no le vendía. Reanudaron la charla, taimadamente por parte de el femenino deseo de distraerse, sin soslayar compli'^^'^l salló á abrir. él; confiada y jovial por parte de ella. Luego, apro- caciones psicológicas que hubieran acabado por ^¿Sola, prima?.. vechando una pausa, Isabel se levantó para encen- aburrirla. ^ ^ o l i t a , primo. Acaba de salir la criada. niy •/^^''O'í mientras pasaban al gabinete. En los der la luz. —¡Isabel, Isabel!,., murmuraba Domingo en uno El conmutador sonó levemente; pero la estancia de aquellos espejismos que antaño le sumieron en c^er' ^^' ^"^ ^°^ cortinajes, en las mil deliciosas chulastimoso estado. Las mujeres, casi todas las mujede ^ ^ del modesto ajuar, resplandecía la pulcritud continuó llena de la penumbra del atardecido. res, segdn se dice, carecen de idealidad vistas de —¿Qué sucede?, inquirió Arévalo. . .. a mujer honesta que baña en poesía familiar L A ILUSTKACIÓN ARTÍSTICA 524 NÚMERO 1.494 cerca. Sólo la cobran desde lejos, Estoy enfermo de vulgaridad, de prosaísmos, vándome. Eres la mujer ideal que necesito y merezco. Con retóricas que desfide frivolidades... ¿Conoces aquella Foscarina, de D'Annunzio?.. ¿Recuerdas la guran la vida quise conmoverte... Ahora, ya curado, sin literatura, llanamente, admirable Mn^qdii, de Sudermann?., ¿No pensaste nunca que estas mujeres cc- te pregunto: íilsabcl, Isabel,.., ¿quieres casarte conmigo?,.» rrientes, burguesas, hacendosas, de hoy, que sólo piensan en tos figurines ó en iDiliujci de Luisa Vidal.) los teatros, ó en un marido que les asegure el sustento, son sencillamente abominables? ¿No crees tú que?.. . EL P I N T O R F I L I P I N O FABIÁN DE LA ROSA E n aquel importante é interesantísimo Museo de Ultramar, en el que, como con feliz frase dijo su creador el ilustre Balaguer, «surgió Filipinas con todas sus aureolas, cual un dia surgió de entre los mares con todas sus bellezas,^ figuraban varias obras de algunos noveles artistas filipinos, que como Arévalo, Zaragoza, Martínez, Enríquez y Luna, anunciaban la formación de un núcleo de pintores y escultores á quienes había de caber en lo porvenir !a gloria de haber sido los portaestandartes del renacimiento artístico ir.suíar y, por lo tan- tÍ'~'^É^r^^^^^^^^^^^^H^^| ^ H^l t ' nJ ""J^^^^l ^^^^1r . 1^^H HI^V 1 '* y ^B S¡¿\jzJíi^Ut ^ El n o t a b l e p i n t o r filiplnú F a b i á n ú e l a B c a a Aún continuó hablando por modo tan inflamado un buen trecho. El silencio más extraño, la obscuridad más alucinante, llenaban la estancia. Arévalo, en un instante de lírica fogosidad, acercóse á Isabel con intención de estrechar su mano ardientemente; ni más ni menos que en un capítulo de literatura francesa. JPIirt, cuadro de Fabián de Is Rosa Avanzó; palpó al través de las sombras... Nadie. Inquieto ya, llamó; —Isabel, ¿no me oyes?.. Igual silencio. Entonces receló una cosa horrible. ¿Se habría dormido, im- to, los educadores de sus compatriotas, inculcándoles el sentimiento del arte, que depura el buen gusto y ennoblece el espíritu. Circunstancias especiales, prudentemente, su prima? por todos conocidas, entorpecieron probablemente el movimiento de cultura, Y, tembloroso, encendió una cerilla. Isabtl había desaparecido. que quedó en suspenso, ¡Oh!.. Indudabk-mtnte hasta que la tranquila calera una de tantas mujeres ma ha podido renacer en vulgares. Arévalo permalos hogares filipinos. neció meditabundo, hasta que la cerilla, á punto de El avance iniciado en consumirscj le abrasó los 1SS7 ha continuado su dedos. La noción del ricamino, y otros astistas, diculo hubo de abrasarle con más aptitudes, conditambién las mejillas. ciones é ilustración quizas que sus predecesores, han ¿Cómo su prima, mu venidoáEuropapara comjer educada y discreta, pletar sus enseñanzas. A procedió de modo tan ineste número corresponde sólito, abandonándole en el aventajado pintor Fael momento mismo en bián de la Rosa que, p^^' que toda su exaltada elosionado por su región, h^ cuencia se desbordaba?.. terminado sus estudios e " ¿Era una lección cruel?.. Roma, ha dado evidentes Y cuando, ofuscado, muestras de su inteligensin detenerse en más comcia V de sus envidiables plejos análisis, Arévalo condicionesartísticas. í^^ avanzaba á tientas hacia laborioso como aprov^' el pasillo, para marcharse, chadü, se ha dedicado sonó la campanilla. Era con entusiasmo durante la sirvienta, que llegaba. el período de su pensión En la sombra, Dominal cultivo de la pintura, go oyó la risotada fresca obteniendo recompensas de su prima, burlándose. en cuantas exposiciones El mozo, corrido, sin ¡nternaciorales ha totn£" pronunciar palabra, saltó do parte. De ahí que haya escalones abajo, á la calle. podido singularizarse í ;. •• jY que el buen concepto qi^^ ha merecido en la Ciuo&í^ Ai día siguiente, IsaVilla B o r g h e s e , cuadro de Fabián de la Rosa Eterna haya repercutido bel recibía una carta de en Manila, en donde se Arévalo. «Prima gentiÜsima: Una noche de insomnio me ha hecho sensato y vulgar le ha distinguido, reconociendo sus méritos, con el honroso nombramiento de comú nunca. Tu acción de anoche, tu risa acerba, me han transformado, sal- profesor de aquella Escuela de Bellas Aries. ÑtL.-Fazrh da /c? iqle^iá Wí?/7. -Rj2ríá románica, t/e ^ ' /y/e^/c? Fa/GCERD/^'. ~ Foer/a <Je¡3Íg¡oX¡¡. AÜW/?/CÍ?, c/e/3Í^/o X//. d<z l<3 ig¡<¿-5Íá románica HixrÑb^idz c/e k igk^i^ romáf}icú. M^igloXÍ. 52Ó L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA NÚMERO SS, M M . LOS R E Y E S D E E S P A Ñ A EN F R A N C I A Y E N SS, MM. el rey D. Alfonso X I I I y la reina Doña Victoria han emprendido su excursión á Inglaterra, en donde se proponen permanecer durante el presente mes de agosto. Majestades en la estación. Con los reyes iban la duquesa de San Carlos, el duque de Santo Mauro, el conde del Grave, el Sr. Quiñones de León, el marqués de Viana, que forman su acompañamiento, y el embajador de España en París Sr. Pérez Caballero, el Sr. Ferraz, consejero de la embajada, y el comandante Sr. Rivas y Rivero, agregado militar, que habían ¡do a saludará los soberanos en Juvissy. Hechas las presentaciones de rúbrica, el alcalde de Rambouilíet Sr. Roux ofreció á la reina Victoria un magnífico ramo de flores y dirigió á los augustos viajeros una breve alocuciín de afectuosa bienvenida, á la que I). Alfonso contestó con frases de agradecimiento, Formóse luego la comitiva, yendo en el primer coche D. Alfonso, el Sr. Fallieres y el jefe del protocolo Sr. MoUard, y en el segundo doña Victoria, la señora de P'allieres y el embajador Sr. Pérez Caballero. Daba escolta un escuadrón de coracercs al 1.494 INGLATERRA ron los comensales á un salón en donde tomaron el café y conferenciaron extensamente el rey y el presidente del Consejo Sr. Briand y el ministro de Negocios Extranjeros Sr, Pichón. Poco después, SS. MM. se despidieron del señor Fallieres y de su esposa, quien entregó á la reina doña Victoria un magnífico ramo de orquídea?, y en automóvil marcharon á París, adonde llegaron á las cuatro de la tarde, hospedándose en el hotel Meurice. AlH recibieron la visita de los exembajadores de España en Francia señor marqués del Muni y de Francia en Madrid Sr. Revoil, y después la reina visitó á la exemperatriz Eugenia, que se hallaba de paso en aquella capital, mientras el rey, acompañado del Sr. Quiñones de León, dio un paseo por Montmartre, el Bosque de Bolonia y los bulevares. Tanto el rey como la reina, apenas reconocidos por el publico, fueron saludados y aclamados con entusiasmo. Por la noche, después de haber comido en la in- El alcalde de R a m b o u U l e t d á n d o l a bienvenida á S S . MM. (De fotografía de ChusscauFlaviens,) paso por Francia, han visitado al presidente epüblica francesa y han sido por algunas hcde la Repübl El r e y D. A l f o n e o X I I I y el p r e s i d e n t e Sr. F a l l i e r e s d i r i g i é n d o s e a l c a s t i l l o do B a m b o u i l l e t , [De fotografía de Cliusseau-FIaviens.) W^KBm ^W \ ' ^ ' ^ 7 La reina DoSa Victoria y l a s e ñ o r a d e Fallieras dírieléndoae al oastillo de Rambouilíet ' ''• . '. (De fotografía de Royer.) -j • ' , • - . - , , ras sus huéspedes en el castillo de Rambouilíet, residencia veraniega del Sr. Fallieres. En cuanto los habitantes de aquella' población tuvieron noticia de la real visita, apresuráronse á empavesar y adornar las calles y las casas y se dispusierpn á recibir con entusiasmo á nuestros reyes. El tren que conducía á éstos llegó á Rambouilíet á las once de !a mañana del día 3; el presidente y su esposa, acompañados del teniente coronel Griache, junto con las autoridades locales, esperaban á Sus i w '* -^ ^ '• mando del capitán Schneider, el mismo que, como teniente, escoltaba á S. M. y al presidente Loubet cuando el atentado de la calle de Rohán, de París, en 1905, El rey, que desde entonces honra con su amistad al mencionado oficial, de uno de cuyos hi- S S . MM-, a c o m p a ñ a d o s d e l o a S r e s . d e F a l H ^ " jos es padrino, le estrechó la mano y conversó afar e s , s a l i e n d o d e l c a s t i l l o d e R a m b o u i l í e t . (D^ blemente con él. fotografía de Chusseau-FIaviens.) En el gran comedor del castillo, que estaba hermosamente decorado con flores de los colores espa- timidad con las personas de su séquito, asistieron a* ñoles, sirvióse un almuerzo, terminado el cual pasa- teatro del Gimnasio. NÚMERO 1.494 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA A la mañana siguiente salieron los soberanos de ton de Ealzell, en representación del rey Jorge V. En la mañana del jueves SS. MM. salieron, el rey París y á las tres y cuarto se embarcaron en Calais en el Victoria, en donde su presencia produjo grata con el duque de Santo Mauro, á dar un paseo á pie sorpresa entrR los pasajeros, que les saludaren con por los parques, y la reina; con su hermano, á hacer S S . M M . s a l i e n d o del H o t e l R i t z , d e L o n d r e s , p a r a ir á v i s i t a r ó. l o s r e y e s d e I n g l a t e r r a . (De fotograffa comunicada por Carlos Trampus.) demostraciones de respetuosa simpatía. A las cinco llegaron á Douvres, siendo recibidos en el muelle por el embajador de España en Londres Sr, Villaiirrutia, y dos horas después á la capital de InglateTa, en donde les esperaban los príncipes Mauricio, Alejandro y Leopoldo de Battenberg, la esposa del embajador, el persona! de la embajada y lord Hamil- 5^7 riqíie de Battenberg, el príncipe Cristian y la princesa Victoria de Schle&wig-Holstein y la princesa Patricia de Connaught. También estaba allí el yate real Giralda, en el que se embarcaron SS. MM.,lle- El r e y D. A l f o n s o X I I I y e l p r í n c i p e M a u r i c i o d e Battenbergf en C o w e s . [Ee fotofrafia de L. N. A. ThoLo.) algunas visitas, y al mediodía fueron á Marlborough House á saludar á los soberanos ingleses, en cuya compañía almorzaron, Después visitaron en Buckingham Palace á la reina madre y á la emperatriz madre de Rusia. A las cuatro de la larde salieron en automóvil para Southampton;alIí les esperaban el príncipe En- gando á las siete y media á Cowes y dirigiéndose desde allí á Osborne Cottage, en donde fueron recibidos por la princesa Beatriz, madre de la reina Victoria, En aquella hermosa posesión pasarán Sus Majestades tres semanas haciendo vida de campo y dedicándose D. Alfonso especialmente á los deportes marítimos, por los que tanta afición siente. —R. El r e y D. A l f o n s o X I I I p r e s e n c i a n d o laa r e g a t a s d e s d e el edificio del s E o y a l Y a c h t S q u a d r o n . í íDe fotografía de L. N. A.Ihcio.) R e t r a t o d e u n j o v e n , por Rembrandt R e t r a t o d e u n a a n c i a n a , por Kembradt E l e s t u d i a n t e , cuadro de Rembiandc, que se conserva en la Ny'CarlsbergGIyptotecB, de Copenhague EL JUIOiO DE SALOMÓN, cuadro de Bubene, que se conserva en la Galería Beal de Copenhague - J 530 L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA Farmán, Nicolás Kinet regresó á Bélgica, Luego tomó parte en los mítines de Budapest y de Reims, realizando en uno y otro vuelos muy notables. En el reciente de Bruselas, como DE LA A L T U R A BN EUROPA hemos dicho, dábase como seguro que para él sería el gran premio de la totalización de las distancias. En el mitin de aviación últimamente celebrado en BruseAsusta, en verdad el número de viclimas causadas por la las, ha encontrado trágica muerte el notable aviador Nicolás aviación, y si se tiene en cuenta el número relativamente corto Kinet. de los que á ella se dedican resulta encime la propojción de los fallecidos á consecuencia de accidentes desgraciados. lie aquí la lista de los aviadores trágicamente muertos hasta la fecha; el teniente Seldfrige (¡S de septiembre de ipaíí); Eugenio Leíevie (7 de septiembre de 19091; A n t o n i o Fernández {(> ds noviembre de I 909!; León Uelaprange (4 de enero de 191 o); 11 uberto Le B!on (2 de abril de DE AVIACIÓN MUERTE DHL AVIADOR K I N K T . - E L EECORU NÚMERO 1.494 El record del mundo, sin embargo, corresponde al norteamericano Brookins que recientemente alcanzó, en Atlantic City, tripulando un biplano Wright, la altura de 1.904 metros. CONFLICTO ENTRE ESPAÑA Y LA SANTA SEDE A poco de subir al poder el Sr. Canalejas, comenió el gO' bierno unas negociaciones con el Vaticano pata la reforma del Concordato que regula las relacionen entre nuestra nación y la Santa Sede. Habíanse cruzado algunas notas y esperábase la contestación del Vaticano á una de ellas, cuando el gobierno espaiíol publicó una Keal orden concediendo ciertas autorizaciones í los cultos disidentes establecido? en Espafia, dictó un Real decreto sujstando á ciertas formalidades á las comunidades religiosas y fir.almtnie présenlo en el Senado un proyecto de ley, llamado del C&niado, por el que se prohibe el establecimiento de nuevas casas religiosas mientras duren las negO' elaciones con la Santa Sede. El \"aticano, entendiendo que el gobierno español legislaba y resolvía api^ri sobre maleiias que son precisamente objeto de las negociaciones entabladas, h¡Ko, según parece, algunas observaciones á tal conducta y manifestó su propósito de TÍO segair negociando si algunas de aquellas disposiciones legislativas no eran revocadas. E I a v i a d o r N i c o l á s K i n e t , muerto á coasecueacia de un a:ciJente desgraciado el día 3 de los corrientes mientras efectuaba un vuelo en el mitin de Bruselas Estaba clasíCcado el primero en la totalización de los vueles y en la latde del 3 de los conientes elevóse paia aunienlar la ventajaque llevaba sobre sus competidores, l'oco despucs, eleváronse también Ülieslageis y Lauser. El tiempo, que hasta entonces había permanecido Irarquilo, cambió bruscamente; Olieslagtrs y Lauíer pudieron descender sin grandes dificuhades; Kinet, en cambio, sorprendido por una viólenla láfafja fué precipitado al suelo desde una alttra deOo metros. Los que acudieron á socorrerle encontraron su cadáver horriblemente destrorado á pocos metros del aparato. El padre y la esposa del infortunado aviador estaban en el aeródromo cuando ocurrió la espantosa desgracia. Nicolás Kinet había nacido en Lieja en 1SS2 y fué campeón del motociclismo en Bélgica, en donde hiciéronse célebres sus maíchs con el campeón, belga también, del mismo deporte, Ülieslagers. Deseando dedicarse á la aviación, en marzo de este afio fué á Mourmelón, en donde, dirigido por su primo Daniel Kinet, jefd'piloto de una de las escuelas allí ¡nstaladasy muerto también á consecuencia de un accidente hace un mes, hizo grandes progresos y demostró cualidades excepcionales de valor, igtol; Ilauvelle-Míchelín (13 de mayo de J9Í01, Jusely (ade jumo de jgto); Tadeo Robl ¡iS de junio de 1910 jCailüsWachler (3 de julio de jgiol; Daniel Kinet (10 de julio de 1910); Carlos S. Rolls ([2 de julio de 1910 ; y Nicolás Kinet (3 de agosto de E l a v i a d o r O J i a v a z , que ha ganado el recoid de la altura en Europa elevándose El mismo día que á 1.755 metros, [De fotografías de M. Rol.) moría en Bruselas Don Nicolás Kinet, el aviador francés Chavez batía en el mitin de Elackpool (InglateDesde este momEnto, las relaciones Entre el \'aticaro y Esrra) el record de la altura en Europa, elevándose á la altura paña han adquirido gran tirantez; las negociaciones se han susde 1-755 metros. pendido; ha sido llamado á M adrid el Sr. Ojeda, enibajadoí Hasta el presente, los aviadores que en Earopa se h a i ele^ de España cerca del Sumo Pontífice, quedando tncajgado de los negocios de la embajada el conícjero sencr maiqi^t'S de González, y se dice que en breve saldrá de EspEfia el Nunc" de S. S., monseñor Vico. Hjj AJEDREZ PROBLEMA NÚMERO 5^59, POR V. MARÍN KKGRAS (12 piezas} c b IK r.^^^^ H e t e •-^B!H . "^fflff^JS bi'^^^^^^H ^^^^^^> ^H9 ^^^^m ^^^^^^^B > ^^« * W^^^^^^^^B a ^^^B b c d e f g Las blancas juegan y dan mate en tres jugadas. SOLUCIÓN AL PROBLEMA NIJM. 54S, M o n s e ñ o r Vico, -^ E l E x c m o . Sr. D. B, d e Ojeda, Nuncio de S. S. el papa Pío X en España embajador de España cerca del Vaticano (De fotografías de Argus Photo Reportage.) h BLANCAS tS piezas) Blancas. 1. C d 1 - e 3 2. D c 4 —c I jaque. 3 T O A mate. POR V. MARÍN Neg;ru. . I. R a I x b 3 2. Cualquiera. VARIANTES. aatlgre fiía y destreza. El 15 de mayo úliimo, batió el record de! tiempo con un pasajero, permaneciendo en el aire dos ho' ras y 51 minutos; este record no ha sido hasta ahora superado. Dsspué; de habsr dirigido la escuela de pilotaje de Enrique vado á más de i.ooo metros son: Weymann, en Mourmelón, á 1.250; Morane, en Caen, á 1.250; Paul han, en Los Angeles, á 1.269; Lalham, en Reims, á 1.3S4; Olieslagers, en Bruselas, á 1.720; y Chavez, en Blackpooí, á 1.755- I C 5 x d 4 ; 2. A g 7 x d 4 , etc. l . . . C b 3 - c i ; 2. D C 4 X C I j^que, etc. i . . . C a 3 - b i ; 2. T d 4 - d i , e t c . 1... Otra jug.«; 2. T d 4 - d i jaque, etc. NÚMERO L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 1.494 531 EL MISTERIO DEL CUARTO AMARILLO N O V E L A ESCRITA P O R GASTÓN LEROUX. — ILUSTRA DA POR SIMONT, (coNrmuAcrÓN.) — Respecto de eso, ni la menor duda cabe, exclamó el juez de instrucción. En aquel momento se abiió la puerta del laboratorio, y el sargento de gendarmería trajo una tarjeta de visita al juez de instrucción. El señor de Marquet la leyó y lanzó una sorda exclamación; después dijo: —¡Esto sí que es curioso! —¿Qué es ello?, preguntó el jefe de la Seguridad. —La tarjeta de un reporterillo de VEpogue, r). José Ruedelabola, con esias palabras: Uno de los móviles del crimen ha sido el robo. El jefe de la Seguridad se sonrió: — ¡El joven Ruedelabola!.., mucho he oído hablar de él; pasa por ser ingenioso... Hágale usted entrar, señor juez de instrucción. Y entró D, José Ruedelabola. Le había yo conocido en el tren que, aquella misma mañana, nos había llevado á Epinay-sur-Orge. Casi á pesar mío se había introducido en nuestro compartimiento, y prefiero decir en seguida que sus maneras, su desparpajo, y su pretensión de entender algo en un asunto en el que nada entendía la justicia, me lo había hecho antipático. No me gustan los periodistas; son espíritus destartalados y atrevidos de quienes hay que huir como de la peste. Esa clase de gente cree que todo le es permitido y no respeta nada. Quien tenga la desgracia de concederles la menor cosa y de dejarles que se le acerquen, se verá atrepellado por ellos, y no hay molestia que no le ocasionen. Este periodista de lEpogue parecía tener unos veinte años, y el desenfado con que se habia atrevido á discutir con nosotros me lo había hecho particularmente odioso. Además, tenia lina manera de expresarse que probaba que se burlaba descaradamente de nosotros. De sobra sé que el diario PEpoque es un órgano iníluyer.te con el cual no hay que ponerse á malas,, pero haría muy bíen ese diario en no tomar redactores que estén aún mamando. Entró pues en el laboratorio D, José Ruedelabola, nos saludó y esperó á que le pidiera el juez que se explicara. ^—¿Usted p r e t e n d e , señor f^io, le dijo el juez, conocer el •^óvil del crimen, y que ese mó^il, contra toda evidencia, seria el robo? ~-_No, señor juez, no he pretendido tal cosa. No digo que el niovil del crimen sea el robo; es "ñas, no creo que ess sea el móvil. Entonces, ¿qué significa su tarjeta? . —Significa que uno de los nn-vilfs del crimen ha 5'do el robo. •—¿Quién le ha informado á usted? • ¡Esto! Si tiene usted á bien acompañarme. Y el joven nos pidió que le siguiéramos al vestíbu1^^, lo cual hicimos. Una vez allí, se fué hacia el ga°|netito de aseo y pidió al juez que se pusiera d e r c dillas á su lado. Dicho gabinete recibía luz por su puerta de vidrieras, y cuando estaba abierta la puerta, ^ luz que en él penetraba era suficiente para alunihrarlo bien. El Sr. de Marquet y el Sr. Ruedelabola se arrodillaron sobre el umbral. El joven designaba ^n sitio de la baldosa. Ya hace algunos días, dijo, que las baldosas de *^ste gabinete no han sido fregadas por el tío Santiago; ^e conoce esto por la capa de polvo que las cubre. "hora bien, vea usted en ese sitio la señal de dos •^chas suelas y de esa ceniza negra que por todas Partes acompaña los pasos del asesino. Dicha ceniza o es sino polvo de carbón que cubre el sendero que s nieneg^pj. seguir para venir directamente, por la ^eivade Epinay al Glandier. Usted sabe que en s suto hay unos cuantos carboneros, y que allí fe I^^.^Tica mucho carbón de leña. Esio es lo que ha de'do de hacer el asesino: penetró aquí por !a tarde, uando no quedaba nadie en el pabellón, y perpetró ^^ robo. , * ^'"o ¿qué robo? ¿Dónde ve usted un robo?, ex^lamamos todos al mismo tiempo. — Lo que me ha puesto sobre e! rastro del robo, torio ha sido borrado por el lavado que después efeccontinuó el periodista... tuó el tío Santiago, lo cual nos conduce á hacer en—¡Es estol, interrumpió el Sr. de Marquet. trar al asesino en el pabellón por la ventana abierta del vestíbulo durante la primera ausencia del tío Santiago, antes •<m^^. del lavado efectuado á las cinco y media. El asesino, después de quitarse un calzado que, sin duda alguna, le molestaba, lo llevó en la mano al gabinetito, y allí lo dejó desde el umbral, pues no hay rastros de píes desnudos ó encerrados en calcetines, í> en otro calzado. Dejó pues sus zapatos al lado del paquete. Ya, entonces, se habia realizado el robo. Luego, regresa el hombre al Cuarto Amarillo, y se desliza bajo la cama, en donde sigue perfectamente visible el rastro de su cuerpo sobre el piso y hasta sobre la esterilla, la cual ha sido, en ese sitio, ligeramente enrollada y arrugada. Es mis, briznas de paja recientemente arrancadas dan más testimonio de la estancia del asesino bajo la cama. —Sí, sí, eso ya lo sabemos..., •' dijo el Sr. de Marquet. — El volver debajo de !a cama prueba, continuó aquel chícuclo, que el robo uo era el solo móvil de la venida del hombre. No me diga usted que se metió allí por haber visto, por la ventana del vestíbulo, ya al tío Santiago, ya á la señorita Stangerson disponiéndose á entrar en el pabellón; mucho más fácil era, para él, subir al desván, y, allíoculto, esperar una ocasión para mari charse, si sus intenciones hubieran sido de huir. ;No, no! Era preciso que el asesino estuviese en el Cuarto Amarillo... Aquí, intervino el jefe de la Seguridad: —,No está mal eso, joven!, le felicito á usted.,,, y si no sabe•'7-.,_ mos aún cómo salió el asesino, •••J.' ^ yaseguimos, paso á paso, su eni ' I ' "y^ •_ 's trada aquí, y vemos lo que ha El lili S a n i i a g o se inclinó sülire atjuel CUÍTO irifccio... hecho: robar. Mas, ¿qué ha robado? — Cosas sumamente preciosas, contestó el repor—Sin duda, dijo Ruedelabola. Y el Sr. de Marquet explicó que, en efecto, había tero. en el polvo de las baldosas, al lado de las dos suelas, En aquel moraenlo oímos un grito que partía del la huella reciente de un pesado paquetfí rectangular, laboratorio. Acudimos allá y vimos aJ Sr. Stangerson y que era fácil distinguir el dibujo del bramante que quien, con mirada alocada y miembros agitados, ncs lo sujetaba.., designaba una especie de biblioteca que acaba él de — Pero esto me prueba que ha estado usted aquí, abrir y que nos apareció vacía. Sr. Ruedelabola; sin embargo, había ) o dado orden Después se dejó llevar al amplio sillón que estaba al tío Santiago de no dejar entrar á nadie; tenía por delante de su mesa, y gimió: misión guardar estos sitios. —¡Me han robado otra vezl.. ' —No riña usted al tío Santiago: he venido aquí Y por su mejilla rodó una lágrima. con D. Roberto Darzac. — Sobre todo, recomendó, que nada de esto sepa — iAh!..| exclamó, descontento, el Sr. de Marquet, mi hija... El golpe sería para ella aún más terrible mirando de reojo al Sr. Darzac, quien seguía mudo. que para mí.,. — Cuando vi el rastro del paquete al lado de la Lanzó un profundo suspiro, y, en tono de dolor huella de las suela?, ya no dudé del robo, repuso que nunca olvidaré, exclamó: Ruedelabola. El ladrón no había venido con un pa— Después de todo, ¡qué importa,., con tal que quete,,, Ese paquete, lo había él hecho aquí, sin duda ella viva\ . con los objetos robados, y lo había depositado en — ¡Vivirá!, dijo con voz extrañamente impresionaneste rincón, con objeto de cogerlo en el momento de te Roberto Darzac. ' huir; t:Uiil>ién depositó, al lado del pagúete, sus fresados — Y conseguiremos que vuelvan á usted los obje%'.ipafos; pues, como es fácil ver, ningún rastro de tos robados, dijo el Sr. Dax. Pero, ¿qué había en ese pasos conduce á ese calzado, y las suelas están una mueble? al lado de otra cual suelas en descanso x vacias de sus —Veinte años de mi vida, contestó sordamente el pies. Así se comprendería porqué el asesino, cuando ilustre profesor,ó, mejor dicho, de nuestravída, pues huyó del Cuarto Amarillo, no dejó rastro alguno de mi hija me había ayudado. Sí, nuestros más preciesus pasos en el laboratorio ni en el vestíbulo. Des- sos documentos, las relaciones más secretas sobre pués de haber penetrado con su calzado en el Cuarto nuestros experimentos y sobre nuestros trabajos, Amarillo, se lo quitó, sin duda porque le molestaba desde hace veinte años, estaban encerrados ahí; era ó porque quería hacer el menor ruido posible. El una verdadera selección entre los muchísimos docurastro de su paso de ida por el vestíbulo y el labora- mentos que llenan este cuarto. Es una pérdida irre' ^ • 53 2 parable para nosotros, y me atrevo á decir que, también para la ciencia. Todas las etapas por las cuales tie tenido que pasar para llegar á la prueba decisiva del aniquilamiento de la materia, habían sido esmeradamente enunciadas, rotuladas, anotadas, ilustradas con futagraíias y dibujos. Todo ello estaba colocado ahí. El plan de tres nuevos aparatos, uno para estudiar la diminución, bajo la influencia de la luz ultravioleta, de ios cuerpos previamente electrizado?; otro que había de hacer visible la diminución eléctrica bajo la influencia de las partículas de materia disociada contenida en los gases de las llamas; un tercero, muy ingenioso, nuevo electroscopio condensador diferencial; toda la colección de nuestras curvas que representan las propiedades fundamentales de la substancia intermedia entre la materia ponderable y el éter imponderable; veinte años de experimentos sobre la química interatómica y sobre los equilibrios ignorados de la materia; un manuscrito que quería yo publicar con este título; Li?s inetahs qus padecen. ¡Qué sé yo!, ¡qué sé yo! E! hombre que vino aquí se me ío ha llevado todo..., m¡ hija y mi obra..., mi corazón y mi alma,., LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA se sino afiies del asesínalo. Esto es indudable por la razón que usted cr^^y for oirás razones íjueyo creo. Cuando penetro en el pabellón ei asesino, ya estaba en posesión de la ¡¡ave de cabeza de cobre. —¡Eso no es posible!, dijo á media voz el señor Stangírsüii, —Tan posible es, caballero, que he aquí la prutba. Aquel dtnionio de hombrecillo i^acó entonces un número de ¡'EpOi¡iie con fecha de 2 i de octubre (recuerdo que el ciimen se efectuó en la noche del 24 al 25), y enseñándotios un anuncio, lejó: — <iAnoche se pírdió una bolsa de raso negro en ¡os grandes almacenes de ¡a Loba. Diclia bo¡sa contenía vanos objetos, entre ellos una llavecita con cabeza de cobre. Se dará nna crecida recompensa á la persona que la encuentre. Dicha persona deterá escribir á la ¡isía de correos, oficina número 40, á esia dirección: M. A. T. S. A^» Estas letras, continuó el reportero, ¿no designan á la señorita Stangerson? Esa llave con cabeza de cobre, ¿no es esta líave? Siempre leo los anuncios. Tanto en mi oficio como en el de usted, señor juez, es preciso leer los anuncios personales,.. ¡Qué de intrigas penen de manifiesto!.,, ¡y cuántas claves para penetrar etas intrigas!,. Este anuncio, parücularmente, por la especie de misterio en que la mujer que había perdido la llave, objeto poco comprometedor, se envolvía, me había llamado la atención. ¡Qué cariño le tenía á aquella llave! ¡Qué buena recfjmpensa prometía! Y medité yo sobre estas cinco letras: M. A. 'i\ S, N. I.as tres primeras indicaban un nombre de pila; eso, bien pronto se comprendía: ÁJai.., Matilde...; sí, así debe llamarse la persona que ha perdido la llave, Pero las dos tiltimas letras no me decían nada. Así es que, dejando el periódico, me ocupé de otra cosa.—Cuando, cuctro días más tarde, parecieron los diarics de la ncche anunciando con entrépito el asesinato de la SEÑoiíHA M,.rr¡LDK STAKOIÍK.^ON, ese nombre de Matilde me recordó sin esfuerzo alguno maquinalmentc, lasletras del anuncio. Algo intrigedo, ptdi el número de aquel día á la administración; se me habían olvidado las dos últimas letras; S. N. Al volverlas á ver, exclamé: Stanxe?-son.. Me metí en un simón y me fui á la ofirina 40. Pregunté: «¿Tiene usted u r a carta con estas señas: M. A. T. S. N.?& El em.pteado me cor.tesló: «¡No!» Insistí, rogándole, suplicándole que buscara mejory me dijo: «Esto debe de ser una broma, stñor mío... Sí, he tenido una caita con las mismas inicTaler, pero se la he dado, hace tres días, á una señora que vino á reclamarla. Hoy, viene usted; y es el caso que antes de ayer, un señor, con idéntica desagradable insistencia, me la pid?ó también... Estoy harto de esa broma...i' Quiíc interrogar al empleado acerca de los dos personajes que habían reclamado j a la carta; mas, u a que (]uisiera escudarse con ti secreto profesional, pareciéndole que ya había hablado de sobra, ó que en efecto le cargara aquello que á él le resultaba broma, el caso cs que ya no me contestó... Y el gran Stangerson se echó á lioiar como un niño. Le rodeábamos en silencio, emocionados por tan tremenda desgracia. El Sr. Darzac, de codos en la butaca en que el profesor se había como derrumbado, en vdno trataba de dlsimularsus lágrimas, lo cual estuvo á punto de hacérmelo simpático, á pesar de la instintiva repulsión que su extraña actitud y su alteración á veces inexplicable me habían inspirado por dicho enigmático personaje. Únicamente el Sr. Ruedelabola, cual si su precioso tiempo y su misión sobre la tierra no le permitiesen compadecerse de la miseria humana, se había acercado, muy sereno, al mueble vacío, y, enseñándoselo al jefe de la Stguridad, no taidó en romper el lel:gioso silencio con que honrábamos la hondísima pena del gran Stangerson. NÍJS dió algunas exfilicaciones que para nada nos servían acerca de cómo llegó á convencerse de lo del robo, por el descubrimiento simultáneo que hizo de los rastros de que más arriba he hablado, en el gabinetitu, y de la vacuidad de ^quel mueble precioso en el laboratorio; pero que lo que primero le había llamado la atención había sido la forma extraña del mueble, tu solide/, su construcción de hierro que lo ptmfa á cubierto de un incendio, y el hecho de (¡ue un mueble como aquel, destinado á conservar objetos de incalculable valor, tuviese, sobre su puerta de hierro, puesta su ¡¿ave pues generalmente, esa clase de muebles no se dejan abiertos. Finalmente, aquella llaveciía, de cabeza de cobre, sumamente coniplicadd, también habíallamado la atención del Sr. ]s.uedelabola, y, en cambio, nada nos había dicho á nosotros. Paia nosotrot--, que no somos unos niños, la presencia de una llavesobie un mueble despierla una idea de seguridad, pero para el Sr. Ruedelabola, que sin duda es un genic, la presencia de una llave en una cerradura es indicio Ruedelabola se calló. Todos nos callábamos. Cada de robo. No tardamos en saber la razón de tal sos- uno sacaba las conclusiones que podta scbre aquella pecha. extraña historia de lista de correos. En realidad, p¡:Pero, antes, he de decir que el juez se mostró muy recia que ahora contábatnos con un hilo firme paia ]T;rp!ejo, no sabiendo si debía alegrarse de la nueva guiarnos en aquel increíble asunto. luz apartada á la instrucción por aquel reporterillo, El Sr. Stangerson dijo: ó desesperarse por no haber dado, él, con tan impor—Resulta, pues, casi cierto que mi hija perdió tante descubrimiento. Nuestra profesión tiene sinsa- esa llave, que no quiso decírmelo para evitarme teda bores como ese, pero no tenemos derecho á ser pu- inquietud, y que habrá pedido que le escriba á lisia silánimes, y hemos de [jisotear nuestro amor propio de correos la persona que haya encontrado 'a llave. cuando del bien general se trata. Así es que el señor liso es muy lógico y muy natural,/ícfj ya otra vez de Marquet se dominó, dignándose por fin añadir he sido robado. sus felicitaciones á las del jtfe de la Seguridad, que —¿Dónde y cómo?, [iregunló el jefe de la Seguno escaseaba sus plácemes á Ruedelabola. El chicue- ridad. lo se encogió de hombros diciendo: «No hay por —Hace muchos años, en Norteamérica, en Filaqué,» De buena gana le hubiera yo dado un bofetón, delfia. Me robaron en mi laboratorio el secreto de sobre todo cuando añadió: dos inventos que hubiesen podido enriquecer á una —Haría usted bien, seíior mío, preguntando al nación... No sólo no supe nunca c[u¡én había sido el ladrón, sino qur:: tampoco oí hablar del objeto robaSr. Stangerson que quién solía tener esa llave,.. —Mi hija, contestó el Sr. Stangerson. Jamás se do, sin duda pi rque, para desbaratar los cálculos de mi ladrón, lance yo mismo al dominio público aqueseparaba ella de dicha llave. —Esto cambia el aspecto de las cosas y ya noeslá llos dos inventos, con lo cual resultaba iniítil el liur conforme con lo que dice el Sr. Ruedelabola, CXCIE- to. Desde entonces me volví desconfiado, y me enmó el Sr. de Marquet. Si jamás se separaba de la st- cierro lejos de todo cuando trabajo. Todas e^as rejas, ñorita Stangerson esa llave, resultaría pues que el el aislamiento de este pahellón, ese mueble que yo asesino esperó á la señorita Stangerson aquella noche mismo mandé construir, esa cerradura especial, esa en su cuarto, para robarle dicha llave, en cuyo caso. llave única, todo eso es el resultado de mis temores, el robo no se habría efectuada sino desf'iús del asesi- inspirados por triste experiencia. nato. Pero, después del asesínalo había cuatro persoEl Sr. Dax declaró: «¡Muy interesante!,» y el senas en el laboratorio.,. Decididamente, no entiendo ñor Ruedelabola pidió noticias de fa bolsa. Desde una palabra en todo eso... hacía algunos días, ni i-l Sr. Stangerson ni el tío Y el Sr. de Marquet repitió, con intensa rabia, la Santiago habían visto la bolsa de Matilde. Algunas cual debía de ser para él el goce supremo, pues no horas despué-í habíamos de oir, de labios mismos de sé si he dicho que nunca era tan feliz como cuando la joven, que dicha bolsa le había sido robada, ó que no comprendía: quizá ella la perdiera, y que las cosas habían ocurrido cual acabábamos de oirías referir: que el 23 de — ¡Ni una palabra! —El robo, replicó el reportero; no pudo efectuar- octubre, en la oficina 40, le .'Vabían entregado una NÚMERO Í.-I9 \ carta escrita por algtln chusco y que ella había que" mado. Volviendo á nuestro interrogatorio, ó más bien á nuestra conversación, debo apuntar que, habiendo preguntado el jefe de la Seguridad al Sr. Stangericn en qué condiciones había ido á París su hija el 20 de octubre, día de la pérdida de la bolsa, supimos que había ido á la capital aiompañoda del Sr. Darzac, á ijuien no habían vuelto á ver en el castillo hasta el dia después del iráglco suceso. El hecho de estar el Sr. Darzac con la señorita Stangerson en los grandes almacenes de la Loba cuando desapareció 'a bolss, no podía pasar inadvertido, y llamó mucho, preciío es decirlo, nuestra atención. Ya iba á finalizar aquella conversación entre magistrados, acusados, testigos y periodistas, cuando se produjo un verdadero golpe de teatro, cosa que siempre agrada al Sr, de ñlarqutt. El sargento de gendarmería vino á anunciarnos que Federico Larsán pedia ser introducido, lo cual le fué inmediatamente concedido. 'I'enía en la mano un tosco par de zapatos enlodados, que tiró al suelo. — H e ahí, dijo, los zapatos que tenía puestos el asesino. ¿Los conoce usted, tío Santiago? El lioSantiago se inclinó sobre aquel cuero infecto, y, estupefacto, reconoció un par de zapatos que hacía tiempo había desechado, dejándolos en un rii> con del desván. Tan turbado estaba, que hubo de sonarse para disimular su emoción. Entonces, designando el pañuelo de! tío Santiago, Larsán dijo: —Ese pañuelo se parece muchísimo al que ha sido encontrado en el Cuarto Amarillo. — D e sobra lo sé; dijo el tío Santiago temblando; son casi iguales, — Y , finalmente, continuó Federico Larsán, la vieja boina encentrada igualmente en el Citarte Amarillo, muy bien pudiera haber cubierto la cabeza del tío Santiago. Todo esto, señor jefe de la Seguridad y señor juez de instrucción, prueba, segt5n mi parecer, ¡tranquilícese, buen hombre!, le dijo al lío Santiago, á quien j a le fldqueaban las piernas, todo esto prueba, según mi parecer, que ti asfsino ha querido disfrazar su verdadera personalidad. Lo ha hecho de manera bastante grosera, ó por lo menos que nos parece tal, porque estamos seguros de QK^ fl asesino no es el fío Santias^o, t/uien r.o se apartó del lado del Sr. Stangerson. Pero imaginen ustedes que el Sr. Stangerson no prolongara su velada aquella noche; que después de despedirse de su hija se fuera al castillo; que la señorita Stangerson fuera asesinada no habiendo nadie en el laboratorio y mientras el lío Santiago dormía tranquilo en su dt-svániZ/íi'" todo el mundo, el asesino sería el tío Santio^^o/ Uebtí éí.te su salvación á haber ocurrido pronto el drama, ]ior haber creído el ascsinti, sin duda por el silencio que reinaba ¡«1 lacn, que el laboratorio estaba vacio y que haln'a llegadtj el momento de obrar. El hombre que tan misteriosamente ha [)tjdido intríjducirie aquí y tomar tantas precaucitjues contra el tío Sar:tiagfi, sin duda que era un fimiliar de la casa. ¿A qué hora precisa se introdujo aquí? ¿Por la tarde? ¿.'M anochecer? No fíuedo decirlo .. í/n ser tan conocedor de ¡as cosas v d¿ los seres de estepabelón ha debido penetrar en el Cuarto Amarillo á su ho>a. —Sin embargo, no ha podido entrar cuando había gente en el laboratorio, exclamó el Sr. de Marquet, —¡Y qué sabemos, señor mío!, contestó Larsán. Hubo la comida en el laboratorio, el movimiento ocasionado por el servicio,.. Hubo un experimento de química que ha podido retener, de diez á once, al padre, á la hija y al tío Santiago al lado de algün hornillo..,, en ese rincón de la alta chimenea..¿Quién me dice que el asesino..., ¡un famibar, un familiar!,., no aprovechó aquel momento para desli-¡arse hasia el Cuaj-to Amarillo, después de haber, en el gabinetito, retirado sus zapaios? —Muy improbable es eso, dijo el Sr. Stangerson. — Sin duda, pero no es imposible... Por eso nO afirmo nada. En cuanto á su salida, eso es otra cosa¿Cómo pudo huir? Lo más naturalmente del mundo. Larsán quedó callado un rato, rato que nos pareció muy largo. Grande y muy comprensible era nuestra impaciencia. ,, — No he entrado en el Cuarto AniariUo, sñadio Larsán, pero imagino que han adquirido ustedes la prueba de que no se puede salir de él sino por l<' puerta. Por la fuerta es por donde ha salido el asesino. Ahora bien, como es imposible que la coía se» de otra manera, así es cómo ha sido. Cometió e crimen y salió por la puerta. ¿En qué momento? En el momento en que le fué más fácil, en el nwmenio en que mejor se explica su salida, tanto, que ningui''^ otra explicación puede haber. Examinemos, pues, los «momentos» que han seguido al crimen. Hay ^ primer momento, durante el cual están ante la puef' NúMEtiO LA 1-494 ta, dispuestos á cerrarle el paso, el Sr. Stangerson y el lio Santiago. Hay el segundo momento, durante el cual, por ausentarse un momento el tío Santiago» estaba solo el Sr. Stangerson ante la puerta. Hay el tercer momento, durante el cual se une el portero al Sr. Stangerson. Hay el cuarto momento, durante el cual están delante de la puerta: ti Sr. Stangerson, el portero, S'i mujer y el tío Santiago. Hay el quinto momento, durante el cual es forzada la puerta é invadido el cuarto. El luoinsnio en que es más explical''€ /lí huida es aquel en que menos personas hay delante de la puerta; un momento hay en que sólo hay Una: cuando queda solo ante ¡a puerta el Sr. Stangerson, á menos de admitir la complicidad de silencio del tío Santiago, cosa en que no creo, pues el tío Santiago no habría salido del pabellón para ir áexaniinar la ventana del Cuarto Amarillo, de haber visto abrirse la puerta y salir el asesino. De modo, fues, '/líe la puerta no se ha abierto sino ante el Sr. Strtngerson solo, y el hombre salió. Al deci.' esto, forzoEO nos es admitir que el Sr. Stangerson teniu poderosas razones para no detener ó no hacer detener al asesino, puesto que lo ha dejado ganar la ventana del vestíbulo y que ha cerrado esta %'entana detrás de él,.. Hecho esto, como estaba apunto de regresar el tío Santiago, j'f/'a menester que hallase las (osas como las dejo, la víctima, aunque terriblemente herida, tuvo aún fuerza suficiente, sin duda excitada por los ruegos de su padre, para cerrar de nuevo la puerta del Cua'to Amarll/o con llave y con cerrojo, antes de caer, moribunda, en el suelo .. N o sabemos quién ha cometido el crimen; no sabemos de qué miserable son víctimas el Sr. Stangerson y su hija; pero sin duda que ellos lo saben .. Terrible debe ser ese secreto para que no vacilara el padre en dejar á su liija agonizante detrás de aquella puerta que ella «lisma acababa de cerrar sobre ella, terrible para que haya dejado escapar al asesino,.,/V/r^ no hay otra manera decAplicar la hiáda del asesino del Cnari^ Amarillo. El silencíoque siguióáesta explicación dramática y luminosa tenia algo de horrible. A todos nos ape'laba el ilustte profesor, acorralado por la implaca^^^e lógica de Larsán, obligado á decirnos la verdad d¿ su martirio ó á callarse, confesión más terrible ^ún, Vimos á aquel hombre levantarse, verdadera estatua del dolor, y extender su mano con gesto tan Solemne, que inclinamos la cabeza como ante el aspecto de una cosa sagrada. Entonces, con voz fuerte yclara que pareció agolar todas sus fuerzas, pronuncio estas palabras: —Juro, sobre la cabezada mi hija moribunda, que •^0 me he movido de esa puerta desde el momento ^n que oí el llamamiento desesperado de Matilde; ^^ esa puerta no se ha abierto mientras quedé yo solo en el laboratorio, y que, en fin, cuando penetramos en el Cuarto Amarillo mis tres criados y yo, ya no estaba allí el asesino. ¡Juro que no conozco al asesino! ¿_He de decir que, á pesar de la solemnidad de se^^jante juramento, n o creímos en la palabra del Sr. Stangerson? Larsán acababa de hacernos entrever la verdad: no habíamos de abandonar tan pronto aquella pista. ^ anunciarnos c-1 Sr, de Marquet que había termiado la convt'rsacii'n, y cuando nos disponíamos á aiir del laboratorio^ el joven reportero, Pepito Kue•^elabola, se acercó al Sr. Stangerson, tomó su mano on Sumo respeto y le oí decirle; "—Yo le creo á usted, señor mío. , Aquí pongo punto final á la cita que he creído deber hacer del relato del Sr. Maleine actuario del triunal de Corbeil. No necesito decir al lector que cuanto acababa de ocurrir en el laboratorio me fué ^' e inmediatamente comunicado por Ruedelabola ^•1 persona. XU KL IJ.iSTÓN DE FEDERICO LAkSAN Hasta las seis de la tarde no me dispuse á salir del stillo llevándome el artículo que á toda prisa había scrito mi amigo en el satoncíto que el Sr. Darzac, ta hecho poner á nuestra disposición. Pepe se n^edaba adormir allí, usando d é l a inexplicable hosPjtahdad que le había ofrecido el Sr. Darzac, en to '^!Í ^' ^'"' S^^fig^fson, en aquellos tristes momer.j ' ^^scansaba tocante á las cuestiones de orden ] estico. No obstante, quiso acompañarme hasta stación de Epinay y mientras atravesábamos el P^^que, m e d i j o : j.g^~'^^''sánes, en efecto, muy hábil, y no ha desmcha "^ "^^ ^^ reputación. ¿Sabe usted de qué manera onsegui^do dar con los zapatos del tío Santiago?.. * del sitio en donde notamos las huelfas de los ILUSTRACIÓN A R T Í S T I C A pasos elegantes y la desaparición de las de los zapatones, un hueco rectangular en la tierra hiímeda atestiguaba que había habido allí, recientemente, una piedra. Larsán buscó dicha piedra, y, como no la encontrara, imaginó en seguida que había servido al asesino para sujetar t n el fondo del estanque el calzado de que el hombre quería deshacerse. Kl policía calculaba bien; ya lo hemos visto. No me fijé j o t n semejante indicio; pero justo es decir que mi imaginación seguía Dlro rastro, pues por el excesivo numero de falsos testimonios de su paso dejados por el asesiii'í y por la medida de los pasos negros que coincidían con la medida de los del tío Santiago, tomados por mí, sin que él lo sospechara, Eobre el piso del Cuarto Amarillo, j a tenía yo la evidencia de que el asesino había querido hacer recatr las sospechas sobre el viejo criado. Lo cual me permitió decir á éste, si bien recuerda usted, que, puesto que había sido hallada u r a boina t n aquel cuarto fatal, dicha boina debía pareceise á la suja, como también me permitió hacerle una descripción del pañuelo en todo semejante al que le vi yo utilizar. Hasta aquí, estamos conformes Laisán y yo; pero ya r.o lo estamos en lo demás, LO CUAL VA X SER •JT^RRUILE, pues ca- mina de buena fe hacia un eiror que habré de combatir con nada... 600 —¡Mi bastón], exclamó,.. —¿Ha olvidado usted su bastón?, preguntó Pepe. —Sí, contestó el policía... Lo he dejado junto a! árbol... Y nos dejó diciéndonos que volvía en seguida... —¿Se ha fijado usted en el bastón de Larsán?, me preguntó el reportero cuando estuvimos solos. Es un bastón nuevecito que no le he visto basta ahora.,, Parece tenerle mucho cariño..., r o ;e stf aia de él... Diríase que teme que caiga en manos extrañas... Hasta la fecha, nunca he visto á Larsán con bastón... ¿Dónde ha hallado ese bastón? No es natural que un hambre que nuíua lleva bastón, no dé ya un pase sin bastón, ¡i lah del crimen del Glandier... El día de nueitra llegada al castillo, tan pronto como nos vio guardó su reloj en el bolsillo y recogió del suelo su bastón, aeción á la que quizá hice mal fn no dar importancia. Ahora estábamos fuera del parque; Pepe no decía nada... Ciertamente que seguía pensando en el bastón de Larsán; me lo probó cuando, al bajar la cuesta de Epinay, me dijo: — Federico Larsán llegó al Glandier antes que yo; comenzó sus pesquisas antes que yo; ha tenido tiempo suficiente para saber cosas que vo no si:... ¿Dónde ha encontrado ese bastón?.. Y añadió: —Es probable que su sospecha, más que su sospecha su razonamiento, que tan directamente atañe á Roberto Darzac, esté robustecido por algo palpable que él palpa, y que yo no palpo... ¿Sería ese bastón?.. ¿Dónde demonios ha dado con ese bastón?.. En Epinay tuvimos que esperar veinte minutos el tren y entramos en un cafetín. Casi en seguida, se abría de nuevo la puerta detrás de nosotros, y entraba Federico Larsán, blandiendo el famoso bastón... —¡Lo encontré!, nos dijo riéndose. Los tres nos sentamos á una mesa. Pepe no cesaba de mirar el bastón; tan absorto estaba que no advirtió una seña que hizo Larsán á un empleado del ferrocarril, un jovenzuelo con una barbilla rubia mal peinada. El empleado se levantó, pagó lo que había tomado, saludó y salió. Ni yo mismo hubiera dado importancia á aquella seña, de no haberla recordado días después, al reaparecer el de la barbilla rubia en uno de los minutos más trágicos de este relato. Entonces supe que el tal era un agente de Larsán, encargado por éste de vigilar las idas y venidas de los viajeros en la estación de Epinay-sur-Orge, pues nada descuidaba Larsán de cuanto creía poder serle litil; Miré á Ruedelabola. —¿Usted con bastón, D. Federico? ¿Desde cuándo?.., hasta ahora siempre le había yo visto pasearse con las manos en los bolsillos... — Es un regalo, contestó el policía. —¿Reciente?, insistió Pepe, —Y tanto; como que me lo han hecho en Londres.,. —Cierto, que acaba usted de llegar de Londres, D. í'ederico .. ¿Permite usted que vea de cerca ese bastón? —Con mucho gusto. Larsán dio el bastón. Era éste un largo trozo de bambú amarillo con puño en forma de pico de cuervo y adornado con un anillo de oro. Pepe lo examinaba minuciosamente, — Pues es el caso, dijo con zumba, que le han regalado en Londres un bastón fabricado en Francia... —Es posible, contestó Larsán imperturbable. —Lea usted la marca, aquí, en letras minúsculas: «Cassette, ó bis, Opera...» Larsán objetó; —¿No hay franceses que hacen lavar su ropa sucia en Londres?.. Pues lo mismo pueden los ingleses comprar sus bastones en París... Pepe devolvió el bastón. Al dejarme en n^i compartimiento, me dijo: —¿Ha apuntado usted las señas en su memoria? ^ S í «Cassette, 6 bis, Opera...» Cuente usted conmigo, mañana recibirá usted carta mía. E n efecto, aquella misma noche, veía yo, en París, al Sr. Cassette, dueño de una tienda de bastones y paraguas; y después le escribía yo á mi amigo: «Un hombre cuyas señas son, sin duda alguna, las de D. Roberto Darzac, la misma estatura, ligeramente encorvado, idéntica barba, abrigo amarillento, sombrero hongo, vino, la noche misma del crimen, á las ocho de la noche, á comprar un bastón idéntico al que nos interesa. Hace des años que el Sr. Cassette no ha vendido otro igual. El bastón de Larsán es nuevo; de modo que en efecto se trata del que le hemos visto. No es él quien lo ha comprado, pues estaba entonces en Londres. Como usted, creo que lo ha hallado en algún sitio 710 lejano del Sr. Darzac... Me sorprendió el tono profundamente grave con que pronunció mi amigo estas iiltimas palabra?. Repitió aún: —¡Sí, TEREiLiLE, TKiílíiiuE!.. Mas, ¿puedc llamarse combatir con nada á combatir eon la Idea? En aquel momento pasábamos detrás del castillo. Había cerrado la noche. Una ventana; en el primer piso, estaba entreabierla; dejaba paso á cicria claridad, asf como á algunos ruidos que fijaron nuestra atención. Nos adelantamos hasta llegar á la rincc nada de unapuerla que se hallaba bajo la ventana. Con una palabra pronunciada en voz taja, Ruedelabola me hizo comprender que aquella ventana daba al cuarto de la señorita Stangerson. I-os tuidcs que nos habían detenido se callaron, y luego se repitieicnun momento. Eran gemidos ahogados... Sólo tres palabras llegaban distintamente á r c s d r c s : /Mipobre Roberto! Pepe, poniendo su mano sobre mi hombro, me dijo al oído: — Si pudiéramos saber lo que se está diciendo en ese cuarto, pronto terminarían mis pesquisas. Miró en torno suyo; la sombra de la noche nos envolvía; no alcanzábamos á ver más lejos que el pradiilo cercado de árboles que detrás del castillo se extendía. De nuevo habían cesado los ge mides. —Ya que no podemos oír, prosiguió Pepe, tratemos siquiera de ver... Y me llevó haciéndome seña de que ahogara mis jiasos, a! otro lado del pradillo, hasta el pálido tronco de un robusto abedul cuya línea blanca se destacaba de las tinieblas. Dicho abedul se alzaba enfrente de la ventana que nos interesaba, y sus primeras ramas llegaban casi á la altura del primer piso del castillo. Desde lo alto de aquellas ramas podía ciertamente verse lo que ocurría en el cuarto de la señorita Stangerson; y tal era por cierto el pensamiento de Ruedelabola, pues, recomendándome que no dijera una palabra, abrazó el tronco con sus jóvenes y vigorosos brazos, y trepó. A poco se perdió entre las ramas, y reinó gran silencio. Allá, frente á mí, la entreabierta ventana seguía alumbrada. Ninguna sombra vi pasar por aquella claridad. Por encima de mí, el árbol seguía silencioso. De repente, mi oído percibió, en el árbol estas palabras: —¡Después de ustedL. —¡Después de usted, se lo ruego!. Gente hablaba, allá arriba, por encima de mi cabeza; dos personas se decían palabras corteses; y, ¡cuál no fué mi asombro al ver aparecer, sobre la lisa columna del árbol, dos formas humanas que á poco tocaron el suelo! ¡Ruedelabola había subido solo, y bajaba acompañado! —¡Buenas noches, Sr. Sainclair! Era Federico Larsán... El policía ocupaba ya aquel puesto de observación cuando creía mi amigo ser único en ocuparlo,.. Por cierto que ni uno ni otro dedicaron atención alguna á mi estrañeza. Creí comprender que, desde lo alto de su observaiorio, habían asistido á una escena llena de ternura y de desesperación entre Matilde, tendida en su cama, y el señor Darzac arrodillado junto á la cabecera. Cada uno de los dos hombres paiecía deducir conclusiones diferentes. Fácil era comprender que semejante escena había producido marcado efecto en el ánimo de Pepe, en favor del Sr. Darzac, en tanto que, en el de Larsán, semejantes demostraciones eran indicio de refinada hipocresía hábilmente disimulada. Cuando ya estábamos cerra de la verja del parque, I Larsán nos detuvo: (Se continuará.) L A ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 534 VALENCIA.—FIESTA DE LAS GRUPAS.—CARRERAS D E JOYAS.—JUEGOS NÚMERO 1.494 FLORALES La fiesta de las grupas celebrada el día i / d e l corona que lucía en su parte superior; en lo alto, un tas aplausos. Al pasar por delante del Jurado el lanactual ha sido indudablemente una de las mejores templete; á los lados, dos grandes cuernos de la do en que iba la centenaria María Pedros, el preside cuantas se han efectuado durante la feria de Va- abundancia, con gran cantidad de flores y fruta?, y dente de la comisión organizadora de la fiesta ade- T e r o s r premio.—Dolores Sanchis y G r u p a d e niQoa p r e m i a d a Ricardo Llácer. (Fotografía de F . Moya.) (De folografia de F. Moya.) so de belleza, y José Ferrándiz, niciones que cubrían las caballede Aldaya; 3.° Lola Sanchis y rías, formaban un conjunto magníRicardo Llácer, de Valencia; 4fico y pintoresco y una espléndida Vicenta Esteva Carratalá y Marianota de color. no Miquel, de Torrente; 5." M^" Abrían la comitiva varias parejas ría Tordera Cútala y Gerardo Cáde la guardia municipal montada, tala, de Torrente; ú." Margarita precediendo á un heraldo, jinete Alandi Andreu y Francisco Leren brioso caballo y que vestía un ma, de Torrente; 7.° Josefa R e ' rico traje del siglo xviii y empugües y José Regües, niños, de ñaba un artístico estandarte; iban Valencia; 8.° Carmen Lópe¿ Vadetrás las grupas, entre las que ha lero y Vicente Escribano, niños, bía varias de niños, y al final un de Valencia; 9.° Amparo Orliz y lando ocupado por el alcalde de Francisco Cátala, niños, de ToTorrente Sr. Babiera y por la cen- ^ ^ c e n t e n a r i a M a r i a P e d r o s , d e T o r r e n t e , q u e c u e n t a 1 0 3 a n o e y c o n c u r r i ó rrente; 10." Felicidad Casado y tenaria de aquella población María ^ l a s fiestas d e l a s g r u p a s y d e l a s c a r r e r a s d e j o y a s . (De fotografía de V. Barbera,) Salvador Redondo, de Chiva; 11-^ Pedros, que cuenta 103 años de Antonio Redondo, de Chiva; taedad y vestía el traje de labradora. Cerraba la mar- algunos pebeteros; en las gradas y en el templete, María Redondo y quín Lacalle, de Chiva; 13.° t ' ° ^ cha una magnífica carroza alegórica, cuya dirección había sentadas nueve bellisimas señoritas que lucían María Pérez y Joa rentina Tarazona y Benjamín Martí, de Tórrenle; había corrido á cargo del Sr. Romero Orozco; for- ricos trajes de labradoras. y Luis Pérez, de Aldaya; 15."Mamábanla una amplia escalinata rematada por el escuLa comitiva recorrió las principales calles de la 14." Teresa Rubio Castell, de Alacüas; 16." Andrea ría Ruiz y Manuel do de Valencia, becho de flores, lo mismo que la ciudad, siendo en todas partes acogida con entusias- NÚMERO 1.494 LA ILUSTRACIÓN ARTÍSTICA 535 Lahoz y Enrique Roi'g, de Valencia; 17.° Carmen con mazas, pasando á ocupar la presidencia de hoMarti y Gerardo Martí, de Torrente; 18." Avelina nor el alcalde accidental Sr, Ibáñez Rizo, quien tenía Terol (í Ismael García, de Torrente; y 19." Gumer- á su derecha al presidente accidental del «Rat Pesinda Terol y Julio Andreu, de Torrente. También se entregaron bonitos abanicos á Concepción Segarra Chuliá, Elvira Babiera y Desamparados Ferrer que con el alcalde de Torrente ocupaban el coche en que iba la centenaria María Pedros. Efectuáronse luego las típicas carreras de joyas, en las que tomaron parte seis corredores, siendo todos ellos muy aplaudidos. Tres días después, celebróse con gran pumpa en D. • ENRIÍJUE ALBBROLA, D. S A N T I A Í - . O CeJíBiÁN, D. p o e t a premiado con la flor n a t u r a l Presidente de la sociedad <Lo Rat P e n a l » ñorita D." Pilar Monterdey Diez de Mogrovejo que, acompañada de pajes y valencianas vestidas á la antigua usanza, pasó á ocupar el trono y quedó proclamada reina de la fiesta entre los entusiastas aplausos de la concurrencia. Los naturales encantos de la señorita Monterde estaban realzados por un hermoso traje de raso blancOj con túnica de encaje de oro y cenefa de perlas, y por ricas y artísticas joyas. Leída por el Sr. Guillen Engo la poesía premiada, que fué muy aplaudida, procedióse á la adjudicación de los demás premios, que obtuvieron los señores Ventura Rodríguez, Masifern, Bonet Alcantarilla, _ . ' ANICETO ALCALÁ ZAMOR/Í, m a n t e n e d o r de los J u e g o s Florales Valencia.—Juegos Pioralea organieadoB por «Lo Rat Penat.s—La reina de la fiesta, Srta. D." Pilar Monterde y Diez de Mogrovejo, en ^l Salón de Actos de la Exposición Nacional la poé^ica fiesta de los Juegos Florales organizada por el ^K-at Penat.» En el fondo del amplio estrado elevábase UQ artístico trono de flores hábilmente dispuesto por el notable artista D. Cebrián Mezquita y al •íue servía de fondo un rico tapiz. A los acordes de una marchaj entró en el salón, "íue presentaba un aspecto brillantísimo, la comitiva "oficial presidida por el Ayuntamiento en corporación HU t r o n o . (De fotografías d e V. Barbera Masip.) nat,)> Ü. Enrique Alberola, y á su izquierda el teniente de alcalde Sr. Viciano. Después de un elocuente discurso del Sr. Alberola, el secretario del consistorio dió lectura al dictamen del Jurado, resultando premiado con la flor natural el joven poeta D. Santiago Cebrián. En nombre de éste y por delegación expresa del mismo, recibió de manos del Alcalde la simbólica rosa el Sr. Alberola, quien la ofreció á la distinguida y bellísima se- HISTORIA UNIVERSAL DICCIONARIO de las lenguas española y francesa comparadas Redactado con presencia de los de laa Academias Eapañola y Francesa, Bescherdle, Liltri, Salva y los últimam«Ete publicados, por D. NEMBBIO F B R S Í S D B Z CDBSTA. - Contiene 1» «ignificaciÓD de todas laa palabras de ambas lenguas; vocea antiguas; neologiamos; etimologias; términos de cieacias, artes y oficios; frasea, proverbios, reíranís é idiotismos, asi como el uso familiar de las voces y la pronunciación figurada.—Cuatro tomos; 66 pesetas, M o n t a n e r y Simón, editores.-Aragón, 355, BARCELONA fe^ ^ ^ ^ ^ a ^ t o ^ ^ H H ^ ^ ^ ^ ^ m ^ ^ ^ m ^ ^ • • ^ ^ Armengol, Marti Grajales, Sanchis Civera, Lleonarte,0rtÍ2 Gamundi, Cebrián (Luis), Muga, Carchano, Ciutavi, Benttez, Paredes Nebot, Sarthou, Jiménez Fayos, Zapater Esteva, Canet, Pascual Beltrán, Escoín y Kuiz Esteve. Puso término al acto un hermosísimo discurso del mantenedor Sr. Alcalá Zamora en loor de Valencia, de la reina de la fiesta, de la poesía, de la fe, de la patria y del amor.—P, ESCRITA PAKCIALMKNTE POfc VEINTIDÓS PROFISORES ALEMANES BAIO LA DIRBCCIÓlí DEL SABIO HISTORIÓGRAFO G U I L L E R M O O N C K E N Consta de i6 tomos con grabados intercalados y una numerosa colección de Uminas cromolitograáadas, mapas, planos, fiícsfmiles, etc. Se vende i 320 pesetas el ejemplar ricamente encuadernado con tapas alegóricas, pagadas en doce platos mensuales. — M O N T A N E R V S I M Ó N , E D I T O R E S . ^ ^ ^ B ^ ^ d « t r n e hMU lai R A I C E S el V E L L O del rottro de l u d m » ntuba. Rleote etc.). sto ninBUQ pdiero pan «1 cali*. BO A n a s a e KUtO.ymiiiarps aa i^ium'jumtr,^*<^^^ .. - « « de « U S e ^ m n . [St «ade en M J M , p»ra la baiba. j eol/Z oajaa para «1 bigote l>F*rg Pin 53Ó L A ILUSTRACIÓN LA ARTÍSTICA NÚMERO G R A N R E V I S T A N A V A L I N G L E S A Q U E P A S Ó E L R E Y J O R G E V E N T O R B A Y , E N 26 D E J U L I O 1494 ÚLTIMO Terminadas las grandes maniobras navales difpucilas por el I LotidreS'Manches.ler, efecluó hermoEas evolucienes sobre les i aplaudido por el numeroso púVilico que llenaba los muellfis I i 1 . „ inglés ; 1Á^ y .. en „ „ las ! „ - . que „ . . - han 1 . j - parle . „ les i „ _ tres . 1 J . J _ gran entusiaímo ._ • __ sitndo _r__j_ _ _1 j _y .. r _ , maniobras _^_:_i j _ este _ ._ año _1 T i .11.. • Las de se han realizado sin que á- ellas Almiranlango temado | bateos, despertando y Eclamado pudieran asistir, como asistían, en años anteriores, los representantes de [a prensa, á quienes se invitaba oficialmente. ElAlmirantazgo ha querido mantener el secreto más ahsnlulo sobre los problemas estratégicos que en ellas queifa dilucidar; así es que muy poco se sabe de lo que tales maniobras han sido. Sábese únicamente que luchaban dos partidos, el partido rojü ó inglés, al mando del almirante Guillermo May, el afortunado vencedor de las maniobras de tgcC, y el partido azul 6 enemigo, á las órdenes del almiíanle Edgardo Poé; y que las maniobras terminaron con un reñidísimo combate fin el que la flota azal, que se había preparado con el mayor si•X^-'^' ~3i gilo, fué sorprendida de noche y cuando se apercibía á iniciar el ataque, por !a iiota roja, que había ido enterándoie de lodos sus preparativos y movimientos, viéndose vigorosamerlc rechazada y teniendo que rendirse. Ambas Antas se han portado admirablemente y apatte de las enseñanzas que para los marinos ingleses puedan deducirse de las maniobras, para las demás naciones resulta pleramente demostrado que hoy por hoy la supremacía naval del mundo está en Inglaterra y que no es fácü, dados el patriolismo y la riqueza de aquel pueblo, que tal supremacía le sea por ahora ni en mucho tiempo arrebatada. ^•w-r.^- r^k Los buques de la escuadra haciendo salvas al paso del y a t e real «Victoria a n d Albert» principales flotas que pasean e] pabellón de Inglaterra por los mares de Europa, todos los buques se concentraron en Tor Bay y fueron revistados el día 26 de [ulio último por Su Majestad el rey Jorge V que, acompañado de su augusta esposa, iba en el yate real Vicio)-ia and Ail'erí. El espectículo fué grandioso, pues nunca se habían visto juntas ia.nlas y tan poderosas naves de guerra; en efecto, allí estaban las flotas del Mediterráneo y del Atlántico, con sus escuadras de cruceros; las tres primeras divisiones de la ílotametropolitana, la primera y segunda flotilla de contratorpederos V ana sección de submarinos, entre ellos los del último modelo D. — i cuya aparición ha despertado el mayor interés, formando un total de 130 unidades. El número de buques de combate en alta mar elevábase á 67, de los cuales 42 eran acorazados y 25 cruceros acorazados, con 970 cañones de grueso y mediano calibre y un desplazimiento, en conjunto, de ooo 000 toneladas. De los acorazados, 10 eran del ti00 Dreadnoaght, Al día siguiente, todas aquellas escuadras practicaron maniobras en presencia del rey Jorge V, que se había embarcado en el D-tadnsngkt. Durante estas maniobras, el notable aviaior inglés Grabara Wliite, el afamado competidor de Paulhán en el vuelo El aviador inglés O-raham Wh.ite volando encima de l a s escuadras durante l a s maniobras (De fotografías comunicadas por Carlos Trampus.) .!.* Las Personas que conoceu las DEL. no titubean en purgarse, cuando lo necesitan. No temen el asco niel cansancio,porque, contra Jo que sucede con los demás purgantes, este no obra bien sino cuando se toma con buenos alimentos y bebidas íortifícantes, cual el vino, el café, el té. Cada cual escoge, para purgarse, la bora y la comida que mas le convienen, según sus ocupaciones. Como el cansancio que la purga ocasiona queda completamente anulado por el efecto de la buena alimentación empleada, uno se decide fácilmente Á volver á empezar cuantas veces sea necesario. Las Auténticas 6 I_.©clio G a n d - A B pura 6 rnuolada con «gua, disipa DOCTOR DEHAUT de M E D I C I N A d « FABtS ^LA LECHE ANTEFÉLICA^ 4 PILDORAS DE BLANCARD rECAS, LENTEJAS, TEZ A S O L E A D * SARPULLIDOS, TEE BARBOSA Jí ^^ ARRUGAS PRECOCES ^J de P a r í s ^ (I úflai d i s ) nosevendensueltas I BXDAMBS LA FinMA I Y EL R Ó T U i O VERDE JARABEDEBLANCARD I n a l t e r a b l e tuscuctiatidaiiidi)) DE&CONFIESB 'Q IS^M, LARES I N ^ .F^C ' .C* mi IOS DOt.oRES,1tcTAK»05, SVAPPRESSIOIÍES DE W nEllsTRUOj pi« a. sÉauíN - PARÍS IBS, Rué St-Hotíoré. 165 ToDHS fflRnAClAS yBROOUf RlfiS DICCIONARIO de l a s l e n g u a s e s p a ñ o l a y ñ-anoesa por NEMESIO FERNÁNDEZ CÍJESTA Cuatro tomos encuadernados: 6 6 pesetas MONTANER Y SIMÓN, EDITORES Quedan reservados los der«chos de propiedad artística y literaria IMP. DB MONTANER y SJMÓN