[WWW.DARTAGNAN.CL] Diciembre de 2015 Los intocables Dícese de aquellos mamíferos que pertenecen a una especie bípeda del reino animal, dentro de la rama de los seres humanos, clasificados casi como una tribu urbana. De vida normalmente privilegiada, un intocable tratará de relacionarse y aparearse con otro intocable, ojalá de mayor rango, con el fin de preservar y mejorar la especie. Más que los obvios favores que se pueden comprar con el dinero, la esencia de un intocable es el poder, un bien superior donde - tal como lo señala el principio de la teoría del consumidor- más es preferido a menos. Es el poder, y no el dinero, es que trae verdadero control, glamour y estatus. Se trata del ethos: contactos, pitutos, club de pertenencia, de todo aquello que hace sentirse parte separada de los otros. Juntos pero no revueltos. Se trata, en definitiva, de un tipo de clasismo, una de las más solapadas formas de discriminación moderna. Se debe reconocer, eso sí, que el actuar de los intocables ha traído una cierta estabilidad y prosperidad. Ha disminuido la pobreza. Una gran desigualdad sigue, pero mientras no genere un caos social relevante, no es problema para los intocables. Pero un intocable siempre abogará por eliminar las desigualdades –es lo políticamente correcto-, aunque dentro de su corazón sepa que es esta desigualdad relativa la que sustenta su posición. Por otro lado, parte importante de los no intocables miran con cierta admiración y envidia a los intocables, avivando más su sentido de superioridad. Aunque algunos ni siquiera lo saben y otros tienen una seria confusión, la obra maestra en que parte de los intocables participó activamente, fue haber construido un sistema que mal implementó un modelo de excelencia que debería haber traído ya, después de más de 200 años de vida independiente, el desarrollo a Chile. Pero no fue así. Se hipotecó el desarrollo del país por el humo y los fuegos artificiales. Así, las rentas extranormales obtenidas de esta versión chilena del [WWW.DARTAGNAN.CL] Diciembre de 2015 modelo permitieron construir un imperio basado en oligopolios, tácitos y explícitos, y abusos en general. Pero como tuvimos acceso a más y mejores empleos, a bienes y servicios mejores y más baratos y a una relativa mejor salud y educación, no nos dimos cuenta que perdimos un ojo de la cara en la travesía. Dicho avance fue a pesar de la versión chilena –imperfecta- del modelo, y no gracias a ella; el atleta mejoraba permanentemente sus récords de velocidad, pero siempre con una mochila cargada de piedras y a pata pelá. Como había conformidad, incluso admiración, los intocables alardeaban, con orgullo, que el país es lo que es hoy gracias a ellos. La vanidad impidió hacer el cálculo de la versión alternativa del modelo puro, no contaminado. Con cero autocrítica, los intocables opacaron a aquellos que son la excepción a la regla y que pretendieron usar el poder para el bienestar social. Es, en cierta forma, esta aura de orgullo –esta satisfacción, incluso arrogancia, de haber (falsamente) contribuido al desarrollo del país- la que lleva a pensar a un intocable que tiene algo así como una licencia para que sus actos no fuesen medidos con la misma vara que el resto de los mortales. “¡¿Cómo se atreve a hacerme esa pregunta a mí!?”… Algunos hechos vergonzosos ocurridos en el mundo de la política y los negocios han dado pie para que fiscales se luzcan con causas infladas. Las portadas son siempre bienvenidas para el ego, especialmente si mejoran la posición relativa dentro de una sociedad que entiende con dificultad lo que lee. Pero la culpa no es del chancho. Y lo peor, es que la suma de estos actos no es simple casualidad, y deja entrever que aún somos un país rasca, que nos falta harto para tener el verdadero sello OECD. Contrario a lo que se dice, mirado en perspectiva, el 2015 será un buen año para el país. Existe conciencia transversal que se requieren cambios, ya no se toleran los abusos de ninguna especie. Una sociedad más exigente y la mayor conexión con las leyes del mundo globalizado dejarán cada vez menos lugar para las malas prácticas, muchas de ellas permitidas de facto por el consenso o la costumbre y otras, simplemente malas prácticas delictuales. Los intocables están en peligro de extinción. Los pillos, otra especie, aún sobreviven. D´Artagnan