LA HORA DE PARTIR Hacía frío, las horas pasaban muy lentas, en realidad todo era lento, plomizo. La llegada del tren había sido retrasada varias veces, el tiempo tenía la culpa. Me dirigí a la vieja cafetería con la esperanza de encontrar otra alma solitaria con la que entablar conversación, que hiciese que mi cabeza se distrajera de conflictos internos. Abrí la despintada puerta despacio, como con miedo, no tuve suerte, estaba vacía, solo un cansado camarero que me miró con desgana –no creo que me dé conversación, pensé- pedí un café sólo, muy caliente y me dediqué a observar el local, era tétrico y desolado como mi alma. No quería pensar, solo quería irme, dejar atrás todo lo que había sido mi vida, ir a tierras cálidas. Dejar atrás este frío que se te mete en los huesos, que te atrapa, te adormece y te va matando por dentro, hasta que te congela el corazón. No era así cuando llegué, traía conmigo alegría, la sonrisa fácil, la palabra amable, el calor en la mirada, el olor de la sal en la piel... Todo se fue congelando, poco a poco, lentamente, al igual que la escarcha aja la flor. Tú me quitaste la ilusión, me hiciste desaparecer, menguar, hasta que no me reconocí –me miré, pero no me viDesperté esta fría mañana y lo decidí, tenía que marcharme, tenía que buscarme, no podía permitirme seguir así, con esta rabia dentro, rabia por permitirme cambiarme hasta el punto de no reconocerme. Me niego a vivir así. Me perdí en tus palabras, en tus caricias, en tus cuentos de hadas, que solo eran eso, cuentos. Fui débil, me dejé llevar por ese océano de mentiras, de promesas incumplidas, de vacíos helados y de palabras huecas. Me voy. Desde esta estación vacía, sola y triste. Pensaré una última vez en ti. Ahora voy a pensar en mí. Volveré al sol para matar todo el frío que me llevo de ti y de esta tierra tan hostil. Volver a vivir, a decidir y cuando me conozca de nuevo, tal vez me permita mirarme a los ojos. Puede que el futuro me depare días soleados, plácidos y amables. Este va a ser mi pensamiento mientras recorro este camino sin retorno. No miraré atrás, la decisión está tomada. Subiré a este tren, que ha de llevarme a mi nueva vida , a ese nuevo comienzo, donde recuperaré la sonrisa. Caminaré con la cabeza alta y el paso firme hacia el sol. Por fin llega el tren, adiós frío. Adios. Mª INÉS MARTÍNEZ FAMELGO 1º TARDE 1º PREMIO 2010-2011