Estudio6 “TOMA TU CRUZ” Mateo 16: 24: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame...” La disposición del creyente (por lo general) es siempre la de querer servir a Dios. Sin embargo, no siempre estamos dispuestos a pagar el precio que el servicio a Dios requiere. La frase de una de las canciones de la cantante española Lydia Valéndiz de su CD El cielo bajo sospecha (Vivo Music Group 2011) dice así refiriéndose a Cristo: “…muero por Ti si se precisa”. Recuerdo una conversación con ella y su esposo en la que hablábamos, entre otras cosas, del servicio a Dios mediante nuestro apoyo a los hermanos en la fe, y en la que su entrañable marido le decía en forma sonriente respecto de esta frase: “¿Eres consciente de lo que has escrito?”. Sinceramente, ésta debe ser una realidad en nuestras vidas, si es que se precisa. Francamente: “Pase de nosotros esa copa, si es posible, pero que sea como Dios quiera”. Qué difícil debió ser para aquéllos que, a lo largo de la historia de la cristiandad han sido asesinados por causa del evangelio de Cristo. Ellos decidieron tomar su cruz asumiendo hasta la última consecuencia de tal decisión. La vida cristiana es mucho más que asistir a los servicios dominicales en los lugares de culto, es mucho más que depositar en el alfolí los diezmos y ofrendas o aplaudir con gozo en medio de una alabanza del coro de la iglesia. La vida cristiana es el resultado del caminar con Cristo cada día, lo cual puede suponer encontrarnos con diversos estorbos que dificultarán el paso. Pero la vida cristiana por encima de todas las adversidades habidas y por haber, es el gozo de saberse sirviendo a Dios y a su pueblo. Es el gozo de ver nacer de nuevo a un incrédulo, es el gozo de hacerle discípulo y aconsejarle en todo lo que esté a nuestro alcance, para después enviarlo también al frente de batalla al servicio de la causa de Cristo. La vida cristiana es el resultado de querer ser transformados por el amor de Dios. Que nuestro carácter esté marcado por el carácter de Cristo que es santo y perfecto. HUMILDAD Tomar la cruz de Cristo significa aceptar el reto de servirle en humildad. De seguro tú que estás leyendo este libro, tienes alguna habilidad que desarrollas, o lo harás más adelante, con éxito; recuerda rendir gloria a Dios por ello, pues es un don precioso, pero esta habilidad usada con el propósito de envanecerse solo acarreará consecuencias desastrosas para tu vida. Todo lo que hagas, todo lo que consigas, todo lo que emprendas para Cristo debe ser por Él y para Él nada más. Por tanto, la gloria que conlleva el éxito entrégala a Cristo. Hay que desear ser humildes, solo así lograremos hallar la gracia de Dios para con los hombres, y para con Él mismo. Es bueno ser reconocido como un hombre o mujer de éxito, de grandes logros que afectaron positivamente al entorno en que vives o a la comunidad en general, pero es preferible ser reconocido como el exitoso que siempre fue humilde ante los triunfos. SERVICIO Tomar la cruz no significa solamente estar dispuesto a morir por Cristo, ojalá esto nunca le sucediera a nadie, aunque, como hemos explicado, a muchos que han enfrentado intolerancia religiosa, fanatismo y extremismo les ha ocurrido ya. Tomar la cruz significa despojarse de la carga pesada que soporta, la cual impide el servicio a Cristo, así como despojarse, si es necesario de la comodidad que nos invita a vivir una vida sin excesivos esfuerzos. En muchos momentos, el deseo de una vida llena de bienestar produce en nosotros un letargo y adormecimiento espiritual que nos impide servir con excelencia a Dios. Nuestro llamado es a servir a Cristo por medio de nuestros dones y talentos conforme al propósito de Dios (cf. Romanos 12: 6-8). Para poder vivir una vida en la plenitud de las bendiciones de Dios, es necesario permanecer sirviéndole a Él. ¿De qué forma? Hay muchas opciones, lo fundamental es, en primer lugar, preguntarle a Él en qué quiere que le sirvamos; Dios se encargará de proveerte de herramientas espirituales o físicas (si se necesitasen) para trabajar en su obra. Una vez que obtengamos la respuesta de Dios debemos aplicar de forma inmediata la orden que se nos ha dado. Esto puedes hacerlo en la congregación local a la que asistes; de seguro se necesitan manos para cubrir diferentes puestos al servicio de Dios, como ujier, limpiador, en el sonido, en el grupo de alabanza o discipulado, en la escuelita dominical, etc. Muchas son las áreas en las que se puede servir. Recuerda que cuando te convertiste a Cristo, Él depositó en ti los dones que te ayudarán a realizar el trabajo dentro de la obra de Dios; por tanto, no olvides que si no haces uso de estos dones, o los utilizas de forma negligente, se te pedirá cuenta de ello. Por tanto, desea servir a Dios y anhela hacerlo con alegría y gozo, no preocupándote si en algún momento sufres algún imprevisto en el ejercicio de las funciones que te encomienden, Dios sabrá sostenerte cuando con humildad te postres ante Él pidiéndole ayuda. “El amor, para que sea auténtico, debe costarnos” (Teresa de Calcuta). ESPERANZA “Porque Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis” (Jeremías 29.11). No te olvides nunca de que estés donde estés, y espero que sea sirviendo a Dios, bajo la circunstancia que sea, descanses siempre en la esperanza que tenemos en Cristo. Él no desea ningún mal para ti, antes bien, desea que partícipes de las muchas bendiciones que tiene preparadas. Una idea comúnmente errónea es la de que Dios no desea el bien para sus hijos porque tienen una naturaleza pecaminosa. Dios nos ha salvado y por la sangre de Cristo somos redimidos (perdonados) y lavados de todo pecado. Cristo tiene solamente pensamientos de bien para nosotros (cf. Jeremías 29.11). LA BENDICION La clave para vivir una vida de bendición es la siguiente: 1. Santidad. 2. Obediencia. 3. Abnegación. 1. Santidad. “Sin santidad nadie verá a Dios” (Hebreos 12.14). Esta declaración es suficiente para saber que las obras no nos llevarán ante la presencia eterna de Dios, salvo para ser condenados. Por tanto, debemos buscar cada día con ahínco la santidad en nuestra vida. Cierto es que Dios perdona nuestras transgresiones, pero para ello debe haber en nosotros fruto de arrepentimiento verdadero, o lo que es lo mismo: el aborrecimiento total del pecado y el deseo de no volver a tropezar con la misma piedra. 2. Obediencia. Otro de los secretos no escondidos de la bendición radica en la obediencia. Pero ésta no debe ser parcial, sino total. No tiene sentido desear cumplir la voluntad de Dios si cuando se nos revela, solo cumplimos la parte que nos agrada. La voluntad de Dios siempre es santa y perfecta (Romanos 12.2) y difícilmente nos desagradará, pero pudiera ser que una parte de ella nos resulte más atractiva que otra. Sea como fuere, somos llamados a la obediencia total de la voluntad de Dios. En el cumplimiento de la voluntad de Dios podremos encontrar un gozo inmenso, indescriptible, aunque requiera un gran esfuerzo; entonces, mayor será entonces la recompensa. 3. Abnegación. No es nuestra voluntad la que debemos cumplir. El mayor y más claro ejemplo lo encontramos en la persona de nuestro Señor Jesús, cuando orando, y en previsión de lo que le esperaba (sufrimiento), le dijo a Dios que por encima de cualquier cosa deseaba cumplir con su voluntad. Se negó a sí mismo cumpliendo los deseos del Padre eterno. “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (Mateo 26.39). La adoración a Dios de nuestra parte se produce (entre otras cosas) cuando con humildad de corazón, aceptamos los designios de Dios para nuestra vida, sin importarnos nuestra posición o nuestra estabilidad. UN TIEMPO PARA MEDITAR • Al final de cada año fiscal las empresas hacen un balance de cuentas. Básicamente, es un control de la situación económicofinanciera del negocio, del crecimiento de la misma y de las previsiones para el ejercicio fiscal que está por comenzar. Al igual que muchas veces nos detenemos a meditar en Cristo, en sus bondades y nos deleitamos pensando en Él, también debemos tomar un tiempo para analizar la situación en nuestra vida cristiana y recapacitar sobre en qué estamos fallando, cuáles son nuestras debilidades y cómo fortalecernos y fundamentar más nuestra vida en el Señor. • También a final de año se tiene por costumbre marcarse nuevos objetivos a alcanzar al año siguiente. Nosotros, en nuestra vida de creyentes, también debemos plantearnos retos que nos edifiquen y nos hagan crecer espiritualmente. Cambios en nuestra vida y en nuestro carácter que nos hagan ser mejores imitadores del carácter de Dios. Por supuesto, ni que decir tiene, que estos retos deben estar tomados en Cristo, solo así contaremos con su cobertura para alcanzar la meta y cumplir el propósito de Dios. Recapacita y medita en: • Tu situación personal: qué debes alcanzar y qué debe cambiar. • La situación dentro del hogar: en qué está fallando, qué puedes hacer para ser mejor sacerdote del hogar, mejor padre y esposo, todo conforme al corazón de Dios. • Debes meditar en qué hacer para que tu nivel espiritual crezca; estudiar más la palabra de Dios, aprender más acerca del carácter de Dios y de lo que espera Él de ti. Debe existir un mayor esfuerzo en el servicio de Dios. Ser discipulado y querer ser enseñado por Dios y por los hombres y mujeres que él designa para tu formación. • Vive una vida cristiana efectiva, activa, de fuego, pasión y disposición al servicio de Dios. Ungido, provisto del poder de Dios para la destrucción de fortalezas y la conquista de almas para Él. • Cómo son tus actos en el servicio al reino de Dios, ¿mediocres? Has sido capacitado y provisto de dones y talentos, por tanto, ¿están apagados o por el contrario los usas conforme a la voluntad y el propósito de Dios? • ¿Vives una vida en victoria, o por el contrario, la situación personal y espiritual mengua cada día? Quizá éste sea el tiempo preciso en que debes valorar qué esperas que suceda en tu vida como creyente. ¿Deseas ser uno más de entre la multitud o por el contrario estás dispuesto, como la mujer enferma de flujo de sangre, a atravesar la muchedumbre sin importarle el qué dirán o lo que sucederá? (cf. Marcos 5.24-34). Atravesar la muchedumbre significa no importarte lo que la gente opine de ti, pues tienes un objetivo bien claro y deseas alcanzarlo. Para ello deberás enfrentarte a la crítica, la murmuración, los vituperios y unos cuantos peligros más. Pero la recompensa es mucho mayor que el sacrificio. Atravesar la muchedumbre significa ser valiente sin importar cuántos obstáculos debas sortear, todos ellos con la ayuda de Dios se superan de forma victoriosa. Atravesar la muchedumbre significa no ser un espectador de lo que Dios está haciendo en la vida de los demás, sino aguardar con paciencia que Cristo trabaje en tu vida transformándote y equipándote para la batalla, sabiendo que la guerra ya está ganada de antemano por el poder de la sangre de Jesús. Medita sinceramente en si estás buscando con tesón y esfuerzo cumplir cada uno de estos principios, más los que Dios te indique, y si realmente están siendo efectivos en tu vida. Tienes en la mano la oportunidad de elegir qué camino deseas tomar. Tienes la oportunidad de que tus pasos sean guiados por el Espíritu Santo o bien por las corrientes filosóficas y otros sucedáneos similares que a tantos tienen confundidos hoy. Cuentas con el privilegio de ser moldeado por Dios, que tus pensamientos sean transformados, que sus capacidades sean moldeadas conforme a la voluntad de Dios. ¿Qué tipo de vida deseas vivir? ¿Qué estilo de vida eliges vivir? Si has respondido a estas interrogantes tan fundamentales y el resultado es poco favorable porque reconoces que necesitas cambiar para que tu vida sea de bendición, no solo para ti sino para tu familia y entorno, por favor, repite en voz alta la siguiente oración: “Padre celestial, tu eres conocedor de todo, sabes cuáles son mis debilidades y de qué tengo necesidad. Confieso que no siempre he vivido en bendición y que a mi vida le hace falta un cambio radical para que pueda obtener todas las promesas de bendición que Tú tienes para mí. Por favor, Señor, cámbiame, transfórmame por completo, enséñame a entender tu propósito para mi vida y ayúdame a cumplir con tu voluntad. Te pido Señor que mis acciones, mis palabras y mis pensamientos sean transformados en bendición, santidad, honestidad y servicio a tu reino, en el nombre de Jesús. Amén”. Es mi deseo y mi oración, que desde este preciso instante en que repites ésta oración comprendas que Dios solo desea bendecirte abundantemente. En la obediencia encontrarás victoria. En el estudio de su palabra encontrarás guía y sabiduría, en la oración encontrarás abundantes bendiciones. La búsqueda de la bendición comienza por encontrar el camino que lleva a Dios. Acércate a Él. De seguro lo encontrarás. Nota: • Este estudio ha sido tomado del libro “El amor de Dios” del autorRaúlRamos. • Todoslosderechosreservados.EditorialSendas2016. • Si desea más información, o adquirir una copia de este libro, favordeingresara:www.editorialsendas.com