Carlos Fernández Casado. Un ingeniero en la Real Academia de

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Carlos Fernández Casado.
Un ingeniero en la Real Academia
de Bellas Artes de San Fernando
Leonardo Fernández Troyano
DESCRIPTORES
INGENIERÍA
ARTE
PUENTES
PREFABRICACIÓN
HISTORIA DE LA INGENIERÍA
La ingeniería y el arte
Mi padre, Carlos Fernández Casado, ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a propuesta de los
académicos César Cort, Enrique Lafuente Ferrari y Conde de
Yebes. El 21 de noviembre de 1976 leyó su discurso de ingreso, que trató sobre la Estética de las artes del ingeniero.
Carlos Fernández Casado fue un ingeniero en el sentido
más amplio del término. Dijo alguna vez que para ser ingeniero con mayúscula, además de hacer ingeniería había que
estudiar y pensar sobre su significado, su historia, su trascendencia para el hombre, y su relación con la Naturaleza.
Creo que se puede decir que Carlos Fernández Casado fue
ante todo un Ingeniero, y que por esta razón ingresó en la
Real Academia de Bellas Artes. Con él la ingeniería entró en
la Academia como “bella arte”.
A este carácter de la ingeniería dedicó su discurso de ingreso, que se puede considerar la culminación de su pensamiento sobre las artes del ingeniero, apoyando todo su esquema intelectual en la filosofía de Xavier Zubiri, a quien mi
padre consideraba su maestro y en la que fundamentó todo
su pensamiento a partir de los años sesenta. Este discurso es
la culminación de su pensamiento sobre la profesión del ingeniero, porque a lo largo de su vida pensó y escribió mucho
sobre ello. Prueba de ello es su libro Arquitectura del ingeniero, en el que recogió la mayor parte de lo que había pu20
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Fig. 1. Carlos Fernández Casado. Dibujo de Benjamín Palencia.
blicado durante muchos años sobre este tema; recopilación
que hizo precisamente para preparar su discurso de ingreso
en la Academia, siguiendo un método de trabajo que utilizó
durante toda su vida: cuando tenía que estudiar un tema a
fondo escribía un libro sobre él. La primera vez que lo aplicó
fue cuando se encontró en los “Transactions” de la American
Society of Civil Engineers el método de Hardy Cross para el
cálculo de estructuras reticulares de nudos rígidos. Del estudio
del método surgió su libro Cálculo de Estructuras Reticulares,
que se publicó en 1932, dos años después del trabajo de
Hardy Cross. De este libro se hicieron ocho ediciones y una
en francés. Lo mismo pasó cuando estudió los arcos. De ese
estudio salió el libro Cálculo de los arcos y el “Formulario para proyectos de puentes arco de hormigón armado”.
Cuando la tecnología del hormigón pretensado llegó a España, mi padre tenía ya cerca de cincuenta años. Pero su capacidad de estudio le llevó a meterse de lleno en esta nueva
técnica, y fruto de ese estudio son los dos tomos del libro Puentes de hormigón armado pretensado, publicados en 1961 y
1965. En este libro hay un afán enciclopédico de recoger todos los estudios teóricos sobre el hormigón pretensado y todos
los puentes de ese material que se habían construido hasta esa
fecha. Con ello consiguió que algunas de sus mejores obras
fueran puentes y estructuras de hormigón pretensado.
Volviendo al tema de la ingeniería como arte, mi padre
dice lo siguiente en su discurso de ingreso en la Academia de
Bellas Artes: “la obra del ingeniero desemboca necesariamente en el ámbito de lo estético, donde ha de incorporarse
a las cosas bellas, o a las cosas feas, sin poder quedarse neutra ante el dilema, a esto llega por dos líneas igualmente exigitivas: la de la belleza natural, al acoplarse a la naturaleza
por ajustamientos sucesivos, y la de la belleza artística como
término de un acto poyético auténtico igual que en cualquiera de las obras de arte actuales”.
Al mismo tema se refiere en su trabajo “Enfoque de la Estética desde la filosofía de Zubiri”. En su comienzo dice lo siguiente: “No comenzamos delimitando el campo de la Estética, pues aspiramos por el contrario a ensanchar al máximo
su horizonte poniendo en conmoción círculos sucesivos de la
actividad humana, desde el correspondiente a mi hacer profesional como ingeniero, para llegar al hacer cotidiano de
cada cual”. Después de revisar las diferentes artes, en la última parte vuelve sobre el mismo tema: “Al terminar la exposición de las artes en la actualidad, sincopada por exigencias de espacio, volvemos a nuestra tesis inicial. Es preciso
ensanchar el campo del Arte a todo lo humano auténtico, es
decir, donde se pongan en juego resortes específicos del
hombre. En ese hacer hay siempre raíces estéticas que, claro está, pueden malograrse. Tenemos así una gama de actividades en continuidad armoniosa desde la poesía a la ingeniería, si las ordenamos en razón del grado de condicionamiento material de su póyesis, que coincide con el de la
apertura hacia la ficción”.
En la contestación a su discurso, el arquitecto Luis Moya se
refiere también a la ingeniería como arte; sus últimas palabras
son las siguientes: “La entrada de Carlos Fernández Casado
Fig. 2. Carlos Fernández Casado en el puente sobre el río Guadalfeo. 1944.
en la Academia representa no solo la aportación de una sabia investigación histórica, sino la alegría de recibir de nuevo
el aire puro de la creación artística tal como fue en la arquitectura de otros tiempos, y esto debido paradójicamente a que
sus obras están en la vanguardia de la técnica de hoy, hermanada con la estética de ahora y de siempre”.
Mi padre, en su discurso se refiere a “su ingeniería”, es
decir, a la ingeniería de la construcción, y dentro de ella a las
obras de infraestructura que tienen expresión, porque no toda la ingeniería tiene valores expresivos. A la misma ingeniería se refiere Luis Moya en su contestación.
No voy a insistir sobre el tema del valor expresivo, y por
tanto artístico, de la ingeniería. Como hemos visto, lo trató
ampliamente mi padre, y lo han tratado diversos autores en
diferentes épocas. Este valor me parece claro, pero en cambio pienso que no es ésa la percepción que la sociedad en su
conjunto tiene de la ingeniería.
Creo que, en paralelo con la arquitectura, nadie niega el
valor artístico de la ingeniería cuando a ésta se le suma el valor de antigüedad, es decir, las obras históricas de ingeniería,
que generalmente se incluyen en la arquitectura porque históricamente, hasta el siglo XVIII, no hay delimitación clara entre
ingeniería y arquitectura. Un claro ejemplo de esto son los
grandes puentes y acueductos romanos.
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Pero este planteamiento cambia radicalmente con la ingeniería actual. Decía Leonardo que el gran amor requiere un
conocimiento profundo, y esto pensamos que es cierto en todos los grados del amor y del conocimiento. No pedimos para la ingeniería un gran amor, pero sí un acercamiento a ella.
Pensamos que la ingeniería es uno de los grandes desconocidos de la sociedad actual. Se utiliza pero se ignora, y como
no se conoce no se valora.
Esta falta de conocimiento, y por ello de criterio respecto
de la ingeniería, hace que la actitud de la sociedad ante las
infraestructuras pueda sufrir fuertes vaivenes de opinión en
espacios cortos de tiempo y entre distintos colectivos sociales.
En un momento dado se puede reclamar su necesidad, y poco tiempo después se puede considerar que son elementos
que degradan el paisaje natural, rural, o urbano, y por tanto
se deben evitar. En ocasiones ha llevado a actitudes extremas,
y en otras a actitudes contradictorias, pasándose del rechazo
radical a una obra que altera el medio existente, a la aceptación como elemento enriquecedor del paisaje. Del olvido
más absoluto, a su defensa apasionada como un elemento
fundamental de la ciudad o del paisaje.
No somos los ingenieros parte imparcial en el tema, porque en general conocemos bien y por ello amamos nuestra ingeniería, pero varias veces hemos visto personas conocedoras del arte en muchas de sus dimensiones que no tienen criterio respecto de las obras de ingeniería y por ello no se definen respecto de ella, la ignoran.
No parece fácil cambiar esta situación, aunque hay casos
que viniendo de la arquitectura, como los puentes de Santiago Calatrava, con su expresionismo efectista, cuyo valor no
negamos, han llegado a calar en espacios más amplios de la
sociedad que el resto de las obras de ingeniería. Pero no creo
que éste sea el camino que deban seguir los ingenieros.
Las artes del ingeniero
Carlos Fernández Casado
Mi padre tuvo siempre un afán de saber, y una vocación de
conocimiento universal. Había en ello una aproximación a los
hombres del Renacimiento y de ahí su admiración por Leonardo da Vinci. Pero toda la amplitud de sus conocimientos
los aplicó en la mayoría de sus actividades, que fueron muchas, a su vocación fundamental, la ingeniería, comprendida
ésta en todos sus aspectos: no solo hizo ingeniería, actividad
a la que dedicó sus mayores esfuerzos, sino que pensó sobre
su significado, y sobre ello escribió, como hemos visto, en varias ocasiones a lo largo de su vida. Estudió su historia, sobre
la que también escribió muchos trabajos, y de temas muy diversos. Hizo también estudios arqueológicos de obras romanas de ingeniería, sobre lo que publicó artículos y libros. Creo
que se puede decir que abordó la ingeniería de la construcción en todos sus aspectos.
Vamos a hacer un breve esquema de estas actividades, resaltando los trabajos que, vistos desde el momento actual, tienen o han tenido mayor trascendencia en la ingeniería y su
conocimiento.
Obras de ingeniería
Mi padre fue principalmente un ingeniero dedicado a crear
ingeniería y por ello su mayor interés se dirigía al proyecto.
Pero fue toda su vida ingeniero de una empresa constructora,
Fig. 3. Puente de Puerta de Hierro.
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Huarte y Cía, y por ello tuvo siempre una dimensión de constructor que no abandonó nunca a lo largo de su dilatada vida profesional. Por ello para él fueron siempre fundamentales los procesos de construcción, especialmente la prefabricación, procedimiento que utilizó en muchas de sus obras de tipos muy diversos: puentes, naves industriales, edificaciones.
No vamos a hacer una enumeración de sus obras, que
fueron muchas, sino que vamos a destacar algunas de las
que en nuestra opinión tienen un mayor valor expresivo, y
pueden por tanto tener más importancia dentro del patrimonio de las obras públicas.
Uno de sus primeros trabajos, y uno de los mejores, es la
colección de Puentes de Altura Estricta. Él mismo dijo que “de
lo que estaba más contento de haber hecho, es de la Colección de Puentes de Altura estricta”. Inició la colección en
1933, cuando tenía 28 años, antes de tener ningún encargo
concreto. De los primeros y mejores puentes de la colección
que construyó, son los de Puerta de Hierro (1934) y del Pardo (1935), los dos sobre el río Manzanares. Uno de los últimos, y también de los mejores, es el puente sobre el río Palmones (1954) cerca de Algeciras.
La mejor manera de definir la colección, de la que construyó cerca de cuarenta puentes, son sus propias palabras: “Y
esta tensión que era nuestro estado de ánimo, conducía necesariamente a lo económico bajo la forma de lo estricto. Introducir el mínimo de ideas nuevas en el paisaje: solo un contorno tan sencillo que pudiera dibujarse sobre la nieve. La
afortunada circunstancia de moldear nuestra tensión en una
de las épocas más felices de la vida dio origen a esta Colección de Puentes de Altura Estricta”.
Fig. 4. Puente del Pardo.
Fig. 5. Puente de Palmones.
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Fig. 6. Estación de trolebuses.
Fig. 7. Factoría de Ensidesa. Avilés.
Fig. 8. Endasa. Avilés.
La colección estuvo vigente desde los años treinta hasta los
cincuenta, en los que perdió significado porque se generalizaron los puentes de hormigón pretensado. No solo la utilizó él,
sino que hay muchas aplicaciones hechas por otros ingenieros.
Pienso que los puentes de esta colección son una de las
obras más logradas de la construcción racionalista en España en los años treinta y cuarenta.
Otro de los conjuntos de obras destacable es el de las naves industriales prefabricadas de hormigón que construyó en
los años cincuenta y sesenta. Como hemos dicho, dio gran importancia a los procesos de construcción, especialmente a la
prefabricación.
Con la empresa Huarte y Cía construyó una serie de naves prefabricadas de gran envergadura. La primera de ellas
fue la estación de trolebuses en Madrid, una nave formada
por arcos prefabricados de 40 metros de luz, terminada en
1950. La mayor de todas las obras industriales que construyó fue la siderúrgica de Avilés, donde se prefabricaron más
de un kilómetro de naves industriales de diferentes tamaños.
Son muchos y muy variables los tipos de cubierta que utilizó: arcos, cubiertas poligonales, cerchas trianguladas, cubiertas a dos aguas, etc. Creo que este conjunto se puede
considerar como uno de los más potentes de la arquitectura
industrial española del siglo XX.
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Fig. 9. Puente de Almodóvar.
Fig. 10. Puente de Castejón.
Fig. 11. Viaducto de Iznajar.
Como ya hemos visto, el pretensado se inició en España
cuando mi padre tenía cerca de cincuenta años; sin embargo, su capacidad de estudio le llevó a meterse de lleno en la
nueva tecnología y gracias a ello muchas de sus mejores
obras son de hormigón pretensado. Destacamos entre ellas
los puentes construidos con dovelas prefabricadas, los pasos
superiores de la carretera de la Coruña, y los puentes sobre
el río Manzanares en Madrid.
El primer puente construido por voladizos sucesivos con
dovelas prefabricadas fue el puente de Almodóvar del Río sobre el Guadalquivir, terminado en 1962, uno de los primeros
del mundo construido por este procedimiento. Es un puente
acartelado, siguiendo la misma idea de los puentes de altura
estricta, con 70 metros de luz. Se hizo con dovelas ligeras
montadas con blondin.
Con el mismo procedimiento de dovelas prefabricadas ligeras, pero con intradós curvo, construyó el puente de Castejón, de 101 metros de luz, el mayor de todos ellos. El mismo
sistema utilizó en el viaducto de Iznajar. El puente sobre la
dársena del Guadalquivir en Sevilla es de la misma serie, pero construido con dovelas pesadas montadas con grúa flotante. Y por último el puente de los Vados en Granada, con
Fig. 12. Puente de Sevilla.
dovelas de peso intermedio, que se montaron con grúa automóvil. Estos puentes forman un conjunto importante dentro de
los puentes pretensados españoles.
Lo mismo se puede decir de los pasos superiores de la carretera de la Coruña, una serie de pórticos de células triangulares con tablero acartelado de gran esbeltez, construidos
en los principios del pretensado en España. Se terminaron en
1965. Recientemente se ha sustituido uno de ellos por un paso de vigas, y si se ven juntas las fotografías de ambas obras,
nadie pensaría que la obra actual es la de vigas y la antigua
el pórtico, sino todo lo contrario, y hay una diferencia de cuarenta años entre ellas.
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Fig. 13. Tribuna del estadio de San Mamés.
Fig. 14. Puente sobre el aliviadero del pantano de Cubillas.
Mi padre, por la época en que trabajó, fue un ingeniero
dedicado casi exclusivamente a un solo material, el hormigón.
Sin embargo una de las mejores y más conocidas de sus obras
es metálica: el estadio de San Mamés, en Bilbao, cuya cubierta está colgada de un arco de 110 metros de luz. Fue siempre
un símbolo en Bilbao, y cuando se reformó el estadio, una condición que se puso a la reforma es que se conservara el arco.
Otro conjunto de obras destacable es el de los puentes arco, de tipos muy variados, desde los arcos tímpano de Cubillas y Mieres, hasta los arcos Maillart del acueducto del Alagón, pasando por la serie de “puentes anacrónicos”, como él
los llamaba, hechos con bóvedas de hormigón en masa, o
con cuantías mínimas de armadura, por la escasez del hierro
que había en esa época en España. Entre éstos destacamos el
puente de Mérida sobre el río Guadiana.
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Fig. 15. Acueducto de Valdeobispo.
Estudios históricos y arqueológicos
Además de hacer ingeniería, mi padre trabajó en muchos
otros temas. Nos hemos referido ya a sus estudios sobre la
significación de la ingeniería, que inició cuando tenía 23 años
en la Noche de Gallo en Granada, organizada por Fernando de los Ríos, entonces presidente del Ateneo de esa ciudad,
y dirigida por Federico García Lorca. Inició esa intervención,
titulada “Ingeniería: Maquinismo y Arquitectura”, con las siguientes palabras: “Victor Hugo pedía en nombre del arte que
las locomotoras aparecieran como dragones vomitando llamas, pero ustedes señoras y señores no reclaman formas de
pájaro para los aviones, ni se entristecen porque de los trasatlánticos hayan desaparecido los mascarones de proa”. Pienso que su intervención en la Noche de Gallo es uno de los escritos de más bella factura literaria, casi podemos decir que
Fig. 16. Puente de Mérida.
poética, de todo lo que escribió. El significado de la ingeniería y del ingeniero “el agente geomórfico por excelencia”, como lo definió en esa Noche, es uno de los temas fundamentales de su pensamiento.
Sus estudios históricos y arqueológicos tratan sobre ingeniería histórica, especialmente romana. Sobre ella estudió el
abastecimiento romano de la ciudad de Sexi (actualmente Almuñécar), donde descubrió uno de los primeros sifones romanos que se conocen. Sus libros sobre los acueductos y los
puentes romanos son dos clásicos de la historia de la ingeniería en España. Su último libro fue el de Ingeniería hidráulica romana, un libro muy documentado y muy trabajado, pero que publicó con 78 años y por ello le faltó tiempo para un
buen remate del libro y eso se nota en la falta de bibliografía
y en algunas figuras que no están al nivel del texto.
No solo estudió la ingeniería romana. Hay muchos estudios de puentes de todas las épocas, de las obras públicas en
general y de los caminos en particular.
Además de todo ello, fue profesor de Puentes en la Escuela
de Ingenieros de Caminos de Madrid durante 17 años, una de
sus vocaciones más arraigadas, que no pudo ver cumplida hasta los 53 años, edad a la que entró de profesor en la Escuela.
Creo que de su vida se puede decir aquel verso de Machado de la Elegía a Francisco Giner de los Ríos, al que se
refirió mi padre con frecuencia porque lo consideraba una de
sus divisas: “Lleva quien deja y vive el que ha vivido”.
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Leonardo Fernández Troyano
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
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