recull d`articles d`opinió sobre les eleccions locals i autonòmiques

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RECULL D’ARTICLES D’OPINIÓ SOBRE
LES ELECCIONS LOCALS I AUTONÒMIQUES
A continuació us oferim un recull d’articles apareguts
en diversos mitjans locals i nacionals que reflexionen
sobre els resultats de les eleccions del 22 de maig i les
seves possibles conseqüències.
El peso de la púrpura contiene la euforia
Llorenç Riera – Diario de Mallorca
El PP comienza a administrar su éxito apabullante a partir de la cautela y la
actitud conciliadora que aconsejan la realidad económica, el paro, las
problemáticas sociales y la necesidad de recortar la Administración
Un traspaso de poder más rápido, claro y contundente era imposible. Todo ha
cambiado de golpe con la simple mediación de la noche electoral. Por decisión
inapelable del electorado, el PP ha pasado del marcaje y la presión al extinto
pacto encabezado por Francesc Antich a tener toda, absolutamente toda, la
responsabilidad de gobierno en sus manos. No tendrá traba política alguna –la
coyuntura económica y la exigencia social es otra cosa– y por tanto tampoco
excusa para cumplir con las expectativas que la maquinaria del partido ha
cuidado de alimentar y que tan buen rédito electoral le han dado. Ante una
realidad cruda y dura, el peso de la responsabilidad íntegra, prácticamente
sobrevenida, cae con mayor fuerza. Aún dentro de las mieles de una victoria
inapelable, ésta es la sensación que parece experimentar el PP de Balears en
un comportamiento delimitado por sus propios dirigentes, sabedores de que la
euforia, por imperativo de la realidad a administrar, no puede declinar en una
arrogancia y adulación que acabaría por volver la actual expectativa en rechazo
social. El PP paladea el éxito pero también el peso de la púrpura en una
dimensión mayor a la prevista.
Este periódico publica hoy una entrevista con el president in pectore del
Govern. Cuando sobre el papel lo tiene todo a favor para hacer lo contrario,
José Ramón Bauzá se muestra sin embargo moderado y conciliador. A pesar
de que toda la aritmética parlamentaria suma en beneficio suyo y que, de
Govern para abajo, cualquier institución permanecerá bajo su control, tiende la
mano al consenso sabedor de que ya es el responsable de reducir la cifra de
144.000 parados. Podrá prescindir de cualquier apoyo político externo pero no
de otros respaldos sindicales, empresariales y cívicos más difíciles de definir y
contentar.
Bauzá se reserva la utopía en materia de organización educativa, se muestra
temeroso ¿o precavido para curarse en salud? sobre las cuentas de la
Comunidad, planea sobre el idioma y se vuelve resignado ante el plus de tener
que lidiar en casa propia porque la reducción de cargos y departamentos no le
permitirá contentar a todos. Pero los hombres y mujeres fuertes de su Govern
serán, con toda probabilidad, los que ya apuntaban mucho antes de las
elecciones. Entre otras cosas porque la solvencia no va sobrada de candidatos
y porque Bauzá no dejará de ser presidente del PP, una familia en la que
imperan muchos equilibrios domésticos armonizados ahora sólo por el aperitivo
de un poder en el que muchos aspiran a manjares mejores.
Pero mientras el PP comienza a controlar con dosis de realidad el empacho de
su victoria apabullante, al PSOE no le queda más remedio que diagnosticar el
contenido exacto del batacazo estrepitoso que le ha ocasionado unos
moratones y una depresión cuya curación pasará por la renovación de cargos y
el suministro de altas dosis de entusiasmo. Parece haber unanimidad a la hora
de interpretar que la política estatal y la realidad económica han contribuido de
forma decisiva a trastocar por completo la correlación de fuerzas y el mapa
político de Balears. Una cartografía estratégica dentro de la cual el
nacionalismo de izquierdas resiste y sólo podrá aspirar a cuotas mayores si
aprende la lección definitiva de la unidad y la coalición, incluso con un
regionalismo de predisposición convergente en el que no tienen lugar las
minorías ni las aventuras individuales. La política de las islas será
definitivamente diferente después del 22-M.
Majoria absoluta, carácter i voluntat
Joan Riera – dBalears
La diferència entre Bauzá i Antich es diu àmplia majoria per governar. Bauzá
parla de reduir conselleries i empreses públiques. Té 35 diputats que li donen
suport: cap problema; es farà. Antich intentà el mateix l'estiu de l'any 2009. Els
seus propis socis de govern li ho impediren. Va fer anques enrere. L'únic que li
deixaren fer fou eliminar la Conselleria d'Agricultura, una ridícula sortida per
poder justificar que havia fet alguna cosa.
La política és l'art d'assolir majories i mantenir-les. Bauzá s'ha trobat amb
aquesta força unida, l'única capaç de tirar endavant un país. Antich ha presidit
un calaportal farcit de gelosies, travetes i ràbia caïnita. Dins el PSOE l'algaidí
ha patit Francina per un costat, Calvo per l'altre, i menorquins i eivissencs tirant
pel seu vent. I sempre havent de pactar amb un Bloc malavengut.
I a sobre Antich cedí davant els que volien capolar UM, el seu impagable aliat
de dretes, autèntic tap del PP durant dècades i també amb unes bregues
internes que posaven els pèls de punta. Al final, les urnes han passat factura.
Tan car ho ha pagat Antich com els que l'animaven a fer caïnisme envers els
seus propis aliats. El resultat ha estat la pèrdua de la majoria, política i
sociològica. I quelcom més important: es va destruir la voluntat de mantenir
l'equilibri articulat el 2007. Es va renunciar a allò essencial, que fou substituït
per una embogida pugna per voler aconseguir més poder partidista a curt
termini. I a sobre, Menorca i Eivissa a la deriva, que han acabat per engrandir
el triomf de Bauzá.
El PP ha estat tot el contrari. Ha rebut per totes bandes sent oposició. Però a
l'hora de la veritat el seu electorat es plantà davant les urnes cohesionat i
decidit. José Ramón Bauzá, Maria Salom i Mateu Isern són el producte
d'aquesta pinya social, són l'expressió d'una voluntat comuna de primer resistir
a tota costa i després d'avançar fins a reconquerir el poder. Bauzá és el fruit
d'una consciència d'unitat, del caràcter d'una societat civil. És cert que el
marratxiner arriba al Consolat en una conjuntura d'alarmants vaques magres,
és veritat que haurà de prendre mesures de gran austeritat. Però ja ha tingut
carta blanca per fer les primeres i més importants passes: la regeneració i
renovació interna de la cúpula del seu partit, poder presentar una oferta que
sembla començar de bell nou. Tindrà també suports d'acer a l'hora de reclamar
austeritat.
La factura de la crisis y otros factores del cambio
Editorial – Diario de Menorca
El voto del pasado domingo ha castigado al partido del gobierno, a quien el
ciudadano atribuye la responsabilidad sobre la crisis económica. Hay una
lectura en clave nacional inevitable a la hora de entender el vuelco en las
urnas, las elecciones locales sirven de termómetro fiel de la situación general y
la experiencia muestra que con frecuencia anticipan el devenir de las
legislativas, interpretación que ha ganado firmeza tras estos resultados. El
efecto Zapatero que un día sirvió de estímulo socialista hoy se ha convertido en
una rémora, una causa más de la debacle de su partido. Salvo la
excepcionalidad política vasca, la ola popular ha alcanzado todo el territorio
como expresión clara del cambio que demanda la población.
Ese es el mensaje, claro, sin ambigüedades, expuesto a los nuevos
gobernantes en sus respectivos ámbitos, obligados a afrontar los problemas
que deprimen a la sociedad de hoy. El Partido Popular ha de asumir que el
poder que se ha dejado en sus manos no es sino un medio para poner en
práctica políticas de cambio que respondan con satisfacción a esa inquietud, el
reto no acaba ganando en las urnas, empieza en ese momento, máxime en
una coyuntura que reclama más esfuerzo que nunca y la recuperación de la
credibilidad en las instituciones y en sus gobernantes.
La comunidad balear se ha expresado en el mismo sentido, nunca el PP había
obtenido tanto respaldo y, en la misma proporción, nunca un gobierno había
sufrido tal descalabro. La línea de regeneración y transparencia ofrecida por
José Ramón Bauzá ha calado en la fe de los ciudadanos, dispuestos a apostar
por la eficacia como contrapartida a la funesta etapa de la política balear
marcada por vergonzantes episodios de corrupción. A la fuerza de ese mensaje
y el viento a favor que soplaba para el PP, la gestión del Ejecutivo de Antich
apenas ha ofrecido resistencia, han sido cuatro años de inestabilidad, liderazgo
débil, mayoría insuficiente, con más agitación que gobierno, circunstancias que
no han pasado desapercibidas. De repente, la izquierda que gobernaba en
todas las instituciones de las Islas, se ha quedado desnuda sin que se haya
leído todavía una autocrítica serena sobre tal fenómeno.
Menorca no ha sido ajena a la marea popular que, en el conjunto nacional, ha
superado incluso los resultados de 1995, en vísperas de la primera victoria de
Aznar. Maó ha registrado el cambio más espectacular, la quiebra de siete
mandatos consecutivos de la izquierda con hegemonía incontestable del
PSOE, que ha perdido votos y, en particular, la tradicional fidelidad de su
electorado, que ha entendido la necesidad del cambio por razones de
naturaleza económica y, después de 28 años, razones de higiene política a
través de la alternancia.
La mayoría absoluta también da color popular a Sant Lluís y Alaior, en otros
tres ayuntamientos ha sido el partido más votado y, salvo que pactos
inesperados lo impidan, podrá gobernar. Se intuye una fuerte respuesta sin
llamada previa al voto útil, lo que ha redundado también en un fuerte castigo a
pequeñas formaciones que hasta ahora habían jugado su papel en coaliciones
y acuerdos de gobierno. El reforzamiento del bipartidismo es consecuencia del
especial momento de crisis que atravesamos, menos propicio a los matices.
En positiu
Bernat Joan i Marí – Diario de Ibiza
Després de la victòria aclaparadora del PP a l´illa d´Eivissa, tant a nivell
municipal com al Consell i al Parlament, els partits progressistes podrien caure
en diverses temptacions que, des del meu punt de vista, els resultarien poc útils
i poc interessants. Es podria, per exemple, caure en el derrotisme pur i dur,
sense intentar analitzar gaire les coses i donant la culpa de la pròpia derrota a
una societat que no ens acaba d´entendre.
Això seria un error molt gran. La gent vota amb moltíssima més consciència del
que pugui semblar en primer terme. Estic absolutament en contra de la teoria –
d´arrels marxistes– segons la qual la gent està alienada i vota per consignes
poc clares o per qüestions merament superficials. Una altra cosa és que
puguem compartir o no els valors de la majoria de la població.
El PP ha guanyat les eleccions de manera tan clara i contundent perquè la
majoria de la gent considera que les receptes per a la crisi que té l´univers
conservador-liberal són millors que no les que s´ofereixen des del cantó
socialdemòcrata (no diguem ja des d´opcions altermundialistes, de les quals la
majoria de la població fuig com de la pesta). Una majoria s´estima més unes
institucions més primes, una intervenció més baixa des dels poders públics. I,
sobretot, a la gent, especialment en temps de crisi, li produeix molta recança
pensar que se li cobren impostos per garantir que els més desafavorits de la
societat (o els que tenen menys tendència a endoblar l´esquena) puguin viure
dignament. Una majoria de la població, n´estic ben convençut, prefereix que
augmenti la seua pròpia inseguretat, en general, si aconsegueix que li baixin
els impostos. I potser això és el que ara fa falta per reactivar l´economia. No en
tenc ni idea. Però els signes, des del meu punt de vista, no deixen lloc a dubte.
Per tant, l´esquerra no ha patit cap tipus de fatalitat. Senzillament, cada vegada
que es deia que, passi el que passi, es garantirà la sanitat pública, o que
s´universalitzaran els serveis socials, o que es plantejava qualsevol mesura en
aquesta direcció, a una majoria de la societat se li posaven els cabells drets. I
precisament la democràcia consisteix a fer que la gent pugui escollir, lliurement,
entre models diferents. I ha escollit, ben clarament.
La reacció a la defensiva consistiria a atacar tot allò que faci el PP quan vagi
governant les institucions. Seria un greu error. D´una partida de ping-pong
només en pot sortir guanyador, ara mateix, el Partit Popular. Per tant, una
oposició constructiva afavorirà tothom.
Com a teràpia personal, preferesc posar per davant els elements positius que,
des de la meua òptica minoritària però no marginal ni antisistema, podem
extreure de les eleccions del 22-M. El primer és l´èxit d´algunes formacions
polítiques no majoritàries: GentxFormentera ha tret un resultat espectacular, el
PSM tendrà cinc diputats al Parlament de les Illes Balears, juntament amb dues
persones amb clara consciència nacional al grup mixt, i existeixen elements per
a un tercer espai embrionari, a Eivissa (un conseller de Gent per Eivissa, una
diputada de Pacte per Eivissa, cinc regidors de Nova Alternativa). En segon
lloc, i a nivell més general, Convergència i Unió ha guanyat les eleccions a
Catalunya i el Partit Nacionalista Basc les ha guanyades a Euskadi.
El tercer espai que algun dia acabarem construint a les Balears s´ha consolidat
plenament a les Canàries, on hi ha un empat –aproximat– entre el PP i Coalició
Canària, amb un PSOE bastant despenjat. I es comença a veure també ben
clarament, a la graella de sortida, al País Valencià, on Compromís pel País
Valencià ha tret cinc diputats a les Corts Valencianes i sis regidors a
l’ajuntament de València.
Tot això són elements positius, que ens permeten acostar-nos a l’activitat
política de manera constructiva i dinàmica. El vespre del 22 vaig felicitar, en
primer lloc, algunes persones destacades del PP d´Eivissa, en segon lloc li vaig
fer arribar l’enhorabona al secretari general de CiU, Oriol Pujol, i, last but not
least, vaig dir zorionak! als amics Maiorga Ramírez i Patxi Baztarrika. A tots els
vaig desitjar sort i encert. També a tothom qui comenci, avui mateix, la tasca de
fer d’oposició.
Tsunami del PP: ¿porqué? y ¿ahora qué?
Antoni Tarabini – Diario de Mallorca
Los populares han arrasado en Balears. Han ganado con mayoría absoluta
apabullante en todas las instituciones autonómicas (Parlament y Consell,
excepto Formentera), así como en la mayoría de ayuntamientos relevantes de
todas las islas, destacando el triunfo popular en el ayuntamiento de Palma
donde Aina Calvo (PSOE) incluso ha perdido dos concejales. Tiempo habrá
para analizar y evaluar las consecuencias de tal victoria e incluso para
profundizar en las consecuencias que puede y debería tener en el PSIB-PSOE
su indiscutible derrota, que no puede explicarse sólo por los efectos negativos
de las políticas de ZP.
Hoy como primer comentario de urgencia, dos preguntas básicas pueden
plantearse: una referida al pasado reciente: ¿por qué han ganado?; y otra
orientada al futuro próximo: ¿y ahora qué?
Voy a referirme específicamente al triunfo del PP, que les permite una mayoría
casi insultante en el Parlament, y en consecuencia formar gobierno monocolor
presidido por JR Bauzá.
Los populares han ganado en Balears, y no sólo aquí, porque han planteado
una estrategia electoral exitosa por méritos propios y errores ajenos. Tenían
una parte del terreno abonado por la grave situación socioeconómica, y por la
nula pedagogía del gobierno de ZP para explicar las duras medidas tomadas.
En consecuencia, el primer objetivo fue convertir las elecciones autonómicas y
municipales en un plebiscito a ZP. Y lo han conseguido: se ha debatido más,
incluidos los mitines, de asuntos referidos a las políticas propias del gobierno
de ZP que de propuestas que afectasen a las CC.AA. o a los municipios. El
segundo objetivo fue diseñar una campaña de perfil bajo, con escasa presencia
especialmente en las CC.AA. donde estaban en la oposición, con mensajes a
la contra y con propuestas genéricas. Y les ha dado rédito.
Por otra parte, en concreto en el caso de nuestra Comunidad, la desaparición
electoral de la masa electoral de la ExUm (al no alcanzar ni la Lliga ni
Convergència representación) sin duda ha favorecido al PP, como partido más
votado. Sin olvidar que la división de la izquierda, el antiguo Bloc, ha conducido
a una disgregación de tal voto, y en consecuencia con peores resultados. Pero,
además, los socialistas no han conseguido "tensar" la campaña y han
colaborado en una campaña anodina y de escaso interés. No todo ha sido
negativo en la gestión del gobierno Antich, especialmente al tener que
apechugar con la crisis económica y social, con las consecuencias de la mala
gestión del gobierno Matas, con la corrupción política.....Pero no han sabido ni
comunicar, ni explicar. Nunca han tenido la iniciativa y han ido al rebufo de la
campaña del PP. Aquel argumento de "qué viene la derecha", ha resultado
inútil, sino perjudicial. Recuérdese aquel dicho: las elecciones no se ganan, se
pierden.
Pero, ¿y ahora qué? Como es lógico hay que dejar a los populares que
disfruten de su éxito, así como esperar el discurso de investidura de JR Bauzá
como President donde expondrá las líneas básicas de su gobierno. Sin olvidar
el nombramiento de sus Consellers. Todo este proceso requiere unos tiempos
que en las actuales circunstancias pueden abreviarse al tener mayoría absoluta
en el Parlament. Pero dicho lo cual, se abren una serie de interrogantes previos
que pueden "marcar" la legislatura.
JR Bauzá eliminó de sus candidaturas a todos los imputados, lo que le ha dado
buen resultado electoral al conseguir que la anterior corrupción pareciera que
había sido cosa de otros. Al mismo tiempo ha sabido poner sordina (al menos
provisional) a las distintas familias internas. La derecha balear forma parte de
un mismo partido, el PP. Pero con matices relevantes: una derecha
"derechona"; una derecha regionalista/populista; una derecha homologable con
la europea; algunos vestigios democristianos; una nueva derecha joven y
menos ideologizada, afín a planteamientos neoliberales… Delgado y los suyos,
JM Rodriguez con su poderío, Pastor y cía. , la camada de jóvenes alcaldes
populares, los nuevos asesores electorales de JR Bauzá…Durante la campaña
han dormido el sueño de los corderos. Pero ahora la victoria (peor hubiese sido
la derrota) despierta a los leones dormidos. Cada cual puede reclamar qué hay
de lo mío en el reparto de la tarta del pastel. ¿Pero quienes formarán el núcleo
duro de la presidencia y en consecuencia del gobierno, además de los cargos
de relumbrón? Tales incógnitas no son meras anécdotas.
Hasta ahora JR Bauzá se ha movido con habilidad y poca definición. Sus
propuestas han sido generalistas y de escaso compromiso. Pero ahora como
President de la Comunidad tendrá que definirse y optar. De esta primera
elección de puestos claves (éste o aquél, éstos o aquéllos) puede depender el
modo de hacer política y de gestionar los intereses generales, la elección de
sus prioridades las medidas de reactivación económica y de creación de
empleo, la sanidad y la educación, las políticas sociales… Continuará.
Zapatero es culpable; Antich i Armengol también
José Jaume – Diario de Mallorca
"Zapatero es el culpable". Este es el argumento que los dirigentes del PSOE
balear van a exhibir hasta la náusea para hallar justificaciones al apiolamiento
sufrido, ejecutado sin contemplaciones por el electorado. No se puede dudar de
que la actuación del Gobierno del presidente Zapatero provoca un boquete
descomunal por el que se ha desangrado y desangra el voto socialista. Así es,
pero no es toda la verdad: los dirigentes del PSOE, un pusilánime Antich y,
principalmente, Francina Armengol, la máxima dirigente del partido en Mallorca,
han contribuido no poco a que el hundimiento haya adquirido las descomunales
proporciones del 22-M, porque, para que la mortificación socialista sea más
dolorosa, el PP se ha limitado a mantener, décima más o menos, los
porcentajes obtenidos en las elecciones de 2007, los mismos que entonces no
le bastaron para alcanzar la mayoría absoluta que ahora le rebosa.
La enfermedad del PSOE balear se diagnostica en que desde hace tres
décadas jamás ha tenido la resuelta voluntad de convertirse por sí mismo en
partido de gobierno. Tuvo un dirigente llamado Juan March, del que proceden
tanto Antich como Armengol, que siempre mantuvo un enorme complejo de
inferioridad hacia el PSM. March creyó que el Partido Socialista Obrero
Español necesariamente tenía que ser tan o más nacionalista de izquierdas
que el PSM, lo que se tradujo en una actuación política que reiteradamente
desconcertaba a sus votantes. Las diferencias de porcentajes entre elecciones
autonómicas y generales siempre fue el recordatorio de lo equivocado de la
estrategia, nunca corregida, sino potenciada.
Después vinieron las ententes con Unió Mallorquina, hasta que, en los cuatro
años precedentes, el PSOE, presa de los nervios al aflorar los casos de
corrupción, optó por ayudar a reventar al partido bisagra, como si no fuera
suficiente el suicidio que éste estaba protagonizando. Aquí ha jugado un papel
relevante Francina Armengol, su ideólogo de cabecera, Cosme Bonet, y algún
que otro estratega que siempre se deja caer por el Consulado del Mar cuando
los socialistas lo han ocupado. Armengol, que maquina sustituir a Antich al
frente de poco más que la nada, es quien ha empujado al presidente en
funciones a la situación de absoluto desamparo que ha desembocado en el
descalabro que acaban de vivir los socialistas. Armengol no entiende nada de
lo que ha sucedido, quiere, cueste lo que cueste, ser la secretaria general del
PSOE balear, seguir haciendo del partido una organización netamente
nacionalista y aprovechará el período de inmensa debilidad y desorientación
que se abre para conseguir sus propósitos. Basta repasar el discurso que la
presidenta en funciones del Consell de Mallorca espetó años atrás, en una de
las primeras "diadas" de Mallorca que organizó, para conocer con nitidez quién
es Armengol y qué es lo que se propone. Cuando ofreció aquel discurso un
conocido socialista aseguró que lo dicho podía suscribirlo sin problemas
cualquier partido nacionalista e incluso independentista. Armengol nunca fue
reconvenida por los suyos y todavía pertenece al comité federal del PSOE,
además de hacer y deshacer prácticamente como le viene en gana en el
socialismo mallorquín.
Se sabe que en Menorca y en las Pitiusas, donde los socialistas también han
sido soberanamente vapuleados (lo de Menorca es una hecatombe para Joana
Barceló), no quieren que Armengol sea la próxima secretaria general, por lo
que la pelea promete no defraudar, en la mejor y acreditada tradición cainita del
socialismo balear. La cuestión es que si el PSOE no cancela para siempre la
etapa que abrió Juan March, si no deja de ser PSIB y se convierte otra vez en
PSOE, para lo que tanto Armengol como Antich, Diéguez y muchos de los que
se sentarán en el Parlament para penar en la oposición no están en
condiciones, y aguarda que pierda fuerza la actual marea azul del PP, no podrá
atisbar la posibilidad de gobernar otra vez algún día la Comunidad Autónoma,
los consells y Palma. Se ha quedado sin muletas, sin proyecto y sin líderes.
Está todo por hacer, incluida la difícil operación de desembarazarse de
dirigentes como Francina Armengol, que prefieren apacentar la insignificancia
antes que posibilitar un cambio que acabe por convertirlos en alternativa. De no
hacerlo, casi con seguridad que al PP le basta con no hacer nada para
gobernar varias legislaturas.
En horas difíciles
Jordi Sevilla - El País
La renovación socialista que encabezó Zapatero fue acogida con ilusión. Pero
algo habrá hecho mal para que hoy los acampados en las plazas exijan
democracia real y el PSOE tenga tal pérdida de votantes
Soy persona de asentadas convicciones progresistas y me niego a aceptar
que, en el siglo XXI, todavía una de las dos Españas venga a helarme el
corazón. Es más, estoy convencido de que si hacemos una lista con los 10
principales problemas colectivos graves, ninguno de ellos se resolvería desde
la confrontación entre opciones ideológicamente excluyentes. Antes bien, todos
requerirían el acuerdo entre instituciones y partidos de muy diversas
adscripciones.
La llamada "oposición útil" que impulsamos con éxito el equipo que ganamos el
35º Congreso del PSOE, con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza, se
basaba en esa creencia: en democracia, hay asuntos para la confrontación
entre opciones ideológicas distintas y otros muchos que deben ubicarse en el
espacio de la negociación, el acuerdo y el pacto, porque solo ahí encuentran
solución. Haber olvidado esto, especialmente en lo relativo a la crisis
económica, es lo que ha llevado al socialismo español y, lo que es más grave,
a España, a la situación actual.
Pocos negarán que aquellos "jóvenes nacionalistas" -como nos definió la
prensa americana- que sustituimos en la dirección del PSOE a una "vieja
guardia" que había sido derrotada en las elecciones generales del 2000,
encarnábamos un proyecto de renovación del socialismo y de cambio para la
sociedad española que generó mucha ilusión en ámbitos muy plurales del país.
Algo habremos hecho mal desde entonces para haber llegado hasta aquí: cinco
millones de parados, una sociedad frenada por la confrontación política,
ciudadanos acampados en las plazas públicas exigiendo una democracia real,
listas electorales cargadas de imputados que son refrendadas en las urnas,
prima de riesgo disparada y una gran pérdida de apoyo por parte de los
votantes.
En el imaginario colectivo, la primera legislatura del presidente Zapatero está
vinculada a la ampliación de derechos civiles y sociales desde una perspectiva
individual, al intento de reorganizar el conflicto territorial heredado, con un plan
Ibarretxe y una reforma del Estatut catalán en marcha cuando llegamos al
Gobierno, así como a una nueva tentativa, tristemente frustrada, de acabar con
el problema terrorista.
A pesar de todos los problemas causados por la incomprensión sobre la
gestión del asunto catalán y la imposibilidad de llegar a un acuerdo con el PP
sobre el mismo, los ciudadanos refrendaron en 2008 la acción del Gobierno
con una mayoría más amplia. Pero ahí se sentaron ya las bases de los
problemas posteriores: una polarización creciente de los problemas en torno a
un esquema conflictivo PP-PSOE estimulado desde la derecha mediática, la
concentración excesiva del poder socialista en muy pocas manos y la
utilización pasiva de un modelo económico enfermo, pero que sirvió para
justificar superávits presupuestarios, avances en renta per cápita y reducciones
históricas de la tasa de paro.
El poder político empieza a ser entendido y practicado entonces, desde el
Gobierno, como un juego de sombras chinescas donde la apariencia
predomina sobre la realidad, la emoción sobre la razón, el símbolo sobre la
pedagogía y la sorpresa permanente sobre el proyecto conocido y trabajado.
Así, cuando estalla la mayor crisis económica sistémica de la historia reciente,
en lugar de aprovecharla para depurar los elementos tóxicos de nuestro
sistema económico a favor de una regeneración productivista, emprendedora,
innovadora, ética y medioambientalmente sostenible, nos enrocamos en
posiciones absurdas, alejadas de la percepción mayoritaria de la sociedad,
convencidos, en el fondo, de que no requería mayores esfuerzos que dejar
pasar el tiempo aparentando que se hacían cosas, como la aprobación de
medidas y más medidas o negociando los Pactos de Zurbano, de los que nos
costaría recordar alguna propuesta.
El problema no ha sido la crisis mundial, sino la gestión de esa crisis, en la que
el Gobierno ha pasado por tres etapas: negarla, intentar espantarla con
medidas periféricas y, por último, asumir un plan de ajuste impuesto desde
fuera, que repartía los sacrificios de manera desigual e injusta entre la sociedad
española.
Y todo ello desde la lejanía y la soledad de quien ha pedido reiteradamente que
se le dejara solo ante el peligro y, al final, lo ha conseguido. La crisis
económica ha sido una oportunidad perdida para haber intentado una labor de
pedagogía política, empezando por la necesidad de llegar a acuerdos con el
principal partido de la oposición y con las instituciones gobernadas por él, como
las comunidades autónomas. Ignoro cómo hubiera reaccionado el PP, pero
creo que no intentarlo en serio, por considerar que la crisis era una cosa
pasajera a abordar desde la confrontación partidista, ha sido la principal
equivocación del presidente Zapatero. Y, además, no ha evitado el alejamiento
de una cierta izquierda que no ha entendido medidas como la supresión del
impuesto de patrimonio el mismo año que se congelaban las pensiones.
El empeño de reducir la política democrática a un ejercicio de confrontación
partidista, más que ideológica, está detrás de buena parte de los problemas
actuales. Obliga a primar al partido sobre los ciudadanos, con lo que
desaparece una idea de la política como servicio público y se pierden de vista
los intereses generales que deben anteponerse a los intereses de parte.
El propio presidente Zapatero ha reconocido haber cometido dos errores: tardar
en reconocer la crisis y no estar preparado para una legislatura protagonizada
por una recesión tan profunda. Yo añadiría alguno más: haber olvidado que la
política democrática, a diferencia de la aristocrática, tiene que ser algo útil y
participativo, es decir, algo que debe resolver problemas de los ciudadanos y
con los ciudadanos. Si la acción política partidista no está dirigida a resolver
problemas sociales, acaba siendo percibida como algo ajeno, que solo interesa
a los miembros de una casta política endogámica.
No estuve de acuerdo con que el presidente Zapatero renunciara a presentarse
como candidato por tercera vez y que lo anunciara con antelación. Pero el
actual embrollo en que nos encontramos los socialistas y el país solo puede
empezar a resolverse si hacemos dos cosas simultáneamente: efectuar una
catarsis renovadora en el PSOE, en forma de primarias, y encontrar una
alternativa a la actual manera de hacer política y a su contenido.
El único objetivo de la misma debería de ser recuperar la confianza mayoritaria
de los españoles y no solo buscar la mejor manera de asegurar los puestos de
la cúpula partidista. Sin este esfuerzo, las cosas no mejorarán para el
socialismo y los españoles verán reducida la posibilidad de tener, en la
negociación de soluciones, opciones distintas a las conservadoras, o las
buscarán en otro sitio.
Por otra parte, el presidente debe aprovechar que ya no es candidato de
partido, para convocar al nuevo líder socialista y al líder de la oposición en
torno a un Programa de Recuperación Económica y Regeneración
Democrática, que incluya aquellas reformas que se están pidiendo desde
distintos ámbitos de la vida española.
Reformas que exigen medidas profundas que ponen en guardia diferentes
intereses afectados. Por ello, como en otros momentos de nuestra historia,
deben abordarse desde la pedagogía, el acuerdo y la fuerza hegemónica de los
partidarios del cambio, frente a los resistentes al mismo.
En estos casos, pensar que hay dos y solo dos soluciones excluyentes y que
se corresponden con uno u otro partido, es una simplificación paralizante, como
pronto tendrá ocasión de comprobar el PP, hoy triunfante ganador de las
recientes elecciones.
El castigo electoral no debe frenar las reformas
Editorial – Cinco Días
Como desde el propio PSOE se presagiaba antes de comenzar el recuento, el
Partido Popular se impuso ayer con claridad en unas elecciones autonómicas y
municipales que han supuesto una verdadera debacle para los socialistas. En
los comicios locales, el partido liderado por Mariano Rajoy ha obtenido
prácticamente dos millones de votos más que el PSOE y se ha convertido en la
fuerza política más votada, con más del 37% de los sufragios. Los socialistas,
que han sido duramente castigados, han cedido algunos de sus ayuntamientos
más emblemáticos, como Barcelona frente a CiU y Sevilla frente al PP. En las
elecciones autonómicas, el partido de Rajoy se ha afianzado con contundencia
en las comunidades en las que ya gobernaba -Madrid, Murcia, Comunidad
Valenciana, La Rioja y Castilla y León- y ha arrebatado otras, como Castilla-La
Mancha, donde apostó muy fuerte con su secretaria general, y Baleares. Una
contundente victoria en una jornada en la que la gran sorpresa ha sido la
irrupción de Bildu como segunda fuerza política en el País Vasco. Los
resultados confirman con más urgencia, si cabe, el proceso de apertura de
primarias en el PSOE, cuya agenda tiene previsto fijar hoy la Comisión
Ejecutiva Federal. Y, además, abren también importantes incógnitas sobre el
calendario político de los próximos meses, algo nada aconsejable para la
economía.
Pese a que la actualidad está ahora inevitablemente centrada en el análisis
político y la habitual resaca poselectoral que sucede a los comicios, la
coyuntura económica que vive España hace imprescindible que los elegidos se
pongan manos a la obra con firmeza y sin demora. En ese sentido, la gran
asignatura que las Administraciones regionales tienen pendiente es un
compromiso serio y efectivo con el rigor presupuestario, que se ha convertido
en frágil talón de Aquiles de las cuentas públicas españolas. En contraste con
el esfuerzo llevado a cabo en materia de contención de gasto por el Estado
central, nada menos que nueve comunidades autónomas cerraron 2010 con un
déficit superior al exigido. Esa persistente indisciplina fiscal constituye un
pesado lastre para el conjunto de la economía con el que es urgente acabar.
Si las cifras oficiales constituyen un problema, la posibilidad de que los
cambios de gobierno hagan aflorar bolsas de déficit oculto en algunas
comunidades autónomas constituye un factor de riesgo añadido. Como ya
ocurrió en Cataluña, es hora de abrir cajones y revisar facturas, pero también
de hacerlo con rigor y sin exagerar los desajustes. Es decir, con
responsabilidad. Las voces de los expertos aseguran, desde muy distintos
ámbitos, que en algunas arcas regionales descansa un importante número de
facturas no abonadas y de pagos diferidos. De confirmarse, se trataría de una
bomba de relojería financiera y de un golpe a la dura carrera por recuperar la
confianza de los mercados que ha emprendido España. Sanear esas cuentas y
limpiar esos balances no es tarea fácil y requerirá una buena dosis de
sacrificio, pero resulta absolutamente necesario.
Pese a contar con un mapa político muy adverso, el presidente del Gobierno
ha reiterado que el Ejecutivo no está dispuesto a adelantar el calendario
electoral. Tiene razones para ello. Pero debe hacerlo con el objetivo
irrenunciable de seguir avanzando en las reformas sin caer en la tentación del
inmovilismo para no añadir mayor desgaste al que ya carga sobre sus
espaldas. No ha de olvidar que las reformas emprendidas van en la buena
dirección, pero que ni las instancias internacionales ni los mercados -que
continúan fustigando a la prima de riesgo- las dan por terminadas. En esa
agenda de trabajo por hacer -que no debe ignorar el movimiento del 15-Mdestaca la reforma del sistema de negociación colectiva, cuyo retraso resulta
inaceptable en un país con casi cinco millones de parados y en el que las
empresas continúan obligadas a realizar los ajustes de plantilla por vía de
cantidad. Resta también por culminar el proceso de saneamiento del sistema
financiero, cuya sequía en la concesión de crédito no terminará mientras se
siga destruyendo empleo. Son muchas e importantes las medidas que la
economía necesita como presupuesto para estimular el crecimiento y salir de
la crisis. A nadie debe temblarle el pulso, porque no hay tiempo que perder.
Mucha indignación, poca reflexión y malos resultados
Carlos Sánchez Fernández Villacañas – Nueva Tribuna
Los resultados de las últimas elecciones autonómicas y municipales suponen
un avance apabullante de la derecha en España.
En todo caso lo que parece evidente es que fundamentalmente las ha perdido
el PSOE que disminuye sus votos (un millón y medio menos) frente a un
modesto crecimiento de los del PP (medio millón más). ¿Donde fueron los
votos perdidos del PSOE?, parece que en parte a IU (200.000 votos más) y a
UPyD (450.000 votos más), pero en su gran mayoría al voto blanco y/o nulo
(900.000 votos en el total del país). Por supuesto a nivel autonómico ha habido
distintos movimientos de votos que deben analizarse de manera detallada, muy
especialmente en el País Vasco y Navarra donde ha irrumpido Bildu con una
gran fuerza.
Estos resultados merecen algunas reflexiones:
La primera es que tenemos un sistema electoral que penaliza a los terceros y
cuartos partidos y refuerza las mayorías absolutas en muchas ocasiones contra
los resultados de las urnas. Parece evidente que no es razonable que con el
37,54% de los votos el PP consiga casi la mayoría absoluta de concejales y
diputados autonómicos, una vez más se pone en evidencia la necesidad de un
sistema electoral proporcional que se ajuste mas a la realidad social y a las
decisiones de los ciudadanos expresadas en las urnas.
La segunda es como ya se ha dicho que las elecciones las ha perdido el PSOE
porque su política ha conseguido la desafección del 20% de quienes le votaron
en 2007. De manera general hay 3 motivos para ello, es evidente que la crisis
está suponiendo un coste electoral para casi todos los gobiernos europeos (en
Francia el gobierno perdió las regionales y municipales, en Alemania la
coalición de la CDU y los liberales han perdido todas las elecciones regionales,
la última el 22-M, en Italia los partidos del gobierno han sufrido un castigo en
las municipales, la caída de los liberales en Gran Bretaña, etc), es decir la
población esta penalizando en las urnas a los partidos gobernantes en casi
toda Europa seguramente responsabilizándoles de la crisis económica y del
tipo de salida neoliberal que se le está dando. Por otro lado la actuación del
PSOE en España ha sido especialmente mala y las medidas que se han
adoptado frente a la crisis han ido fundamentalmente dirigidas a penalizar a sus
potenciales electores (reforma laboral, pensiones, etc) y a favorecer a los
intereses bancarios y empresariales, con lo que la percepción de la ciudadanía
es que no hay diferencias esenciales en política económica y que por lo tanto
no merece la pena apoyar a un partido que se dice de izquierdas pero que en
la práctica hace políticas de derecha. Por fin el partido socialista ha mantenido
su habitual postura de prepotencia y falta de capacidad para buscar aliados en
su izquierda, ignorando la inteligencia de la ciudadanía y convencido de
manera suicida que las elecciones se ganan en un supuesto centro que tiene
poca realidad social en el país y haciendo continuas concesiones hacia los
sectores más conservadores que nunca van a apoyarle y a los que tampoco
consigue neutralizar (el caso más paradigmático es la iglesia católica que cada
concesión que recibe es un acicate mas para incrementar su presión sobre el
gobierno y que tiene un peso económico e ideológico muy por encima de su
apoyo social como se comprueba en las declaraciones de hacienda, en las
iglesias y en los seminarios).
Obviamente dentro del PSOE y en las distintas CCAA hay muchas diferencias,
pero en esta campaña se han perdido tanto por una campaña inteligente del
PP que ha creado un ambiente de primarias ante las elecciones generales,
como por las repercusiones generalizadas de la crisis económica y de las
políticas de ajuste que no han permitido que se pongan en valor los logros de
los gobiernos autonómicos y que han priorizado los aspectos generales sobre
los locales, en este caso con la evidente excepción del País Vasco.
Los indignados
En este contexto apareció el movimiento 15M que obviamente cristalizaba el
rechazo generalizado a las políticas mayoritarias, a los ajustes económicos
realizados a expensas de los sectores populares, y a un sistema de
representación que prima escandalosamente a los grandes partidos sobre las
posiciones de la ciudadanía. El movimiento, que ha tenido una excepcional
cobertura mediática muy por encima de su realidad (en la Puerta del Sol
habrán participado, tirando por lo alto, no más del 2% de la población de la
Comunidad de Madrid), ha pecado desde el principio de una gran ambigüedad
que lo ha desactivado como fenómeno de presión política: se ha lanzado un
mensaje contra todos los partidos por igual, lo que ha acabado penalizando a la
izquierda, y seguramente explica el aumento de los votos en blanco y/o nulos lo
que, de manera paradójica con los propósitos expresados por el movimiento,
ha penalizado a los grupos mas pequeños y reforzado la hegemonía del PP.
A veces conviene repasar la historia y recordar que en 1933 las elecciones
fueron ganadas por la derecha más reaccionaria debido a la abstención
propugnada por la CNT y que ese fue el principio del fin de la republica. Por
supuesto las condiciones económicas, políticas y sociales son muy distintas,
pero no así la crispación mediática que lleva años alcanzando niveles similares
a los de entonces.
El movimiento, en parte por su espontaneidad, ha pecado de ingenuo y ha
pretendido obviar las repercusiones de las elecciones y de las políticas
institucionales actitud esta que, de mantenerse, desactivara su potencial
regenerador. No parece que pueda mantenerse a medio plazo la ficción de una
isla de utopia en medio del triunfo escandaloso de la derecha, entre otras cosas
porque acabara por imponerse el cuestionamiento de su utilidad social. No
estamos en una dictadura y el sistema acabara digiriendo e instrumentalizando
(si no lo ha hecho ya) al movimiento a menos que se configure como una
alternativa política consistente, como sucedió con mayo del 68 que acabo
siendo un balón de oxigeno para el gaullismo que le permitió mantenerse en el
poder hasta el año 1981.
Los partidos de la izquierda deben de replantearse seriamente la situación, el
PSOE por sus pérdidas estrepitosas e IU por no haber conseguido
capitalizarlas, y ambos porque hay un malestar social que necesita encontrar
un referente político para expresarse e influir para lo que precisa establecer
alternativas propias o verse reflejado en la de los partidos actuales de la
izquierda, porque si no lo hacen el nacimiento de movimientos populistas,
supuestamente apolíticos es probablemente inevitable.
La demolición de un liderazgo
Ignacio Camacho – ABC
El último de los falsos mitos del zapaterismo, el de la reputación del presidente
como un consumado estratega del manejo de los tiempos, se derrumbó en la
noche del domingo con el mismo estrépito de escombros que el poder territorial
y local del Partido Socialista. Su tardío anuncio de retirada funcionó tan mal
como su atropellado llamamiento preelectoral a frenar la emergencia de una
derecha caricaturizada de extremista. El intenso mapa azul que lucían las
infografías de los telediarios, testimonio de la incontestable crecida hegemónica
del Partido Popular, era el epitafio de un modelo de liderazgo demolido a
conciencia por un estado fóbico de la opinión pública que sólo podía
expresarse a través de la válvula purificadora de una catarsis. Si acaso
Rodríguez Zapatero llegó a creer de veras que con una renuncia aplazada
podría evitar el castigo que incubaban de manera inequívoca los sondeos es
porque en su precipitado proceso de autodestrucción también ha terminado por
desconocer los mecanismos de la conducta colectiva. El ajuste de cuentas con
el fracaso de su política estaba pendiente y se ha producido a la primera
oportunidad de un modo torrencial, inclemente, avasallador.
El desplome generalizado, histórico, en todas las autonomías y grandes
ciudades no sólo representa el jubileo anticipado del proyecto zapaterista,
hundido un año antes de rendir mandato, y de un Gobierno inerte y desasistido
que queda ya en un insostenible estado agónico. Supone también un
severísimo, concluyente retroceso de la implantación institucional del PSOE,
arrastrado al abismo por el desprestigio de su cabeza visible y reducido en la
práctica y por primera vez desde la Transición a la condición de partido rural y
abandonado por las clases medias urbanas, cuyo trasvase de votos hacia el
moderantismo del centro-derecha y hacia otras fuerzas terceristas ha sido
patente. Se le han escapado dos de cada diez votos que recibía. Ha perdido en
todas partes, incluidas las comunidades tradicionalmente más enfeudadas
como Extremadura y Castilla-La Mancha, y ha recibido un terminante correctivo
en los territorios claves donde Zapatero cimentó sus dos victoriales electorales:
Cataluña y Andalucía. Los resultados globales andaluces, con una diferencia
de 300.000 votos a favor del PP, suponen un auténtico corrimiento de tierras
que vaticina sucesos mayores y sacude los cimientos de un poder
acostumbrado a disfrutar del estatus de régimen virreinal.
Ninguna de estas señales catastróficas, sin embargo, han merecido una
asunción de responsabilidades al uso democrático. Nadie ha dimitido aún,
salvo un par de alcaldes de ciudades medias, y nadie se ha declarado
implicado personalmente en la devastadora debâcle. Menos que nadie el líder
del partido y del Gobierno, cuyo análisis inmediato estuvo impregnado del
inmaduro infantilismo que le define. Incapaz de una autocrítica responsable,
descargó sobre la crisis socioeconómica la explicación de la derrota y se agarró
al calendario preestablecido para tratar de ganar un tiempo del que hace
mucho que dejó de ser dueño. Su apocada reacción, su anquilosamiento sin
reflejos, ha generado una oleada de preocupación en medios económicos y
una inmediata respuesta de los mercados financieros en forma de incremento
de la desconfianza. La perspectiva de diez meses de insostenible deriva, con
un Ejecutivo desautorizado y cataléptico a merced de la exigencia de aliados
de coyuntura y un partido inmerso en un proceso alborotado de restructuración
interna, siembra la inquietud generalizada en un país estancado que necesita
de revulsivos perentorios para salir de la quiebra social y recuperar un cierto
rumbo de crecimiento.
Tampoco se le ha oído al presidente una palabra sobre la intranquilizadora
situación desencadenada en el País Vasco por su penúltima maniobra
aventurerista: la legalización de Bildu. Los herederos de Batasuna constituyen
de hecho un partido antisistema al que las elecciones han otorgado una cuota
de poder municipal y foral que amenaza con desestabilizar el statu quode
Euskadi. Los arúspices gubernamentales tratan de presentar la emergencia de
los continuadores de ETA como un síntoma esperanzador de aislamiento
democrático de la banda, pero los hechos son tercos: la coalición apoyada por
Batasuna, y compuesta por muchos de sus miembros, ha entrado con fuerza
en las instituciones sin que se produzca el desistimiento de las armas y sin
condenar el terrorismo; un hecho que, además de una falta de respeto a las
víctimas, supone un premio por adelantado, deja al Gobierno constitucionalista
de Patxi López a los pies de sus adversarios, retrocede una década en la
resistencia democrática contra el terror y constituye quizá el más infame y
peligroso legado del buenismo socialdemócrata que ha caracterizado el
mandato presidencial de Zapatero.
La teoría de los vasos comunicantes relaciona el descalabro socialista con la
consolidación efectiva de una alternativa de Gobierno que se ha impuesto en
todas las vertientes. Ni la revuelta de los jóvenes «indignados» con el
establishmentpolítico ni el avance de las vías terceristas representadas por
Izquierda Unida y UPyD —receptoras de gran parte del voto del desencanto—
han mermado la arrasadora victoria del Partido Popular, superior incluso a sus
propias expectativas como consecuencia del hartazgo ciudadano. Un triunfo sin
precedentes que consagra la estrategia moderada de Mariano Rajoy, capaz de
atravesar la campaña y la precampaña con un discurso impermeable a
influencias y provocaciones para imponer la evidencia de sus credenciales al
relevo. Rajoy sale de estas elecciones investido de «presidente a la espera»,
en condiciones de apretar con firmeza la presión de una disolución anticipada
de la legislatura y respaldado por la confianza masiva de muchos españoles
que, sin ser votantes tradicionales del centro-derecha, parecen dispuestos a
prestarle su apoyo.
El PP tiene derecho a la euforia, aunque haría mal sin embargo en proclamarse
vencedor anticipado de las próximas generales. En primer lugar porque sus
resultados objetivos muestran, a pesar de lo abultado de las diferencias, cierta
fatiga electoral en territorios hegemónicos como Madrid o Valencia, donde el
obligado encogimiento de los recursos públicos o la insuficiente respuesta a la
corrupción han empezado a pasarle una incipiente factura de desgaste. Y en
segunda instancia porque los populares no deben olvidar que la catarsis
socialista ya se ha producido. El descontento con el zapaterismo ha hecho
crisis aguda en esta convocatoria y la penitencia ha sido impuesta en sus
máximos términos. Será difícil que el PSOE vuelva a recibir un castigo similar;
Zapatero desfila hacia la salida y es probable que parte de sus electores
habituales consideren cumplida la pena y retornen a la llamada de un nuevo
candidato para cerrar el paso al adversario. El socialismo puede haber tocado
fondo y, aunque el destrozo ha sido enorme, es necesario contar con la
resistencia del músculo orgánico que siempre ha demostrado tener. Un factor
que dependerá de cómo el presidente gestione sus «minutos de la basura», en
paralelo con el futuro sucesor, hasta el final del mandato que parece empeñado
en agotar contra todo atisbo de sensatez. Teniendo en cuenta su desastrosa
impericia en el manejo de los tiempos y su contrastada ausencia de rigor
analítico, no puede descartarse que el curso de los acontecimientos, impulsado
por su propia debilidad, pueda resultar determinante a la hora de transformar la
inevitable recomposición de su desencuadernado partido en una hoja de ruta
hacia la hecatombe.
Tsunami azul vs. Nuevo PSOE
Javier Valenzuela – El plural
Era previsible pero no por ello verlo materializado deja de ser menos
impresionante. Un tsunami azul se ha adueñado del mapa de España: la
derecha conservadora añade el poder municipal y autonómico absoluto a su
amplia hegemonía económica, judicial, institucional y mediática. Solo le falta la
guinda de La Moncloa para conformar eso que Nacho Escolar califica
acertadamente hoy en Público de “una España monopartidista”.
No es que el PP haya subido espectacularmente: su ganancia en votos es de
medio millón. Es que el PSOE se ha hundido espectacularmente: pierde un
millón y medio de votos. Cabe imaginar que se trata de progresistas que se han
abstenido o han votado IU, UPyD, en blanco o nulo. La crisis económica y la
gestión de la misma por parte de Zapatero –desde la tardanza en reconocerla
hasta los duros recortes sociales del último año- explican su actitud. En los días
anteriores también vimos cómo los socialistas han perdido la confianza de esa
juventud (15 M) que ha llenado las plazas de España para pedir que se
gobierne para los ciudadanos y no para los banqueros y los poderosos.
Nuevas políticas
Así que le llamen como quieran: renovación, regeneración, renacimiento,
refundación… Y que lo hagan como quieran: primarias, congreso
extraordinario, estados generales… Pero, por su propia salud y por la de la
España progresista, parece imprescindible que los socialistas piensen en
nuevas políticas para la segunda década del siglo XXI, en una nueva oferta que
proponer a los trabajadores asalariados y autónomos, los pequeños y
medianos empresarios y las clases medias.
Efecto Rubalcaba
Dicho lo cual, ¿qué fue del “efecto Rubalcaba”? ¿En qué quedó la
“remontada”? Sobre las fantasías desencadenadas en algunos círculos tras el
último cambio de Gobierno de Zapatero escribí en EL PAÍS del 25 de octubre
un artículo titulado: “El cuento de la lechera no es un programa”. Los
socialistas, dije entonces, necesitan un nuevo programa que los haga
claramente reconocibles como fuerza de izquierda en los asuntos hoy
cruciales: los del comer. No es una cuestión de rostros o nombres, es una
cuestión de ideas y de propuestas, especialmente en el terreno de la
economía.
Política de altura o…
Los socialistas perdieron su alma al renunciar a políticas económicas
socialdemócratas y ahora han perdido también las elecciones. No deben
engañarse de nuevo. De esta no salen con politiquería, sino con política de
altura. Si no lo hacen, el tsunami azul, el monopartidismo conservador, está
aquí para perdurar.
Pero el PSOE tiene un problema añadido: ¿cómo puede abordar en los
próximos meses una renovación que solo puede ser creíble si se desmarca de
las políticas económicas aplicadas en el último año a la par que sigue
gobernando con esas políticas?
¿Agotar la legislatura?
Zapatero insistió anoche en su voluntad de agotar la legislatura. Ahora bien,
añadió que pensaba seguir aplicando las “reformas”, esto es, el programa que
le exigen los mercados y organismos financieros internacionales. En estas
circunstancias, ¿cómo puede el PSOE alumbrar en los próximos meses una
oferta verdaderamente distinta en ideas y en políticas para 2012? Sería una
situación extraña: un PSOE viejo y resignado en el Gobierno y otro nuevo y
crítico en gestación.
Viene entonces esta pregunta: ¿debe esperar la renovación del PSOE a la
repetición en 2012 de un castañazo como el de ayer? Y si espera, ¿no será
ese castañazo inconmensurable? Por ejemplo, ¿qué atractivo tendría que en
2012 al zapaterismo ayer apaleado en las urnas le reemplazara como oferta
electoral el regreso del felipismo?
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