Febrero 2014 LA BARBACOA “Madrid languidece y su actual decadencia incita a tomar medidas que deberían ser drásticas y urgentes. La más visible y también la más dolorosa afecta a nuestro patrimonio. Empobrecidos o arruinados, todo indica que va a ser necesario recurrir al patrimonio heredado por doloroso que resulte. Hace frío económico y social y sin leña ni dinero para comprarla, habrá que quemar algunos muebles. En situaciones límite – y esta que vive Madrid lo es sin duda – es lícito hacer astillas el mobiliario y echarlo al fuego. Es algo que no gusta a nadie, excepto a algún pirómano, pero no queda otro remedio. Los tres primeros “muebles” elegidos son la operación Canalejas, el edificio del Pº del Prado y derribarlo para la colección Ambasz y el Palacio de la Música. Después vendrán otros, pero sólo si es estrictamente necesario. Ésta es esquemáticamente la explicación que los responsables políticos de Madrid dan a la opinión pública y que seguramente se dan a sí mismos para justificar lo que no es otra cosa que desdén cultural. No es verdad que la situación cultural sea límite, ni tampoco es lícito hacer astillas el patrimonio para echarlo a… la Barbacoa. Como alternativa y ya puestos, podríamos también quemar el poco dinero que nos queda. Los billetes arden muy bien, pero desafortunadamente la ley prohíbe quemar moneda de curso legal. El dinero pese a ser nuestro porque lo hemos ganado, no nos pertenece. Es de todos, aunque nosotros lo tengamos circunstancialmente. Por eso no es legal destruirlo. Lo mismo sucede con el patrimonio arquitectónico. El propietario es dueño del rendimiento económico del edificio, pero material y culturalmente pertenece a la Comunidad. Una solución – urgente y drástica – sería cambiar la ley que prohíbe quemar billetes o edificios. Y derogarla sin más. Al fin y al cabo, según piensan nuestros dirigentes, para eso tienen el poder y para eso fueron elegidos. Madrid ha decidido no quemar billetes, pero sí parte de su patrimonio y tras ninguna reflexión y nulo debate, la ley del Patrimonio ha sido derogada y se ha aprobado otra. Es cierto que la nueva ley no transforma en material combustible todo el Patrimonio, porque eso sería un acto vandálico. Por eso, los responsables de la reforma legal afirman que sólo se rebajará “un poco” la protección de algunos objetos de valor, o de algunos inmuebles que han dejado de tenerlo. ¿Con qué criterio? Como si la evaluación del valor artístico fuese una potestad política. Aseguran que no van a destruir el Patrimonio y es cierto, pero solo porque previamente se han tomado la molestia de anular la calificación de ese patrimonio. Algo que, desde mi punto de vista, es posiblemente ilegal y sin duda ‘acultural’. Soy funcionario público desde hace más de 40 años y en este periodo de tiempo tan prolongado Madrid ha perdido “Los Jareños”, la Plaza de Colón, los Palacios de Medinaceli, y … También se salvaron otros que estaban amenazados de muerte o fuego como el actual Reina Sofía o el Conde Duque, pero estaba convencido que si bien en el futuro no progresaríamos mucho en civilización, al menos no retrocederíamos. Está claro que me equivoqué. Soy testigo de las habituales coartadas que nuestros dirigentes utilizan y publicitan para justificar semejantes tropelías tales como la crisis económica o el desempleo. No les condeno directamente y creo en la honradez de sus discursos. En el fondo creen estar haciendo lo que conviene al bien común. En realidad no saben lo que hacen, porque para saberlo es preciso haber leído libros, visitado aulas y lugares en que nunca estuvieron. En esta reciente historia de Madrid es la primera vez que los que sí han leído, los que sí saben y los que si conocen, guardan vergonzoso, cobarde e interesado silencio. ¿Dónde están los desaparecidos defensores del Patrimonio? ¿Quiénes son los nuevos Chueca, Amón o los Blanco Soler de nuestros días? Madrid no necesita destruir algo más su maltrecho Patrimonio para crear empleo. Tampoco necesita de populismos o insultante demagogia para justificar ninguna doctrina. Lo que Madrid necesita es que las voces que tienen prestigio y autoridad para hacerlo, se hagan oír y se detenga la piqueta. No hay ciudad europea que reduzca su nómina patrimonial, ni que en lugar de aumentar el listado de edificios protegidos los reduzca. Ni las rescatadas Atenas y Lisboa. Ni por supuesto Londres o París. Ninguna. No hay, por lo tanto, coartadas extranjeras que tanto gustan a los políticos neoliberales españoles. Madrid y sólo Madrid modifica su ley de Patrimonio para reducir su Patrimonio. Para demolerlo. Vamos a quemar los cuadros, las obras que heredamos y para acallarnos o consolarnos nos aseguran que conservarán el marco del cuadro. Eso es exactamente lo que van a hacer en Canalejas, quemar el interior y conservar el marco de las fachadas. ¡¡Que triste consuelo!! ¿Para qué queremos el marco de El Entierro del Conde de Orgaz si destruimos la obra del Greco? La fachada de un edificio es tan sólo la envoltura el marco de un espacio arquitectónico, del mismo modo que lo sustancial de una pintura es el lienzo y no el marco. Tras la demolición de Canalejas viene la cesión del Prado. El Paseo del Prado, es el salón de la ciudad, su espacio más cualificado y prestigioso. Han sido necesarios más de dos siglos de historia para crearlo y el talento de Ventura Rodríguez, Juan de Villanueva y tantos otros maestros. Ahora la Alcaldesa y el sector más “lobista” del PP, quiere ceder el prestigio de este salón a un arquitecto intrascendente con el argumento de que el arquitecto tiene dinero. Es tal la desproporción en el trato que nos ofrece el arquitecto, entre lo que damos y lo que recibimos que ni lentejas tiene el plato. La oposición ha prometido su oposición formal y su… complicidad. ¿No hay tampoco un Chueca, un Amón, un Blanco Soler que levante la voz? Con la excusa de hacer más atractiva Madrid, vamos a reducir sus atractivos. Y me pregunto ¿qué es lo que esperan ofrecer a los futuros visitantes? ¿Cuál es el modelo de ciudad del PP? ¿Las Vegas o Barcelona? Sólo la fortuna nos ha librado de la arquitectura banal, corrupta y paleta que nos aseguraba la franquicia de Eurovegas, pero seguimos dando pasos que nos alejan del modelo europeo de ciudad que representa Barcelona. Madrid tiene pocos imanes nuevos para atraer visitantes y consecuentemente languidece. Desaparecidas sus “movidas” y sus célebres noches interminables, la oferta cultural de Madrid permanece invariable desde hace 35 años y ahora con el objetivo de aumentarla vamos a comenzar a destruirla. Se van a modificar las leyes, reducir el inventario patrimonial y luego echaremos las astillas al fuego de la barbacoa, animados por las promesas de dar trabajo a unos pocos, imprescindibles para encenderla. Soy consciente de lo impopular que resulta defender el bien común en esta ciudad y los consecuentes riesgos de ostracismo. Hace unos meses la Presidenta de la Comunidad sugería matar a todos los arquitectos. Una medida no sé si liberal, pero bastante radical, que de aplicarse, hay que reconocer que tendría no pocas ventajas. Ya no sería necesario, por ejemplo, modificar la ley del Patrimonio. El arquitecto con dinero podría hacer su museo en el Pº del Prado sin mayor objeción – siempre y cuando fuese indultado – y la cadena Four Seasons tomaría abiertamente el mando de las operaciones en Canalejas. La profesión, intimidada, guarda silencio y el Colegio de Arquitectos se aprovecha y es cómplice en provecho de algunos miembros de su junta de gobierno. También el Consejo Superior permanece mudo y mirando hacia otro lado. Al fin y al cabo estamos haciendo lo que todos: callar y sobrevivir, aunque sea a costa del legado de nuestros herederos. Sólo un arquitecto extranjero, quizá el mejor del siglo XX, observa esa decadencia con tristeza. A él sólo le han puesto obstáculos para traer aquí su obra y al final, como Santa Teresa, terminará sacudiendo la zapatilla en Barajas para no llevarse ni el polvo de esta ciudad cainita. Espero al menos que la barbacoa merezca la pena”.