Sociedad civil: la persona, punto de partida y llegada Rosa Alayza Mujica** La crisis política actual nos hace vivir este tiempo bajo una enorme dosis de confusión y pesimismo que como actitudes humanas pueden entenderse perfectamente, pero en perspectiva, veremos que, desde ellas, poco se puede construir como personas o sociedad. En medio de la crisis, me atrevo a revisar de manera descarnada varias dimensiones que asoman en la política para intentar una mirada hacia adelante, claro está, tratando de estar con los pies en tierra. Creo que sólo el convencimiento personal de imaginar derroteros y fórmulas en las que pongamos el futuro en nuestras manos, como persona, grupos y país, anima esta breve reflexión que propone retomar el sentido de la sociedad civil, para luego, desde allí, imaginar algunos otros derroteros que nos permitan reconstruir el sentido de la política para este país. Si asumimos que la crisis política actual nos muestra el fracaso de una política promovida en una lógica puramente individual, es necesario regresar y revisar cuáles son los puntos de apoyo, las actitudes y perspectivas que hay que tomar en nuestras manos para promover una sociedad civil plural y fortalecida, una comunidad política renovada y unos partidos que acojan a los ciudadanos que aspiren a ejercitar la política promoviendo la democracia como sistema, como cultura y como valor personal. Pero antes que nada, se trata de mirar el factor humano, partir de quiénes somos y qué podemos construir juntos, de lo contrario el individualismo o el totalitarismo se vuelven contra nosotros porque solo responden a intereses personales que se movilizan a través de la autosatisfacción de sus intereses, sin importar qué pasa con los otros de la sociedad como ha ocurrido ahora. 1. EL FACTOR HUMANO, UN PUNTO DE PARTIDA La noción de sociedad civil alude a la expresión pública y política de los ciudadanos. Los ciudadanos son seres individuales con sus vidas privadas, pero como parte de la sociedad poseen voz y voto sobre los asuntos colectivos. Muchos ciudadanos cuentan con una experiencia acumulada por haber colaborado en ámbitos distintos mediante un trabajo voluntario, lo que los pone en condición de especialistas en asuntos como familia, educación, medio ambiente, etc. Pero según la inspiración democrática, basta con ser miembro de la sociedad para contar con la facultad de opinión y participación en los asuntos públicos que son comunes a todos. Según la cultura política peruana y de otros países latinoamericanos, los asuntos públicos son sobre todo competencia del Estado; es así como se identifica a la esfera pública con la acción del Estado. El Estado peruano hasta ahora sigue teniendo peso, aunque se haya reducido su presencia, se hace sentir sobre todo por su estilo Revista Páginas Nº 166, volumen XXV, diciembre 2000. ** Rosa Alayza. Politóloga. Investigadora del Instituto Bartolomé de Las Casas-Rímac. Responsable del Área de Comunicaciones. Ha publicado Globalización y cambios en la política (1997). PÁGINAS (166) 31 autoritario. Es conocido que el impulso a los programas sociales y las obras de infraestructura en los pueblos ha sido utilizada por el Presidente Fujimori, para obtener apoyo electoral. El problema no reside, pues, en el impulso de obras por parte del Estado, que muchas veces obedecen a necesidades reales, sino en cómo los funcionarios y el Presidente subordinan a la población al hacerle sentir que su intervención es un favor y que, por tanto, ella queda obligada a responder de algún modo. Efectivamente, este tipo de intervención clientelista obstaculiza la afirmación ciudadana desde el momento que los beneficiarios no interpretan los programas sociales como respuesta a su derecho de satisfacer sus necesidades, ni tampoco como obligación del Estado de promover la vida digna. Todavía hay muchos ciudadanos peruanos que entienden su participación cívica sobre todo como reclamo ante la autoridad estatal, lo que remarca una mentalidad dependiente del Estado. La otra cara de la moneda la representa esa vieja y constante actitud de las autoridades y funcionarios que ningunean a los ciudadanos, que hacen sentir su poder, pequeño o grande, y que muchas veces siembran sospechas sobre el ciudadano que manifiesta su interés en participar o pide información pública, dado que supuestamente los asuntos públicos no serían de su incumbencia. Para muchos peruanos y peruanas puede resultar un tanto sofisticado hablar de sociedad civil cuando viven en realidades donde el tejido social es muy débil y duras las condiciones de sobrevivencia. Es en estos contextos donde las personas gozan de poca autonomía, es decir, carecen de medios para satisfacer necesidades materiales y expandir su condición humana libremente. Se trata de realidades concretas y visibles en barrios populares de Lima, con comunidades rurales y pueblos alejados. Allí, en estas sociedades locales intervienen varios agentes externos que actúan bajo la lógica de proveer condiciones favorables a los lugareños, pero cuya acción no incluye el protagonismo de los mismos. Y, aunque los pobladores sean desconfiados de esos actores externos, saben muy bien detectar aquello que necesitan, lo que reafirma la subordinación y la desconfianza. ¿Cómo se puede ir ganando un piso social más parejo y, al mismo tiempo, afirmar la condición ciudadana mediante la relación con los demás? Ahondar en la sociedad civil lleva a sopesar y analizar el tipo de subjetividad que se requiere de las personas para sostener y alimentar esa dimensión de la sociedad. Está claro que la creación de la sociedad civil no es automática, ni se deriva del sistema político de la democracia. Justamente, su origen y madurez está orientado por la libertad de intervención de los seres humanos. Esa libertad personal que implica una subjetividad, que significa la disposición personal de sentirse dueños de las circunstancias y aludidos por los asuntos humanos y sociales que ocurren a su alrededor. Esa disposición personal de sentirse aludido por la vida de los otros, se nutre del convencimiento personal de que la solución de los problemas está en nuestras manos. En otras palabras, la vitalidad de la sociedad civil reposa en un espíritu personal y colectivo emprendedor, contrario al aplastamiento o indiferencia que alimenta el corrosivo individualismo cuya lógica responde a la satisfacción personal, sin importar el entorno y sus efectos. Por eso, es crucial entender que el ánimo que mueve a las personas a tomar los asuntos públicos en sus manos; supone PÁGINAS (166) 32 al mismo tiempo un convencimiento de fondo acerca de su capacidad transformadora como personas. Consecuentemente, para hablar de la sociedad civil y proyectarla entre nosotros, tenemos que partir de lo que somos como sociedad y como personas, nuestro punto de partida ha de ser esa materia humana disponible. Desde allí se moldea y crece la sociedad civil. 2. PLURALIDAD: UN RASGO DE LA SOCIEDAD CIVIL Pese a lo dicho, hay que señalar que hemos crecido como sociedad civil, si tomamos en cuenta las múltiples manifestaciones en favor de la democracia y contra la corrupción, a través de gestos creativos, movilizaciones, conciertos, comunicados, publicaciones etc. A pesar de la confusión actual, las energías de los «queremos una sociedad distinta» no se ha secado; los rostros de los jóvenes y de las mujeres los renovaron recientemente. Y aunque cada quien tenga sus reparos con la representación otorgada a la sociedad civil, hay que decir que sus representantes en la mesa de diálogo de la OEA han desarrollado una presencia significativa y eso ha implicado un reconocimiento de su voz propia. Los grupos visibles de la sociedad civil representan a grupos diversos de los sectores medios: mujeres, jóvenes, grupos proambientales, indígenas, gremios, periodistas, trabajadores de la salud, etc. Instituciones nacionales como la iglesia y la escuela son claves. Sin embargo, la poca presencia de los sectores populares en estos grupos resulta evidente; ellos no tienen mucha familiaridad ni con el término ni con la realidad que la sociedad civil implica. Pero como hemos insinuado antes, eso no niega que pueda nacer una disposición subjetiva que les permita asumir la sociedad civil como parte de sus sociedades locales y como ámbito de expresión de sus aspiraciones humanas. Si hay algo interesante en esta noción, es la idea de que la sociedad civil apunta a recoger la pluralidad de lo que somos como personas y los múltiples canales y expresiones que construimos como ciudadanos. Es más, no puede ni debe esperar o dejarse condicionar por la acción estatal. Si evaluamos nuestra sociedad peruana desde el punto de vista de la sociedad civil, en primer lugar habrá que reconocer el condicionante de la pobreza y en particular de la extrema pobreza en la vida de la gente, lo que la tiene sumergida en mundos que funcionan con otras lógicas, que no son fáciles de entender para quienes no estamos dentro; incluso al punto de haber desarrollado una serie de mecanismos que nos dificultan apreciarlos como personas iguales a uno. Pero junto a esta realidad cruda y masiva, creo que también en otros ámbitos han crecido esas nuevas expresiones de la sociedad civil pero que no debemos absolutizar en ningún sentido; dado que toda expresión de la sociedad civil tiene una condición temporal e histórica propia que, justamente, equivale a este sentido de pluralidad humana de la que estamos hablando. Pero en el desarrollo de la sociedad civil peruana no sólo cuenta eso, es decir, los grupos organizados de hace años, sino también la proliferación, en distintos ambientes, de una mentalidad que sostiene la idea de la que la vida está hecha de aquello por lo que uno pelea y que no es fruto del azar o del destino que a cada uno le ha tocado vivir. Aludir a esta mentalidad extensiva en grupos sociales populares y medios constituye una semilla humana de la que podría fructificar las sociedades civiles entre nosotros. PÁGINAS (166) 33 Por ejemplo, al preguntar en focus group1 a gentes de estratos c y d, por las cualidades que deberían tener los líderes políticos, la respuesta consensual apuntó subrayar la capacidad de superación personal de la pobreza. Haber salido adelante por mérito propio es un rasgo apreciado por los que viven en la pobreza, eso se condice con el rechazo masivo al candidato que aparece como víctima o quejoso; asimismo, se esperan propuestas de los líderes y no simplemente quejas o denuncias. Estos ejemplos muestran como cambia nuestra mentalidad en la medida que admitimos que en nuestras manos está el futuro al menos personal; habría que evaluar si se piensa igual de las dimensiones colectivas de la sociedad. Sin embargo, esta afirmación, todavía parcial, de un espíritu creativo, emprendedor y participativo de las personas representa un punto de partida para hablar de la formación de las sociedades civiles. Ciertamente hay que advertir que un extremo de esta versión emprendedora puede no incluir un sentido de compasión y/solidaridad con los demás. 3. APRECIO POR LA DIVERSIDAD No basta, sin embargo, que exista la diversidad sino que las personas cultiven un aprecio por ella, que la tolerancia sea la actitud que alimente una sana convivencia en medio de la pluralidad. Si bien contamos entre peruanos y peruanas con una gran diversidad cultural y social, a la vez, hay todavía una dificultad muy grande de aceptar esa diversidad como una riqueza y valor en sí mismo. Es decir, nos parece que la variedad de expresiones, por ejemplo de los grupos de mujeres, expresa sobre todo división o debilidad o en todo caso se busca la comparación entre diferentes grupos para establecer jerarquías o distinciones que nos separan. No se trata de ser ingenuos como para pensar que, admitida la diversidad, necesitamos de la unidad o del consenso para construir sociedad sobre la base de los asuntos comunes. Por eso la falta de unidad, no es lo mismo que uniformidad; esto último se da con la necesidad de eliminar las diferencias, porque pareciera que la existencia de otros distintos a uno atenta contra mi propia existencia. Con un mecanismo de afirmación o temor en otros casos, termina por impedir el cultivo del aprecio por la diversidad tan evidente. La unidad es necesaria como el resultado de juntar muchas expresiones del mismo fenómeno. Pero la diversidad no depende de que existan muchos grupos y tampoco la suma de ellos equivale a la sociedad civil. Rápidamente, surgen las preguntas de los que no están organizados y que no se sienten identificados necesariamente con los grupos que existen. Incluso, de tantos que viven en tierras que parecen del olvido, donde se tiene la impresión que no existen protagonistas que se ocupen de los problemas comunes. Por eso, no basta reconocer sólo como parte de la sociedad civil a quienes se organizan o a quienes encuentran manera de expresarse públicamente en nombre de ella. También los otros ciudadanos no organizados forman parte de ella y tienen todo el derecho de no sentirse representados en los grupos existentes. Es más, los que actualmente tienen un liderazgo reconocido públicamente no tienen por qué sentirse como representantes universales, pues justamente esta idea de la diversidad como propia de la sociedad civil resulta contraria a cualquier pretensión de representación uniforme. Por eso fue muy interesante que, hace poco, la Coordinadora Nacional de los Derechos Humanos, a propósito de su participación en la mesa de diálogo de la OEA como uno de los voceros de la sociedad civil, aclarara que su participación no PÁGINAS (166) 34 implicaba una representación universal2. Y, también, a propósito de la organización de la V CONADES, se invitó a compartir acerca de los temas del desarrollo social y la institucionalidad democrática, no sólo a los miembros y representantes de las ONGs como se hizo otras veces, sino también a los integrantes de frentes cívicos y organizaciones sociales, porque ellos representan muchas otras dimensiones de la sociedad civil organizada en el país. Esta discusión sobre cómo y a quién representan los representantes de la sociedad civil expresa cuán medular es la pluralidad como parte de la naturaleza de la sociedad civil. Por eso, en cuanto se pretende darle un sentido unívoco, sea hacia dentro o hacia afuera, se está yendo contra el sentido de la misma. Pero otra vez, la clave es nuestra condición humana, es decir, nuestra comprensión y sentir como miembros y hacedores de la misma. Aquí, el sentido de interpretación histórica resulta el derrotero para interpretar quiénes son esos otros en este momento y cuáles son esas expresiones nuevas de la sociedad civil. Por ejemplo, un medio moderno de comunicación como el internet, nos amplia las fronteras y como medio interactivo de comunicación nos pone en contacto dentro y fuera de la sociedad, nos permite compartir intereses de mil maneras distintas, bajo distintas facetas y respondiendo a otras sensibilidades humanas, lo que no hace sino enriquecer y ampliar este sentido de la diversidad y por supuesto de sociedad civil misma. 4. SOCIEDAD CIVIL: CONSTRUCCIÓN DE LA COMUNIDAD POLÍTICA La noción de Sociedad Civil se construye sobre la base de la división entre la esfera pública y privada y tanto la esfera pública como la privada incluyen a los ciudadanos. Pero esta condición ciudadana tiene como supuesto la existencia de una comunidad nacional que nos integra a todos y se sustenta en la premisa de que todos somos iguales ante la ley, esa ley mayor que es la Constitución. Una de las consecuencias del fundamento de esta condición de igualdad de las personas debería ser la promoción de la igualdad de oportunidades a favor del desarrollo personal del ciudadano. Sin embargo, en nuestro país como en otros lugares del globo, este presupuesto no se cumple en la medida que las múltiples diferencias de orden social, económico, racial y de género limitan la condición ciudadana pues tienen mayor peso que ella en la vida social. Sin embargo, pese a que en nuestra realidad no se cumple esta idea fuerza de la igualdad ante la ley, no deja de ser interesante asumir esta propuesta, al menos como utopía a perseguir, de tal modo que no sólo funcione como perspectiva de conjunto, sino también como parámetro para juzgar las actuales condiciones de ciudadanía. Es decir, si se asume consensualmente esta premisa de la comunidad de intereses, que incluye tanto a la sociedad como al Estado, nos permitiría tener también un límite para impedir que funcionemos bajo la ley de la selva como sucede hasta ahora. Actualmente la crisis política hace visibles los elementos corruptos y disociadores del sistema político, por lo cual resulta más urgente volver a mirar estos temas fundamentales como la relación entre política y sociedad, el sistema de la democracia y el valor de la política. Como han dicho algunos hay que mirar la crisis como oportunidad para la construcción de la democracia y de una política renovada. Hay que admitir, ciertamente, que se ha vuelto sentido común esta idea de que la política representa un terreno corrupto y propio de los intereses individuales. Todo sentido de PÁGINAS (166) 35 utopía en la política parece haberse perdido, no sólo por la crisis del sistema político, sino, sobre todo, porque el escepticismo que predomina en la sociedad nos hace dudar de la capacidad de cambio que tenemos los seres humanos. Es así como esta visión pesimista de la persona va de la mano con una noción reducida de la política, en la medida que la última ha dejado atrás su energía transformadora para discurrir en una lógica instrumental que obedece al individualismo. La renovación de la política incluye una dimensión social básica que puede ser entendida como sociedad civil, en la medida que ésta canaliza la condición ciudadana en asuntos públicos variados. Si lo miramos desde el presente, se ve que frente al totalitarismo, basado en el poder oculto de unos pocos, no sólo hay que proponer los cambios en las instituciones y esfera de la política, sino incluir paralelamente el fortalecimiento de la sociedad civil en su conjunto. Esto es, tomarla como punto de partida de este esfuerzo por avanzar en la construcción de la política e impidiendo que pueda quedarse aislada o encerrada en sí misma. Al promover un sentido de intervención consciente en los problemas públicos, se puede avanzar en levantar una utopía consensual que recoja nuestros sueños y expectativas con toda su diversidad. Ciertamente se trata de emprender un camino propio y distinto al recorrido por las democracias europeas o estadounidense asumiendo nuestra condición histórica particular que sigue estancada en la enorme división social y cultural que, hasta ahora, ni el Estado, ni la ley, ni los caudillos han sido capaces de remontar. Esta falta de comunidad política integrada trajo como consecuencia que la autoridad no tenga convicción, fuerza o suficiente legitimidad para hacer valer la ley y por tanto los derechos ciudadanos. Por el contrario, nuestra historia muestra frecuentemente una autoridad que ha sido despótica y personalista. La institución pública ha estado constantemente marcada por el tipo de personas que la dirige y no por el peso de la ley o la naturaleza de la institución. Nada de esto es ajeno a la sociedad, pero hay que especificar qué manifestaciones se han dado en distintos campos de la vida social. De allí la importancia de valorar y practicar la auto regulación de la sociedad, que no es otro que caminar hacia fortalecer las sociedades civiles locales y nacionales. Esto implicaría no solamente una mayor intervención de los ciudadanos en los varios temas públicos, sino también que el Estado reconozca en pie de igualdad los esfuerzos de auto regulación social y, al reconocerlos, los acepte como un aliado necesario. Ciertamente esta idea aparece reñida no sólo con el Estado autoritario y la frecuente prédica que sostiene que el mercado “lo regula todo,” lo que aparentemente implica la ausencia de organización social y del Estado, cosa que no ha ocurrido en varios terrenos. En suma, al hablar de la sociedad civil reconocemos la fuente social del poder. Esto debería llevar a promover una cultura de aprecio por las instancias intermedias de la sociedad lo que, a su vez, permite contar con una visión multiforme de la vida social. 5. FRACASO DE LA INDIVIDUALIZACIÓN DE LA POLÍTICA Mientras en los últimos tiempos resurge y se enriquece la sociedad civil, encontramos que los partidos políticos -que se debilitaron al quebrarse el sistema de representación- no han logrado renovarse y atraer a la población. Al romperse este sistema, se pierde la conexión entre la sociedad y la política y, por eso, la indiferencia, pasividad y hartazgo marcaron la mirada del ciudadano hacia la política. Este quiebre PÁGINAS (166) 36 tuvo su antecedente en la presencia de Sendero Luminoso y la crisis política y económica que se enfrentó en los ochenta y noventa. Entonces, la inacción y falta de respuestas de los partidos llevaron a que la ciudadanía terminara de desengancharse de ellos. La distancia entre la agenda social y la política que encarnaron tanto los partidos como el Estado, intentó ser remontada por el Presidente Fujimori, que desplegó su prédica anti partido y que, posteriormente, usó los recursos del Estado en favor de su figura personal. Cuando se quiebra la representación, se ahonda el estilo autoritario y personalista de gobierno del Presidente Fujimori que, por un lado, concentra personalmente poder político y lo utiliza para mermar otras instituciones del Estado, violando su autonomía. Todo esto estuvo justificado por un pragmatismo y manejo de los medios de comunicación dirigidos en pos de objetivos concretos manejados por un círculo muy restringido. Al adueñarse los individuos de la política, se sacrificaron los intereses públicos en las redes de la corrupción y maniobras políticas, es allí donde se extiende la idea de que intervenir en política forma parte de una especie de trampolín a la fama o de un posible negocio, al punto que la mayoría de líderes locales y nacionales asumen el título de independientes, ejercen un estilo pragmático y son pocos los que conservan valores personales. Por eso, no sorprende el desprestigio de la política en tanto corrupta e inútil para servir a los asuntos comunes de la ciudadanía. Sin embargo, la actual crisis política está demostrando el fracaso de este camino, porque no hay control alguno del manejo del poder; los apetitos personales son el móvil de los políticos que dieron la espalda a la sociedad y que terminaron enredados en la telaraña de la corrupción. Pero para limpiar la política no basta proponer la democratización de los partidos políticos; es decir, su apertura hacia la sociedad. Es indispensable que ellos promuevan comportamientos éticos y confiables que inspiren confianza en la ciudadanía. Una acción justa y honesta debería ser la garantía de toda negociación en la política. Por el contrario, un medio donde prima la mentira y la negociación basada en el puro interés individual, solo promueve una atmósfera de profunda desconfianza, se obstaculiza todo tipo de entendimiento y construcción de una comunidad de intereses. No basta señalar la renovación de los partidos desde y en el campo de la política, es indispensable, para renovar la política, que también cambien condiciones en la sociedad, de tal manera que las conexiones entre una y otra sean más fluidas. Esto supone promover el interés y participación del ciudadano respecto a las soluciones de los problemas públicos; el aprecio y la práctica de la democracia en la sociedad, así como el aprecio y respeto de sus instituciones. Aquella comunidad que no estuvo en nuestros orígenes como país puede ser la que hoy necesitamos como inspiración para reclamar como utopía que anime la renovación de la política y que promueva la sociedad como espacio de realización humana. Este momento en el que la corrupción y los puros intereses personalistas están acabando con las instituciones y los consensos, con las apuestas y con los sueños de tantos peruanos a lo largo de la vida nacional, necesitamos, desde el fondo de la crisis, recoger esta demanda primaria de poner al centro de nuestra sociedad la condición humana de los peruanos y peruanos asumiendo la construcción de la democracia tanto en la sociedad como en la política. Si nos dejamos paralizar por la confusión y la crisis actual, perderemos esta posibilidad de tomar el camino de humanizar a la PÁGINAS (166) 37 comunidad política, partiendo por la construcción y extensión de las sociedades civiles en la sociedad nacional. Tiene que llegar el día en que la democracia deje de ser un discurso abstracto o referencia lejana y, menos aun, un engaño para los peruanos. La necesitamos como valor que se practica y aprecia; como forma de vida, pero para eso hay que sembrarla en la casa, colegio, trabajo, con imaginación y pasión. Para eso la idea de la autorregulación hay que expandirla como norma en todo lugar y para todos, pues solo apropiándonos de nuestras condiciones históricas, convencidos que el destino del país está en nuestras manos, podremos recuperar el ánimo que necesitamos para proponer y hacer entender que no hay otro camino que la democracia para nuestro país. Un sentido de comunidad política real se nutre con relaciones democráticas en la sociedad, de lo contrario la política se corrompe y los ciudadanos se refugian en lo privado, tal como nos ha ocurrido a nosotros en Perú. En este camino sociedad civil, ciudadanos sueltos, grupos sociales diversos y los propios partidos tienen que converger apuntalando este itinerario inédito de construir la democracia. NOTAS 1 Imasen febrero 2000, “Evaluación cualitativa sobre la percepción del proceso elec-toral y las demandas de la población”. 2 Comunicado de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos agosto 2000. PÁGINAS (166) 38