El aeropuerto de Caleta Olivia u otro proyecto Los recursos económicos son escasos Es verdad, y es bueno que así sea, que todas las localidades del país reciban diferentes inversiones, sean éstas públicas o privadas, siempre que promuevan el Bien Común de las propias localidades y del bienestar de su gente. Algunos necesitan hospitales, otros escuelas o puentes, todos desean cuadras asfaltadas. Algunos pretenden nuevas terminales o unidades académicas universitarias y, desde ya, para aquellos que viven en la Patagonia, los aeropuertos pueden o pasan a ser una verdadera necesidad. Los dirigentes comprometidos y destacados evaluarán lo que resulte más factible, mas útil, menos costoso y ambientalmente conveniente para su localidad y para las localidades vecinas. Si tuvieran una visión política constructiva que exceda a su localismo, evaluarán a fondo, también, cada una de las cosas que pueda exigir a los posibles inversores según las necesidades propias y ajenas de la Comarca. Lo que sí está claro es que, de un modo u otro, sea que las inversiones provengan “de arriba” o que se ofrezcan desde “el llano”, existirá siempre una decisión política que tiene o deberá tener en cuenta las opciones y las prioridades. Pero frente a estas precauciones, resulta necesario tener en cuenta que los recursos económicos son limitados, y por eso vale mucho discernir la alternativa óptima. En efecto, para cualquier tendencia ideológica o “escuela económica”, los recursos siempre serán escasos, sean éstos genuinos, coparticipados, derivados de las retenciones o bien de riquezas particulares. Pero todos tienen, o deberían tener, una función social, sin caer en las mezquindades de los intereses partidarios y sin coartar los beneficios económicos que puedan tener las iniciativas particulares, las cuales deben estar claramente sujetadas al bienestar de la comunidad. Teniendo en cuenta esta pequeña premisa, resulta conveniente juzgar a las “inversiones” como un factor que mejore tanto el presente como el futuro de los habitantes, y que beneficien a la mayor cantidad de personas posible. Así sucedió con las represas hidroeléctricas, las explotaciones petroleras, los tendidos ferroviarios, las rutas asfaltadas, etc. Todas las inversiones que se propongan o se puedan realizar deberán tener un efecto multiplicador regional y aún nacional. Sin embargo, conspiran contra los principios de regionalismo y de Bien Común, aquellos que se aferran a los localismos, que pretenden que las inversiones se vuelquen hacia tal o cual localidad, como si éstas fueran las únicas, incluso a veces pretendiendo exclusividad. De esto ya la Patagonia tiene varios ejemplos, donde la provincialidad o el antagonismo de las localidades vecinas hicieron proliferar “zonas francas” demasiado cercanas, puertos contiguos separados solamente por una línea imaginaria, terminales de ómnibus separados por un puente (como es el caso de Cipolletti y Neuquén) o el más evidente caso de localismo puro que fue el caso de los aeropuertos de Puerto Madryn y Trelew, separados por una distancia de 55 kilómetros. La propuesta de los aeropuertos en Comodoro Rivadavia y en Caleta Olivia parece seguir insistiendo en este modelo, o creencia, de los localismos indiferentes al Bien Común regional. El razonamiento de hacer lo que se quiere con los recursos propios, despreocupándose del vecino, suele ir también de la mano con el otro lugar común de “dar trabajo a los míos”. Estos localismos, mal interpretados, suelen verse mejor desde lejos y sin intereses particulares, locales, ideológicos o partidarios. Cuando se concibe a la Patagonia como región, o a la Argentina como unidad, vienen a la memoria, por ejemplo, los años ’40 y ’50, en los cuales las mencionadas localidades, como otras, pertenecían a una misma gobernación: la de “Comodoro Rivadavia”. En este sentido, a la idea de asociar la racionalidad de los proyectos a la honesta y lícita voluntad de “dar trabajo a los míos”, debe recordarse que “no eran míos” años atrás los recién llegados santiagueños, catamarqueños o chilenos, “hoy sí son míos”, y “no son míos hoy” los que vienen de afuera, porque pronto también ellos estarán en el padrón y, con paciencia y trabajo, “también míos” serán sus votos. Pero para ello se necesitará acrecentar las dos virtudes de los que dirigen y conducen: la paciencia y la prudencia. Muchas veces, la originalidad de las ideas deben combinar la sana intención de dar trabajo con el sentido regional de la planificación. Una alternativa auténticamente racional podría lograrse conectando Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia con la denominada “doble vía”, buscando el doble propósito de mejorar el trafico y la seguridad, ya que son demasiadas las muertes por accidentes de tránsito hay en estas rutas. O, quizás mejor, sustituir la propuesta de tener mayor cantidad de aeropuertos por la inversión en aviones de 18 a 30 pasajeros, que son los que realmente se necesitan, y así empezar a concretar un viejo proyecto aerocomercial de unir más profundamente la región. En este sentido, no resulta utópico pensar en la combinación de estos aviones interregionales con el avión que llega desde Buenos Aires a Comodoro Rivadavia a las 8.30 de la mañana; y establecer de este modo una línea de vuelos internos que salgan hacia Perito Moreno, luego El Calafate, Río Turbio, para llegar finalmente a Río Gallegos; o bien salir hacia Puerto Deseado, San Julián, y estar otra vez en Río Gallegos. La medida de no construir, al menos por ahora, aeropuertos de complejidad, puede ser el criterio de la distancia, que la localidad no se sitúe a menos de 200 o 250 kilómetros. Si bien, en este caso, nos quedaría Gobernador Gregores afuera, su aislamiento podría evitarse apurando el asfalto o eventualmente contemplar esta favorable coyuntura de inversiones que tiene esta localidad cumpliendo además con el uso eficiente y racional de los recursos escasos Estas pueden ser algunas de las ideas que tiendan a complementar los recursos y evitando rivalidades anti-regionales y anti-económicas, pues no debemos olvidar que los recursos siempre son escasos, aunque hoy parezca que son muchos. Vale también recordar, para estos casos, la recurrente reflexión que se oye en cualquier rincón de Santa Cruz y de Chubut: la de que estas dos provincias están viviendo un momento histórico al tener un presidente patagónico con un mismo signo partidario. En la Cuenca del Golfo San Jorge conviven las dos provincias y se desparraman en el interior sus dividendos. Existen distintas ideas y es el momento oportuno para que la clase dirigente aproveche la bonanza económica. El desafío podrá encararse con recursos propios, privados, públicos o “redistribuidos”; pero no nos olvidemos que para que esto suceda (el barril de petróleo superando los 70 dólares), existe a miles de kilómetros una guerra en la cual George W. Bush ejecuta a decenas de árabes todos los días. El dinero esta ensangrentado. Desde ya que esto no es culpa de los argentinos y tanto menos de su gobierno. Pero sí es nuestra la responsabilidad de emplearlo del mejor modo. Porque no hay “mío”, ni “padrón electoral favorable”, que pueda paliar el sufrimiento de los niños que mueren en los brazos de sus padres. También es verdad que este sufrimiento está lejos y esos padres o hijos están aún más lejos de poder sentirlos y que probablemente no sepan de la existencia de las localidades de la Cuenca del Golfo San Jorge, pero tal vez un día venga por estos lados un hermano, un tío o un hijo de ellos, del mismo modo que hace tiempo lo hacían otros, de distinto color y credo o para nosotros mismos o simplemente para las generaciones que vienen. Seguramente, en poco tiempo, gracias a la generosidad de nuestra tierra, podrán ellos trabajar y en poco tiempo podrán hasta llegar a votar y algo les podremos haber devuelto. Todo este intríngulis de discusiones de propuestas no debe ser escuetamente un negocio, pues la generosidad tiene algo que ver con la política bien entendida y el buen aprovechamiento de los recursos económicos puede ser un valor económico en sí. Y si bien el asfalto y los aviones también pueden ser un negocio para sacar ganancias y votos, al menos dejaríamos “algo más” y los argentinos haríamos esta vez honor a la otra cara de los negocios: la creatividad. Lic. Alex H. Vallega – Coordinador del Programa Patagónico - UCA