Resurrecciones - La Red Del Camino

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Revista
Del Camino
Nº 5
Resurrecciones
Bienvenida (Tomás Yaccino)
La semilla y la planta (Claudio Oliver)
“Ni con espadas ni con palos” (Robert Guerrero)
Resurrecciones en Samaria: Juan 4 (Juan José Barreda)
La Red del Camino
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Testimonio de Bienvenida
El amor de Dios se muestra cuando su pueblo vive
de tal manera que resucita esperanza en los
desesperados. De alguna manera, se trata de vivir las
resurrecciones,
"signos" de
la última
y plena
resurrección. Esto ocurrió en Costa Rica cuando los pobladores de
Fraijanes fueron golpeados por un terrible terremoto el pasado 8
de enero de este año. La Comunidad Cristian Shalom y otras
iglesias de la Red cuyas familias también habían sido afectadas por
este desastre, tomaron sus toallas y se dispusieron a lavar los pies
de cientos de familias damnificadas.
La iglesia demostró que nuestro Señor es un Dios de la
vida, que le es posible aun desde los escombros, el dolor y las
faltas económicas levantar a los caídos. La Iglesia Shalom,
como otras más, usaron todos sus recursos por casi tres
meses para alojar a más de 280 personas, darles de comer,
abogar por sus necesidades ante las autoridades
civiles, organizar brigadas de trabajo para
reconstruir las casas dañadas y, en fin, rescatar la
esperanza desde el amor de Dios. ¿Fue fácil? No.
¿Sufrieron durante la jornada? Sí. ¿Experimentaron
dolor y tristeza? Por supuesto. Pero a través de
todo el esfuerzo y de su propia debilidad el
perfecto amor de Dios brilló como la estrella de
Belén guiando a los perdidos y desesperados hacia
la vida y el Camino. Hoy varias casas se han
levantado, muchos hacen uso de sus derechos para
una mejor vida, y en la esperanza en el reinado de
Dios, han podido comprobar del amor cristiano
desde el acompañamiento pastoral.
La crucifixión, muerte y Resurrección que recordamos
en la Pascua nos da esperanza y demuestra la forma de
operar, contraria a la del mundo, de nuestro Dios. Esta forma
de proceder es su mensaje, la escogió en su sabiduría para
hacer todas las cosas nuevas, dando vida y vida abundante
desde ahora.
Gracias Padre por usarnos a pesar de nuestra
propia debilidad y sufrimientos. Somos herramientas
en tus manos... Úsanos. Muéstrate en nosotros.
Llénanos de tu amor y de tu shalom para que podamos
ser de bendición a los demás y a nosotros mismos, en
especial, en tiempos de crucifixiones, de tragedias y
necesidades extremas. ¡Amén!
Le damos la bienvenida a este 5to número de
nuestra Revista Del Camino. Esperamos que las
reflexiones y estudios compartidos en ella sean de
edificación como la son para nosotros cada día.
Tomás Yaccino
Conector Continental RdC
Juan José Barreda Toscano
Coordinador de la Revista Del Camino
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Reflexión
La semilla
y la planta
La locura de la resurrección
En
este
tiempo
de
pascua, al celebrar la fiesta
más importante del mundo
cristiano, somos confrontados
con una paradoja que incluye
dos aspectos opuestos, la
humillación y la gloria, ambas
presentes e igualmente centrales en el
mismo personaje, Jesús. La encarnación
de Jesús es una encarnación radical que
comienza con la actitud con que es
asumida, y termina con la gloria
extrema que recibe. Sorprende a los
poderes
de
la
muerte
con
la
resurrección y se renueva a cada día en
nosotros.
La venida de Jesús ha sido fruto
de una arquitectura opuesta a la lógica
de cualquiera de las narrativas divinas
anteriores o posteriores. La clave de su
encarnación ha sido el vaciamiento, la
decisión
de
desnudarse
de
sus
derechos, de su posición privilegiada,
de la centralidad de su trono, de la
diferenciación que lo hacía Dios para
ser uno de nosotros, para mostrarse sin
aferrarse a sus prerrogativas, a tal
punto
que
no
sólo
se
tornó
absolutamente ordinario cuando se
sometió a la muerte, sino que fue
ejecutado como un criminal, pobre,
esclavo y paria.
El
relato
mencionado está
basado
en
Filipenses
2,
tiene su clave en
el concepto que
hace única la
revelación divina
en
Jesús:
la
Kenosis o vaciamiento. En Juan 12:2033 vemos el aspecto extremo de este
vaciamiento ilustrado por la parábola de
la semilla que tiene que morir para que
surja una planta. La semilla es el fruto,
el objetivo y el resultado de un
agricultor. Es lo que él busca obtener
del proceso de plantar, cuidar, llegar...
Es lo que se cosecha al final, es lo que
espera el agricultor, un proceso que le
da mucho trabajo. Si alguien ha tenido
la oportunidad de plantar, aunque sea
un sencillo frijol o un maíz, la
perfección de la semilla cosechada,
apreciar la forma que tiene, el gusto de
sacarla de su cascara y verificar su
color, Es todo lo que uno quiere
experimentar.
Así ha sido Jesús para Dios padre,
el agricultor. Jesús es el hombre
maduro, el paradigma de la persona
según el corazón de Dios, el justo de
manera absoluta a quien Dios podía
decir “en el tengo placer ”, él es el punto
máximo de la creación y quien cumplió
lo que había sido proyectado para Adán,
es el segundo
Adán. Imagino el
gozo de Dios
padre con su
creación
en
Jesús.
Lo
imagino como el
disfrute
del
agricultor
delante del maíz
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maduro, sin falta de granos, con el color
perfecto, el mejor de toda su plantación.
¿Qué decisión tomaría? ¿Guardarlo?
¿Comerlo? ¿Exhibirlo? ¿Mantenerlo en
su oficina para que los visitantes lo
admiren? Pues, si tú mismo fueras un
sabio agricultor harías algo que sería
una tontería para el consumidor de la
ciudad. Te quedarías con los peores
maíces para hacer harina y designarías
al perfecto para hacer lo impensable
para una persona que no sabe nada de
la vida en el campo: tomarías el maíz
perfecto y lo llevarías hacia su muerte
enterrándolo en el suelo.
La razón es sencilla. Si un
agricultor reserva los mejores granos
para la plantación de cada año su
cosecha será mejor. Plantas más
perfectas y bellas le surgirán por la
selección genética que hace. Si utilizase
el mejor grano en su molino, al final
tendría harina y la comería, pero
perdería su genética para siempre. Si
plantara los malos granos, al final de
algunos años no le restaría nada más
que
débiles
plantas
que
no
garantizarían buenas cosechas. Meter
en la tierra algo tan lindo es una
decisión que cambia todo. Al hacerlo, la
semilla se llena de agua, se rompe y
surge una planta débil, susceptible,
pero con gran potencial, con una
increíble energía. A pesar de ser
genéticamente igual a la semilla, la
naturaleza de la planta es totalmente
distinta de la naturaleza de la semilla.
Son lo mismo y al mismo tiempo tan
distintas.
El vaciamiento de Jesús, radical
como fue, cambió su naturaleza para
siempre. El cuerpo que tuvo en la cruz
conoció el horror del sufrimiento, el
hambre, el frío, las limitaciones y la
muerte. Al escoger ser semilla, ya no
surgió
el
mismo
ser
sino
uno
transformado,
cambiado,
eterno,
restaurado a su gloria anterior y
reconocido como Dios. Pero, después de
muerto, su cuerpo no sólo resurgió con
esta
perspectiva
gloriosa
que
conocemos, sino que cambió su
naturaleza todavía más pues sigue
resucitado
en
otra
naturaleza
inesperada. Se hizo manos y brazos,
palabra y acción en la iglesia, cuerpo
vivo de Cristo. Somos nosotros, o por lo
menos el Padre espera que lo seamos, la
resurrección
misma
de
Jesús
demostrada en el día a día.
La
clave
del
vaciamiento
completo de Jesús no está solo en su
resurrección
física,
sino
en
la
multiplicación que experimentó, una
semejante a lo que sucede con el grano
de maíz. Ya no es solo uno que refleja la
madurez
y
la
belleza
de
la
creación, sino que
son muchos que
pueden manifestar
la acción de Dios
en este mundo.
Ante unos granos
así
multiplicados
nos
vemos
cíclicamente
otra
vez ante la opción
del
agricultor.
Podemos mantener
los granos en el
almacén o echarlos
en el campo para
nuevas cosechas.
La
misma
iglesia-comunidad
que surgió como
resurrección
permanente de Cristo puede convertirse
en un almacén de lindos granos que
demuestra su gloria al mundo, que
lucha por sus derechos, que utiliza sus
prerrogativas, que hace valer su voz.
Una iglesia-almacén, sin embargo,
pronto será invadida por gusanos, por
plagas y para mantenerse, deberá de
llenarse de venenos que los destruyan,
una patética figura de lo que podría ser
la iglesia pero nunca lo ha sido. Pero la
iglesia puede recordar Filipenses 2:5,
“Haya, pues, en vosotros esta actitud
que hubo también en Cristo Jesús”, y
emular a Jesús, vaciarse.
Si seguimos su ejemplo, nuevas
cosechas vendrás con más madurez y
lealtad, más amor y gloria para Dios. Si
optamos por almacenar la gloria para
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nosotros,
si
optamos
por
el
mantenimiento de nuestras fuerzas, si
subimos al monte para que nos vean, si
seguimos exóticos con mega eventos
siguiendo la lógica del mundo, de los
negocios, de las competiciones y de la
política, el gusano del pecado nos
seguirá, la langosta de la vanidad nos
destruirá. Si seguimos la manera de ser
de la iglesia, en especial el modo de ser
iglesia que hemos visto crecer en los
últimos 60 años cuando por llenarnos
de bienes, de poder político, entrar en
la televisión y acumular dinero, oiremos
al Señor decirnos lo mismo que le dijo a
la iglesia de Laodicea: “Porque dices:
'Soy rico, me he enriquecido y de nada
tengo necesidad'; y no sabes que eres
una miserable y digna de lástima, y
pobre, ciega y estás desnuda”. Mejor
será, como Jesús, escoger ser miserable
a los ojos del mundo, ser lastimada por
Sermones
el imperio, considerada pobre por los
ricos del consumo, desnudarnos sin
vergüenza en amor. Podemos ser así
para el mundo y, sin embargo, ser la
expresión continua de la resurrección
de Jesús, resurrección que somos y que
podemos ser si decidimos morir para el
mundo y vivir para Dios.
Que la pascua sea tiempo de
reconversión y de reencuentro con
nuestro llamado.
¡A Dios toda la
gloria!
Claudio Oliver
RdC Brasil
"Espadas y Palos no son necesarios"
Mateo 26:47-56
Iglesia Comunidad Cristiana
Santo Domingo, RD
Son muchos los que se conmueven o se sienten indignados ante las escenas
gráficas del sufrimiento físico de Jesús que vemos en las películas de Semana Santa.
Sin embargo, es notable que los Evangelios no entran en los detalles del sufrimiento
físico de Jesús que tanto se enfatiza en estas películas. Creo que hay al menos una
razón: estas escenas que nos conmueven, entristecen y hasta indignan, no son las que
necesariamente
nos
transforman.
Los
evangelistas saben bien que
ellos
mismos
fueron
transformados
en
sus
corazones,
carácter
y
conducta --de cobardes a
valientes sufridos, de tristeza
a gozo, de impetuosos a
pacificadores-- no por lo
conmovedor del evento en sí,
sino por el significado de la
cruz.
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Mateo (como lo demás evangelistas) es selectivo. Lo que narra sobre la Pasión
nos ayuda entender el significado de la cruz. Por ejemplo: los tres grupos
representados en el texto leído, sus reacciones y respuestas (Judas, Pedro y la
multitud) se entienden a la luz de lo que la cruz significa, el por qué de la cruz. Sus
reacciones y conductas se explican porque no entendían la cruz o porque sí la
entendían pero la resentían (el caso de Judas). El texto nos habla de tres personajes
ante tres situaciones similares. A cada uno Cristo le dice algo y ese algo nos ayuda
entender el por qué de la Pasión.
Respuesta de Judas: El nivel del compromiso que demanda la cruz
Para la mayoría, Judas es lo peor de lo peor, lo más despreciable. Claramente
su acción es despreciable e indignante: vende, traiciona y se burla de Jesús. Judas
está claramente resentido contra Jesús. Lo vende por centavos, lo identifica con una
actitud de total irrespeto y desprecio queriendo aparentar afecto hacia Jesús. Pero
pensándolo bien, creo que hay más de Judas en nosotros de lo que queremos admitir
--tal vez por eso lo vemos como lo peor de lo peor… para distanciarnos--. Hay más de
Judas en nosotros de lo que queremos admitir. Examinemos la traición: ¿por qué
traicionó a Jesús? Invirtió tres preciosos años de su vida creyendo y siguiendo a
Jesús, creyendo que era el Mesías, sirviéndole, exponiéndose a la persecución de la
clase influyente y el mal entendimiento de las masas, “¿y para qué?”
¿Qué motivó a Judas a ser un seguidor de Jesús? Los evangelios enfatizan:
Judas creía en Jesús, le seguía, le servía por lo que podía sacarle, para que Jesús le
diera lo que realmente era importante para él: posición, prestigio, un lugar en el
reino político que pensaba que se iba a establecer y, sobre todo dinero, era un amante
del dinero. Pero la cruz significaba la
perdida
de
todo
esto.
Significaba
compromiso y entrega incondicional a Jesús,
al precio de perder reputación, posición,
prestigio... Cuando Judas oye a Jesús
hablando de crucifixión, de muerte, de un
reino que no es de este mundo… ¡Qué
decepción! ¡Qué desperdicio!
El corazón de la entrega de Judas lo
vemos en la falsa acusación de Satanás
contra Job: “Acaso teme Job a Dios de
balde” (Job 1:9). Con Job se equivocó, con
Judas acertó… ¿y contigo? ¿Qué buscas al
venir a Jesús? Tengo que confesar que
cuando vine a Jesús por primera vez lo hice
como Judas. Quería una vida tranquila, paz,
un pasaje para el cielo. Vine a Jesús por lo
que me podía dar. Pero en la medida que
uno va creciendo y se va acercando más al
Jesús de la Biblia, uno va entendiendo más y más la cruz. Y se llega a entender al
menos dos cosas, primero, la cruz (símbolo de maldición, menosprecio extremo, lo
más bajo) es perder mi vida por Jesús, es hacerlo a él lo más importante de mi vida, al
punto de que amor a la familia, ambición por cosas de la vida, se vuelve nada
comparado con el compromiso que le debo a él. Y ante esta verdad, o lo acepto o lo
rechazo.
Lo segundo es que veo es que en la cruz Jesús lo dio todo por mí. Él se entregó
por mí porque me ama a pesar de lo pecador que soy y me doy cuenta de que él vale
la pena. Él es lo supremo. Nada se puede comparar a ese amor y todo otro amor es
sólo vaga sombra de ese amor. Estoy seducido por ese amor. Tomo el camino de la
cruz.
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¿Por qué hay tantos que "lloran" y se "indignan" pero no se comprometen? ¿Por
qué hay tantos que comienzan pero no perduran? Por la demanda de la cruz –
compromiso incondicional con la persona de Jesús, entrega total, hacerlo el objeto de
mi supremo amor--. Hay respuestas a Jesús sin el compromiso de la cruz. Y cuando no
consigo lo que quiero, y cuando viene el desprecio, la perdida, la incomprensión, el
atractivo de las cosas que me apasionan… dejo a Jesús, niego a Jesús, traiciono a
Jesús, o de manera más sutil, acepto a un Jesús sin cruz –el Jesús que vende Satanás-Para el que abraza al Jesús de la cruz y es abrazado por su amor eterno, nada de lo
que se arriesga o se pierde se compara con amor de Dios en Jesús manifestado en la
cruz.
Respuesta de Pedro: El cambio (la inversión) de valores que produce la cruz.
Pedro, en representación de los 12, se ha opuesto a la idea de crucifixión del
Mesías. No entiende aún. Es un devoto seguidor. Para él Jesús es lo más importante y
está dispuesto a morir por él, pero aún no entiende la necesidad de la cruz. Entendía
que Cristo es el Mesías, que su reino es uno de justicia. No entendía cómo es que esa
justicia se habría de manifestar y cómo es que esa justicia se viviría. Un Cambio de
valores radical a los valores del mundo.
La espada es símbolo de justicia. Al sacar la espada Pedro está respondiendo a
la injusticia --claramente expresada en el arresto ilegal de Jesús y el abuso del
poder--, como se supone que se debe responder a la injusticia de acuerdo a la lógica
de este mundo. ¿Cómo respondemos al mal y al abuso y a la injusticia? Nos sentamos
en la silla, no de los acusados, sino de los jueces. Por ejemplo, pon atención al análisis
que hacemos del mal / injusticia cuando estamos en un grupo dialogando –“la
gente…”; “los políticos…”; “Ellos…”
Ante la injusticia, nosotros tomamos “la espada”. “Esta es una lucha entre
buenos y malos” y por supuesto, “nosotros somos los buenos.” Cada quien se cree con
el derecho de tomar la
espada.
Los
religiosos
opinan:
“los
libertinos
irreligiosos son los malos”; y
los
racionalista:
“los
religiosos son el opio de los
pueblos”; y los de “mente
abierta”, los liberales: “la
gente de mente cerrada son
el
problema”;
los
conservadores: “los liberales
son el problema”; los padres:
“los muchachos de hoy…”; la
generación de hoy: “esos
viejos de mente cerrada”.
¿Qué nos dice Jesús? “Pedro,
todos… vuelvan sus espadas
a su lugar ”. Pedro quiere
traer salvación sin cruz. Y
esto claramente manifiesta
su ignorancia. Ignora el
evangelio del reino. La cruz
nos invita a examinarnos a nosotros mismos. Mientras creo que no merezco la
espada, Jesús entonces no muere por mí. Jesús no es para “los justos”, sino para “los
pecadores” que entienden que merecen condenación bajo la lógica de los
merecimientos. Pero sabemos bien, “no hay justo ni aún uno, no hay quien entienda,
no hay quien busque a Dios… por cuanto todos pecaron y están destituidos de la
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gloria de Dios.” El que insiste en sacar la espada –en ser el juez-- será juzgado por la
espada. “Pedro, si no aceptas el sacrificio de Cristo, la espada que sacas tendrá que
caer sobre ti”. Este es el significado de la Pasión.
Esto tiene implicaciones, entonces, en la manera en que vemos y respondemos
a la injusticia y a “los malos”. No me considero con el derecho de juzgar para
condenar (aunque sí puedo juzgar en el sentido de identificar y clasificar lo que está
bien o mal). El que entiende esto no anda condenando a la gente. Pedro no lo
entendía y terminó demostrando ser más pecador que los que vinieron con espadas y
palos. A la hora de la verdad, lo negó tres veces. “Pedro, si quieres sacar espada,
sobre ti será sacada”. Entender el evangelio produce una nueva psicología: ya no
lucho contra la injusticia con violencia; ya no lucho contra el mal poniéndome en la
silla del juez.
Los cristianos muchas veces sacamos la espada cuando nos creemos mejores
que los demás; cuando le “callamos la boca” a los demás con nuestras respuestas
condenadoras, cuando optamos por la violencia verbal y física para hacerle frente al
mal y a la injusticia. ¿Y cuál es el resultado? Puede que hasta ganemos el pleito, pero
perdemos a las persona. Pero con el camino de Jesús, aún sus enemigos terminaron
reconociendo “verdaderamente este es el Hijo de Dios”. Vemos a un Pedro totalmente
distinto después del fracaso
terrible, pero luego después
del perdón y la restauración
que la cruz hizo posible.
Cuando abrazo la cruz,
hay una nueva manera de
luchar contra el mal y la
injusticia: primero, asumo mi
cuota de responsabilidad. Ya no
puedo mirar al otro por encima
del hombro. Segundo, al ser
recipiente del perdón y amor
de Dios en Jesús, ahora soy
paciente y aprendo a amar aún
hasta mis enemigos. Por un
buen tiempo tenía yo la espada
sacada contra un buen amigo
que actuó terriblemente mal
contra mí en un acto de
traición
y
violación
de
confianza. Pero con el tiempo pude procesar su acción y mi dolor a la luz de mi fe en
Cristo, a la luz de la cruz.
La respuesta de la multitud: La calma que fluye de entender y abrazar la cruz
Nos sorprende la completa calma en medio de la tormenta, en medio del mal,
el abuso y la injusticia. Jesús valientemente confronta la cobardía de esta gente.
“Ustedes no se atreven a arrestarme a la luz pública porque son unos cobardes”. Por
cierto, esta es una multitud sin convicciones. A cada rato en los evangelios vemos “la
multitud”. Un día exaltando a Jesús, asombrados y hablando bien de él, y el otro día
rechazándolo, burlándose y hasta atacándole.
Esta era una masa de gente fácilmente manipulable porque no se detenían a
pensar. En la masa hay religiosos judíos y paganos romanos. La masa religiosa
ignorante, y la masa secular ignorante. Y un factor común: “me cae bien Jesús
siempre y cuando se limite a ser un maestro que nos de buenos consejos. Pero el Hijo
de Dios que muere en una cruz que se presenta como el único camino a Dios… eso no
lo puedo aceptar.” La reacción de Jesús es de increíble calma: “Para que se cumpla las
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Escrituras”. O sea, Dios está en control. Hay un plan. La gente viene contra mí
injustamente, violentamente, ilegalmente, y ¡Dios sigue siendo bueno! Hay un plan,
hay un propósito que terminará siendo en beneficio para toda la humanidad.
Cuando entendemos la cruz, enfrentamos el mal contra nosotros con calma.
Entendemos que Dios no está ajeno a lo que nos pasa, ¡porque la cruz demuestra lo
serio que Dios toma el mal! Al punto que estuvo dispuesto a sufrir el mismo por ello
(Romanos 8:28). La calma de Jesús sorprendió a todos. "¡Defiéndete!". "¿No responde
nada?". Y eso puso en jaque a todo el mundo. No saben qué hacer con eso. Sin la
cruz, cuando enfrentas el mal contra ti lo haces con violencia, quizás si no eres lo
suficientemente fuerte para enfrentarte te quedas callado pero lleno de
resentimiento, totalmente frustrado, te resientes con Dios por permitirlo y no hacer
nada.
Pero el que abraza la cruz, se enfrenta a la injusticia con calma porque Dios
está en control, porque Dios está llevando a cabo su propósito. Jesús tenía el poder
para parar el mal contra él --¡72,000 seres sobrenaturales a la orden!--. Pero no. En
su sufrimiento, hubo ganancia. La cruz te dice: "Dios está en control, está haciendo
algo contra el mal". La cruz te dice: "Puedes confiar en su amor, en que él es bueno. Y
si dejas que Dios se salga con la suya, habrá sanidad, habrá victoria, habrá justicia,
habrá salvación… Especialmente para mis enemigos".
Espadas y garrotes no son necesarios. La cruz es necesaria. ¿Cómo enfrentas el
mal contra ti? La cruz te libera a vivir una vida de calma,
esperanzada, en medio de la tormenta.
Robert Guerrero
RdC República Dominicana
Resurrecciones en
Samaria (Juan 4)
Se pensó que la jornada sería
corta, pero no lo es. Los caminos se
hacen más largos cuando éstos vienen
cargados de tensiones internas. Esta
vez no son los "otros", sino los mismos
amigos quienes guardan un silencio
total. Nada. Ni una palabra se
pronuncia. Sin embargo, en los ojos
de todos ellos se pueden oír los
gritos de disconformidad. Aun las
aves parecen oírlos pues todas ellas
levantan vuelo ni bien perciben los
alaridos de sus miradas. Joshúa sabe
lo que pasa por los corazones de sus
amigos, pero solo camina. Distendido
transita su camino y disfruta del
silencio. Otro silencio es el suyo...,
uno distinto al de los doce.
Estudio Bíblico
Llegada
la
noche
deciden establecerse en un lugar algo
descampado. Se sientan alrededor de
un fogón que el mismo Joshúa ha
preparado. Quienes no soportan el
silencio
sacan
los
temas
de
conversación más insólitos. Furzios y
tartamudeos
acompañan
sus
exposiciones y delatan la incomodidad
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que todos sufren, menos Joshúa.
Johanán no habla. Está inquieto porque
quiere preguntarle a Joshúa el por qué
de todo esto, pero tiene temor y el
temor le duele. Este dolor lo desilusiona
porque él mismo es mejor al lado del
maestro. Con Joshúa quiere creer, pero
este silencio le revive experiencias que
pensó haber dejado atrás. Me refiero al
"no decir", a obedecer irreflexivamente
como una forma de "fidelidad", a
aceptar la censura camuflada en "la
verdad". Es una noche rara en tierra
extraña... Más cansado de lo normal,
Johanán se disponer a dormir recostado
sobre trapos y pieles que lo libren de
tener mayor contacto con aquel suelo.
Era necesario que estuvieran en
Samaria. Joshúa, como es su costumbre,
se aparta del grupo para descansar. No
hay estrellas ni luna que iluminen su
entorno. Todo existe de forma más
poderosa. A pesar de las calumnias que
las religiones han levando contra ellas,
Joshúa disfruta a pleno la bendición de
las tinieblas. Su primera sensación es la
del temor. Luego, descansa en la
vulnerabilidad. No sabe qué hay a su
alrededor y por ello tampoco qué hacer.
Entonces, decide entregarse y se
acuesta en el suelo. Sin mantas ni
mantos, siente el pasto terso que le es
amigable. Mueve un poco sus brazos y
luego los recoge sobre su cabeza
haciéndolos de almohada. Mira la
oscuridad y disfruta de la impotencia.
Ruidos diversos vienen de desconocidos
lugares y todos ellos parecen estar
dirigidos hacia él. En ese silencio y esa
accesibilidad
se
comprende como un
ser humano, piensa en
la grandeza de su
Padre y la belleza de la
creación, que por bella
es también buena.
-Maestro --Sin abrir los
ojos sabe quién lo
llama-- Puesto de pie,
Joshúa
sugiere
el
camino y pero les pide
a los doce que se
adelanten a la ciudad a
comprar algo de comer.
-Maestro, ¡tenemos para comer! --Le
dice Jacob--Pero
no es suficiente –Contesta
Joshúa mientras inicia su camino-Encuéntrenme en Sicar al regreso.
Un silencio volvió a envolver a los
doce. ¿Qué propuesta era esta? Ya no
serían tan solo viajeros transitando una
tierra impura, ahora, peor todavía,
tendrían que recibir la hospitalidad ¡¡de
los samaritanos!! Entrar en contacto
con ellos, hacer acuerdos, comer
alimentos provenientes de sus manos...
su pan, su vino... ¿Cómo esperaba
Joshúa que los samaritanos recibieran a
estos judíos? Quizás hasta tendrían que
dar alguna explicación sobre su
presencia
en
esas
tierras...
Al
marcharse Joshúa, atropellaron el
espacio con comentarios:
-¿Qué
es
esto?
--Explosivamente
exclamó el ex cananista Shimón-Todos
los
demás
también
explotaron
al
unísono
en
sus
comentarios... Cefas arrojó al suelo su
bolso en señal de desacuerdo con la
solicitud de su maestro. Johanan se
apartó del grupo por unos metros y se
sentó a la sombra de un árbol aislado
del resto. Por los labios de Judá pasaban
mil conjuras de arrepentimiento por
seguir a Joshúa hasta ese lugar. De
alguna manera, todos expresaban sus
dudas y sus temores. ¿Sería que aquello
que se decía de Joshúa era verdad?
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¿Sería un farsante? La lógica de Jesús
no tenía lógica.
Los amigos tardaban. Sentado
junto al pozo de Jacob, padre de los
Samaritanos, Joshúa ve que el sol está
en pleno resplandor. Es el medio día y
no ha podido beber nada. No tiene en
qué contener algo de agua para beber.
Sería inapropiado de su parte beber del
recipiente que todos los demás usan
para
llenar
sus
recipientes.
Contaminaría el agua para los demás.
Entre la gente, ve acercarse a una
mujer con cierta prisa. Shulamit lleva
sobre su cabeza un jarrón vacío,
seguramente para llenarlo de agua y
llevarlo a su casa. Quizás sin pensarlo
demasiado,
quizás
con
toda
la
conciencia del mundo, cómo podemos
saberlo, Joshúa le pide:
-Mujer: ¿me da un poco de agua?
Cuando está a punto de dárselo,
Shulamit advierte que aquel hombre no
es samaritano, es judío. Entonces se
detiene y suelta el comentario:
-¡Cómo se le ocurre pedirme esto?
¡Usted es un judío!
(Joshúa recordó el desprecio que los
samaritanos sienten hacia los judíos)
Mientras tanto los doce han
resuelto no ir a la ciudad. Sin acordar
qué le dirán a Joshúa, han emprendido
camino a Sicar para encontrarse con él.
Lo más valiente hubiera sido seguir
paso a Galilea, pero no ha llegado a
tanto su coraje. Hay muchas cosas en
juego para no tomar esa decisión tan
coherente. La opinión de sus familiares,
por ejemplo. Todos, a excepción de uno,
son casados y no son bien vistos por
haber dejado en casa a sus esposas e
hijos. Inclusive, podría ser que ellas
prefirieran cargar con la vergüenza de
ser mujeres abandonadas, antes que
tener al lado a un esposo que ha
perdido
su
honor
por
haberse
involucrado con un falso Mesías.
Aquello que mueve los pies de los
amigos de Joshúa no es precisamente la
confianza, es la angustiosa necesidad de
tener soluciones a todas sus intrigas.
-Si Usted supiera del amor de Dios y
quién soy yo, Usted me solicitaría agua
a mí; y la verdad, yo se la daría sin
ninguna excusa un agua para que tenga
una vida plena --le dijo Joshúa-Shulamit le contestó con un tono
de voz más alto:
-¿Qué se cree Usted...?
De repente advierte que está
sosteniendo
una
conversación
en
público con un hombre desconocido.
Pero su celo por Dios es mayor y
desestima las miradas incriminatorias
para defender su fe.
-Jacob es nuestro padre. De este pozo
se alimentaron sus descendiente, los
doce. O será que... ¿Se cree más
importante que él? No tiene siquiera
con qué sacar el agua... ¿Qué agua
puede darme?
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Las cartas estaban sobre la mesa.
Shulamit muestra abiertamente su
arraigo a su fe samaritana y su antipatía
a la arrogancia de los judíos.
-Te das cuenta que no le va a gustar
esto, ¿no?
-No
me
importa.
No
puedo
contaminarme de esta manera... No
estoy para este tipo de cosas. Espero
que tenga una explicación o me vuelvo
a la pesca --ya casi llegando a Sicar,
conversaban Johanan y Cefas-Joshúa también observa que la
situación se ha complicado. La mujer
parece ofendida y si las cosas se ponen
más tensas podría él mismo terminar
siendo expulsado, o peor aún, agredido
físicamente por la población. Pero las
miradas de desagrado no son solamente
hacia él, también hacia ella. Él admira
su pasión, pero piensa que buena parte
de su intrepidez responde a un corazón
experimentado en el dolor. Aunque todo
dolor no termina en sabiduría, el de ella
parece haber superado la resignación
por una fe valiente en el Dios de su
padre Jacob.
-Ya le digo, cualquiera que beba de este
pozo volverá a tener sed, pero si bebe
del agua que yo le ofrezco será como
tener una fuente de agua en su ser para
gozar de una vida plena --le dice
Joshúa-La mujer calla y lo mira. Esta
segunda mención a la vida plena la ha
silenciado. Ahora advierte que es una
propuesta y Joshúa la mira con ternura.
Ella puede reconocer esa mirada de
algún lugar. No recibe cariño desde
hace mucho tiempo, pero sabe que
existe. Sabe que hay amor en el mundo.
Ese afecto que alguna vez recibió lo ha
guardo en lo profundo de su ser a pesar
de tantos años de sufrimiento. Por esa
esperanza es que ahora reconoce esa
mirada.
-Dame de esa agua para que puede
seguir creyendo --Shulamit le dice a
Joshúa en tono bajo y titubeante--
-Trae a tu esposo para poder dártela
Ahora la desazón se apodera de
Shulamit. No había acuerdos con
mujeres. Ni siquiera en materia de fe.
No debió haberse ilusionado, pensó.
-¡No tengo esposo! --Le contestó
enérgicamente mirándolo a los ojos--
-Es verdad, --le dice pausadamente
Joshúa-- pues tuviste cinco esposos,
pero el hombre con el que vives no es
tu esposo, ¿verdad?
Shulamit no entiende lo que
sucede. Cómo es que conoce su historia.
Es posible que su cuerpo cansado, que
su mirada espaciada, le haya dicho a
este hombre que ella es una mujer
sufrida. ¿Pero conocer de su viudez y
los abandonos?... ¿Cómo podría saber
esto?
¿Quién
se
lo
contaría?
Nuevamente la postura de Jesús parece
decirle algo más. Él no se acerca como
quien la desprecia, sino como quien se
preocupa por ella. No la culpa de los
desprecios que sufrió en sus divorcios.
Conoce su actual condición de sierva de
un hombre que la explota como una
esclava.
-Me parece que eres un profeta. Yo...,
digo, nosotros... tenemos una tradición
religiosa distinta a la judía. Para
nosotros Dios se revelaba desde
Gerizim, pero Ustedes dicen que lo
hace en Jerusalén --comenta Shulamit --
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-Mujer, no te lo voy a negar. Ustedes
adoran lo que no saben, pero nosotros
sí lo sabemos. La salvación surgirá del
pueblo judío. Pero no es por los judíos,
ni para los judíos por el mero hecho de
serlo. Ha llegado el tiempo en que ni en
Gerizim ni en Jerusalén, ni por ser judío
o samaritano, ni por hombre, ni libre...
(la emoción
Shulamit)
enciende
el
rostro
de
Camino a Sicar, Judá, no el
tesorero, el otro, detiene su marcha y
les pide a los demás que
se detengan. No se
anima a llegar a Joshúa
sin la comida. No se
trata
obviamente
de
dejar al maestro sin
comida,
sino
de
ir
demasiado
lejos
con
aquello de no mezclarse
con los samaritanos y
rebelarse al maestro.
Claro que Joshúa sabe
que esto les molesta,
pero ¿por qué pensar
que la solicitud de
Joshúa es provocativa?
Es decir, ¿por qué creer
que les ha pedido esto
para
humillarlos
o
hacerles
notar
su
autoridad? Nunca ha
procedido
así.
Invitándolos
a
mirar
hacia el oeste, a menos
de 100 codos, se puede ver una
pequeña aldea en la que podrían
conseguir algo de comer.
-Siguen
Leví--
siendo
samaritanos
--aclara
-Claro, porque tú no tienes una historia,
¿verdad? --le replica Judá-Ahora Leví lo mira fijamente
dispuesto a iniciar una discusión. Cefas
lo nota e interrumpe con una
sugerencia.
-Elijamos a uno para que vaya y compre
algo de comer
-Que vaya Judá --dice Leví-Resuelto a no encontrarse con
Joshúa sin algo que darle de comer,
Judá prefiere contaminarse y se dirige
hacia el pueblo con el dinero que el
Iscariote le acaba de entregar.
-Dios es Espíritu, y los que le adoran,
únicamente podrán adorarle desde un
testimonio de vida consecuente con su
Padre. No habrá lugar entre ellos para
la discriminación ni el desprecio. No
habrá herencias raciales ni de género,
ni historias personales
que los excluyan... Todo
ser
humano
tendrá
libertad para acercarse
a Dios.
Ahora
sonriendo,
Shulamit quiere abrazar
a Joshúa pero no llega a
tanto.
-Sabía que vendría un
Mesías
y
nos
compartiría todas estas
cosas...
-Tú ya sabías mucho de
esto, yo solo te estoy
anunciando
su
realización...
Shulamit
dejó
el
jarrón en el suelo y salió
corriendo a la ciudad
anunciando que había hallado al
Mesías. En ese transcurrir se cruza con
los doce que venían con algo de comida
y les comenta lo que le había sucedido.
Estos hombres se quedan sin palabras y
observan que otros samaritanos se
acercan y le prestan toda la atención.
No es su vehemencia, sino su claridad
para expresar su fe lo que convoca a
tantos... Inclusive los doce le prestaban
total atención. Al oír todo esto, muchos
samaritanos de aquella ciudad se
dirigieron a Sicar para encontrarse con
Joshúa. También fueron los doce.
Cuando
estaban
por
llegar
se
adelantaron a la multitud y le ofrecieron
la comida que habían comprado. En
especial Judá que esperaba quizás
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alguna mención especial por haber
hecho el esfuerzo de comprar la
comida.
-No gracias. No tengo hambre --le
respondió Joshúa ante el ofrecimiento
de la comida-Pensaron que
quizás
ya
había comido
algo...
no
entendían
bien lo que
sucedía.
¡Tanto lío por
comprar
la
comida
para
nada! ¿Por qué entonces les pidió que
comprasen la comida si finalmente no
iba a comerla?
Inmediatamente después llegan
Shulamit y varios samaritanos que
quieren oírle. Joshúa acepta sus saludos
y se sienta con ellos a compartirles el
mensaje del reinado de Dios. Shulamit
no cesaba de hacer intervenciones y de
compartir
sus
apreciaciones
que
enriquecían las enseñanzas de Joshúa.
Los amigos, por su parte, tomaron
asiento pero no se animaron del todo a
recibir
la
hospitalidad
de
los
samaritanos. Al menos no todos ellos.
Entonces uno se acercó a Joshúa y le
compartió un pedazo de pan. El maestro
le agradeció, bendijo el alimento y lo
comenzó a comer sintiendo su cuerpo
tener nueva vitalidad. Judá apretó la
alforja con la comida, y mientras
algunos de los doce seguían atónitos sin
entender bien lo que sucedía, este
amigo de Joshúa abandonaba su muerte
al comprender el por qué de la solicitud
de Joshúa.
Dos días enteros compartieron
con los samaritanos. No fueron los
buenos argumentos de Joshúa, sino el
encuentro de los cuerpos, de sus
historias y sus esperanzas, por lo que
los doce conocieron al Dios que es
Espíritu. No fue en Jerusalén, ni con los
rabinos de sus sinagogas, sino en medio
de samaritanos que descubrieron la
adoración a Dios desde una vida de
inclusión.
Cuando recibieron la hospitalidad
samaritana se confrontaron a sus
propias muertes. Supieron de su
soberbia que los excluía de la vida y de
su necesidad de amarse de otras
maneras. El silencio de Joshúa fue
llenado en aquellos dos días. El silencio
habló por medio de sonrisas, de mantas
recibidas para protegerse del frío, de
testimonios
samaritanos
de
resurrecciones cotidianas.
Es verdad, todos los doce no
hicieron el mismo proceso, ni éste fue
pleno en aquella precisa ocasión. Pero
varios de ellos, como lo había hecho
Shulamit y otros samaritanos, se
sirvieron del agua que los
encaminó a la inclusión, a
la comprensión del Dios
de la vida que resucita de
las muertes.
Juan José
Barreda Toscano
RdC Argentina
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