Setenta años entre perdices - Federación de Caza de Castilla y León

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Federación de Caza de Castilla y León
Setenta años entre perdices
martes, 26 de noviembre de 2013
Setenta años entre perdices
José Luis Garrido
Era una muerte anunciada. Cuando
se iniciaron los cotos con la Ley de caza de 1970, muchos cazadores
vedaron el propio y hacían ojeos en el pueblo vecino que estaba aún sin
acotar. La concentración parcelaria remató lo que quedaba, que era
mucho. La barbarie agrícola no recuerda ya el DDT, como para saber de
los venenos menores de entonces y de ahora.
Ha sido la mía una
relación muy intensa y larga con las perdices. Llevo 54 años cazándolas
legalmente, pero de chaval las cazaba por el método de “la cansada”, a
la carrera. Se empalmaban las parvas de perdices. Era agosto, en las
tierras castellanas estaban aún las morenas de mies y llegábamos mi
perro pipo y yo corriendo adonde se posaban, casi a la vez que la
pollada; si volvían a saltar coincidíamos los tres cuando las perdices
llegaban al suelo. Cuando cogía algún perdigón, con intención de criarlo
hasta que medrara del todo, se moría entre mis manos agotado por la
fatiga y eso cuando no moría asfixiaba el perro si le pillaba antes que
yo. Era una caza frustrante, porque esperaba verlas criar vivas, pero no
escarmentaba. Esto nunca acaba con las perdices, ni tampoco la caza
racional. Ya de cazador por derecho empecé a leer que había que dejar
cada bando con más de cinco perdices al finalizar la temporada, si
quieres tenerlas al año siguiente.
De entonces acá, lo del declive de la perdiz ha sido una muerte
anunciada. Cuando se iniciaron los cotos con la Ley de caza de 1970,
muchos cazadores vedaron su pueblo y hacían ojeos en el vecino que
estaba aún sin acotar. La concentración parcelaria de los veinte años
siguientes remataba lo que iba quedando, que eran muchas perdices en
cualquier territorio. La barbarie química de la agricultura ya no
recuerda al DDT, como para saber de los venenos menores de entonces y
ahora, permitidos por las leyes. Hace un par de meses la CEE ha
prohibido el Imidacloprid, porque saben que mata también a las abejas
que polinizan, pero sigue permitiendo Fipronilo, Tiram y Maneb, todos
mortales para la perdiz, las esteparias y otras granívoras, según se
deduce de los estudios encargados al IREC por FEDENCA para la RFEC y la
ONC. La perdiz está sin defensa medioambiental ahora que los cazadores
en general hacemos ya una caza muy civilizada. Entre todos la matamos,
pero por encima de cualquiera, la agricultura actual, poco aliviada en
rentabilidad y por ello muy consentida por los poderes públicos: hagan
lo que quieran, pero no crucen los tractores en las carreteras.
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Los
cazadores no hemos sido santos perdiceros discípulos de San Antonio
Abad, que curaba a los jabalíes, pero hemos tenido más sensibilidad y
mejor conciencia conservacionista que el resto de actores del
territorio, a los que importan las perdices tres puñetas. Algunos
alcanzamos la responsabilidad con las especies hace muchos años. La
frase que peor me sentó en mis años jóvenes de tirador de perdices medio
virtuoso (que nunca fui), fue la de un jactancioso, que era admirado en
su pueblo porque había matado la última perdiz del pago que no
recuerdo, una brava patirroja que siempre salía larga, la entraran por
donde la entraran. La mayoría de ese pueblo eran cazadores de pelo en el
inicio de los años ochenta, que fue el del repunte del conejo. Aquel
día fuimos a ese pueblo recién acotado que estaba sin una perdiz y con
poco de todo, excepto cazadores. El personaje, propio del oeste del Rio
Pecos, apareció a mediodía, haciendo el paseíllo cuando ya estábamos
todos comiendo en la cantina y tiró una perdiz sobre el mostrador de
mármol, como con desprecio. “Todavía quedaba ésta”, dijo engolado ante
el estupor y admiración de algunos lugareños. Esta si que era la última;
ese atina hasta con los vencejos, nos informó circunspecto uno de sus
admiradores. El pueblo acotado aquel año había sido devastado de
perdices los años anteriores, pero no por este rematador cretino, sino a
base de ojeos de un grupo de cazadores de otra región norteña, que
tenían a los nativos de espantadores por el almuerzo, muy lustroso
siempre, y una cántara de vino. Unos años después se recuperó el coto,
pero llegó la química, la concentración parcelaria, la cosechadora y
empacadora, el exceso de cazadores y muchas granjas poco controladas y
se acabó el milagro.
Había muchas perdices hace cuarenta años en
todos los lugares de mi tierra castellana y más aún donde siempre las ha
habido en otros lugares de España. Hace 24 años, en 1990, llegamos a la
mayor plantilla de la historia con 1.443.514 cazadores. Excesivo para
lo que dejaba en el campo esta agricultura más productiva y para delirio
de algunos granjeros vividores. La caída simultánea tan espectacular
del conejo y la perdiz en esa década de los noventa, disminuyó la
nómina de los cazadores hasta el 80%, muchos aún para lo que iba
quedando. La perdiz cada día más acosada por todo y por todos, ya no ha
superado el trance. La granja impera.
En este tiempo del nuevo
siglo, las perdices siguen disminuyendo a ojos vista pues, aunque ahora
ya no las ojean por estas tierras, los biocidas o las labores veloces y
nocturnas, tantas veces denunciadas, las ha dado la puntilla. Este año, a
mayores, ‘pare la abuela’ y despellejan todos los perdidos incluso los
empedrados de antiguas canteras con el fin de situarse ante la futura
PAC con más superficie cultivada, aunque sea arañando la piel musgosa
empedrada donde es imposible sembrar, para cuando hagan las fotos desde
el satélite. El 14 de noviembre en el Foro de la ONC nos daban los datos
concretos: La incorporación de unos 16 millones de Has agrícolas, como
nuevas superficies potencialmente elegibles, han incrementado en poco
tiempo hasta 38 millones de hectáreas la superficie agrícola española;
pero sólo van a ser subvencionadas 22’4 millones de Ha, que fueron las
declaradas en 2011. Todo esa agresión última a baldíos, perdidos y
terrenos poco productivos, pero donde quedaban aún saltamontes, para
participar con más superficie ha sido gravoso para el bolsillo del
agricultor y nefasto para la masacrada perdiz roja y resto de fauna.
Pienso que no ha habido la debida información a los agricultores desde
el MAGRAMA. Todos creían que ahora se repartiría por todas las Has
justificables. Por otro lado, la predación es cada año más incisiva, la
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granja no consigue el tercer vuelo, no limpia la genética y tiene
difícil controlar los virus. Por si faltaba algo, el cielo, de cuando en
cuando, nos mata las polladas a ‘granizazos’.........
Esta
temporada cumplo los setenta años y llevo veintiocho escribiendo en la
revista FEDERCAZA (desde el número cero) y unos años antes cinco en la
admirada y veterana TROFEO. Las perdices en estos cincuenta años largos
de relación se han ido adaptando a las necesidades de este cazador y el
cazador a las de ellas. Este año ya he ido a cazar perdices cinco días y
he abatido cinco perdices. Tres han sido jóvenes igualones, la rémige
octava creciendo y habrán nacido en la primera semana de julio, según
calculo. Ya nos lo dirán. Ando de caza hasta cuatro a cinco horas sin
parar y aunque a veces corro, es a ritmo insuficiente para la perdiz. Ya
no tengo los reflejos de aquellos años en que perdiz que saltaba en el
escenario era normalmente abatida. Pero no me preocupa para nada. Una
perdiz tambaleándose en la percha produce un contacto muy placentero que
colma mi felicidad.
Este año la perdiz ha criado bien en este coto y
la ratio de todas las controladas J/A es de 4 a 5, lo que compensa de
sobra el sacrificio de veda del año anterior. Pero aún siendo una alta
producción por pareja, tenemos cada vez menos madre. Debemos seguir
cazando con responsabilidad, controlando mucho las capturas y vedando
en cualquier momento.
Soy muy feliz viéndolas evolucionar en
veda y ahora volar lejanas, mientras cojo unas setas. He pasado de
perseguirlas a muerte a ser un defensor acérrimo en todos los teatros
posibles. El MAGRAMA dispone de datos concretos de todos los estudios
realizados por los cazadores, lo mismo que todas las Consejerías de MA y
Agricultura de España, pero luego en los foros se percata uno, que
nadie los ha leído. Lo mío no es que me haya pasado como a Santiago
camino de Tarso, no; llevo cuarenta años velando porque no se pierda el
tesoro de las patirrojas que tantas satisfacciones nos ha dado. He
denunciado a todas las autoridades posibles las agresiones a la
patirroja y en muchos foros cinegéticos lo mal que lo hemos hecho todos,
empezando por los de casa, pero no sé si ha servido para algo. Lo dudo,
porque no lo sé medir. La estupidez humana es inconmensurable. La de
algunos políticos de esta cosa, infinita.
Ajustado del publicado en FEDERCAZA (Diciembre de 2013)
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