7. Esquemas semánticos La teoría de los casos se presenta en

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7. Esquemas semánticos
La teoría de los casos se presenta en Benot como el cruce entre una serie de esquemas
semánticos y otra de esquemas sintácticos que obran en la enunciación cuando la
cláusula posee cierta estructura. Ya hemos apreciado la transformación de acusativo en
dativo (Juan golpeó al ratero / Juan dio un golpe al ratero) y la transformación de
dativo en genitivo (Yo pinté las patas a la mesa / Yo pinté las patas de la mesa).
Observaciones como éstas permiten a nuestro gramático decir que:
[...] en ocasiones, el acusativo, el dativo, el genitivo y, en general, formas gramaticales
muy distintas, pueden y suelen expresar un mismo y único concepto: no son más que
maneras diferentes de decir (1910: 177).
El gramático intuye, pues, una serie de esquemas semánticos que en muchas ocasiones
pueden expresarse con diversos esquemas sintácticos. Aquéllos no aparecen formando
un sistema explícito en la teoría de Benot, pero sus páginas lo sugieren con claridad, en
la forma que exponemos a continuación:
A) Esquema agente–paciente o agente–meta
La voz se presenta como una forma de construcción que permite expresar de dos formas
posibles este esquema semántico:
Las personas ó los objetos á que se refieren los vocablos pueden estar conexionados
entre sí por la relación de producente á producido ó de modificante á modificado.
Las cláusulas en que se expresa esta conexión tienen todas nominativo ya agente ya
paciente, según la voz en que se hallan (1889: II, 41; 1910: 139-142).
Así pues, los esquemas sintácticos nominativo agente – acusativo y nominativo paciente
– ablativo agente resultan de combinar el esquema semántico agente–meta o agente–
afectado (aplicando las denominaciones actuales) con dos formas de construcción
verbal. Precisamente por esto Benot puede hablar de casos en los sustantivos, pues a
pesar de la ausencia de marcas formales exclusivas, denotan unos respectos de carácter
semántico mediante distintas fórmulas sintácticas.
Aparece con claridad el fenómeno de la voz, entendida como diátesis y no como hecho
morfológico: "En español no hay, pues, verdaderas desinencias de pasiva, sino
verdaderas combinaciones de pasiva" (1889: II, 44). En efecto, la relación semántica
producente–producido, modificante–modificado, etc., se da tanto en la construcción
activa como en la pasiva. Y ambas construcciones se diferencian sólo por el distinto
emparejamiento entre las funciones sintácticas y las semánticas, implicadas en los
casos: en la activa, el producente o modificante o causante corresponde al nominativo –
entendido como masa sustantiva que concierta con el verbo–, y el producido o
modificado o causado corresponde al acusativo; en la construcción pasiva, en cambio,
esos dos papeles semánticos se distribuyen haciendo corresponder al nominativo el
término producido o modificado, y al ablativo el producente o modificante (1888[ca.
1852]: 48-49; 1889: II, 42-43; 1910: 135-136).
Teniendo en cuenta que la única caracterización general que Benot nos ha dado del
nominativo es su necesidad de concertar con el verbo, resulta que la voz es sólo una
manera de establecer qué término de la relación agente–meta o agente–afectado se
beneficia de esa concordancia (1889: II, 46)64. El gramático cae en la cuenta de que el
nominativo, como término señalado por la concordancia con el verbo, se encuentra
mucho más marcado en la construcción activa que en la pasiva, precisamente porque en
aquélla es donde pueden darse más situaciones de ambigüedad; así, en la construcción
activa, además de por la concordancia con el verbo, el nominativo aparece marcado por
el hecho de no llevar preposición y, como último recurso en caso de ambigüedad, por la
posición (1889: II, 52-53).
Gracias al influjo de la Psicología, igual que Rodolfo Lenz, nuestro autor capta
claramente que la diferencia de construcción sintáctica para expresar un mismo
esquema semántico implica una diferencia de punto de vista65. Y la razón de ello –como
ya hemos advertido– reside en el verbo, porque su significado permite a veces distintas
direcciones entre los respectos semánticos que entraña. En efecto, Benot ha dicho que
los casos conexionables –nominativo, acusativo, dativo– se correlacionan entre sí por
medición de un puente que es el verbo, y que el significado de éste instituye el tipo de
relación que reina entre ellos. Pero ese puente podría ser recorrido en un sentido o en
otro: el verbo, que establece, por ejemplo, la conexión entre agente y paciente, puede
aparecer construido de tal forma que defina una dirección desde el agente al paciente, o
una dirección desde el paciente al agente (1889: I, 183). De este modo, los esquemas
sintácticos nominativo–acusativo y nominativo–ablativo agente son dos ordenaciones
funcionales de sentido diferente para expresar un mismo esquema semántico66. La
función sintáctica nominativo se concibe claramente mediante la concordancia con el
verbo, y la función de acusativo o ablativo agente se reconocen sintácticamente en
conexión con aquél; la función sintáctica se encuentra, pues, marcada formalmente,
como exigiría Martinet (1978: 130):
Es, por tanto, doctrina que induce en error la de que el nominativo sea el caso propio y
exclusivamente expresivo de la actividad. Expresa agencia en la voz activa; y no
expresa actividad en la voz pasiva (Benot 1889: II, 45).
Ahora se comprende por qué la construcción pasiva, desde el punto de vista lógico, no
es de absoluta necesidad en una lengua: sólo consiste en una especial manera de
expresar los mismo conceptos que se expresan con la activa (1889: III, 27). Las voces
activa y pasiva, en cuanto simples formas de construcción, por sí mismas no expresan
un valor semántico definido. Por ello, si ese par de construcciones es posible para el
esquema semántico agente–paciente, no lo es para los demás esquemas; este es el
motivo de que no a toda construcción activa concreta corresponda una pasiva.
Partiendo del esquema semántico agente–paciente, nuestro gramático advierte con
claridad las estructuras de nominativo y acusativo correferenciales, que figuran entre las
que denomina "construcciones reflejas": lo reflexivo y lo recíproco no está ni en los
nominativos ni en los acusativos pronominales "sino en su adecuada correlación" (1910:
146; 1889: II, 85 y ss.). De esta manera Benot consolida el avance con respecto a lo que
hasta ese momento se había entendido bajo la etiqueta de verbos pronominales,
reflexivos y recíprocos, pues dichos términos técnicos aparecían utilizados como
sinónimos por casi todas las gramáticas españolas entre 1771 y 1847, según Gómez
Asencio67. Por debajo de las llamadas por él formas reflejas, nuestro gramático
distingue varios esquemas de funciones semánticas, entre los que se encuentra el par
agente–paciente.
B) Esquema substratum–acontecimiento
Si el emparejamiento construcción activa/pasiva corresponde de manera privilegiada al
esquema producente–producido, modificante–modificado, etc., los verbos que sólo
admiten construcción activa sirven para expresar otros esquemas semánticos diferentes.
Es el caso de los que aparecen en cláusulas que expresan lo adventicio, algo que ocurre
en virtud de una energía impersonal no especificada. Pero –como observa Benot– en
nuestro idioma lo adventicio carece de una construcción especial y, por ello, se sirve de
las formas propias de la voz activa (1889: II, 54). Nuestro gramático intuye así que, bajo
la construcción activa en cuanto forma no marcada, hay distintas estructuras sintácticas
y semánticas, sin necesidad de recurrir a la figura de una voz media.
Un agudo análisis semántico de lo adventicio permite al gaditano aislar un clasema
verbal –diríamos hoy– que, con su alternativa, distingue dos esquemas posibles: lo
adventicio en un substrato y lo adventicio sin substrato.
a) Lo adventicio en un substrato corresponde a las construcciones en activa cuyo
nominativo expresa el substrato donde tiene lugar un acontecimiento (El hombre nace,
El reloj varía...). A ese nominativo lo llama, según veremos después, nominativo
excipiente o de lo adventicio, y puede corresponder al papel semántico denominado hoy
afectado. Ciertamente hay una fuerza –la energía de donde procede el fenómeno–, pero
en el correspondiente esquema semántico falta una función que la represente (1889: I,
53).
b) Lo adventicio sin substrato se presenta en las construcciones de activa donde se
ignora no sólo la energía que produce el fenómeno, sino también el substrato donde éste
ocurre. Tales verbos aparecen por necesidad sin nominativo y expresan lo adventicio en
el mayor grado posible de generalidad, pues condensan en sí el suceder y el existir
(Amanece, Llueve...) (1889: II, 54). Condicionado por la estructura fundamentalmente
agentiva del español, nuestro gramático concibe este esquema y el anterior a partir del
esquema producente–producido o agente–paciente: tratándose de lo adventicio en un
substrato, queda sin representar sólo el agente o fuerza, mientras que en lo adventicio
sin substrato también desaparece la referencia al soporte donde se produce el fenómeno.
Con ello Benot ofrece una interesante interpretación del verbo unipersonal como
resultado de un proceso intelectivo por el que se prescinde de los elementos que el
verbo está llamado a conexionar; Tesnière (1969[1959]: 239-240) expresaría
aproximadamente esta misma idea hablando de "verbos sin valencia" (verbes avalents).
El positivismo de Benot rechaza las elipsis fantasmagóricas para explicar la expresión
de lo adventicio sin substrato: la ausencia de nominativo en estas ocasiones no procede
de ningún sobreentendido, como piensan quienes imaginan un nominativo que se refiere
a algún substrato o agente (Dios, la Naturaleza o las causas segundas). De aquí que
desautorice la solución del Brocense según la cual –remontándose a Prisciano y
Linacro– no hay afirmación sin nominativo, idea que después utilizaría también PortRoyal y los que siguen esa tendencia en España, con Benito de San Pedro en primer
lugar (1889: II, 530)68. Incluso Bello (1988[1847-60]: II, 499) prolonga este error al
considerar, con respecto a los llamados por él verbos unipersonales, que "hay en ellos a
la verdad un sujeto envuelto, siempre uno mismo, es a saber, el tiempo, la atmósfera,
Dios, u otro semejante". En realidad, tales propuestas partían de que el verbo sirve para
atribuir algo a alguna entidad expresada por el nominativo; pero Benot resuelve las
dificultades gracias a su pequeño esbozo de la función semántica: puede afirmarse un
evento prescindiendo del causante y hasta del substrato69. Al fin y al cabo, hay cláusula
allí donde hay mensaje, sea cual sea su estructura.
C) Esquema de lo que existe, hay o está
Benot ha suprimido el agente, y ha suprimido el afectado, para llegar a la simple idea de
ocurrir autosuficiente. Entonces, basta con suprimir este último rasgo para encontrar
otro esquema: hay verbos donde falta incluso la idea de ocurrir y que sólo expresan la
existencia y sus modos, reales o imaginarios (haber, ser, estar, constar, parecer, etc.)
(1889: II, 53; 1910: 112)70. A propósito del impersonal haber, el gaditano toma por
nominativo su acusativo, sin tener en cuenta la concordancia con el verbo y sin
explicación alguna (1910: 118-119); posiblemente se trata de una incoherencia causada
por la percepción psicológica que diagnosticaría Cuervo71.
D) Esquema del ser (1910: 112)
La gramática racionalista consideraba que toda oración se amolda a la estructura sujeto
+ cópula + predicado, en cuanto expresión de un juicio, consistente –según la lógica
aristotélica– en afirmación de la conveniencia o disconveniencia entre dos conceptos.
Benot rechaza el alcance general atribuido a tal concepción, mas no encuentra
inconveniente en aplicarla a las cláusulas hoy denominadas copulativas. El verbo
sustantivo –como llama al verbo ser siguiendo aquella tradición filosófica– permite
establecer correlaciones de igualdad o de comparación entre conceptos, e indicar que en
la extensión de un concepto está contenida la de otro (1910: 110)72.
Con ello nuestro gramático parece dar por supuesta la función conexiva del copulativo
ser, la misma función que había definido para el verbo en general en cuanto conector de
casos73. Ahora bien, todo cambia cuando se pregunta por la función sintáctica de
atributo. Nuestro gramático parece considerarla al principio un segundo nominativo
(llamado nominativo de después por los latinistas) que se correlaciona con el primero
(1889: II, 56-57). Pero más adelante, al observar que en alemán el atributo no concierta
en caso con el sujeto, sospecha que quizás debería considerarse un modificador del
verbo: puesto que en Salieron presurosas, la expresión que concierta con el nominativo
del verbo es un adverbio por su función, podríamos pensar que eso ocurre también con
el verbo ser y con otros, como quedar, estar, andar, permanecer, etc. (1889: I, 532).
Nuestro gramático sostiene así una postura similar a la defendida por Bello cuando
presenta el atributo como complemento de la cópula.
Notas
64
Los tratadistas de la época dan por supuesto que el sustantivo es el que determina los
accidentes formales de las demás palabras que se refieren a él en la oración (Calero
1986: 206).
65
Rodolfo Lenz (1935[1920]: 108-109) advierte cómo la diferencia entre construcción
activa y pasiva es de carácter puramente psíquico ya que la primera sólo sirve para
expresar que el sujeto de la enunciación concentra su interés sobre el sujeto gramatical.
Esta diferencia de punto de vista, observada por Benot y por Lenz, pasa desapercibida a
otros, como Díaz-Rubio (1888: I, 366), que dice de la voz pasiva: "sirve para dar más
elegancia al pensamiento, para revestirle de ciertos caracteres que, engalanándole, le
presentan bajo un aspecto propio y conveniente".
66
Entre las funciones semánticas o de significado, probablemente deben figurar las
"funciones informativas", como sugiere Rojo (1983: 52).
67
Entre ellos, sólo Noboa acierta con su certera distinción: al margen de los
pronominales (arrepentirse, comerse...), están los absolutos, dentro de los cuales
figuran, como casos particulares, los reflexivos y recíprocos (Gómez Asencio 1985:
154-167).
68
Benito de San Pedro (1769 II: 114) asegura que "Verbo impersonal no ai en
propiedad, porque no puede aver afirmación sin sugeto o nominativo de ella".
69
Cejador (1905: 231) decía que Amanece no expresa ningún agente, pero sí un sujeto:
lo que amanece.
70
Antes de Benot era corriente encontrar en los verbos un apartado para la existencia,
pero éste se reservaba casi siempre al verbo ser. Vemos la excepción en Mata (ser,
estar, haber), Salvá (ser, estar, existir), Alemany y Noboa (ser, estar, haber), etc.
(Gómez Asencio 1985: 100-110).
71
Para explicar expresiones como "hubieron fiestas", el colombiano recurre a la noción
de sujeto psicológico (Cuervo 1981[1874]: 8).
72
Para Salleras (18872: 33), el verbo desempeña en todo caso la función de conectar
ideas expresando una relación entre ellas: puede conectar dos ideas sustantivas o dos
ideas modificativas, o una de las primeras con otra de las segundas.
73
La cópula vendría a ser núcleo en las construcciones ecuacionales, según piensan
algunos (Martínez 1994: 59).
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