La puesta en crisis de los modelos dramáticos es parte integrante de la evolución y construcción de nuevas dramaturgias. Aquí, dos investigadores entregan pistas para comprender este fenómeno. MARIO COSTA Y AMALÁ SAINT-PIERRE naturaleza tal cual es, pretende reflejar las situaciones de la vida cotidiana, y los protagonistas de las obras rompen con la tradición aristocrática, y son sustituidos los héroes por prostitutas y rufianes. Los problemas que se escenifican se vuelven más complejos y las sicologías de los personajes más profundas. Evidentemente el positivismo y el cientificismo de la época, junto con los avances técnicos, propician en todas las áreas del conocimiento una necesidad y un deseo de aprehender la realidad y representarla de la manera más fiel; son los nuevos paradigmas que vienen a apoyar y fundamentar esta nueva corriente. Los positivistas plantean la realidad como existente y autónoma, es decir, a partir de este momento se proponen entender el mundo real, definir sus relaciones, sus leyes y sus características, utilizando como método, la verificación en la experiencia y la observación de los fenómenos. Sin embargo, el realismo no es la única tendencia artística del momento. Nacido como un movimiento literario del último tercio de siglo XIX y entroncado ideológicamente con la teoría evolucionista de Darwin y los filósofos positivistas, el naturalismo intensifica los rasgos del realismo y establece una concepción determinista de la condición humana, llevando al escenario verdaderos hechos de la vida: trozos de la vida real. Hay también causas políticas, sociales y económicas que propician la aparición del realismo. Hacia 1830, la burguesía está en plena posesión del poder político y ha desplazado a la aristocracia. Esta burguesía tiene plena conciencia de clase, no es liberal, sino conservadora y reproduce para sí misma los convencionalismos aristocráticos. Junto a ello, surge la conciencia de clase en el proletariado, dando inicio a importantes movimientos revolucionarios y al surgimiento del socialismo. El proletariado se independiza de la burguesía y lucha por sus derechos. En ese momento, el realismo pretende que el artista, al igual que el científico, observe la realidad de manera lo más objetiva posible y la reproduzca en obra de arte. El sentido de lo real pasa por la percepción y recreación de la 28 TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE Del realismo a la crisis del drama El concepto de realismo, entendido como corriente estética, surge entre los años 1830 y 1880 como una necesidad de los intelectuales y artistas de la época de oponerse, por un lado, a los excesos de las explosiones emocionales del romanticismo y, por el otro, a los formalismos y pretensiones universalistas del clasicismo. Estéticas ambas que representaban, por excelencia, los intereses de la aristocracia. Efectivamente, el realismo rechaza, primero en la literatura y posteriormente en las puestas en escena, las convenciones del melodrama y de la actuación llena de sentimentalismos y de formas estereotipadas. PADRE TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE PADRE CLAVES DE RECEPCIÓN. STRINDBERG Una mirada histórica Decir que el teatro moderno nace con el realismo no es una exageración; es el primer estilo que plantea una renovación en todos los aspectos de la teatralidad: dramatúrgicos, estéticos, actorales, de puesta en escena y de producción. El máximo teórico del teatro naturalista, el escritor francés Emile Zola, resumiría en 1881 todas estas ideas en su libro El naturalismo en el teatro, verdadero manual de esta poética. Apegado a la idea de que el medio determina el comportamiento, Zola se detiene en los elementos que, en el teatro, representan ese medio: la escenografía, el vestuario y los objetos de utilería. Razonará que su época no puede ya aceptar el escenario vacío de Shakespeare, ni los espacios convencionales y neutros de los clásicos franceses. Se pregunta cómo puede ser creíble una representación –ser eco de la vida cotidiana– si el medio en el que se mueven los personajes es convencional, falso. El proyecto de Zola, si bien funcionó en el ámbito de la literatura, no resultó exitoso en teatro. Está claro que, por mucho que se intente el naturalismo escénico, la realidad exterior no cabe en el escenario, los personajes han de ser representados o figurados, y el propio lenguaje es una convención más. 29 Si el acento en Europa occidental estuvo en la puesta en escena, en Rusia, en cambio, la investigación del realismo se centró en el trabajo del actor. El Teatro de Arte de Moscú –fundado por VIadimiro Nemirovitch–Dantchenco y Constantin Stanislavsky, en 1898– nació por inspiración y conforme a los postulados del Teatro Libre de París, del cual tomó la técnica realista, depurándola y llevándola al límite de su perfección. También dio a conocer el tesoro dramático ruso, tanto de autores clásicos como Tolstoi, como de los modernos maestros como Chéjov y Gorki. Aquí el punto de partida en el trabajo de los actores estuvo fundado en la psicología y su objetivo fue la expresión natural de los sentimientos anímicos. Stanislavsky planteó no sólo un sistema de actuación, sino que, como director, construyó una poética que desarrolló el realismo psicológico y se constituyó en un modelo estilístico aplicable a gran parte de la dramaturgia existente a principios del siglo XX. Para todos los discursos estilísticos actorales, surgidos con posterioridad, Stanislavsky es un referente necesario, de ahí la importancia de su actualización. 30 Siguiendo los lineamientos del teatro naturalista de Antoine, el dramaturgo escandinavo Strindberg intentó fundar en 1889 su propia compañía, el Teatro Experimental, pero éste tuvo corta duración. Sin entrar a detallar su vida, cabe destacar que la experiencia vital del autor es un dato inevitable para la comprensión de su obra. Strindberg recurrió a sus propias obsesiones para componer sus personajes, siendo uno de los pioneros en la “dramaturgia del yo”, tal como lo señaló el filósofo Peter Szondi en el destacado libro Teoría del drama moderno (1954). El teórico francés Jean-Pierre Sarrazac formula al respecto el concepto de “autor rapsoda”, donde la voz del autor desborda la obra dramática. Así, las obras Padre, La Señorita Julia y Acreedores, 1887-1888, tres obras mayores de su periodo naturalista, fueron escritas en el contexto de su atormentado primer matrimonio (1877-1891), lo que no deja duda sobre los signos autobiográficos que presentan sus obras. Después de su separación y en medio de la crisis que él mismo denomina “la crisis de Infierno” (18921899), se estrenan estas tres obras en París, consagrándolo en la escena europea. La Señorita Julia, por el Théâtre Libre de Antoine, en 1893, Acreedores y Padre por Lugné-Poe en el Théâtre de l’Oeuvre, en 1894. Estas tres obras corresponden al periodo naturalista, pero esta vez más alejado de la influencia de Zola, reduciendo el número de personajes y concentrando la temática en torno a lo psicológico, donde el núcleo sin duda alguna es el erotismo, la guerra de sexos y lo que él denominaba “la guerra de cerebros”. De esta manera, la subjetividad de Strindberg va tomando el paso sobre la objetividad científico-naturalista, operando un desplazamiento en el drama moderno: al naturalismo se suman elementos del expresionismo y del simbolismo. “El arte que vendrá [consiste] no tanto en imitar a la naturaleza, sino especialmente en imitar la forma de crear de la naturaleza”, señalaba en 1894 Strindberg en el artículo New arts! or The role of chance in artistic production. Este desplazamiento subjetivista queda de manifiesto al comparar por ejemplo Padre, de 1887, con La danza macabra de 1900. En esta concepción del drama, Strindberg se apropia y reconstruye la realidad a partir de una concepción del mundo subjetiva, de mostrar la vida tal como es en su dimensión más obsesiva y despiadada, donde no cabe duda que Nietzsche fue un gran influyente. A finales de 1890 el drama de Strindberg pierde su estatus objetivista, instalando una crisis en las incipientes problemáticas del drama moderno del siglo XX. Strindberg, a medio camino entre dos siglos, y con todos los avances que ello implicaba, sigue profundizando en la búsqueda de nuevos lenguajes dramáticos: de las convenciones del realismo y del naturalismo, se adentra en el “teatro de sueño” con Camino a Damasco (1898) y El ensueño (1902), hasta un “teatro de cámara” con La sonata de los espectros (1907) o La carretera (1910), donde ya afloran elementos del expresionismo y del simbolismo. Este desplazamiento y puesta en crisis del drama ponen a Strindberg, Ibsen, Chéjov, Hauptmann y Maeterlinck en lo que Peter Szondi llamó “la crisis del drama”: “Con él se inicia la dramaturgia posteriormente conocida como del yo, que determinará el cuadro de la literatura dramática durante decenios”. Este quiebre de la forma dramática responde a los cambios de paradigma del hombre con la sociedad de los albores del siglo XX: el hombre se torna más psicológico entendiéndose como un ser individual (sujeto-objeto) en la masa creciente; hombre dividido por una lucha entre el reconocimiento interior y exterior (como los personajes de Ibsen o Chéjov). Según Peter Szondi, esta crisis se explica por una lucha metafórica entre “lo nuevo” y “lo antiguo”, lo que obliga a estos autores a crear nuevas poéticas. Si bien Peter Szondi rescata el legado dramático de estos autores, los pone en jaque en esta dramaturgia en tránsito, en la medida en que para el filósofo, lo “nuevo” debe sobrepasar a lo “antiguo”, es decir, la aparición de lo épico debe estar por sobre lo dramático. Y es que no hay que olvidar que su Teoría del drama moderno fue escrita en 1954, en plena euforia del teatro épico de Brecht. Bajo ese aspecto, podemos tomar nuestra propia postura crítica respecto a Szondi en la medida en que los procesos no debieran ser cronológicos (lo antiguo v/s lo nuevo), sino que debemos entenderlos como unidades autónomas. En términos filosóficos, el realismo es una composición subjetiva, una representación mental que se modifica según la experiencia. Por lo tanto, el realismo de Strindberg se asemejaría más al sentido filosófico del término que a la voluntad de Zola de plasmar el trozo de vida real. BIBLIOGRAFÍA Zola, Emile, El naturalismo en el teatro, 1881. Szondi, Peter: “Strindberg”, en su Teoría del drama moderno, Barcelona, Destino, edición de 1994. Dubatti, Jorge: “Relectura de August Strindberg y las estructuras del drama moderno: un análisis de La señorita Julia. La revista del CCC [en línea]. Enero / Abril 2010, n° 8. Sarrazac, Jean-Pierre (Dir.): Lexique du drame moderne et contemporain, Paris, Circé/Poche, 2005. Corvin, Michel (Dir.): Dictionnaire encyclopédique du théâtre, Paris, Larousse, 2001. El primer párrafo de este artículo corresponde a un extracto de la memoria de Mario Costa para optar al grado de Master en Artes, especialidad Teatro, Pontificia Universidad Católica de Chile. TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE André Antoine revolucionó el teatro francés e influyó decisivamente en el desarrollo del teatro europeo al introducir a los más importantes dramaturgos realistas y naturalistas de su tiempo: más de 120 obras de teatro, de más de 50 autores, en su mayoría jóvenes, obras de autores reconocidos ya en su tiempo como Tolstoi, Hauptmann, Ibsen, Zola y Strindberg, y obras censuradas que no habían podido ser representadas con anterioridad como La Señorita Julia de Strindberg. Siguiendo a Zola, en escena se dio mayor importancia al ámbito de la acción por sobre la acción misma, puesto que “es el medio el que determina los movimientos de los personajes, y no los movimientos de los personajes los que determinan el medio” (Antoine 44). Así, el Teatro Libre se fundamentó en “la verdad sobre lo verdadero” a través de montajes “documentales”: teatro de ideas, teatro social, teatro de “compromiso” con la realidad, entendiéndose ésta como social, progresista. Strindberg y la crisis del drama PADRE TEATRO DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE PADRE A partir de Zola surgen mas precursores, entre otros, André Antoine y su proyecto de Teatro Libre de París (inaugurado en 1887), la compañía del Duque de Meiningen en Alemania, y cómo no nombrar a uno de los padres del teatro moderno, Constantin Stanislavsky, a la cabeza del Teatro de Arte de Moscú. MARIO COSTA. Actor, productor y docente de la Escuela de Teatro UC. Actualmente es el productor y subdirector del Teatro UC. Master © en Artes, especialidad Teatro, Pontificia Universidad Católica de Chile. AMALÁ SAINT-PIERRE. Master en Investigación Teatral y Gestión Cultural, Universidad Sorbonne Nouvelle, Paris III, Francia. Actualmente es la encargada de comunicaciones y públicos del Teatro UC. 31