La importancia salvífica de la muerte de Jesús

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Iglesia Nueva Apostólica Internacional
La importancia salvífica de la muerte
de Jesús
Parte I
En la primera parte de este artículo se hace referencia en primer término a que
en el Nuevo Testamento la muerte de Jesús se entiende como algo imprescindible para la salvación humana. A continuación se muestra que la muerte en la
cruz es un “escándalo”, una piedra de tropiezo para el entendimiento humano.
El significado de la cruz sólo puede ser comprendido con la fe. Luego se presentan los pensamientos del Apóstol Pablo sobre la muerte propiciatoria de
Jesús. Le siguen explicaciones sobre la relación existente entre el Bautismo
con Agua y la muerte de Jesús.
La muerte de Jesús en la cruz como necesidad en la historia de la salvación
La muerte de Jesús, como testifican claramente los escritos del Nuevo Testamento,
no constituye una coincidencia, tampoco algo funesto o un hecho del destino, sino
es una necesidad en la historia de la salvación.
La 1ª epístola a los Corintios habla algo sobre la importancia de la muerte en la cruz
para la salvación del hombre. Pablo coloca a la muerte de Jesús en una relación directa con el festejo de la Santa Cena: “Así, pues, todas las veces que comiereis este
pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Co.
11:26). El festejo de la Santa Cena en la comunidad no incluye sólo el recuerdo de la
muerte de Jesús que transmite de salvación, sino que es al mismo tiempo un acto de
proclamación de su muerte.
Asimismo en la 1ª epístola a los Corintios, el Apóstol cita una antigua Confesión de fe,
que al comienzo contiene una indicación a la muerte de Jesús. Se sabe “que Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”. En esta confesión primero se
menciona por qué Jesucristo murió, esto es “por nuestros pecados”. Además habla de
la necesidad para la historia de la salvación, cuando dice que esta muerte aconteció
“conforme a las Escrituras”. Las Escrituras, es decir el Antiguo Testamento, se refieren
a esta muerte, sus condiciones y efectos.
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Una expresión simbólica directa de la importancia salvífica de la muerte de Jesús es
la cruz, que se convirtió en el distintivo esencial de la fe cristiana y de la comunión de
los cristianos. El cristianismo y la cruz son en cierto modo idénticos, en todas partes
donde hay cristianos por lo general se erige la cruz.
Lo especial y único de la muerte de Jesús es mencionado en el Nuevo Testamento
de diferentes formas. Por más diferente que sea el marco de referencia en el que se
ubique a la muerte de Jesús, los diferentes textos siempre coinciden en cuanto a la
importancia salvífica que le asignan a la muerte de Jesús en la cruz.
La muerte de Jesús como “escándalo”
El hecho de que la muerte de Jesús fuese entendida por la primera comunidad cristiana como un hecho salvífico encontró el rechazo tanto de los gentiles como de los
judíos. La muerte en la cruz -de esto hay que tomar conciencia- era la muerte más
vergonzosa y deshonrosa. Era impuesta a personas de las que se consideraba que no
tenían dignidad alguna. Los delitos graves eran castigados en el Imperio Romano con
la muerte en la cruz. El delincuente moría públicamente en forma en extremo dolorosa
sufriendo por horas o días. Por ejemplo fueron crucificados quienes participaron del
levantamiento de esclavos que tuvo lugar alrededor del año 70 a.C. en Roma bajo la
conducción del gladiador Espartaco. Esta clase tan deshonrosa de muerte debía asustar a todos los posibles imitadores y al mismo tiempo dejar en claro que los ejecutados
de esa manera eran expulsados definitivamente de la sociedad humana. Por lo general
no se sacaba el cadáver de la cruz, sino que se lo dejaba colgado. El haber sacado
a Jesús de la cruz es un reconocimiento de las autoridades romanas a las leyes de
los judíos, puesto que estos debían ser enterrados en seguida después de la muerte.
A partir de este trasfondo histórico, el rechazo de los no cristianos se vuelve comprensible, haciendo tanto más necesaria una explicación de la fe cristiana en la cruz como
una señal de salvación. En 1 Co. 1 el Apóstol Pablo defiende la importancia de la cruz.
El Apóstol escribe: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero
a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Co. 1:18). La “palabra
de la cruz” es la proclamación del alegre mensaje del poder que libera del pecado
que emana de la muerte de Jesús. El hecho de que la muerte en la cruz tiene poder
redentor, es completamente incomprensible para las personas que no creen en Jesús
como el Cristo. Por eso Pablo también escribe: “Porque los judíos piden señales, y
los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para
los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados,
así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:22−24).
Judíos y griegos, o sea todo el espectro de las ideas y expectativas religiosas, rechazan la muerte de Cristo. La demanda de señales por parte de los judíos se rige por el
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suministro de pruebas objetivas, a saber: al cambio de la situación política y religiosa
de los judíos sometidos en Palestina. La demanda de sabiduría por parte de los griegos, por consiguiente la de todos aquellos pueblos que no están en la tradición y en
comunión con el pueblo de Israel, va en dirección a un reconocimiento del mundo y
de Dios accesible directamente por la lógica. Ambos tipos de rechazo muestran cómo
reacciona el hombre al Evangelio de la muerte de Jesús.
La palabra de la cruz es completamente contraria a las ideas del hombre acerca de la
voluntad salvífica de Dios y su forma de procurar salvación. Es una palabra que no se
deja incorporar en el sistema de las ideas y expectativas humanas, sino que invalida
a dicho sistema. No habla de aquello que el hombre considera viable o desea, sino
de lo que Dios ha hecho. Para el hombre antiguo, la cruz era expresamente un signo
de calamidad, un signo de deshonra y de fracaso total. La fe cristiana trasciende las
apreciaciones humanas y las expectativas de salvación, habla de salvación justamente
allí donde el hombre material habitualmente no espera salvación. El conocedor del
Nuevo Testamento Helmut Merklein acota al respecto: “La sabiduría humana […], no
obstante, nunca conduce a reconocer (salvíficamente) a Dios, no trae salvación, sino
perdición (versículo 18). La sabiduría de Dios constituida en la cruz es más bien la crisis
de todas las demandas salvíficas de la sabiduría humana, las que degrada tomando
esto en consideración (versículo 19) y convierte en locura (versículo 20)”. La palabra de
la cruz promueve la superación de posibilidades de ideas y apreciaciones humanas.
Sólo puede ser aceptada entregándose a Dios y sus obras. Merklein comenta al respecto: “Esto acontece con ‘fe’ (versículo 21b), donde se renuncia al intento de querer
reconocer a Dios con la ayuda y conforme a la sabiduría humana” (Merklein, Helmut: La
primera epístola a los Corintios. Capítulos 1–4. Gütersloh, Würzburg 1992, pág. 174).
La muerte de Jesús como propiciación
Sobre el carácter propiciatorio de la muerte de Jesús habla Pablo con referencia a sus
explicaciones sobre la relación entre fe y obra, entre Evangelio y ley. Pablo acentúa
la importancia de la fe en Jesucristo para alcanzar justicia ante Dios. Justicia significa
ser aceptado por Dios y experimentar su salvación. El Apóstol escribe: “A quien Dios
puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia,
a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira
de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica
al que es de la fe de Jesús” (Ro. 3:25–26).
El hecho de que la muerte de Jesús tenga carácter propiciatorio, sólo puede reconocerse con fe y aceptarse con fe. El hombre como transgresor de la ley, y por lo tanto
como pecador, no tiene por sí mismo la posibilidad de vencer el pecado o propiciarlo.
Aquí intercede Jesucristo por el pecador cargando sobre sí el pecado en representación del pecador y padeciendo la muerte a la que está condenado el pecador.
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De este suceso en realidad inconcebible también habla Gá. 3:13: “Cristo nos redimió
de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito [Dt. 21:23]:
Maldito todo el que es colgado en un madero)”. La ley mosaica con sus exigencias
imposibles de cumplir por el hombre, le dejó en claro que por las propias fuerzas él
no puede lograr la salvación. La idea del hombre de poder redimirse con sus propios
esfuerzos, alcanzar salvación, es una maldición. De esta “maldición” ha liberado la
muerte de Jesús en la cruz, ya que muestra que el hombre por sus propias fuerzas
no es la causa de la salvación, sino lo es Dios en su amor y entregándose a sí mismo.
Consiguientemente, Dios mismo, quien podría condenar al pecador a la muerte,
intercede por el pecador, le transmite justicia, liberándolo del dominio del pecado y
concediéndole comunión con Él mismo. Dios en Jesucristo permite al hombre tener
parte en su justicia, brindándole salvación.
En Mt. 26:28 dice Jesús al instituir la Santa Cena: “…porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” Tanto
aquí como en la epístola a los Romanos se trata el carácter propiciatorio y representativo de la muerte. La muerte de Jesús deja libre el camino a Dios, en el cual Él hace
posible la liberación del pecado. Se alcanza esta liberación teniendo fe en Jesucristo,
su muerte y su resurrección.
La muerte de Jesús y el Bautismo con Agua
La relación entre la muerte de Jesús en la cruz y el Santo Bautismo con Agua es presentada por Ro. 6:3–7. En estos versículos queda claro que el Bautismo, que hace
posible el ser un cristiano, significa ser parte de la muerte de Jesús. Por el acto del
Bautismo, aquí se piensa en el sumergirse en agua, el bautizado es incorporado en la
muerte de Jesús: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo
Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (Ro. 6:3). Por lo tanto, el Bautismo,
en cierto modo representa lo acontecido en Gólgota, y el hombre que quiere vivir en
comunión con Jesucristo, sigue ahora el camino de Jesús de la muerte en la cruz.
¿Qué sucede en el Bautismo con Agua? Pablo dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo
hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido,
a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado
del pecado” (Ro. 6:6–7). El viejo hombre, caído totalmente víctima del pecado y que
por lo tanto debe vivir en completa lejanía de Dios, es sepultado en el Bautismo con
Agua. Así, el Bautismo permite ser partícipe del mérito de Jesucristo, pues en él es
vencido el pecado surgiendo una nueva relación con Dios. El viejo hombre, que según
Ro. 5:12 ss. sigue a Adán, es dejado atrás y en su lugar se presenta un hombre determinado por Jesucristo.
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