MANUEL REGAL JESÚS, AQUEL HOMBRE DE ALDEA Xesús, aquel home de aldea, Encrucillada 16 (1992) 5-19. Hay distintas cristologías. Las hay buenas, que intentan profundizar en el misterio de Jesús con todo su significado salvador. Sin embargo, con ser tratados sistemáticos sobre la persona y la obra de Jesús, coinciden todas en desplazarle de su entorno cotidiano, de aquel en que simplemente vivió. Además, de personaje rural que se sentía a gusto en su medio rural y con su gente de campo, lo convirtieron en un personaje de ideas, de abstracciones. Y todo con un lenguaje inaccesible al hombre de campo, como era Jesús. En una palabra: Jesús fue arrebatado al mundo rural y convertido en un sujeto teológico abstracto. Ningún hombre de campo se reconocería en el Jesús de los tratados de teología. Y eso que los hombres y mujeres de campo de su tiempo se sentían tan cerca de aquel Jesús de Nazaret, que justamente se escandalizaron de el, porque le consideraban uno de ellos. Con este estudio pretendemos proclamar la condición rural de Jesús y decirles a la gente de campo: Jesús es uno de vosotros, Jesús es vuestro. Jesús perteneció al mundo expresivo, cultural, vital y religioso de la gente de campo. El aldeano Jesús era un aldeano. Olvidamos que el Nazaret de entonces era como una aldea de nuestra Galicia de hoy. Es en esa aldea de Galilea, donde -según el Evangelio de la infancia (Lc 1,2656)- se inicia la obra de salvación. Y Belén, donde circunstancialmente nace Jesús, era una pequeña aldea, aunque justamente, por nacer en ella Jesús, dijo el profeta Miqueas que no era, ni mucho menos, la más pequeña (Mi 5,1; Mt 2,6). Y en Belén, en la hora cero de su existencia, Jesús se encarna en un ambiente rural cien por cien. Su cuna fue un pesebre de animales. Y hay que suponer que el establo en el que nació olía a hierba seca. Y los primeros en enterarse de su nacimiento son unos pastores a sueldo, el proletario rural de peor fama entonces (Lc 2,7-20). Fue en Nazaret donde, con una sorprendente y reveladora interrupción a los doce años (Lc 2,41-525), Jesús creció. Lucas lo expresa con una especie de estribillo: "Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en el favor de Dios y de los hombres" (2,52). A este crecimiento, el medio rural no le resultó ajeno ni irrelevante ¡Cómo se notarán sus raíces rurales en toda su actuación posterior! Jesús se hace hombre en Nazaret. Allí tiene familia y trabajo. "¿No es éste el carpintero, hijo de María?" (Mc 6, 3) . Probablemente carpintero de chapuzas, como tantos otros labriegos que, no pudiendo vivir sólo de lo que les da la tierra, se mantienen a base de una economía mixta. Es en este medio rural donde nacen y maduran en el interior de Jesús muchas preguntas, hasta que, tras la experiencia del Jordán y un periodo de reflexión en la soledad del desierto de Judá, reorienta su vida y, dejando de se establece en Cafarnaum (Mt 4,13), villa mitad marinera y mitad rural, a orillas del mar de Galilea. Desde ahí recorre los alrededores. Los Evangelios conservan no pocos detalles de ese ir y venir de Jesús por medios rurales (Mt 4,23; 9,35; 5,1; 12,1). MANUEL REGAL Cabe preguntar por qué Jesús deja su medio rural y se instala, aunque con gran movilidad, en Cafarnaum, a unos 45 kms. de Nazaret. Con la nueva perspectiva de vida que arrancó del Jordán tuvieron que ver posiblemente los componentes del grupo de Cafarnaum (Pedro y Andrés, Juan y Santiago) y es posible también que el movimiento que suscitó Jesús encontrase más eco en una población más movida y dinámica como Cafarnaum. Ahondando en el ser rural de Jesús Jesús vive, pues, unos treinta años en medio exclusivamente rural y el resto de su vida se desarrolla en contacto frecuente con el mundo rural. Esto tuvo que marcar profundamente el ser de Jesús, ese ser que la tradición evangélica nos ofrece con la mayor naturalidad. 1. Los lugares sagrados. Las grandes circunstancias de la vida de Jesús, aquéllas que los Evangelios nos ofrecen como más determinantes, tuvieron un marco rural. Recibe el bautismo en un río y luego pasa una corta pero intensa etapa en el desierto. Su proyecto de Dios y de pueblo lo presenta Jesús en un monte (Mt , 5,1) o -según otra versión- en un llano (Lc 6,17). Y cuando la gente le acosa, busca en lugares apartados y solitarios en el campo- el espacio para el encuentro más intenso con el Padre (Mc 1,35; 6;32). Y así sucesivamente; desde la multiplicación de los panes, con todo su valor simbólicosacramental, y la transfiguración -anticipo del gozo pascual- hasta la colina del calvario, fuera de los muros de la ciudad, pasando por Getsemaní, en donde Jesús se debate entre el miedo y la confianza absoluta: el marco de los grandes acontecimientos, los lugares sagrados de Jesús, hay que buscarlos, no tanto en la ciudad como en el campo. 2. Un pueblo rural. Más significativo resulta todavía el hecho de que el pueblo, ese pueblo que henchía la mente y el corazón de Jesús, era el pueblo rural. Por él sentía una profunda compasión (Mt 9,36). Es ese pueblo fundamentalmente rural, aunque también marinero y ocasionalmente urbano, el que Jesús proclama como dichoso en las bienaventuranzas: un pueblo pobre, hambriento y lloroso, al que Jesús contrapone los ricos, los hartos y los que ríen, optando claramente por los primeros (Lc 6,20-26). De entre ese pueblo Jesús escoge a los doce apóstoles. Y cuando Jesús habla de ese pueblo humilde, cansado, oprimido y lo proclama bienaventurado en esperanza, no lo hace de memoria, en teoría, con desconocimiento de su realidad concreta. El era de ese pueblo, formaba parte de él en cuerpo y alma, por economía y por espíritu, por historia y por esperanza. De algo sirvieron aquellos treinta años amasados en sudor y tierra. Estamos muy acostumbrados a lecturas del acontecimiento de Jesús realizadas desde arriba, provocadas por un desarrollo de la fe postpascual. Esta lectura desde arriba; que puede tener y tiene, de hecho, un importante significado teológico, puede esconder una realidad no menos significativa, que tiene que ver con ese mundo de los pobres y oprimidos, el cual fue labrando el ser y la conciencia de Jesús, hasta el punto de que Jesús nunca sería lo que fue como salvador- liberador, si no mediase esa experiencia de pueblo. MANUEL REGAL 3. El reflejo en el lenguaje. Donde se percibe con mayor claridad el influjo del hecho rural es en el ámbito del lenguaje, en el que él transmitió a sus compaisanos su vivencia espiritual más profunda: el sentimiento de Dios como Padre, el sentimiento de los demás hermanos y la llamada a la construcción fraterna de las relaciones que constituyen la sociedad. Abrid al azar los Evangelios. Apenas encontraréis una página en la que no se advierta que el que habla es un hombre del campo, que bebió en el mundo rural la sabiduría del pueblo. Hay en los Evangelios 51 pasajes que sé refieren directamente al medio rural. Incluso en la sección de parábolas (Mc 4,1-34; Mt 13,1-52; Lc 8,4-15), si la escena se sitúa en la ribera del lago, fuera de la parábola de la red, no se evoca el mundo del mar, sino el campo, al que Jesús tenía hechos sus ojos y. su alma. Los motivos que provocan el lenguaje rural de Jesús son muy distintos. Los hay de muy simples en que lo rural es un aspecto muy circunstancial. Pero la mayoría son variaciones sobre un mismo tema: la vivencia espiritual de Jesús y de sus seguidores. Podemos agruparlos en torno a .estos tres ejes: el ser del Padre, la dinámica del Reino y las actitudes de los seguidores. El Padre Con imágenes sacadas del mundo rural traza Jesús el retrato de su Padre, que ama a los hombres hasta el punto de "hacer salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos" (Mt 5,45) y que tiene con el pecador que vuelve la misma alegría que el pastor con la oveja perdida y hallada (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7). La gratuidad de Dios, de la que era anunciador escandaloso, la presenta Jesús gráficamente con la parábola rural del propietario que sale a contratar jornaleros (Mt 20,1-16). Y al Dios celoso de su pueblo, del que los hombres podemos ser, en todo caso, servidores, pero no dueños, lo dibuja Jesús con otra parábola rural, la de la viña arrendada a unos colonos que quieren apropiarse de sus frutos (Mt 21, 33-42). Con la parábola del hombre que, al irse de viaje, encarga a sus empleados que hagan rendir su hacienda (Mt 25,14-30), Jesús nos habla de cómo Dios valora la seriedad de la vida humana y no exime a nadie de sus propias responsabilidades. Y con la parábola de la higuera estéril nos dibuja el trazo de la paciencia de Dios, sin restar seriedad al tiempo de espera (Lc 13,6-9). Finalmente, para expresar la opción por los pobres, Lucas nos cuenta la parábola del gran banquete que, al no corresponder, a la invitación los vecinos acomodados, se llena de pobres y menesterosos (14, 16-24). La figura, del amo, con la que a menudo es comparado Dios en las parábolas, resulta idealizada, para poderla así aproximar a la vivencia extraordinaria y gratificante que Jesús tenía de su Padre. El culmen de esa idealización se alcanza en la parábola del padre y del hijo pródigo (Lc 15,1132). Tanto el marco como el desarrollo de la acción son totalmente rurales. La dinámica del Reino Al describir nos al Padre, traza ya Jesús las líneas del Reino. Su estructura interna la pinta Jesús con imágenes también rurales. La tarea del Reino la ve como inmensa mies a MANUEL REGAL punto para la siega, para la que faltan brazos (Mt 10,38). La imagen que más se repite para describir cómo funciona el Reino es la de la simiente. ¡Cuántas veces no la vería Jesús brotar con pujanza de la tierra! Esa simiente es imagen de la presencia gratuita del Reino (Mc 4,2629) y de la universalidad de la Palabra, que no siempre es acogida de-la misma manera (Mt 13,1-9). El problema, de la presencia del mal en el Reino y : de la paciente tolerancia con que se va construyendo se plantea con la parábola de la cizaña (Mt 13,2430). Acaso refleja la experiencia de los payeses de la zona. Si se trata de poner de relieve la desproporción entre los medios -escasos-y los resultados -abundantes- de la tarea del Reino, nada mejor que un diminuto grano de mostaza, y para , acentuar su fuerza contagiosa nada como el fermento (Mt 13.,31-32). Y cuando se trata de ponderar la alegría que ha de proporcionar la presencia del Reino, se echa mano de la imagen del tesoro escondido en un campo, por el que uno, para conseguirlo, lo deja todo (Mt 13,44). Y el mismo Jesús, tan refractario a los títulos mesiánicos tradicionales, se define -o es definido- por imágenes rurales bien distintas e incluso chocantes: la gallina clueca que reúne a sus polluelos bajo sus alas (Mt 23;37), el leño verde (Lc 23,31), la puerta de un corral de ovejas (Jn. 10,8), el buen pastor (Jn 10,14) y el cordero que, siguiendo la tradición veterotestamentaria, es sacrificado como víctima expiatoria (Jn 1,29). Las actitudes de los seguidores Fundamentalmente, el Reino no es una moral, pero sí marca una línea de conducta. La actitud que Jesús admira es, por ej., la de Juan bautista, que no es una caña zarandeada por el viento (Mt 11,7). Y, puestos a escoger, preferirá al hijo que se niega a ir a trabajar a la viña, pero recapacita y va, y no al que de momento se pliega, pero no va (Mi 21,2832) Claro que para Jesús lo primero es la fe, la confianza, y no el prometeismo frustrante. Una, fe que, aunque no fuera mas que como un grano de mostaza, sería capaz de trasladar montañas (Mt 17;20). La línea moral de Jesús resultaba tan novedosa, que no dudó en reclamar odres nuevos para el vino nuevo (Mt 9,17). Tras la fe, la actitud espiritual que más exigía Jesús era la libertad ante la ley y a favor del hombre. Lo que ayude a la persona a ser más persona está por encima de cualquier ley o práctica religiosa, por tradicional que sea (Mc 12,11; Lc 13;15). A los fariseos, que se empecinan en mantenerse al margen de ese dinamismo, Jesús les advierte que el plantío que no haya plantado el Padre será arrancado de cuajo (Mt 15,13). En esta línea, pero avanzando más, resulta lógica la dureza de, Jesús contra el que escandalice a un creyente, por pequeño que sea: que le cuelguen una rueda de molino al cuello y lo echen al mar (Mt 18,6): Si Dios es comunión ¿cómo tolerar la insolidaridad del que acapara grano para vivir él solo, sin compartir? (Lc 12,16-21; 16,19-31). Con la fe y la libertad, lo más importante para Jesús era el amor. Si en el ocaso de la vida se nos examinará del amor, Jesús convierte ese examen en una escena rural, en que el pastor, de vuelta con el rebaño, separa las ovejas de las cabras (Mt 25,31-33). El seguimiento de Jesús, hecho de fe, libertad y amor, introduce por caminos de pobreza profunda y sustancial, que Jesús expresa gráficamente diciendo que las zorras tienen MANUEL REGAL madrigueras y los pájaros nidos, pero ni él ni el que le sigue tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8,18-20). Jesús exige una actitud vigilante, porque, cuando él vuelva, dos hombres estarán en el campo y dos mujeres estarán moliendo y sólo el que esté en actitud vigilante se irá con él. Para poder discernir el momento de su vuelta se han de fijar en la higuera: "cuando la rama se pone tierna y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca" (Mt 24,32). Una curiosidad: la higuera y la morera son los únicos árboles que en los Evangelios se citan con sus nombres concretos (Mt 21,1; Lc 19,4; Jn 1,48). Cómo miraba Jesús Uno puede pensar que Jesús era un gran improvisador, que tenía siempre a punto la comparación, la imagen acertada y sugerente. Aunque es posible que esas dotes no le faltasen, en el caso de la utilización del elemento rural en su discurso creemos que Jesús siguió otro proceso, en el que cabe distinguir tres momentos: 1. Ver, observar, contemplar. Resulta difícil suponer que un lenguaje en clave rural, coma el que los Evangelios ponen en boca de Jesús, sea fruto del artificio o de la casualidad. Más bien se impone la idea de que detrás de ese lenguaje está la experiencia de Jesús, quien hubo de pasar muchas horas contemplando la realidad rural en sus más variadas circunstancias: el amo que sale a por jornaleros (¿fue Jesús uno de ellos?), el pastor que recoge y cuenta su rebaño al atardecer, el sembrador que sale a sembrar:.. El constante recurso a lo rural, el sentido del detalle y la variedad de los temas revelan a alguien que vivió todo eso en primera persona. 2. En diálogo con Dios. Pero Jesús no se detiene en una contemplación bucólica de la realidad. La mirada que vierte sobre las cosas las convierte en lugar de encuentro y diálogo con Dios. En el amor y por el amor se establece un diálogo simple y profundo entre fe y vida, entre el Dios amado apasionadamente y la vida cotidiana amada también con idéntica pasión. Ahora bien, si el Evangelio se expresa en un lenguaje tan rural ¿por qué le costará tanto hoy al hombre de campo dejarse impactar por él? Entre otras cosas, porque, si falla la actitud amorosa, creyente, de Jesús, no basta con la proximidad objetiva de lenguaje y medio de vida, para sacar de la vida diaria toda la capacidad de contacto con Dios que se esconde y se expresa en ella. 3. Siempre pensando en la gente. Pero Jesús va todavía más allá e introduce á la gente, al pueblo, en ese diálogo teológico con lo rural. Porque el Dios que descubre Jesús en la naturaleza, en los elementos de la vida rural, es un Dios compartido, un Dios para la gente. Podemos muy bien suponer que la práctica de ese modo de contemplación de Dios en la vida diaria para la acción con la gente fue la forma de oración más personal y propia empleada por Jesús en sus largos años transcurridos en Nazaret. Acaso el método de "ver, juzgar, actuar" típico de la JOC y otros movimientos cristianos no sea tan novedoso como parece. MANUEL REGAL Conclusiones De la condición de aldeano de Jesús, tal como queda reflejada en los Evangelios, podemos sacar las siguientes conclusiones: 1. Jesús se nos presenta como un aldeano, como uno más entre los hombres del campo. Esto les honra: Jesús es uno de ellos, les pertenece especialmente. 2. El medio rural, aunque no sea el epicentro en el que se toman y desde el que se propagan hoy las grandes decisiones sigue siendo un lugar muy apto para la acción de Dios. 3. Lo más hondo de Dios y de su Reino se pueden vivir y convivir a base de las cosas y de las experiencias más simples de la vida rural. 4. El campo sigue siendo hoy, con su realidad, sus gentes y su complejidad social, el punto de partida de una evangelización que revierte en él: el campo evangeliza al campo. 5. No va por buen camino el que pretende evangelizar el campo y se limita a repetir unos conceptos aprendidos, sacados de otros ambientes y de otros tiempos. 6. Para ser un buen evangelizador, hay que usar el método de Jesús: vida simple diaria; diálogo con Dios; para la gente. Los tres elementos directamente proporcionales. 7. Jesús nos ofrece una manera de unificar fe y vida en un proyecto espiritual simple y efectivo. 8. El auténtico motor que hace avanzar en el camino espiritual es el amor, que lleva a mirar con ternura contemplativa la vida diaria, a Dios y a la gente. 9. Jesús nos ofrece un camino de evangelización desde el corazón del pueblo. No era alguien que vivía segregado, al margen de la vida del pueblo. Viviendo la vida de los aldeanos, anuncia y realiza Jesús el Reino. 10. Jesús nos confirma en lo acertado de la metodología de los tres momentos que empleamos hoy en el movimiento rural. Quizás dispongamos hoy de perspectivas más amplias para ver la realidad. Pero seguro que nos faltará muchísimo del amor admirativo y constructor que él poseía. Tradujo y condensó: MARIO SALA