Vicio y moral en La Celestina de Fernando de Rojas Investigación de la moralidad a través de la ética aristotélica Linda Corporán, 6075096 Universidad de Ámsterdam, Facultad de Humanidades Tesina de Master: Literatura española ME Tutor: Antonio Sánchez Jiménez Ámsterdam, julio 2011 Versión final 1 2 ÍNDICE Introducción 5 1. La Celestina, De la Comedia a Tragicomedia 8 1.1. La autoría y génesis: ―vi en Salamanca la obra presente‖ 11 1.2. Género 11 2. Estado de la cuestión: La Celestina ¿obra didáctica? 14 2.1. De comedia a tragicomedia 14 2.2. Corrientes vigentes: judía-pesimista y cristiana-didáctica 16 2.2.1. La corriente judía-pesimista 16 2.2.2. La corriente cristiana-didáctica 18 3. La Celestina, ¿obra “en reprehensión de los locos enamorados”? 23 3.1. La tradición del amor cortés 23 3.2. Amor cortés y La Celestina 25 3.3. El amor loco como vehículo 27 4. Aristóteles y la ética de virtudes 30 4.1. Religión y ética: el papel de la razón 31 4.2. Ideal ético aristotélico 33 5. Análisis de los personajes principales 36 5.1. Calisto: el amante cortés desenmascarado 36 5.1.1. La pasión de Calisto 37 5.1.2. Eudaimonía y egoísmo 39 5.1.3. La muerte de Calisto 42 5.2. Melibea, la furiosa enamorada 43 5.2.1. El rechazo de Calisto 43 5.2.2. El sí de Melibea 45 5.2.3. El suicidio 46 5.3. Los criados: Pármeno y Sempronio 47 5.3.1. Relación: amo – criados 48 5.3.2. Motivaciones: avaricia, codicia y egoísmo 52 5.3.2. De la hostilidad a la amistad 52 3 5.3.4. El asesinato a Celestina y el fin de Pármeno y Sempronio 5.4. Celestina 54 55 5.4.1. Captando la voluntad 55 5.4.2. La muerte de Celestina 59 Conclusión 62 Bibliografía 65 4 Introducción La famosa obra de Fernando de Rojas, La tragicomedia de Calisto y Melibea (14991502), por lo muy versátil y polifacética que es, hace surgir un sinfín de preguntas. A pesar de que la crítica por más bien cinco siglos ha tratado de ofrecer soluciones a las numerosas polémicas que rodean la obra, todavía parece mayor la cantidad de dudas. De entre todas ellas, quizás lo más problemático es que se caracteriza la obra como una obra didáctica. Al calificar la obra así por no proponer Rojas una respuesta clara en cuanto a su mensaje, hace saltar la pregunta ¿qué es lo que crítica? Y, ¿qué es lo que propone como alternativa? Como podemos leer en los textos preliminares la obra se centra en el amor cortés y critica a los locos enamorados y a los sirvientes malignos, ofreciendo un manual sobre cómo huir de estas malas fuerzas. Así que muchos críticos concuerdan en el hecho de que la obra es un reproche del amor cortés. Sin embargo, el hecho de que Rojas no propone ningún modelo ejemplar hace problemático resolver su objetivo. Por ende, abogamos que la lectura del Incipit de que la obra es una reprehensión del amor profano parece demasiado simplista ya que tampoco es muy claro qué es lo que el escritor reprocha en el amor cortés. Por lo tanto, sostenemos que la obra sólo nos ofrece un ‗desexemplo‘ y deja hablar el castigo de los locos enamorados por sí mismo. Visto el contenido pesimista del prólogo tanto como del acto que cierra la obra, partimos de la observación de que Rojas no sólo reprueba el amor cortés, o loco, sino que debe de tener un propósito más completo. Así que al considerar los personajes y sus acciones, es evidente la falta de moral que exponen y cabe señalar además que sería infundado negar este elemento. Por ende partimos de la hipótesis de que el tema de la obra no es únicamente el rechazo del amor cortés sino de una sociedad cristiana decadente cuyos miembros son castigados por su falta de moral. Con el fin de probar la hipótesis expuesta se halla el asunto principal de este estudio en la investigación de la moralidad de los personajes principales. Así que tratamos de responder las preguntas claves, a saber ¿qué es inmoral o pecaminoso en las 5 acciones de la obra?, y ¿cómo identificamos en estas la falta de moralidad? Por ende intentamos servirnos de la ética de Aristóteles ya que ofrece un instrumento de medición para probar la moralidad de los personajes ya que en gran medida corresponde con las ideas vigentes en aquella época. No obstante, antes de que nos metamos en los análisis en el capítulo V de los personajes principales, a saber Calisto, Melibea, Sempronio y Pármeno, y Celestina, es necesario crear un contexto que hace posible tal análisis. Por ende se dedica el primer capítulo a la autoría, el génesis y el género de la obra. En el segundo capítulo tratamos la polémica acerca del propósito de Rojas y las corrientes vigentes que han tratado de resolverla. El tercer capítulo está dedicado a la tradición del amor cortés y a cómo podemos relacionarlo con La Celestina. La segunda parte del estudio consta del cuarto y quinto capítulo, por ende en el capítulo IV se dispone la ética aristotélica en su forma más elemental para dar camino al capítulo V. Así que en el último capítulo intentamos hacer los análisis éticos de los personajes. Se termina esta tesina con una conclusión en la que uniremos los resultados. 6 1. La Celestina, De la Comedia a Tragicomedia La obra de Rojas sin duda alguna es una de las obras más interesantes en la historia de la literatura española, tanto por su ambigüedad como por su originalidad. Para llegar a acalorados debates, ni siquiera se necesita buscar lejos. Por muy problemático que parezca el contenido, tanto más lo sería la cuestión de la autoría y la génesis compleja. Por ende, sin ser exhaustivo, el presente capítulo se dedicará en unas cuantas palabras a la autoría, el génesis y el género de la Tragicomedia de Calisto y Melibea. 1.1. La autoría y génesis: “vi en Salamanca la obra presente” Tal como nos dejan saber los versos acrósticos de Alonso de Proaza en uno de los textos preliminares el escritor de que nos ocupamos fue el bachiller Fernando de Rojas (14701541) que ―acabó la Comedia de Calysto y Melybea y fue nascido en la Puebla de Montalván‖. La obra, generalmente conocida como La Celestina1, fue la única obra que escribió. Como indica Rojas en la Carta que procede al texto, ‗El autor a un su amigo‘, ha encontrado el primer acto de una ―comedia‖, escrito por un autor desconocido, en Salamanca. Ya que le agradó tanto decidió terminar la obra durante unas vacaciones de quince días. Por lo tanto sabemos que la obra conoce por lo menos dos autores. Si, a diferencia de muchas personas, creemos las palabras de Rojas en la Carta y en los versos preliminares debemos atribuir el primer acto a Rodrigo Cota o Juan de Mena. El hecho de que Rojas mismo habla de la génesis de la obra con tal misterio ha alimentado el extenso conjunto de estudios que han tratado, y tratan de determinar la paternidad de las diferentes partes de la obra. Aunque por diversas razones ninguno de los dos escritores mencionados parece ser autor del primer acto, la posibilidad de que el antiguo autor es 1 Como el público contemporáneo el público de la época consideraba el personaje de la Celestina como el más interesante. Además de su papel polifacético es considerado el personaje central. Así que señora la obra de modo tal que en gran parte la obra gira en torno de su oficio y cómo ella sabe manipular los demás para enriquecerse. Es desde tal perspectiva que se ve justificado el cambio de título. 7 Rodrigo Cota goza de mayores seguidores [Stephen Gilman 1974: 21, Dorothy Severin 1992: 15]. Para hacerlo más complejo, tampoco hay conformidad completa sobre el hecho de si Rojas efectivamente escribió los cinco actos añadidos. Por lo tanto hay quienes se malician que existe un tercer autor anónimo, e incluso los que opinan que trata de una colaboración de un círculo intelectual [Guillermo Serés 2000: LXIV]. No obstante, la postura mayoritaria de la crítica, entre otros Menéndez Pidal, Bataillon, María Rosa Lida de Malkiel y Severin, opina que Rojas de hecho fue el autor de la comedia y la tragicomedia, salvo los papeles del primer acto y los argumentos de la Comedia [Ibíd. 2000: LIX]. En cuanto a la génesis, la primera edición principalmente titulada Comedia de Calisto y Melibea consta de dieciséis actos y fue publicada en Burgos posiblemente en 1499. Otra edición aparece en Toledo un año más tarde y una tercera, muy similar a la de Toledo, en Sevilla en 1501. No obstante, cuál de las ediciones fue la princeps es cuestión debatida que no se halla definitivamente cerrada. Con respecto a la exhaustividad, la edición de Burgos tenía los argumentos de cada acto explicando la acción pero todavía faltan los textos preliminares. Al contrario, la Comedia toledana es la primera versión completa que conocemos ya que sí los incluye, siendo estos: la Carta del ‗autor a un amigo‘, los versos acrósticos, ‗El autor, excusándose de su yerro […]‘ (o el Incipit), el argumento de toda la obra y los versos atribuidos a Alonso de Proaza al final [Severin 1992: 12]. El enfoque de este presente estudio no está en la Comedia sino en la versión ampliada de la obra que apareció en 1500 o 1502. La diferencia entre los dos se halla sobre todo en la intriga argumental. A la edición ampliada Rojas no sólo modifica los preliminares y el título, sino también añade cinco actos, insertados en medio del acto XIV. Además añade un nuevo Prólogo en gran parte copiado del De remedis utriusque fortunae de Petrarca [Gilman 1974: 21]. Allí explica que había añadido los cinco actos para satisfacer el gusto del público al alargar el proceso de deleite de los amores. Así que escribe ―miré a donde la mayor parte acostaba y hallé que querían [el que se alargase en el proceso de su deleite destos amantes […] aunque contra 8 público] mi voluntad, meter segunda vez la pluma […] puesto que no han de faltar nuevos detractores […]‖ (Prólogo, 21) Además aclara el cambio del título de Comedia en Tragicomedia. Así que expresa que el nuevo género híbrido enlace mejor el contenido trágico dado que todos los personajes de importancia encuentran su final en la muerte. Por ende explica Rojas: Otros han litigado sobre el nombre, diziendo que se avía de llamar comedia, pues acabava en tristeza, sino que se llamase tragedia. El primer autor quiso darle denominación del principio, que fue placer, y llamóla comedia. Yo viendo estas discordias, entre estos estremos partí agora por medio la porfía y llaméla tragicomedia (Prólogo) Además que en el Prólogo Rojas explica las alternaciones ya mencionadas, también comunica su visión pesimista del mundo al referir a Heráclito diciendo que ―Todas cosas ser criadas a manera de contienda o batalla‖ que lo especifica siguiendo a Petrarca al escribir que ―Sin lid y ofensión ninguna cosa engendró la natura, madre de todo‖, con que alude a la inconstancia de la naturaleza y a la imagen del mundo como contienda. A la luz de nuestra hipótesis es evidente señalar que lo que acabamos de decir no sólo es otro argumento más que anuncia y complementa el aspecto trágico de la obra, sino incluso instruye al lector en cómo leer la obra para que entienda el trágico fin y reconozca las lecciones que están por dentro. Tal y como la Comedia la Tragicomedia se cierra con los versos de Alonso Proaza ya mencionados. No obstante, a diferencia de la Comedia los versos de Proaza están precedidos por cuatro nuevas estrofas de Rojas que llevan el título, ‗Concluye el autor […]‘2 en que Rojas por última vez deja claro su objetivo, ―de la más moralizante intención‘‘, retomando el propósito ya presente en la Comedia. Por consiguiente repite e insiste en la utilidad de la obra, advirtiendo al lector 3 que no se pierda en el deleite: 2 Es allí donde reaparece la antigua oncena estrofa de los versos acrósticos, ya no como la última sino como primera estrofa. 3 Sobre la recepción de la obra en el siglo XVI véanse Chevalier, Maxime,. "La Celestina según sus lectores," en Lectura y lectores en la España del siglo XVI y XVII, Turner, Madrid (1976), pp. 138-166. 9 No dudes ni aya vergüença, lector, narrar lo lascivo que aquí se te muestra, que siendo discreto, verás ques la muestra por donde se vende la honesta lavor; de nuestra vil massa con tal lamedor cosiente cixquillas de alto consejo, con motes y trufas del tiempo más viejo scriptas abueltas le ponen sabor (349, Estrofa 2) Resumiendo lo dicho cabe señalar que aparte de los cinco actos intercalados con que se alargase la historia de amores, todas alternaciones hechas se ponen al servicio de la didáctica y de la lección moral. Es evidente ver que el conjunto de los textos preliminares da fuertes indicios de que el autor se daba cuenta de las reacciones del público [Gilman 1974: 22]. Así que sigue advirtiendo al lector, ―buscad bien el fin de aquesto que escrivo‖, ―aunque dulce cuento‖4. Volveré a este asunto en el siguiente capítulo en el que lo discutiremos ampliamente. 1.2. Género Además de la génesis y la autoría de la obra, también requiere atención el género a la que pertenece la obra de Rojas la que nombró de nuevo ‗tragicomedia‘. Es interesante ver primeramente qué es lo que entendemos por tragedia y comedia. Íñigo Ruiz Arzálluz [2000: XCIII], al hablar sobre el género y las fuentes de la (tragi)comedia dice lo siguiente en cuanto a la definición: […] se entendía por comedia toda obra literaria que tratara principalmente de cuestiones privadas, de personas de condición media o baja, y que además empezara mal y terminara bien; tragedia era, a su vez, aquélla en la que se mostraban reyes y grandes 4 Con ‗dulce cuento‘ alude a la píldora dulce, o sea al dulce curar y deleitar enseñando como reza la recurrida sentencia de Horacio, tópico de la literatura didáctica medieval. Véanse Benito Ruano, Eloy, Tópicos y realidades de la Edad Media, I, Colección Estudios, Madrid, 2000 10 señores, acciones de gran transcendencia, y en la que el principio era alegre y el final triste. Además como señala Erik Coenen [1997: 155], según las normas clásicas la tragedia está escrita en un estilo elevado en boca de personajes linajudos, mientras que la comedia se deja caracterizar por un habla popular de gente de baja estirpe. No obstante, la novedad en Rojas la encontramos en la mezcla, ya que nos presenta una fusión de personajes pertenecientes al género de la tragedia, tanto como gentes de baja estirpe que tradicionalmente se atribuyen al género de la comedia. Aun más innovador es que el habla de los personajes, sobre todo los de clase baja, no se conforma al registro que le corresponde. Así que veremos cómo los criados ponen de manifiesto una sabiduría y un conocimiento de los clásicos poco conforme a su descendencia baja. Igualmente este elemento de no correspondencia de registros lo encontramos en el habla de la alcahueta. Mientras que no podemos esperar que ella haya recibido alguna enseñanza, adapta su habla al personaje con quien se comunica, sirviéndose una vez del habla popular y la otra de un habla elevado y noble en que hace referencia a todo tipo de fuentes clásicas. Volveré a hablar sobre este asunto en el capítulo V al tratar los personajes principales de la obra. Ahora bien, aparte del cambio de comedia a tragicomedia, Rojas ha producido una obra sin respetar, según parece, las convenciones vigentes del drama qua la hacen ser representable. Unos de los puntos dificultosos al estudiar La Celestina es el establecer el género al que pertenece la obra, La Celestina. Una vez establecido el género el siguiente problema es determinar si la obra es normal dentro del género. Según han observado los críticos la obra contiene tanto elementos muy propios del drama, es decir para ser representado, como elementos novelísticos. Los elementos que comparte con la novela los hallamos en el empleo del diálogo y la libertad de espacio y tiempo. Gilman incluso llega a concluir que la obra es « profundamente agenérica» visto que a Rojas le interesa el diálogo, propia de la novela [cit. en Ruiz Arzálluz, C]. Severin dice algo similar al opinar que La Celestina es un híbrido en cuanto a su género y, en efecto, no es ni comedía humanística ni ficción, sino un nuevo género que debemos identificar con la novela [Ruiz 11 Arzálluz 2000: CI]. Por ende se suele llamar la obra novela dramático o novela dialogada [Juan Luis Alborg 1970: 554]. Como sostiene además Lida de Malkiel (1962), ―La Celestina no fue escrita para representarse en un teatro por la sencilla razón de que no había entonces teatros en Europa‖, y por ende, ―la obra fue escrita para recitarse, según podemos leer en el Prólogo y de una copla que recomienda leerla expresivamente‖ (Cit. en Alborg 1970: 558). Conforme la observación de Buenaventura Carlos Aribau (Cit. en Alborg 1970: 554) es desde tal perspectiva que debemos interpretar comedia y tragedia, es decir como términos dramáticos que no refieren a la naturaleza clásica hecha para ser representada, sino al desenlace, sea cómico o sea trágico. Y es además desde tal perspectiva desde la que podemos explicar la libertad de la escenificación imaginaria y la verosimilitud que ha aplicado Rojas. La comedia humanística, mencionada por Severin poco antes, que según Lida de Malkiel es el modelo genérico más próximo a la obra de Rojas, es un género que se inicia antes de 1330 con las obras de Petrarca y florece durante los siglos XIV y XV [Lida de Malkiel 1962: 37]. Se caracteriza por su variedad (en prosa) y la representación de la realidad rica. Frente a la libertad como modalidad básica rechaza de las convenciones y se muestra señaladamente original en tanto a su contenido como a su técnica, ambiente y caracteres. Además es de notar la flexible concepción del tiempo y espacio que tiene como resultado la distribución de la acción en un gran número de escenarios. Así que facilita diálogos de camino y conversaciones que comienzan en la calle y continúan a través de un interior [Lida de Malkiel 1962: 39]. Son, en resumen, todos aspectos de los cuales gran número se repite en La Celestina5 señalado también por María Embeita como un ―naturalismo realista‖ que nace de la percepción científica del espíritu renacentista [1977: 125]. Es cierto, la obra de Rojas toma una posición extraordinaria y sorprendente en la literatura española y claro está que hay mucho más que decir. Por ende el lector podrá 5 Al hablar del género Lida de Malkiel señala que si queremos encuadrar La Celestina tenemos que pensar en la comedia nueva transmitida por Plauto y Terencio. También habla de las similitudes con la comedia elegiaca compuestas durante el siglo XII. Véanse el primer capítulo que trata ampliamente el asunto genérico, incluso los rasgos de la comedia humanística y las análogas que comparte con la obra de Rojas [29-78]. 12 encontrar en otros estudios 6 los datos que le interesen a este respecto por no ser asunto principal de este presente estudio. Ahora bien, comencemos por considerar el propósito de Rojas al escribir la obra en el siguiente capítulo. 6 Véanse los estudios de Gilman, Stephen, ―El tiempo y el género literario en La Celestina‖, en Revista de Filología Hispánica, VII, 1945, pp 147-59 y ―The art of Genre‖ de su libro, cit., The Art of La Celestina, pp 194-206. 13 2. Estado de la cuestión: La Celestina ¿obra didáctica? Aparte de los problemas que surgen en torno a la autoría y el género, se ha mostrado problemática la polémica acerca del propósito de Rojas al escribir la obra. Por ende este presente capítulo trata los corrientes vigentes que han tratado de resolverla. Sin embargo, el presente estudio no pretende argumentar si la obra realmente tiene o no un fin didáctico moralizante, ni pretende dar una solución, sino ofrecer un esbozo de los problemas que surgen en torno a este asunto, mostrando qué opinan los críticos más importantes a lo que, claro está, daremos nuestro punto de vista. 2.1. De comedia a tragicomedia Al tratar la intención de Rojas nos fijaremos en el análisis de la Tragicomedia ya que se considera como resultado final de una gestación, es decir como producto final de un proceso literario que ha trasformado la Comedia en Tragicomedia. Esto, sin embargo, no quiere decir que podamos dejar fuera al precursor cómico de La Celestina dado que fue éste del cual brotó la obra ‗final‘. Así que puede sernos de utilidad en cuanto a la comprensión del propósito del escritor. Como se apuntó en el capítulo anterior el cambio de la Comedia a la Tragicomedia llevó consigo algunas alternaciones. En este caso nos interesa no sólo la ampliación de cinco actos, sino incluso, o sobre todo, la exhibición del objetivo del autor. El propósito de la Comedia, si bien es verdad lo que dice Rojas, es el de enseñar a los amantes cómo escapar de la cautividad del amor. Por ende escribe en la Carta ‗autor a un su amigo‘: […] me venía a la memoria no sólo la necesidad que nuestra común patria tiene de la presente obra, por la muchedumbre de galanes y enamorados mancebos que posee, pero aun en particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser presa se me 14 representa haber visto y dél cruelmente lastimada, a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos7. (6) En primer plano lo que observamos es una intención noble de un escritor a un amigo, víctima de las flechas de Cupido. Por lo tanto el escritor quiso darle alivio a su amigo y advertirle de los malos efectos del amor. No obstante, es significativo que Rojas, ya en la Comedia, dice que tanto el mundo como su amigo necesitan la obra. Esta frase es significativa ya que de ella podríamos derivar que Rojas quizás veía demasiados ejemplos de gentes que se sometieron al amor, o por lo menos, a la lujuria a causa de este. Es decir que el armamento personal que propone a su amigo contra las penas de amor, a nuestro modo de ver, nos da al mismo tiempo una evaluación explícita, o reprobación si se quiere, de la sociedad en que vive como tratamos de exponer en el presente estudio. Si pasamos a la Tragicomedia, de nuevo se la presenta como un ejemplo negativo de carácter evidentemente moralista que explica cómo no se debe actuar, pero lo vemos reforzado sobre todo por el Prólogo y los versos que siguen el texto. A diferencia de que uno pueda llegar a pensar que el objetivo moralizante de la Comedia es más claro que la de la Tragicomedia por la dilatación que contiene este último, señala Severin que Rojas parece haber alternado su propósito y se sirve de un tono más didáctico y moralizante [1992: 19]. Este hecho no se ve tanto en el contenido, sino principalmente con respecto a los textos preliminares como acabamos de señalar. Si comparamos ambos propósitos, es decir el propósito básico de la Comedia y el propósito ampliado de la Tragicomedia, veremos que el dulce curar de los locos enfermos, va a ser sobre todo la expresión de una visión aun más pesimista del mundo frente al ejemplo negativo expuesto en el texto que más bien está al servicio del primero. Por haber alargado el proceso de deleite esto conlleva consigo la necesidad de Rojas para excusarse y defender su motivo de nuevo y de manera más fuerte. Es decir que la amplificación de las acciones pecaminosas exige más justificación como contrapeso. Por hacer hincapié de su propósito limpio, didáctico, aparte de las reacciones opuestas causadas ya por la comedia, derivamos incluso al deseo de Rojas para controlar o alternar la recepción del público. Esto se debe posiblemente al miedo a una mala 7 La cursiva es mía. 15 interpretación del texto por parte de su público, lo cual le incitó a enfatizar su propósito limpio y moralizante, si lo realmente tenía o no. Así que al gozar la obra mucha popularidad esto dio paso a quienes opinaron que la obra ni apenas tenía una moralidad. No es del todo improbable que los lectores de aquel tiempo leyeran la Comedia como si fuese un libro burlesco de puro entretenimiento [Severin 1993: 23, Vicente Cantarino 1977: 104]. Esto más bien forzó al escritor a refutar la supuesta inmoralidad, pero sin perder de vista el deseo de sus lectores a alargar el proceso de deleite. Resumiendo lo dicho, cabe señalar que por un lado la insistencia de Rojas efectivamente no confirma una intención sincera dado que la dulce píldora nos enfrenta con la impresión de que la doctrina se pone al servicio del placer, mientras que, en aquel ambiente literario, debiera ser al revés. Por otro lado y por muy contradictorio que parezca, es de observar que le interesa mucha a Rojas la interpretación del público. No obstante, el hecho de que Rojas de modo imperativo repite tanto su fin moralizante no ofrece argumento suficiente para convencer a la crítica, sino al contrario provoca cierta incredulidad como veremos en el párrafo que sigue al tratar los corrientes principales en cuanto al propósito. De nuevo son significativas las opiniones opuestas. 2.2. Corrientes vigentes: judía-pesimista y cristiana-didáctica Al tratar hacer un esbozo del perfil de Rojas no es mucha la información que tenemos de él como literato. Sabemos que era de origen judío, bachiller en leyes y humanista. Su status de converso es asunto que hasta la fecha continúa desempeñando un papel y define e influye en gran parte el modo en que valoramos la obra y el propósito. Por lo tanto Severin [1992: 23] hace una distinción entre dos escuelas, siendo estas la judía-pesimista y la cristiana-didáctica que trataremos a continuación. 2.2.1. La corriente judía-pesimista Al cumplirnos con la distinción de Severin, en cuanto al primer corriente conviene explicar la situación de los judíos y conversos para comprender mejor la existencia de tal corriente. Conviene recordar que mientras que España se veía influida por el 16 Renacimiento Italiano, la instalación de la Inquisición Española en 1483 marcó un estado de marginalización de judíos y conversos. Así que las leyes limitan cada vez más las posibilidades de trabajo de los judíos con un claro intento de excluirlos de la vida económica, impidiéndoles profesar diversos oficios. Bien por fuerza los judíos se convierten a la religión de estado y a consecuencia de esta conversión, que sirve de arma defensiva si se quiere, los ‗nuevos cristianos‘ se ven librados de los impedimentos para ocupar oficios. Su espíritu comercial y su intelecto les facilitaron ocupar cargos comerciales e incluso puestos en las cortes de España [Lida de Malkiel 1961: 11]. No obstante los ‗cristianos viejos‘ en forma progresiva guardaban resentimiento contra los conversos. Por lo tanto, cuando España a finales del siglo logró la finalización de la Reconquista, los Reyes Católicos a modo de enfatizar el triunfo final sobre los moros, hicieron que la postura inquisitorial endureciera el ambiente. Es decir que a pesar de que la situación económica de los conversos prosperara, en lo que se refiere al estado social, la situación tocó fondo con la expulsión en masa de judíos y el procesamiento de conversos por sospechas de profesar el judaísmo. Aunque en caso de Rojas parece que podría ejercer libremente su trabajo, el autor muy probablemente perdió a su padre en la hoguera inquisitorial en 1488 acusado de judaizar [Coenen 1997: 149; Serés 2000: LXIX]. Algunos han sugerido que el autor de origen judío pudiera haber guardado cierto rencor hacía el cristianismo y la sociedad en la que vivía8. Es desde tal perspectiva que se ha insistido en el hecho de que no es improbable que la cristiandad de Rojas fuera fingida y que la obra deba ser entendida como una obra criptojudaíca [Coenen 1997: 50]9. Al calificar la obra así la crítica de este corriente recurre sobre todo al tono pesimista y nihilista que se atribuye a los problemas que padeciera Rojas por ser converso [Ibíd. 152]. No negamos la presencia del tono pesimista con que el autor concluye su obra, ni tampoco el hecho de que este pesimismo evidentemente tuviera un fin específico, sea para criticar la sociedad u otro elemento. Sin embargo, el hecho de que debamos interpretar este pesimismo como una crítica desde la 8 Sra. Lida de Malkiel hace referencia a otros casos en que judíos por necesidad pretendieron ser cristianos devotos pero en realidad no lo fueron [1962: 5]. 9 Tenemos a los críticos que dudan si Rojas de hecho fue judillo de origen, ya que pertenecía a la nobleza baja. Sin embargo son muchos las fuentes que confirman su ascendencia judía. Cuanto más que su testamento evidencia que deja en herencia su familia de la que es cierto que fueran conversos. 17 perspectiva judía de Rojas parece imputación tan grave que exige una explicación debidamente justificada. No obstante, algunos incluso argumentan que si Rojas no fuera un converso no existiría la cuestión del judío-pesimismo. Mientras tanto Serés [2000: LXX] destaca cómo todas las actividades y responsabilidades son pruebas de una voluntad de integrarse. Por tanto, el problema es que falta evidencia que sostenga el supuesto judío-pesimismo y son varias las pruebas que confirman que Rojas de hecho fue un devoto converso de la tercera o aun cuarta generación y que no hay por qué asumir lo contrario [Ibíd.: LXIX]. Aunque no intentamos descartar la posibilidad de que se pueda interpretar la obra como un una obra criptojudaíca, es cierto que por el momento faltan pruebas contundentes. Así que con mucha razón arguye Lida de Malkiel que: ―Nada autoriza a echar mano de la extracción judía de Rojas para desembarazarse de cuanto resulte hay oscuro en su conducta o en el texto‖ [cit. en Ángel Alcalá 1977: 36]. Por ende preferimos partir del hecho de que Rojas fue un converso sincero y operó desde tal perspectiva 10. Es por eso que consideramos más convincentes las ideas expuestas por la corriente cristianadidáctica que trataremos a continuación. 2.2.2. La corriente cristiana-didáctica Si partimos de que Rojas de hecho fue un sincero cristiano, sea nuevo, no es unívoca la corriente cristiana-didáctica, ya que es conveniente señalar que une a críticos que llegan a diferentes conclusiones o concuerdan en cuanto a la conclusión, sea a través de otro camino. Cabe dicho que a nuestro modo de ver la distinción de Severin es demasiado simplificada y dista de ser completa. No sólo es que la crítica prodidáctica necesariamente parta de una perspectiva cristiana, ni es que un crítico judía-pesimista no encuentre un propósito didáctico. Tampoco sería correcto llegar a pensar que realmente existen apenas dos posiciones. Es otra manera de decir que existen dos grupos quienes miembros en menor o mayor medida coinciden en ciertos aspectos. Si coinciden o no, tiene que ver con el punto de partida que elige cada crítico para sí mismo. Prestando menor o mayor importancia a un u otro aspecto que, como tratamos de mostrar, les 10 Véanse Stephen Gilman [1956: 74 y 1972: 78] para leer más sobre esta escuela [cit. en Severin: 23]. 18 conducen a diferentes conclusiones en cuanto al propósito, sea didáctico, sea artística o filosófico o sea incluso un variante que está entremedio. Ahora bien, grosso modo podríamos distinguir tres tipos ya brevemente mencionados: lo filosófico (Stephen Gilman), lo didáctico (José Antonio Maravall, Marcel Bataillon) y lo artístico (María Rosa Lida de Malkiel). Gilman insiste en el aspecto filosófico al señalar que el silencio posterior de Rojas no se puede desligar de la intención al escribir la obra y que este ―philosophical view of life‖ no tiene nada que ver con la dimensión moral [Alcalá 1977: 36]. Criticado por Lida de Malkiel y Gilman, Bataillon por otro lado niega la ironía y acentúa el didactismo. Interpreta el diálogo como ―espejo de moralidad‖ dejando poco espacio a la creación personal de Rojas [Ibíd. 37]. De acuerdo con Bataillon también Maravall considera que la obra en sí es una moralidad con una fundación evidentemente didáctica pero que se presenta al lector con un fondo de filosofía [Maravall 1964: 11]. Otis H. Green a su vez más bien une las ideas de Maravall y Lida de Malkiel al opinar que la obra tiene como tema principal el amor y que desarrolla la idea de un castigo a la trasgresión de las convenciones de la tradición cortés [Alcalá 1977: 39, Nota 22]. Al profundizar las posiciones ya mencionadas, como acabamos de señalar tanto Lida de Malkiel como Gilman critican la supuesta moralidad. El por qué no se halla en el hecho de que nieguen su existencia, sino se lo halla en hecho de que niegan que Rojas lo hiciera conscientemente. No obstante, lo curioso es que a pesar de que Lida de Malkiel percibe la existencia de una moralidad en la obra, al negar la intención consciente del autor, parece negar además el contenido de los textos preliminares, tal como otras obras con objetivos y medios similares a la de Rojas. Es decir, si como la crítica aceptamos que la obra tiene una moralidad, incluso una que ya está comunicada repetidas veces, ¿qué otra solución hace resaltar la suma de estos dos hechos? Sería tarea difícil trivializar una intención consciente. Podría ser plausible en el caso de que no hubieran existidos los comentarios que preceden y siguen al texto o por haber determinado con certeza que estos textos no fueron de la mano de Rojas. No siendo el caso esto, más digno de crédito 19 sería que Rojas aunque tenía la consciente intención didáctica, lo hizo bien por miedo o por moda11. Aparte de lo que acabamos de mencionar es interesante sobre todo el argumento que trae Lida de Malkiel al rechazar la moralidad en la obra de Rojas, a saber la originalidad artística. Así que en vez del mensaje moralizante subraya el realismo y la originalidad de la obra con personajes de carne y hueso [1961: 12-3]. Argumenta ―de haberlo sido [una obra didáctica] estaríamos ante una fábula moral con personajes que la corresponden, figuras más bien alegóricas sin personalidad propia‖. Lida de Malkiel con razón apunta que la obra, en contra de la tradición literaria al generalizarla, presenta un realismo y una originalidad que no conoce antecedentes y es verdad además que a diferencia de las novelas de caballerías, tan de moda en el siglo XV, Rojas no presenta un mundo idealista. Sin embargo es de saber que ya en el siglo XV las sátiras anónimas que critican costumbres o grupos sociales con un fin moralizador de manera burlesca suelen mostrar una tendencia de asombro creciente con respecto al abismo que existe entre lo idílico y lo real y presentan personajes como seres en vez de tipos [Coenen 1997: 20]. Así que como apunta Maravall, y con acierto, no es dicho que esto por antonomasia excluye a un propósito didáctico y moralizante [1964: 13]. Es decir que la explicación no se encuentra exclusivamente en la forma literaria y por lo tanto no se debe confundir el medio de expresión de cualquier propósito con el mensaje mismo. En adición a lo dicho, consideramos que la originalidad artística a la que presta tanta atención la famosa crítica es exactamente que uno puede esperar de una obra prehumanista en un tiempo de trasgresión en el terreno político tanto como cultural. Aunque en general la literatura medieval no suele suscitar la impresión de personajes verosímiles, el escritor humanista sí recurre a lo personal y lo individual [Coenen 1997: 27]. Por tanto, el problema en torno al objetivo de Rojas no se halla tanto en la originalidad y el realismo, sino más en la ambigüedad, característica que no se consideró como punto a favor en aquella época, ni aun hasta en el siglo XIX [Ibíd.: 84]. Lo irónico es que la 11 Al decir ‗miedo‘ me refiero a la Inquisición, por ‗moda‘ entiendo el concepto generalizante que se da a misión didáctica de la literatura medieval. Aunque no lo considero evidencia sólida, no deja de ser observación digna de tenerse en cuenta al hablar del objetivo de Rojas, siendo él, aunque innovador, hijo de la España finisecular [Vicente Cantarino 1977: 105]. 20 ambigüedad se ha mostrado como el mayor atractivo de la obra tanto como el gran problema a la hora de analizar su mensaje. Pese a la ambigüedad, aun más problemática es que, como sostiene Maravall, la enseñanza moral no está explícita sino tiene que ser destilada por parte del lector [Ibíd.: 16]. De acuerdo con el crítico señala Vicente Cantarino que ―la moralidad o inmoralidad de La Celestina queda así necesaria exclusivamente reducida a la reacción individual del lector‖, y como dice a continuación, ―el sentido ético moral, si lo hay, se presupone en el lector‖ [1977: 107]. Al preguntar por qué Rojas no impone al lector un ejemplo esto podría ser aclarado por la simple razón que La Celestina expone la idea de que no lo existe en el mundo que nos presenta Rojas. Deja hablar al castigo de los personajes por sí mismo para que diga el lector cual sería la lección. Elaborando más el aspecto de la recepción es evidente además ver el argumento de Bataillon al insistir en la moralidad de la obra. Según el crítico francés se ve la condición moral en el hecho de que la Inquisición no tocó la obra pese a la crítica anticlerical. Por un lado es un argumento poco válido cuestionado además por Maravall cuando éste objeta que la Inquisición no persiguió siempre con igual rigor la producción literaria [1964: 12]. Por otro lado es interesante ver de nuevo el papel de la recepción y que no lo debemos confundir con la intención del escritor. El hecho de que la obra fue publicada significa que la Inquisición no lo tocó porque veía en ella algún mensaje moral. No obstante, debemos estar atentos al hecho de que la intención con que Rojas se ponía a escribir no necesariamente concuerda con la realización de la obra, como tampoco es dicho que la interpretación de la Inquisición, o bien del público, no necesariamente coincida con la intención de Rojas. Nos referimos de nuevo a la moralidad que se halla en la recepción del lector y esto, claro está, resulta en un sinfín de opiniones. En resumen, sí o no tuviera Rojas un objetivo didáctico y moralizante, de hecho, esto no guarda relación imprescindible. Por muy especulativa que siga siendo cualquier respuesta a la pregunta sobre si Rojas tenía una intención sincera o no, o si se trata de una obra didáctica o no, partimos de la presuposición de que podemos creer las palabras de Rojas en los argumentos que rodean el texto. Partimos, por tanto, de la idea de que Rojas escribió una obra con la intención didáctica moralizante prestando igual atención a lo artístico y estético. Es que lo didáctico, o sea el arte de enseñar, se presenta de modo 21 diferente por lo que nosotros como críticos nos dejamos confundir. La mezcla de lo artístico, empujado por el motivo de querer entretener al público, y lo didáctico, mostrando una intención moralizante y más seria, hace problemática la interpretación. No obstante sigue en pie la pregunta ¿qué es lo que realmente critica?, y ¿cómo debemos interpretar los comentarios en relación con el texto? De ahí que antes de pasar al análisis de los personajes nos interesa descifrar la supuesta reprehensión en contra del amor cortés por parte de Rojas. 22 3. La Celestina, ¿obra “en reprehensión de los locos enamorados”? Coincide la crítica en decir que el autor lanza ataques contra el amor y crítica el amor en general y el amor cortés en particular [Severin 1992: 37]. Sin embargo, a nuestro parecer la crítica deja al margen la pregunta ¿por qué ataque al amor? A nuestro modo de ver falta una respuesta unívoca. Por ende conviene destacar qué se comprende por amor cortés y saber cómo funcionaron en la vida real de la Edad Media el amor y el matrimonio. Con el fin de establecer una respuesta tratamos de explicarlo, aunque no de modo exhaustivo, en el presente capítulo. 3.1. La tradición del amor cortés La tradición del amor cortés conoce una larga historia que tiene su origen en Provenza, Francia, alrededor los comienzos del siglo XII [Coenen 1992:33]. Tradicionalmente se suele considerar Provenza como la cuna de la lírica europea aunque también son conocidas las análogas con la poesía árabe de la que ha sacado muchas influencias. Junto con la lírica tradicional, la poesía provenzal, divulgada por toda Europa por los juglares, fue una fuente importante para la lírica y la literatura española [Ibíd.]. Al intentar captar la tradición del amor cortés, la poesía provenzal trata de una poesía trovadoresca que se explica a través un código de amor, un fin’amors. Tal como nos deja saber el término este tipo de amor tiene su enraizamiento en la vida de la nobleza en los cortes y representa la cortesía y la caballerosidad. El culto de la tradición del amor cortés abarca además unas pautas fijas de las cuales el aprecio del amor sensual y la adoración, o divinización, de la dama son las más elementales. Aunque el móvil es un deseo sexual y la atención del trovador es la belleza física [Jesús Menéndez Peláez, 1980: 114], no desemboca en el acto sexual. Así que la dama se muestra literalmente inaccesible para el hombre y le rechaza con el fin de proteger su virginidad y, con ésta, su honor. Por tanto la tensión inseparable a la tradición del amor cortesano, al menos en su nivel más puro, es que la realización del amor que tratamos de explicar no puede ser 23 alcanzada. Por ende es como Green [Cit. en Bruno Mario Damiani 1987: 17] lo define al hablar del amor cortés como un amor de ―corazones y mentes solamente‖, un ―amor de penas […], de no realización […], un amor de imposibilidad‖ que debe resistir la transición al amor mixtus o loco. Por más pura que fuese la ejecución del amor cortés, o mejor dicho el no ejecutar, por menos compatible lo sería con la tradición cristiana en cuanto a su intención. Es decir que para la cultura del amor cortés, el verdadero amor tiende a la posesión carnal de una dama. Es ahí donde encontramos el más radical antagonismo ya que desde la perspectiva cristiana el verdadero amor está desprovisto de toda relación carnal y sólo puede ser justificado dentro del matrimonio. Al hablar sobre el papel del matrimonio, es de saber que en la Edad Media el matrimonio sirve a un fin predominantemente práctico que a diferencia del amor cortés no por antonomasia implica una relación íntima, sino como indica también Menéndez Peláez [1980: 155], tenía una dimensión fundamentalmente político-económica. Por ende el matrimonio no es la institución la que es hoy en día, a saber un lugar en que se reúnen los amantes, sino un mal menor que tiene como única finalidad la procreación [Ibíd.: 135]. Será al otro lado del espectro donde encontramos el amor cortés. Recuerden que el amor cortés se basa en la relación mutua entre caballeros guerreros o entre señores y vasallos. El vasallo suele adorar su señor y se esfuerza para defenderle su buen nombre y protegerle en el combate. Es ésta fuerte conexión que sirve de modelo efectivo para dar voz al amor cortés entre hombre y mujer. Por ende, la índole práctica y nada íntima del matrimonio por un lado y la fuerte conexión entre los amantes por otro imposibilita compaginar los dos. El amor cortés, por lo tanto, siempre se manifiesta fuera del matrimonio y se trata de un amor ilícito y secreto, que es otro rasgo llamativo del amor cortés. A continuación de lo dicho, aparte del contraste, merece nuestra atención la analogía que existe entre la religión cristiana y el amor cortés. No es por nada que se suele referir a este última como la ‗religión del amor‘ así que muchos, entre otros Jesús Menéndez Peláez [1980: 144], han señalado la similitud entre la devoción de los religiosos y la del amante cortés. Mientras que los Padres de la Iglesia dirigen su devoción a María, referente de la piedad mariana, el amante cortés lo dirige a su dama. Así que el amante la adora a ella e impone penitencia como muestra de su devoción. Por 24 tanto se trata de un amor que queda sin contestación y ‗avasalla‘ al respeto del honor y de la castidad de la dama. En consonancia con el término de ‗religión‘ que se aplica al amor cortés conviene destacar que un aspecto importante más es que el amante suele emplear una terminología religiosa. Según Lida de Malkiel el uso del lenguaje religioso se debe al hecho de la presencia de judíos y conversos. Así que del mismo modo que la pasión y el sufrimiento llevaron a Jesucristo a la gloria de la resurrección, así el amante espera que se le permita entrar en otra gloria. No obstante cabe señalar que, como escribe Lida de Malkiel, el lenguaje conoce interpretación dúplice a causa de cuya índole ambigua. Así que al hablar de la ‗gloria‘ que quiere alcanzar el amante tanto como el uso del verbo ‗morir‘, estos pueden ser interpretados en el sentido sensual referente al acto sexual y a la satisfacción que ofrece el primero [Cit. en Menéndez Peláez 1980: 201]. No obstante al hablar del amor cortés en su sentido más puro, al enamorarse el galán él debe sufrir en silencio su amor por la dama inaccesible. Por medio de la abstinencia el amante alcanza la gloria, o sea, en sentido espiritual, el ascenso de su alma. Nótense la similitud con la mística y la idea platónica del proceso que sigue el amante de la abstinencia, el sufrimiento y, por fin, del ennoblecimiento. Así que al subir la escalera espiritual llega a un nivel noble, trascendental. Por lo tanto el buen amante cortés parte de la idea básica que amar es sufrir y sufrir, por contradictoria que parezca, equivale el ‗dulce sufrir‘, o sea el placer. Tal como lo será el buen creyente, el amante cortés es un dechado de virtudes y la esencia de cultura 12. 3.2. Amor cortés y La Celestina Al hablar de La Celestina en relación con la tradición del amor cortés, no se debe buscar lejos para descubrir el abismo que existe entre el verdadero amor cortés y el amor que se 12 En cuanto al amor como causa del sufrimiento que enoblece al amante veánse Jaeger, Stephen C. The Origins of Courtliness - Civilizing Trends and the Formation of Courtly Ideals (939-1210). Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1985. 25 representa en la obra de Rojas. Más que un ejemplo nos presenta un ‗desexemplo‘ mostrándonos cómo Calisto y Melibea fracasan como amantes corteses, y aun más como buenos cristianos. Así que, en cuanto a la posición que toma Rojas frente al amor profano, el problema se halla efectivamente en la palabra ‗desexemplo‘. Es decir que nos referimos al hecho de que por no haber propuesto un alternativa ejemplariza como ya hemos destacado, resulta difícil reconstruir qué sería la alternativa según Rojas y, asimismo qué evalúa inmoral. Igualmente es interesante ver cómo critica algo al presentar lo contrario y cómo lo debemos interpretar. A la luz de lo dicho, si consideramos la obra únicamente como rechazo del amor cortés por ser éste malo, señalamos dos aspectos que entorpecen tal explicación. Por un lado resulta difícil comprender que el concepto pesimista del mundo en contienda y la vida terrestre como lachrimarum valle que expone a través la carta a un amigo y el lamento de Pleberio, se lo deba exclusivamente al amor. Por otro lado, al aceptar la interpretación del papel culpable del amor, parece poco previsor que al descargar toda la culpa al amor se deja al margen toda responsabilidad del ser humano para obrar bien. Por ende abogamos por una lectura dúplice en la cual al rechazar el amor cortés Rojas de hecho reprueba el amor loco y al mismo tiempo muestra la imposibilidad de cumplir con los códigos puros que rigen el amor cortés. Cabe señalar que la imposibilidad a la que referimos no se halla en el amor mismo como intrínseco mal, sino en los personajes que por sus propias deficiencias lo hacen mal. Evidentemente Calisto y Melibea no quieren canalizar su amor dentro del matrimonio para que sea lícito. Al casarse su amor ya no sería el tipo de amor que quieren. Sin embargo fracasan en su intento de seguir las reglas que les impone la tradición del amor cortés así que transforman un amor por tradición y de origen puro en un ‗amor loco‘ de ese modo dando camino a la tragedia. Al destacar que Rojas, en primer lugar, quiere ofrecer las armas que le faltan a su amigo que loco de amor se ve vencido es evidente el papel que cumple la sociedad. Es de notar que trata de una sociedad que se encuentra en un estado de transición que sin duda hubiera influido al escritor. Así que merece nuestra atención la idea expuesta por Maravall que aunque no excluye al reproche del amor profano, hace observar el papel que podía haber tenido la sociedad de Rojas en cuanto a su objetivo y el asunto de su crítica. Ahora bien, en vista de la sociedad de Rojas Maravall apunta con razón el cambio 26 socio-cultural, o sea el naciente capitalismo con que surge la burguesía, a saber los nuevos ricos que saben penetrar en el marco de convenciones de la aristocracia. Hay que tener en cuenta que con la finalización de la Reconquista bajo el poder unificador de los Reyes Católicos la sociedad alcanza un estado respectivamente pacífico. En una sociedad en la que la paz hace común la aristocracia por su tradición guerrera, dedicada a las armas y de hecho libre de funciones serviles, más bien perdió su función. El estado pacífico junto con el surgimiento de los nuevos ricos da camino al cambio de la antigua distinción entre la nobleza, siéndolo por herencia de sangre, y el plebeyo, la gente que realmente trabaja. Como lo describe Maravall en todo detalle se habla de un proceso de ennoblecimiento [1964: 27]. De modo tal posibilita que entre un grupo que amasa tal fortuna que va a ser el grupo superior [Ibíd.: 29]. Es decir que a diferencia de la nobleza antigua, el status de la nueva clase no se basa en la descendencia linajuda, sino en la riqueza. Es justamente esta riqueza que va a determinar el grado de nobleza así paulatinamente remplazando a la hidalguía con sus normas y convenciones que la corresponden. Como señala el crítico La Celestina da voz a la nueva sociedad y fielmente la refleja con Calisto como mayor representante. Así que según el crítico la creencia en la suerte, en el azar, y la atención a prácticas devotas que no nacen de una íntima ni sincera religiosidad confirman el hecho de que los personajes principales pertenecen a la clase ociosa [Ibíd.: 36]. Desde tal perspectiva observa que la obra de Rojas es símbolo de la pérdida de las normas tradicionales que, junto al reproche del amor profano derivado del amor cortés, Rojas intenta criticar con la pluma. Al presentarnos los vicios de los personajes el autor da voz al caído del orden tradicional que resulta en la ruptura de todas las leyes del decoro religioso y social [Ibíd.: 88]. 3.3. El amor loco como vehículo Stephen C. Jaeger señala que ―Courtly literature is not a mimetic mirror but, rather, a mask hiding the reality that is produced [….]‖ [1976: Prefacio]. Si lo aplicamos a la obra de Rojas podemos concluir que el escritor ha intentado mostrar esta realidad escondida de 27 que habla Jaeger. Para Calisto Melibea no es más que un ―desahogo‖ [John Devlin cit. en Kevin S. Larsen: 1994: 261]. Mientras tanto, al transcurso del tiempo Melibea no es la midon tradicional a la que se sujeta el amante, sino más bien una esclava que facilita la ejecución de un amor culpable en vez de resistirse. Además resulta irónico ver que por mucho que divinice Calisto a Melibea (―Melibea só y a Meliba adoro y en Melibea creo y a Melibea amo‖) tanto más la trataría como un gozo (―el que quiere comer el ave […]‖). Mientras tanto al presentarse de cómo un noble no tiene más fin que gozar el amor carnal de Melibea señalamos que el joven más bien ‗abusa‘ del concepto y los artes del amor cortés para enmascarar, y llevar a la práctica, su apetito mero sexual. Así que al señalar Alborg que parece un tanto curioso que un noble como Calisto recurra a la ayuda de una alcahueta como Celestina en vez de pensar en la posibilidad del matrimonio, la única posibilidad además para poder canalizar los amores, a la luz de lo que acabamos de mencionar, más que sorprendente, no es sino lógico e incluso necesario. Por un lado, al considerar Calisto como un nuevo rico, es evidente notar que no pertenece a la alta nobleza que vive según las normas tradicionales. Calisto es noble por ser rico. Por ende es evidente darse cuenta de que la palabra ‗noble‘ no tiene la connotación tradicional estrechamente ligada con un sistema de honor y valor, sino que dice algo sobre el exterior de una persona y lo material que posee. Por otro lado, un argumento aun más fuerte y ya expuesto en el párrafo anterior, el amor cortés es por antonomasia un amor ilícito fuera del matrimonio. Si Calisto y Melibea hubieran pensado en el matrimonio no tendríamos el amor culpable, loco, que se nos presenta. En otros palabras, nosotros lectores fuésemos desprovistos de la realidad de ―un mundo en que rigen el egoísmo y la explotación en que cada uno no busca más que su provecho‖ [Maravall 1964: 82]. De ahí que concuerdo con Lida de Malkiel [1962: 207] cuando ella dice que ―debió hacer la intervención de la tercera absolutamente necesaria sin dejar resquicio a la solución honesta‖, y asimismo ―la intervención de la alcahueta produce la culpabilidad de los amantes destinados por estos mismos a ser castigados‖. En consonancia con la idea expuesta antes por Maravall insistimos en el hecho de que el papel que Rojas atribuye al amor no es el sujeto principal de su crítica, sino que sirve más bien como trama para mostrar las debilidades de los personajes involucrados. Mientras que Alan D. Deyermond (1961) hace referencia a la tesis didáctica-moral 28 defendida por Bataillon y apuntada también por Inez MacDonald, reconoce que Rojas considera el amor como un poder de efectos desastrosos [Cit. en Alborg 1970: 590]. Mientras que Alborg está de acuerdo con esta observación añade que el ‗amor loco‘ de Calisto es el motor de toda la tragedia. Tal y como destaca, sin el deseo grosero de Calisto ninguno de los acontecimientos de la Tragicomedia hubiera sucedido [Ibíd.: 590]. Desde tal perspectiva, es el amor lo que arranca a los demás personajes a obrar mal. Cabe dicho que a imitación de Deyermond [1961: 119] abogamos que es ―avarice which destroys Sempronio; avarice and a love of psychological power over others which destroy Celestina; avarice, love, and friendship which destroy Pármeno‖. En resumen, no hemos intentado argumentar que el amor presentado solamente sirva de trama y que Rojas con su obra no tuviera ninguna intención de advertir de los efectos dañosos del amor. Admitimos además que el amor loco se presenta como un factor nocivo que conduce todos los personajes a la tragedia. No obstante, sería demasiado fácil descargar todas las acciones de los personajes al amor que sería muestra de una desestimación de la responsabilidad los de personajes mismos. Por lo tanto, a diferencia de Alborg, insistimos en el hecho de que el amor no debe ser entendido como el motor, sino, y perdónense el hablar en metáforas, funciona, así que bien como el vehículo que posibilita transportar la cruda realidad de cómo es el mundo y los personajes. Visto que Rojas parte de la idea de que el mundo es un mundo en contienda es de esperar que sólo se lo pueda mostrar a través de un ejemplo de la práctica como tipo de evidencia. Los siguientes capítulos se dedicarán al segundo parte de este estudio. Expuesto ya el papel del amor es evidente analizar la moralidad de los personajes. Por ende el siguiente capítulo trata de hacer un esbozo básico de la ética aristotélica para hacer posible el análisis de los personajes en el capítulo V. 29 4. Aristóteles y la ética de virtudes Como hemos dejado expuesto en la introducción, se halla el asunto principal de este estudio en la investigación de la moral de los personajes principales con el fin de establecer una base que sostiene la hipótesis de que la crítica principal de Rojas no exclusivamente fue el amor, sino la falta de moral o virtudes. Como instrumento de medición intentamos servirnos de la ética de Aristóteles 13. Así que tal como los escolásticos también los escritores de aquel entonces se servían de los clásicos y otorgan a ellos, los auctores, una autoridad máxima [Coenen 1992: 14]. El escritor medieval no se preocupa del ‗copyright‘ sino copia, como lo hacen las escolásticas, todo lo que necesita para dar fuerza y autoridad a su obra. Así que no es de sorprender que también en La Celestina se reúna un sinfín de tópicos, refranes y referencias con un contexto clásico basado en las ideas de los grandes filósofos. Por ende indica Alborg que Rojas incorpora a su libro toda la herencia recibida en su tiempo de las letras clásicas como Heráclito, Horacio, Persio, Juvenal, Virgilio, Séneca, Publio Siro, Boecio; la Biblia; escritores religiosos como Orígenes y San Pedro Crisólogo; los grandes renacentistas italianos Petrarca14 y Boccaccio; y diversos escritores españoles, como Alfonso el Sabia, Juan Ruiz, el Canciller Ayala, el Arcipreste de Talavera, Mena, Rodrigo Cota, Manrique, los Carvajales y otros muchos [Alborg 1970: 560]. Evidentemente no puede faltar la influencia del gran filósofo Aristóteles de que es conocido suya influencia en La Celestina. Cabe dicho que no es nuestra intención, ni posible, exponer toda la filosofía aristotélica, ni intentamos excluir la influencia de otros filósofos. Tampoco hemos intentados probar que Rojas de hecho tomó la ética de Aristóteles (384-322 aC.) como punto de partida. No obstante, siendo Aristóteles, como veremos, el filósofo por 13 Nos limitaremos a lo más esencial, es decir a la parte de la doctrina que toca las virtudes expuesto por José Rafael Moncho-Pascual, La unidad de la vida moral según Aristóteles (1972). 14 Deyermond (1961)ha profundizado en el estudio de su influjo y extraído valiosas consecuencias para la interpretación de La Celestina. 30 predilección y antonomasia en aquella época, sobre todo en el contexto de las escuelas universitarias, su ética es un buen punto de referencia que en gran medida corresponde con la noción del mundo en de aquella época. 4.1. Religión y ética: el papel de la razón Ahora bien, el siglo Medieval, a lo que se refiere como a ‗los siglos oscuros‘, es un siglo en lo cual la sociedad tiene un raigambre en la Antigüedad. Es evidente darse cuenta del proceso de la cristianización de las filosofías griegas así que todo considerablemente utilizable de la Antigua Edad se encaja en el cristianismo. La corriente teológicofilosófica dominante del pensamiento medieval fue la escolástica que se basó en la dicotomía de fe y razón. Las fuentes principales de las que se alimentaron los escolásticos con respecto a la concepción de la virtud, de la templanza y de la incontinencia fueron sobre todo Aristóteles (Etica III y VII) y Cicerón (De officiis y De inventione). Aparte de juicios y prácticas tematizados sobre todo por Platón y Aristóteles que constituyen en gran parte la visión al mundo en aquella época, la moralidad incluye emociones morales como remordimiento, gratitud y culpa. No obstante provocan una modificación de la institución de la moralidad y una alternación de las emociones morales. Así que con el fin de adecuar la psicológica aristotélica a la institución de la moralidad cristiana, se introducen nuevos modos en las emociones morales durante la Baja Edad Media a sustituirlas por el pecado, el arrepentimiento y la conversión. Por ende la voluntad, que según Aristóteles se subordina al intelecto, adquiere como facultad una equiparación jerárquica con el intelecto. Por mucho que se sirvieran de la filosofía clásica es evidente apuntar que las escolásticas en cualquier caso opinaban una subordinación de la razón a la fe. Por lo tanto es de saber que la filosofía siempre está subordinada a la teología. Por lo que se atañe la razón la sociedad medieval considera que todo lo que se percibe debe de ser corregido por el ratio, el logos. Por lo tanto es una noción que se deja caracterizar por el racionalismo. Así que el filósofo de mayor reputación fue Aristóteles que pasó a España el primer tratado sistemático consagrado a la moral individual [José Rafael Moncho-Pascual 1972: Prefacio]. Ya desde los inicios del siglo XIII alrededor 31 1246-1247 se habían traducido del griego los tres primeros libros y fragmentos del séptimo de su Etica [Pierre J. Payer cit. en María Eugenia Lacarra 1997: 110, Nota 7]. Santo Tomás, filósofo aun más sistemático que Aristóteles, creó un sistema teológicofilosófico exhaustivo basado en el del estagirita y fue el gran divulgador de la filosofía aristotélica. No obstante, al hablar de la ética de Aristóteles es evidente señalar la gran resonancia de Platón en su filosofía quien efectivamente fue el primero en presentar una doctrina coherente sobre la unidad de virtud. Por ende, cabe subrayar que a pesar de la popularidad de Aristóteles la noción medieval era sobre todo una noción empapada del platonismo, o sea de una filosofía de Plato cristianizada [Coenen 1997: 13]. En cuanto a la unidad de las virtudes de Platón, que revuelven en Aristóteles, se la ve explicada por dos esquemas: la de la justicia y la de la contemplación, o sea la virtud activa o la prudencia). La justicia es el origen de las demás virtudes y tanto da fuerza a cada elemento del individuo como a la de la sociedad. Es la justicia que asegura una orden o armonía entre los elementos. Como esto sugiere una reciprocidad lo podemos entender no como una jerarquía vertical sino como una jerarquía horizontal en la que el uno amplifica al otro y al revés. No obstante es la jerarquía vertical que requiere nuestra atención ya que por la jerarquía vertical se entiende la representación del deseo y las pasiones como elementos inferiores al logos o ratio lo que se manifiesta en una ―vida según la razón‖ [Moncho-Pascual 1972: 33-4]. Por la vida según la razón entendemos que el ser humano debe tener el dominio de sí mismo lo que consigue cuando la razón domina y manda sobre lo inferior, a saber las pasiones y el deseo. En caso de la intemperancia en la que el inferior manda al superior esto implica un orden invertido, derrocado, o sea una vida según la pasión. Como hemos dejado expuesto tenemos a otro esquema, a saber la contemplación moral que más bien equivale la inteligencia o la ciencia, la phrónesis, digamos. Así que dice que ―es necesario filosofar para alcanzar la felicidad o bien-obrar‖ [Ibíd.: 34]. Según Platón las virtudes son requisitos para acceder a la contemplación. Para llegar al nivel elevado es precisa que toda dedicación y energía deban ser dirigidas exclusivamente a la ciencia. Puesto que la dedicación y la energía no pueden desviar hacía los placeres corporales ni hacía las riquezas, esto exige dos cualidades morales, es decir la templanza y una falta de avaricia [Ibíd.: 35].Tal como señala Moncho-Pascual se repite esta idea en 32 Aristóteles en cuanto se trata de las virtudes. Así que Aristóteles defiende una concepción de la templanza relacionada con los placeres del gusto y del tacto. Efectivamente es la limitación de la templanza a los placeres de la mesa y del sexo que ganó terreno a lo largo de la Edad Media [Lacarra 1997: 112]. Es evidente notar la manera en que el cristianismo incorporó la ética ya expuesta. Mientras que los clásicos se servían de la filosofía en términos de práctica moral, para el cristianismo la filosofía se presta para un fin religioso. Recuérdense la idea de la dicotomía del cuerpo y del alma platónica, tópico muy vigente en la edad media. Es el alma el aspecto más importante del ser humano visto que, a diferencia de la fugacidad del cuerpo, es inmortal y por eso le incita para merecer el cielo. Para llegar al cielo el alma debe resistir sus enemigos o sea las pasiones que cada uno de nosotros posea y que puedan conducirnos al pecado. De nuevo la razón, las tres potencias del alma, siendo estos entendimiento, voluntad y memoria, funciona como arma que nosotros humanos debemos ‗emplear‘ para resistir los fuegos del mundo. Por ende el bien moral supone una intervención de la razón ayudada por las virtudes como la prudencia, la templanza y la inteligencia [Moncho-Pascual 1972: 147]. Hablando en términos religiosos es justamente el bien moral, o buen obrar conforme las ‗reglas‘ cristianas, que es criterio para llegar al cielo. De tal modo vicios se transforman en pecados y virtudes en instrumentos para llegar al cielo y es así cómo los filósofos paganos se ponen al servicio de la religión. 4.2. Ideal ético aristotélico Como hemos visto, al hablar sobre el ideal ético de Aristóteles éste se centra en la praxis humana que consta de dos principios: la razón y el deseo. La vida ideal para Aristóteles es la vida según la razón [Ibíd.: 45]. A pesar de que existe una dicotomía fundamental en el hombre, la parte racional y la parte irracional, es decir la razón y el deseo, debemos racionalizar el deseo para obrar según la razón. Aunque parezca que el deseo sería rechazado por completo por la razón, Aristóteles ha precisado que la vida ideal es la vida según y con la razón. Es decir que el deseo sin ser racional sí puede participar en la razón. En tal caso el deseo se muestra receptivo y como una potencia obediencial susceptible 33 además de virtud [Ibíd. 48-49]. Se trata entonces sobre todo de una penetración y transformación del deseo por parte de la razón en vez de una eliminación. Es bajo tal circunstancia en que se puede hablar de una armonía. Como es sabido la ética aristotélica se basa además en el logro de eudaimonía, ya que según Aristóteles es la felicidad que es la virtud suprema que todo hombre trata de conseguir [Troels Engberg-Pedersen 1983: 3]. Así que el filósofo postula que a diferencia de los elementos demás, cuya bondad se mide a otras cosas, la felicidad es en ella misma el fin virtuoso [Enrique Muñoz Mickle 2009: 69 (Et.Nic. 1174b 32)]. La felicidad, sin embargo, tiene que ser una actividad conforme a la virtud. Para que pueda ser calificada a su vez como tal es inherente el hecho de que la virtud moral sólo lo puede ser si está dispuesta a un deseo deliberado. El deseo deliberado, o recto como se suele decir, reclama una razón que manda y un deseo que persiga [Ibíd.: 67 (Et.Nic. 1139a 25)]. A la luz del cristianismo es evidente hacer referencia a Santo Tomás que adhiere esta posición, así que según él ―Para la recta razón en el obrar, que es la prudencia, se requiere que el hombre posea la virtud moral‖ . Con esto nos encontramos en un círculo vicioso, ya que para poseer la virtud moral, esto no se puede darse sin la prudencia [Moncho-Pascual 1972: 43]. No obstante, la irrupción histórica, o sea el pecado, impulsaría en la alta Edad Media y en la Escolástica de sesgo franciscano, la reconsideración de la ‗voluntad aristotélica‘. Como destaca también Daniel Trapani [2004: 152] la idea del hombre pecador representó, en la concepción cristiana, una novedad respecto al hombre virtuoso. Por ende las éticas filosóficas sólo podían indicar el camino correcto, pero eran incapaces cuando alguien se desbarrancaba por no haber seguido el camino indicado por ellas. El cristianismo, en cambio, no sólo pretendía indicar el camino correcto, sino que también podía auxiliar al desbarrancado. En conclusión, es de notar el paralelo que existe en el papel que cumple la razón en la filosofía clásica y en el cristianismo. Hablando en términos de análogos, no sería disparatado sustituir el concepto de la eudaimonía por el último fin del ser humano alcanzar el cielo. Por ende el cielo como fin virtuoso intrínseco se convierte en el fin supremo de la eudaimonía aristotélica. Sin embargo, cabe señalar también que el pecado no es, como fue tematizado por Aristóteles, ignorancia sino desobediencia lo que se puede remediar por medio de penitencia, así como la confesión que se consideró lo 34 suficiente muestra de arrepentimiento. Tal como veremos, las protagonistas de La Celestina no parecen elegibles para el rescate y queda por ver hasta qué punto aplica el valor del arrepentimiento. Por haber dejado expuesta una base significativa de la ética aristotélica tal como sería aplicable a la obra de Rojas, lo que sigue son los análisis de los personajes en que veremos cómo se repiten los vicios. Por evitar la repetición resultará que los análisis de los primeros personajes tendrán un carácter evidentemente más explicativo que los demás. 35 5. Análisis de los personajes principales Hemos expuestas las varias posiciones de los críticos en torno al propósito didáctico en lo que se refiere a la tradición del amor cortés relacionada con la obra de Rojas. Así que los primeros tres capítulos dieron paso a la segunda parte de este presente estudio que se centra en el asunto ético. Con el objetivo de ofrecer una estructura portante de la hipótesis hemos intentado hacer un esbozo básico de la ética aristotélica para así establecer un instrumento de medición para el análisis ético de los personajes a la que dedicaré el presente capítulo. Como veremos nos hemos fijado exclusivamente en los personajes de la obra que han muertos. Siendo estos cinco personajes los que han recibido la más severa sanción es interesante no sólo ver por qué ellos han merecido tal castigo, sino incluso intentar dejar al desnudo si entre ellos podríamos derivar algún grado de inmoralidad. Frente al modo de cómo encuentra cada personaje su muerte consideramos evidentes las características que les inducen a sus obras. Ahora bien, empezaremos los análisis de los personajes principales de la obra. El patrón que seguiremos se basa en el orden cronológico en que aparecen estos personajes. La primera escena comienza con el encuentro de Calisto y Melibea que va enseguida por la escena en que aparecen primero Sempronio y luego Pármeno. Sempronio a su torno introduce a Celestina. Por ende comenzamos los análisis en el mismo orden. Por lo tanto, lo que sigue es el análisis de Calisto, seguido por el de Melibea. A continuación trataremos los de Pármeno y Sempronio para terminar los análisis con el de Celestina. 5.1. Calisto: el amante cortés desenmascarado Por muy cortés que comience la tragicomedia de Calisto y su Melibea, describiendo a Calisto como ―de noble linaje, dotado de muchas gracias‖, cuanto más irónico resultaría descubrir a su verdadera naturaleza, una naturaleza diametralmente opuesta al amante cortés. Si bien el léxico que utiliza corresponde al vocabulario cortesano tan en boga en la 36 literatura del siglo XV, sea bien exagerado, al hablar en términos filosóficos, la praxis de Calisto sobrepasa todos los límites que definen a la vida ideal según la razón, asimismo como al código del amor cortés. De repente pone de manifiesta sus objetivos eróticos mostrándose más interesado en la consecución de sus deseo que la integridad moral de la dama. En adición de esto, al leer la carta de Rojas a su amigo que precede al texto, uno puede llegar en pensarse que Calisto es el joven que fue víctima de su entorno, presa de los malos intentos de sus criados y la alcahueta diabólica Celestina. No obstante, dentro muy poco ya el primer acto nos revela que Calisto es un mal señor que tiene su casa desgobernada y que maltrata además a sus criados. Esto ya parece ofrecernos una calificación poco positiva, por lo menos parcialmente, en cuanto a la inmoralidad de Calisto. No obstante, es conveniente que antes de llegar a tal juicio nos basemos en unos hechos concretos evaluándolos desde el punto de vista aristotélico, aunque sea cristianizado. Por ende discutiremos cómo Calisto maneja la pasión y cómo está en proporción con su entorno social. 5.1.1. La pasión de Calisto Calisto quizás es el personaje más grotesco de la obra por su actitud siempre hiperbólica. Es decir que como señala Alborg de acuerdo con Lida de Malkiel que ―las manifestaciones de humildad de Calisto son exageraciones de enamorado‖ [Alborg 1970: 564, Lida de Malkiel 1962: 367]. Esas exageraciones no sólo sirven el fin de dar un fondo cómico a la obra, sino también sirven para llamar la atención de la máscara cortesana que sirve para ocultar la persona poco honorable e incluso despreciable que es Calisto. Por no dar la impresión de que hubiera sido su intención perseverar el acto del amante cortés hasta el final y sufrir en silencio su pena como conviene al amante cortés real 15, es un ‗noble‘ que se deja conducir exclusivamente por su pasión. Al hablar de su pasión el problema no se halla tanto en la presencia del deseo, ya que es parte de la naturaleza humana, sino en el hecho de que Calisto no muestra ningún intento para suprimirlo. Es decir que no se muestra contemplativo, mientras que según 15 Por muy ridículo que se suele presentar a Calisto, su fracaso espantoso como amante cortés es un fracaso relativo. Si partimos del hecho que nunca fue su intención perseverar el acto del amante cortés, incluso podríamos señalar que por haber conseguido la goza de Melibea aun sale triunfado. 37 Aristóteles la contemplación es una actividad que es virtuosa por sí misma y que responde a lo más noble del hombre [Muñoz Mickle 2009: 61]. Por lo tanto Aristóteles insiste en la necesidad de que la pasión sea controlada por la razón o por lo menos alternada por ella ya que la virtud no puede existir ―sin la intervención normativa, eficiente y gradual de la razón‖ [Moncho-Pascual 1972: 85, 196]. Por ende, es evidente el argumento del primer acto que deja leer ―Entrando [Calisto] en una huerta en pos de un halcón suyo, halló ahí a Melibea. De cuyo amor preso comenzole de hablar‖. Como es señalado el vuelo del halcón de un joven caballero cazando que le lleva al huerto de una doncella es recurso literario frecuente para dar camino a un encuentro [Tragicomedia, 25, Nota 1]. En cuanto al simbolismo tanto el huerto, el locos amoenus, como el halcón indican no sólo qué tipo de historia nos viene encima, sino incluso qué tipo de hombre es Calisto. Es decir que el halcón es otra manera para indicar que Calisto no está en control de sus pasiones. Como también destaca Peter N. Dunn [cit. en Ricardo Castells 1975: 113]: [Calisto‘s] passion, far from endowing him with any higher understanding, has deprived him of the most common understanding, he is removed from the world‘s natural pulse and rythm. He can respond to nothing but the flux of feeling and the allurements of fantasy. A diferencia de Melibea que a primera vista se muestra hostil ante la pasión, sería prolija la pregunta sí o no Calisto se deja dominar exclusivamente por su deseo por muy inmediato que quiere hacer todo lo posible para llevarlo a la práctica. La turbación que se pone de manifiesta casi inmediato al comunicar su estado al Sempronio, criado suyo, es evidente: ¿Cómo templará el destemplado? ¿Cómo sentirá el armonía que consigo está tan discorde, aquel en quien la voluntad a la razón no obedece, quien tiene dentro del pecho aguijones, paz, guerra, tregua, amor, enemistad, injurias, pecados, sospechas, toda a una causa? (I: 32-33) Vemos a las claras el desequilibrio físico correspondiente al melancólico que lleva consigo una pérdida total de la razón. Así que cuanto más Sempronio intente persuadir a 38 Calisto que no caiga en la trampa del amor por una mujer, cuánto más fuerte se pone la pasión, y con esta, la irracionalidad. Esto explica por qué Calisto no tiene que pensarlo dos veces antes de que ceda antes la propuesta de Sempronio de acudir a la ayuda de Celestina. Es oportuno señalar además que la diferencia entre Calisto y los putañeros que suelen visitar al burdel de Celestina alcanza un mínimo. Aunque él sólo tiene una dama a quien visitar, efectivamente compra el amor, o la virginidad, de Melibea. Es por ende, éste el punto en que se desinfla la imagen del amante cortés que pretende ser. 5.1.2. Eudaimonía y egoísmo Efectivamente todas las motivaciones y acciones de Calisto parecen proceder de un apetito insaciable, un deseo sin fondo en vez de una intención noble derivada de un amor sincero. En vista de ello no sería erróneo decir que Calisto vive una vida según la pasión ya al tratar la pregunta qué es que busca en la vida, sería concisa la respuesta: el gozo y el placer. En varias ocasiones hay pruebas de que Calisto no tiene ninguna conexión espiritual con Melibea, ni con los demás personajes. No le interesa el honor de su dama, ni siquiera las consecuencias de un amor ilícito. Una ocasión que muestra bien su lujuria tanto como su egoísmo es la escena en el acto XIV en que se reúnen los amantes ante la presencia de una criada Lucrecia. Al decir Melibea que no se pone tan voraz, responde Calisto: CALISTO: ¿Para qué, señora? ¿Para qué no esté queda mi pasión? ¿Para penar de nuevo? ¿Para tornar el juego de comienzo? Perdona, señora, a mis desvergonzadas manos, que jamás pensaron de tocar tu ropa, con su indignidad y poco merecer; agora gozan de llegar a tu gentil cuerpo y lindas y delicadas carnes MELIBEA: Apártate allá, Lucrecia. CALISTO: ¿Por qué, mi señora? Bien me huelgo que estén semejantes testigos de mi gloria. MELIBEA: Yo no los quiero de mi yerro. Si pensara que tan desmesuradamente te habías de haber conmigo, no fiara mi persona de tu cruel conversación. (XIV, 273-74) 39 Podemos observar un hombre que no sólo se muestra un tanto promiscuo, sino que pone de manifiesto la exhibición del amor ilícito entre Melibea y él. No obstante, como hemos dejado expuesto en el tercer capítulo el amor cortés exija de ambos amantes guardarlo en el secreto. Mientras tanto Calisto no tiene ninguna objeción de que una tercera persona sería testigo de su amor ilícito, aun hasta llegar a tal punto que la presencia de Lucrecia implica tener un fondo erótico. Es decir que no es muy improbable que a Calisto ya no le interesa si fuera Melibea o Lucrecia sobre quien saciaría sus apetitos. Estamos ante una indiferencia antes el honor de la dama que puede resultar en la perdición de ella, mientras que Calisto considera la relación como mero juego. Frente a su interés que se fija únicamente en el aspecto físico, a nuestro modo de ver, ofrecen evidencia suficiente de su incontinencia. Hecho que bien frustra el ideal moral y la virtud. Por lo que se atañe el objetivo de Calisto esto nos lleva a considerar la cuestión de la eudaimonía. Ya hemos establecido que este se halla en la felicidad que comparte análogas con la religión cristiana puesto que el último fin del buen creyente debe ser el merecimiento del cielo. Partiendo de esta idea de nuevo resulta problemático ver a Calisto como un hombre noble y mera víctima de su entorno ya que la felicidad a la que espira es muy remota de la felicidad como virtud suprema que todos humanos deben perseguir para alcanzar la vida ideal, sea desde la perspectiva ética, sea desde la perspectiva cristiana. Mientras que muchos tomen placeres, riquezas y honores como fin, es evidente darse cuenta de que son sino medios para conseguir la eudaimonía. En caso de Calisto podemos señalar que a él no le interesa sino el placer por el placer. En otras palabras, por tener el placer como último fin sin racionalizarlo, se trata de un placer inútil y reprochable. Aparte de su pasión desenfrenada gran parte del fracaso de Calisto como humano al terreno ético se debe además al egoísmo, característica que Lida de Malkiel [1962: 347] señala como nota básica de Calisto. Según Aristóteles se puede distinguir entre dos tipos de egoísmo, siendo el uno bueno y el otro censurable. Por lo tanto el virtuoso procura los bienes más nobles e inmateriales como la virtud y el buen obrar y, elemento crucial sería que al procurar los bienes por sí mismo, al mismo tiempo lo ‗debe‘ querer para su entorno. Desde esta perspectiva podemos hablar de la honesta búsqueda a la vida feliz. Mientras tanto el egoísta reprochable viola a la justicia a procurar para sí la mayor 40 parte en riquezas, honores y placeres corporales sin querer que los demás mejoren [Muñoz- Mickle 2009: 70 (Et.Nic. 1168b 17)]. Cuáles de los dos aplica a Calisto está a la vista. La indiferencia antes el honor de Melibea ya mencionado es prueba de su egoísmo censurable ya que a él sólo le interesa el gozo, mientras que bien pueda destruir a Melibea. Es de interés además su comportamiento hacía sus criados y Celestina. Como señala Lida de Malkiel Calisto les considera a ellos solamente como instrumentos a su servicio [1962: 349]. Llama a sus criados ―Hermanos míos‖ cuando ellos intentan servirle honradamente, pero les insulta cuando le conviene. En caso de Celestina, mientras que la alcahueta le ha servido bien, al recibir Calisto la noticia de su muerte de la alcahueta refiere a ella llamándola ―aquella trotaconventos‖ e incluso dice que ―la vieja era mala e falsa‖ (XIII). Mientras tanto a la hora en que se la necesitaba la llamaba ―madre‖ y ―tía‖. Teniendo en cuenta lo dicho es significativa la idea de Maravall expuesta en el tercer capítulo que trata de la transformación social. Como la relación señor – criado se basa en la dependencia económica no es sorprendente ver que los criados desprecian a su amo y aun le odian [Carlos Mota 2000: CLIX]. Todo lo dicho se repite en resumen cuando Celestina al hablar con Pármeno se muestra muy consciente de la situación contemporánea y adopta una posición nada confusa: Estos señores deste tiempo más aman a sí que a los suyos, y no yerran. […] Perdidas son las mercedes, las manificencias, los actos nobles. […] Dígolo, hijo Pármeno, porque este 16 tu amo, como dicen, me parece rompenecios. De todos se quiere servir sin merced . (I, 73) Es evidente notar que el pasaje ya expuesto apoya nuestra hipótesis que Rojas, a través el comentario de Celestina, se muestra consciente de la sociedad cambiante y la pérdida de las normas y los valores tradicionales. Por ende es un hecho que hace aun más plausible que la obra debe ser interpretada como una crítica de la moral del tiempo. En cuanto a la inmoralidad no es sorprendente descubrir la conducta de Calisto al recibir la noticia de que sus criados habían sido ejecutados por haber asesinado Celestina. Lo lamenta pero dentro de muy poco revuelve toda su atención al consecución del amor (carnal) de 16 La cursiva es mía. 41 Melibea. Esto quita ya la poca credibilidad de su duelo que mostró antes. En ningún caso Calisto se arrepiente de las consecuencias que pueden tener sus acciones ni se preocupe de los daños a los personajes que le rodean. El sano pensamiento moral, la prudencia y la contemplación, es decir la phrónesis, es nulo. Así que también a él le conviene morir. 5.1.3. La muerte de Calisto Si saltamos al decimonono acto llegamos al acto en que muere Calisto. Después de un mes de amores con Melibea de nuevo sale a casa de Pleberio para una reunión apasionada con la doncella. A llegar Melibea y Lucrecia se entretengan con canciones eróticos picantes que frente a la actividad física de Calisto y Lucrecia, ya antes mencionado, han despertado el apetito del joven. Al retroceder al cuarto para perderse en el ‗deleyte‘ 17 se oyen en la calle voces que induce a Calisto ir al fuera para auxiliar al criado suyo, Sosia. No obstante, por un mal paso se caiga pidiendo confesión demasiado tarde. A causa de la caída se abre la cabeza y muere de repente. Como señala Eukene Lacarra Lanz [2000: 143] es significativo que Calisto como si fuera de porcelana rompe en mil trozos. De ahí que cuestiona cómo es posible que un cerebro se pueda romper en trozos ya que es órgano húmedo. Aunque efectivamente no se trata del celebro sino el cráneo que sí se puede romper en pedazos es interesante ver cómo Lacarra lo explica. Por lo tanto el crítico refiere a los términos médicos tematizados por tanto Plato como Aristóteles. La única explicación es que el cerebro de Calisto haya sufrido un proceso de desecación a la causa del coito excesivo ya que este frente al calor generado por el ardor del deseo hace subir la temperatura por la que se quita la humedad. Así que mientras que el coito sirve de cura del amor hereos un exceso disturba el equilibrio tal como ocurre en caso de Calisto. En resumen, son múltiples los aspectos que atestiguan del personaje poco honorable que es Calisto así que hemos destacado que usa los modos cortesanos para disfrazar su lascivia y venderla como amor. No obstante, tal como le conviene no sólo fue una falsa alarma que despertó en él por primera y única vez la caballerosidad, sino encuentra su fin a través de modo muy remota a la muerte heroica. Tal como intentamos 17 De nuevo los amantes se sirven del léxico amoroso cortés que mediante eufemismos como ‗gloria‘, ‗visitación‘ y ‗merced‘ que Lucrecia resume de manera más directa al decir ―Ya me duele a mí la cabeza de escuchar y no a ellos de hablar ni los brazos de retozar ni las bocas de besar. ¡Andar, ya callan! A tres me parece que va la vencida‖ (X, 322). 42 mostrar la conducta de Calisto es deplorable como noble y como amante y por ende muere como ha vivido, deshonrosamente. 5.2. Melibea, la furiosa enamorada Al analizar el personaje de Melibea salen a luz varios hechos que suscitan nuestro interés. Si nos centramos en la praxis de Melibea he señalado tres hechos dignos de ser analizados. En primer lugar tenemos el rechazo fuerte en el primer acto; su enamoramiento más tarde y las relaciones ilícitas que mantiene; y el suicidio al fin de la obra. A base de estos hechos nos interesa sobre todo saber qué es que nos dicen estos hechos sobre el personaje en cuanto a su phrónesis. De especial interés son los estudios Louise Fothergill-Payne (1988, 1991) y Charles F. Fraker (1993) expuesto por María Eugenia Lacarra en su estudio ―La ira de Melibea a la luz de la filosofía moral‖ (1997). 5.2.1. El rechazo de Calisto Al tratar la escena del primer acto vemos cómo el joven Calisto expresa su amor a Melibea. Melibea por miedo de perder su honor casi de repente monta en cólera 18 cuando contesta de manera siguiente: Más desaventuradas de que me acabes de oír, porque la paga será tan fiera, cual merece tu loco atrevimiento; y el intento de tus palabras ha seído. ¿Cómo de ingenio de tal hombre como tú habié de salir para se perder en la virtud de tal mujer como yo? ¡Vete, vete de ahí, torpe!, que no puede mi paciencia tolerar que haya subido en corazón humano conmigo en el ilícito amor comunicar su deleite. (I, 28) En el párrafo anterior ya hemos hablado de la vida ideal según Aristóteles, o sea la vida según la razón. Teniendo esto presente ya surgen unos problemas en torno al rechazo furioso de Melibea ya que lo podemos interpretar de dos modos al preguntarnos si es la 18 Es una perturbación del logos, affectus traducido en el siglo XV como deseo o codicia, mientras que la verbosidad se señala como un signo de una mente enferma [Lacarra 1997: 108]. 43 razón o la pasión la que habla. Como destaca Lacarra Fraker parte de la interpretación que la ira funciona como una arma que Melibea pone a contribución para rechazar el ‗indecent proposal‘ de Calisto, defendiendo así su honor. Arguye el crítico que desde tal perspectiva la cólera de Melibea es noble ya que está al servicio de su honor [Fraker cit. en Lacarra 1997: 107]. En contestación a ello, las ideas filosóficas en torno a la ira difieren. De hecho que el filósofo Séneca considera la ira como la pasión más dañosa y a los coléricos como las personas más peligrosas. Aristóteles, sin embargo, es de parecer contrario ya que clasifica la ira como pasión útil con tal que tiene una causa justa. Hasta tal punto Fraker parece compartir la perspectiva con Aristóteles. Sin embargo Aristóteles insiste que para que sea aceptable la furia debe ser acompañada de la contemplación y el juicio en posesión de una persona prudente y deliberado de carácter apacible [Etica II, 2, 3 y IV, 7 cit. en Lacarra 1997: 110]. Mientras que Fraker recurre a la racionalidad de Melibea y su justa causa, tanto Fothergill-Payne como Lacarra arguyen que la ira de Melibea no es noble ya que viene de una persona irracional. Si intentamos responder a la pregunta si la ira que dispone Melibea es de índole contemplativa ¿diríamos que viene de una persona equilibrada, apacible, conducida además por la templanza? Ahora bien, no sería disparatado decir que la ira presentada aquí no parece tener su origen en un carácter prudente, sino en un carácter irascible. La que lleva la voz cantante es la razón enturbiada. De hecho que la ira de Melibea es una ira emocional y sobre todo desproporcionada muy ajena de la persona en cuya posesión es admirable la ira según insiste Aristóteles. A nuestro modo de ver aplica muy bien lo que dice Lacarra [1997: 114] de que la apariencia de la fortaleza es, en este caso, un escudo de la debilidad y que no se debe confundir la violencia con la fuerza de la razón. Aparte de la irracionalidad de Melibea también queda dicho que Fraker parece suprimir a la índole del honor presentado ya que no convence como un honor sincero, sino como un honor impuesto por la sociedad. De hecho que estamos ante una actuación dentro de un drama en la que los personajes pretenden ser algo que no lo son para perseguir sus pasiones. Al retomar la idea del amor cortés como vehículo para hacer visibles los vicios de una sociedad que ha perdido sus valores tradicionales, ya hemos visto el comportamiento paródico de Calisto. Mientras que se presenta como amante cortés pronto descubrimos que él es exactamente lo contrario. Igual que Calisto también 44 Melibea se ha enmascarado, pretendiendo ser ella la belle dame sans merci, personaje fijo de la tradición del amor cortés. Así que al rechazar Calisto Melibea, como también sustenta Lida de Malkiel [1962: 406], parte de un rechazo obligatorio que viene de la noción de las reglas que, como ella sabe muy bien, impone la sociedad tanto como el código del amor cortés. A luz de esta observación podríamos considerar al honor de Melibea tan vació como la cortesía de Calisto y por consiguiente no como la causa justa de que habla ni Fraker ni Aristóteles. 5.2.2. El sí de Melibea La supuesta firmeza de la dama que hemos expuesto se pone inestable dentro de poco cuando Melibea se enamora. Esta voltereta imprevista ha suscitado un interés vivo de la crítica. Sin embargo, al considerar el rechazo como mero código, no es de sorprender que Melibea a la corta o a la larga se someta a la pasión que ya tenía dentro. Así que a una firmeza fingida la falta poco transformarse en una debilidad que se manifiesta en el enamoramiento. Así que al ponerse colérica de nuevo en el acto IV al oír de Celestina que el enfermo es Calisto, contesta del siguiente modo: ¡Ya, ya, ya, buena vieja, no me digas más! […] ¡Jesú, Jesú! ¡Quítamela, Lucrecia, de delante, que me fino, que no me ha dejado gota de sangre en el cuerpo! Bien se lo merece esto y más, quien a estas tales da oídos. Por cierto, si no mirase a mi honestidad y por no publicar su osadía dese atrevido, yo te hiciera, malvada, que tu razón y vida acabaran en un tiempo. (IV, 126) Después de que Melibea ha descargado su desagrado sobre Celestina, la vieja la responde diciendo ―[…] estás muy rigurosa y no me maravillo, que la sangre nueva poco calor ha menester para hervir‖ (IV, 128). Así que su debilidad se muestra a través el hecho de que esta furia se transforma en menos de poco en el mismo acto. De hecho Melibea después de su explosión de ira nos revela su carácter colérico y admita su impaciencia y la falta de control sobre si misma al exaltar ―¡Oh cuánto me pesa con la falta de mi paciencia!‖. Además se disculpa por ―las alteraciones de [su] airada lengua‖ (IV, 134). Es aquí donde la cólera más rápido que lento se convierte en la melancolía de una enamorada. A leer las 45 palabras proféticas de la criada Lucrecia ya sabemos a dónde va la historia: ―¡Ya, ya: perdida es mi ama! Secretamente quiere que venga Celestina. Fraude hay. […]‖19 (IV, 134) Mientras tanto cuando Melibea se ha sometido a Calisto, ya no le importa su honor, sino el deseo y los placeres bajos. Para ella ―más vale ser buena amiga que mala casada‖ ya que ve en la última el impedimento de su libertad. No sólo rechaza la única opción de canalizar su amor, sino muestra un carácter incontinente. Así que al oír sus padres hablar del casamiento de su, lo que ellos piensan, casta hija de nuevo se pone colérica ante Lucrecia al decir: Déjenme gozar mi mocedad alegre si quieren gozar su vejez cansada […] No tengo otra lástima sino por el tiempo que perdí de no gozarle […]. No quiero marido, no quiero ensuciar los nudos del matrimonio, no las maritales pisadas de ajeno hombre repisar. (XVI, 296) No hay ni sombra de duda que la razón brilla por ausencia lo que facilita un control completo por parte de la pasión. Melibea está ciega hasta tal punto que está dispuesta a todo, incluso sacrificar a sus padres. Por ende el decimosexto funciona más bien como mensajero del suicidio en el acto XXI que trataremos a consecuencia. 5.2.3. El suicidio Muerto Calisto Melibea llora el fin trágico de su amante así que exclama que ―¡[su] bien y placer todo es ido en humo, [su] alegría es perdida, consumiose [su] gloria!‖ (XX, 324). Aun más llamativas resultan sus exclamaciones que dejan leer ―tan poco tiempo poseído el placer‖ (XX, 325), que va seguida por la desesperada pregunta ―¿[c]ómo no gocé más del gozo?‖. Aunque dudo que Calisto en lugar de Melibea hubiera hecho lo mismo, es decir quitarse su vida, a través del cual podríamos derivar una posible diferencia entre ambos amores, de nuevo veo que en vez del amor verdadero y espiritual el enfoque se encuentra sobre todo en el gozo y el placer. Más que en caso de Calisto, que muere por accidente, la irracionalidad de Melibea que hemos tratado de mostrar en los párrafos anteriores, literalmente le conduce a la muerte. Así que dice: 19 La cursiva es mía. 46 […] llegado es mi descanso y tu pasión. […] No la interrumpas con lloro ni palabras; si no, quedarás más quejoso en no saber por qué me mato que doloroso por verme muerta. Ninguna cosa me preguntes ni respondas más de lo que de mi grado decirte quisiere, porque cuando el corazón está embargado de pasión, están cerrados los oídos al consejo; y en tal tiempo las fructuosas palabras, en lugar de amansar, acrecientan la saña (XXI: 331-32) En su decisión de arrojarse de la torre no muestra ni una prueba de religiosidad, ni arrepentimiento. Así que a la hora de dirigir sus palabras finales hacia su padre alude al descanso poniéndose además renuente de cualquier intento por parte de sus padres que impidan su muerte inevitable. A diferencia de Calisto no pide confesión, mientras que ella más bien fue la única de los cinco personajes que tenía la oportunidad, tan enturbiado es su mente que no le parece interesar sino en la reunión con su amante. Estamos ante un personaje en que están presentes dos pasiones, como también destaca María Eugenia Lacarra: la ira y el amor. Son estas pasiones que rigen el comportamiento de Melibea y hacen que ella en vez de defender su honor sinceramente elige el camino pecaminoso de un amor ilícito, que miente a sus padres, y al final comete el pecado capital al arrojarse de una torre. Presenta, en resumen, un personaje que adolece de intemperancia, sin ni el más leve asomo de arrepentimiento. Como destaca Lacarra, si Rojas modeló el carácter de Melibea sobre los principios de la filosofía moral de su tiempo, no sería ilógico pensar que Rojas reprueba la conducta de Melibea [Lacarra 1997: 117]. 5.3. Los criados: Pármeno y Sempronio A pesar de que la obra fue escrita en ―reprehensión de los locos enamorados‖ deja leer que asimismo fue ―hecho en aviso de los engaños de las alcahuetas y lisonjeros sirvientes‖20. Mientras que estas palabras ya expresan una clara reprobación de la actitud 20 La cursiva es mía. 47 de los sirvientes y la alcahueta es evidente la matización con respecto a tal evaluación. Así que consideramos significativa que Sempronio prácticamente se muestra desleal desde el principio hasta el fin, mientras que en caso de Pármeno se trata de un desarrollo psicológico más complejo. A la luz de la ética aristotélica, en primer lugar sería digna de interés la relación que mantienen los criados con su señor, qué es que les motiva y, por supuesto, analizar el papel del homicidio. 5.3.1. Relación: amo – criados A la hora de hablar de los criados, Sempronio es el primero en aparecer en la obra como el criado de Calisto, más bien él es servus fallax, tipo fijo del teatro clásico. Según dice Lida de Malkiel quizás es el carácter más rico de la obra, así que cumple varios papeles como la de predicador misógino, el fino enamorado, el cómplice medroso y la de violento asesino [1962: 594]. En cuanto al primer papel mencionado, lo del predicador misógino, la concepción de que las mujeres comparten una naturaleza común que es imperfecto, se apoya en Aristóteles y se manifiesta fundamentalmente en las declaraciones de Sempronio. Mírense las siguientes palabras en boca de Sempronio en el primer acto en que vemos a las claras su actitud misógina: Lee los historiales, estudia los filósofos, mira los poetas. Llenos están os libros de sus viles y malos enjemplos. Oye a Salomón do doce que las mujeres y el vino hacen a los hombres renegar. Conséjate con Séneca y verás en qué las tiene. Escucha a Aristóteles […] ¿quién te contaría sus mentiras, sus trafagos, sus cambios, su liviandad, sus lagrimillas, sus osadías […], su engaño, su olvido, su desamor,su ingratitud, su inconstancia, si testimoniar, […], su locura, su desdén, su soberbía, su sujeción, su parlería, su golosina, su lujuria y suciedad […] (I, 39-40) Vemos cómo en primer instante su actitud misógina desempeña el papel principal. Siendo él mayor que Calisto y además más experimentado, hecho que destacamos por su sabiduría que expone a través su retórica y las numerosas sentencias filosofales clásicas 48 que expresa21, evalúa e intenta corregir el comportamiento de su amo Calisto. No obstante muy pronto se da cuenta del provecho que pueda sacar de la situación de su amo y esto le incita a introducir Celestina. Por ende al decir que es el amor que arranca toda la tragedia sería tan válido decir que si Sempronio no le había propuesto la ayuda de una alcahueta empujado por su avaricia, tampoco lo habría. En cuanto al fino enamorado y al violento asesino de que habla Lida de Malkiel, parece que falta explicación suficiente. Por lo que se atañe el primero, a pesar de que Sempronio desaprueba la divinización de que se sirve su señor, que hemos identificado como una de las pautas más llamativas del amor cortés, también Sempronio parece culpable de la misma ofensa ya que se afana tras el amor de Elicia 22. No obstante, cabe señalar el interés de Sempronio demasiado evidente en Melibea (V, 141; VIII, 189). Muy a diferencia de Calisto, Sempronio no dispone los signos típicos del amor hereos, aun no en presencia de Elicia. Incluso llega a alabar la belleza de Melibea durante la cena en que están presentes tanto Alisa como Elicia (IX, 206). Por ende es dudosa considerar al criado como un ―fino enamorado‖. Cabe dicho además que mientras que hay quienes observan que Sempronio y Elicia reflejan el amor de Calisto y Melibea como el variante bajo del amor culpable, parece ser reflexión un tanto inadecuada por ser difícil hallar análogas entre los personajes. No obstante, por ser el enfoque del presente estudio otro, nos interesa sobre todo la relación que mantiene el criado con su amo, Calisto. Dicho esto, pese a que Calisto se muestra un mal señor Sempronio inicialmente es leal a él, aunque por muy poco tiempo, y parece ser de buena fe. No obstante, a pesar de que los apartes nos dicen mucho del hombre que es Calisto, paso a paso revelan el carácter cínico y egoísta de Sempronio que se torna desleal. Enturbiado la mente de Calisto por la pasión él no quiere seguir el consejo de su criado quien aprovecha la oportunidad para mejorarse económicamente. Así que en varias ocasiones Sempronio expresa de plano que su única objetiva es aprovecharse. Ya al comienzo habla entre dientes diciendo ―Duelos tenemos. Esto es tras lo que yo andaba. De pasarse habrá esta importunidad‖ (I, 44). De ahí que propone a Calisto recurrir a la ayuda de Celestina, una 21 Recuérdense las palabras de Calisto que en un momento dice a Sempronio ―No sé quién te avezó tanta filosofía, Sempronio‖ (VIII, 197). 22 Así que Calisto le dice, refiriendo a un dicho aristotélico que ―Torpe cosa es mentir el que enseña otro, pues que tú precias de loar a tu amigo Elicia‖ (I, 36). A la que Sempronio responde, consciente de su error ―Haz tú lo que bien digo y no lo que mal hago‖ antes de que de nuevo hace gala de la misoginia. 49 ―hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay‖ para herir la enfermedad de su amo, quien lo acepta con voracidad. Al hablar con Celestina se repite de nuevo la avaricia del criado cuando dice que: ―Calisto arde en amores de Melibea; de ti y de mí tiene necesidad. Pues juntos nos ha de hombre de la menester, juntos nos aprovechamos, que conocer el tiempo y usar el 23 oportunidad hace los hombres prósperos‖ . (I, 51) Hecho el trato de Sempronio y Celestina aparece Pármeno en diálogo con Calisto en que Pármeno advierte Calisto que no tenga trato con Celestina, que llama la ―puta vieja alcoholada‖. Al reclamar que su amo se tiemple y modere, Calisto no muestra su agradecimiento, sino se queja de la lealtad que confunde con envidia y enemistad mostrándose despreciativo ante el consejo de su criado. Mientras tanto elogia la deslealtad del otro como limpieza de servicio. Igual como lo haría Lucrecia, Pármeno predice el destino de su amo al recurrir al consejo de Sempronio y a la ayuda de la alcahueta al decir: ―¡Oh Calisto desventurado, abatido, ciego! Y en tierra está adorando a la más antigua puta vieja que fregaron sus espaldas en todos los burdeles. Deshecho es, vencido es, caído es; no es capaz de ninguna redención ni consejo ni esfuerzo‖. (I, 67) A diferencia de Sempronio, que no da indicios de tal lealtad, Pármeno expresa repetidas veces que ama a Calisto ―porque le deba fidelidad‖. Le duele verle a su amo perdido y lamenta el hecho de que se deja aconsejarse de ―aquel bruto Sempronio‖ (I, 69). Aunque es dudosa la calificación de ―bruto‖ que atribuye a Sempronio, sí es cierto que Pármeno se da cuenta del pacto maligno y reprochable. Tal como los demás quiere obtener riquezas pero, a diferencia de ellos, sin meterse en un trato maligno. Podría muy bien ser que en el joven Pármeno hallamos más bien la última persona que estima los valores tradicionales de que habla Maravall, sólo para llegar el lector a la conclusión que también él sucede ante la pasión al elegir el camino reprochable de los demás. No obstante, mientras que Calisto ve a sus criados como meros instrumentos es irónico ver que Pármeno pese a esto le mantiene fiel por relativamente mucho tiempo y se muestra único en su lucha interior. De manera consiente mantiene por largo tiempo el recto camino en la cual la razón, tan glorificado por Aristóteles, juega un papel importante. Sin embargo, crece la cantidad de momentos en que la confusión le amenaza en dominar. Mírense lo que dice en el diálogo del primer acto con Celestina en que parece 23 La cursiva es mía. 50 que ella haberle indoctrinado parcialmente haciendo alusión a la amistad con la madre del criado: ―Por una parte téngote por madre; por otra a Calisto por amo. Riqueza deseo, pero quien torpemente sube a lo alto, más aína cae que subió. No querría bienes mal ganados‖. (I, 74) Todavía conserva sus escrúpulos derivados de una moral tradicional y sabe muy bien las consecuencias de los ―bienes mal ganados‖. Desde tal punto de vista, aunque es joven, hasta cierto punto, muestra un carácter bastante contemplativo e intelectual. No obstante por sus pocos años va a ser él misma víctima de su contemplación tal como de la avaricia. Es decir que notamos que está en juego su tenacidad a causa de su propio retórico al decir ―Duda tengo en su [Celestina] consejo; yerro es no creer y culpa creerlo todo. Mas humano es confiar‖ (I, 79). Mientras que no quiere confiar la alcahueta porque la conoce y comprende muy bien su maldad todavía es inseguro de sí mismo. Entornada está ya la puerta para poder entrar Celestina. Frente al hecho de que cada vez más se da consciencia de que su lealtad hacia su amo no vale para nada, sino al contrario, la perspectiva del amor de Areúsa le distancia del camino recto que ha tomado. Así que en el segundo acto ya expresa ―¡Oh desdichado de mí! Por ser leal padezco mal. Otros se ganan por malos, yo me pierdo por bueno‖ (II, 92). Es éste el momento clave en que notamos el cambio de actitud de Pármeno. Considerado lo dicho, es de señalar el papel que ocupa el comportamiento de Calisto hacia sus criados. En caso de Sempronio él deprecia a su amo desde el principio. Así que en el primer acto refiere al sentencia aristotélica que ―Impossibile est dominis negligentibus servos solicitos esse‖ (Autoritates Aristotelis, XIV, 9, Cit. en Tragicomedia, I, 46, Nota 218). Al calificar Calisto como un señor perezoso que maltrata a sus criados es de esperar que ellos maltrataran a él en un futuro no lejano. En caso de Pármeno a él no le quedó otra opción sino tornarse desleal o por lo menos quitarle de cualquier motivación para seguir fiel a Calisto. Al haber intentado mostrar en vano su fidelidad a Calisto, va a ceder ante la codicia y avaricia mostrándose aun más ciega que los demás y quiere más provecho [Lida de Malkiel 1961: 73]. Siendo él tan duro de pelar, en vista de Celestina, la seducción de Pármeno muy probablemente es conquista tan grande como la obtención de la voluntad de Melibea. 51 5.3.2. Motivaciones: avaricia, codicia y egoísmo Al tratar Lida de Malkiel cada personaje de La Celestina destaca el egoísmo y cobardía que caracterizan a los criados, aunque, como señala, en caso de Sempronio no se trata del egoísmo fuerte de Calisto, sino más vulgar, incluso normal [1962: 596]. Al calificar los criados como ―lisonjeros sirvientes‖ lo dicho ya hace resaltar la diferencia entre Pármeno y Sempronio. Mientras que Pármeno pasa por un proceso de reprobación y resistencia hacia una merced total de la inmoralidad, Sempronio es un factor mucho más activo y determinado, ya que es él que más bien arranca la tragedia y respectivamente desde el comienzo parte de un egoísmo para mejorarse económicamente a expensas de su amo. Es decir, incurre en la ayuda de Celestina y si no fuera por él, la vieja no jugaría el papel de alcahueta. Si resumimos al Sempronio con la frase que él mismo pronuncia ―deseo provecho; querría que este negocio hubiese buen fin, no porque saliese mi amo de pena, mas por salir yo de laceria‖. (II, 105), Pármeno se hace resumir por lo contrario. Por ende, Pármeno, en cambio de Sempronio, en varias ocasiones opone la razón a la pasión, o a la voluntad, advirtiendo los peligros del placer. Parece que se queja de que el placer, o sea el mal, se opone a la razón y así al libre albedrío para poder salvarse [Maravall 1964: 23]. Mientras tanto Pármeno tiene un papel mucho más pasivo y cabe señalar que su error se halla sobre todo en el no intervenir ya que sabía que Calisto por poner su fe en la alcahueta encontraría un desastroso fin. 5.3.3. De la hostilidad a la amistad Así y todo Pármeno fue sinceramente fiel hasta cierto punto, que en concreto va a durar hasta el acto XIII en que Pármeno y Sempronio conciertan su amistad y en que Pármeno ceda definitivamente ante la avaricia que caracterizan al Sempronio y Celestina desde el comienzo. Aunque repetidas veces reprocha la actitud de Sempronio y Celestina haciendo hincapié de su avaricia y mal obrar24 cede ante la idea de una reunión amorosa con Areúsa. 24 Una ocasión en que muestra su desaprobación del comportamiento de Sempronio es cuando dice ―no me hará mejor, ni yo a él sanaré su vicio‖ (I, 76). 24 Pármeno quizás es el personaje más fidedigno y auténtico de la obra. Muestra una lucha interior que a nosotros no es ajena y que parece digna de crédito. Pues ¿cómo seguir fiel a una persona quién te maltrata, te desconfía y te causa honda decepción? El error en que incurre además se produce de una furia causada 52 En cuanto a la amistad entre Pármeno y Sempronio desde el acto VIII, cabe señalar que Aristóteles ha puesto mucha atención al concepto de la amistad. Así que según el filósofo la amistad, aunque menor en dignidad que la vida contemplativa, es perfecta como aspiración y es una virtud o va acompañada de virtud así que ―la amistad no sólo es algo necesario, sino algo hermoso‖ [Cit. en Muñoz Mickle 2009: 64 (Et.Nic. 1155a 1]. El hecho de que Sempronio y Pármeno conciertan su amistad es hecho motivado por Celestina así que por tener la alcahueta miedo que Pármeno desbaratará el negocio insiste en la concepción aristotélica de la utilidad y el placer que ofrece la amistad. Es que la manifestación pública o social de lo bueno y lo material es ley en la obra de Rojas. Así que Pármeno en el acto VIII alude a las palabras de Celestina: ¡Oh alto Dios!, ¿a quién contaría yo este gozo? ¿A quién descobriría tan gran secreto? ¿A quién daré parte de mi gloria? Bien me decir la vieja que de ninguna prosperidad es buena la posesión sin compañía. El placer no comunicado no es placer. (VIII, 188) Mientras que al principio los dos colaboran a regañadientes y tienen en vista únicamente el provecho, después del acto VII el ‗deleyte‘ da lugar a un tipo especial de compañerismo, y, finalmente, en el acto XII su amistad queda firme e irónicamente cimentada por bien. [Gilman 1974: 191, Nota 6]. Es irónico ver que ésta amistad va a cumplir un papel significativo en cuanto al homicidio de Celestina. 5.3.4. El asesinato a Celestina y el fin de Pármeno y Sempronio Mientras que Pármeno se deja conducir por su pasión mucho más tarde y desconfía a la alcahueta desde el principio, Sempronio pone su fe en el trato con la alcahueta mostrándose buen cómplice más que nadie. Paulatinamente se da cuenta del hecho que ya temía, a saber que el trato sino fue una promesa. Por ende Sempronio y Pármeno en el acto XII deciden ir a casa de Celestina a reclamar parte de la ganancia. Sin embargo por un ataque hacia su madre, punto neurálgico. A diferencia de los demás personajes, quienes obran mal siguiendo una pauta marcada, Pármeno actúa instintivamente en un momento de perturbación mental. 53 Celestina se niega a compartir ni el oro ni tampoco las monedas lo que resulta en pelea. De nuevo es indicativa la conducta pasiva de Pármeno. Mientras que la alcahueta llama a la justicia y pide confesión al pelear físicamente con Sempronio, Pármeno mantiene al margen de la acción y no actúa físicamente, sino jalea en un estado de éxtasis ―¡Dale, dale, acábala, pues comenzaste, que nos sentirán! ¡Muera, muera!‖ (XII, 261). Sea por cobardía o por reacción lógica, los dos huyen de la gente que han llegado al oír las llamadas de terror y saltan de la ventana. También en esta última escena Pármeno se pone cauteloso al decir a Sempronio ―Salta, que yo tras ti voy‖ (XII, 261). Tal como es el caso de Calisto y Melibea es significativo el papel de la caída. En el acto que sigue descubrimos a través el parlamento de Sosia que: […] sin sentido iban, pero el uno, con harte dificultad, como me sentió que con lloro le miraba, hincó los ojos en mí, alzando las manos al cielo, cuasi dando gracias a Dios, y como preguntando si me sentía de su morir; y en señal de triste despedida abajó su cabeza con lágrimas en los ojos, dando bien a entender que no me había de ver más hasta el día del gran Juicio. (XII, 266) Es interesante filosofar quién de los dos fue el aun vivo y triste. Sería probable que fuera Pármeno que por sólo haber asistido con palabras al homicidio no merecía la muerte instantánea, sin embargo, esto nunca se pueda establecer con seguridad. Sin embargo, cabe señalar que a fin de cuentas tanto Pármeno como Sempronio, ya medio muertos, no logran en escapar de la muerte como más grave castigo de sus malas obras. Así que el mismo día reciben la sanción final en la plaza mayor del pueblo. Los únicos personajes que reciben un castigo de la justicia. En resumen cabe dicho que a pesar de que Lida de Malkiel opina que Sempronio formula su egoísmo demasiado empeñosamente para que suene a sincero, señalamos la posibilidad de que Rojas lo ha hecho para dar voz al abismo que existe entre Sempronio y Pármeno. Así que como hemos intentados mostrar es que Rojas se daba cuenta de la sociedad cambiante. Por ende, a nuestro modo de ver la actitud de los criados simboliza el orden tradicional frente al desorden, o sea a una sociedad que ha perdida las convenciones de honor y lealtad. Es la avaricia y la codicia que hacen ciegos Sempronio 54 y Pármeno por la decepción de la alcahueta. De tal manera el uno se hace olvidar de sus escrúpulos y el otro lo simplemente niega. Por lo tanto los criados merecen la muerte a causa de sus vicios que montan en el homicidio. 5.4. Celestina Celestina sin duda es el personaje principal de la obra de Rojas. Su papel es tan importante que quizás podríamos concluir que sin ella no existiera la obra. Mientras que críticos como Deyermond dicen que es el amor el motor sobre el cual gira toda la obra, no sería disparatado decir que el papel de la alcahueta es de igual importancia. El hecho de que apenas aparece en doce de los veintiuno actos mientras que la obra lleva su nombre ya es prueba de su vital importancia. 5.4.1. Captando la voluntad En el primer capítulo he apuntado muy breve el hecho de que Rojas al mezclar los géneros no se deja conformar por el habla. Así que como he dejado expuesto a la luz de la tradición literaria la gente de baja estirpe se sirve de un estilo vulgar mientras que la gente de la clase alta se servía de un estilo elevado y culto. Celestina es el ejemplo que muestra muy bien el traspaso de éstas límites. A pesar de que ella pertenezca a la hez de la sociedad muchos críticos han señalado las referencias cultas de, entre otros, Séneca, Petrarca y Horacio junto a giros populares y refranes coloquiales [Pilar García Mouton, 2000: 90]. Es decir que Celestina adapta su estilo al interlocutor de diversas condiciones sociales y está muy consciente de que su habla determina si o no logra en penetrar la voluntad. Así que aplica una estrategia de captatio benevolentiae, y con tal éxito que podríamos muy bien concluir que, junto con su intelecto, el arma más valiosa de Celestina para conseguir su objetivo, es su habla. No obstante, es curioso señalar que aunque los personajes se dejan ser adoctrinados, todos saben muy bien que ella es una mujer maligna y que su oficio existe en el engaño de los demás. Así que dice Sempronio cuando habla con Celestina: 55 […] mucha sospecha me pone el presto conceder de aquella señora, yt venir tan aýna en todo su querer de Celestina, engañando nuestra voluntad con todas sus palabras dulces y prestas, por hurtar por otra parte, como hacen los de Egipto cuando el signo nos catan en la mano. Pues alahé, madres, con dulces palabras están muchas injurias vengadas (XI, 235) En cuanto al poder de captar las voluntades de los personajes muchas han señalado que se lo debe al hecho de que Celestina aparte de ser alcahueta, además cumple con el papel de hechicera. No sólo acude a ciertos procedimientos mágicos, sino también expone el pacto e intervención con el demonio para influir en la voluntad de los demás, o sea el philocaptio [Miguel Ángel Pérez Priego, 2000: 79]. Recuérdense el conjuro diabólico del tercer acto en que Celestina se dirige a Plutón, dios romano de los infiernos, o en realidad el demonio: Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles […] Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza destas bermejas letras, […], vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas, […], hasta que oportunidad que haya Melibea con aparejada lo compre [el hielo], y con ello de tal manera quede enredada, que cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición. (III, 109) Sin meterme demasiado en el asunto de la magia, muy estudiado, por otra parte por muy tentadora que sea la idea de Celestina como la encarnación del diablo, creo más plausible que lo debemos interpretar en un sentido simbólico. De hecho, al retomar los términos platónicos y ver a los enemigos del alma, a saber la carne, el mundo y el diablo, no sería difícil atribuir los papeles a los diferentes personajes de la obra. Siendo Melibea la carne que quiere gozar Calisto y la que enciende en él la pasión, el papel del mundo podemos muy bien aplicarlo a los criados, representando al entorno que facilita que Calisto, o cualquier otro, caiga en el vicio, o en el pecado si quiere. Desde tal perspectiva tampoco sería inadecuado atribuir el papel del diablo, sea simbólico, a Celestina. Mientras tanto, diabólico o no, a nuestro modo de ver la fórmula exitosa de su praxis se halla ante todo 56 en su intelecto como indica ella misma al decir a Pármeno ―Que no sólo lo que veo, oyo e conozco, mas aún lo intrínseco con los intellectuales ojos penetro‖ (I, 67). Es su perspicacia de sus sentidos que permite ella saber cómo puede influir a una persona. Conoce ya las flaquezas de sus interlocutores, a saber Calisto, Pármeno, Sempronio y de Melibea [Lida de Malkiel, 1962: 520]. En sus intentos de persuadir a Melibea, Pármeno y Areúsa despliega gran acopio de lugares comunes filosóficos y de sentencias edificantes, muchas de ellas tomadas de la Biblia. Por ende es de señalar el papel de la religión que podemos derivar de esto y el abismo que existe entre una devoción sincera y la amoralidad desvergonzada que caracteriza a Celestina. Por consiguiente se trata de una inteligencia racionalista puesta al servicio de la acción y al del interés egoísta. No sorprende en descubrir que, para una alcahueta que vende virgos como Celestina, el frecuente uso del contenido bíblico no es sino instrumento para dar autoridad a sus argumentaciones en vez de ser una guía personal. De ahí que a pesar de su intelecto, Celestina no difiere de los demás personajes en cuanto a sus intenciones y los objetivos que trata de conseguir lo que efectivamente la hace tan debíl como los demás. Por ende Lida de Malkiel [1962: 506] hace referencia al análogo que existe entre Calisto y la alcahueta. Así que señala con razón que tanto Calisto como Celestina usan de instrumento sus prójimos y dan paso libre a su apetito, sea el uno por el amor, la otra por el dinero. Mientras que Calisto se lamenta del amor no logrado, Celestina lamenta su pobreza y su vejez [Ibíd.: 506]. Es hecho de la que es consciente Celestina también, aunque lo enfrenta desde la perspectiva defensiva deshaciéndose de cualquier responsabilidad cuando dice en el acto IV ―Aunque según su merecimiento [de Calisto], no temía en mucho que fuese él el delincuente e yo la condemnada. Que no es otro mi oficio sino servir a los semejantes‖ [Cit. en Lida de Malkiel, 1962: 530]. No obstante, al hablar de la codicia y la avaricia, en vez de decir que estos vicios rigen a Celestina como las pasiones rigen a los demás, ella está en control a lo largo de la obra, aunque, claro está, también ella será víctima de sus propias pasiones. Por ende señalamos que mientras que Celestina muestra una inmoralidad comparable como los demás en cuanto a sus objetivos el modo de conseguirlos difiere por ser ella mucho más meditada y en control de sí misma. Es decir que vive una vida según la razón pero al servicio de los vicios como la codicia. Así que podemos destacar que Celestina ha 57 elevado sus vicios a una forma de arte. En tanto que los vicios de Calisto y sus criados se muestran más como pasiones irresistibles, los vicios de Celestina son indisolubles de su oficio como alcahueta. En relación con esto, como señala también Lida de Malkiel con mucho acierto, Celestina hace más cuenta de su honor profesional como alcahueta que Calisto y Melibea de su honor como nobles [Ibíd.: 516-17]. Así que pone su vida al tablero para congraciarle Calisto con Melibea, como ella misma dice ―Dos veces he puesto por él la vida al tablero‖. Es por esta misma razón que no quiere partir la ganancia con los demás por ser plenamente convencida de que si no fuera por su oficio no habría ganancia. Por lo tanto la avaricia se manifiesta según un plan previsto sin el más lleve interés por el bienestar de los demás. Esto se muestra muy bien en el diálogo entre el criado. A decir el criado Pármeno que desea riqueza pero no lo quiere conseguir de manera deshonesta la alcahueta responde ―Yo sí. A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo.‖ (I, 74). Además si tenemos a los criados y Celestina por un lado y Calisto por otra, los motivos de los primeros tres y cómo los llevan al cabo diferencian mucho. Recuérdense que la deslealtad de Pármeno está derivada de un rencor profundizado hacia su amo y antes de llegar a tal estado ha recorrido varias etapas. Al contrario, la deslealtad de Sempronio viene de una falta de interés en una relación sincera con su amo y a él, como a Celestina, sólo le interesa el dinero. Si manifiesta deseo de satisfacer a Calisto es por interés, no por lealtad. A pesar de que la tercera quiere sacar provecho en lo posible, al conseguir su riqueza cumple con el papel que Calisto exige de ella, como servicio profesional, mientras que Sempronio, tanto como Pármeno, fracasan en su papel como criados. Insisto de nuevo que el problema en cuanto a la inmoralidad se halla sobre todo en el hecho de que a ella no le interesa cómo cumple con su tarea y qué podrían ser las consecuencias dañosas para los demás. En adición, aunque efectivamente no es desleal a Calisto – y Calisto en realidad no es víctima de ella - tanto más lo es en cuanto a sus cómplices, Pármeno y Sempronio. Así que frente al orgullo profesional estamos ante la decepción de los criados por causa del arrepentimiento de la aparcería. Poco a poco Celestina intenta deshacerse de sus promesas de compartir las ganancias. No sólo excluye a Sempronio cuando no quiere compartir lo que ha tratado con Melibea hasta estar en presencia de 58 Calisto, sino también intenta deshacerse paulatinamente de la promesa de repartir las ganancias. Así que dice en quinto acto: Sempronio, amigo, ni yo me podría parar, ni el lugar es aparejado. Vente conmigo delante Calisto; oirás maravillas. Que será deflorar mi embajada comunicándola con muchos. De mi boca quiero que sepa lo que se ha hecho; que aunque hayas de haber alguna partecilla del provecho, quiero yo todas las gracias del trabajo 25. (V, 139) A diferencia de las protestas que hace Celestina en torno a la amistad, con que tienta además a Pármeno tomar parte en el negocio, tanto más lo omite cuando los criados le parecen inútiles. Después de haber recibido las cien monedas de Calisto tanto como la cadena ya no necesita a los criados. Esto, sin embargo, tiene consecuencia fatal. 5.4.2. La muerte de Celestina Al decir que Celestina está en control de sí misma también lo hemos matizado al añadir que lo vale en la mayoría de la obra. También ella pierda en un instante la razón que la lleva directamente a la muerte. De ahí que consideramos la muerte de Celestina una repercusión de su avaricia y su codicia hacia los criados. Así que su error más obvio se halla en el hecho de que menosprecia Sempronio y Pármeno, puesto que olvide que parte del éxito deba a ellos [Ibíd.: 532]. De hecho no es tanto la deslealtad, supuesto que en ningún momento intenta partir las ganancias, sino es la osadía y la soberbia qua la rigen. Por perderse la razón, enturbiado como es su mente a la idea de partir las monedas, a la hora de la confrontación se equivoca que tanto Pármeno como Sempronio son capaces de matarle. En efecto es esto lo que conduce ella a la muerte. Como dice Lida de Malkiel [1962: 534]: [Celestina] muere, no como la astuta tercera, hábil en insinuarse entre todos para imponer su voluntad y urdir su provecho, sino como mártir de su codicia, sin habilidad ni doblez alguno. Su pasión, no menos arrebatada que la de Calisto y Melibea, arrasa el fin con todas las artes aprendidas del oficio que tan magistralmente ha ejercido. 25 La cursiva es mía. 59 Al señalar las similitudes entre Calisto y Celestina, a la que refiere también Lida de Malkiel, es de notar que ambos consiguen su propósito pero el gozo duró poco por la intervención de la muerte. Al morir ambos piden confesión 26, a diferencia de los criados y Melibea. No obstante, hablando más en términos de comparación es de observar que Calisto muere poco honrado por un accidente un tanto trivial, mientras que la muerte de Celestina es mucho más dramática. Recuérdense que Sempronio al arder en furia deja al desnudo la persona que es Celestina cuando exclama: ¡Oh lisonjera vieja! ¡Oh vieja llena de mal! ¡Oh codiciosa y avarienta garganta! También quiere a mí engañar como a mi amo por ser rica. […] que quien con modo torpe sube en alto, más presto cae que sube. (XII, 260) Como hemos visto sus palabras se han puesto proféticos cuando dice en el docena acto que ―justicia hay para todos: a todos es igual‖ (259). Como le conviene a Calisto y Melibea, siendo de alta linaje, les conviene morir a los criados y, sin excepción alguna, a Celestina. En conclusión, Celestina se deja caracterizar por la contemplación y el control sobre sí misma. Aparte de la analogía que hemos señalado, a diferencia de la muerte de Calisto y Melibea en el caso de los criados y la alcahueta se trata de un castigo visible por un crimen demostrable: el no querer partir las riquezas según de acuerdo a lo convenido (y en caso de los criados, por haber matado a Celestina). Así que también ella cae en la trampa de sus propios vicios que como en los casos de los demás personajes se deja resumir por las palabras ‗avaricia‘, ‗codicia‘ y ‗lujuria‘. Movido por la codicia y su orgullo profesional muere, tal como Calisto, pidiendo confesión demasiado tarde. Además uno se puede preguntar qué valor tiene ésta en boca de una sinvergüenza herético como Celestina. Igual es por eso que Celestina a diferencia de Sempronio, 26 Pedir en trance de muerte el sacramento de la confesión, aunque no se llegase a recibir, se considera forma suficiente de manifestar arrepentimiento de los pecados y por tanto deseo de morir en paz con Dios. (Tragicomedia, 260, Nota 197) 60 Pármeno, Calisto y Melibea, no muere por causa de una caída, visto que ya podríamos considerarla caída en su rol, por simbólico que sea, del diablo. 61 Conclusión Con el fin de exponer cómo debemos interpretar la obra de Rojas se ha probado la hipótesis de que La Celestina no trata exclusivamente de un reproche del amor cortés, o loco, sino que además dispone un rechazo de la falta de moral generalizada de sus personajes. Así que hemos visto en el primer capítulo que las alternaciones de la Comedia en Tragicomedia se ponen al servicio de la didáctica y de la lección moral. No obstante cabía señalar que a pesar de la insistencia de Rojas en su propósito didáctico tanto el público contemporáneo como la crítica duda la supuesta moralidad. El problema se halla sobre todo en el hecho de que la doctrina se pone al servicio del placer. Por ende en el segundo capítulo hemos tratado las corrientes en que surgen las varias oposiciones entre críticos como Bataillon, Maravall, Lida de Malkiel y Gilman, que representan el estado de la cuestión entre la crítica hasta nuestros días. Los primeros dos insisten en el mensaje didáctico, mientras que Lida de Malkiel insiste en la originalidad artística de la obra y Gilman pida que estemos atentos al fondo filosófico. Sin duda hallamos la verdad entremedia. Ala luz de la tradición en que la literatura medieval siempre manifiesta un tipo de moralidad o enseñanza, del hecho de que trata de una obra prerrenacentista, y además de la insistencia del autor en su limpio motivo, hemos partido de la idea de que Rojas escribió una obra con la intención didáctica moralizante prestando igual atención a lo artístico y estético. Como hemos mencionado la mayoría de la crítica considera que la obra es un reproche del amor cortés. Por ende hemos analizado en el tercer capítulo la relación del amor cortés con La Celestina. Aunque se reconoce la fórmula del amor cortés tanto en el habla como en la estructura, también hemos visto que el amor presentado en la obra es sobre todo un ―desexemplo‖ ya que hemos visto cómo fracasan los personajes como amantes corteses. Al explicar esto hemos referido a la idea expuesta por Maravall que considera la obra de Rojas como símbolo de la pérdida de las normas tradicionales. Concluimos que es muy posible que Rojas haya intentado criticar la sociedad cambiante con la pluma. Por lo tanto, al presentarnos los vicios de los personajes el autor da voz al caído del orden tradicional que resulta en la ruptura de todas las leyes del decoro 62 religioso y social. Aunque no minimicemos que el amor loco conduce a todos los personajes a la tragedia, sí hemos insistido en la desestimación de la responsabilidad de los personajes al culpar únicamente el amor como factor nocivo. Por lo tanto hemos expuesto la idea de que el amor loco funciona como medio de transporte de la cruda realidad de cómo es el mundo y cómo son los personajes ocultados atrás de las máscaras cortesanas. Por haber tratado la cuestión del reproche del amor cortés el cuarto capítulo se ha dedicado a la filosofía clásica de Aristóteles. Por ende hemos establecido, de manera elemental, las pautas básicas que se prestaron para establecer los análisis de los personajes. En correlación con el cristianismo y el ambiente medieval fueron de mayor importancia el papel superior de la razón y qué significa en cuanto al bien obrar, la importancia de la armonía y cómo podemos interpretar el concepto de la eudaimonía. En el quinto capítulo hemos visto qué vicios rigen a los personajes y hemos señalado que todos se dejen conducir por sus pasiones que últimamente les costarán sus vidas. Mientras que el elemento reprochable de Calisto sería su fuerte egoísmo y su lujuria que le conduce a la muerte, sería la codicia y la ira de Melibea que la hacen arrojar de una torre. En caso de los criados cabía señalar la resonancia de la idea expuesta por Maravall. Por ser la relación entre los criados y su amo exclusivamente reducida a una dependencia económica sólo quieren sacar provecho material. De nuevo vemos cómo Sempronio, inteligente y agudo al principio, pone su fe en la alcahueta aunque sabe que es mala, ciego como está por causa de su avaricia. Pármeno por otro lado conserva sus escrúpulos durante mucho tiempo. Aunque podemos ver en él el único en mantenerse fiel a la razón y es más honorable que los demás, valorando además las convenciones tradicionales, también su trayectoria moral tiene su final en el vicio cuando cede ante la idea de mantener amores con Areúsa. Así que tal como Sempronio le conviene morir después los dos habían matado a Celestina. En cuanto a este última hemos señalado los mismos vicios que en caso de los demás. No obstante la diferencia se halla sobre todo en el hecho de que los vicios de la alcahueta forman parte de su oficio. Así que hemos dejado expuesto cómo ella es víctima de la codicia y su orgullo profesional. Mientras que siempre actúa mediante un plan y sabe con su inteligencia penetrar la voluntad de los 63 personajes, a la hora de perder la razón su mala calculación, en forma de una desestimación de los criados, también para ella significa una muerte violenta. Es de observar mientras que unos mueren por crímenes claramente demostrables (los criados), otros a pesar de sus vicios aparentemente escapen su destino, a fin de cuentas también encuentren su fin en la muerte. Es de tal manera que Rojas critica las pasiones como la avaricia, la codicia y la lujuria, o aun mejor dicho, critica el mundo y los personajes que no son capaces de controlar sus pasiones y indiferentes al daño que pueden significar sus obras para los demás. Así que el castigo de los personajes conoce un motivo dúplice. Por un lado es la falta de armas virtuosas, a saber una falta de ‗moralidad‘, y por otro lado el control total de sus vicios que les rigen. Así que todos personajes se dejan conducir por un solo verbo, a saber ‗aprovecharse‘. Tras haber dejado expuesto todo lo dicho se puede considerar La Celestina como un discurso lógico. Es decir que Rojas en el Prólogo expone la idea de que el mundo es un mundo en contienda en que todas cosas están en constante lucha y por eso nosotros, para no caer en el vicio, necesitamos las armas para resistir los enemigos. Hemos destacado además en el capítulo V cómo podríamos interpretar los personajes al retomar los términos platónicos. Así que hemos señalado la posibilidad de atribuir los papeles de los enemigos del alma, la carne, el mundo y el diablo, a respectivamente Melibea, los criados y Celestina. Sería justo decir que el texto es prueba de esta exposición y muestra la tragedia en un caso en que faltan las armas y abundan los enemigos. Así que al cerrar la obra con el lamento de Pleberio expone la visión pesimista de que el mundo es un ‗valle de lágrimas‘. Esto no es más que una confirmación ya que lo que ha pasado es justamente el escenario que nosotros debemos evitar. Sin embargo el mundo siempre sería un mundo en contienda y esto podríamos muy bien considerar la respuesta a las preguntas finales de Pleberio que cada una empiezan con ―¿Por qué […]‖? A saber que todo es batalla y sólo hay que leer La tragicomedia de Calisto y Melibea para recibir la evidencia, así les han faltados las armas y por ende vencidos por sus enemigos mueren. 64 Como nota final, cabe añadir que nos queda muchísimo más que decir sobre cada uno de los aspectos tratados en esta tesina. Me refiero no sólo al asunto del mensaje didáctico, sino sobre todo a los análisis de los personajes. Así que consideramos este estudio como un argumento en resumen que se restringe a lo básico para dar camino a un estudio más completo. 65 66 Bibliografía Alborg, Juan Luis. Historia de la literatura española. Madrid: Editorial Gredos S.A., 1970. Alcalá, Angel. «Rojas y el neoepicureismo, Notas sobra la intención de La Celestina y el silencio posterior de su autor.» Actas del I Congreso Internacional sobre La Celestina La Celestina y su contorno social. Barcelona: Borrás Ediciones, 1977: 35-50. 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