el gobierno la pudo evitar - Centro de Documentación de los

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Revista No. 077 - 24 de julio de 2007
Editorial
EL GOBIERNO LA PUDO EVITAR
La muerte de los once diputados del Valle del Cauca ha dado de qué hablar y
desde distintas orillas se está manejando el fatal suceso. El gobierno y sus
seguidores buscan beneficios políticos a costa del dolor ajeno, antes que
reflexionar sobre las causas que generaron estos hechos y enfocar soluciones
reales a las mismas.
Algunos medios de información, especulando sobre los autores del ataque al
campamento de las FARC, donde estaban retenidos los diputados, señalaron al
ELN de haberlo hecho, valoración que desmentimos categóricamente y exigimos
se actué con más responsabilidad y realismo y menos especulaciones para no
hacer más daño a la verdad y confundir a la opinión.
La responsabilidad mayor recae sobre el gobierno de Uribe Vélez empecinado en
mostrar resultados de su política de “Seguridad Democrática”, tratando de
rescatar los retenidos por la vía militar y empeñado en doblegar a la guerrilla,
antes que disponerse a llegar al acuerdo humanitario que habilite el canje de
retenidos por presos políticos.
El acuerdo humanitario propuesto por las FARC y que reclama el país, está
contemplado en el Derecho Internacional Humanitario y concretamente en los
Acuerdos de Ginebra, suscritos por el gobierno y aprobados por ley de la
República. Si el gobierno hubiese flexibilizado su posición para avanzar en el
acuerdo, otra hubiera sido la suerte de los once diputados y el dolor de sus
familias se hubiese convertido en la alegría del regreso.
En las movilizaciones del 5 de julio, promovidas desde las esferas
gubernamentales y los medios de información, se expresaron dos posiciones que
reflejan dos maneras de ver los hechos y concebir la solución a las retenciones y
al conflicto social y armado.
Quienes reclaman el “acuerdo humanitario” para la liberación de personas
retenidas por la insurgencia y los presos políticos en las cárceles del régimen,
defienden la solución política para resolver el conflicto social y armado que vive
Colombia desde la década del 40 del siglo pasado.
Y otra, la liderada por el Presidente empecinado en negar la existencia del
conflicto interno y quien carece de una estrategia realista para construir la paz,
y aprovecha el luctuoso suceso para sobredimensionar la solución militar al
conflicto y arrastrar la opinión nacional a respaldar su política errónea de
“seguridad democrática”.
La advertencia que hizo Uribe a la guerrilla en el discurso que pronunció en el
municipio de Chaparral (Tolima), sobre la muerte de los diputados, es ilustrativa:
“se desmovilizan o los aniquilamos”. También hay que entender esta provocación
como otra manera de tender un velo y escurrirse de la responsabilidad del
rescate militar y los obstáculos interpuestos para avanzar hacia el “acuerdo
humanitario” que pudo evitar la muerte de los diputados.
Estos hechos dolorosos, como muchos otros que suceden en el país diariamente,
son expresión de la existencia del conflicto social y armado que acarrea graves
problemas cuya superación está dependiendo de que se resuelva éste y se
recree la paz estable y duradera.
La movilización del 5 de julio es importante pues es síntoma del despertar del
país de la indiferencia frente al conflicto. No obstante es necesario registrar el
oportunismo del gobierno al pretender canalizar la protesta a su favor y también
cómo los medios informativos no han tenido la misma diligencia para convocar al
rechazo de
las innumerables masacres de campesinos, asesinatos de
sindicalistas y defensores de los Derechos Humanos perpetrados por la fuerza
pública y los paramilitares.
Las guerrillas no son responsables de este conflicto de más de seis décadas,
como lo difunden la propaganda oficial y los medios de información para
ilegitimarlas, sino que son producto y resultado de dicho conflicto.
La oligarquía es quien ha hecho de la violencia y la corrupción la forma de estar
en el poder. En todos los tiempos ha recurrido a la creación de grupos de justicia
privada como parte integral la estructura terrorista del Estado, que junto a la
fuerza pública defienden sus intereses de clase y mantienen la opresión sobre el
pueblo, como se ratifica en los tiempos más recientes con el
narcoparamilitarismo y la tenebrosa guerra sucia que se propuso destruir el
movimiento sindical, eliminó a miles de líderes sociales y tiene en las cárceles,
desaparecidos o desterrados, a cientos de miles de luchadores populares y
defensores de los Derechos Humanos.
Ya es tiempo que los mayores esfuerzos de la sociedad se encaminen a
encontrar la salida política a este conflicto que tiene raíces históricas y causas
políticas, económicas y sociales y que no es un problema de terrorismo, como
simplistamente el Presidente lo
pregona como muletilla, entrando en
contradicción con la Corte Suprema de Justicia que lo acaba de plantear de
manera concreta para referirse a las obligaciones del Estado con sus víctimas.
Coyuntura Nacional
DIALOGOS ENTRE INCERTIDUMBRES Y EXPECTATIVAS
Los diálogos que el ELN adelanta con el gobierno colombiano en Cuba, generan
distintas opiniones y expectativas sobre los resultados.
El conflicto interno colombiano tiene mucha complejidad,
por sus raíces
históricas
profundas, por las causas políticas, económicas y sociales que lo
generan, por la diversidad de componentes y de manera especial
por el
fenómeno de la corrupción de la clase en el poder y del narcotráfico, integrado
este último a la estrategia contrainsurgente del Estado desde la década del
ochenta del siglo anterior, bajo la modalidad de narcoparamilitarismo.
La estructura terrorista del Estado y el narcoparamilitarismo son dos puntales del
poder oligárquico que están en plena vigencia y no se ve por parte alguna la
decisión real del régimen en cuanto a desmontar esta estructura de muerte
contra la oposición política y social y parar la guerra sucia.
El ELN está decidido a contribuir en la superación del conflicto pero no es tarea
fácil, ni un problema de voluntad política. Se trata de crear condiciones reales y
ganar las mayorías de la nación para superar los grandes males que nos
aquejan y
abrir el camino que conduzca a la paz estable y duradera,
construyendo un proceso que afronte los cambios que el país necesita.
El ELN considera que es posible la salida política al conflicto en base a un
gran consenso nacional, una política de Estado favorable para la paz y la
participación de la sociedad en dicho proceso.
Desde este enfoque es que concebimos los diálogos que hemos adelantado en los
últimos 19 meses con el gobierno de Uribe Vélez.
La falta de resultados es debido a que estamos en orillas distintas y el punto de
partida para las dos partes no es el mismo.
Mientras que para el gobierno no existe conflicto social y armado sino grupos
terroristas y la paz es igual a pacificación, desmovilización y desarme de las
guerrillas para que el país siga igual, para el ELN la paz implica partir de
reconocer la existencia del conflicto
y abordar un proceso hacia las
transformaciones, que conduzca a superar las causas originarias que alimentan
el conflicto interno actual.
Aquí está el centro del atasque de las conversaciones con el gobierno y la
incertidumbre sobre los resultados.
Los diálogos se iniciaron con una fase exploratoria para conocer las propuestas y
la disposición para avanzar en ellas. Luego de sobrepasar escollos, se pasó a la
segunda fase que tiene el propósito de generar un ambiente de paz y suscribir
un Acuerdo Base, referido a cuatro temas: derechos humanos, derechos políticos
y democracia, vinculación de la sociedad al proceso de construcción de la paz y
apoyo de la comunidad internacional.
Otros temas sobre la situación del país y problemas a resolver serían materia de
las siguientes fases.
El ELN tiene la disposición de firmar, como aporte al ambiente de paz, un
acuerdo de cese al fuego y hostilidades con verificación, por un tiempo
determinado, experimental y bilateral. Pero a la vez exige que el gobierno haga
igualmente aportes para generar ambiente de paz con medidas reales frente al
desplazamiento, medidas que neutralicen la persecución a opositores políticos y
dirigentes sociales, medidas que lleven un alivio frente al problema de la
desaparición forzada - el último registro da cuenta de treinta mil colombianos
desaparecidos - medidas frente a las detenciones masivas.
La discusión está centrada en el cese al fuego y hostilidades y la verificación,
principalmente. Los otros temas de esta fase están en titulares y muy poco se
ha avanzado.
En la mesa el ELN ha planteado con claridad que ni se desmoviliza, ni se
desarma, ni se localiza, en respuesta a las exigencias del gobierno.
Otro atranque está en que el gobierno busca bajarle perfil a lo bilateral sobre
todo en el tema de las hostilidades, pues plantea que él no hace hostilidades
contra la sociedad.
La verificación es otro punto polémico. El gobierno busca sacar ventajas en este
asunto que el ELN considera que debe ser producto de un acuerdo, donde se
diseñen conjuntamente los mecanismos que permitan constatar la violación de lo
acordado.
Dentro de este ambiente de dificultades se ha terminado la séptima ronda de
conversaciones. Las expectativas mayores están centradas en la posibilidad de
firmar el Acuerdo Base que genere un alivio humanitario a la sociedad.
Entre las partes continúa la desconfianza. El ELN considera que el gobierno no
tiene disposición para concretar un acuerdo donde el principal beneficiado sea el
país. Las declaraciones que dio el Presidente Uribe en el municipio de Chaparral,
(Tolima), cuando refiriéndose a las guerrillas advirtió: “o se desmovilizan o las
aniquilamos”, reflejan con toda claridad que su política es de guerra y no de paz
como lo reclaman los colombianos.
La pretensión de la desmovilización y el desarme de la insurgencia como
tradicionalmente han exigido los gobiernos y la clase en el poder, es una manera
simplista de abordar la solución del conflicto social y armado y el ELN descarta
de plano dicha fórmula.
Coyuntura Nacional
PARAPOLITICA Y ELECIONES
La coyuntura colombiana vive hoy una tensión que permanecerá por los tres
meses siguientes, donde está al centro la contienda electoral y la llamada
“parapolítica”
A pesar que esta tensión afecta a la clase gobernante, en el ambiente se respira
la fuerza del terrorismo de Estado que aturde y no permite la necesaria libertad
para ejercer la lucha desde los espacios amplios e institucionales.
Los hechos de terrorismo producidos por las fuerzas legales e ilegales del
régimen, se hacen presentes con asesinatos de líderes políticos de izquierda,
dirigentes comunitarios o sencillamente luchadores por los Derechos Humanos.
En el mismo sentido, mientras se acercan la elecciones de octubre circulan
amenazas a quienes no comulgan con las políticas gubernamentales y como
antesala se siente el tufillo terrorista de la interceptación telefónica a diestra y
siniestra, por la que solo fueron señalados un par de autores materiales y que se
resolvió por lo alto, porque los críticos en el poder no pueden afectar la
institucionalidad representada -en este caso- por el ministro de defensa y otra
vez la impunidad se enseñorea en la vida política del país.
La fuerza y presencia real hoy en Colombia del movimiento político democrático,
representado en su más clara expresión en el Polo Democrático Alternativo, se
enfrentará en la contienda electoral con una aceitada maquinaria clientelista que
toma ribetes de organicidad y cuyos jefes son “varones” o caciques electorales
que en cada evento de este tipo se reparten a nombre de los dos partidos
tradicionales en departamentos, municipios y corregimientos.
Esta maquinaria clientelista representa además una poderosa bolsa de empleos y
repartos burocráticos como práctica inherente a la vida política del país.
Pero ello aún no refleja toda la realidad. Veamos.
Las campañas electorales incluyen espacios para numerosos contratos que se
asignarán a las corrientes de los dos partidos tradicionales, según los ganadores,
y cuyo botín es siempre el presupuesto nacional.
En oportunidades no hay necesidad de definir por cuál partido se vota, lo
importante es votar por cualquier “varón” electoral que represente cualquier
corriente de la clase gobernante y de esa manera se asegurará el empleo, el
contrato o el cargó público a que se aspira.
Hasta acá hemos mencionado el aparato clientelista legal. El otro es el ilegal,
donde los señores narcoparamilitares son también varios “varones” o caciques
representantes de las regiones.
Antes todo el mundo sabía quiénes eran, pero desde la justicia no se actuaba.
Con el proceso que el gobierno Uribe desarrolló para legalizar el aparato
clandestino de los narcoparamilitares y presentarse así como el adalid de la
institucionalidad, le ha saltado la liebre por aquello de que todo es tan evidente,
que no se podía esconder y conocemos así unos cuántos dueños de empresas,
alcaldes, gobernadores, congresistas, oficiales de las Fuerzas Armadas, ministros
y hasta el mismo presidente, en un sentido u otro, aparecen involucrados en la
llamada parapolítica.
Pero esta evidencia de hasta dónde han llegado los tentáculos narcoparapolíticos,
no significa que el control electoral en las regiones haya cedido, pues la política
en Colombia es representada por clanes, familiares o políticos, que representan
la tradición de la clase gobernante y si un personaje no puede ser representante
hoy por cuenta de las investigaciones, su reemplazo está garantizado y en nada
afectará la fuerza de los partidos de los que se valen para mantenerse
atornillados al poder.
Esta fuerza narcoparamilitar, enquistada en las regiones y construida bajo el
terror solapado en unas oportunidades y abierto en otras, hace parte de las
políticas del Estado y no son nuevas. Los viejos analistas lo saben desde hace
muchos años, solo que ahora ese conocimiento sale con fuerza a la luz pública
para extender su eco al exterior, por lo que anda en aprietos el Presidente de la
“seguridad democrática”. ¡Qué seguridad y qué democracia!
Coyuntura Internacional
VENEZUELA Y EL PODER POPULAR
En Venezuela, que había sido ejemplo en la región de “democracia” neoliberal
para América Latina, se evidenció otra realidad desde el 27 de febrero de 1989.
Un pueblo excluido se levantó para dejar claro que la supuesta democracia
venezolana no era más que un espejismo capitalista. Ese día representó un
punto de quiebre en el imaginario venezolano. El pueblo salió a la calle para no
volver a entrar más, desencadenando un proceso de debates, discusión y
organización, que aunado a los esfuerzos militares insurrectos de 1992, se perfiló
como los años de construcción de lo que hoy llamamos la Revolución Bolivariana.
Luego del triunfo del coronel Hugo Chávez en el año 98, entró en un proceso
constituyente que dio como resultado la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, hoy vigente.
El Presidente Hugo Chávez ha propuesto realizar una nueva
constitucional, mediante el proceso a nivel asambleario que se vive.
reforma
No obstante, también ha existido un proceso constituyente a nivel popular que se
ha construido en el fragor de las luchas cotidianas y de las construcciones
políticas populares que cuenta con el alentador apoyo del discurso presidencial.
Las misiones sociales del Estado (Barrio adentro, Ribas, Sucre, Mercal, etc.) han
sido reapropiadas en distintos espacios por los sectores organizados. Sin
embargo, las tensiones existentes entre el Estado y el movimiento popular son
una constante presente en el proceso venezolano.
El tema de la propiedad privada, los múltiples embates de la derecha en el país,
las mismas corrientes reaccionarias que existen al interior de las instituciones
privadas y del Estado, dan cuenta de las fortalezas y debilidades que se tienen.
En este sentido, las prácticas emancipatorias se encuentran enmarcadas en esa
relación Estado-movimiento social, con organizaciones que han logrado niveles
de autonomía y organización, tales como la indígena por su autodeterminación,
viviendistas que toman espacios urbanos, juventudes barriales por una nueva
cultura, obreros que toman fábricas y organizaciones políticas que comparten
junto al pueblo la previsión organizativa, cultural, económica y militar ante los
posibles embates del imperio.
Estas expresiones, que defienden y apoyan el proceso liderado por el presidente
Hugo Chávez, son a su vez avivados y apoyados en su organización por la
política gubernamental y han construido movimiento propio, con miras a la
emancipación y con intereses populares claramente marcados.
Se debe destacar que el proceso venezolano abrió y sigue abriendo las
posibilidades de discusión y de construcción de apuestas revolucionarias que
parecían negadas en América Latina.
La vía electoral como posibilidad de inicio de un cambio revolucionario, la
construcción integradora de un frente único latinoamericano que tenga como
fundamentos la solidaridad, la autodeterminación y la soberanía de nuestros
pueblos, la confrontación directa hacia las políticas intervencionistas de los
EE.UU. y la reedición de un socialismo posible, han sido elementos que han
configurado nuevas posibilidades en el continente y en el mundo.
Es posible asegurar que el discurso contrahegemónico que produce Venezuela,
explora fuera de sus fronteras y logra significativas expresiones de adhesión, de
los demás pueblos, hacia una propuesta de integración indo-afro-americana,
bajo presupuestos socialistas.
Últimamente se ha reavivado el movimiento opositor de derecha con el apoyo
resonante de las estructuras mediáticas pro-imperialistas, a raiz del fin de la
concesión del canal 2 de televisión, RCTV. Están empeñados una vez más en
intentar deslegitimar y derrocar al gobierno de Chávez.
El nuevo status quo venezolano, fraguado en los últimos 8 años, ha logrado una
estabilidad tal que no se prevén mayores incidencias ni consecuencias críticas
venidas del mencionado movimiento.
En la vida política, sin embargo, aún en la misma construcción del Partido
Socialista Unido de Venezuela, se expresa la pugna histórica de las viejas
prácticas clientelistas y de formación de grupos de presión por intereses
sectoriales. Éstas prácticas se enfrentan a un nuevo modelo de participación con
profundidad democrática que coadyuva a la construcción del poder popular y
constituyente.
Venezuela avanza
en esa dirección: fluye desde abajo y construye
instrumentos para la conducción estratégica colectiva.
los
Con enemigos poderosos dentro y fuera de su frontera el proceso bolivariano
se fortalece y
avanza en la vanguardia latinoamericana en la búsqueda y
construcción de las transformaciones necesarias para lograr la justicia social y la
verdadera democracia.
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