Impresiones de China (I): la potencia

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12/06/2010
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DOMINGO 13 DE JUNIO DE 2010
EDITORIALES
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TRADICIÓN Y VERDAD
Los días, los hombres, las ideas
Francisco José Amparán
Impresiones de China (I): la potencia
enía mis serias dudas, pero creo que ya hay que hacerlo oficial: tarde o temprano, el Siglo XXI será el Siglo
Chino, de manera parecida a como el XIX fue el Siglo
Británico y el XX el Siglo Norteamericano: aquél en el que
un país impuso su hegemonía (por las buenas o las malas)
sobre una parte importante del accionar mundial.
Un servidor acaba de regresar de un periplo de quince
días que le llevó a cuatro ciudades chinas (Beijing, Xi’an,
Hangzhou y Shanghái) y una Región Administrativa Especial (Hong Kong, que es China y no es). La verdad, estoy impresionado por lo que los chinos han hecho en poco más de
una generación. Y si siguen por ese camino, se ve difícil que
alguien les arrebate la vanguardia ya para mediados de la
presente centuria.
Habría que recordar que hace treinta años, China estaba en la lona, atrasadísima, por culpa de una casta política
recalcitrante, encadenada a una ideología caduca, rejega ante lo que ocurría en el resto del mundo y empeñada en permanecer mirándose el ombligo (¿les suena conocido?). Todo ello, como una de tantas herencias nefastas del Gran Timonel, Mao Zedong, quien había gobernado (¿?) con mano
de hierro a la República Popular China desde su proclamación en 1949 hasta que el tirano finalmente colgó los tenis
en 1976.
Pero China tuvo la suerte de que, a la muerte de Mao, tomara el poder una camarilla que había pasado las de Caín
bajo su mandato, y entendido que el país seguiría en un
callejón sin salida si no se realizaban reformas urgentes
(¿les suena conocido?). Encabezados por Deng Xiaoping,
los nuevos dirigentes pusieron patas arriba el anterior sistema, introduciendo cambios que no tenían nada que ver
con la ideología y todo que ver con el pragmatismo. La explicación que diera el viejo Deng para pasar por encima
de los dogmas del comunismo castrante y estéril no tiene
desperdicio: “No importa el color del gato, con tal de que
atrape al ratón”. Si era capitalismo lo que necesitaba China para salir de su atraso, adelante.
Después de varios ensayos, arrancones y frenazos durante los años ochenta y noventa, finalmente China se encaminó a un crecimiento portentoso, que ha cambiado radicalmente la vida de una buena parte de su población. Debido a
ello, se prevé que en unos años China se convertirá en la segunda economía del mundo, todavía a bastante distancia de
los Estados Unidos, pero con índices de crecimiento que resultan envidiables para la mayor parte de los países. Cuando alcance esa meta, el Imperio del Centro habrá finalmente borrado más de un siglo y medio de humillaciones y fracasos… un período que, habría que recordarlo, resulta una
anomalía en la historia del Estado chino. Lo que hemos conocido de China en nuestra vida ha sido la excepción, no
la regla, del devenir de ese gigantesco país.
Y es que China fue, durante muchos siglos, la vanguar-
T
Las cosas no mejoraron con el triunfo de
los comunistas de Mao en 1949. El
sanguinario tirano emprendió una campaña
económica y política tras otra, basadas
todas ellas en su muy particular
pensamiento, que condujeron a China a
repetidos desastres. La que había sido la
civilización cardinal de este planeta
enfrentó la peor hambruna de la historia
reciente en 1958-59: quizá 30 millones
murieron de inanición por las estúpidas
políticas de Mao conocidas como “El gran
salto adelante”. Cuando Mao murió, China
era un país atrasado, sin medios de
comunicación decentes, con 700 millones
de campesinos pobres, y ciudades
congeladas en los años cuarenta.
dia civilizatoria de la Humanidad. Ahí se creó el primer Estado centralizado; ahí se organizaron, controlaron y administraron muchedumbres inimaginables en otros continentes; ahí se hallaban las ciudades más grandes y prósperas
del mundo, y se inventó todo tipo de productos, sistemas
y hasta géneros literarios (la primera novela policiaca es
china, del siglo XIII). Llegó un momento en que su superioridad sobre el resto del mundo era tan evidente, que
los emperadores chinos decidieron que no había nada que
ganar y sí mucho que perder por andarse mezclando con
la chusma (¡chusma, chusma!, ¡ptrrr!). Y a partir del siglo
XV, China se cerró al resto del mundo: nada extranjero (ni
humano ni intelectual ni material) podía ingresar al país. A su vez, los chinos se enconcharon en sí mismos, soslayando al máximo el contacto incluso con sus vecinos
cercanos. De manera tal que a China le pasaron de noche
logros occidentales tan cruciales como la Ilustración y la
Revolución Industrial. Y como suele ocurrir, la historia
le cobró esas facturas.
A partir de principios del siglo XIX, el Occidente industrializado se aprovechó del atraso tecnológico y la corrupción política de China para humillarla una y otra vez. En
1842, los británicos no sólo obligaron a los chinos a comprarles su opio, sino que les permitieran instalarse a sus anchas
en una isla hasta entonces perdida en el mapa, Hong Kong.
A esa bocabajeada le siguieron otras, cada vez más doloro-
sas y frecuentes, y cada vez con elencos más variados: pronto franceses, rusos, alemanes, norteamericanos y hasta japoneses también andaban bailando zapateado sobre la dignidad y la soberanía de China. Los intentos de reforma por
parte de las élites progresistas chinas fueron cortados de raíz por una dirigencia política atrincherada en sus privilegios e ineptitudes (¿les suena conocido?).
Finalmente, en 1911, un grupo de patriotas decidió ponerle fin a la decadencia. El último emperador, Pu Yi, un niño de cuatro años, fue confinado a la Ciudad Prohibida de
Pekín, y se proclamó la república. Por primera vez en más
de dos milenios, China no era un Imperio.
Y luego-luego se notó que no estaba acostumbrada a esas
novedades modernas. En poco tiempo el país se desintegró,
y durante los siguientes casi 40 años China vivió en perpetua zozobra: si no eran los diversos conflictos intestinos, era
la agresión japonesa; si no era la guerra civil entre nacionalistas y comunistas, eran calamidades naturales (las
inundaciones de 1931 ahogaron a quizá tres millones de personas: el peor desastre natural de la historia). El caso es que
durante la primera mitad del siglo XX, la historia de China
fue sumamente azarosa.
Las cosas no mejoraron con el triunfo de los comunistas
de Mao en 1949. El sanguinario tirano emprendió una campaña económica y política tras otra, basadas todas ellas en
su muy particular pensamiento, que condujeron a China a
repetidos desastres. La que había sido la civilización cardinal de este planeta enfrentó la peor hambruna de la historia reciente en 1958-59: quizá 30 millones murieron de inanición por las estúpidas políticas de Mao conocidas como
“El gran salto adelante”. Cuando Mao murió, China era un
país atrasado, sin medios de comunicación decentes, con 700
millones de campesinos pobres, y ciudades congeladas en
los años cuarenta.
Pero llegaron los reformadores, y todo el enorme potencial de China quedó desatado. Y vaya que lo han aprovechado. Las ciudades chinas son hoy ejemplos de orden, limpieza e incipiente prosperidad. Sus medios de comunicación
y transporte son francamente envidiables. En treinta años,
China le dio vuelta a la tortilla, arremangándose la camisa
y poniéndose a trabajar… en lugar de pasar años y años discutiendo estupideces, como lo hacemos en México.
Total, que China finalmente se deshizo de sus lastres y
ataduras, y va por todo en las décadas por venir. Aunque claro, tiene algunos problemas que todavía pueden descarrilar
la locomotora… que será el tema del próximo domingo.
Consejo no pedido para evitar que lo engañen como
chale: lea la despiadada biografía “Mao: la historia desconocida”, de Jung Chang y Jon Halliday, en la que le ponen una revolcada espantosa (y merecida) al Gran Timonel. Provecho.
Correo: anakin.amparan@yahoo.com.mx
La actuación del Tri impactará los resultados
l domingo 4 de julio electores de 12 estados de la república acudirán a las ur nas para ele gir a sus
próximos gober nadores, para ese momento el
Mundial de futbol estará a punto de ter minar, vier nes
y sábado previos se celebrarán los cuatro partidos de
cuartos de final (el famoso quinto partido al que México únicamente llegó en el Mundial de 1986 celebrado
en nuestro país), en el poco probable caso de que el Tri
todavía estuviera vivo y calificado para disputar una
de las dos semifinales el martes 6 de julio, seguramente eso se reflejará en los resultados electorales de ese
domingo.
A principios de los ochenta, Luis Eugenio Todd, ex
rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ex
subsecretario de Educación Superior de la SEP y ex embajador de México ante la UNESCO, entonces candidato a diputado federal y que como rector de la UANL había presidido la Asociación Civil Club Deportivo Universitario, propietaria de los Tigres de la UANL, decía
abiertamente: “Si los Tigres quedan campeones yo no
necesito hacer campaña. Esa es mi mejor campaña”.
Claro esos eran los tiempos de “carro completo” tricolor, pero la afirmación de quien sería diputado federal de
1982 a 1985 refleja claramente la importancia del deporte,
en general, y del futbol, en particular, en el ánimo de la población mexicana. Los políticos lo saben y por ello no desaprovechan oportunidad para utilizarlos políticamente y,
más particularmente, electoralmente.
El actual Gobier no Federal, como repetidamente señala el mismo presidente Felipe Calderón, está ávido de
buenas noticias; requiere éxitos para poder prenderse de
ellos, pues lamentablemente más allá de sus errores, ha
padecido todo tipo de calamidades: inundaciones, epidemias, crisis económicas, etc. Así aunque realmente no
tenga ninguna incidencia en la Selección Mexicana ni en
su actuación en la Copa del Mundo, inaugurada el pasado vier nes 11 de junio, no dudará en capitalizar sus
triunfos, si es que los logra.
La edición 1753 de la revista Proceso, relata cómo Calderón busca acercarse e identificarse con la selección,
E
Hoy, como cada cuatro años, los ojos de
los mexicanos están puestos en Copa del
Mundo y la suerte de la selección
impactará, más de lo que se piensa, las
contiendas electorales competidas, pues
una actuación sobresaliente -que sin duda
lo sería el estar presente en las
semifinales- beneficiará a los candidatos
cercanos al presidente de la república, que
como es evidente ha buscado identificarse
con la selección; pero un nuevo fracaso,
particularmente si ni siquiera logra avanzar
a octavos de final, repercutirá
negativamente en ellos.
desde que Javier Aguirre retornó a la dirección técnica.
El 3 de junio de 2009, Calderón, acompañado de su esposa Margarita Zavala y su hijo Luis Felipe, llegó en un helicóptero al Centro de Alto Rendimiento (CAR), interrumpió un entrenamiento de la selección y charló personalmente con los jugadores; el equipo estaba a punto
de partir a San Salvador para enfrentar a la selección de
ese país. En esa ocasión México perdió por 2 goles a 1,
con El Salvador; pero en el partido de vuelta, el 10 de octubre de ese mismo año, en el palco de honor del Estadio
Azteca, se encontraba su esposa Margarita y su hijo Luis
Felipe, aunque no el presidente que aprovechó la euforia
futbolera para liquidar a la Compañía de Luz y Fuerza
del Centro.
El pasado 27 de abril, Calderón nuevamente se apareció
en el CAR he invitó a los integrantes de la Selección Nacional a comer a Los Pinos, en compañía de sus familias, el 1
de mayo. El sábado 15 de mayo, el presidente abanderó a la
selección antes de salir en su gira de preparación y a Sudá-
Jesús Cantú
frica y de acuerdo a lo asentado en el semanario: “Durante
la ceremonia organizada en el CAR, el mandatario elevó al
rango de embajadores a los 23 jugadores: “Como embajadores de México, que hoy los nombro y pido que lo sean, lleven en su sangre, en su fuerza, en su espíritu, en cada jugada que disputen, lo que México es hoy y lo que será”.
Y el pasado viernes el presidente acompañó a la selección en la inauguración de la Copa del Mundo, en Sudáfrica; Calderón saludó de mano a cada uno de los jugadores titulares y al mismo director técnico y aunque no fue el mejor de los resultados, tampoco fue el peor, pues el representativo nacional pudo sacar un apurado empate.
Pero los candidatos a los distintos puestos de elección
popular también aprovecharon el partido del tricolor para
hacer campaña; algunos pusieron pantallas gigantes para
ver el encuentro, ofrecieron desayunos y hasta proselitismo hicieron. Y hasta el líder de la bancada panista en el Senado de la república, Gustavo Madero, aprovechó el momento para reunir a los pocos senadores que se encontraban en la capital y a sus asistentes.
Obviamente la apuesta de Calderón es que el Tri llegue,
al menos, al famoso quinto partido y, con ello, supere sus
actuaciones previas; pero en caso de que ni siquiera logre
pasar a la segunda ronda, lo cual sería un rotundo fracaso
pues ha sido lo mínimo que se ha logrado en los últimos
mundiales, eso se sabrá el martes 22 de junio, 13 días antes de las elecciones.
Hoy, como cada cuatro años, los ojos de los mexicanos están puestos en Copa del Mundo y la suerte de la
selección impactará, más de lo que se piensa, las contiendas electorales competidas, pues una actuación sobresaliente -que sin duda lo sería el estar presente en
las semifinales- beneficiará a los candidatos cercanos
al presidente de la república, que como es evidente ha
buscado identificarse con la selección; pero un nuevo
fracaso, particular mente si ni siquiera logra avanzar a
octavos de final, repercutirá negativamente en ellos.
Obvio no es el único factor, pero los candidatos también
tienen que tenerlo en cuenta y, desgraciadamente ellos nada pueden hacer al respecto.
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