I. LA CONSTRUCCIÓN DEL RÉGIMEN LIBERAL: EL REINADO DE ISABEL II A – EL DESMANTELAMIENTO DEL ANTIGUO RÉGIMEN 1 – LOS CAMBIOS JURÍDICOS-POLÍTICOS a- LA BURGUESÍA REVOLUCIONARIA (1833 – 1844) La demolición del Antiguo régimen se realizó en esencia en el primer decenio del reinado de Isabel II (1833-1843), durante las regencias de Mª Cristina y del general Espartero, con una serie de gobiernos progresistas impuestos por la presión popular. Cuando en 1833 empieza el reinado de Isabel II y la regencia de Mª Cristina se intentó crear un gobierno liberal muy moderado (Cea Bermúdez), que aglutinase a la alta nobleza, la jerarquía eclesiástica, la burguesía conservadora y moderada, y diese al pueblo por lo menos la ilusión de tener unos principios constitucionales básicos: declaración de derechos, parlamento elegido mediante sufragio, etc. Toda la burguesía estaba de acuerdo en crear un régimen liberal, en la racionalización de la administración y la Hacienda, en la defensa de la propiedad privada, la igualdad ante la ley, la defensa del orden público. Pero dentro de la burguesía hay diversas tendencias: - Moderados: burguesía media-alta, partidarios de reformas escasas, del mantenimiento del orden, de una autoridad fuerte, de un sufragio muy restringido que dejase fuera a las clases más populares, y conscientes de la propia debilidad, de llegar a una alianza con la nobleza y la Corona. - Progresistas: burguesía media-baja. Partidarios de la rápida implantación de un régimen burgués, ampliar las libertades, con un mayor apoyo popular, para lo que se debía ampliar el sufragio (censitario, pero dando el derecho de voto a la burguesía media-baja) y otorgar algunas concesiones al pueblo. La alianza entre burguesía moderada y la Corona se plasmó en el gobierno del liberal Martínez de la Rosa, quien con el beneplácito de la regente promulgó en 1834 el “Estatuto Real”: - No es una Constitución, sino una “Carta Otorgada” concedida por la Corona. - Tiene una sucinta declaración de derechos y libertades. - La soberanía recae sobre la Corona (Soberanía Real), quien tiene la facultad de hacer leyes, ejecutarlas, y obligar a su cumplimiento. - No hay, por tanto, separación de poderes. - Reconoce la existencia de unas Cortes, elegidas mediante sufragio censitario masculino muy restringido (sólo puede votar el 0,15 % de la población. Sólo las clases más acomodadas -nobleza y alta burguesía- tienen derecho de voto. Las Cortes votaban los presupuestos pero no podían ejercer la acción legislativa sin el beneplácito de la Corona. Estaban formadas por una Cámara Baja de Procuradores, y una Cámara Alta de Próceres (aristocrática) También se llevó adelante una reorganización administrativa, muy centralista, por la que se creaba una división provincial (49), y al frente de éstas se ponía a un Jefe Político nombrado desde Madrid. De 1833 a 1835 el poder lo tuvieron los moderados, pero las dificultades surgidas por la guerra carlista, junto a las dificultades económicas (coyuntura de crisis en toda Europa), el excesivo conservadurismo y la lentitud en las reformas del régimen, radicalizaron a las masas populares en las ciudades, cosa que aprovecharon los progresistas. En el verano de 1835 se produjeron una serie de motines populares en Andalucía, Barcelona (quema de conventos y la fábrica Bonaplata), Madrid (donde se envió a la Regente una petición con las principales exigencias: nuevo gobierno, nueva ley electoral, nuevas Cortes), Valencia, etc. Las revueltas populares, dirigidas por los progresistas, y canalizadas a través de la Milicia Nacional (cuerpos de ciudadanos armados, cuya labor debía ser la defensa de la Nación y del régimen) exigieron una mayor rapidez en las reformas, y la llegada al poder de los progresistas. La Regente nombró presidente del gobierno al progresista Mendizábal, quien empezó a realizar rápidas y profundas reformas, entre las que destaca la Ley de Desamortización de los bienes eclesiásticos de 1836. Estas medidas propiciaron la oposición de los sectores más conservadores, que consiguieron que la Regente destituyera a Mendizábal. La respuesta popular fue una nueva serie de motines en el verano de 1836, culminados por el pronunciamiento de los “Sargentos de la Granja”, palacio en el que se encontraba la Regente, que la obligaron a volver a llamar al gobierno a los progresistas. En esta situación, los progresistas acometieron una reforma en profundidad del régimen, conscientes de las exigencias populares de un auténtico régimen constitucional y una ampliación del sufragio. El 8 de Junio de 1837 las Cortes promulgaron una nueva Constitución: - Tenía una declaración más amplia de derechos y libertades (libertad de prensa, de opinión, de asociación, etc.). - Soberanía Nacional: el poder legislativo recaía sobre la Nación, representada en las Cortes, si bien lo comparte en parte con la Corona. - División de poderes. - El poder ejecutivo recaía en la Corona, que veía ampliados sus poderes al poder vetar las leyes, disolver el Parlamento, nombrar a los senadores, nombrar y cesar libremente a los ministros. - El poder legislativo recaía en el Parlamento, formado por 2 cámaras: Congreso de Diputados y Senado. La ley electoral perpetuaba el sufragio censitario, un poco más amplio (+ de 25 años y pagar determinados impuestos, el 2,7 % de la población). - Libertad religiosa, si bien con el compromiso de mantener al clero y culto católicos. La Constitución de 1837 representa una mezcla de la de 1812 y el Estatuto Real de 1834, conjugando elementos progresistas (derechos, soberanía nacional, separación de poderes, aconfesionalidad del Estado) y conservadores (aumento del poder de la Corona, sufragio muy restringido, existencia del Senado). También realizaron reformas como la ya citada Desamortización, la definitiva disolución del régimen señorial, la desvinculación de las tierras de la nobleza (todas estas medidas dentro de la reforma agraria liberal y la creación de una economía capitalista), la regulación del ejército regular y de la Milicia Nacional, etc. En las elecciones celebradas en 1837 los moderados obtuvieron la victoria (sólo votaban los más ricos), y durante el periodo 1837-1840 gobernaron dentro del marco constitucional, pero de un modo más conservador, aunque sin atreverse a ir tan lejos como para provocar otro estallido de violencia popular. En 1840 prepararon una ley electoral aún más restrictiva, limitaron la libertad de imprenta, intentaron limitar los efectos de la desamortización de Mendizábal sobre las propiedades de la iglesia, y redactaron una Ley de Municipios que permitía a la Corona nombrar a los alcaldes de las capitales de provincia. Estas medidas, sobre todo la última, contaron con el apoyo de la Regente, y provocaron el enfrentamiento con los progresistas. Nuevamente en 1840 se produce un amplio movimiento insurreccional que provocó la dimisión de Mª Cristina. Hacía falta un nuevo regente, y los progresistas le ofrecieron el cargo al general Espartero, el héroe de la lucha contra el carlismo, con un gran prestigio popular, y conocido por sus ideas progresistas. La Regencia de Espartero (1841-1843) fue el momento de máximo radicalismo de los planteamientos progresistas, pero también el que provocó su crisis y la llegada al poder de los moderados. Se amplió el sufragio (derecho de voto para el 5 % de la población), se aprobó la total desvinculación de las tierras de la nobleza, se dio un nuevo impulso a la desamortización, se hicieron reformas económicas que aceleraban la implantación de una economía capitalista, como el proyecto de una nueva ley arancelaria que abría el mercado hispano a las importaciones de tejidos de algodón de de GB. Esta medida provocó un gran descontento entre la burguesía industrial catalana y entre los trabajadores, que temían la pérdida de sus empleos, y que culminó con un movimiento revolucionario en Barcelona. Los trabajadores exigieron medidas más democráticas y sociales, inaceptables para “toda” la burguesía. Para acabar con la revolución proletaria Espartero mandó bombardear la ciudad desde la guarnición de la Ciudadela. Estos acontecimientos le pusieron en contra a la burguesía catalana, al proletariado y a las clases populares de todo el país. Por otro lado, su carácter, su tendencia al autoritarismo y sus ideas progresistas le habían privado de los apoyos entre los moderados, e incluso de los progresistas). En 1843 el Regente se encuentra solo, lo que aprovecharon los moderados para iniciar una sublevación militar, liderados por los generales O’Donell y Narváez. Espartero dimitió y marchó al exilio, y para evitar una tercera regencia, las Cortes aprobaron la mayoría de edad de Isabel II, con 13 años. b- LA BURGUESÍA MODERADA (1844 – 1868) A partir de 1844 empieza el verdadero reinado de Isabel II. Gracias a las prerrogativas que la Constitución daba a la Corona, los moderados se mantuvieron casi ininterrumpidamente en el poder. Tras el golpe militar, con el apoyo del ejército, la nobleza y la burguesía moderada, (terrateniente, castellana y centralista), asustados por las explosiones de descontento social, se pusieron rápidamente a eliminar cualquier posibilidad de expresión para las masas. Se volvió a poner en vigor la “Ley de Municipios”, se desarmó a la Milicia Nacional, y se redactó una nueva Constitución, aprobada en 1845: - Regulación de derechos muy ambigua. Si bien se mantenían los de 1837, se aclaraba que serían regulados por una ley posterior, que los recortaba. - Soberanía conjunta de las Cortes y la Corona. - Poder ejecutivo reforzado, en manos de la Corona: nombra a los ministros, disuelve las Cortes cuando la mayoría no le interesa. Comparte con las Cortes el poder legislativo, y nombra a los senadores. - Las Cortes comparten el poder legislativo. Formadas por 2 cámaras: Congreso y Senado (aristocrático, elegido por la reina entre los próceres de la nación). Elegidas por sufragio muy restringido (1 % de la población) según una nueva ley electoral. - Limitación de la autonomía de los jueces y supresión de los juicios con jurados populares. - Estado confesional, católico, que se compromete al mantenimiento del culto y clero (medida plasmada en el Concordato con la Santa Sede de 1851). - Control central de las Diputaciones provinciales y los ayuntamientos. - Supresión de la Milicia Nacional. La Constitución de 1845 creó el auténtico régimen liberal-burgués hispano. Un régimen que se apoyaba en la burguesía terrateniente castellana, nacida de la fusión de la nobleza terrateniente y los nuevos grandes propietarios (gracias a la reforma agraria liberal), y que pretendía establecer los principios liberales más moderados y conservadores, con el apoyo de la Corona y la mayor parte del ejército, frente a la amenaza del carlismo, y sobre todo frente a las aspiraciones más democráticas y sociales de la mayor parte del pueblo. Sus principios básicos son los de propiedad y orden público, que aseguren la prosperidad y el control político, económico y social de dicha burguesía. Otras medidas legislativas aprobadas durante este periodo y que acabaron de dar forma al régimen liberal-burgués moderado fueron: - Reforma de la Hacienda: (1845. Món). Supresión de algunos impuestos anteriores y creación de nuevos, como la Contribución (sobre las propiedades rústicas, urbanas, las actividades comerciales e industriales), y los Consumos (sobre determinados productos de consumo como jabón, vino, etc.). - Centralización administrativa. Se realizó la definitiva división provincial. Al frente de cada provincia estaba un Gobernador Civil, presidente de la Diputación Provincial y alcalde de la capital. Nombrado por el ejecutivo (Rey). Ley de Ayuntamientos (1845): Todos los alcaldes nombrados por la Corona (capitales y ciudades de más de 2000 habitantes) o los Gobernadores Civiles (el resto), para tener bajo control a todos los ayuntamientos. Centralismo: una estructura de la administración piramidal para garantizar el control central de toda la administración. Sólo el país Vasco y Navarra conservaban sus instituciones forales, aunque con sus competencias recortadas en 1841 y 1846. - Concordato con la Santa Sede (1851): Estado confesional, católico, Tras la pérdida de su patrimonio por la desamortización, el Estado mantiene el clero y el culto, y a cambio la Iglesia reconoce las expropiaciones. - Control del orden público: Leyes para el control de la opinión y la prensa, a través de la implantación de la censura. También se suprimió la Milicia Nacional, mientras para garantizar el orden se creaba en 1844 la Guardia Civil. Sus funciones eran civiles, pero su organización era militar, lo que facilitaba su control. Nuevo Código Penal (1851). - Nuevo sistema de instrucción pública y gratuita en 1857 (niños de 6 a 9 años), controlado por el Estado central, pero costeado por los municipios. De escaso éxito, pues en 1890 el 60 % de los niños no estaban escolarizados. Durante los siguientes 10 años el nuevo régimen fue afianzándose tal y como la burguesía conservadora deseaba. Las Cortes no tenían poder, y toda la actividad política giraba en torno al gobierno y la Corona, a través de “camarillas” (grupos de presión). La reina hacía y deshacía a su gusto, influida por su confesor (Antonio Mª Claret) y Sor Patrocinio. Los carlistas hicieron un nuevo intento en 1848-49, en la “Guerra dels Matiners”. El pueblo seguía excluido de la vida política y el recién nacido Partido Demócrata (1849. Burgués, pero de planteamientos más modernos que los progresistas) se convirtió en una fuerza de oposición. En 1854 hubo una serie de escándalos de corrupción económicos y políticos. A esto se sumó el proyecto de reforma de la Constitución para dar aún más poder al ejecutivo frente al legislativo. Los progresistas protestaron, pero ante la imposibilidad de llegar al poder por la vía electoral, en Junio de 1854 el general O’Donell se pronunció en Vicálvaro. Sectores progresistas contrarios al gobierno firmaron el “Manifiesto de Manzanares” pidiendo el cumplimiento de la Constitución, la reforma de la ley electoral para ampliar el derecho de voto, la reducción de los impuestos y la restauración de la Milicia Nacional. A esta petición se sumaron algunos militares y civiles. La reina, presionada, llamó a Espartero para presidir el gobierno. Empieza así el “Bienio Progresista” (1854-1855). El nuevo gobierno intentó volver al espíritu de la Constitución de 1837, iniciando la redacción de una nueva Constitución (nunca promulgada), la restauración de la Milicia y de la ley de Ayuntamientos anterior a 1844. Su acción de gobierno iba encaminada a ganar el apoyo de las clases medias, sanear la Hacienda, y crear un modelo económico capitalista más moderno, mejorando las infraestructuras y potenciando el comercio, la industria, las finanzas. - Se aprobó una nueva Ley de Banca que modernizó el sistema financiero español y permitió la aparición de la banca moderna. - Ley General de Desamortización (Pascual Madoz. 1855), que ponía a la venta y privatizaba todos los bienes nacionales y las tierras comunales de los municipios. De paso, esto suponía el saneamiento de Hacienda y unos ingresos que permitieron poner en marcha el otro gran proyecto del Bienio, la... - Ley General de Ferrocarriles (1855). Regulaba la construcción de la red de FFCC, otorgaba ayudas estatales a las empresas privadas que iniciaran su construcción, etc. Sin embargo las aspiraciones populares desbordaban en mucho a la política del gobierno, a lo que se sumó una coyuntura de crisis económica y social, por lo que empezó a haber protestas de los obreros (Barcelona. 1855) y del Partido Demócrata. Sus peticiones, de carácter social, iban desde la abolición del impuesto de Consumos, la abolición del Servicio Militar, la mejora de los salarios y la reducción de la jornada laboral. El gobierno presentó algunas reformas pero no fueron suficientes. Se inició un levantamiento campesino en Castilla que se extendió a muchas ciudades. La burguesía moderada empezó a temer un excesivo radicalismo, y empezó una tendencia hacia el conservadurismo. O’Donnell fundó la “Unión Liberal”, partido bisagra entre moderados y progresistas. Ante la situación de crisis, Espartero dimitió y la reina nombró presidente del gobierno a O’Donnell, quien reprimió duramente todas las protestas y puso fin al Bienio Progresista en Julio de 1856. A partir de esta fecha el régimen burgués continuó con las mismas características de antes del Bienio, pero con la máscara de la alternancia en el poder entre Moderados y la Unión Liberal. Se restableció la Constitución de 1845, los impuestos sobre consumos, la censura, se volvió a paralizar la desamortización, etc. Para distraer a la opinión pública se desarrolló una activa política exterior, lo que de paso fomentaba la creación de una conciencia nacionalista, patriótica. Se intervino en los conflictos de Indochina (1858-1862), México (1861-1862), Santo Domingo (1861-1864) y Marruecos (1859-60). De 1863 a 1868 los moderados gobernaron de forma autoritaria. La oposición de progresistas, demócratas y republicanos fue en aumento. En una situación de crisis económica y social, con escándalos de corrupción política, el régimen moderado y la reina Isabel II entraron en una crisis de la que no pudieron salir.