RECULL D’ARTICLES D’OPINIÓ SOBRE LES ELECCIONS LOCALS I AUTONÒMIQUES A continuació us oferim un recull d’articles apareguts en diversos mitjans locals i nacionals que reflexionen sobre els resultats de les eleccions del 22 de maig i les seves possibles conseqüències. El peso de la púrpura contiene la euforia Llorenç Riera – Diario de Mallorca El PP comienza a administrar su éxito apabullante a partir de la cautela y la actitud conciliadora que aconsejan la realidad económica, el paro, las problemáticas sociales y la necesidad de recortar la Administración Un traspaso de poder más rápido, claro y contundente era imposible. Todo ha cambiado de golpe con la simple mediación de la noche electoral. Por decisión inapelable del electorado, el PP ha pasado del marcaje y la presión al extinto pacto encabezado por Francesc Antich a tener toda, absolutamente toda, la responsabilidad de gobierno en sus manos. No tendrá traba política alguna –la coyuntura económica y la exigencia social es otra cosa– y por tanto tampoco excusa para cumplir con las expectativas que la maquinaria del partido ha cuidado de alimentar y que tan buen rédito electoral le han dado. Ante una realidad cruda y dura, el peso de la responsabilidad íntegra, prácticamente sobrevenida, cae con mayor fuerza. Aún dentro de las mieles de una victoria inapelable, ésta es la sensación que parece experimentar el PP de Balears en un comportamiento delimitado por sus propios dirigentes, sabedores de que la euforia, por imperativo de la realidad a administrar, no puede declinar en una arrogancia y adulación que acabaría por volver la actual expectativa en rechazo social. El PP paladea el éxito pero también el peso de la púrpura en una dimensión mayor a la prevista. Este periódico publica hoy una entrevista con el president in pectore del Govern. Cuando sobre el papel lo tiene todo a favor para hacer lo contrario, José Ramón Bauzá se muestra sin embargo moderado y conciliador. A pesar de que toda la aritmética parlamentaria suma en beneficio suyo y que, de Govern para abajo, cualquier institución permanecerá bajo su control, tiende la mano al consenso sabedor de que ya es el responsable de reducir la cifra de 144.000 parados. Podrá prescindir de cualquier apoyo político externo pero no de otros respaldos sindicales, empresariales y cívicos más difíciles de definir y contentar. Bauzá se reserva la utopía en materia de organización educativa, se muestra temeroso ¿o precavido para curarse en salud? sobre las cuentas de la Comunidad, planea sobre el idioma y se vuelve resignado ante el plus de tener que lidiar en casa propia porque la reducción de cargos y departamentos no le permitirá contentar a todos. Pero los hombres y mujeres fuertes de su Govern serán, con toda probabilidad, los que ya apuntaban mucho antes de las elecciones. Entre otras cosas porque la solvencia no va sobrada de candidatos y porque Bauzá no dejará de ser presidente del PP, una familia en la que imperan muchos equilibrios domésticos armonizados ahora sólo por el aperitivo de un poder en el que muchos aspiran a manjares mejores. Pero mientras el PP comienza a controlar con dosis de realidad el empacho de su victoria apabullante, al PSOE no le queda más remedio que diagnosticar el contenido exacto del batacazo estrepitoso que le ha ocasionado unos moratones y una depresión cuya curación pasará por la renovación de cargos y el suministro de altas dosis de entusiasmo. Parece haber unanimidad a la hora de interpretar que la política estatal y la realidad económica han contribuido de forma decisiva a trastocar por completo la correlación de fuerzas y el mapa político de Balears. Una cartografía estratégica dentro de la cual el nacionalismo de izquierdas resiste y sólo podrá aspirar a cuotas mayores si aprende la lección definitiva de la unidad y la coalición, incluso con un regionalismo de predisposición convergente en el que no tienen lugar las minorías ni las aventuras individuales. La política de las islas será definitivamente diferente después del 22-M. Majoria absoluta, carácter i voluntat Joan Riera – dBalears La diferència entre Bauzá i Antich es diu àmplia majoria per governar. Bauzá parla de reduir conselleries i empreses públiques. Té 35 diputats que li donen suport: cap problema; es farà. Antich intentà el mateix l'estiu de l'any 2009. Els seus propis socis de govern li ho impediren. Va fer anques enrere. L'únic que li deixaren fer fou eliminar la Conselleria d'Agricultura, una ridícula sortida per poder justificar que havia fet alguna cosa. La política és l'art d'assolir majories i mantenir-les. Bauzá s'ha trobat amb aquesta força unida, l'única capaç de tirar endavant un país. Antich ha presidit un calaportal farcit de gelosies, travetes i ràbia caïnita. Dins el PSOE l'algaidí ha patit Francina per un costat, Calvo per l'altre, i menorquins i eivissencs tirant pel seu vent. I sempre havent de pactar amb un Bloc malavengut. I a sobre Antich cedí davant els que volien capolar UM, el seu impagable aliat de dretes, autèntic tap del PP durant dècades i també amb unes bregues internes que posaven els pèls de punta. Al final, les urnes han passat factura. Tan car ho ha pagat Antich com els que l'animaven a fer caïnisme envers els seus propis aliats. El resultat ha estat la pèrdua de la majoria, política i sociològica. I quelcom més important: es va destruir la voluntat de mantenir l'equilibri articulat el 2007. Es va renunciar a allò essencial, que fou substituït per una embogida pugna per voler aconseguir més poder partidista a curt termini. I a sobre, Menorca i Eivissa a la deriva, que han acabat per engrandir el triomf de Bauzá. El PP ha estat tot el contrari. Ha rebut per totes bandes sent oposició. Però a l'hora de la veritat el seu electorat es plantà davant les urnes cohesionat i decidit. José Ramón Bauzá, Maria Salom i Mateu Isern són el producte d'aquesta pinya social, són l'expressió d'una voluntat comuna de primer resistir a tota costa i després d'avançar fins a reconquerir el poder. Bauzá és el fruit d'una consciència d'unitat, del caràcter d'una societat civil. És cert que el marratxiner arriba al Consolat en una conjuntura d'alarmants vaques magres, és veritat que haurà de prendre mesures de gran austeritat. Però ja ha tingut carta blanca per fer les primeres i més importants passes: la regeneració i renovació interna de la cúpula del seu partit, poder presentar una oferta que sembla començar de bell nou. Tindrà també suports d'acer a l'hora de reclamar austeritat. La factura de la crisis y otros factores del cambio Editorial – Diario de Menorca El voto del pasado domingo ha castigado al partido del gobierno, a quien el ciudadano atribuye la responsabilidad sobre la crisis económica. Hay una lectura en clave nacional inevitable a la hora de entender el vuelco en las urnas, las elecciones locales sirven de termómetro fiel de la situación general y la experiencia muestra que con frecuencia anticipan el devenir de las legislativas, interpretación que ha ganado firmeza tras estos resultados. El efecto Zapatero que un día sirvió de estímulo socialista hoy se ha convertido en una rémora, una causa más de la debacle de su partido. Salvo la excepcionalidad política vasca, la ola popular ha alcanzado todo el territorio como expresión clara del cambio que demanda la población. Ese es el mensaje, claro, sin ambigüedades, expuesto a los nuevos gobernantes en sus respectivos ámbitos, obligados a afrontar los problemas que deprimen a la sociedad de hoy. El Partido Popular ha de asumir que el poder que se ha dejado en sus manos no es sino un medio para poner en práctica políticas de cambio que respondan con satisfacción a esa inquietud, el reto no acaba ganando en las urnas, empieza en ese momento, máxime en una coyuntura que reclama más esfuerzo que nunca y la recuperación de la credibilidad en las instituciones y en sus gobernantes. La comunidad balear se ha expresado en el mismo sentido, nunca el PP había obtenido tanto respaldo y, en la misma proporción, nunca un gobierno había sufrido tal descalabro. La línea de regeneración y transparencia ofrecida por José Ramón Bauzá ha calado en la fe de los ciudadanos, dispuestos a apostar por la eficacia como contrapartida a la funesta etapa de la política balear marcada por vergonzantes episodios de corrupción. A la fuerza de ese mensaje y el viento a favor que soplaba para el PP, la gestión del Ejecutivo de Antich apenas ha ofrecido resistencia, han sido cuatro años de inestabilidad, liderazgo débil, mayoría insuficiente, con más agitación que gobierno, circunstancias que no han pasado desapercibidas. De repente, la izquierda que gobernaba en todas las instituciones de las Islas, se ha quedado desnuda sin que se haya leído todavía una autocrítica serena sobre tal fenómeno. Menorca no ha sido ajena a la marea popular que, en el conjunto nacional, ha superado incluso los resultados de 1995, en vísperas de la primera victoria de Aznar. Maó ha registrado el cambio más espectacular, la quiebra de siete mandatos consecutivos de la izquierda con hegemonía incontestable del PSOE, que ha perdido votos y, en particular, la tradicional fidelidad de su electorado, que ha entendido la necesidad del cambio por razones de naturaleza económica y, después de 28 años, razones de higiene política a través de la alternancia. La mayoría absoluta también da color popular a Sant Lluís y Alaior, en otros tres ayuntamientos ha sido el partido más votado y, salvo que pactos inesperados lo impidan, podrá gobernar. Se intuye una fuerte respuesta sin llamada previa al voto útil, lo que ha redundado también en un fuerte castigo a pequeñas formaciones que hasta ahora habían jugado su papel en coaliciones y acuerdos de gobierno. El reforzamiento del bipartidismo es consecuencia del especial momento de crisis que atravesamos, menos propicio a los matices. En positiu Bernat Joan i Marí – Diario de Ibiza Després de la victòria aclaparadora del PP a l´illa d´Eivissa, tant a nivell municipal com al Consell i al Parlament, els partits progressistes podrien caure en diverses temptacions que, des del meu punt de vista, els resultarien poc útils i poc interessants. Es podria, per exemple, caure en el derrotisme pur i dur, sense intentar analitzar gaire les coses i donant la culpa de la pròpia derrota a una societat que no ens acaba d´entendre. Això seria un error molt gran. La gent vota amb moltíssima més consciència del que pugui semblar en primer terme. Estic absolutament en contra de la teoria – d´arrels marxistes– segons la qual la gent està alienada i vota per consignes poc clares o per qüestions merament superficials. Una altra cosa és que puguem compartir o no els valors de la majoria de la població. El PP ha guanyat les eleccions de manera tan clara i contundent perquè la majoria de la gent considera que les receptes per a la crisi que té l´univers conservador-liberal són millors que no les que s´ofereixen des del cantó socialdemòcrata (no diguem ja des d´opcions altermundialistes, de les quals la majoria de la població fuig com de la pesta). Una majoria s´estima més unes institucions més primes, una intervenció més baixa des dels poders públics. I, sobretot, a la gent, especialment en temps de crisi, li produeix molta recança pensar que se li cobren impostos per garantir que els més desafavorits de la societat (o els que tenen menys tendència a endoblar l´esquena) puguin viure dignament. Una majoria de la població, n´estic ben convençut, prefereix que augmenti la seua pròpia inseguretat, en general, si aconsegueix que li baixin els impostos. I potser això és el que ara fa falta per reactivar l´economia. No en tenc ni idea. Però els signes, des del meu punt de vista, no deixen lloc a dubte. Per tant, l´esquerra no ha patit cap tipus de fatalitat. Senzillament, cada vegada que es deia que, passi el que passi, es garantirà la sanitat pública, o que s´universalitzaran els serveis socials, o que es plantejava qualsevol mesura en aquesta direcció, a una majoria de la societat se li posaven els cabells drets. I precisament la democràcia consisteix a fer que la gent pugui escollir, lliurement, entre models diferents. I ha escollit, ben clarament. La reacció a la defensiva consistiria a atacar tot allò que faci el PP quan vagi governant les institucions. Seria un greu error. D´una partida de ping-pong només en pot sortir guanyador, ara mateix, el Partit Popular. Per tant, una oposició constructiva afavorirà tothom. Com a teràpia personal, preferesc posar per davant els elements positius que, des de la meua òptica minoritària però no marginal ni antisistema, podem extreure de les eleccions del 22-M. El primer és l´èxit d´algunes formacions polítiques no majoritàries: GentxFormentera ha tret un resultat espectacular, el PSM tendrà cinc diputats al Parlament de les Illes Balears, juntament amb dues persones amb clara consciència nacional al grup mixt, i existeixen elements per a un tercer espai embrionari, a Eivissa (un conseller de Gent per Eivissa, una diputada de Pacte per Eivissa, cinc regidors de Nova Alternativa). En segon lloc, i a nivell més general, Convergència i Unió ha guanyat les eleccions a Catalunya i el Partit Nacionalista Basc les ha guanyades a Euskadi. El tercer espai que algun dia acabarem construint a les Balears s´ha consolidat plenament a les Canàries, on hi ha un empat –aproximat– entre el PP i Coalició Canària, amb un PSOE bastant despenjat. I es comença a veure també ben clarament, a la graella de sortida, al País Valencià, on Compromís pel País Valencià ha tret cinc diputats a les Corts Valencianes i sis regidors a l’ajuntament de València. Tot això són elements positius, que ens permeten acostar-nos a l’activitat política de manera constructiva i dinàmica. El vespre del 22 vaig felicitar, en primer lloc, algunes persones destacades del PP d´Eivissa, en segon lloc li vaig fer arribar l’enhorabona al secretari general de CiU, Oriol Pujol, i, last but not least, vaig dir zorionak! als amics Maiorga Ramírez i Patxi Baztarrika. A tots els vaig desitjar sort i encert. També a tothom qui comenci, avui mateix, la tasca de fer d’oposició. Tsunami del PP: ¿porqué? y ¿ahora qué? Antoni Tarabini – Diario de Mallorca Los populares han arrasado en Balears. Han ganado con mayoría absoluta apabullante en todas las instituciones autonómicas (Parlament y Consell, excepto Formentera), así como en la mayoría de ayuntamientos relevantes de todas las islas, destacando el triunfo popular en el ayuntamiento de Palma donde Aina Calvo (PSOE) incluso ha perdido dos concejales. Tiempo habrá para analizar y evaluar las consecuencias de tal victoria e incluso para profundizar en las consecuencias que puede y debería tener en el PSIB-PSOE su indiscutible derrota, que no puede explicarse sólo por los efectos negativos de las políticas de ZP. Hoy como primer comentario de urgencia, dos preguntas básicas pueden plantearse: una referida al pasado reciente: ¿por qué han ganado?; y otra orientada al futuro próximo: ¿y ahora qué? Voy a referirme específicamente al triunfo del PP, que les permite una mayoría casi insultante en el Parlament, y en consecuencia formar gobierno monocolor presidido por JR Bauzá. Los populares han ganado en Balears, y no sólo aquí, porque han planteado una estrategia electoral exitosa por méritos propios y errores ajenos. Tenían una parte del terreno abonado por la grave situación socioeconómica, y por la nula pedagogía del gobierno de ZP para explicar las duras medidas tomadas. En consecuencia, el primer objetivo fue convertir las elecciones autonómicas y municipales en un plebiscito a ZP. Y lo han conseguido: se ha debatido más, incluidos los mitines, de asuntos referidos a las políticas propias del gobierno de ZP que de propuestas que afectasen a las CC.AA. o a los municipios. El segundo objetivo fue diseñar una campaña de perfil bajo, con escasa presencia especialmente en las CC.AA. donde estaban en la oposición, con mensajes a la contra y con propuestas genéricas. Y les ha dado rédito. Por otra parte, en concreto en el caso de nuestra Comunidad, la desaparición electoral de la masa electoral de la ExUm (al no alcanzar ni la Lliga ni Convergència representación) sin duda ha favorecido al PP, como partido más votado. Sin olvidar que la división de la izquierda, el antiguo Bloc, ha conducido a una disgregación de tal voto, y en consecuencia con peores resultados. Pero, además, los socialistas no han conseguido "tensar" la campaña y han colaborado en una campaña anodina y de escaso interés. No todo ha sido negativo en la gestión del gobierno Antich, especialmente al tener que apechugar con la crisis económica y social, con las consecuencias de la mala gestión del gobierno Matas, con la corrupción política.....Pero no han sabido ni comunicar, ni explicar. Nunca han tenido la iniciativa y han ido al rebufo de la campaña del PP. Aquel argumento de "qué viene la derecha", ha resultado inútil, sino perjudicial. Recuérdese aquel dicho: las elecciones no se ganan, se pierden. Pero, ¿y ahora qué? Como es lógico hay que dejar a los populares que disfruten de su éxito, así como esperar el discurso de investidura de JR Bauzá como President donde expondrá las líneas básicas de su gobierno. Sin olvidar el nombramiento de sus Consellers. Todo este proceso requiere unos tiempos que en las actuales circunstancias pueden abreviarse al tener mayoría absoluta en el Parlament. Pero dicho lo cual, se abren una serie de interrogantes previos que pueden "marcar" la legislatura. JR Bauzá eliminó de sus candidaturas a todos los imputados, lo que le ha dado buen resultado electoral al conseguir que la anterior corrupción pareciera que había sido cosa de otros. Al mismo tiempo ha sabido poner sordina (al menos provisional) a las distintas familias internas. La derecha balear forma parte de un mismo partido, el PP. Pero con matices relevantes: una derecha "derechona"; una derecha regionalista/populista; una derecha homologable con la europea; algunos vestigios democristianos; una nueva derecha joven y menos ideologizada, afín a planteamientos neoliberales… Delgado y los suyos, JM Rodriguez con su poderío, Pastor y cía. , la camada de jóvenes alcaldes populares, los nuevos asesores electorales de JR Bauzá…Durante la campaña han dormido el sueño de los corderos. Pero ahora la victoria (peor hubiese sido la derrota) despierta a los leones dormidos. Cada cual puede reclamar qué hay de lo mío en el reparto de la tarta del pastel. ¿Pero quienes formarán el núcleo duro de la presidencia y en consecuencia del gobierno, además de los cargos de relumbrón? Tales incógnitas no son meras anécdotas. Hasta ahora JR Bauzá se ha movido con habilidad y poca definición. Sus propuestas han sido generalistas y de escaso compromiso. Pero ahora como President de la Comunidad tendrá que definirse y optar. De esta primera elección de puestos claves (éste o aquél, éstos o aquéllos) puede depender el modo de hacer política y de gestionar los intereses generales, la elección de sus prioridades las medidas de reactivación económica y de creación de empleo, la sanidad y la educación, las políticas sociales… Continuará. Zapatero es culpable; Antich i Armengol también José Jaume – Diario de Mallorca "Zapatero es el culpable". Este es el argumento que los dirigentes del PSOE balear van a exhibir hasta la náusea para hallar justificaciones al apiolamiento sufrido, ejecutado sin contemplaciones por el electorado. No se puede dudar de que la actuación del Gobierno del presidente Zapatero provoca un boquete descomunal por el que se ha desangrado y desangra el voto socialista. Así es, pero no es toda la verdad: los dirigentes del PSOE, un pusilánime Antich y, principalmente, Francina Armengol, la máxima dirigente del partido en Mallorca, han contribuido no poco a que el hundimiento haya adquirido las descomunales proporciones del 22-M, porque, para que la mortificación socialista sea más dolorosa, el PP se ha limitado a mantener, décima más o menos, los porcentajes obtenidos en las elecciones de 2007, los mismos que entonces no le bastaron para alcanzar la mayoría absoluta que ahora le rebosa. La enfermedad del PSOE balear se diagnostica en que desde hace tres décadas jamás ha tenido la resuelta voluntad de convertirse por sí mismo en partido de gobierno. Tuvo un dirigente llamado Juan March, del que proceden tanto Antich como Armengol, que siempre mantuvo un enorme complejo de inferioridad hacia el PSM. March creyó que el Partido Socialista Obrero Español necesariamente tenía que ser tan o más nacionalista de izquierdas que el PSM, lo que se tradujo en una actuación política que reiteradamente desconcertaba a sus votantes. Las diferencias de porcentajes entre elecciones autonómicas y generales siempre fue el recordatorio de lo equivocado de la estrategia, nunca corregida, sino potenciada. Después vinieron las ententes con Unió Mallorquina, hasta que, en los cuatro años precedentes, el PSOE, presa de los nervios al aflorar los casos de corrupción, optó por ayudar a reventar al partido bisagra, como si no fuera suficiente el suicidio que éste estaba protagonizando. Aquí ha jugado un papel relevante Francina Armengol, su ideólogo de cabecera, Cosme Bonet, y algún que otro estratega que siempre se deja caer por el Consulado del Mar cuando los socialistas lo han ocupado. Armengol, que maquina sustituir a Antich al frente de poco más que la nada, es quien ha empujado al presidente en funciones a la situación de absoluto desamparo que ha desembocado en el descalabro que acaban de vivir los socialistas. Armengol no entiende nada de lo que ha sucedido, quiere, cueste lo que cueste, ser la secretaria general del PSOE balear, seguir haciendo del partido una organización netamente nacionalista y aprovechará el período de inmensa debilidad y desorientación que se abre para conseguir sus propósitos. Basta repasar el discurso que la presidenta en funciones del Consell de Mallorca espetó años atrás, en una de las primeras "diadas" de Mallorca que organizó, para conocer con nitidez quién es Armengol y qué es lo que se propone. Cuando ofreció aquel discurso un conocido socialista aseguró que lo dicho podía suscribirlo sin problemas cualquier partido nacionalista e incluso independentista. Armengol nunca fue reconvenida por los suyos y todavía pertenece al comité federal del PSOE, además de hacer y deshacer prácticamente como le viene en gana en el socialismo mallorquín. Se sabe que en Menorca y en las Pitiusas, donde los socialistas también han sido soberanamente vapuleados (lo de Menorca es una hecatombe para Joana Barceló), no quieren que Armengol sea la próxima secretaria general, por lo que la pelea promete no defraudar, en la mejor y acreditada tradición cainita del socialismo balear. La cuestión es que si el PSOE no cancela para siempre la etapa que abrió Juan March, si no deja de ser PSIB y se convierte otra vez en PSOE, para lo que tanto Armengol como Antich, Diéguez y muchos de los que se sentarán en el Parlament para penar en la oposición no están en condiciones, y aguarda que pierda fuerza la actual marea azul del PP, no podrá atisbar la posibilidad de gobernar otra vez algún día la Comunidad Autónoma, los consells y Palma. Se ha quedado sin muletas, sin proyecto y sin líderes. Está todo por hacer, incluida la difícil operación de desembarazarse de dirigentes como Francina Armengol, que prefieren apacentar la insignificancia antes que posibilitar un cambio que acabe por convertirlos en alternativa. De no hacerlo, casi con seguridad que al PP le basta con no hacer nada para gobernar varias legislaturas. En horas difíciles Jordi Sevilla - El País La renovación socialista que encabezó Zapatero fue acogida con ilusión. Pero algo habrá hecho mal para que hoy los acampados en las plazas exijan democracia real y el PSOE tenga tal pérdida de votantes Soy persona de asentadas convicciones progresistas y me niego a aceptar que, en el siglo XXI, todavía una de las dos Españas venga a helarme el corazón. Es más, estoy convencido de que si hacemos una lista con los 10 principales problemas colectivos graves, ninguno de ellos se resolvería desde la confrontación entre opciones ideológicamente excluyentes. Antes bien, todos requerirían el acuerdo entre instituciones y partidos de muy diversas adscripciones. La llamada "oposición útil" que impulsamos con éxito el equipo que ganamos el 35º Congreso del PSOE, con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza, se basaba en esa creencia: en democracia, hay asuntos para la confrontación entre opciones ideológicas distintas y otros muchos que deben ubicarse en el espacio de la negociación, el acuerdo y el pacto, porque solo ahí encuentran solución. Haber olvidado esto, especialmente en lo relativo a la crisis económica, es lo que ha llevado al socialismo español y, lo que es más grave, a España, a la situación actual. Pocos negarán que aquellos "jóvenes nacionalistas" -como nos definió la prensa americana- que sustituimos en la dirección del PSOE a una "vieja guardia" que había sido derrotada en las elecciones generales del 2000, encarnábamos un proyecto de renovación del socialismo y de cambio para la sociedad española que generó mucha ilusión en ámbitos muy plurales del país. Algo habremos hecho mal desde entonces para haber llegado hasta aquí: cinco millones de parados, una sociedad frenada por la confrontación política, ciudadanos acampados en las plazas públicas exigiendo una democracia real, listas electorales cargadas de imputados que son refrendadas en las urnas, prima de riesgo disparada y una gran pérdida de apoyo por parte de los votantes. En el imaginario colectivo, la primera legislatura del presidente Zapatero está vinculada a la ampliación de derechos civiles y sociales desde una perspectiva individual, al intento de reorganizar el conflicto territorial heredado, con un plan Ibarretxe y una reforma del Estatut catalán en marcha cuando llegamos al Gobierno, así como a una nueva tentativa, tristemente frustrada, de acabar con el problema terrorista. A pesar de todos los problemas causados por la incomprensión sobre la gestión del asunto catalán y la imposibilidad de llegar a un acuerdo con el PP sobre el mismo, los ciudadanos refrendaron en 2008 la acción del Gobierno con una mayoría más amplia. Pero ahí se sentaron ya las bases de los problemas posteriores: una polarización creciente de los problemas en torno a un esquema conflictivo PP-PSOE estimulado desde la derecha mediática, la concentración excesiva del poder socialista en muy pocas manos y la utilización pasiva de un modelo económico enfermo, pero que sirvió para justificar superávits presupuestarios, avances en renta per cápita y reducciones históricas de la tasa de paro. El poder político empieza a ser entendido y practicado entonces, desde el Gobierno, como un juego de sombras chinescas donde la apariencia predomina sobre la realidad, la emoción sobre la razón, el símbolo sobre la pedagogía y la sorpresa permanente sobre el proyecto conocido y trabajado. Así, cuando estalla la mayor crisis económica sistémica de la historia reciente, en lugar de aprovecharla para depurar los elementos tóxicos de nuestro sistema económico a favor de una regeneración productivista, emprendedora, innovadora, ética y medioambientalmente sostenible, nos enrocamos en posiciones absurdas, alejadas de la percepción mayoritaria de la sociedad, convencidos, en el fondo, de que no requería mayores esfuerzos que dejar pasar el tiempo aparentando que se hacían cosas, como la aprobación de medidas y más medidas o negociando los Pactos de Zurbano, de los que nos costaría recordar alguna propuesta. El problema no ha sido la crisis mundial, sino la gestión de esa crisis, en la que el Gobierno ha pasado por tres etapas: negarla, intentar espantarla con medidas periféricas y, por último, asumir un plan de ajuste impuesto desde fuera, que repartía los sacrificios de manera desigual e injusta entre la sociedad española. Y todo ello desde la lejanía y la soledad de quien ha pedido reiteradamente que se le dejara solo ante el peligro y, al final, lo ha conseguido. La crisis económica ha sido una oportunidad perdida para haber intentado una labor de pedagogía política, empezando por la necesidad de llegar a acuerdos con el principal partido de la oposición y con las instituciones gobernadas por él, como las comunidades autónomas. Ignoro cómo hubiera reaccionado el PP, pero creo que no intentarlo en serio, por considerar que la crisis era una cosa pasajera a abordar desde la confrontación partidista, ha sido la principal equivocación del presidente Zapatero. Y, además, no ha evitado el alejamiento de una cierta izquierda que no ha entendido medidas como la supresión del impuesto de patrimonio el mismo año que se congelaban las pensiones. El empeño de reducir la política democrática a un ejercicio de confrontación partidista, más que ideológica, está detrás de buena parte de los problemas actuales. Obliga a primar al partido sobre los ciudadanos, con lo que desaparece una idea de la política como servicio público y se pierden de vista los intereses generales que deben anteponerse a los intereses de parte. El propio presidente Zapatero ha reconocido haber cometido dos errores: tardar en reconocer la crisis y no estar preparado para una legislatura protagonizada por una recesión tan profunda. Yo añadiría alguno más: haber olvidado que la política democrática, a diferencia de la aristocrática, tiene que ser algo útil y participativo, es decir, algo que debe resolver problemas de los ciudadanos y con los ciudadanos. Si la acción política partidista no está dirigida a resolver problemas sociales, acaba siendo percibida como algo ajeno, que solo interesa a los miembros de una casta política endogámica. No estuve de acuerdo con que el presidente Zapatero renunciara a presentarse como candidato por tercera vez y que lo anunciara con antelación. Pero el actual embrollo en que nos encontramos los socialistas y el país solo puede empezar a resolverse si hacemos dos cosas simultáneamente: efectuar una catarsis renovadora en el PSOE, en forma de primarias, y encontrar una alternativa a la actual manera de hacer política y a su contenido. El único objetivo de la misma debería de ser recuperar la confianza mayoritaria de los españoles y no solo buscar la mejor manera de asegurar los puestos de la cúpula partidista. Sin este esfuerzo, las cosas no mejorarán para el socialismo y los españoles verán reducida la posibilidad de tener, en la negociación de soluciones, opciones distintas a las conservadoras, o las buscarán en otro sitio. Por otra parte, el presidente debe aprovechar que ya no es candidato de partido, para convocar al nuevo líder socialista y al líder de la oposición en torno a un Programa de Recuperación Económica y Regeneración Democrática, que incluya aquellas reformas que se están pidiendo desde distintos ámbitos de la vida española. Reformas que exigen medidas profundas que ponen en guardia diferentes intereses afectados. Por ello, como en otros momentos de nuestra historia, deben abordarse desde la pedagogía, el acuerdo y la fuerza hegemónica de los partidarios del cambio, frente a los resistentes al mismo. En estos casos, pensar que hay dos y solo dos soluciones excluyentes y que se corresponden con uno u otro partido, es una simplificación paralizante, como pronto tendrá ocasión de comprobar el PP, hoy triunfante ganador de las recientes elecciones. El castigo electoral no debe frenar las reformas Editorial – Cinco Días Como desde el propio PSOE se presagiaba antes de comenzar el recuento, el Partido Popular se impuso ayer con claridad en unas elecciones autonómicas y municipales que han supuesto una verdadera debacle para los socialistas. En los comicios locales, el partido liderado por Mariano Rajoy ha obtenido prácticamente dos millones de votos más que el PSOE y se ha convertido en la fuerza política más votada, con más del 37% de los sufragios. Los socialistas, que han sido duramente castigados, han cedido algunos de sus ayuntamientos más emblemáticos, como Barcelona frente a CiU y Sevilla frente al PP. En las elecciones autonómicas, el partido de Rajoy se ha afianzado con contundencia en las comunidades en las que ya gobernaba -Madrid, Murcia, Comunidad Valenciana, La Rioja y Castilla y León- y ha arrebatado otras, como Castilla-La Mancha, donde apostó muy fuerte con su secretaria general, y Baleares. Una contundente victoria en una jornada en la que la gran sorpresa ha sido la irrupción de Bildu como segunda fuerza política en el País Vasco. Los resultados confirman con más urgencia, si cabe, el proceso de apertura de primarias en el PSOE, cuya agenda tiene previsto fijar hoy la Comisión Ejecutiva Federal. Y, además, abren también importantes incógnitas sobre el calendario político de los próximos meses, algo nada aconsejable para la economía. Pese a que la actualidad está ahora inevitablemente centrada en el análisis político y la habitual resaca poselectoral que sucede a los comicios, la coyuntura económica que vive España hace imprescindible que los elegidos se pongan manos a la obra con firmeza y sin demora. En ese sentido, la gran asignatura que las Administraciones regionales tienen pendiente es un compromiso serio y efectivo con el rigor presupuestario, que se ha convertido en frágil talón de Aquiles de las cuentas públicas españolas. En contraste con el esfuerzo llevado a cabo en materia de contención de gasto por el Estado central, nada menos que nueve comunidades autónomas cerraron 2010 con un déficit superior al exigido. Esa persistente indisciplina fiscal constituye un pesado lastre para el conjunto de la economía con el que es urgente acabar. Si las cifras oficiales constituyen un problema, la posibilidad de que los cambios de gobierno hagan aflorar bolsas de déficit oculto en algunas comunidades autónomas constituye un factor de riesgo añadido. Como ya ocurrió en Cataluña, es hora de abrir cajones y revisar facturas, pero también de hacerlo con rigor y sin exagerar los desajustes. Es decir, con responsabilidad. Las voces de los expertos aseguran, desde muy distintos ámbitos, que en algunas arcas regionales descansa un importante número de facturas no abonadas y de pagos diferidos. De confirmarse, se trataría de una bomba de relojería financiera y de un golpe a la dura carrera por recuperar la confianza de los mercados que ha emprendido España. Sanear esas cuentas y limpiar esos balances no es tarea fácil y requerirá una buena dosis de sacrificio, pero resulta absolutamente necesario. Pese a contar con un mapa político muy adverso, el presidente del Gobierno ha reiterado que el Ejecutivo no está dispuesto a adelantar el calendario electoral. Tiene razones para ello. Pero debe hacerlo con el objetivo irrenunciable de seguir avanzando en las reformas sin caer en la tentación del inmovilismo para no añadir mayor desgaste al que ya carga sobre sus espaldas. No ha de olvidar que las reformas emprendidas van en la buena dirección, pero que ni las instancias internacionales ni los mercados -que continúan fustigando a la prima de riesgo- las dan por terminadas. En esa agenda de trabajo por hacer -que no debe ignorar el movimiento del 15-Mdestaca la reforma del sistema de negociación colectiva, cuyo retraso resulta inaceptable en un país con casi cinco millones de parados y en el que las empresas continúan obligadas a realizar los ajustes de plantilla por vía de cantidad. Resta también por culminar el proceso de saneamiento del sistema financiero, cuya sequía en la concesión de crédito no terminará mientras se siga destruyendo empleo. Son muchas e importantes las medidas que la economía necesita como presupuesto para estimular el crecimiento y salir de la crisis. A nadie debe temblarle el pulso, porque no hay tiempo que perder. Mucha indignación, poca reflexión y malos resultados Carlos Sánchez Fernández Villacañas – Nueva Tribuna Los resultados de las últimas elecciones autonómicas y municipales suponen un avance apabullante de la derecha en España. En todo caso lo que parece evidente es que fundamentalmente las ha perdido el PSOE que disminuye sus votos (un millón y medio menos) frente a un modesto crecimiento de los del PP (medio millón más). ¿Donde fueron los votos perdidos del PSOE?, parece que en parte a IU (200.000 votos más) y a UPyD (450.000 votos más), pero en su gran mayoría al voto blanco y/o nulo (900.000 votos en el total del país). Por supuesto a nivel autonómico ha habido distintos movimientos de votos que deben analizarse de manera detallada, muy especialmente en el País Vasco y Navarra donde ha irrumpido Bildu con una gran fuerza. Estos resultados merecen algunas reflexiones: La primera es que tenemos un sistema electoral que penaliza a los terceros y cuartos partidos y refuerza las mayorías absolutas en muchas ocasiones contra los resultados de las urnas. Parece evidente que no es razonable que con el 37,54% de los votos el PP consiga casi la mayoría absoluta de concejales y diputados autonómicos, una vez más se pone en evidencia la necesidad de un sistema electoral proporcional que se ajuste mas a la realidad social y a las decisiones de los ciudadanos expresadas en las urnas. La segunda es como ya se ha dicho que las elecciones las ha perdido el PSOE porque su política ha conseguido la desafección del 20% de quienes le votaron en 2007. De manera general hay 3 motivos para ello, es evidente que la crisis está suponiendo un coste electoral para casi todos los gobiernos europeos (en Francia el gobierno perdió las regionales y municipales, en Alemania la coalición de la CDU y los liberales han perdido todas las elecciones regionales, la última el 22-M, en Italia los partidos del gobierno han sufrido un castigo en las municipales, la caída de los liberales en Gran Bretaña, etc), es decir la población esta penalizando en las urnas a los partidos gobernantes en casi toda Europa seguramente responsabilizándoles de la crisis económica y del tipo de salida neoliberal que se le está dando. Por otro lado la actuación del PSOE en España ha sido especialmente mala y las medidas que se han adoptado frente a la crisis han ido fundamentalmente dirigidas a penalizar a sus potenciales electores (reforma laboral, pensiones, etc) y a favorecer a los intereses bancarios y empresariales, con lo que la percepción de la ciudadanía es que no hay diferencias esenciales en política económica y que por lo tanto no merece la pena apoyar a un partido que se dice de izquierdas pero que en la práctica hace políticas de derecha. Por fin el partido socialista ha mantenido su habitual postura de prepotencia y falta de capacidad para buscar aliados en su izquierda, ignorando la inteligencia de la ciudadanía y convencido de manera suicida que las elecciones se ganan en un supuesto centro que tiene poca realidad social en el país y haciendo continuas concesiones hacia los sectores más conservadores que nunca van a apoyarle y a los que tampoco consigue neutralizar (el caso más paradigmático es la iglesia católica que cada concesión que recibe es un acicate mas para incrementar su presión sobre el gobierno y que tiene un peso económico e ideológico muy por encima de su apoyo social como se comprueba en las declaraciones de hacienda, en las iglesias y en los seminarios). Obviamente dentro del PSOE y en las distintas CCAA hay muchas diferencias, pero en esta campaña se han perdido tanto por una campaña inteligente del PP que ha creado un ambiente de primarias ante las elecciones generales, como por las repercusiones generalizadas de la crisis económica y de las políticas de ajuste que no han permitido que se pongan en valor los logros de los gobiernos autonómicos y que han priorizado los aspectos generales sobre los locales, en este caso con la evidente excepción del País Vasco. Los indignados En este contexto apareció el movimiento 15M que obviamente cristalizaba el rechazo generalizado a las políticas mayoritarias, a los ajustes económicos realizados a expensas de los sectores populares, y a un sistema de representación que prima escandalosamente a los grandes partidos sobre las posiciones de la ciudadanía. El movimiento, que ha tenido una excepcional cobertura mediática muy por encima de su realidad (en la Puerta del Sol habrán participado, tirando por lo alto, no más del 2% de la población de la Comunidad de Madrid), ha pecado desde el principio de una gran ambigüedad que lo ha desactivado como fenómeno de presión política: se ha lanzado un mensaje contra todos los partidos por igual, lo que ha acabado penalizando a la izquierda, y seguramente explica el aumento de los votos en blanco y/o nulos lo que, de manera paradójica con los propósitos expresados por el movimiento, ha penalizado a los grupos mas pequeños y reforzado la hegemonía del PP. A veces conviene repasar la historia y recordar que en 1933 las elecciones fueron ganadas por la derecha más reaccionaria debido a la abstención propugnada por la CNT y que ese fue el principio del fin de la republica. Por supuesto las condiciones económicas, políticas y sociales son muy distintas, pero no así la crispación mediática que lleva años alcanzando niveles similares a los de entonces. El movimiento, en parte por su espontaneidad, ha pecado de ingenuo y ha pretendido obviar las repercusiones de las elecciones y de las políticas institucionales actitud esta que, de mantenerse, desactivara su potencial regenerador. No parece que pueda mantenerse a medio plazo la ficción de una isla de utopia en medio del triunfo escandaloso de la derecha, entre otras cosas porque acabara por imponerse el cuestionamiento de su utilidad social. No estamos en una dictadura y el sistema acabara digiriendo e instrumentalizando (si no lo ha hecho ya) al movimiento a menos que se configure como una alternativa política consistente, como sucedió con mayo del 68 que acabo siendo un balón de oxigeno para el gaullismo que le permitió mantenerse en el poder hasta el año 1981. Los partidos de la izquierda deben de replantearse seriamente la situación, el PSOE por sus pérdidas estrepitosas e IU por no haber conseguido capitalizarlas, y ambos porque hay un malestar social que necesita encontrar un referente político para expresarse e influir para lo que precisa establecer alternativas propias o verse reflejado en la de los partidos actuales de la izquierda, porque si no lo hacen el nacimiento de movimientos populistas, supuestamente apolíticos es probablemente inevitable. La demolición de un liderazgo Ignacio Camacho – ABC El último de los falsos mitos del zapaterismo, el de la reputación del presidente como un consumado estratega del manejo de los tiempos, se derrumbó en la noche del domingo con el mismo estrépito de escombros que el poder territorial y local del Partido Socialista. Su tardío anuncio de retirada funcionó tan mal como su atropellado llamamiento preelectoral a frenar la emergencia de una derecha caricaturizada de extremista. El intenso mapa azul que lucían las infografías de los telediarios, testimonio de la incontestable crecida hegemónica del Partido Popular, era el epitafio de un modelo de liderazgo demolido a conciencia por un estado fóbico de la opinión pública que sólo podía expresarse a través de la válvula purificadora de una catarsis. Si acaso Rodríguez Zapatero llegó a creer de veras que con una renuncia aplazada podría evitar el castigo que incubaban de manera inequívoca los sondeos es porque en su precipitado proceso de autodestrucción también ha terminado por desconocer los mecanismos de la conducta colectiva. El ajuste de cuentas con el fracaso de su política estaba pendiente y se ha producido a la primera oportunidad de un modo torrencial, inclemente, avasallador. El desplome generalizado, histórico, en todas las autonomías y grandes ciudades no sólo representa el jubileo anticipado del proyecto zapaterista, hundido un año antes de rendir mandato, y de un Gobierno inerte y desasistido que queda ya en un insostenible estado agónico. Supone también un severísimo, concluyente retroceso de la implantación institucional del PSOE, arrastrado al abismo por el desprestigio de su cabeza visible y reducido en la práctica y por primera vez desde la Transición a la condición de partido rural y abandonado por las clases medias urbanas, cuyo trasvase de votos hacia el moderantismo del centro-derecha y hacia otras fuerzas terceristas ha sido patente. Se le han escapado dos de cada diez votos que recibía. Ha perdido en todas partes, incluidas las comunidades tradicionalmente más enfeudadas como Extremadura y Castilla-La Mancha, y ha recibido un terminante correctivo en los territorios claves donde Zapatero cimentó sus dos victoriales electorales: Cataluña y Andalucía. Los resultados globales andaluces, con una diferencia de 300.000 votos a favor del PP, suponen un auténtico corrimiento de tierras que vaticina sucesos mayores y sacude los cimientos de un poder acostumbrado a disfrutar del estatus de régimen virreinal. Ninguna de estas señales catastróficas, sin embargo, han merecido una asunción de responsabilidades al uso democrático. Nadie ha dimitido aún, salvo un par de alcaldes de ciudades medias, y nadie se ha declarado implicado personalmente en la devastadora debâcle. Menos que nadie el líder del partido y del Gobierno, cuyo análisis inmediato estuvo impregnado del inmaduro infantilismo que le define. Incapaz de una autocrítica responsable, descargó sobre la crisis socioeconómica la explicación de la derrota y se agarró al calendario preestablecido para tratar de ganar un tiempo del que hace mucho que dejó de ser dueño. Su apocada reacción, su anquilosamiento sin reflejos, ha generado una oleada de preocupación en medios económicos y una inmediata respuesta de los mercados financieros en forma de incremento de la desconfianza. La perspectiva de diez meses de insostenible deriva, con un Ejecutivo desautorizado y cataléptico a merced de la exigencia de aliados de coyuntura y un partido inmerso en un proceso alborotado de restructuración interna, siembra la inquietud generalizada en un país estancado que necesita de revulsivos perentorios para salir de la quiebra social y recuperar un cierto rumbo de crecimiento. Tampoco se le ha oído al presidente una palabra sobre la intranquilizadora situación desencadenada en el País Vasco por su penúltima maniobra aventurerista: la legalización de Bildu. Los herederos de Batasuna constituyen de hecho un partido antisistema al que las elecciones han otorgado una cuota de poder municipal y foral que amenaza con desestabilizar el statu quode Euskadi. Los arúspices gubernamentales tratan de presentar la emergencia de los continuadores de ETA como un síntoma esperanzador de aislamiento democrático de la banda, pero los hechos son tercos: la coalición apoyada por Batasuna, y compuesta por muchos de sus miembros, ha entrado con fuerza en las instituciones sin que se produzca el desistimiento de las armas y sin condenar el terrorismo; un hecho que, además de una falta de respeto a las víctimas, supone un premio por adelantado, deja al Gobierno constitucionalista de Patxi López a los pies de sus adversarios, retrocede una década en la resistencia democrática contra el terror y constituye quizá el más infame y peligroso legado del buenismo socialdemócrata que ha caracterizado el mandato presidencial de Zapatero. La teoría de los vasos comunicantes relaciona el descalabro socialista con la consolidación efectiva de una alternativa de Gobierno que se ha impuesto en todas las vertientes. Ni la revuelta de los jóvenes «indignados» con el establishmentpolítico ni el avance de las vías terceristas representadas por Izquierda Unida y UPyD —receptoras de gran parte del voto del desencanto— han mermado la arrasadora victoria del Partido Popular, superior incluso a sus propias expectativas como consecuencia del hartazgo ciudadano. Un triunfo sin precedentes que consagra la estrategia moderada de Mariano Rajoy, capaz de atravesar la campaña y la precampaña con un discurso impermeable a influencias y provocaciones para imponer la evidencia de sus credenciales al relevo. Rajoy sale de estas elecciones investido de «presidente a la espera», en condiciones de apretar con firmeza la presión de una disolución anticipada de la legislatura y respaldado por la confianza masiva de muchos españoles que, sin ser votantes tradicionales del centro-derecha, parecen dispuestos a prestarle su apoyo. El PP tiene derecho a la euforia, aunque haría mal sin embargo en proclamarse vencedor anticipado de las próximas generales. En primer lugar porque sus resultados objetivos muestran, a pesar de lo abultado de las diferencias, cierta fatiga electoral en territorios hegemónicos como Madrid o Valencia, donde el obligado encogimiento de los recursos públicos o la insuficiente respuesta a la corrupción han empezado a pasarle una incipiente factura de desgaste. Y en segunda instancia porque los populares no deben olvidar que la catarsis socialista ya se ha producido. El descontento con el zapaterismo ha hecho crisis aguda en esta convocatoria y la penitencia ha sido impuesta en sus máximos términos. Será difícil que el PSOE vuelva a recibir un castigo similar; Zapatero desfila hacia la salida y es probable que parte de sus electores habituales consideren cumplida la pena y retornen a la llamada de un nuevo candidato para cerrar el paso al adversario. El socialismo puede haber tocado fondo y, aunque el destrozo ha sido enorme, es necesario contar con la resistencia del músculo orgánico que siempre ha demostrado tener. Un factor que dependerá de cómo el presidente gestione sus «minutos de la basura», en paralelo con el futuro sucesor, hasta el final del mandato que parece empeñado en agotar contra todo atisbo de sensatez. Teniendo en cuenta su desastrosa impericia en el manejo de los tiempos y su contrastada ausencia de rigor analítico, no puede descartarse que el curso de los acontecimientos, impulsado por su propia debilidad, pueda resultar determinante a la hora de transformar la inevitable recomposición de su desencuadernado partido en una hoja de ruta hacia la hecatombe. Tsunami azul vs. Nuevo PSOE Javier Valenzuela – El plural Era previsible pero no por ello verlo materializado deja de ser menos impresionante. Un tsunami azul se ha adueñado del mapa de España: la derecha conservadora añade el poder municipal y autonómico absoluto a su amplia hegemonía económica, judicial, institucional y mediática. Solo le falta la guinda de La Moncloa para conformar eso que Nacho Escolar califica acertadamente hoy en Público de “una España monopartidista”. No es que el PP haya subido espectacularmente: su ganancia en votos es de medio millón. Es que el PSOE se ha hundido espectacularmente: pierde un millón y medio de votos. Cabe imaginar que se trata de progresistas que se han abstenido o han votado IU, UPyD, en blanco o nulo. La crisis económica y la gestión de la misma por parte de Zapatero –desde la tardanza en reconocerla hasta los duros recortes sociales del último año- explican su actitud. En los días anteriores también vimos cómo los socialistas han perdido la confianza de esa juventud (15 M) que ha llenado las plazas de España para pedir que se gobierne para los ciudadanos y no para los banqueros y los poderosos. Nuevas políticas Así que le llamen como quieran: renovación, regeneración, renacimiento, refundación… Y que lo hagan como quieran: primarias, congreso extraordinario, estados generales… Pero, por su propia salud y por la de la España progresista, parece imprescindible que los socialistas piensen en nuevas políticas para la segunda década del siglo XXI, en una nueva oferta que proponer a los trabajadores asalariados y autónomos, los pequeños y medianos empresarios y las clases medias. Efecto Rubalcaba Dicho lo cual, ¿qué fue del “efecto Rubalcaba”? ¿En qué quedó la “remontada”? Sobre las fantasías desencadenadas en algunos círculos tras el último cambio de Gobierno de Zapatero escribí en EL PAÍS del 25 de octubre un artículo titulado: “El cuento de la lechera no es un programa”. Los socialistas, dije entonces, necesitan un nuevo programa que los haga claramente reconocibles como fuerza de izquierda en los asuntos hoy cruciales: los del comer. No es una cuestión de rostros o nombres, es una cuestión de ideas y de propuestas, especialmente en el terreno de la economía. Política de altura o… Los socialistas perdieron su alma al renunciar a políticas económicas socialdemócratas y ahora han perdido también las elecciones. No deben engañarse de nuevo. De esta no salen con politiquería, sino con política de altura. Si no lo hacen, el tsunami azul, el monopartidismo conservador, está aquí para perdurar. Pero el PSOE tiene un problema añadido: ¿cómo puede abordar en los próximos meses una renovación que solo puede ser creíble si se desmarca de las políticas económicas aplicadas en el último año a la par que sigue gobernando con esas políticas? ¿Agotar la legislatura? Zapatero insistió anoche en su voluntad de agotar la legislatura. Ahora bien, añadió que pensaba seguir aplicando las “reformas”, esto es, el programa que le exigen los mercados y organismos financieros internacionales. En estas circunstancias, ¿cómo puede el PSOE alumbrar en los próximos meses una oferta verdaderamente distinta en ideas y en políticas para 2012? Sería una situación extraña: un PSOE viejo y resignado en el Gobierno y otro nuevo y crítico en gestación. Viene entonces esta pregunta: ¿debe esperar la renovación del PSOE a la repetición en 2012 de un castañazo como el de ayer? Y si espera, ¿no será ese castañazo inconmensurable? Por ejemplo, ¿qué atractivo tendría que en 2012 al zapaterismo ayer apaleado en las urnas le reemplazara como oferta electoral el regreso del felipismo?