273 MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA. LAVELLE Y S. JUAN DE LA CRUZ Mistery of presence. Metaphysical experience and mystical experience. Lavelle and St. John of the cross. LAURA PALMA VILLARREAL Resumen La Filosofía de Louis Lavelle (1883-1951), instalada en la tradición de Agustín, Anselmo, Buenaventura y de un modo particular Descartes, constituye fundamentalmente una propuesta de itinerario interior hacia una verdad-fuente de índole metafísica; la consistencia, riqueza y fecundidad de la experiencia de esta "presencia" radical del Ser o Acto para la comprensión de la propia vida y de la realidad total hace que su autor se transforme -a la vez que en un testigo- en el laborioso y fino instrumento clarificador del manantial de toda realidad. La experiencia mística, por otra parte, ilustrada en el testimonio de la obra de San Juan de la Cruz, el Doctor místico, aunque instalada en un plano diferente al del filósofo, parece avalar los que podríamos llamar "balbuceos filosóficos" del filósofo francés que tanto lo admiró. Abstract The philosophy of Louis Lavelle (1883-1951) set in the tradition of Agustin, Anselm and Bonaventure and in a special way of Descartes is fundamentally the proposal of an path toward a foutain-truth of metaphysical order; the experience of this radical 'presence' of Being or Act is sometimes so consistent, rich and fruitful for the understanding of one's own life and of the whole of reality, that the author -apart from becoming a witness- turns into a hard-working and fine instrument for clarifyng the source of all reality. On other hand, mystical experience as illustrate in the work of St John of the Cross, although situated on another plane, seems to back up what we might call the "philosophical stammerings" of the French philosopher who so greatly admired the saint. I En la historia de la filosofía han existido siempre pensadores relevantes en el campo de la metafísica cuyas obras han bordeado, si no traspasado, deslindes más allá de los cuales se caminaría decididamente en el territorio de la mística. Platón, Plotino, Agustín, Anselmo, Bergson son algunos ejemplos de ello. Es también el caso de Louis Lavelle (1883-1951), 274 LAURA PALMA VILLARREAL filósofo francés de la primera mitad del siglo XX, un tanto desconocido en nuestro medio de habla castellana y otro tanto olvidado en el paisaje de la filosofía contemporánea. Injustamente desconocido y olvidado, habría que agregar, porque es autor de una vasta, recia y hermosa obra filosófica que arraiga en la mejor tradición metafísica francesa originada en Descartes. Jean Guitton se refirió a esta característica de la filosofía lavelliana en el Coloquio internacional de 1985, celebrado con ocasión del centenario del nacimiento del filósofo, recordando una conversación que tuvo con Lavelle algunos años antes de su muerte. Allí, éste, hablándole confidencialmente y como entregándole un secreto, le dijo que la idea clara y distinta que constituía siempre su fuente de inspiración era que, a su juicio, la intuición de los más grandes filósofos y la de los más grandes místicos traducía una misma inefable captación del Ser; de ahí que el oficio supremo del pensamiento en nosotros consistía en definir las relaciones entre estas dos vías hacia la Verdad y la Vida. Ahora bien, creo que podemos estar seguros de que nuestro filósofo no se incluía a sí mismo entre los más grandes de quienes habla (¿qué verdadero filósofo lo haría?), pero también que tenía suficientemente claro que su intuición metafísica del Ser tocaba lo que al místico genuino se le regalaba. De ahí que las líneas centrales del trabajo filosófico de toda su vida nunca perdieran de vista el hilo conductor que su intuición original le proporcionara. II En su libro Les quatre Saints, tras una amplia consideración acerca de qué sea la santidad y del significado de la presencia de los santos entre los hombres, Lavelle recoge cuatro estudios que antes había publicado por separado en el Bulletin Fénelon; analiza allí con mucho interés y admiración la vida espiritual de San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Avila y San Francisco de Sales. De su lectura se desprende la profunda simpatía que siente por estos santos en particular y por la santidad en general. Ve, asimismo, cierta cercanía del santo con el filosofo porque este último, abierto con mucha humildad, como el santo, al misterio de presencia, filosofa y vive a partir de esa experiencia de la verdad del Ser. De ahí, entonces, su interés por ahondar en la sabiduría de estos hombres, los santos, cuya experiencia de fe los mueve siempre en busca de una unión cada vez más perfecta con Dios, del mismo modo como la experiencia metafísica del Ser o Acto mueve al filósofo en pos de un esclarecimiento de su lugar propio al interior del Ser y de su responsabilidad como partícipe en el servicio creador. Es también en ese contexto y en el curso de su consideración del significado de esos testigos de la fe MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA.. 275 donde su entusiasmo lo mueve a intentar concretar una aproximación entre el camino de la búsqueda de la presencia de Dios del místico y el del filósofo que busca la verdad del Ser. Para eso, averigua cuál sea la condición inicial posibilitante de la sabiduría de ambos. Y ¡vaya si no lo hace con osadía! si nos atenemos, por ejemplo, a la reflexión que Lavelle hace sobre la imagen de "noche obscura" escogida por San Juan de la Cruz para explicar el camino del alma hacia Dios en la fe. Allí, sin titubeos, Lavelle, cuyas raíces llegan hasta Descartes, aproxima entre sí lo que san Juan llama Noche oscura y el estado transitorio de la duda, fruto del esfuerzo metódico por deshacerse de las viejas certidumbres. A su juicio, el método cartesiano instala al pensador en una noche activa, fruto de la voluntad, la que produce el doble efecto de purificar el espíritu de los apegos particulares y hacerlo retornar hacia la fuente creadora en la que nuestra vida espiritual renace indefinidamente . De paso, debemos hacer notar que Lavelle, como buen francés, si bien entronca gustosamente en la tradición cartesiana, lo hace con mucha libertad y creatividad, sin perder nunca de vista la riqueza germinal de su punto de partida. 1 2 3 Para ver esto con más claridad, tomemos el texto donde Fray Juan de la Cruz comenta la primera estrofa de su poesía titulada "Canciones en que canta el alma la dichosa ventura que tuvo en pasar por la oscura noche de la fe...a la unión del Amado". Dice allí que en el texto del poema que comienza diciendo En una noche oscura... cuenta el alma en esta primera canción el modo y manera que tuvo en salir según el afección de sí y de todas las cosas, muriendo por verdadera mortificación a todas ellas y a sí misma, para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice que este salir de sí y de todas las cosas fue [en] una noche oscura, que aquí entiende por la contemplación purgativa... la cual pasivamente causa en el alma la dicha negación de sí misma y de todas las cosas ". 4 Teniendo esto en cuenta, así como el ulterior desarrollo de esta obra, oigamos a Lavelle: La Noche obscura, de San Juan de la Cruz, dice, no 1 San Juan de la Cruz (SJ.), Prólogo de la Subida del Monte Carmelo: "Y, por tanto, para decir algo desta noche oscura, no fiaré ni de experiencia ni de sciencia, porque lo uno y lo otro puede faltar y engañar..." 2 Descartes, Primera Meditación: "Todo lo que hasta ahora acepté como lo más verdadero y seguro lo aprendí de los sentidos o por los sentidos. Ahora bien, algunas veces comprobé que estos sentidos eran engañosos, y es cosa de prudencia no fiarse jamás del todo de aquéllos que alguna vez nos engañaron." 3 Louis Lavelle (LL.), Quatre Saints (QS), p. 108. Hay traducción castellana. 4 SJ., Noche Oscura (N), L.1,1. 276 LAURA PALMA VILLARREAL deja de tener relación con esa duda universal por la que Descartes, el más lúcido de los pensadores..., rechaza todo lo que antes era objeto de su creencia y de su apego... Y lo que entonces descubre es ese pensamiento puro...partícipe del pensamiento divino. Por lo menos se ve aquí que el alma humana siempre ha de dar los mismos pasos para avanzar: no puede participar de la verdad y del bien si no es después de ser purificada del error y del mal. Es necesario que rompa todos los lazos que la unen a lo finito para poder descubrir lo infinito, que se desprenda de las apariencias para hallar el ser, y del yo para hallar a Dios ". Dicho esto, Lavelle aclara que lo que pretende por el momento no va más allá de declarar la necesaria universalidad de algo así como el cogito, aunque la renuncia propia de la duda cartesiana para llegar a él sólo sea una operación preliminar para desarraigar la tendencia natural; la de san Juan, en cambio, es una renuncia total del alma a sí misma y a las cosas a las que tiende a someterse. Pero en uno y otro caso, de lo que se trata es de una necesaria purificación o desasimiento previo de todo apego. En otro texto, ahora de La présence Totale, nos dice que "también...los sabios y los santos...ven como primera condición para la iniciación espiritual esa virtud negativa por la que el ser, renunciando desde el inicio a todas las imágenes exteriores a las que hasta entonces dedicó su preocupación, queda finalmente solo consigo mismo y, en consecuencia, cara a cara con el Acto que lo hace ser. A esta virtud puede dársele el nombre de purificación, de desasimiento o de indiferencia" . Y a la iniciación espiritual, agregamos nosotros, puede dársele el de experiencia del misterio de presencia. Ese "cara a cara con el Acto que lo hace ser" recién mencionado, hecho primitivo del que el filósofo ha de partir, es la experiencia interior que nos revela nuestro lugar al interior del Ser, nuestro ser propio de partícipes del Acto que nos da el ser, experiencia con la que comienza la emoción de vivir. No es éste un espectáculo desplegado ante nuestra mirada, sino la puesta en acción de un movimiento que podemos realizar, que depende de mi iniciativa y que me despierta a la conciencia de mí mismo, patentizándome el poder que poseo cuando llevo a cabo un cambio en el mundo. Y es sólo entonces cuando conoceré lo real por dentro, en la iniciativa que me constituye y que atestigua acerca de una actividad más secreta. El Ser no puede ser captado sino por dentro y no hay otro dentro sino el acto por el que, consintiendo al Ser (dando mi propio fíat), creo mi ser propio e inscribo en el Ser total una marca que eternamente subsiste . Y haciendo suyo el consejo de la sabiduría anti5 6 7 5 LL.,QS,p.l03-4. 6 L L . , La présence Totale (PT), p. 245. 7 L L . , cf. De l'Acte (A), p. 57-8. De l'Acte es el segundo volumen de su obra La 277 MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA. gua inscrita en el frontispicio del templo de Apolo en Delfos, Lavelle dejó entre sus notas inéditas sobre la intimidad lo siguiente: "El 'conócete a ti mismo' es la ciencia de la verdad espiritual, y, si así puede decirse, la ciencia de Dios en mí". El metafísico y el santo, entonces, cada uno en el plano en que se mueve o es movido, buscan a través de esa purificación e iniciación el "cara a cara" con el Acto que los hace ser. III Ahora bien, de hecho, toda la reflexión filosófica lavelliana surgirá del despliegue o explicitación analítico-descriptiva de su propia experiencia del Ser o Acto, del descubrimiento en el "cogito" de su estar en el Ser y, con ello, del misterio de la presencia total. "Hay, nos dice, una experiencia inicial que está implicada en todas las demás, dando a cada una su peso y su profundidad. Se trata de la experiencia de presencia del ser. Reconocer esta presencia significa reconocer en ello mismo la participación del yo en el ser". Y más adelante, en el mismo texto, añade que "lo propio del pensamiento filosófico reside en apegarse a esa experiencia esencial, afinar su agudeza, retenerla cuando parezca escapar...mostrar que todas nuestras operaciones dependen de ella y en ella encuentran su fuente, su razón de ser y el principio de su potencia". Es la fidelidad a la verdad del Ser la que compromete el honor y la vida del filósofo. Por último, en la misma página, algunas líneas más adelante, se nos dice que aquél que una vez captó en un puro recogimiento y como el acto mismo de la vida la solidaridad entre el Ser y el yo, ya no podrá separar de ello su pensamiento, porque el recuerdo de ese contacto renueva siempre en él la presencia que no cesa de estremecer su espíritu e iluminarlo...Porque una vez que esa presencia se dio, nuestra vida recupera su importancia esencial, restaurando sus vínculos con el corazón de lo real . La metafísica lavelliana trata, por lo tanto, de aquello que Gabriel Marcel calificara como "cosas supremas" que, según su característica y conocida distinción, constituyen para el yo misterios en los que el mismo yo se halla involucrado y no problemas objetivos. Si la filosofía se volcara sobre 8 9 Dialectique de l'éternel présent. Hay traducción castellana y las citas se refieren a ella. 8 Nótese la variante que Lavelle introduce en el sentido del cogito cartesiano: No se trata de un mero "pienso, luego soy", sino "pienso, luego soy o estoy en el ser, esto es, soy partícipe junto a otros partícipes del Ser, en el cual y por el cual somos y constituimos un haz de relaciones. 9 LL., PT, p.25-26. 278 LAURA PALMA VILLARREAL objetos, ya no sería rigurosamente una sabiduría. Lo será, en cambio, si se desapega de ellos y procura remontar hasta la fuente: el Acto o, lo que es lo mismo, el Ser que es idéntico a su idea. La idea de Ser, en efecto, siendo concreta e idéntica al Ser mismo o al Acto que nos hace ser, del que somos partícipes en sentido unívoco y en el cual conocemos todo lo que conocemos (¡he ahí el secreto del argumento ontológico!), constituye para nosotros la presencia, el horizonte, el medio y la fuente o el manantial en y por el que vivimos, nos movemos, somos, conocemos y nos reconocemos partícipes suyos. La sabiduría que nace de la reflexión del filósofo, entonces, será un conocimiento al interior del ser que nos dejará en claro que sus formas particulares son para nosotros revelaciones de la presencia absoluta de un ser eterno. IV Abundando en lo mismo, pero ahora en orden a destacar mejor los tonos religiosos de la experiencia de presencia dada en el cogito lavelliano, queremos entregar otros textos igualmente elocuentes en lo que respecta a la zona fronteriza en que se inscribe la metafísica lavelliana. Ya en la primera página de su De l'Être Lavelle nos participaba que su pensamiento está desde mucho tiempo atrás atado a la consideración de esa experiencia primitiva de la inmediatez entre el yo y el Ser, es decir, (a la consideración) de ese poder que tengo para decir "yo" o para tomar contacto con el Ser en mi propia participación del Ser. Y prosigue diciendo que puede evocar el recuerdo de dos emociones que remontan a los primeros años de su vida, mucho tiempo antes que la palabra "filosofía" tuviese para él algún sentido. Estas emociones aún conservan en su recuerdo toda su frescura: la primera está ligada al descubrimiento de la iniciativa que posee para, con su fíat interior , introducir con su acción cambios en el mundo; la segunda emoción es la del descubrimiento de esa presencia siempre actual, de la que no se puede evadir y en la que, gracias al tiempo, uno puede constituir en el Ser su ser propio . Por otra parte, en paralelo con lo anterior, en la primera página de De l'Acte, quizás la obra más plena de Lavelle, refiriéndose a la tarea del filósofo, nos dice que "el camino que conduce a la Metafísica es particularmente 10 11 12 10 LL., De l'Être (E): es el primero de los cuatro volúmenes de la Dialéctica del eterno Presente. Hay traducción castellana y a ella se referirán las citas. 11 El fíat interior, en analogía con el fíat de la Virgen María en S. Lucas, alude a la libertad del yo para permitir a través suyo el ejercicio del poder creador del Acto, del que el yo es partícipe libre. 12 LL., E, p. 58. 279 MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA. 13 difícil y pocos son los hombres que aceptan escalarlo , porque exige eliminar todo aquello que pareciera sostener nuestra existencia, las cosas visibles, las imágenes y todos los objetos que usualmente nos interesan o que deseamos . Aquello que procuramos alcanzar constituye un principio interior, al que siempre se ha dado el nombre de Acto, el cual engendra todo lo que podemos ver, tocar o sentir, no tratándose en modo alguno de concebirlo , sino de ponerlo en obra" . El caminar del metafísico lavelliano, entonces, ya lo vimos, requiere una seria purificación y mucha humildad y desasimiento, virtudes carísimas para san Juan de la Cruz y para santa Teresa de Avila; exige la renuncia a la visión cosificante u objetivizante del mundo y de los demás, actitud que nos separa y esclaviza respecto a las cosas; es, además, un remontar hasta la fuente de todo ser, el Acto, y reconocer allí el propio ser como don y como ofrecimiento del poder de hacerse partícipe del poder creador. "Es ésta la cima del alma, donde ella está más cerca del cielo y la gracia nos toca ". En nuestra libertad está ofrecer un cauce al "manantial" o a la "fuente" que es el Acto, y responder así a la invitación a participar, sirviendo al ser como poder creador participado. En este punto, en la respuesta aceptante, en nuestro "fiat", el metafísico lavelliano se asemeja al místico bergsoniano, que no es verdaderamente tal si se queda en el trance extático o en el arrobamiento; el verdadero místico, según Bergson, retorna a la vida diaria movido por el ímpetu recibido, para imprimir en el mundo la novedad creadora que brota de la vida . Algunas páginas más delante de lo anteriormente citado y abundando en este tema del Acto como fuente, Lavelle añade que "El es la fuente y esencia de la conciencia" en cuanto que esta última es "la experiencia interna del Acto en su iniciativa y realización" , cosa que sólo el cogito puede mostrar. 14 15 16 17 18 19 13 Nótese que la expresión "escalarlo", referido al camino del metafísico, puede entenderse en un sentido análogo al de la imagen de la "subida" del místico; en san Juan de la Cruz es la subida del Monte Carmelo. 14 Es el desasimiento y purificación del que se adentra en el itinerario interior del cogito, así como el santo que busca el rostro de Dios cierra momentáneamente puertas y ventanas al mundo exterior: cf. Cap. I del Proslogion de S. Anselmo. 15 Alcanzar el Acto no significa darse una representación conceptual suya, sino que, puesto que el Acto es Amor, actividad y don creador, alcanzarlo equivale a unírsele y asemejársele, retornando transformado al mundo y haciéndose instrumento disponible de su poder creador. 16 LL., A, p. 11. 17 Nota inédita del Bulletin Nº I2, Association Louis Lavelle, Sept. 2001. 18 Cf. Bergson, Las dos fuentes de la Moral y de la Religión. 19 LL., A, p. 18. 280 LAURA PALMA VILLARREAL Es sobre esta base como, retomando nosotros la página inicial de De l'Acte, podremos ahora comprender lo que allí nos confía nuestro autor cuando nos dice que "en el filósofo siempre ha existido un secreto pudor, dado que remonta hasta las mismas fuentes de todo lo que es . Ahora bien, ocurre que todas las fuentes tienen un carácter misterioso y sagrado y la más leve mirada basta para perturbarlas. Ocurre que en ellas se hallan la intimidad de la voluntad divina -la que temo interrogar-, y la intimidad de mi propia voluntad, que temo comprometer. La obscuridad y el misticismo son frecuentemente los signos de ese pudor" . 20 21 En pocas palabras y basándonos en los textos citados y numerosos otros, no nos cabe duda que, para Lavelle, en el punto de partida originante de la búsqueda metafísica, hay una misteriosa, concreta y sobrecogedora experiencia interior de adentrarnos en la presencia del Ser o Acto, la que él traduce con frecuencia en términos que poseen una fuerte connotación místico-religiosa. La posibilidad de ese retorno sobre la actividad inicial que procuramos hacer nuestra es el signo de nuestra libertad. Si la usamos o no, nos estaremos entregando o ala espontaneidad de la naturaleza o fundaremos nuestra existencia espiritual . Sólo en el Acto acogido podremos ser libres. Ese es nuestro fiat. Experimentaremos entonces la inserción de nuestra actividad propia o participada en una actividad primera, total y absoluta que fundamentará -si así puede decirse- nuestra autonomía sobre nuestra dependencia . 22 23 V Dicho lo anterior, intentaremos ahora, y muy brevemente, dadas las limitaciones del caso, realizar algunas aproximaciones -cosa que nos ha parecido posible y válida- de la experiencia metafísica posibilitada por el cogito lavelliano y la experiencia de la que brota la sabiduría teológica del místico. Para ello nos apoyaremos en algunos textos de Fray Juan de la Cruz que, como hemos visto, llamó la atención y dedicación de Lavelle. Más en concreto, queremos referirnos a lo que en uno y otro atañe respectivamente a la conciencia filosófica y a la conciencia religiosa del misterio de la presencia Dios, misteriosa presencia que se constituye para ambos en hogar de la verdad, meta de todos los anhelo y fuente de la que mana toda realidad y perfección. Y, digámoslo de antemano, lo que 20 Cf. Evangelio de san Juan, 4, 13-14, donde Jesús habla a la Samaritana de la fuente que brota para la vida eterna. 21 LL, A, p. 11. 22 LL., A, p. 27. 23 Id. p. 29. MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA. 281 podamos hacer no constituye por ahora sino una primera aproximación a un tema que, de por sí, requiere obviamente muchísima más reflexión y amplitud en su desarrollo. Cuando Fray Juan se refiere en su comentario o declaración de aquella estrofa del Cántico espiritual que dice: "Descubre tu presencia, y máteme tu vista y hermosura; mira que la dolencia de amor, que no se cura sino con la presencia y la figura", donde el alma enamorada de su Amado le suplica (por lo tanto, él está presente) que haga manifiesto su estar con ella, distingue inicialmente tres formas o modos de estar Dios presente en el alma, aunque de modo oculto o encubierto para ella. "La primera es esencial, y desta manera no sólo está en las más buenas y santas almas, pero también en las malas y pecadoras y en todas las demás criaturas, porque con esta presencia les da vida y ser y, si esta presencia esencial les faltase, todas se aniquilarían y dejarían de ser; y ésta nunca falta en el alma... La segunda presencia es por gracia, en la cual mora Dios en el alma agradado y satisfecho dellaa... y ésta no puede el alma saber naturalmente si la tiene. La tercera es por afección espiritual, porque en muchas almas devotas suele Dios hacer algunas presencias espirituales de muchas maneras, con que las recrea, deleita y alegra" . 24 Cabe preguntarse si la frase del primer verso podría estar referida a cualquiera de las tres formas de presencia encubierta de Dios ya enunciadas, puesto que es el mismo Dios el que está allí dando al alma el ser, perfeccionándola por la gracia o deleitándola y alegrándola. Sin embargo, Fray Juan calla respecto a la posibilidad de saber acerca de la primera forma de presencia en el alma, que nos parece que es la que constituye el regalo del metafísico, interés que no parece ser el del alma sumida en la añoranza del Amado. Descarta asimismo la posibilidad de que eso ocurra con la segunda forma. La tercera es la que de hecho posee el alma del Cántico, aunque -puesto que "no se muestra Dios en ella como es, porque no lo sufre la condición de esta vida" - se trata de una presencia encubierta. Ahora bien, es cosa cierta que el alma de la que habla Juan de la Cruz está aquí pidiendo a aquél a quien clama para que se le "descubra", para que deje al descubierto esa presencia por ella experimentada 25 24 SJ., C, Canción 11,3. 25 Id. 282 LAURA PALMA VILLARRÉAL como encubierta, presencia "que deleita y alegra" y que le permite nada más ni nada menos que vislumbrar o pre-ver la inmensidad de la hermosura esencial de Dios, presencia que puede glorificar con su manifiesta gloria. Fray Juan pide esto, entonces, a sabiendas de lo que pide, porque se trata de una experiencia concreta de "cierta presencia afectiva que de sí hizo el amado a el alma...la cual fue tan alta, que le pareció a el alma y sintió estar allí un inmenso ser encubierto, del cual le comunica Dios ciertos visos entreoscuros de su divina hermosura" . De ahí ese Descubre tu presencia... Y puesto que tanto el Cántico como su Declaración sólo son posibles a partir de esta experiencia personal de san Juan, y que sólo de Dios depende llevar a su acabamiento por la muerte la unión con Dios del alma de El enamorada, no abunda por el momento en más consideraciones en lo que atañe a las otras dos formas de presencia aludidas al principio. Ni habla ni anhela expresamente la contemplación metafísica del Ser que a todo da el ser, primera forma de presencia. Tampoco clama, por el momento, por la presencia del Señor de la gracia, que perfecciona al alma sumiéndola en sí en la penumbra de la fe y sin que ella lo sepa; ni siquiera pide mantenerse en los goces de la tercera presencia. El alma o Fray Juan están anhelantes de un descubrimiento nuevo y más acabado que, abarcando u suponiendo los otros, necesita precisamente contemplar al descubierto esa presencia oculta conocida por afección espiritual. Sabe bien, por lo tanto, qué es lo que quiere y a buscarlo e implorarlo se aplica con toda sus fuerzas, porque esta forma de presencia despierta un anhelo vehemente de la presencia cara a cara.. 26 Retornando momentáneamente a Lavelle para aprovechar de inmediato la luz que nos proporcionara Fray Juan en lo que respecta a la "primera forma de presencia" aludida por él como una "presencia esencial", nos atrevemos a decir que ella corresponde a aquella forma que está en el origen del itinerario metafísico de Lavelle, quien nos ha transmitido ya su experiencia con la presencia del Ser-Acto. Y es así como nos hace presente en ese sentido que "hay una experiencia inicial que está implicada en todas las demás, dando a cada una su peso y su profundidad. Se trata de la experiencia de la presencia del ser. Reconocer esa presencia significa reconocer en ello mismo la participación del yo en el ser". Más adelante y en el mismo texto añade que lo propio del pensamiento filosófico reside en "apegarse a esa experiencia esencial, afinar su agudeza, retenerla cuando parezca escapar, volver sobre ella cuando todo se oscurece...mostrar que todas nuestras operaciones dependen de ella y en ella encuentran su fuente, su razón de ser y el principio de su potencia" . Por último, en el mismo lugar y página, nos dice Lavelle algo más 27 26 Id. 27 LL., PT, p. 25-6. MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA. 283 adelante que aquél que captó una vez en un puro recogimiento y como el acto mismo de la vida la solidaridad entre el ser y el yo, ya no podrá separar de ello su pensamiento, porque el recuerdo de ese contacto renueva siempre en él la presencia que no cesa de estremecer su espíritu e iluminarlo. (...) Una vez que esa presencia se dio, nuestra vida recupera su importancia esencial, restaurando sus vínculos con el corazón de lo real... . Por lo demás, ya aludimos más arriba a la emoción que embargaba a Lavelle cuando recordaba su descubrimiento de esa presencia siempre actual, experiencia de niño que lo acompañó toda su vida y de la que nos hablara en De l'Être. Gracias a ella, nuestro filósofo llegará más adelante y al modo de un metafísico a las puertas de la teología y, traspasándolas, podrá rechazar la idea de que la filosofía no puede tener sino un acercamiento racional discursivo o uno negativo a Dios. La filosofía es una forma de vida nacida de esa experiencia de presencia y de nuestra condición de partícipes libres de ella. 28 Pero prosigamos con la experiencia de presencia de Fray Juan. Sabemos que volcó preferentemente la hondura de sus experiencias en canciones, a veces apasionadas, otras veces nostálgicas y, otras, de un gozo apacible, siempre en ese lenguaje lírico que a su juicio mejor traduce sus estados espirituales. En las Canciones del alma en la íntima comunicación de unión de amor de Dios, canta con pasión la hondura y delicadeza de la experiencia de presencia que se le regala, experiencia propiamente mística que le permite siempre pre-ver la presencia inefable e inmensamente cálida del Dios que se le regala amorosamente a través de la acción purificadora que la transforma desde su propia esencia: ¡Oh llama de amor viva, Que tiernamente hieres De mi alma el más profundo centro; Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; rompe la tela de este dulce encuentro. El Dios presente y oculto - n o puede ser de otro modo, ya lo sabemosestá realizando en el alma un trabajo, una acción creadora; ella no es meramente una contemplativa estática sino que, con su anhelo de unión y en virtud de esa acción divina, corresponde a un amor que es un Tú personal, el Espíritu Santo, estrechamente vinculado al alma como una llama ardiente que la consume. Es una llama activamente presente en lo más profundo de ella, en su centro que es Dios, hasta el punto de sentir su acción como fuego purificador que la hiere en ése su más profundo 28 Id.p.27. 284 LAURA PALMA VILLARREAL centro", hasta consumirla en sí, divinizándola desde allí mismo donde está siendo creada. De ahí que la "presencia" del tercer modo, como se aprecia en la Llama, es esencialmente presencia activa, acción personal purificadora y divinizante, amor que consume anticipando así la unión definitiva; es por lo tanto diferente, una variante del misterio de la "presencia por ocultamiento". Es acción oculta y sensible. En la primera estrofa del Cántico espiritual, que comienza diciendo: ¿Adonde te escondiste,/Amado, y me dexaste con gemido?, Fray Juan se refiere ahora a un ocultamiento de la presencia del Esposo siempre ahí, el que, podemos pensar, se había hecho indudablemente manifiesto a su alma con anterioridad por una gracia extraordinaria, por afección espiritual e "hiriéndola con su amor", modo del que en la Declaración de la Canción 11, 3, él dirá también que es de la tercera de esas tres maneras de estar Dios presente al alma. La razón del lamento, entonces, aunque se funda en la fe en esa presencia oculta, se origina en la añoranza de aquella gracia extraordinaria. Fray Juan nos explica la situación en que se encuentra el alma en los siguientes términos: "enamorada de el Verbo, desseando unirse con El por clara y essencial visión...querellándose a El de la ausencia...estando ella herida de su amor, por el cual a salido de todas las cosas y de sí mesma, todauía aya de padecer la ausencia de su amado" , sentimientos éstos que desbordan la serenidad propia de la fe en cuanto tal y derivan de una experiencia mística. En la Declaración recién citada, sin embargo, el fraile carmelita explica a continuación que a esa alma le ha convenido "salir de todas las cosas según la afección y voluntad y entrarse en sumo recogimiento dentro de sí misma, siéndole todas las cosas como si no fuesen". Y agrega "que por eso san Agustín, hablando en los Soliloquios con Dios, decía: No te hallaba, Señor, de fuera porque mal te buscaba fuera, que estabas dentro. Está, pues, Dios en el alma escondido, y ahí le ha de buscar con amor el buen contemplativo, diciendo: ¿Adónde te escondiste?..." Y amonesta luego al alma recordándole: "Ya se te dice que tú misma eres el aposento donde El mora...; que es cosa de grande contentamiento y alegría para ti ver que todo tu bien y esperanza está tan cerca de ti que esté en ti, o, por mejor decir, tú no puedas estar sin El" . La respuesta de Fray Juan a la pregunta del alma - l a que está en busca del que ella sabe que debería estar y pareciera no estarlo, pues no le halla y por ello se lamenta del ocultamiento del Amado presente- nos remite sin embargo a dos cosas: a la aprobación del camino inicial por ella seguido (renuncia, desasimiento de todo) y a la valoración radical de la fe en lo que respecta la presencia 29 30 29 SJ., Cántico espiritual (C), Canción. 1,2. 30 SJ., C, C a n a l , 2, 6 y 7. MISTERIO DE PRESENCIA: EXPERIENCIA METAFÍSICA Y EXPERIENCIA MÍSTICA.. 285 de Dios en ella, a pesar de su aparente ausencia. Esto último nos lleva a otro poema: el Cantar de la alma que se huelga de conocer a Dios por fe (a veces citado como La fonte), donde Fray Juan nos abre a la consideración del "segundo de los modos de presencia" antes mencionadas. Se regocija en él porque sabe, con la seguridad propia de la fe, que el poder creador de Dios o, lo que es igual, que el mismo Dios creador y conservador de todo, en todo está presente y actuante, aunque es de noche. Si bien la presencia de Dios en el alma por la gracia no puede ser naturalmente conocida, como nos lo dijera antes, puede ser gozosamente "sabida" allí y en todo, en el cielo y la tierra, por la fe del creyente. Y concluye esta Canción profesando su firme convicción de la presencia de Dios de un modo particularísimo en el pan vivo. Aunque es de noche, sabe de esa presencia escondida, fuente carente de origen, pero origen de todo. Que bien sé yo la fonte que mana e corre, Aunque es de noche. Aquella eterna fonte está escondida, que bien sé yo do tiene su manida, aunque es de noche. Su origen no le sé, pues no le tiene, mas sé que todo origen della viene, aunque es de noche... Aquesta eterna fonte está escondida en este vivo pan por darnos vida, aunque es de noche... Para concluir, diremos una vez más que, como hemos visto, tanto Lavelle como Fray Juan de la Cruz, cada uno en su propio plano, el natural o el sobrenatural, son dos testigos del mismo misterio de presencia. Ellos se mantienen en sus desarrollos dentro de los límites que su propia experiencia les deslinda y posibilita: los del saber metafísico propios del filósofo y los del saber de la fe alimentada por la presencia por afección espiritual regalada al místico. Ambos, Lavelle y Fray Juan, tan separados en el tiempo, aunque enamorados incondicionales de la misma Verdad que los llamó a su servicio, con frecuencia acudan a términos, imágenes y valoraciones comunes (fuente, manantial, intimidad, poder creador, humildad, amor, desasimiento, unión con Dios...). Uno y otro se dieron a la tarea de hacer prolijas clarificaciones descriptivas y comentarios o declaraciones a partir de sus respectivas experiencias del misterio que se instaló en sus vidas: la experiencia metafísica del Ser o Acto en el cogito lavelliano, tras la momentánea renuncia al mundo de los objetos, y el regalo recibido por Fray Juan de la experiencia mística del Dios de la fe, tras el olvido de todas las cosas y de sí mismo. 286 LAURA PALMA VILLARREAL Cabe recordar que estos dos "testigos del misterio de presencia", como nos gusta poder llamarlos, al describir o al explicitar lo que ponen al alcance de sus lectores, no buscan otra cosa que proporcionar a éstos una orientación para ayudar con su propio itinerario a quienes quieran a su vez hacer su propia búsqueda. A este respecto, Lavelle dice que cada cual habrá de intentar en su proceso captar por sí mismo la naturaleza del Ser y su lugar en él y que nadie puede hacerlo por otro. Un autor o un maestro sólo puede sugerir, y será tanto mejor maestro si consigue que el otro, el lector, el posible discípulo, lo olvide. De este modo, el primero dejará al segundo en presencia de sí mismo para que allí reconozca, en una especie de descubrimiento personal, una verdad que muchas veces presintió . Juan de la Cruz, a su vez, escribe para sus frailes, para monjas o personas devotas que se lo hayan pedido, ayudándolos a adentrarse por sí mismos en caminos de crecimiento seguro en su relación con Dios. Ninguno de los dos testigos, entonces, busca entregar una doctrina que deba o que pueda juzgarse por el rigor de su raciocinio o por alguna necesidad externa objetiva; de lo que se trata en este asunto no es hacer ciencia objetiva sino mostrar la vía más directa para una búsqueda ardua en la que el yo, cada yo, constituirá o creará su propia realidad personal al interior del Acto creador. Habrá de hacerlo con el poder creador libremente aceptado del Acto del que él es naturalmente partícipe y en el que "vivimos, nos movemos y somos", cosa que, en términos lavellianos, ocurre en el curso de ese debate permanente que la conciencia, para nacer y desarrollarse, ha de sostener con el Ser absoluto . En lo que a san Juan de la Cruz atañe, no cabe duda que su propósito no es otro que el de ayudar a "disponerse para llegar en breve a la divina unión", como su autor aclara a modo de subtítulo de su obra Subida del Monte Carmelo, intención que puede extenderse a toda su obra. 31 32 En resumen, entonces, diremos que la filosofía de Louis Lavelle, que descansa en una experiencia metafísica de la presencia del Ser que es Acto, experiencia que el filósofo en más de una ocasión describe en tonos casi o del todo religiosos, puede ser confrontada e iluminada por la reflexión que un místico como san Juan de la Cruz con mucho fruto. Más aún, nos atrevemos a decir que la experiencia y reflexión lavellianas pueden encontrar en algunos desarrollos del Doctor místico, tan admirado por el filósofo francés, una prolongación y un acabamiento muy enriquecedores desde el nivel de la gracia. 31 LL., PT, p. 30. 32 Id. p. 28.