Arturo Ripstein El coronel enamorado La Nación, sección Espectáculos fecha de publicación 16.11.1999 . autor Por Lorena García De la Redacción de La Nación Junto a su mujer y guionista, el realizador cuenta cómo se originó su extensa relación con García Márquez y por qué hicieron de la novela un film de amor "autobiográfico". El realizador mexicano Arturo Ripstein continúa fiel a su estilo de filmar densas y oscuras crónicas de muertes anunciadas. De antemano, el espectador debe saber que en un Ripstein original los personajes se internan en una espiral que desciende desde y hacia el mismo infierno. La ira que el cineasta suele desatar en sus películas a través del dolor, de la muerte que dan o reciben sus personajes, de la violencia familiar y del destino fatalmente implacable, se ve, sin embargo, algo aplacada en una de sus últimas realizaciones, la adaptación de la tierna y triste historia escrita por Gabriel García Márquez, "El coronel no tiene quien le escriba". Aún así, el paso de esta novela corta al cine -protagonizada por Marisa Paredes y Fernando Luján- encontró de la mano de Ripstein no sólo un respetuoso traslado a las imágenes de la historia de ese coronel que espera durante años una pensión que nunca llegará. También una interesante adaptación que hace foco en la vida matrimonial de ese coronel viejo, en la miseria, esperanzado en redimir la memoria de su hijo muerto y quien con su mujer sobrelleva un "amor largo", en lugar de loco y apasionado. De paso por Buenos Aires junto a su mujer y guionista, Paz Alicia Garciadiego, ambos hablaron con La Nación de esta suerte de "regalo" que les hizo el escritor colombiano al otorgarles los derechos de esta leidísima historia con la que, dicen, abren un nuevo capítulo en su cinematografía. ""El coronel..." es una película contada con mucha serenidad -cuenta Ripstein-. Hubiera sido realmente criminal tomar esta historia y hacer otra. Más que el peso de García Márquez, al momento de escribir el guión sufrimos el peso de los millones de lectores, probablemente más intransigentes y más beligerantes que él. En este sentido, Gabo fue muy específico al establecer sus reglas de juego. Dijo: "No quiero que el actor de la película sea fulano de tal. Quiero que sea en blanco y negro (petición no cumplida por el director). No quiero formar parte del equipo que va a hacer el guión. No voy a estar en el rodaje. No voy a saber quiénes son los actores. No voy a presenciar las faces de la creación de la película. Y voy a verla una vez que esté filmada, como un espectador más"." Crónica de una amistad Fue hace treinta y tantos años, por medio de las primeras lecturas que hizo Ripstein de "El coronel no tiene quien le escriba", cómo llegó a conocer al escritor colombiano. Hijo de un conocido productor de cine, Ripstein tenía por aquel entonces unos 20 años y soñaba con filmar su propia película. García Márquez, con 34, era todavía un autor poco conocido cuya mayor ambición pasaba también por el cine. Así fue como surgió "Tiempo de morir", en 1965, un western intelectual con guión de García Márquez, que Ripstein filmó en blanco y negro y en el que se presentaron los principales temas y constantes por donde giraría su obra posterior. "En esa época yo quería hacer "El coronel..", pero la historia ya estaba vendida (luego los derechos caducaron y nadie llegó a filmarla). El, muy generoso, sonrió y me dijo: "Primero tienes que aprender el oficio". Tenía razón, meterse en una obra de ese calibre, encima tan querida por él... Bueno, pasó el tiempo, García Márquez se convirtió en García Márquez y hace tres años me dijo: "¿Te acuerdas de lo que me pediste en el 64?". Yo no sabía de qué hablaba. "¿No querías llevar al cine ÔEl coronel...'? Quiero que la hagas. Un día de éstos me voy a morir.... y como cuando me muera van a hacer cualquier cosa con los derechos, entonces quiero que la hagas tú". En ese momento no estaba enfermo (hace unos meses se conoció la noticia de que el escritor tiene cáncer). De todas maneras, considero que era una alegoría garciamarquiana. Aunque eventualmente todos vamos a morir." No es la primera vez que el tándem Ripstein-Garciadiego traslada una obra literaria al cine. Ya lo hicieron con "Principio y fin", del premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz; "El lugar sin límites" se basó en una novela de José Donoso; "El imperio de la fortuna", en un argumento de Juan Rulfo; "La mujer del puerto", en un cuento de Guy de Maupassant, entre otros. Pero, más allá de todos los permisos que dio el escritor colombiano para la adaptación de "El coronel...", tuvo su difícil proceso, tratándose además de un amigo personal de la pareja. Paz Alicia Garciadiego cuenta: "Para poder escribir ese guión tuve que hacerme una amnesia forzosa de la novela. Generalmente, cuando adapto leo dos veces y escondo el libro porque estar consultando frena, te corta las alas. Lo primero que hice fue trasladar a los personajes de la costa caribeña colombiana a la costa caribeña nacional. De este modo, yo sí sé cómo hablan, cómo piensan, qué comen, cómo comen. Así, los personajes empezaron a hablar con mi voz. Salvo el diálogo final y el del abogado, los demás son propios". "Para mí fue una emoción grande cuando leí el guión terminado -cuenta Ripstein-. Especialmente porque Paz encontró una historia de amor. En la novela, el personaje femenino sólo se vislumbra, pero no llega a su plenitud. Aquí lo sacamos adelante y transformamos una historia de resignación en una historia de amor eterno. Entonces le dije a Paz que no sabía que me quería tanto." Ella sonríe y confiesa que la historia que contaron "es ligeramente autobiográfica". El director la mira algo molesto por lo intimista de la declaración, pero no la interrumpe: "Después de 14 años juntos hemos aceptado -con todos nuestros pleitos y nuestras tiradas de platos por la cabeza- que estamos juntos". Entonces Ripstein admite: "Las películas empiezan porque de alguna manera uno las vive y escarba en lo que siente. En este caso, me pregunté cómo sería yo a los 73 años al vivir con una mujer más de la mitad de mi vida". Un amor largo Tal vez por eso, el Ripstein más sereno de esta etapa decidió en este film no volcarse por el amour fou. "En "El coronel..." se da el amor largo, a diferencia del amor eterno de "Profundo carmesí", cuya eternidad la da la muerte, el amor romántico -explica el director-. El amor largo tiene constantemente que pasar una serie de obstáculos, escalar el caos para llegar a la grandeza." La espera, o el lento transcurrir del tiempo de esta pareja, núcleo de la película, Ripstein la plasmó con sus ya conocidos planos largos. "A mí me encanta filmar así. Pero me encontré con varios problemas técnicos. El cine se hace cortando de un lado a otro para ver la acción y la reacción. Entonces, para resolver los problemas de cómo dos personajes se hablan y se miran teniendo la cámara de un cierto lado, llené de espejos el lugar. Además de resolverme problemas, cubrió una de mis obsesiones y manías como las lluvias, los charcos y los brillos. Estos espejos que no están en la novela cobraron valores simbólicos que a mí me importan muchísimo: hice una novela que es el reflejo de una serie de acontecimientos que yo traduje al cine, que es el reflejo del reflejo. Y con los espejos conseguí el reflejo del reflejo del reflejo." Ripstein y Garciadiego cuentan que la verdadera espera de la película va más allá de la carta que espera el coronel. "Es el tiempo de la muerte aguardando a los dos y a ver a cuál va a elegir, cuál será el afortunado que muera antes y no contemple la muerte del otro", dice la guionista. La muerte está vivificada, además, por la muerte del hijo. "Ella entiende al hijo muerto por culpa de una mujer y él por culpa de unas ideas. Ella es más realista, le dice "vende el gallo, rescátanos de la hambruna". El vive en un mundo más abstracto, en las posibilidades de la vida eterna y de la fantasía. Y para él, el gallo es el honor." Tal como estaba estipulado, García Márquez estuvo como un espectador más en la primera proyección de "El coronel no tiene quien le escriba", junto con el ministro de Cultura de México, el productor de la película y los padres de Ripstein. "Yo estaba asustado; el productor, pálido, y Paz, atemorizada. En un momento lo miré a Gabo y se estaba levantando los anteojos para limpiarse un par de lagrimones. Al salir de la película lloraba sin parar. Me dijo que le había gustado mucho y que no lo había traicionado, por lo cual él tampoco me había traicionado a mí, porque él había seguido escribiendo durante todos estos treinta años." En versión digital Arturo Ripstein acaba de filmar otra película que refuerza su serenidad y la nueva etapa en la que se siente inmerso. "Así es la vida" retoma la historia de la venganza y el filicidio -que tanto atrae al director mexicano-, ya que está basada en el mito griego de Medea. Además, Ripstein decidió utilizar uno de los mandamientos del Dogma '95, el uso de una cámara digital, aunque dice que en nada se identifica con esta moda. "Es dogmarketing. Lo que tiene el Dogma lo salvará el talento. Lo que pasa es que la tecnología ya está y hay que hacer uso de ella, abrir una puerta, descubrir una estética, y además los costos se reducen muchísimo." La trama describe las 24 horas de una mujer que descubre que el marido no sólo la engaña sino que la deja por otra, y que tiene que abandonar el lugar donde vive porque la otra vive abajo. Entonces decide vengarse asesinando a sus propios hijos. "Es cierto que en varias películas nuestros personajes cometen filicidio -dijo Ripstein-. Pero uno filma lo intolerable. Precisamente porque valoramos el peso de la progenia como una de las cosas más importantes de la vida, no presentamos el hecho de matar a un hijo desde la frivolidad. Nos posicionamos con absoluto horror, aunque siempre tratamos de no juzgar a los personajes."