La manzana, los enanos, el príncipe [..] Erase una vez, en un mundo muy lejano y algo irreal, vivía un apuesto principito llamado Eric. Eric tenía como padrastro un hombre malvado y codicioso. El padrastro, como rey del país, gozaba de los servicios de un antiguo y valioso espejo mágico. Este espejo era capaz de contestar a cualquier pregunta que se le pudiera hacer. Claro que para un hombre lleno de poder y dinero… Eran pocas las preguntas que le quedaban por contestar o si más no eran pocas las respuestas que aun le podían interesar. Así que noche tras noche antes de irse a dormir formulaba la misma pregunta al reflejo que dicho espejo le daba: -Oh espejito espejito dime tu ¿quien es el hombre más rico, apuesto y poderoso del reino? Y noche tras noches y durante muchos años el reflejo siempre sonreía y contestaba: -Oh gran rey quien mas que tu puede ser el más rico, apuesto y poderoso. Fue una noche como tantas otras cuando sin esperarlo el espejo cambio sin aviso previo, la respuesta que durante tantos años había estado dando: -Ahora, el más apuesto rico y poderoso es Eric, tu hijastro. Lleno de ira e impotencia el rey mando a llamar a la capitana de su ejercito. –Llévate a Eric al bosque, engáñalo, mátalo y tráeme su corazón –Le ordeno. La Capitana, de nombre Aroa hizo lo que su rey le ordeno. Adentro al joven príncipe en el bosque. Pero cuando se dispuso a matarlo comprendió que no estaba haciendo bien, sintió lastima por el. Así que le ordeno correr y esconderse de su padrastro. Eric así lo hizo no sin antes proporcionarle a Aroa un corazón de jabalí. –Dile que es mi corazón-Le dijo. Eric busco refugio en el bosque, estuvo todo el día andando. Más sin embargo no fue hasta bien entrada la noche que encontró en una llanura llena de césped una casita que parecía pertenecer a unos enanos del bosque. Dichos enanos, eran siete. Seis hombres y una mujer. Obviamente esta ultima no tubo reparo alguno en aceptar al joven apuesto bajo su techo. Más sin embargo los otros seis se hicieron de rogar un poco. Entre tanto, el padrastro esa misma noche volvió a preguntar al espejo: -Espejito espejito, ¿Quién es el hombre más rico, apuesto y poderoso de este reino? Y contra todo pronostico el espejo volvió a responder: -Eric, el príncipe desterrado que ahora vive en el bosque. Echo un manojo de nervios, y con ansias de venganza el rey se disfrazo de anciana y se adentro en el bosque con la clara intención de hallar al príncipe y envenenarlo con una manzana hechizada. No tardó demasiado en hallar la pequeña casa y tampoco ha Eric. El príncipe se encontraba en el patio, cultivando tomates, pepinos y vegetales variados. -Se os ve muy cansado joven- Le dijo la anciana -¿No querríais una manzana roja y apetitosa? Eric fascinado por la amabilidad de tan entrañable mujer, acepto dicho fruto sin pensarlo. Y de la misma forma se dispuso a hincarle el diente. Fue entonces cuando el fruto rozo los labios del joven que este cayó desmayado al suelo. Los enanitos y la enanita, se lo encontraron al volver de trabajar. Y con gran pena y llanto decidieron velarlo en el bosque dentro de un ataúd de cristal y flores. Por esos pastos y a esa misma hora, iba un apuesto hombre. Alertado por tanto llanto, decidió acercarse para así saber que estaba ocurriendo. -¿Qué es tanta tristeza?-Pregunto a los enanos. Y estos con todo su pesar, explicaron al joven lo que había ocurrido. El hombre, furioso por tremenda injusticia se acercó al ataúd, lo abrió y acerco su oído al pecho del príncipe. Oyó su respiración. ¡No estaba muerto! Se pregunto que podía hacer el para que despertara. Y sin pensarlo demasiado, puso en práctica aquello que siempre funcionaba en los cuentos que sus madres le leían. Se inclino y unió sus labios con los de Eric. El príncipe despertó y celebro junto a todos sus amigos su vuelta a la vida y la llegada de su nuevo amor: Elías.