“Hubo momentos de mi carrera en que me costaba creer que todo

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GRANDES REPORTAJES
Síntesis perfecta
Al clavar una volcada ante la
mirada de Damian Lillard, de
Portland Trail Blazers. “Sólo
quiero seguir disfrutando
de cada partido y cada día.
Indefectiblemente, cada vez
me falta menos, entonces
trato de atesorar la recta
final”, dice el escolta del
“Hubo momentos
de mi carrera en que me
costaba creer que
todo eso me estaba
pasando a mí”
team de Greg Popovich.
MANU
“... pero cada historia es distinta: nadie te regala
nada y a este deporte hay que dedicarle mucho
tiempo”, apunta Emanuel Ginóbili, el mejor jugador
argentino de básquet de la historia, transitando su
decimotercera temporada en la NBA. Desde San
Antonio, Texas –donde vive con su esposa y tres
hijos varones–, desanda los inicios en Bahía Blanca
y su necesario paso por Europa, habla sobre la
explosión en los Spurs y el placer de jugar para
Argentina, y anticipa que no quiere ser técnico.
Por Leonardo Ibáñez. Fotos: AFP y Archivo Atlántida-Televisa.
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GRANDES REPORTAJES
“A los 17 ya
empecé a
sentir que
tenía chances
en el básquet,
pero no era
taaaaan
bueno como
para darme
cuenta en
seguida de
que me iba
a ir taaaaan
bien”
Q
ué encuentra Emanuel David Ginóbili Maccari (38, del 28/07/1977,
1,98 metro, 93 kilos) cuando mira
hacia atrás y se le aparece aquel
pibe flaquito de Bahía Blanca que
aún no sabía qué quería ser de grande?
–Me recuerdo como un chico con un montón de
incertezas y dudas, aunque con muchos sueños y
muy apasionado.
–¿Se llegó a imaginar estudiando una carrera
universitaria?
–Sí, claro. Aunque a los 17 ya empecé a sentir que
tenía muchas chances en el básquet (debutó en la
Liga Nacional el 29 de septiembre de 1995, jugando para el Andino Sport Club de La Rioja), estaba
dentro de las posibilidades que no la pegara y debiera volver a mi ciudad y elegir alguna carrera universitaria. No era taaaaan bueno como para darme
cuenta en seguida de que me iba a ir taaaaan bien
(risas).
–¿Y en qué momento comprendió que lo suyo era
nomás el básquetbol?
–Llegar a Andino y debutar en la Liga era sólo uno
de los pasos. Hay muchos chicos que llegan ahí,
pero después no se pueden mantener. O tienen lesiones y su carrera se ve truncada. Creo que me di
cuenta de que lo mío era esto pasando los 19 años,
a mitad de mi primera temporada en Estudiantes de
Bahía Blanca, donde seguí jugando.
–¿Imagina qué hubiese sucedido entre usted y su
deporte si en lugar de sus casi dos metros hubiese
medido 1,60?
–Jugaría al básquet con mis amigos una o dos veces
por semana, pero seguramente habría estudiado algo, como te dije. O tal vez entrenaría a un equipo,
o a algo relacionado con el básquetbol.
–¿Cree que habría accedido al nivel de la NBA sin
el aprendizaje europeo que inició a los 20 años?
–Considero que en ese momento no estaba listo
para la NBA. Quizá si me quedaba en la Liga y
seguía mejorando y ganando protagonismo en el
Seleccionado, la oportunidad llegaba, pero sin dar
el salto de calidad que di yéndome a Italia (transitó dos temporadas en el Viola Reggio Calabria
y otras dos en el Kinder Bolonia, consiguiendo
un par de Copas, una Liga y una Euroliga). El
hecho de competir con jugadores mejores que vos y
de un nivel mayor, siempre te hace crecer. Aprendí
muchísimo en Europa.
–¿Cuándo tomó real conciencia de que había llegado a la National Basketball Association (debutó el 29 de octubre de 2002 con el triunfo 87-82
de San Antonio Spurs ante Los Angeles Lakers,
marcando nada menos que a Kobe Bryant), el soñado Olimpo del aro y la pelota anaranjada?
–Dentro de la NBA me pasó algo similar a lo de la
Liga Nacional. Con llegar no me conformaba. Quería quedarme varios años y ser un jugador importante de mi equipo. De esto me di cuenta al iniciar
mi segunda temporada, cuando empecé a tener
mucho protagonismo en mis primeros juegos.
–¿Ahí se dio cuenta de que, además de cumplir el
objetivo de vivir de la profesión que lo apasionaba, era talentoso desarrollándola?
–Tal cual. En 2003/04 mi cabeza se modificó bastante y cambié de objetivo. Ya no me quería quedar
con lo mismo de antes, porque había visto lo que
era la NBA, y aspiraba a un poco más.
–Para ser bueno dentro de un equipo de elite, ¿hay
que serlo antes en lo individual?
–Exacto. Si no, es difícil conseguir el lugar. Podés
ser un buen jugador de rol, pero en mi caso la clave
fue ser bueno individualmente, aunque adaptándome a las necesidades del equipo.
–¿Con cuánto de genio y cuánto de trabajo logra
uno convertirse en un gran jugador?
–Cada historia es distinta. Estoy seguro de que muchos se esforzaron más que yo y no les tocó tener
la misma carrera. Otros quizá tenían más talento y
potencial, y no supieron adaptarse al nuevo ambiente. Nadie te regala nada y hay que dedicarle
tiempo. Igual, tampoco alcanza sólo con eso.
–En los momentos extremos de cualquier partido
(ni qué hablar los playoffs), un humano corriente
tiembla de sólo observarlo a punto de tirar, por
ejemplo, un libre decisivo... ¿Qué piensa usted en
esos momentos? ¿Se piensa? ¿Cómo logra no congelarse y dominar el miedo para que no lo nuble?
–Tratás de recordar lo que hacés miles de veces
en el entrenamiento y mantenerte lo más tranquilo
posible. A mí me resulta más fácil estar dentro de
la cancha jugando que mirarlo desde el banco, sea
lesionado o sin jugar. Siento que es más sencillo,
aunque muchas veces no te salga lo que querés. Lo
prefiero a verlo sin poder ayudar al equipo o sin ser
un factor en el desenlace del partido.
–A la hora de cotejar en un encuentro o un certamen, ¿existe alguna diferencia entre llevar su
querida camiseta 20 de los Spurs y la amada 5 de
la Argentina? ¿Es comparable? Un deportista de
elite como usted, ¿se olvida del color de la casaca
que luce o la tiene presente en todo instante?
–Resulta distinto, pero por el tiempo de preparación. El Seleccionado es un sprint: una carrera corta
en la que debés estar aceitado de entrada. La NBA
es una maratón: en 100 partidos, si hay altibajos no
pasa nada. Podés arrancar lesionado, golpeado, y
siempre tenés revancha. Con el Seleccionado fallás
una vez y prácticamente se te va el campeonato.
Adentro de la cancha resulta similar, porque me
gusta jugar. Claro que estar representando a todo
un país con jugadores que apreciás tanto guarda
un sabor especial. De allí que pueda decir que mis
experiencias en los Juegos Olímpicos (participó
en tres: Atenas 2004 –oro–, Pekín 2008 –bronce– y
Londres 2012 –cuarto puesto–) fueron de lo mejor
que me pasó en mi carrera.
–¿Cuán feliz lo hace el básquet?
–Tuve momentos de gran goce, y otros en los que la
pasé mal... Pero, definitivamente, los primeros fueron más. ¡El básquet me dio muchísimo! Historias,
anécdotas, viajes, lindos momentos.
–¿Y si el día de mañana alguno de sus hijos (los
mellizos Dante y Nicola –5– y Luca –1–) le adelanta que pretende seguir sus pasos?
–Mirá, que sean lo que quieran. No tengo ningún
problema. Sólo me gustaría que encuentren su vocación y la desarrollen con felicidad.
“Representar
a todo un país
con jugadores
que apreciás
tanto, guarda
un sabor
especial... Mis
experiencias
en los Juegos
Olímpicos
fueron de lo
mejor que me
pasó en mi
carrera”
Un chico que se convirtió en grande
Pelota en mano, dentro de su casa de la calle Vergara. Abanderado. Integró el Club Bahiense del Norte. Tras tres temporadas de Liga Nacional, llegó a Europa
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en 1997, consiguiendo cuatro título. Su genio lo acercó a la NBA: ganó un anillo ya durante su primera temporada. En Atenas 2004 logró la medalla dorada olímpica.
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“Recién
ahora, de a
poquito, mis
hijos mayores
se van dando
cuenta de por
qué me piden
fotos. Hasta
hace un año
pensaban
que a todos
los papás
les piden
fotos cuando
caminan por
la calle”
–Supongamos que alguno resolviera convertirse
en basquetbolista. ¿Cuál sería su primer consejo?
¿El segundo? ¿Y el tercero?
–¡Ni idea! Que trate de identificar si realmente le
apasiona el juego o no. Si es así, entonces se verá.
Que empiece por disfrutar el momento, aprender y
transformarse en el mejor jugador que pueda ser. A
veces ni con eso alcanza.
–¿Qué opinaría su señora (Marianela Oroño, bonaerense y nacida un 28 de julio, como Ginóbili,
pero de 1981 y en San Nicolás de los Arroyos) de
que aparezca otro player en la familia?
–Yo entiendo que piensa lo mismo: que disfrute lo
que haga y que haga lo que quiera.
–Entretanto, ¿los mayores ya entienden que su padre es un ídolo deportivo?
–Recién ahora, de a poquito, se van dando cuenta
de por qué me piden fotos. Hasta hace un año pensaban que a todos los papás les piden fotos cuando
caminan por la calle.
–Usted ocupa sin dudas un lugar central en la
lista de los deportistas más importantes de la historia argentina, al nivel de Juan Manuel Fangio,
Carlos Monzón, Guillermo Vilas, Diego Maradona, Roberto De Vicenzo, Lionel Messi, Luciana Aymar... ¿Se detiene a pensarlo? ¿Puede asimilarlo
con normalidad o es imposible cuando aparece
y aparece en libros, revistas, publicidades, figuritas, muñequitos, camisetas, etcétera?
–De entrada me golpeaba un poco cuando me lo
señalaban. Ahora lo tomo un poco más naturalmente. De todos modos, no pienso en eso.
–¿Conserva las copas, los premios, las camisetas
que usó? ¿Armó un santuario?
–Hay un mueble con muchos de los premios, pero
cada vez les doy menos importancia. Calculo que
en mi próxima casa no tendrán un lugar relevante. En cuanto a las camisetas, guardo una de cada
temporada. ¿Por qué? No lo sé. Están por ahí dando
vueltas. Supongo que en varios años, cuando ya
haya pasado bastante tiempo de todo esto, cobrarán
algún sentido... ¡o no!
–Entre otros números notables dentro de la NBA
(consiguió cuatro anillos –2003/5/7/14–, intervino
–a la fecha– en 1.061 partidos, convirtió 15.336
puntos, compone junto a Tim Duncan y Tony Parker el trío que más jugó –superando el anterior récord de 730 partidos– y más ganó –dejando atrás
la anterior marca de 540–, y fue elegido dos veces
para el All-Star); decíamos que entre otros números notables acaba de transformarse en el zurdo
que mayor cantidad de tantos embocó (2.836) en
los playoffs de la liga de las ligas. ¿Es beneficioso
ser zurdo para jugar al básquet?
–Quizá me puede haber dado una pequeña ventaja
alguna vez, pero no lo veo relevante, para nada.
–Hablando de zurdos, ¿conoce a Messi fuera de
la cancha?
–No, más allá de haberlo escuchado en un par de
entrevistas.
–¿Encuentra alguna similitud suya con él? ¿Qué
siente cuando los comparan?
–La comparación deportiva está fuera de lugar. El es
el mejor del mundo en lo que hace; yo estoy muy
lejos de eso. Tal vez nos acerca que somos zurdos y los más representativos de nuestros deportes
en la Argentina, pero hasta ahí llegamos. ¡Estamos
hablando de uno de los mejores futbolistas de la
historia!
–Cuéntenos qué deportistas le llenan el alma al
verlos en acción.
–Bueno, me gusta ver a atletas hacer cosas únicas
que parecen imposibles para el resto, pero no soy
fanático de nadie. A (Roger) Federer, al propio Messi, a (Usain) Bolt y obviamente, en su momento, a
(Michael) Jordan. Tipos distintos.
–A propósito de talento, ¿reconoce alguno propio
casero, fuera del deporte?
–Soy un desastre en lo manual. Me doy maña en
temas tecnológicos, y no mucho más.
–Allá por 2013 casi abandona la actividad. Recuperó su físico, su nivel, y accedió a una quinta final de la NBA. En este 2015 dudó, y sin embargo decidió continuar. Evitemos la antipática
pregunta de cuándo se va a retirar. Cambiémosla
por: ¿Sabe qué va a hacer el día que lo resuelva?...
¿Técnico, manager, intendente de Bahía Blanca?
–Técnico seguro que no; el resto no sé. Lo único
que sí haré es tomarme uno o dos años de relax.
Después veré si mi cabeza me deja concederme
más tiempo o defino un poco el camino a seguir.
–¿Dónde planea vivir?
–Me encantaría estar un poco acá, un poco allá y
otro poco más allá. Tengo tantos lugares por conocer.
–A la hora del cierre de esta nota, su equipo se
ubica segundo en la Conferencia Oeste de la NBA,
liderada por el último campeón, Golden State, y el
Seleccionado Nacional apunta a los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro 2016. Además de los citados logros integrando los Spurs, con Argentina
obtuvo dos medallas de oro, una de bronce y una
de plata en los FIBA –International Basketball Federation– Américas, una de oro y una de bronce
en los FIBA Diamond Ball y una plateada en el
Mundial de Baloncesto Estados Unidos 2002... Si
consideramos que tiene contrato en San Antonio
hasta 2017 y que vistió por última vez la celeste y
blanca en los JJ. OO. de Londres, la pregunta del
millón sería: ¿Le queda algún anhelo por cumplir
en el básquet, Manu?
–No. Sólo quiero seguir disfrutando de cada partido y de cada día en un equipo. Indefectiblemente,
cada vez falta menos, entonces trato de atesorar la
recta final.
–¿Alguna vez sintió vivir en un sueño, como imaginaba aquel chico de Bahía sobre el que hablábamos al comienzo?
–Mmmm, algo así... Hubo momentos de mi carrera
en que me costaba creer que todo eso me estaba
pasando a mí.
–¿Cómo se imagina a los 50 años, los que GENTE
celebra ahora?
–¿Cincuenta? Me imagino disfrutando de mi hermosa familia, de mis amigos y de la vida en general;
viajando bastante y conociendo gente interesante
de quien aprender... Ah y, seguro, un poco más
rengo que ahora (risas). n
“Messi es el
mejor en lo que
hace; yo estoy
muy lejos de
eso. Tal vez
nos acerca que
somos zurdos
y los más
representativos
de nuestros
deportes en
la Argentina,
pero hasta ahí
llegamos”
El sueño argentino, el sueño americano
Ginóbili y Many se conocieron en 1997 y casaron en 2004. Abanderado en Pekín 2008. Junto a los padres (Raquel y Jorge) y hermanos (Sebastián y Leandro).
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En 2014 inauguró su estatua en Costanera Sur. Con los hijos, Luca, Dante y Nicola. Enero de 2015: obsequiándole a Barack Obama una camiseta luego de su cuarto anillo.
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