TURQUÍA IMPIDE EL PASO POR SU TERRITORIO DE REFUERZOS KURDOS PARA SALVAR KOBANI Manuel Martorell Terramedia Turquía mantiene su ambigüedad frente al Estado Islámico con la intención de ganar tiempo para que los yihadistas terminen con la numantina resistencia kurda en Kobani, la estratégica ciudad del norte de Siria que sufre desde hace casi un mes una intensa ofensiva de las fuerzas califales. De acuerdo con este plan, una vez aniquiladas las Unidades de Defensa Popular, más conocidas por las siglas YPG, Ankara saldría de su ambigüedad para unirse a la coalición internacional liderada por EEUU, jugando, a partir de ese momento, un papel esencial en la creación de una hipotética franja de seguridad dentro de territorio sirio, lo que le permitiría controlar las regiones donde se han establecido tres autonomías kurdas. En consonancia con esta estrategia, el presidente turco, Tayip Erdogán, no solo ha anunciado antes de tiempo la caída de Kobani sino que ha rechazado sendas ofertas del Partido de la Unidad Democrática (PYD) y de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK) para que fuerzas kurdas, bien entrenadas y equipadas, se unan a la defensa de la martirizada ciudad atravesando territorio turco. Así lo han manifestado Mulá Bakhtiar, número dos de la UPK, y Saleh Muslim, presidente del PYD, la organización kurda de Siria que, además de la zona de Kobani, también dirige la administración de los enclaves autónomos de Afrín y la Yazira. De hecho, Saleh Muslim hace una semana se entrevistó con altos responsables del Gobierno turco, que le prometieron abrir un “corredor” en socorro de los sitiados, pero, según ha declarado este dirigente kurdo, la parte turca no ha cumplido sus promesas. Supeditar cualquier intervención en Siria a la aniquilación de la autonomía kurda está sumiendo al Gobierno turco en un verdadero quebradero de cabeza, en primer lugar porque su actitud no es compartida por los demás socios de la OTAN, comenzando por Estados Unidos, para quien acabar con el poder del Califato es una prioridad absoluta. El Departamento de Estado norteamericano, a través de su portavoz, Jen Psaki, ha dejado claras estas diferencias en sus últimas comparecencias públicas. Y, de hecho, nos encontramos ante la sorprendente situación de que aviones norteamericanos están dando un efectivo aunque tardío apoyo aéreo a los guerrilleros del PKK, dejando a un lado la consideración oficial que se da a este grupo como “organización terrorista”. De la presión que está sufriendo Turquía dan fe las numerosas llamadas que ha recibido por este motivo el ministro de Exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, por parte de sus colegas europeos. Entre ellos se encuentran los de Alemania, Gran Bretaña, Suecia, Noruega y Dinamarca, además del francés, Laurent Fabius, uno de los firmes partidarios de ayudar a los resistentes de Kobani, que tenía previsto recibirle este sábado en París. De forma más explícita, se ha expresado el enviado especial de la ONU a la zona, Staffan de Misura, quien literalmente ha pedido a Turquía que permita la entrada de refuerzos kurdos para unirse a la defensa de la ciudad. Fuentes de los resistentes consultadas telefónicamente reconocen que las fuerzas yihadistas han conseguido avanzar hacia el centro por el este pero por el sur el frente se mantiene estable mientras que en los barrios del oeste los yihadistas han tenido que retirarse de nuevo. Como suele ocurrir en muchas ocasiones, la parálisis del Gobierno ante el grave problema kurdo solo consigue complicarlo aún más. En vez de “ganar tiempo”, lo pierde porque ahora tiene que hacer frente a una serhildan (insurrección en kurdo) generalizada por todas las provincias del sureste y las principales metrópolis del país. El último balance de los disturbios y enfrentamientos habla de casi 40 muertos, cientos de heridos y más de mil detenidos. El Ejército ha tenido que enviar al Kurdistán más unidades blindadas para que la población respete el toque de queda decretado en seis provincias. Por si esta situación no fuera suficientemente complicada, han surgido en varias ciudades núcleos de apoyo al Estado Islámico. Se trata de seguidores del antiguo Hezbolá, una organización que en los años 90 se hizo tristemente famosa por sus crímenes y que fue tolerada por el Ejército para luchar contra el PKK. Claramente asociada a la corriente de Bin Laden, fue finalmente desarticulada por la Policía hasta que Erdogán la volvió a legalizar como partido –el Huda Par- para quitar votos al HDP brazo político del PKK- en las últimas elecciones. Hoy también se han lanzado a la calle en apoyo del Estado Islámico y para enfrentarse a tiro limpio con los defensores de Kobani en un clima propio de una guerra civil.