Estudios Latinoamericanos 3 (1976), pp.129-160 Las potencias anglosajonas y el neutralismo argentino (1939 - 1945)*. Ryszard Stemplowski** 1939 -1941. Luego de la agresión alemana a Polonia y de la declaración de guerra a Alemania por Gran Bretaña y Francia, el gobierno argentino anunció su neutralidad. Igual cosa hicieron todos los Estados de América, del mismo modo como al comienzo de la anterior guerra desatada en Europa. No hubo entre los gobiernos de. los Estados americanos diferencia fundamental alguna en lo que se refiere a los principios de la política de neutralidad, lo cual tuvo su expresión en las resoluciones de la primera reunión consultativa de ministros de relaciones exteriores de los países americanos convocada en Panamá (octubre-noviembre de 1939). Los principios eran comunes, y su realización había de tomar en cada país una forma específica de acuerdo con los derechos soberanos de cada Estado. El acuerdo de los ministros en lo que se refiere a los principios de neutralidad, y el compromiso de Sumner Welles respecto a que los Estados Unidos ampliarían la cooperación económica con los países de América Latina, trajeron como. consecuencia. que la atmósfera de las sesiones fuese muy cordial y, cosa poco común en los foros panamericanos, que aun las delegaciones argentina y estadounidense trabajasen de común acuerdo. El presente artículo presenta resumidamente uno de los temas de mi libro =DOH*QRü t Z\]ZDQLH Argentyna wobec rywalizacji mocarstw anglosaskich i III Rzeszy [Dependencia y desafío. La Argentina ante ta rivalidad de las potencías anglosajonas y el Tercer Reich], Warszawa 1975, pp. 403. En dicho trabajo está incluido el completo conjunto de notas de fuentes y bibliografía, aquí omitidas por falta de espacio (excepción del caso de las notas correspondientes a citas, siempre que procedan de materiales archivales no publicados y no utilizados hasta ahora). ** Traducido del polaco por Octavio Labbé * La neutralidad argentina tuvo desde el comienzo sus limitaciones, lo cual fue percibido en el país y conocido en el extranjero. El embajador italiano en Buenos Aires, Preziosi, escribía a Ciano a fines de septiembre que la neutralidad era concebida y practicada en la Argentiná en categorías legales y comerciales, pero no políticas. La neutralidad del Estado no impedía una fácil manifestación de simpatías políticas por parte de la sociedad, la cual era casi unánimemente solidaria en un terreno ideológico con los Estados democráticos, víctimas de la guerra. Preziosi subrayaba el papel que cumplían los grandes diarios argentinos, apoyando a los Estados antifascistas y boicoteando los despachos de las agencias alemanas. De un modo similar evaluaba la situación la Embajada británica: «Oficialmente la Argentina será neutral, pero no cabe la menor duda de que la gran mayoría de la opinión pública está de nuestra parte»1. La base social del neutralismo en la Argentina era muy fuerte aunque extremadamente diferenciada. Dado que nuestro tema es más limitado nos referiremos aquí a sólo algunos aspectos de ese complejo fenómeno. Dejamos de lado un análisis de las relaciones de los diversos grupos sociales con el fascismo y los Estados fascistas, y una descripción de la actividad propagandística de la Embajada alemana. Subrayamos solamente que aún la versión conservadora del nacionalismo argentino, caracterizada entre otras cosas por inclinaciones fascistizantes (principalmente simpatía por el autoritarismo y fascismo al estilo ítalo-ibérico), se pronunció por el neutralismo. Hicieron propaganda en pro del neutralismo también la Embajada alemana y organizaciones locales encubiertamente nazis. Por otra parte, en pro del neutralismo se pronunció la potente alianza de intereses de clase dominantes en la Argentina, en abrumadora mayoría ligados con Gran Bretaña. La prensa de mayor circulación ligada con esos intereses, acerca de cuya posición política 1 Telegrama al ministro Halifax, 1 IX 1939. Publíc Record Office [Londres], Foreign Office Confidential Prints, Polítical Correspondence, South America, Class n° 420, Piece n° 291, Vol. IXLIX, Document n° 5 [de ahora en adelante citado en forma abreviada como: PRO/F.O.420.291.IXLIX.5. - una diferente abreviación comienza desde la nota 8 en función de un distinto sistema de archivo posterior]. acertadamente escribía el arriba citado diplomático italiano, también apoyó la política de neutralidad del gobierno de Roberto F. Ortiz. Un programa neutralista era también representado por la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA). En una proclama dada a la publicidad en 1939 podemos leer: «Las llamadas potencias totalitarias, imperialismos insatisfechos, disputan a las llamadas grandes potencias democráticas, imperialismos realizados, la hegemonía que éstas detentan. No son ideologías las que se aprestan. La lucha es por el dominio material del mundo. [...] Lo mismo que durante la guerra de 1914. Se quiere mezclarnos en la contienda. Pero entonces el genio americano de Hipólito Yrigoyen frustró la maniobra. La excitación continental promovida por las fuerzas que se titulan defensores del derecho, de la libertad, de la soberanía de los pueblos persigue la disvirtuación de nuestro espíritu, el sacrificio de nuestra sangre y el usufructo de nuestras riquezas materiales en favor de nuestros propios opresores. Pero la conciencia de la nacionalidad está en marcha. Llega la hora de la emancipación, de la restauración de los argentinos. Contra nuestros seculares dominadores y contra todos los que aspiran a substituidos, FORJA concita las voluntades del pueblo señalando el camino de la Patria y el deber de la hora». La posición de FORJA era opuesta a ambos campos combatientes. El nacionalismo antiimperialista defensivo veía la solución en un neutralismo, en no entremezclarse en el conflicto de las potencias imperialistas. El apoyo social para la política neutralista del gobierno de Ortiz facilitó a éste el establecimiento de los límites dentro de los cuales se permitió en la Argentina la difusión de los opiniones que expresaban los intereses de los diferentes Estados combatientes. Fue característico, por ejemplo, que se prohibió en la propaganda alemana el aprovechamíento del conflicto británico-argentino acerca de las islas Malvinas. El gobierno de un país tan fuertemente ligado a Gran Bretaña como la Argentina tenía que cuidar los intereses británicos, en defensa de los propios intereses. En enero de 1940, Sir Edward Ovey, embajador del Reino Unido, informó al ministro Halifax que el presidente Ortiz, el ministro de Relaciones Exteriores y Culto José María Cantilo, y otros altos funcionarios, eran de opinión que la caída de Inglaterra constituiría un desastre para la Argentina. Y cuando Alemania agredió a Dinamarca y Noruega, el ministro Cantilo presentó al embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, Armour, su concepción según la cual los países americanos debían abandonar el status de neutralidad y adoptar el status de partes no beligerantes. El neutralismo no significa imparcialidad ante actos injustos, la neutralidad no supone una doble moralidad, afirmó Cantilo, y agregó que el comportamiento y la concepción de neutralidad se convierten en la práctica en una ficción. Al mismo tiempó Cantilo hizo una fuerte admonición al embajador alemán von Thermann por la «demasiado amplia» propaganda realizada. Luego de la agresión alemana a Bélgica, Holanda y Luxemburgo, y del comienzo de la ofensiva alemana en el frente francés, nuevamente Cantilo, esta vez en forma pública, llamó a adoptar un status de parte no beligerante y a abandonar la «ficción» del neutralismo. La concepción de Cantilo provenía de círculos del Partido Demócrata Nacional, es decir del ala conservadora de la alianza de grupos gobernantes y se encontró con la crítica del ala radical, en función de la lucha interna por el poder. En último término el presidente Ortiz se mantuvo en la línea neutralista, en parte por las noticias que se recibían de los éxitos alemanes en el frente, y también porque la concepción de Cantilo no fue bien recibida en ambas Américas. El gobierno de los Estados Unidos rechazó ese proyecto, puesto que en el país predominaban entonces tendencias neutralistas, y el congreso justamente había aprobado una nueva ley acerca de la neutralidad. Tanto la campaña electoral como los ataques de los aislacionistas a Roosevelt no favorecían se aceptase la iniciativa de Cantilo. Sin embargo, en realidad la discusión pública que tuvo lugar con ocasión de dicho proyecto fue positiva para los Estados combatientes con el Tercer Reich, especialmente para Gran Bretaña, justamente el país combatiente que tenía una mayor influencia en América (principalmente en la Argentina, el Canadá y los Estados Unidos). Ello hizo que Gran Bretaña fuese quien se beneficiase en mayor medida del incremento de las tendencias antialemanas en América. Los éxitos militares alemanes del año 1940 apuraron se llamase a la siguiente conferencia americana consultativa de los ministros de relaciones exteriores, esta vez en La Habana. Aunque el delegado argentino Leopoldo Melo tranquilizó a los reunidos afirmando que el peligro de ocupación por Alemania de los territorios de Holanda y Francia en América era «hipotético, puesto que la flota británica mantiene a Alemania fuera del hemisferio occidenta1», y en Buenos Aires se aseguró a los diplomáticos alemanes que la Argentina deseaba mantener buenas relaciones con todos los Estados combatientes, no es menos cierto qué el gobierno de Ortiz dio su consentimiento al proyecto de la delegación de los Estados Unidos, según el cual en relación a los territorios mencionados había que aplicar la conocida no transfer rule, lo que en la práctica podía dar a los Estados Unidos carta blanca para actuar. No cabe duda que el Departamento de Estado aprovechó para sus fines los efectos de los avances alemanes en el frente, y los Estados latinoamericanos, especialmente la Argentina, con desagrado consintieron con la solución propuesta en el caso de los territorios, no independientes. Sin embargo, a pesar de todo se mantuvo la posición común de neutralidad de los Estados americanos. El comienzo de la guerra alemano-soviética, y los éxitos de la Wehrmacht en ese frente produjeron una gran impresión en la Argentina. El reemplazante de Cantilo, el ministro Enrique RuízGuiñazú, seriamente contaba con una derrota soviética, y con un fortalecimiento de la posición del Tercer Reich en conflicto con Gran Bretaña. Según la evaluación del gobierno argentino, se pronosticaba una continuación de la guerra, y lo que ello acarrearía: la desorganización de los ya reducidos lazos económicos entre América Latina y Europa, anticipándose por otra parte un aumento de la influencia de los Estados Unidos en el hemisferio occidental. Por ello el ministro argentino sugirió a von Thermann se iniciasen conversaciones de paz alemano-británicas, mejor aún si eran a través de Franklin D. Roosevelt, y a éste tal iniciativa había de proponer la Argentina. Una concepción semejante presentó a los alemanes un poco antes el presidente de Brasil. Sin embargo ambas fueron rechazadas por Berlín. Ambas eran una expresión de la esperanza que el apaciguamiento del conflicto traería a América. del Sur una expansión de la estructura de lazos económicos internacionales de preguerra. Por el momento no podemos esclarecer si estos proyectos eran o no un fruto de una cooperación con los anglosajones. Los éxitos militares alemanes estimularon un incremento de los esfuerzos de los distintos grupos de inmigrantes en la Argentina. Y más activo se hizo aún el Consejo de la Sociedad Británica en la República Argentina, creada a iniciativa del embajador británico, y por él dirigida. Se incrementaron los fondos destinados a la propaganda, y la dotación enviada por el Ministerio de Información británico fue complementada con fondos provenientes de los inmigrantes del Reino Unido establecidos en la Argentina. Los católicos, en su mayoria provenientes de Irlanda, se hicieron muy activos y desarrollaron distintas actividades en las organizaciones obreras católicas. La Cámara de Comercio Británica nombró un Comité de Propaganda con el fin de «ayudar» a la prensa argentina, difundir films y hacer propaganda radial. Posteriormente tal actividad había de adquirir dimensiones mucho mayores y producir inmensos efectos financieros. «Acción Argentina», fundada a mediados de 1940, y «Junta de la Victoria», movimiento de mujeres, contribuyeron a crear un amplió movimiento argentino en pro de los países combatientes contra el fascismo. Luego de la agresión alemana a la Unión Soviética este movimiento social se amplió como efecto de la incorporación a él de los partidarios de ayudar a la U.R.S.S., aunque el gobierno argentino, la Iglesia, y los magnates se opusieron a esto último. Sin embargo la Embajada británica informó al Foreign Office que «en la Argentina el hombre de la callé apoya a Rusia» y en la sociedad argentina se percibe «injusta» crítica a Gran Bretaña por no correr ésta el riesgo de ábrir un segundo frente en defensa de Rusia2. 2 Nota sobre la situación política en la Argentina, transmitida al Foreign Office el 17 XII 1941. PRO/F.O.420.294.LII.105. El gobierno de Ramón Castillo (este último se desempeñaba desde julio de 1940 como presidente en razón de la enfermedád de Ortiz) fue criticado por la oposición por tolerar la actividad alemana en el territorio argentino. Dicha crítica fue formulada en la Cámara de Diputados por una comisión especial dedicada a la investigación de las actividades antiargentinas, comisión que presidía Raúl Damonte Taborda. Una posición crítica parecida era la del diario «La Prensa» en el que se escribía acerca de una «quinta columna» en la administración estatal y en las fuerzas armadas. Que Alemania daba motivo para una crítica por sus adversarios es una cosa cierta, sin embargo la crítica de las actividades quintacolumnistas, reales e imaginarias, estaba motivada por otras razones que la defensa de la «democracia» ante el fascismo: la Embajada británica en Buenos Aires vió en la publicación de los informes de la Comisión beneficios para Inglaterra, aunque en su informe al Foreign Office claramente afirma que Damonte estaba motivado por la lucha interna por el poder. Y también en el ejército hubo discusión acerca del modo de realizar la línea de neutralidad. El rol cada vez más activo de los Estados Unidos estaba basado entre otras razones en los preparativos en gran escala para la cooperación de guerra con los Estados de América Latina. Las consultas al respecto habían comenzado ya en la primera mitad de 1940. Al comienzo el gobierno argentino no estuvo de acuerdo en cooperar en la guerra, pero un año más tarde entró en conversaciones con el gobierno de los Estados Unidos en torno a una eventual compra de armas. Dicho paso fue dictado por el temor de parte argentina de un incremento de los potenciales de Brasil y Chile, quienes aprovechabán ampliamente los beneficios de la Lend-Lease Act. La limitación del comercio con Europa continental también produjo un incremento del intercambio con los Estados Unidos. A fines de 1941 se firmó el primer, en noventa años, acuerdo comercial entre ambos países. En resumen, el primer período de la guerra en Europa acercó políticamente a ambos gobiernos, siendo la causa fundamental de ello el neutralismo de ambos Estados. En lo que se refiere a las relaciones argentino-británicas, si hacemos un balance del período indicado, el resultado es positivo para ambas partes. La Argentina continuaba dirigiendo hacia Gran Bretaña sus tradicionales artículos de exportación; acumulando inmensas reservas en libras esterlinas en su cuenta. Los británicos no querían y en cierta medida no podían regular sus cuentas, lo cual era comprendido de parte argentina. Ya en ese entonces surge el proyecto, realizado luego por Perón, de compra de los ferrocarriles británicos en la Argentina a cambio de los suministros realizados a Inglaterra, proyecto que convenía tanto a la parte británica como al gobierno argentino. Según la evaluación de los diplomáticos británicos, la situación en la Argentina no amenazaba los intereses vitales de Inglaterra. La Embajada británica observaba con atención la actividad alemana, pero en sus informes enviados al Foreign Office predomina un tono objetivo y no se exagera el significado de la influencia nazi. «Sin negar la existencia de una eficaz y disciplinada organización orientada a la infiltración política y propagandística, organización que Alemania construyó con gran cuidado durante años en la Argentina y que puede contar con importantes medios suministrados por la sociedad alemana local (que no puede enviar, como lo hacen los británicos, dinero a su país de proveniencia) escribía a Eden el embajador Ovey - estoy convencido que si la guerra no asume para nosotros un curso tan fatal que mine la confianza de los argentinos en nuestra victoria definitiva, dicha organización será incapaz de forzar cambios políticos que sean perniciosos para nuestros intereses. Todo esto constituye para nosotros más bien una molestia que una inseguridad importante»3. La representación británica estimaba que «a pesar de las difundidas opiniones respecto a que la propaganda enemiga del Eje habría minado la lealtad de las fuerzas armadas, las cuales por ello sin duda admirarían los éxitos del ejército alemán, y a pesar de ciertas simpatías proalemanas en el ejército y en la marina, existen pruebas que atestiguan algo contrario, a saber, que lo que más profundamente inspira tanto a los oficiales como a los soldados es 3 Informe del 26 VI 1941. PRO/F.O.420.294.LII.82. el patriotismo argentino [...] y que la potente agrupación de altos oficiales está decidida a aplastar un movimiento clandestino de simpatizantes del nazismo»4. En marzo de 1941, el gabinete británico envió a América del Sur una misión especial bajo la dirección de Lord Willington. El informe de dicha misión atestigua que el Foreign Office pudo formular su política sobre la base de informaciones que llevaban al gobierno inglés al convencimiento de que el neutralismo sudamericano tenía una coloración probritánica. Los diplomáticos británicos percibían el incremento del nacionalismo en la Argentina, veían también su carácter antibritánico, sin embargo la Embajada de su Majestad informaba al ministro Eden que las fuerzas sociales fundamentales en la Argentina no querían ni el águila estadounidense ni la esvástica alemana, y que a pesar de la indisposición cada vez mayor respecto a la dominación,británica, se prefería a Inglaterra como mal menor. El embajador Ovey pudo por ello en diciembre de 1941 asegurar a Londres que «en lo que se refiere a la actitud de la población en general y del gobierno argentino respecto a la guerra, todo indica que hay un permanente incremento de la simpatía por Gran Bretaña»5. 1942 -1943. En diciembre de 1941, la guerra irrumpió en América, poniendo con ello a prueba la neutralidad de los Estados de América Latina. Manteniendo la neutralidad, el gobierno argentino reconoció a los Estados Unidos como Estado no beligerante, lo cual era una ficción, pero que permitió que las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos no sufrieran limitación alguna como producto del status de neutralidad de la Argentina. Dicho paso por supuesto que restringió fuertemente la fórmula del neutralismo argentino y fue un logro beneficioso para los anglosajones y negativo para el Eje. 4 5 Nota enviada al Foreign Office 7 IX 1940. PRO/F.0.420.293.LI.30. PRO/F.0.420.294.LII.72. Los Estados Unidos quisieron aprovechar la nueva situación para apresurar la creación de un bloque económico-político en el hemisferio occidental dirigido por ellos. La Reunión Panamericana Consultiva de los Ministros de Relaciones exteriores de Rio de Janeiro (enero, 1942) había precisamente de conducir a la ruptura de relaciones entre todos los Estados de América Latina y los Estados del Eje. El desarrollo y las resoluciones de dicha reunión fueron descritos en muchas ocasiones. Para nuestras ulteriores consideraciones es importante subrayar dos elementos: 1) a partir de la reunión de Rio el neutralismo argentino se constituyó en un desafío político a los Estados Unidos; 2) el potencial económico de la Argentina sirvió durante la guerra casi exclusivamente a los anglosajones. Esto se refiere principalmente al excedente de alimentos y a los minerales de significación estratégica. La falta de disposición del gobierno argentino en cuanto a subordinarse a la concepción panamericanista de los Estados Unidos hizo que la inmensa máquina diplomática y de propaganda de éstos, aprovechando el hecho que la Argentina mantenía relaciones diplomáticas con los Estados del Eje, fuese cada vez más vociferante contra el gobierno argentino, presentándolo como apoyando activamente a los países del Eje, y como pronazista. Materiales para causar sensación, como sabemos, no faltaron, especialmente se exageró el significado del espionaje alemán. Los grandes diarios estadounidenses pretendían instruir a Castillo acerca de cómo se debería luchar contra la influencia de los países del Eje en la Argentina. Las tesis propagandísticas estadounidenses con facilidad llegaban a la Argentina. No sólo a través de la prensa nacional. Eran presentadas directamente en publicaciones editadas en los Estados Unidos, por ejemplo en la edición en español de «The Readers Digest» o a través de «Time». Herron asegura que ésta y otras publicaciones era fácil (y ¡barato!) adquirir en cualquier quiosco, a pesar del estado de sitio que existía en el país. La campaña propagandística dirigida por los Estados Unidos a la sociedad y el gobierno argentinos alcanzó en el período mencionado dimensiones sin precedentes en las relaciones entre ambos países. Pagado por el gobierno de los Estados Unidos se invitó a ese país a periodistas, industriales, cientistas, activistas de organizaciones femeninas, jerarcas católicos y comunistas, poetas y militares argentinos. A su vez en la Argentina diversas agencias gubernamentales y privadas de los Estados Unidos hacían propaganda del American way of life, especialmente a través de films, la radio y los periódicos de provincias. Entre otros, dichas acciones eran financiadas por Ford Motor Co., Fundación Rockefeller, Standard Oil Co., etc. El medio de presión más drástico que usó el Departamento de Estado en su política respecto a la Argentina fue la amenaza de limitar la importación de carne o de disminuir las exportaciones de los Estados Unidos y Gran Bretaña (sic) a la Argentina. El proyecto de limitar las importaciones comprendía también otros artículos agrícola-ganaderos, y con el tiempo se llevó al arsenal de las sanciones limitaciones en las cuentas y créditos bancarios. A su vez la limitación de las exportaciones a la Argentina había de comprender las materias primas más importantes tales como carbón, chapas de zinc, cresol... El fin de tales amenazas y limitaciones era obligar al gobierno argentino a romper relaciones diplomáticas con Alemania y sus aliados,. La realización de estos proyectos, propuestos gradualmente desde fines de marzo de 1942, exigía una actividad conjunta de los gobiernos de los Estados Unidos y de Gran Bretaña. De este modo, eso que el Departamento de Estado consideraba como una sanción económica contra la desobediente Argentina, se convirtió de ahora en adelante en una directa y permanente causa de desentendimiento entre ambos aliados anglosajones. Dándose cuenta que las simpatías en la mayoría del parlamento y de la. sociedad argentina estaban de parte de la coalición antifascista, el Foreign Office miraba con desaprobación la mantención de relaciones con los Estados del Eje por parte de la Argentina. Sin embargo, por otra parte no se consideraba como posible ejercer presión eficaz alguna sobre el gobierno argentino con el fin de cambiar sus relaciones diplomáticas con el Eje. «Más nosotros necesitamos de la Argentina materias primas y alimentos que la Argentina de nosotros; abandonamos a su suerte quedando como rehenes las grandes empresas británicas de servicios comunales en la Argentina, junto con los ferrocarriles; debemos también hacer todo lo posible para mantener álguna posición aunque sea débil en el mercado de productos industriales de postguerra en la Argentina. [...] Aún la victoria definitiva de los Aliados puede resultar ser una razón insuficiente para sacar a la Argentina de su posición de aislamiento»6. En cierta medida el avance japonés hacia el oeste disminuyó el territorio desde el cual los británicos podían obtener materias primas que les eran necesarias. De allí que los suministros argentinos, aún suponiendo que se estableciese un volumen estable, se hicieron cada vez más importantes desde un punto de vista, estratégico. Y aún sin ello, el gobierno británico estaba vivamente interesado en importar carne, cueros, trigo argentinos, en cualquier cantidad, aquella que simplemente la Argentina estuviese en estado de exportar. Dicha importación era indispensable para un adecuado funcionamiento del Estado británico y para el éxito de su esfuerzo de guerra. De allí que los ingleses no pudiesen usar contra la Argentina amenazas de cese de importaciones. Por su parte, la necesidad de importar desde la Argentina hacía que Gran Bretaña tuviese que asegurar el suministro a aquella de algunas materias primas. La más importante de ellas era el carbón, necesario para el transporte interno y marítimo y para la actividad de los grandes establecimientos de procesamiento de carnes y frigoríficos. Aunque la exportación del carbón inglés se encontró con enormes dificultades debido al escaso tonelaje de la flota británica durante la guerra, toda limitación en los suministros a la Argentina era considerada en el Foreign Office como fenómeno altamente inconveniente. No obstante, los ingleses tuvieron que presenciar finalmente cómo los Estados Unidos completaban las reservas argentinas de vez en cuando en dicha área. Por ello el Foreign Office era especialmente sensible ante el proyecto de 6 Nota para Eden, sin firma, con correcciones manuscritas hechas por J. V. Perowne, funcionario del Foreign Office, 28 II 1942. PRO/F.O.371.30314. pp. 75 - 76. cortar el suministro de carbón. Los efectos de tal restricción se habrían sentido con especial intensidad en Inglaterra. El equipo de Castillo sabía exactamente que los ingleses miraban con gran disgusto las relaciones argentinas con los países del Eje. Sin embargo, el gobierno argentino interpretó de un modo adecuado las diferencias de. posición entre Washington y Londres, usándolas en beneficio propio, y oponiendo la falta de presión británica a la creciente presión estadounidense. A pesar de que el Foreign Office se opuso al rumor generalizado en América Latina según en cual Inglaterra no queria que la Argentina rompiese relaciones con Alemania, en el Departamento de Estado se comenzaron a tener fuertes dudas en torno a la real línea del Foreign Office respecto a América del Sur, y particularmente respecto a la Argentina. El nuevo embajador británico en Washington, Lord Halifax, trató de convencer en realidad a Welles acerca de la voluntad británica de cooperar con los Estados Unidos en el terreno latinoamericano, sin embargo tuvo que advertir a su centrallondinense acerca de la atmósfera de disgusto en el Departamento de Estado respecto a la política inglesa relativa a la Argentina. En Washington predominaba la opinión que el gabinete británico no cooperaba con la administración de Roosevelt en el grado solicitado por los Estados Unidos, lo cual permitía al gobierno argentino jugar con la oposición de un país contra el otro. Había diversas fuentes de esta posición desconfiada y con sospechas ante la política británica. Ante todo que los ingleses permanentemente moderaban a la administración de Washington en su disposición a aplicar fuertes sanciones económicas. Entre otras causas cabe mencionar: la campaña, inspirada por los alemanes, de magnificación de los débiles síntomas de diferencias existentes de hecho entre los anglosajones; el debate en los medios de negocios británicos y estadounidenses en la Argentina; las declaraciones de algunos diplomáticos en América Latina; y declaraciones no oficiales provenientes de círculos gobernantes argentinos. El tono de la prensa británica era otro. Sin duda crítico, pero lejos de la histeria sensacionalista de la prensa estadounidense. El carácter crítico de los diarios británicos era por lo demás un efecto de, entre otras causas, la influencia de las agencias noticiosas estadounidenses. En todo caso, la prensa británica no definia al gobierno de Castillo como pronazi, y por ejemplo en . «The Times» del 10 de agosto de 1942 se puede leer un amplio comentario editorial en el cual se dice simplemente respecto a la política de la Argentina y Chile que: «Neither country is pro-Axis». A comienzos de noviembre de 1942 el embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires planteó el proyecto que el gobierno británíco anunciase la amenaza de sanciones económicas a la Argentina. Armour consideraba que sólo tal medida podía contraarestar la táctica de Castillo consistente en plantear al Departamento de Estado el argumento que Gran Bretaña apoyaba el neutralismo argentino. Armour recomendó junto con ello a los ingleses que usasen el argumento que el torpedeo por los alemanes de los barcos ingleses en el Atlántico obligaba a Gran Bretaña a buscar fuentes de suministro en otros lugares. Tal declaración habría implicado que la mantención de relaciones diplomáticas de la Argentina con Alemania facilitaba la actividad de espionaje del Tercer Reich, orientada hacia las operaciones de la flota aliada, y con ello estaba en contra, de los intereses del comercio argentinobritánico. Welles trató de convencer a Halifax que un efecto adicional de tal declaración sería una desautorización de las que llamó especulaciones de parte de algunos potentes grupos de interés británicos en Buenos Aires que estaban dispuestos a apoyar el neutralismo argentino. La situación de abastecimientos impidió a los ingleses chantajear al gobierno argentino. Las reservas británicas de carne bastaban en aquel entonces apenas para dos meses,. y los negociadores británicos ya habían alargado por razones tácticas más de una vez las negociaciones en el asunto del precio de los suministros, y consideraban que no se podía usar la misma arma dos veces para dos fines diferentes. Por lo demás, el chantaje sólo puede ser eficaz si la parte chantajeada percibe la amenaza como algo real. En las actas del Foreign Office de aquel entonces podemos leer, que «todo el problema consiste en que del mismo modo como los británicos son conocedores del fútbol, los argentinos son especialistas en carnes, y no hay modo de engañarlo en lo que se refiere a la forma de sus rivales»7. En último término se descartó en Londres la idea del chantaje, no se hizo declaráción alguna en la línea postulada por el Departamento de Estado, y se renunció aun a difundir los rumores del caso. Sin embargo el gabinete británico no pudo permanecer indiferente ante los postulados de Washington. Aunque algunos funcionarios del Foreign Office y de la Embajada británica en Washington atribuían a la gente del Departamento de Estado una verdadera obsesión respecto a las relaciones de los ingleses con la Argentina, el gobierno inglés debía cuidar de la totalidad de los intereses británicos, y por ello de las buenas relaciones con su aliado estadounidense. Pero cuando no solamente «El Pampero», sino también «La Nación», «The South American Journal» y «The New York Herald Tribune» comenzaron a discutir ampliamente el problema de la real actitud de Gran Bretaña ante el neutralismo argentino, el gobierno de Londres se vió en último término obligado, principalmente en consideración a sus relaciones con Washington, a hacer alguna declaración pública. De este modo, el 31 de diciembre de 1942, el Foreign Office manifestó en una vaga formulación, sin tocar la cuestión de las importaciones de carne, que deploraba que la Argentina mantuviese relaciones con los países del Eje. Dicha declaración no agradó al Departamento de Estado, más aun puede que haya impulsado a los políticos de Washington a continuar sus presiones sobre el gobierno inglés, y ya a comienzos de enero de 1943 la administración Roosevelt dirigió a Gran Bretaña el postulado de «una más estrecha coordinación entre Gran Bretaña y los Estados Unidos en su política respecto a la Argentina»8. Esta «coordinación más estrecha» exigía, según el Departamento de Estado, una suspensión temporal de las negociaciones británico-argentinas acerca de los precios de la carne de los suministros previstos para 1943. Se trataba de convencer a 7 Notas de Gallop, funcionario del Foreign Office, 11 y 12 XI 1942. PRO/F.O.371.30334 Oficio de la Embajada de los Estados Unidos en Londres al Foreign Office 11 I 1943. PRO/F.O.371.33558. A 483. 8 los ingleses que dicha medida obligaría al gobierno de Castillo a interrumpir las comunicaciones telefónicas y radiales entre la Argentina y las zonas controladas por el Eje, lo que facilitaría la navegación en el Atlántico. El Foreign Office sin embargo contemporizó. Dicha táctica no complació del todo al Departamento de Estado, el cual presentó un nuevo proyecto limitando las exportaciones anglosajonas a la Argentina. y nuevamente el Foreign Office postergó la consideración del proyecto presentado. La táctica seguida respecto a los Estados Unidos y la Argentina era derivada de las recién formuladas nuevas directivas de la política latinoamericana y argentina de Gran Bretaña. A mediados de abril de 1943, el director del departamento sudamericano en el Foreign Office, J. V. Perowne, escribía: «Se decidió últimamente que aunque en público debemos continuar lamentando la política argentina de neutralidad, sin embargo ella tiene para nosotros cierta conveniencia; tenemos también motivos para no querer irritar innecesariamente al gobierno argentino. Por ello no deberíamos participar en presión alguna que se ejerza con fines de cambiar su política de neutralidad, y sólo debemos hacer aquello que sea necesario para mitigar las sospechas estadounidenses relativas a nuestra actitud. Por ello tampoco sería inteligente que se produjese un altercado con los Estados Unidos en relación a la Argentina; se debe dejar a ellos la iniciativa, y todo proyecto que se nos dirija conteniendo eventuales presiones a ejercer debe ser por nosotros detallada y críticamente estudiado antes de dar nuestro acuerdo respecto a la aplicación de presiones»9. Los políticos británicos pensaban cada vez más en categorías que preveían la situación de postguerra; R. Henderson, comentando la rivalidad entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, escribía en las actas del Foreign Office: «[...] decidimos no retirarnos de América del Sur»10. Apuntes internos en el Foreign Office son en esta época de un tono más y más fuerte: «No debemos aceptar que el Departamento de Estado nos arrastre a medidas antiargentinas 9 Notas del 15 IV Y 19 V 1943. PRO/F.O:371.33558. A 3344; 33559. A 4795. 17 (?) V 1943. PRO/F.O. 371.33559. A 4532. 10 contradictorias con nuestros intereses actuales y a largo plazo. Hay que distinguir la forma del contenido. Que la Argentina continúe oficialmente neutral, en tanto que se pueda demostrar que su comportamiento se caracteriza por la exigida inclinación en beneficio de los aliados. Sospecho que - escribía Perowne - el señor Sumner Welles no tendría nada en cóntra de embarcarnos en una aventura en contra de los argentinos, y todo en nombre de la santa causa de las Naciones Unidas»11. A comienzos de mayo de 1943 surge nuevamente el asunto de un eventual chantaje al gobierno de Castillo. Esta vez el proyecto provino de los círculos de oposición a éste. Y en esta ocasión el Foreign Office descartó la idea de ligar la amenaza de renunciar a la importación de carne con la actividad de los submarinos alemanes en el Atlántico. «Debemos tener esa carne, y por otra parte el Almirantazgo jamás hasta ahora ha podido, o tal vez no ha querido, presentarnos pruebas de que justamente las informaciones enviadas desde la Argentina sean las que provoquen los hundimientos. Nuestra declaración sería contraproducente»12. La contradicción de intereses entre ambas potencias anglosajonas en la Argentina es sólo uno de los muchos elementos que separaban en aquel entonces a los Estados Unidos y Gran Bretaña. Las memorias de Roosevelt, Cordell Hull, Winston Churchill, Sumner Welles, etc., publicadas después de la guerra demuestran que la gente que dirigía las relaciones exteriores de ambos países tenían plena conciencia del proceso, que ocurría en aquel entonces, de cambio del sistema de fuerzas, empeorándose la posición de Gran Bretaña, proceso que el gobierno de los EE. UU. no se proponía frenar. Por el contrario, los Estados Unidos tendían a debilitar la posición británica fuera de Europa. En el territorio americano el proceso de debilitamiento de la posición británica adoptó una forma muy extrema. En los Estados Unidos disminuyeron los activos de los capitales británicos. A diferencia de lo que ocurrió durante la Primera Guerra mundial, los Estados Unidos ayudaron a Gran Bretaña no otorgándole créditos sino 11 12 10 III 1943 PRO/F.O.371.33558. A 2356. 24 V 1943. PRO/F.O. 371.33559. A 4729. comprando inversiones británicas en los Estados Unidos. En la región caribe, los Estados Unidos recibieron de Gran Bretaña, a cambio de 50 destroyers, bases navales y de aviación en Jamaica, Santa Lucía, Trinidad, Antigua y Guayana, y también en las islas Bahamas. Ello significaba en definitiva el fin de la supremacía británica en el área, que duró trescientos años. Roosevelt declaró al Congreso que el acuerdo relativo a las bases constituía el más importante logro de ese tipo, desde los tiempos de la adquisición de Luisiana. En tal situación aumentó el significado de la Argentina para Gran Bretaña. El período de guerra profundizó la dependencia económica de la Argentina de ambos Estados anglosajones; dicho mercado fue para la Argentina más impartante que antes: en las años 1937-1939 ambos países absorbían más o menos un 45% de las exportaciones argentinas, y en el período 1941 - 1943 en promedio un 70%. Con el fin de definir la actitud del gobierno de Castillo en el período luego de Pearl Harbor la categoría jurídica de neutralidad de guerra es inadecuada. La avanzada cooperación, especialmente en el terreno económico, entre los gobiernos de la Argentina y los Estados Unidos tuvo en realidad el mismo carácter que la cooperación entre los Estados Unidos y Gran Bretaña en el período entre la Carta Atlántica y Pearl Harbor, es decir más que una simple consecuencia del reconocimiento de los Estados Unidos como parte no beligerante. La posición del gobierno de Castillo se definiría mejor mediante el término político-jurídico «neutralismo limitado». Esta posición se manifestó ante todo en: 1) la no participación en la guerra y la mantención de relaciones diplomáticas con todos los Estados, y 2) la cooperación económica a todo nivel con las potencias anglosajonas. El neutralismo tuvo siempre en la Argentina una muy sólida base social. Cabe sin embargo subrayar que durante el debate público en torno a la idea y política del neutralismo fue ganando significación en el seno del nacionalismo argentino su corriente defensiva de orientación neutralista, representada por FORJA y por la llamada escuela revisionista de la historiografía argentina, basada en la crítica del imperialismo, particularmente de los imperialismos más potentes en relación con la Argentina, esta es el británico y el de los Estados Unidos. La crítica al neutralismo, proveniente, como en el período anterior a Pearl Harbor, de las filas de la oposición al gobierno tenía un carácter fundamental aunque no exclusivamente instrumental: era instrumento de lucha contra el gobierno Los partidarios de una real incorporación de la Argentina a la guerra por el lado de los aliados eran escasos, y la significación práctica de dicho hecho era escasa. Por otra parte los grupos germanófilos estaban por el neutralismo, aunque es cierto que preferían un neutralismo menos favorable a la coalición antifascista. 1943 - 1945. El golpe de Estado militar y el gobierno que allí se origina no cambiaron la línea neutralista. Entonces las relaciones diplomáticas de la Argentina continuan sin cambio. El gobierno militar sigue simplemente la política de todos sus predecesores. Sin embargo ganó tiempo con la diplomacia de los Estados Unidos creando la ilusión de que la ruptura estaba ya prácticamente decidida. Ramírez dio aún la fecha siguiente de ruptura al embajador de los Estados Unidos. Luego de muchas semanas de inútil espera de algún cambio en Buenos Aires, el Departamento de Estado decidió aumentar la presión y llamó a su embajador a consultas, pidiendo a Ramírez aclarase los propósitos de la Argentina. Luego de ganar tiempo nuevamente el gobierno militar envió a Hull una carta confidencial, a mediados de agosto de 1943. De su contenido se pueden desprender dos afirmaciones. 1) A la Argentina le es ajeno el sistema totalitario, el país no simpatiza con el Eje. Sin embargo ahora, que una derrota de los Estados del Eje es inevitable, una ruptura repentina comprometería la caballerosidad de la Argentina, cosa que ocurrió a Italia luego de su declaración de guerra a Francia; una tal ruptura era preciso prepararla cuidadosamente. 2) Los Estados del Eje no pueden esperar cosa beneficiosa alguna para ellos del gobierno argentino, puesto que la opinión pública en el país les es cada vez más desfavorable. «Pero esta evolución sería rápida y eficiente para la causa americana, si el presidente Roosevelt hiciese algún gesto de verdadera amistad hacia nuestra nación; ese gesto podría ser la urgente asignación a nuestro país de aviones, repuestos y maquinarias, con el fin de que la Argentina vuelva a la posición de equilibrio, a la cual tiene derecho, en relación con otros países de América del Sur». Era el segundo intento sucesivo de obtener armas de los Estados Unidos por el gobierno militar. Antes Ramírez intentó enviar a Washington una misión especial militar pero se rechazó recibirla. La carta contenía un compromiso de ruptura de relaciones diplomáticas con los Estados del Eje, y el precio de ello era claramente precisado. Sin embargo la motivación que daban los militares estaba lejos de la ideología de la defensa del hemisferio occidental, principio del Departamento de Estado. La respuesta de Hull fue negativa, desagradablemente fuerte y arrogante respecto al gobierno argentino. Tal curso de los acontecimientos no podía sino fortalecer las ya fuertes tendencias nacionalistas y antiyanquis en las fuerzas armadas. La publicación de ambas notas profundizó el ambiente negativo para los Estados Unidos en la opinión pública argentina y fortaleció la cada vez más evidente orientación nacionalista del régimen. Sin embargo todo este asunto dejó en claro algo significativamente más profundo: el débil poder de negociación de la Argentina. Tal como en el año 1942 no le bastó al gobierno jugar la carta de la posición estratégica de la Argentina, en la actualidad poco valor mostró tener la promesa de ruptura de relaciones con el Eje. Había crecido el precio político de los suministros militares, habiendo cambiado radicalmente la situación en los frentes de la Segunda Guerra mundial. El Departamento de Estado quería ahora obligar a la Argentina no sólo a romper relaciones con los alemanes sino además al pleno cumplimiento de las resoluciones de las conferencias de Rio y Washington, quedando por su parte los Estados Unidos libres de decidir en lo referente al suministro de equipo militar y la supresión de las limitaciones de exportación. La reacción del gobierno de los Estados Unidos ante la oferta argentina nuevamente acentuó las diferencias de posición entre Gran Bretaña y aquellos. En agosto de 1943 terminaron las muy largas negociaciones británico-argentinas relativas al siguiente contrato anual de suministro de carne argentina a Inglaterra. En correspondencia enviada desde Buenos Aires, «The New York Herald Tribune» inmediatamente comentó que se trataba de un éxito británico logrado a costo de los Estados Unidos, y junto con ello, que era una expresión de la aprobación de Londres para la política de neutralidad de la Argentina. Bajo la influencia del Departamento de Estado, el gobierno británico dio un anuncio explicando las razones estrictamente económicas del contrato, agregando que había actuado con pleno acuerdo de los Estados Unidos, puesto que precisamente los suministros de carne servían la causa común de las Naciones Unidas. Dicho anuncio británico fue sin embargo oficialmente tratado en Buenos Aires como expresión de la lealtad británica respecto a los Estados Unidos, y no como prueba de la actitud real inglesa en relación a la Argentina. Luego de tan violento rechazo a la oferta presentada por Storni, el Secretario de Estado Hull apeló al gobierno británico para que ¼VWH diese a tal medida un apoyo público. y nuevamente el gabinete inglés se vió obligado a expresar públicamente que lamentaba, de acuerdo con la táctica que había adoptado, que el gobierno militar mantuviese una línea de neutralidad, pero en su declaración el gobierno inglés se distanciaba netamente en tono y contenido de la declaración estadounidense. La reacción oficial argentina ante el anuncio británico fue muy conciliatoria. El gobierno militar subrayó con ello estar orientado a un ulterior estrechamiento de la cooperación con Gran Bretaña. Según la evaluación del Foreign Office, «entre los argentinos existía, como es común, la tendencia a disminuir el significado del anuncio británico como algo que nos fue impuesto por los Estados Unidos»13. En el Foreign Office había perfecta conciencia de la probritánica posición del gobierno militar. Aunque crecían en la Argentina las tendencias nacionalistas, el gobierno militar, también 13 Nota de Gallop, 28 I 1944. PRO/F.O.371.37698. AS 425/7812 de tendencia nacionalista, no atacaba los intereses británicos en el Río de la Plata, más aún, era relativamente más favorable que el gobierno de Castillo. En un memorándum interno del Foreign Office se afirma elocuentemente que esta posición del gobierno militar «en menor grado es consecuencia de un sentimiento favorable a nosotros o de una evaluación del valor de nuestro mercado de postguerra que de la necesidad de salvaguardarse de los Estados Unidos (consideración que tiene mucho en común con la posición argentina ante Alemania»)14. A fines de 1943 se pudo observar en la mayoría de los grandes diarios estadounidenses que el tono se hizo aun más fuerte cuando escribían acerca de la Argentina. Algunas publicaciones estaban inequívocamente dirigidas a los ingleses, cuando se decía por ejemplo que continuar comprando calma en la Argentina impedía convencer gobierno de ese país sobre la necesidad de cooperar estrechamente con los aliados. Dicha argumentación, inspirada por el Departamento de Estado, no tenía en cuenta las exigencias económicas de la guerra, conducida por lo demás en común, y ponía de manifiesto las diferencias de posición en el seno de la administración Roosevelt, entre el Departamento de Estado y el Ministerio del Tesoro. Se hizo aun más popular en aquellos días el columnista de varios grandes periódicos estadounidenses, Walter Winchell, exigiendo que los Estados Unidos declarasen la guerra a la Argentina. Halifax constató en diciembre de 1943 que nunca hasta entonces la Argentina había sido tan impopular en los Estados Unidos. Todo esto era símbolo de un significativamente profundo descontento. La renuncia de Sumner Welles, principal arquitecto de la política de buena vecindad, coincidía con un incremento de la desilusión en América Latina, provocado por la escasa efectivided de dicha política en el terreno económico. En los Estados Unidos nunca faltaron críticos de dicha política, y el ejemplo de la «incorrecta» Argentina facilitó dicha crítica. No pudiendo asegurar sus suministros de los Estados Unidos, el gobierno de los oficiales pudo haberse dirigido a Alemania, pero a 14 Nota de Perowne del 30 XII 1943. PRO/F.O. 371.33561. AS 11524. diferencia del gobierno de Castillo en 1942, el equipo militar no negoció con la Embajada alemana. Se establecieron directos contactos con el Reich a través del espionaje alemán. Como resultado de estos contactos y con el fin de negociar la compra de armas en Alemania se nombró consul en Barcelona a Oscar Alberto Hellmuth, el cual según escriben Conil Paz y Ferrari era entonces agente de la RSHA. Al dirigirse a Europa Hellmuth fue arrestado por los ingleses en Trinidad bajo la acusación de trabajar para el Tercer Reich; estuvo detenido hasta fines de la guerra. Aparte de las complicaciones que de esto se desprendían para las proyectadas conversaciones en el asunto de compra de armas, Ramírez y otros altos oficiales del gobierno estaban a punto de ser comprometidos en el affaire. Para complicar aún más las cosas, el eficaz golpe de Estado militar en Bolivia del 20 de diciembre de 1943 empeoró significativamente la posición del gobierno militar. En los Estados Unidos existía la tendencia a interpretar dicho golpe como pronazi. En todo caso el Departamento de Estado se decidió a no reconocer al nuevo gobierno. Más aun, se preparó a acusar públicamente al gobierno argentino de haber tomado parte en el golpe de Estado boliviano. Al mismo tiempo se aumentó ostentosamente las entregas de armamentos para Brasil, y a Montevideo arribaron barcos de guerra de los Estados Unidos. El Departamento de Estado se propuso explicar el rechazo a reconocer el nuevo gobierno de Bolivia por el envolvimiento del ejército argentino. Las consecuencias de dicho curso de los acontecimientos podían ser graves para gobierno argentino. Si seguramente se habrían de aplicar sanciones económicas en contra de la Argentina, y se bloquearían sus cuentas en los Estados Unidos, había de profundizarse el aislamiento del régimen militar argentino en la América del Sur. Y en América resonó la noticia acerca de la ruptura de relaciones con el Eje por el gobierno de Chile el 20 de enero. El Foreign Office sabía bien que detrás del golpe boliviano no estaba el ejército argentino. En ese entonces Hull, sirviéndose de Bolivia como ejemplo de la actividad de sabotaje de los oficiales argentinos, pidió ayuda a los británicos para luchar contra el gobierno militar argentino. Hull planteó muchas veces esta cuestión en conversaciones con Halifax y con el fin indicado le mostró un estrictamente secreto memorándum interno del Departamento de Estado conteniendo, lo que era sabido en el Foreign Office a través de otras fuentes, informaciones relativas a la tolerancia que existía en la Argentina con el espionaje alemán. Según la evaluación del Foreign Office, dicho memorándum contenía numerosas inexactitudes y conclusiones falsas. Lo único que se demostró fue que la Argentina no cumplía con los acuerdos adoptados en las conferencias de Rio y Washington, y facilitaba con ello la actividad del Eje. Según la opinión de los funcionarios del Foreign Office, ninguna de esas actividades argentinas era contraria a los principios de neutralidad, ni disminuía los derechos de los aliados como parte combatiente, ni tampoco ocasionaba algún daño grave al esfuerzo militar aliado. El Foreign Offíce continuaba pensando que la participación de Inglaterra en nuevas medidas contra el gobierno argentino era improcedente. En apoyo de su posición, el gabinete inglés presentó a Washington los pronósticos del Estado Mayor para el año 1944, del cual podía concluirse que se mantendría la dependencia básica de Gran Bretaña de los suministros argentinos de carne (30 - 37% de los suministros). Sin contar a la población civil en las Islas Británicas, la carne argentina alimentaba al ejército inglés, divisiones estadounidenses y una cierta cantidad se enviaba a la Unión Soviética. Dicha situación impedía se aplicase la sanción de renunciar a importar carne. Puesto que, argumentaron en Washington los diplomáticos ingleses, no podemos aplicar una sanción verdaderamente severa y penosa, no podemos hacer una declaración que en tales condiciones sólo puede provocar reacciones negativas. En todo caso, el Foreign Office alargó a propósito la discusión con el Departamento de Estado, mientras que Hull sentía como pasaba el tiempo: no se podía esperar indefinidamente con la declaración de no reconocimiento del gobierno boliviano. Por último Londres anunció al Departamento de Estado que el gabinete de Churchill haría una declaración rehusando reconocer el gobierno de La Paz, siempre y cuando Hull retirara de su anuncio toda condena dirigida al gobierno argentino. Churchill personalmente pidió a Roosevelt que aceptara tal concepción. Al mismo tiempo en Buenos Aires, el gobierno anunció su propósito de llevar a cabo una investigación en el asunto de Hellmuth, anunciando públicamente que actuaba luego de haber recibido informaciones de parte del gobierno británico, el cual acusaba a Hellmuth de espionaje. Al poco tiempo también el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino comunicó confidencialmente a los embajadores Kelly y Armour su decisión de romper relaciones con los países del Eje, bajo la condición que los Estados Unidos renunciasen a ejercer cualquier tipo de presión sobre Buenos Aires. De este modo, los esfuerzos combinados ingleses y argentinos obligaron a Hull a renunciar a su intento de condenar públicamente al gobierno militar argentino. Se terminó con el asunto de los anuncios de los Estados Unidos y Gran Bretaña acerca de un no reconocimiento al gobierno boliviano. Por su parte el gobierno de Ramírez rompió relaciones diplomáticas con Japón y Alemania. Dicho paso no puso término sin embargo a las presiones por parte de los Estados Unidos, puesto que al poco tiempo Ramírez fue derribado del gobierno y el Departamento de Estado levantó la tesis que a Ramírez lo derribaron los enemigos de la ruptura con el Eje. Un detallado análisis de las relaciones existentes en el seno del equipo gobernante contradice dicha tesis simplificada, aunque cabe afirmar que las circunstancias del cambio de presidente facilitaron la propaganda de Washington. La política latinoamericana de los Estados Unidos era dirigida en aquel entonces personalmente por el Secretario de Estado, Cordell Hull, quien era prisionero de un dogma que él mismo había elaborado: identificar el neutralismo argentino con una colaboración con el Tercer Reich. La mayoría de los comentaristas de prensa y radiales en los Estados Unidos comenzaron a exigir se tomasen medidas más enérgicas en contra de Buenos Aires, y en general, contra los gobiernos militares en América Latina. Argumentaban que el curso de los acontecimientos en la Argentina era el mismo que había sido en Alemania e Italia cuando allí se había desarrollado el fascismo. Luego de las experiencias del gobierno de Vichy y el general Franco, la gente era muy proclive a tal opinión. Fascismo era una etiqueta no sólo negativa sino que se aplicaba de modo indiscriminado. El mecanismo de presión organizada puesto en marcha por el Departamento de Estado se valía de cada vez más nuevos instrumentos contra el «fascismo» del Río de La Plata. A fines de junio de 1944 fue llamado de Buenos Aires a Washington el embajador Armour con lo cual el Departamento de Estado solicitó a los demás países de América Latina que adoptasen una medida semejante. Se comenzó a convencer también a los ingleses de que ellos también retiraran su embajador, puesto que sin ello la medida de sanción diplomática perdía casi todo su valor. Londres era ajeno a la idea de «victoria diplomática» y fue preciso que interviniese personalmente Roosevelt para obligar a Churchill a dar su acuerdo. Sir David Kelly viajó a Londres. Por su parte el gobierno de los Estados Unidos no cejó en su campaña antiargentina. A fines de julio de 1944, el Departamento de Estado dio a la publicidad una acusación, formulada en términos categóricos, en contra del gobierno militar. Luego de enumerar la totalidad de los cargos ya conocidos, la administración de Roosevelt se pronunció por la continuación de su política de no reconocimiento del equipo de Farrell, en tanto que éste no llevase a cabo cambios convincentes (para el Departamento de Estado) en su política. Ante esta declaración el gabinete británico reaccionó de modo severo. Eden llamó al gobierno de los Estados Unidos a mantener silencio durante un cierto tiempo en los asuntos argentinos, a fin de facilitar se resolviesen las contradicciones en el triángulo Inglaterra los Estados Unidos -la Argentina. Churchill o Eden habrían dado tal vez a Hull un cierto apoyo mediante un discurso pertinente en la Cámara de los Comunes, pero: «Mr. Hull exageró en su declaración y el gobierno de su Majestad no está en posición de apoyarlo en toda la línea. El señor Hull no consultó por anticipado al gobierno de su Majestad en el asunto de las acusaciones a la Argentina y lo puso una vez más ante un fait accompli. Los despachos tendenciosos [de las agencias noticiosas - R. S.] formulados como si el gobierno de Su Majestad se propusiese apoyar a los Estados Unidos en la aplicación [a la Argentina - R. S.] de un embargo económico pueden ser considerados como preludio de un siguiente fait accompli. Si tales despachos continuan, al vez se hará imprescindible realizar un desmentido [británico - R. S.] que inevitablemente fortalecerá la posición del gobierno argentino»15. En definitiva, Churchill se limitó a hacer una pública mención de esa Argentina que «flirteaba con el diablo y con aquellos que perdían»16. Junto con ello agregó que el comportamiento de los países neutrales podía tener consecuencias en lo que respecta a la política que se formule en relación a ellos en la postguerra. Al mismo tiempo que Hull estigmatizaba al gobierno argentino, el Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Farrell, general Peluffo, tranquilamente hacía públicos los principios de la política argentina, en defensa de la soberanía y del honor del país. Refiriéndose a «los injustos ataques por parte de los Estados Unidos», Peluffo recordó que la política de no reconocimiento había sido, en América, puesta en tela de juicio y abandonada. La confrontación de las violentas y acusadoras declaraciones de Hull con el moderado y patriótico discurso de Peluffo, y con la noticia acerca de la supresión de la censura por el gobierno militar, condujo a un fortalecimiento de dicho gobierno en una sociedad muy sensible con todo aquello que se ligase con la dignidad nacional de los argentinos. Del mismo modo como en ocasiones anteriores el gobierno argentino claramente diferenció su actitud respecto a los Estados Unidos y a Gran Bretaña. Se aseguró al gabinete británico que el gobierno militar no sentía por Londres animosidad alguna y que cuidaría se diese un justo trato a los capitales británicos en la Argentina. El gobierno argentino se sentía «extremadamente confortado por la comprensión que le mostraba Londres»17 y aseguraba que haría 15 Nota de Livermore del 25 V 1945. PRO/F.O. 371.44686. AS 2859. Ibidem 17 Todas las citas en este acápite, ibidem. 16 todo lo posible para «eliminar todos los asuntos controvertibles, que pudiesen provocar desentendimientos con Gran Bretaña». Aun luego del comentario de Churchill acerca de «los flirteos con el diablo» la Embajada argentina en Londres dio a conocer al Foreign Office que «el gobierno argentino comprendía las necesidades británicas de manifestar su solidaridad con los Estados Unidos». El Foreign Office no podía estar descontento con todo este asunto, pero sin embargo no pudo dejar de sentir cierta incomodidad. De allí que no omitió recordar a los diplomáticos argentinos que la actitud de Inglaterra respecto a los problemas de la política panamericana no cambiaba la opinión crítica británica acerca de la posición del gobierno argentino respecto a la guerra. El siguiente paso represivo por parte de los Estados Unidos fueron las sanciones económicas: a mediados de agosto se congelaron en los Estados Unidos los depósitos argentinos de oro, a los barcos estadounidenses se les prohibió arribar a los puertos argentinos, se limitó el comercio entre ambos países. Pero de nuevo sin la participación de Londres la aplicación de sanciones estaba desde la partida condenada al fracaso. Al mismo tiempo el gabinete británico intentó lograr que los EE. UU. y la Argentina llegaran a un compromiso y con este fin propuso al Departamento de Estado servir de intermediario entre ambos gobiernos, iniciativa en la cual probablemente contaba con el acuerdo de Buenos Aires. Pero los Estados Unidos rechazaron dicha oferta. Más aun, tanto Cordell Hull como Roosevelt urgieron personalmente y de modo poco protocolar a Churchill para que se renunciase a firmar un tratado comercial anglo-argentino a largo plazo (había negociaciones en torno a dicho asunto porque el viejo tratado se extinguía en setiembre), y en vez de ello se renovase la validez del viejo acuerdo de mes en mes, manteniendo de este modo a los argentinos en la incertidumbre. Los ingleses no quisieron aceptar tal demanda, aunque finalmente aceptaron el principio de que el acuerdo se renovase cada medio año, medida no tan perjudicial para la Argentina. Se acercaban las conversaciones económicas entre Londres y Washington, lo cual era un motivo más para lograr un compromiso en el asunto argentino. No obstante el gobierno de Churchill rechazó disminuir las importaciones de carne. En definitiva la política de sanciones no produjo en la Argentina crisis alguna, sólo se hicieron peores las relaciones mutuas entre los Estados Unidos y la Argentina. Entoces el gobierno argentino decidió tomar la iniciativa y pidió se convocase la siguiente reunión americana de consulta de ministros de relaciones exteriores, para combatir en dicho foro la política de Washington. Detrás de dicha decisión estaba ya Perón, que desde julio de 1944 concentraba en sus manos enormes influencias en el gobierno, fuerzas armadas y policía. La proposición de reunión fue torpedeada por el Departamento de Estado; se llamó en cambio, a iniciativa de los Estados Unidos, en México, a consultas entre los gobiernos participantes en la guerra. En conversaciones confidenciales entre los gobiernos de los Estados Unidos y la Argentina se logró un acuerdo que preveía un abandono por parte de los Estados Unidos de su política de presión a cambio que el gobierno argentino pusiese en práctica los principios establecidos en la reunión de Rio (1942). Una expresión formal del acuerdo fue la incorporación, al corto tiempo, de la Argentina a las resoluciones adoptadas en la reunión de México. Luego de declararle la guerra a Japón y Alemania, y cumplir de este modo con los acuerdos de la reunión de México, el gobierno argentino pudo ingresar a la Organización de las Naciones Unidas. En realidad este violento cambio en las relaciones entre los Estados Unidos y la Argentina fue resultado de los acuerdos de Yalta. Desde el punto de vista de los Estados Unidos, imprescindible se hizo ahora adecuar su política latinoamericana a la recién creada estructura mundial de relaciones políticas. A su vez, para la Argentina, al caer Alemania y Japón, perdía todo sentido mantener relaciones diplomáticas con ellos. Declararles la guerra fines de marzo de 1945 tenía ya sólo un carácter táctico. En la Argentina se percibía el nuevo sistema político mundial. Una prueba más de que el contenido de las relaciones argentino:alemanas no tenía un gran significado como motivo verdadero que explicase la presión de los Estados Unidos sobre la Argentina, es el hecho que el acercamiento post-Yalta entre ambos países y la caída del Tercer Reich no disminuyeron la tensión entre Buenos Aires y Washington. Nos referimos aquí al conocido hecho de la oposición por el Departamento de Estado a la elección de Perón como presidente. Fue éste un motivo más de contradicción entre los Estados Unidos y Gran Bretaña, estando indirectamente ligado con el neutralismo argentino. La campaña antiperonista en los Estados Unidos fue dirigida por Spruille Braden, embajador de dicho país en la Argentina, y desde octubre de 1945 secretario ayudante de Estado para los Asuntos de América Latina. El método de Braden consistió ante todo en acusar a Perón y los militares de ser fascistas y de haber colaborado con el Tercer Reich. Sin embargo el gran problema de Braden fue que el Departamento de Estado no tenía pruebas convencentes para fundamentar dicha tesis. Las elecciones estaban fijadas para el 24 de febrero de 1946, de allí que el reemplazante de Hull, el Secretario de Estado James Byrnes apresuradamente enviase un telegrama a Robert Murphy, principal consejero político de los Estados Unidos en la Alemania ocupada: «[...] es preciso buscar informaciones concretas acerca de los líderes argentinos, especialmente acerca del Coronel Juan Domingo Perón y el General Eldemiro Farrell». A fines de diciembre no había pruebas suficientes acerca de la actitud proalemana de Perón y Byrnes telegrafió para variar a la embajada en Buenos Aires, solicitando se enviasen de allí «pruebas que fundamentasen las conexiones de Perón y sus seguidores con la actividad del enemigo [...]». Braden y sus colaboradores contaban con que la opinión pública en la Argentina y América Latina se volviese en contra de Perón si el Departamento de Estado lograba presentar un público «catálogo de los lazos de Perón con la Alemania nazi». Kelly, quien conocía este plan de Braden, escribió al Premier Ernest Bevin manifestándole la curiosidad que sentía por saber si lograrían o no presentar alguna importante prueba que comprometiese a Perón. Kelly, conectaba el asunto con los resultados que conocía de interrogatorios de personas tales como Hellmuth, Meynen y Thermann, hechos por los Aliados, y que a nada en ese respecto habían conducido. En esos mismos momentos las representaciones diplomáticas de los Estados Unidos explicaban a los gobiernos ante los cuales estaban acreditadas que la Argentina no cumplía con sus obligaciones y no liquidaba el espionaje alemán y las empresas alemanas. En realidad el Chargé d’Affaires de los Estados Unidos en Buenos Aires informaba al Departamento de Estado que los expertos de la embajada consideraban dicha acusación como infundada. El Departamento de Estado era acompañado sin embargo por una prensa potente, por las agencias AP, UP y por la radio, que daban noticias exageradas y demagógicas y acusaban al gobierno argentino de fascismo y totalitarismo. En la campaña antiperonista los Estados Unidos se apoyaban en los pronósticos electorales desfavorables a Perón. La derrota de Perón había luego de justificar todos los ataques, cuya exageración no podía dejar de percibir ni aun la gente del Departamento de Estado. La Embajada británica en Buenos Aires evaluaba la situación de un modo completamente diferente a Braden. En el informe de Kelly a Bevin leemos: «[...] el gobierno de Farrell no es pronazi en sentido alguno verdadero de dicha palabra. El coronel Perón durante su estadía en Italia sin duda que tomó simpatía por la forma autoritaria de gobierno y por los slogans económicos del fascismo, pero jamás conté con dato alguno confiable que me demostrase que es partidario de los nazis o que aun tiene por ellos alguna simpatía»18. A medida que pasó el tiempo tanto Kelly como el Foreign Office llegaron al convencimiento que Perón ganaría las elecciones, y condujeron su política de acuerdo con dicho pronóstico. Los diplomáticos británicos observaban con intranquilidad la incesante presión de los Estados Unidos sobre el gobierno y la sociedad argentinos. Consideraban que la política del Departamento de Estado contribuía a profundizar las tensiones sociales y políticas en la Argentina, lo cual, según evaluaban, podía tener un reflejo negativo en los intereses británicos. En realidad, el nacionalismo argentino era un peligro cada vez mayor. Siendo así las cosas, los ingleses cuidaban de no irritar a los militares. Por ello no solamente no colaboraron con la administración de Washington 18 15 XI 1945. PRO/F.O.371.44691. AS 6267 en la organización de la campaña en contra de los líderes militares del Estado argentino, sino que también tomaron diversas iniciativas conducentes a lograr un compromiso entre Buenos Aires y Washington, y cuando esto no dio resultado, los ingleses convencieron al gobierno militar que llevara a cabo las elecciones lo más rápidamente posible y entregara el poder a un gobierno constitucional. Tenía ello por objeto quitar al Departamento de Estado un argumento de las manos, y dejado sin un pretexto de peso para sus ataques. Bajo la influencia de los ingleses el gobierno militar adelantó la fecha de las elecciones por lo menos en dos meses. La oposición antiperonista criticó por ello a Londres. El pragmatismo y planificación a largo plazo de los británicos habían sin embargo de producir bastantes beneficios en el futuro a Gran Bretaña. Los intereses británicos en la Argentina, tanto a corto como a largo plazo, eran coherentes y tenían un carácter económico. Ahora, el interés de los Estados Unídos tenía sobre todo un carácter político (el panamericanismo) y se contradecía con los intereses económicos de la Argentina. Por otro lado, aunque los intereses económicos inmediatos de la Argentina y de Gran Bretaña eran convergentes, la bien conocida compatibilidad económica de ambos países ya no fue estructural como antes, ya se acabó. La política neutralista argentina, estimulada por las contradicciones dentro del sistema de la dependencia, fue una manífestación de la actitud defensiva nacional frente a las rivalidades interimperialistas: los argentinos trataban de «dominar» la dependencia. En el gran y duradero proceso de decadencia del rol de Gran Bretaña en América Latina y al mismo tiempo de aumento de la significación de los Estados Unidos, las contradicciones entre ambas potencias en torno al neutralismo argentino fueron uno de los últimos actos en los cuales Londres se las arreglaron para. oponerse a las presiones de Washington. La contradicción de intereses que se mostró en relación con la Argentina fue uno de los síntomas de un fenómeno significativamente más amplio: las relaciones de aquel entonces entre ambos gobiernos se pueden representar por la fórmula «aliados y rivales»; aliados en el frente contra los Estados del Eje, rivales en América del Sur, y realmente en las grandes áreas del mundo dependiente del imperialismo.