MEDICINA Y PERSONA REV MED UNIV NAVARRA/VOL 52, Nº 4, 2008, 26-28 Pardo A Comentario a una noticia sobre trasplantes A. Pardo Departamento de Humanidades Biomédicas, Universidad de Navarra Correspondencia: Antonio Pardo Departamento de Humanidades Biomédicas Universidad de Navarra 31008 Pamplona (apardo@unav.es) La difusión de la realización de trasplantes hizo plantearse en su día un protocolo médico para el diagnóstico de la muerte del donante, distinto a la aparición de signos claros de corrupción del cadáver. Aunque este último medio de diagnóstico de muerte fuera clásico y eficaz, suponía una demora de tiempo inadmisible si se quería que los órganos del donante estuvieran en condiciones útiles para la realización del trasplante que éste deseaba otorgar. Por este motivo, se introdujeron a finales de los años 60 los criterios neurológicos de muerte. La idea de fondo de dicho criterio consiste en que el fallo irreversible de la funcionalidad de todo el encéfalo es signo indicativo de la muerte del donante1. Con este criterio, se puede afinar mucho más el momento exacto de la muerte, de modo que no se deterioren los órganos del donante por un diagnóstico tardío realizado con otros criterios. Necesidad crónica de órganos El empleo de los criterios mencionados permitió el desarrollo que hemos presenciado en la práctica de trasplantes. Normalmente, los donantes se habían visto afectados por un accidente, con lesiones neurológicas graves, que le llevaban a la muerte; ésta se podía diagnosticar pronto siguiendo los criterios implantados, mientras se mantenía artificialmente su respiración en la UCI. Así se podían obtener órganos impares para trasplantes, cuestión inviable entonces de otro modo. Sin embargo, el problema principal de los trasplantes, antes y ahora, es la escasez de donantes, en comparación con el número de pacientes que precisan un órgano para sobrevivir. Los sistemas de coordinación de trasplantes hacen maravillas para conseguir que los pacientes más críticos puedan recibir a tiempo el órgano que esperan. En este sentido, la Organización Nacional de Trasplantes española desarrolla un trabajo modélico, que ha conseguido ganarse la confianza de los pacientes, y ha logrado que nuestro país tenga el mayor índice de donantes por habitante del mundo. Protocolos de donantes a corazón parado La mera coordinación, por muy bien planteada que esté, no puede conseguir paliar la escasez de órganos para trasplante. Por 1 A definition of irreversible coma. Report of the Ad Hoc Committee of the Harvard Medical School to Examine the Definition of Brain Death. JAMA 1968;205(6):337-40. 26 REV MED UNIV NAVARRA/VOL 52, Nº 4, 2008, 26-28 este motivo, en Estados Unidos, se inició ya desde comienzos de los años 90 un planteamiento alternativo. También fallecen pacientes con lesiones que no son principalmente neurológicas, en los que no serían aplicables los criterios neurológicos de muerte habitualmente empleados en los casos de trasplante. Si estos pacientes se encuentran hospitalizados, cuando sucede su muerte por parada cardiorespiratoria (y que fuera fútil intentar revertir), podrían emplearse sus órganos para trasplante si no se espera demasiado y los órganos no se deterioran en exceso. Como consecuencia de este razonamiento, se planteó realizar trasplantes también con donantes que cumplieran, no los criterios neurológicos de muerte, sino los criterios “clásicos”: apnea y asistolia prolongadas. Esta idea marcó el comienzo del Protocolo de Pittsburgh2, una de las variantes de lo que se conoce ahora como “protocolos con donantes a corazón parado”. Evidentemente, la puesta en marcha de este tipo de protocolos tiene limitaciones: como hemos mencionado, sólo se puede llevar a cabo en pacientes ingresados, pues no daría tiempo a aplicarlos cuando el fallecimiento sucede fuera del hospital; y tiene siempre a sus espaldas la dificultad del deterioro de los órganos si el tiempo de asistolia y apnea se prolonga demasiado. Esta última dificultad llevaba a intentar acortar todo lo posible dicho periodo. Por este motivo, el Protocolo de Pittsburgh ha sido duramente criticado pues, probablemente, los dos minutos de espera que preconizaba dicho protocolo original no garantizaban la muerte; el paciente seguramente podría ser reanimado al cabo de ese lapso, lo que demostraría que estaba realmente vivo todavía. Aunque haremos un comentario en el último apartado de este artículo, la solución a este problema ha consistido en prolongar el periodo de apnea y asistolia, tal como hace el protocolo de Pensilvania y otros, pudiendo alargarse el tiempo, con técnicas especiales, incluso a media hora o más3. Pero esta praxis no hace desaparecer la tensión por acortar el tiempo de asistolia. 2 DeVita MA, Snyder JV. Development of the University of Pittsburgh Medical Center policy for the care of terminally ill patients who may become organ donors after death following the removal of life support. Kennedy Institute of Ethics Journal 1993 Jun;3(2):131-43. 3 Véase, por ejemplo, Kato M, Mizutani K, Hoshinaga K, et al. In situ renal cooling for kidney transplantation from non–heart-beating donors, Transplant Proc 2000;32:1608-10. O, para algún trasplante especial, Nagata H, Matsumoto S, Okitsu T, Iwanaga Y, Noguchi H, Yonekawa Y, Tanaka K. In situ cooling of pancreata from non-heart-beating donors prior to procurement for islet transplantation. Transplant Proc. 2005;37:3393-5. 131 Comentario a una noticia sobre trasplantes La pendiente deslizante Esta tensión por obtener órganos, y la dificultad objetiva de conseguir un trasplante con éxito con un protocolo de donante a corazón parado si el tiempo de asistolia ha sido muy largo, supone una presión sobre los médicos para acortar dichos periodos. En este sentido, desde hace tiempo corren rumores de que los médicos, en los protocolos de donantes a corazón parado, están apresurando la toma de órganos de los pacientes, acelerando así su muerte para realizar los trasplantes. Nunca ha habido pruebas fehacientes de esta acusación en nuestro medio, aunque sí se han referido de otros lugares, como algunos del lejano oriente, donde los criterios éticos habituales en Occidente sobre el respeto a la vida del paciente tienen una vigencia muy escasa. Sin embargo, recientemente se ha publicado un artículo en el New England Journal of Medicine4 en que se describe cómo se ha procedido a practicar trasplantes a partir de niños donantes tras sólo 75 segundos de asistolia. El argumento empleado fue que, tras 60 segundos, no hay recuperación espontánea del latir del corazón5. Como es evidente, si con maniobras de reanimación se puede recuperar a estos pacientes una vez pasado ese minuto, los 60 segundos son una mera excusa utilitarista para recolectar los órganos cuanto antes. Lo alarmante no es tanto este deslizarse hacia reblandecimientos del criterio ético, sino los comentarios, bastante acríticos, aparecidos en el mismo número de la revista6: aunque se levantaron voces en contra, el artículo editorial deja la cuestión abierta a futuros debates, y sólo el profesor Veatch se mostró en claro desacuerdo. Básicamente, se arguye que, como se trataba de niños que no iban a ser reanimados (en su caso se hubiera tratado de una maniobra fútil), bastaba con esperar muy poco más del periodo en que la asistolia puede recuperarse espontáneamente. Criterios irrenunciables Pienso que, ante esta laxitud en la interpretación de los criterios para la toma de órganos en un protocolo con donante a corazón parado, es necesario subrayar tres elementos irrenunciables, dos de tipo filosófico-antropológico y otro de tipo ético. En primer lugar, desde el punto de vista antropológico, hay que admitir, siempre, que el hombre es un ser vivo orgánico que es persona. No se puede separar el carácter de persona, y la dignidad que lleva aneja, de la vida corporal. La personalidad no es algo meramente funcional. El simple hecho de la cesación de manifestaciones racionales o personales (que, por otra parte, pueden no haber existido nunca en algunos individuos) no implica la desaparición de la persona; ser persona es algo entitativo 4 Mark M. Boucek MM, Mashburn C, Dunn SM, Frizell R, Edwards L, Pietra B, Campbell D. Pediatric Heart Transplantation after Declaration of Cardiocirculatory Death. N Engl J Med 2008;359:709-14. Agradezco al Dr. Herranz haberme desvelado esta cita. 5 Bernat JL. The Boundaries of Organ Donation after Circulatory Death. N Engl J Med 2008;359:669-71. 6 Gregory D. Curfman GD, Morrissey S, and Jeffrey M. Drazen, M.D. Cardiac Transplantation in Infants (Editorial). N Engl J Med 2008;359:749-50. Veatch RM. Donating Hearts after Cardiac Death — Reversing the Irreversible. N Engl J Med 2008;359:672-3. 132 del hombre, no es meramente un aspecto manifestativo que pueda aparecer o desaparecer. Esto hace que, mientras exista vida humana corporal, esa vida debe ser respetada como un valor máximo, por ser una vida personal7. En segundo lugar, la vida biológica es un todo. Un ser vivo es un ser orgánico viviente. En esta definición, “un” está indicando la unidad del todo, no que se trate de un ejemplar cuantitativamente uno. No cabe una “muerte parcial”. La muerte es la muerte del organismo como un todo. Por tanto, para que haya muerte, es absolutamente necesario que haya una desintegración irreversible de las diversas partes del organismo8. Aplicando esta noción a los “donantes a corazón parado”, es claro que sólo existe falta de integración de las partes del organismo cuando ésta ni se observa ni se puede recuperar con maniobras de reanimación adecuadas9. Puede haber situaciones transitorias, graves, en que dicha integración está en peligro, y que pueden exigen maniobras de reanimación urgentes. Pero no se puede afirmar que no hay un cuerpo integrado mientras que la situación sea reversible. Por este motivo, no son admisibles los protocolos de donantes a corazón parado que esperan un tiempo mínimo, insuficiente a todas luces para establecer un diagnóstico clínico de muerte. 7 Es una cuestión subyacente a toda la posición profesional establecida en este terreno: Matesanz R, ed. Documento de consenso español sobre extracción de órganos de donantes en asistolia. Nefrología 1996;16(sup. 2):48-53. http://www.revistanefrologia.com/mostrarfile.asp?ID=695 Accedido el 24 de noviembre de 2008. También es patente en instancias éticas profesionales: véase el Código de Código de Ética y Deontología Médica Español de 1999, Capítulo VIII. Y en declaraciones de la Iglesia, referente moral obligado en la sociedad actual: véase Juan Pablo II. Carta Encíclica Evangelium Vitae, n. 60, in fine. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_25031995_evangelium-vitae_sp.html Accedido el 23 de noviembre de 2008. Por último, también es plenamente acorde con la normativa legal española: véase el Real Decreto 2070/1999, de 30 de diciembre, por el que se regulan las actividades de obtención y utilización clínica de órganos humanos y la coordinación territorial en materia de donación y trasplante de órganos y tejidos. BOE de 4 de enero de 2000:179-90. Esta cuestión irrenunciable, al igual que las otras dos que se mencionan a continuación, también puede ser demostrada de modo inequívoco por medio de la reflexión filosófica, pero sería demasiado prolijo en este contexto, dada la extensión de este trabajo. 8 Véanse Matesanz R, ed. Documento de consenso español…, cit., punto de consenso 1a. Código de Código de Ética y Deontología Médica Español de 1999, Artículo 28.2. Juan Pablo II, Discurso del Santo Padre Juan Pablo II con ocasión del XVIII Congreso Internacional de la Sociedad de Trasplantes. Martes, 29 de agosto de 2000, n. 4. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2000/julsep/documents/hf_jp-ii_spe_20000829_transplants_sp.html Accedido el 17 de noviembre de 2008. 9 Véanse Matesanz R, ed. Documento de consenso español…, cit., ibídem. Real Decreto 2070/1999, cit., Anexo I, parte 3 (Diagnóstico de muerte por parada cardiorrespiratoria), 2º. En este terreno, la Iglesia ha afirmado repetidamente que no es su misión expresar en un acto magisterial cuándo un hombre está muerto; esto es una cuestión que queda para estudio científico. Véase Juan Pablo II, Discurso del Santo Padre Juan Pablo II…, cit., n. 5. http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/ speeches/2000/jul-sep/documents/hf_jp-ii_spe_20000829_transplants_sp.html Accedido el 17 de noviembre de 2008. Véase también Benedicto XVI. Discurso del Papa Benedicto XVI a los participantes en un Congreso Internacional sobre la Donación de Órganos organizado por la Academia Pontificia para la Vida, viernes 7 de noviembre de 2008. http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/november/documents/hf_ben-xvi_spe_20081107_acdlife_sp.html Accedido el 24 de noviembre de 2008. Esta afirmación se encuentra ya en discursos del Papa Pío XII. REV MED UNIV NAVARRA/VOL 52, Nº 4, 2008, 26-28 27 Pardo A Por último, desde el punto de vista ético, no se puede efectuar un trasplante a costa de dañar al donante10. Esto se traduce, en el caso de donación de cadáver, en la denominada “regla del donante muerto”11. Si la Medicina continúa manteniendo estas tres ideas madre intactas, podrá seguir practicando los trasplantes sin transgredir su principio básico: el respeto al paciente12. 10 12 Es el espíritu tanto del Documento de consenso español sobre extracción de órganos de donantes en asistolia (cit.) como del Real Decreto 2070/1999 (cit.). Véanse también el Código de Código de Ética y Deontología Médica Español de 1999, Artículo 4.4; el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2296. http://www.vatican.va/archive/ ESL0022/__P81.HTM Accedido el 17 de noviembre de 2008; y el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 476. http://www.vatican.va/archive/compendium_ccc/documents/archive_2005_compendium-ccc_sp.html Accedido el 17 de noviembre de 2008. Las citas en este sentido podrían multiplicarse. 11 Véase el Código de Código de Ética y Deontología Médica Español de 1999, Artículo 28.2. Véanse también los textos de la nota anterior. Véase también Benedicto XVI. Discurso del Papa Benedicto XVI a los participantes…, cit. y Juan Pablo II, Discurso del Santo Padre Juan Pablo II con ocasión del XVIII Congreso…, cit. Herranz G. El respeto, actitud ética fundamental en la Medicina. Lección inaugural del curso 1985–86 en la Universidad de Navarra. Pamplona: Universidad de Navarra; 1985. Se puede acceder al texto completo en http://www.unav.es/cdb/dhbghrespeto. html Accedido el 23 de noviembre de 2008.