La literatura y algunos "males" Marcela Palma Basualdo "Tus pies envueltos en la sábana blanca me hacen creer que estás muerto… pero no es muerte lo que compartimos, es otra cosa." Inés Arredondo. Juan Rulfo aseguraba que la literatura tenía tres temas fundamentales: el amor, la vida y la muerte, ejes sobre los que se cimentan las grandes obras: La Celestina , Romeo y Julieta, Gargantúa y Pantagruel, La muerte de Antonio Cruz son un buen referente de lo anterior. Vida – muerte, alfa – omega del ser humano,bisagras inseparables que abren y cierran las puertas de los diversos túneles por los que transita el hombre. Pasadizos a veces oscuros, otras luminosos pero, invariablemente, caminos que tienen que recorrerse, pasos lentos que marcan, como segundero inseparable, su ritmo vital y corporal. Y es precisamente en estos senderos donde los personajes literarios pueden toparse no con la muerte, sino con la antesala de ésta, es decir la enfermedad; concebida no como un mal físico, sino muchas veces es el grito interno que traducido en palabras, nos expone la angustia, la nostalgia, la tristeza…sentimientos, todos, de un alma torturada que conoce y recuerda el inicio de sus ayes pero no sabe cuándo ni cómo terminarán. Kafka en El proceso o en La metamorfosis son un buen ejemplo de lo anterior y podríamos añadir la desesperación de Madame Bovary, o el odio ante el olvido y el desamor en La Regenta o los delirios interminables de Susana San Juan que se extienden a todo lo largo de su cuerpo, de su alma, de Comala y carcomen las entrañas de amargura ante tanta soledad de Pedro Páramo. De éstas enfermedades interiores, la literatura occidental ha dado excelentes obras, aparte de las ya citadas, pero frente a esta enfermedad interna está la otra, la de la llaga que sangra y duele y punza y… se contagia. Pensemos en La montaña mágica donde Thomas Mann lleva a sus últimas consecuencias las entretelas de un mundo patológico, amargo, voraz; la enfermedad como serpiente que se desliza sin ser vista y todo lo contamina, lo envuelve, lo trastorna. Ya antes el movimiento romántico nos había revelado una enfermedad que compartían autores y personajes, la muerte debía llegar temprano y concluir todo de modo rápido. En México Manuel Acuña es un buen ejemplo, Espronceda en España, mientras el spleen hacía gala de presencia en los llamados poetas malditos. No debemos olvidar a Margarite Gautier, figura emblemática de una enfermedad más buscada que adquirida. La literatura mexicana también tiene sus protagonistas envueltas en los ropajes largos y negruscos de una enfermedad, por ejemplo cómo no recordar a Santa que como broma macabra del destino se prostituye y abandonada, enferma y triste soporta el peso de su nombre hasta la muerte. Es interesante ver que Nellie Campobello nos narra detenidamente los dolores y miserias de los enfermos que cura su madre durante la revolución mexicana. Quizá una de las descripciones más dramáticas y tristes sobre el “delirium tremens” es la que Sergio Galindo narra en Declive, novela donde el personaje principal desciende sin conmiseración de sí mismo por esa pendiente alcohólica donde, una vez iniciado el camino no hay retroceso ni salvación. Y de aquí podemos añadir, sobre el mismo tema, la obra autobiográfica Vivir y beber de Hugo Hiriart donde él nos cuenta con tintes de crueldad su propio infierno para salir de ese pantano que lo devora con su magia de olores y sabores infinitos: el alcohol. Dentro de la temática de la enfermedad también encontramos ironía y sarcarsmo en un autor -claro está que tenía que ser él- Jorge Ibarguengoitia donde la enfermedad de Blanca es “curada” con terribles quemaduras. En fin, la enfermedad tiene su propio sendero, horizonte casi infinito e interminable donde los personajes se refugian pero casi nunca se salvan; aguas revueltas de un mar tormentoso que no tiene playa donde descansar y se estrellan siempre en una roca dura y maciza que no se mueve, no se detiene, recibe en sus paredes rugosas el dolor, el desconsuelo y los arropa sin dejarlos escapar. Para estos momentos que estamos viviendo quizá el libro que mejor nos define sea Ensayo sobre la ceguera, pandemia de las almas modernas que sólo conocen el desorden mental, el egoísmo del cuerpo y la opacidad del espíritu.