#24 Mayo - 2012 Alcohol, tabaco y otros vicios de Luis Darío Salamone Por Ernesto Sinatra Alcohol, tabaco y otros vicios se las trae; en este libro Luis Darío Salamone repasa los nombres del goce que consuenan con la hipermodernidad y muestra su desarmonía, presentando la paradoja mayor del consumo: substancias y actividades producidas para vivir mejor terminan afectando el hecho mismo de vivir, induciendo un trayecto inverso al esperado causando displacer y en muchos casos provocando la muerte. Salamone se encarga de situar con notable precisión –y en un estilo que no prescinde del humor ni de la ironía– los rasgos que caracterizan a la época de la toxicomanía generalizada: proliferación de tóxicos producidos a escala industrial por el mercado de consumo para que los individuos intenten soportar –una vez más, y como desde siempre lo ha sido– el sentimiento de falta de felicidad, esa sensación asfixiante que se transforma en tristeza, soledad globalizada que caracteriza a la actualidad (el estar solo entre muchos, el sentimiento opresivo de soledad –aun recubierto el individuo con los infinitos objetos del tecno-consumo). Luis Salamone demuestra en este libro –autorizándose en su extensa y exitosa trayectoria en el campo de las toxicomanías desde la orientación lacaniana, conduciendo con otros colegas la red internacional del TYA[1]– hasta qué punto dicha falta corresponde a un hecho de estructura y que nuestra época, más que ninguna otra antes en la historia de la civilización, ha puesto de relieve: la ausencia de una satisfacción sexual que comandaría la vida de hombres y mujeres según las correspondencias del género desde una perspectiva natural. Encontramos en este recorrido un catálogo: desde los ya tradicionales drogadictos y alcohólicos, pasando por fumadores y ludópatas, hasta finalizar en una ¡adicción a las cirugías estéticas! Asistimos a una fina descripción de las más variopintas formas de satisfacción que se entrechocan siempre con su límite: los inevitables excesos, aquellos que dieron lugar al nombre de vicios con el que Salamone ha sabido distinguirlas. Nunca se resaltará lo suficiente que la paradoja de tales satisfacciones ha sido situada conceptualmente por Sigmund Freud con el nombre de pulsión de muerte y por Jacques Lacan con el de goce, y es con estas categorías con las que el autor se orienta en las espesuras del estado actual de la civilización para ofrecernos sus consecuencias. Pero lo central que Luis Salamone nos ofrece no ha sido aún dicho en este prólogo: el hueso de estas páginas es el rigor con el que el autor nos demuestra que un verdadero análisis puede ser posible, incluso en algunos casos considerados a su llegada como imposibles de ser –ni siquiera– recibidos. Y a no confundirse: no se trata en este punto de ningún truco de magia, sino del particular modo por el que Salamone ha logrado responder en acto frente a situaciones http://virtualia.eol.org.ar/ 1 #24 Mayo - 2012 embarazosas, de riesgo siempre creciente– con los recursos que ha aprehendido en su formación como psicoanalista para extraer de ella un instrumento útil para ofrecer a sus analizantes, a sus siempre impacientes, pacientes. El autor responde así, en acto, al urgente tratamiento que requiere la angustia contemporánea: los casos presentados evidencian el alivio subjetivo que se produce cuando se logran situar las coordenadas reales que producen el sufrimiento y que no pueden ser consideradas por aquel que consulta. Cualesquiera que sean los tóxicos empleados, la causa del padecimiento siempre es singular, ésta es la fórmula que me ha transmitido Luis Darío Salamone desde estas páginas. Ya desde el inicio, las argumentaciones del libro desbaratan cualquier creencia en una fórmula de curación que fuera generalizable para la heteróclita serie de los nombres del goce que nos presenta: solo al analizar cada caso se podrá precisar la función que el tóxico ha desempeñado, la función que ha sostenido en la economía libidinal de cada cual. Por ejemplo, varios casos demuestran hasta qué punto la variación en la elección de las drogas intenta dar tratamiento a la impotencia sexual (encausada siempre por una identificación), pero que tal impotencia siempre se desplaza y que es allí, al ser aislado ese asentamiento preciso del fracaso del tóxico, el punto de aplicación por donde el psicoanálisis puede acceder. ¿Cómo puede el analista colaborar para que tales individuos se enteren de que tienen un inconsciente que determina su modalidad de satisfacción y que consientan a afrontar la responsabilidad de sus elecciones de goce? Sucede que por la caracterización antedicha –y que este libro ilustra de un modo eficaz– es eso mismo lo que esta época dificulta (con la oferta de sus explícitas formas de goce) más que ninguna otra. Y es por ello que cada vez que tal función del analista se evidencia –como es éste uno de los casos– disfrutamos de los testimonios vivos que nos ofrecen. Solo nos resta, entonces, agradecerle a Luis Darío Salamone su exposición. Y como no existe gratuidad para ningún don que sea concedido, a los lectores les queda la satisfacción de corresponder a su entrega leyendo este libro. Notas 1. Toxicomanía y Alcoholismo, red internacional (1992). http://virtualia.eol.org.ar/ 2