Azorin Leandra y Augusta ¿Qué lección puede darnos Leandra? Hoy, diríamos: ¿cuál es el mensaje de Leandra? ¿Y cuál el de Augusta? Leandra es hermosa, muy hermosa; a más de hermosa, es inteligente, muy inteligente; a más de inteligente, es rica, muy rica. ¿Y cómo con tales prendas no ha de contar con pretendientes Leandra? Los tiene: pero sus padres no se deciden por ninguno. Y Leandra también espera. ¿Qué será lo que espere Leandra? Está Leandra en la ventana, en su casa de este pueblo manchego; ha retornado de la guerra un mozo que se marchó antaño. Hay en la plaza un poyo, al pie de un álamo; en ese poyo se sienta Vicente de la Rosa. (En la edición príncipe del Quijote se dice Rosa y no Rosa, y a ese texto nos atenemos). Vicente de la Rosa es galán, apuesto, elegante, vistoso. "Viene -dice Cervantes- de las Italias y de diversas otras partes". Podemos asegurar, por lo tanto, que viene de Italia, desde luego; de Francia, de Flandes y de Alemania. Viene, en suma, de Europa. Y viene de Europa a ese pueblecito manchego donde, desde su ventana, lo está contemplando Leandra. Vicente de la Rosa, además de lo dicho, compone versos, tañe con arte una guitarra; es, en fin, algo que no hay por estos contornos. En la plaza, sentado en el poyo, al pie del álamo, Vicente de la Rosa va contando sus aventuras. Y poco a poco va influyendo a Leandra, en su ventana, una fuerza secreta y misteriosa. Al cabo, Leandra y Vicente desaparecen del pueblo; los buscan, y después de tres días, encuentran a Leandra en la cueva de un monte, robadas las joyas que se llevara, e indemne en su cuerpo. ¿Qué es lo que pudiera hechizar en Vicente a Leandra? ¿La novedad? ¿El ser una cosa europea? ¿El venir de lejanas tierras? ¿El ser algo que por aquí no había? Cuando estudiamos las costumbres en Cervantes, nos encontramos con las costumbres de Galdós; Cervantes y Galdós son los dos grandes historiadores de las costumbres en un determinado período de nuestra historia. Realidad es un fragmento de historia española; la novela está firmada en 1889. Hay en sus páginas política, parlamentarismo, vida social, administración de las colonias, rasgos de la vida galante. Augusta de Cisneros, mujer de Tomás Orozco, descuella en la obra. Todo lo tiene Augusta: riqueza, hermosura, inteligencia. ¿Y cómo con todo esto se descarría Augusta? ¿Cómo se prenda de Federico Viera, que es poco más o menos un Vicente de la Rosa? Oyendo sus explicaciones, en un soliloquio íntimo, nos parece que estamos escuchando a Leandra. "Declaro que hay dentro de mí, allá en una de las cuevas más escondidas del alma -nos dice Augusta-, una tendencia a enamorarme de lo que no es común ni regular". Y agrega estas palabras, que también serían las de Leandra: "Bendito sea lo repentino, porque a ello, debemos dos pocos goces de la existencia". ¿No está explicado el mensaje de Augusta? Y con esta explicación, ¿no tenemos aclarado el mensaje de Leandra? Pero existe una diferencia entre Augusta y Leandra. Se explica a sí misma Augusta su hechizamiento y no se le podría explicar Leandra. "¿Hemos nacido acaso para este tedio inmenso de la buena posición -dice Augusta-, teniendo tasados los afectos como las rentas?" Sin el siglo XVIII, ¿cómo pudieran concebirse estas palabras? Azorín ABC, 27 de abril de 1947 _____________________________________ Facilitado por la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes 2006 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales Súmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y la difusión de la Biblioteca Virtual Universal www.biblioteca.org.ar Si se advierte algún tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario