433 BIENAVENTURADOS LOS QUE SIN VER CREEN de Giuseppe Pittau, Obispo, Secretario de la Congregación para la Educación Católica (Tradujo del original italiano Alonso Morata) muchas personas, que no han visto directamente a Jesús cuando estaba en la tierra tras la resurrección, pero creen y muestran la alegría de formar una comunidad, esta alegría de estar todos aquí, no pensando sólo en las vocaciones para el propio instituto, para la propia congregación; sino como Iglesia, Iglesia italiana, y como Iglesia universal. Esta alegría de creer y de ser un solo cuerpo, de formar esta “reunión”, esta comunión de los santos... sólo si tenemos esta fe fuerte, y este sentido de unión, de comunión de los santos, podremos ser instrumentos aptos para promover las vocaciones, sentirse parte de esta Iglesia. Decía Cayetano, gran comentarista de santo Tomás, que el carisma más grande en la Iglesia es el de sentirse parte, parte del todo, parte necesaria, parte importante, pero nada más que parte. Sin la ayuda de los otros, sin la colaboración con los otros, no constituimos Iglesia. Y entonces, la gran alegría de esta reunión por la promoción de las vocaciones es precisamente este, sentirse parte de esta Iglesia universal, parte de la Iglesia italiana que es parte de la Iglesia universal. Y ninguno puede llegar a ser todo, ninguno puede decir: “Yo SEMINARIOS AÑO 2003 DOCUMENTACIÓN Queridísimas hermanas, queridísimos hermanos, en el evangelio de san Juan no encontramos las bienaventuranzas como en Mateo, Lucas... tenemos, no obstante en Juan, dos bienaventuranzas sobre las que quiero hablaros. La primera bienaventuranza está después de la resurrección, cuando por fin puede Tomás estar presente y ver a Jesús resucitado. En ese momento Jesús le dice: “Mete tu dedo en mi llaga del costado” y a continuación le dice: “Bienaventurados aquellos que sin ver creen”. Hoy nosotros aquí estamos participando de esta alegría, de este ser felices, de esta felicidad. Y creo que esta bienaventuranza expresada por Juan, por Jesús en el evangelio de Juan, es la primera condición para preparar el corazón de los jóvenes a que puedan escuchar la llamada del Señor. Si no hay una vida de fe profunda, una vida que muestra también la alegría, la felicidad de creer, no puede haber vocaciones. Además esta primera bienaventuranza descrita en el evangelio de Juan, creo que sea la primera condición, la condición necesaria para que nosotros seamos instrumentos del Señor, para que él dé a los jóvenes su vocación. En esta fe de nº 169 Guiseppe Pittau DOCUMENTACIÓN 434 trabajo por mis vocaciones”…, porque todos somos un solo cuerpo: debemos ayudarnos. Entonces, demos gracias a Dios hoy, al ver este cuerpo constituido por tantas partes, que no obstante se sienten parte y quiere formar un solo cuerpo. Ninguno puede constituir toda la Iglesia, y ninguno puede trabajar como parte si no hay esta participación, esta colaboración de todos. Algunas piedras son más gruesas que otras, pero también las pequeñas son necesaria. Algunas no son piedras, serán el cemento que las mantiene unidas, estas podrían ser los religiosos, los sacerdotes, el Papa: tiene el carisma de la unión y al servicio de la unidad. La segunda bienaventuranza es la bienaventuranza del lavatorio de los pies. “Bienaventurados vosotros que sabiendo estas cosas las ponéis en práctica”. Bienaventurados si sois siervos, si sois ministros. Bienaventurados vosotros si os abajais, si experimentais la kénosis para poder servir a los otros. La vocación es una llamada al servicio, a hacerse como Jesús, a abajarse; él, que era Maestro, Señor, Dios, se abaja y lava los pie. San Pedro siente rechazo: ¿cómo puede Dios rebajarse y lavar mis pies? En Japón, en el siglo XX, durante casi cincuenta años, un retratista cuyos modelos eran todos del Antiguo y del Nuevo Testamento. De modo maravilloso, lleno de fe pero también de inculturación, mediante el arte popular japonés, comunica a los japoneses pero también a nosotros extranjeros, esta espiritualidad profundamente cristiana y también profundamente artística. Una de las imágenes que ha repetido muchas veces es precisamente la imagen de Jesús lavando los pies a los apóstoles, porque también él siente la conmoción profunda de que Dios de rebaja y se convierte en nuestro esclavo Creo que hemos perdido el significado espiritual de la palabra. Cada día, sobre SEMINARIOS AÑO 2003 todo aquellos que usan el teléfono, cuantas veces al saludarse dicen: ciao, ciao, ciao,… seis siete veces… y ninguno se acuerda de que “ciao” quiere decir “esclavo”, “soy tu esclavo”. En el habla piamontés no se pronuncia la “sc” (schiavo) sino “ciavo”. ¿Lo habéis pensado? Es un saludo cristiano, es un saludo con el cual Jesús, tocando los pies de los Apóstoles, decía: Soy tu esclavo. Cuando repitamos, de ahora en adelante, esta palabra “ciao” pensemos: Debo imitar a Jesús, no lo puedo decir como si nada significara. … “Soy cristiano!” quiere decir, y por esto soy esclavo, pero esclavo con alegría, porque estoy repitiendo un gesto de Jesús que se ha hecho esclavo por mí. Y yo debo creer que haciendo como Jesús, yo también me convierto en divino. Porque soy esclavo, por eso puedo participar de la bienaventuranza, de la alegría que Cristo ha prometido, en su bienaventuranza. “Ministerio”, “minus”, ante los otros yo me siento incompetente... “Ministro”, “minus-ter”, alguno dice que es tres veces por debajo de los otros. Mientras “maestro”, “magis-ter”, es superior a mí… Jesús era superior, y bien se hace pequeño o casi “deficiente”, por nosotros. En la lengua italiana hay muchos ejemplos de esto en los cuales está profundamente metido el espíritu cristiano. Nosotros apenas reflexionamos, no obstante deberemos (reflexionar) con seriedad, si somos verdaderos cristianos y si queremos que el Señor llame a otros a continuar su misión, deberíamos vivir estas dos bienaventuranzas del evangelio de san Juan: fe sin ver; pero fe en un cuerpo, este amor por la comunión de los santos… en solitario no puedo hacer nada. Pero si soy una parte, aunque pequeña, aunque sea mínima, formaré parte de la comunión de los santos, del cuerpo de Cristo, estaré inserto en el tronco de la vida. Precisamente yo-tronco unido al tronco de Cristo, y desde su cora- nº 169 Bienaventurados los que sin ver creen mediante la fe profunda, la unión profunda en el cuerpo de Cristo, con la Iglesia universal, con la Iglesia nacional, con la Iglesia local, sintiéndose parte viva de ella, fuerte, con todas las demás partes, y sobre todo viviendo este ideal del servicio, convirtiéndose en esclavos los unos de los otros. Viendo (en el mensaje para la 40a JMPV) la imagen de Jesús que con las dos manos lava los pies, he pensado en seguida en la figura del padre que espera al hijo que vuelve. Las dos manos pintadas por Rembrandt: ¿lo habéis visto? Una mano es la mano de un hombre, del papá, la otra mano, más pequeña, más delicada, es la mano de la mamá. ¡Qué también nosotros, cuando lavemos los pies, busquemos tener una mano fuerte que pueda ayudar –quizás algunas veces también corregir–, pero también una mano de mamá! Dos manos que muestran la paternidad y la maternidad del Señor. SEMINARIOS AÑO 2003 435 DOCUMENTACIÓN zón pasa la sangre y llega esta transfusión de sangre. Pero no estoy yo solo, todos nos encontramos en torno a esta vida y todos debemos permanecer unidos con Jesús, para que Jesús pueda llevar muchos frutos también en las ramas. Estas dos bienaventuranzas nos hacen de verdad instrumentos aptos, instrumentos fructuosos para obtener del Señor la gracia de muchas, numerosas y generosas vocaciones. La vocación no tiene su origen en nosotros, sino en el Señor. Pero viviendo el ejemplo que nos ha dejado lavando los pies, haciéndose nuestro esclavo, será Jesús el que llamará a aquellos a los que quiere, a los que él ama. Es una visión muy bella de la Iglesia, de comunión de los santos, y además nos llena de profunda alegría y también de una esperanza profunda. Dependerá mucho de nosotros, si queremos servir, estar al servicio de las vocaciones, dependerá de nosotros alcanzar esta gracia, nº 169